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Especial Navidad

ESPECIAL NAVIDAD|WRITERS X TOKYO REVENGERS.

↪Cosas canon: Datos que si pasan en el anime o manga.

↪ Violencia: Quizá unas patadas.

↪Consumo de alcohol: Mucho alcohol, perfecto para un fanfic cristiano.

↪Lenguaje: Puede llegar a ser vulgar.

Aviso: Este especial de navidad está creado por el grupo ✨ WRITERS✨ dónde estamos muchas de las escritoras de sus fanfics favoritos.

Así que mucho amor para todas las escritoras que pusieron aguante para que todo esto sea posible.

Si dejan comentarios negativos sobre el esfuerzo de las escritoras, te invito a que te vayas bien a la mierda, respeta el trabajo de TODAS.

De: Writers
Para: El barrio.

Era la mañana del 23 de diciembre, los Sano estaban en el Dojo del abuelo enumerando todo lo necesario para poder celebrar la fiesta que todos los años organizaban.
Emma no paraba de dar vueltas por toda la sala mientras Mikey apuntaba todo lo que su hermana, a quien en esos momentos hubiera deseado darle una patada, soltaba por la boca.

—Mikey, ¿lo estás anotando todo o estás pasando de mí?

—Que sí pesada, mira—Mikey levantó el papelito en el que podían verse multitud de palabras escritas con fea letra.

—Mira que no quiero tener que revisarlo luego porque se te haya pasado algo con tus estupideces. ¿Por cierto, has hablado con los demás para lo de esta tarde?

—Sí. Ya he preparado todos los papelitos con los nombres. A ver si este año los regalos que nos hacemos entre nosotros son mejores que los de los anteriores.

—¿Te acuerdas que Baji le regaló aquellas revistas porno a Kazutora? Fue buenísimo, aún me pregunto cómo y dónde las consiguió… la próxima vez que lo vea se lo pregunto—Mikey reía a boca llena mientras su hermana lo miraba con cara de asco, ella sólo quería terminar de anotar todo lo que necesitarían comprar y su hermano solo andaba con tonterías.

— ¡MIKEY! ¿Puedes dejar de distraerte de una vez?—era costumbre que por Navidad, todos los pandilleros de la ciudad se reunieran, estableciendo un tiempo de tregua entre ellos, para celebrar unas fechas tan señaladas como eran aquellas, pues a todos, por mucho que quisieran matarse unos a otros de mil maneras diferentes y a cada cual más escabrosa que la anterior, les encantaban estas fiestas y, además, se veían obligados a celebrarlas en paz por la insistencia de las chicas, a saber, Emma, Hina, Akane, Yuzuha, Luna y Mana.

Las dos pequeñas eran siempre las más insistentes, pues amaban que su hermano les hiciera trajes a todos y ayudarle colocando los pequeños detalles que Mitsuya les dejaba manejar; por eso, esa misma mañana, fecha para la cual este ya tenía casi todo preparado, gracias a que Yasuda siempre le ayudaba a confeccionar los disfraces, andaba con sus hermanitas como locas dando vueltas por la casa, con las manos llenas de listones y lentejuelas.

—Tened cuidado, que las vais a perder— Mitsuya las perseguía mientras correteaban por su zona de trabajo — ¡Mana! ¡Ni se te ocurra meterte eso en la boca! Te he dicho que los cascabeles no son caramelos.

—¡Eso Mana! ¡Qué eres tonta!—  Decía riéndose la mayor de ellas, que cesó las carcajadas al ver entrar por la puerta a aquellos tres.

Mitsuya sacudió la cabeza sonriendo a la par que sus hermanitas se escondían detrás de él mientras se dirigían a recibir a los hermanos Shiba.
Aquellos tres habían acudido a casa de Mitsuya para que éste le tomara unas últimas medidas al mayor de ellos. Mitsuya ya lo tenía todo previsto y por eso iba cargando con una silla para poder pasar la cinta métrica por todas las partes a las que no alcanzaba. Taiju se agachó a la altura de las pequeñas e intentó poner la cara más amable que su rostro le permitía.

— Hola pequeñas, ¿qué os va a traer Santa Claus este año? ¿Habéis sido buenas? Sabéis que el señor lo ve todo y él sabrá si os habéis portado bien o no— esbozó una amplia sonrisa— Más les vale que sí, si no las castigará.

Las niñas, al ver la sonrisa de aquel tipo, quien siempre había infundido un miedo horrible en ellas, lo único que les salió hacer fue correr en dirección contraria alejándose de donde estaban los demás.

—Taiju, al menos lo has intentado… —le dijo su hermana mientras corría para ir a calmar a las niñas.

Hakkai y su hermano pasaron con Mitsuya hacia la habitación y de esta manera, continuaron las labores de costura.
¿Qué estaría pasando justo en esos instantes en otro lado de la ciudad? Digamos por ejemplo… ¿en Roppongi?

—¿Quién crees que te tocará esta vez?—preguntó el mayor mientras le tiraba de los mechones a su hermano.

— No sé, solo espero que mientras el que me regale a mí no seas tú me sirve. De verdad, yo no sé a quién se le ocurre regalarme una peluca con el pelazo que yo tengo.

—¿Pero de qué te quejas? Si te quedaba genial, espera que vaya a buscarla y te la pones esta tarde, ve llamando a Izana para quedar con él.

Izana, que se encontraba en la calle despejándose un poco y asimilando la idea de que había empezado a convivir con la que supuestamente era su familia, colgó su celular tras quedar con los hermanos más pintorescos que se había echado a la cara en su vida.

—¿Con quién hablabas?— Preguntó Kakucho que se encontraba a su lado.

— Con los Haitani, hemos quedado para ir juntos esta tarde a la cosa de los papelitos de mierda.

—¿Otra vez? Joder, que puta pereza… —exclamó dejando salir una bocanada de humo aquel otro que estaba a su lado — ¿enserio no podemos liarnos a puños como siempre y ya?

—Hanma, cállate por favor, sabes que todos los años hacemos esto, te lo llevo diciendo desde que nos conocemos—replicó Kisaki.

Aquellos cuatro solían juntarse para recordar los tiempos en los que las cosas no estaban tan calmadas, de hecho, a veces hasta bromeaban sobre cuando Kisaki apuntó con aquella pistola a Izana, fallando todos los tiros a excepción de uno, que le dio en la pierna e hizo creer a todos que había muerto.

Izana siempre le respondía burlándose de que él se lo creyó y huyó del lugar, recalcando la gran amistad de Kisaki y los camiones, el pobre tuvo que pasar casi tres meses ingresado en el hospital a cuenta de varias fracturas.

Hanma y Kakucho se quedaban observando la escena mientras se metían cizaña entre ellos al igual que los otros.

— Tú lloraste bien, ¿no Hanma?

— ¿Y tú como lo viste? Si Ran te cerró los ojos, estabas hecho mierda.

— ¿Temblaste eh?

No muy lejos de donde ellos estaban, Takemichi, junto con sus amigos; Takuya, Makoto, Yamagishi y Akkun, acompañaban a Hina y a su hermano a dar una vuelta por las tiendas para tomar inspiración de qué podían comprar para el intercambio de regalos. De casualidad, en una de las tiendas, se encontraron con Senju quien decidió acoplarse a ellos y no soltar el brazo de Takemichi desde el primer momento que lo vio.

Hina, ni corta ni perezosa, tomaba el brazo libre de este y jalaba hacia ella con ímpetu. Naoto no podía parar de mirar a su hermana con cara de asco a la vez que los demás hacían burla de la escena que estaban formando mientras salían de la tienda.

Una vez fuera, los ojos de Senju se fijaron en cuatro figuras masculinas que caminaban hacia ellos desde lejos, acercándose hasta quedar justo en frente.

— ¿Qué? Ya está la princesita dando guerra ¿no? – dijo el más bajo de todos jalando de Senju hacia él.

— Hermanita, ya deja de estorbar, no seas “gata rompe hogares”

Shinichiro miraba la escena con cara de pena y decidió acercarse a Takemichi para hablarle en un tono en el que los demás no pudieran escuchar.

—  Oye Takemichi, pasa tips, que yo también quiero tener a dos mujeres peleándose por mí.

— Shin, te estoy escuchando, deja de andar pidiéndole consejos a todo el mundo, ya te dije todo lo que necesitas saber, y ni por esas — bromeó Wakasa.

Todos, salvo Shinichiro, quien empezó a perseguir a Wakasa con intención de darle una reprimenda, empezaron a reír. Hasta Benkei, el más serio de aquel grupo estalló en una carcajada que retumbó por todo el barrio, de hecho, fue tan alta, que otros que no estaban muy lejos parecieron reconocerla.

— ¿Baji-san, no se te hace familiar esa risa?

El pelinegro dejó de prestarle atención a aquel gatito al que estaba alimentando y levantó la mirada hacia su amigo.

—  No he escuchado nada, Chifuyu. Kazutora ¿tú has oído algo?

— Qué va. Mira Baji, parece que vienen más gatos a comer, ¿seguro que nos va a dar tiempo de ir a coger nuestro papelito?

— Sí, no te preocupes por eso, está todo fríamente calculado. Hemos quedado más tarde con Draken para ir juntos.

—A todo esto—interrumpió Chifuyu— ¿Dónde está Draken?

Chifuyu había mencionado, no se encontraba haciendo otra cosa que acompañar a Inui, quien acompañaba a Akane, que a su vez acompañaba a Koko a sacar dinero del banco. Este último estaba tramando un plan secreto para sorprenderlos a todos y que de una vez por todas dejaran de llamarle tacaño, sorpresa de la que solo Inui, Akane y él eran los conocedores.

No tenían mucho tiempo, pues Draken avisó de que esa misma tarde tenían que ir con los demás para organizar lo del amigo secreto, pero lo que más le preocupaba no era que él llegase tarde, si no que los Kawata sí lo hicieran por entretenerse más tiempo del que debían escogiendo qué alimentos comprar para la cena.

Y la verdad, sus pensamientos no se alejaban tanto de la realidad…

— ¡Ya te he dicho que el picante gusta a más personas! – decía a viva voz el gemelo mayor.

— Y yo te digo que eso es mentira… — replicaba el peliazul.

— Ya, parad de pelear, niños, coged de los dos y listo, no hay problema – Peyan intentaba eliminar la tensión que empezaba a notarse en el supermercado.

Por otro lado, Pah, quien estaba detrás de ellos sujetando el carrito de la compra, algo aburrido de escucharlos, echó un ojo hacia el pasillo de los licores, encontrándose con otra escena aún peor que la que tenía al lado.

— Mucho, te he dicho que eso es poco alcohol. Mete más al carrito.

— Sanzu, ya no cabe más en este carro, entre tus tintes y las botellas está hasta arriba.

— ¡PUES COGE OTRO! Todo el alcohol de la tienda no es suficiente para nosotros, lo sabes de sobra. Y date prisa, no quiero que Mikey se enfade con nosotros por llegar tarde a lo de los papelitos.

Y así, nuestros queridos amigos y protagonistas de esta breve historia dieron comienzo a la preparación de lo que se suponía que sería una fiesta tranquila como la de todos los años… ¿o quizá no tanto?

Pasaron las horas y todos terminaron las tareas para las que habían sido asignados.

Decidieron encontrarse donde solían hacerlo siempre, una vieja nave abandonada llena de chatarras, allí nadie los molestaba, aunque cualquiera querría o se atrevería molestar al gran grupo que allí se reunió.

Fueron llegando, algunos más tarde que otros, hasta que al final los últimos aparecieron por la entrada. Baji y Chifuyu se adentraron en aquel lugar, jadeando y resoplando mientras trataban de recuperar el aliento.

Al parecer, ni Baji tenía previsto que todos esos gatos aparecieran de la nada, y por supuesto, su madre nunca le hubiera perdonado que se fuera de allí sin alimentarlos. Sus planes no estaban tan fríamente calculados como él creía; Chifuyu se quedó para acompañarlo y el resultado de todo aquello, fue que llegaron más tarde que los demás.

Aun así, nadie le dio importancia a su tardanza, no habían establecido un acuerdo de paz por nada, ni iban a saltárselo tan a la ligera solamente porque ellos llegaran tarde, las chicas nunca se lo hubieran perdonado.

Una vez todos estuvieron juntos, Emma sacó la caja de zapatos con aquel agujero hecho en la parte de arriba y que contenía los papelitos con todos y cada uno de los nombres de los allí presentes, quienes, en orden, fueron introduciendo la mano y sacándola con la notita que tendría el nombre a quien les correspondería hacer un regalo.

Hubo expresiones de todo tipo, alegría, alivio y extrañeza.

Pudieron escucharse también algún que otro resoplido y carcajada. Todo fruto del descubrimiento de a quién les iba a tocar hacer un regalo. No faltaron tampoco las preguntas indiscretas por intentar averiguar y destapar algo de aquel misterio, pero todo eso cesó cuando Taiju se aclaró la garganta y alzó la voz.

— Bueno, ¿Y ahora qué? ¿Vamos a ir a cantar villancicos puerta por puerta? ¿Verdad?

La mayoría asintió efusivamente, y así, Senju comenzó a repartirle una vela a cada uno. Sin embargo, algunos de ellos, como Kisaki, Hanma, Izana y Mucho, se negaron en rotundo a ir de casa en casa llamando a los timbres y cantando villancicos, por lo que simplemente no recogieron esa vela y se dispusieron a dejar el lugar acordando que se verían al día siguiente.

A Izana le hubiera gustado librarse e irse de allí, pero por insistencia de Emma al final cedió a acompañarlos a celebrar aquella pequeña posada.

Otro pequeño grupito, el formado por Wakasa, Shinichiro, Benkei y Takeomi, los abandonó un tiempo después cuando pasaron cerca de un bar, y aquellos cuatro decidieron que ese sería el punto final de su tarea como “niñeros” y comenzaría la hora de los adultos, o, como a Takeomi le gustaba llamarlo, la “hora hot”.

Pasaron por muchísimas casas, en las que algunas los recibían con comida y bebida, y en otras en las que directamente ni abrían la puerta. Estas últimas era cuando había que tener más cuidado, pues los Haitani, junto con los Kawata, empezaban a aporrear la puerta de aquellas casas, con más fuerza aún, si creían que había alguien dentro.

— Ojo que si rompo huesos también puedo romper una puerta ¿¡eh!?—decía con seriedad el menor de los Haitani, quien había adoptado una posición de ataque un tanto extraña.

Al ver que todos seguían de largo cada vez que aquellas escenitas se montaban, las parejas de hermanos paraban de hacer el tonto y volvían a unirse a ellos.

— Hermanito, hermanito — decía la más pequeña de todos ellos hacia su hermano, tirándole un poco de la manga del abrigo — ¿cuándo vamos a romper la piñata?

Mitsuya, así como todos los demás, sintieron un escalofrío recorrerles la espalda.

— Este año no habrá piñata, Mana— Hina se había agachado a la altura de la pequeña.

Los demás miraron hacia Kazutora indiscretamente. Este, siendo el centro de atención de todas aquellas miradas, no pudo evitar el ponerse más colorado de lo habitual y rascarse la parte trasera de su cabeza, removiendo aquella melena tan característica y tan parecida a una fruta.

— Ya dije que fue un accidente…

El año anterior, habían preparado una piñata para que los más pequeños la rompieran, sin embargo, Kazutora se empeñó en querer ser él el que lo hiciera, así que, ni corto ni perezoso, agarró el bate y se dirigió hacia ella con tanta prisa, que no se dio cuenta de que el pequeño Naoto estaba delante de él sentado en el suelo. Tropezó con él y el palo salió volando de sus manos… yendo a parar a la cara de Shinichiro, a quien le empezó a brotar un hilo de sangre de la cabeza.

Por suerte, todo quedó en una rápida visita a urgencias, un par de puntos en una herida, y un Kazutora arrepentido de ser tan impulsivo con cualquier cosa que se le pasara por la cabeza.

De esta manera, conforme la noche iba cayendo sobre la ciudad y las calles se iban despejando, nuestros queridos protagonistas, se despidieron los unos de los otros con ansias de que llegase el día siguiente.

Aquella mañana, todos ellos aprovecharon para ir a hacer las compras de última hora, que no eran otras que la de los regalos para sus respectivos amigos secretos, no todos lo tuvieron tan fácil a la hora de elegir qué deberían comprar, pero, finalmente, todos consiguieron algo que, al menos, ocasionaría unas risas cuando llegara el momento de intercambiarlos.

La tarde llegó antes de lo previsto, y el sol ya iba dibujando su recorrido hacia el horizonte sobre el Dojo de los Sano, lugar donde tendría lugar, como todos los años, aquella reunión de personalidades tan diferentes como lo eran los pandilleros más queridos por todo el mundo.

Fueron llegando todos y cada uno de ellos al edificio, donde, en su interior, todo estaba abarrotado de guirnaldas, bolas de navidad, cartulinas cortadas a modo de decoración navideña y una maraña de cables con luces que Draken intentaba desliar para poder colocarlas y que iluminaran toda la estancia.

Conforme fueron entrando, Emma le indicaba a cada uno lo que deberían ir haciendo para terminar de decorar el lugar lo más rápido posible, aunque algunos, quienes no hace falta mencionar quienes eran, se escaqueaban de esas tareas y preferían observar o quedarse fuera fumando mientras los demás trabajaban.

La llegada de algunos de ellos sorprendió al resto, como por ejemplo la de Pah–chin, que vino con una chica agarrada de su brazo y que no era otra que una vieja conocida de él y Peyan. La chica en cuestión, Mori Yumi, llegó algo avergonzada, aunque esa sensación se borró de su expresión cuando vio que todos la recibían con los brazos abiertos.

Las pequeñas Luna y Mana llegaron disfrazadas de renitos y con una gran bolsa llena de lo que parecían ser caramelos y algo más.

Entraron corriendo al Dojo y empezaron a recorrer todo el lugar dándoles caramelos a todos y cada uno de ellos, salvo a Mikey, a quien le habían traído uno de esos Taiyaki con forma de pez que le gustaban.

Él abrió instantáneamente aquel dulce de su envoltorio y fingió hablar con el pececito delante de las niñas.

—Hola pececito, ¿tú también quieres poner la estrella en el árbol?—se acercó el Taiyaki a la oreja y procedió a contestarle nuevamente — No, no, la estrella la pondré yo, “el invencible Mikey”.

Las niñas pusieron una cara rara ante esa escena del chico hablando con un dulce, y se alejaron de allí sin decir mucho más para seguir repartiendo los caramelos.

Ya estaba todo casi preparado, solo faltaba el elemento más importante y el que terminaría de dar el toque especial a aquella sala, el árbol de Navidad, que, por algún motivo se estaba retrasando en llegar.

Conforme más se retrasaba, más intensos eran los berrinches de Mikey por querer ser el que colocase la estrella y más altas eran las negativas de su hermana a hacerlo, pues siempre era él el que lo hacía y este año debería dejar que otro, como por ejemplo Izana, fuera el que pusiera ese adorno en la parte superior del árbol.

Lo que Emma, ni nadie sabía, era que los Haitani, encargados de traer el árbol, aparecerían con el más grande que ninguno de los allí presentes había visto en su vida.

Varios hombres enchaquetados en negro se encargaron de transportarlo hacia el interior de la residencia de los Sano y de acomodarlo donde se les indicó.

Al ver el semejante tamaño que tenía, Mikey se encaprichó aún más de su deseo, por lo que, mientras los demás terminaban de colocar las bolas de navidad en todas las ramitas, empezó a trepar por la parte trasera del árbol, con la estrella dorada en mano.

Se iba agarrando como podía por las ramas del árbol, hasta que notó que este comenzaba a tambalearse cada vez más y más.

—¡ÁRBOL VAAAAA!—Gritó cuando aquellos tambaleos ocasionaron que el árbol terminase por perder el equilibrio y volcase hacia delante.

— ¡¡¡MIKEY!!! ¡¡¡TAKEMICHI ESTÁ DEBAJO IMBÉCIL!!!— Gritaron todos al ver que aquel árbol aplastaba al pobre de Takemichi.

Por suerte, al rubio no le pasó nada, sin embargo, la mayor parte de las bolas navideñas se rompieron y varias de las cintas que se habían colocado alrededor del árbol se partieron.

Tras el incidente, volvieron a colocarlo todo en su sitio mientras Mikey permanecía arrepentido y observando como todos disfrutaban de arreglar el estropicio que había hecho.

Cuando solo faltaba un objeto por poner, y al que Mikey continuaba dando vueltas entre sus manos, su mejor amigo se acercó.

—Anda ven— Draken lo alzó con sus brazos y, de esta manera, más relajada, y más sensata, Mikey al final cumplió su sueño de colocar la estrellita en lo más alto del árbol.

La decoración estaba lista, y al final se habían entretenido tanto en ella que la hora de preparar la cena había llegado. Los Kawata se habían encargado de preparar todo lo necesario de manera que solamente hiciese falta calentar la comida y servirla para que todos pudieran disfrutar de los manjares por los que aquellos hermanos eran famosos.

Emma colocaba todos los platillos que habían preparado en sartenes y ollas, encendiendo el fuego de la cocina para que se fuera calentando mientras todos los demás se encargaban de preparar la mesa con el mantel, platos, vasos y cubiertos para todos.

— Emma ¿le queda mucho? Tengo hambre… — Su hermano había entrado a la cocina y todas las alarmas de Emma empezaron a saltar, a su cabeza solo se le venía la palabra “peligro”.

Mikey había empezado a toquetear todos los envases que habían traído los gemelos, se le cayeron algunos de las manos, derramando todo su contenido por el suelo.

El ambiente se llenó de los gritos de su hermana diciéndole que parase, a lo que este únicamente contestaba que la comida se estaba calentando demasiado despacio y que quizá si subía el fuego todo iría muchísimo más rápido…sí… pasó lo que todos estáis pensando, la mitad de toda la comida se había quemado y evidentemente estaba inservible, Mikey aún no aprendía la lección, incluso después del incidente con el árbol, de que no tenía que estar metiendo sus manitas en todo.

— Siempre es todo culpa de Mikey… — murmuró Kazutora, quien estaba viéndolo todo desde el marco de la puerta que daba a la cocina.

Ante ese comentario del pelinegro con mechas rubias, todos miraron hacia la cocina, encontrándose con el panorama de que se habían quedado sin, al menos, la mitad de la comida que había para la cena.

Algunos, como Baji, Pah-chin, Peyan y Smiley, comenzaron a discutir entre ellos por no haber vigilado a Mikey mientras Emma preparaba la cena.

Todos los demás contemplaban la escena mientras iban tomando asiento en aquella gran mesa que había sido preparada con esmero.

La comida estaba sobre la mesa, esperando ser servida en los platos de cada uno, pero no podían empezar hasta que aquella riña que estaba sucediendo terminase.

Uno de los que ya estaban sentados, pareció hartarse de todo aquello y decidió poner punto final a aquella parafernalia.

— Parad ya, esto no es un parque de juegos.

Pareció que esas palabras bastaron para poner punto final a la discusión y que todos, de una vez por todas, se sentasen a la mesa.

Justo cuando Mikey comenzó a alargar el brazo para servirse, Taiju se aclaró la garganta y se puso en pie.

— Bendícenos, oh, Señor, por estos alimentos que estamos a punto de recibir de tu generosidad por medio de Cristo nuestro señor, Amén.

Baji dejó escapar una risita tonta— Taiju, aquí no hace falta rezarle a nadie, la comida no nos va a matar, la han hecho los gemelos.

— Eso, además aquí el único Dios que hay soy yo — añadió Takeomi entre más risas.

— Te equivocas — replicó Hanma con una mueca.

Taiju chasqueó la lengua.

— Sois todos unos pecadores, solo hay un Dios en el mundo, el único y el que se encargará de juzgaros a todos el día que muráis.

Pero nadie hizo caso de ese último comentario, todos habían empezado a comer y a servirse de los platos centrales. Taiju no pudo hacer otra que resignarse y unirse a ellos.

Todo parecía transcurrir con tranquilidad, todos charlaban y reían entre ellos, mientras degustaban lo que habían podido salvar de la cena, pero los Haitani, quienes se sentaban enfrente de Mitsuya y Hakkai, parecían estar entretenidos con alguna de sus maldades, parecían haber visto el teléfono de Hakkai, más concretamente, su fondo de pantalla, y estaban murmurando entre risitas.

— ¿Pasa algo? — les interrumpió Mitsuya.

— Nada, nada — Rin dirigió su mirada hacia Hakkai — ¿luego besaras a tu noviecito bajo el muérdago?

La cara de Hakkai pasó a colorearse del mismo tono del vino que Taiju estaba tomando.

— ¿Acaso quieres que te vuelva a morder la nalga? — le respondió aún avergonzado, pero con una voz firme, al menor de los Haitani.

Angry, quien estaba viendo como la situación entre aquellos cuatro comenzaba a tensarse, decidió intervenir antes de que volviese a haber otra pelea.

— Parad o lloro, tontos.

Los cuatro se quedaron mirándole con cara de bobos, no se esperaban que el peliazul saltase de esa manera y con tan poca cosa como habían sido simplemente unos piques con palabras, así que al final, terminaron por soltar varias carcajadas, con las cuales, se dio por terminada la comida y con ella, la cena de Navidad. Pero aún quedaba noche…

Ya todos con la barriga llena de aquella deliciosa comida que los gemelos habían preparado, salvo aquella que Mikey había arruinado y no pudieron comer, dio comienzo el momento más esperado por algunos de ellos, era la hora de comenzar con el desmadre.

Draken, Shinichiro, Wakasa y Benkei se repartieron la labor de servir las copas e irlas repartiendo entre los demás, llenándolas con lo que estos les pedían. Menos a Taiju, él prefería beber vino tinto argumentando que él le era fiel a su Señor y solo bebería la sangre de Cristo.

Izana y Kakucho, que estaban a su lado escuchando sus argumentos, no pudieron evitar comentar aquella escena.

— Re-turbio el asunto… — Decía el moreno.

— Confirmo—contestaba su leal amigo mientras asentía frenéticamente.

Al otro lado de la sala, justo donde estaba el equipo de sonido, se encontraban Pah-chin, Mori Yumi y Peyan escogiendo la música que sonaría de fondo, que no era otra que una gran selección de villancicos intercalada con algunas canciones más movidas.

Taiju se acercó a ellos tendiéndoles su celular para que pusieran música cristiana, pero la propuesta fue denegada rotundamente.

Todos habían empezado a tomar de sus bebidas y al poco tiempo los efectos del alcohol empezaron a hacerse notar en la mayor parte de ellos, principalmente en los Haitani.

Ran se apoyaba en el hombro de su hermano mientras le cantaba los villancicos gritándole al oído, hasta que en una de esas se detuvo por completo y empezó a mirar hacia una figura masculina que estaba a pocos metros de ellos y que no era otro que Kakucho, que bebía tranquilamente hablando con Takemichi.

— Rin, en ocasiones creo que veo muertos.

— ¿Qué dices Ran? ¿Eres tonto o qué?— le contestó el menor jalándole de una de las trenzas— Deja de darme el coñazo y vete a que te dé el aire un poco afuera.

— Sí, creo que saldré a fumarme un cigarro.

Ran se dirigió hacia la parte exterior de aquel Dojo, encontrándose allí con el “club del humo” por excelencia de los pandilleros.

Shin, Hanma, Takeomi, Benkei, Sanzu y Wakasa vieron como un demacrado Ran asomaba por la puerta.

— Ran, ¿tas bien? — Preguntó Sanzu a quien le bailaban las palabras en la boca.

— Sí, solo creo que necesito comer algo dulce, pero no veo nada.

Los demás no hacían otra cosa que darles continuas caladas a sus cigarrillos mientras soltaban alguna que otra risita. 

El del mechón rubio terminó de fumar y pasó de nuevo al interior de la fiesta, acercándose hacia su amigo para interrumpir, como siempre solía hacer, los pensamientos de este.

— ¿Qué? ¿Algún plan entretenido o vamos a estar mirando toda la noche?

— Sí… tengo un plan genial… hoy por fin será el día… el día más esperado de toda mi existencia…

— ¿Por fin vas a dejar de darte Rayos UV?

Kisaki lo fulminó con la mirada. 
— No. Hay que conseguir muérdago, y que Hinata y yo nos quedemos debajo de él sin que los demás se den cuenta.

— Ajá, si, como te iba diciendo, ¿tú eres más de Tenjiku o de la ToMan? Por cierto, mira eso—en ese momento decidió elevar el tono de voz para que se le escuchase a través de la música que sonaba — ¡¿Qué coño está haciendo aquél cara de drogo marihuanero con el ponche?!

Justo en ese momento, la música había dejado de sonar, por lo que aquello último que Hanma gritó retumbó por toda la sala, haciendo que todos dirigiesen su mirada hacia Sanzu, que rápidamente empezó a guardarse en los bolsillos todas aquellas bolsitas de plástico que tenía en las manos.

Sanzu, algo avergonzado dejó escapar una risita tonta con los nervios y exclamó — lo siento chicos, lo vi en Élite pero a mí no me ha salido tan bien…

Takeomi y Senju se acercaron a él con intenciones de darle una paliza mientras le recriminaban que siempre andaba haciendo de las suyas y que ni en Navidad podía estarse quieto.

Mucho salió en su defensa — Venga, ya pasó, tengamos la fiesta en paz.

Mientras todo aquello ocurría Mikey se encontraba jugando con las hermanitas de Mitsuya y con Naoto a las muñecas, hasta que Izana le retó a una competición de fuerza.

Mikey no se lo pensó dos veces y se levantó del suelo, adoptando una postura defensiva.

Empezaron a volar patadas entre ambos, sus piernas se cruzaban en el aire deteniéndose las unas a las otras hasta que Emma los interrumpió.

—  Se acabaron las peleas, dejadlo en un empate — mostró un plato que llevaba con ella a rebosar de lo que más le gustaba a Mikey, esos Dorayakis tan redonditos y doraditos que hacía que de su boca no salieran otra cosa que una gran cantidad de babas.

Shinichiro, quien había decidido que empezar a fumar dentro del lugar sería mejor que pelarse de frío en el exterior, vio la escena de lejos y dándole una última calada al cigarro, se atoró al ver que aquellos dos estaban dándose madrazos.

De hecho, fue tan fuerte la tos, que empezó a ponerse morado de asfixia. Mikey, al ver a su hermano casi ahogándose, empezó a paniquear y a dar vueltas por toda la sala, llamando la atención de todo el mundo, hasta que Izana terminó por darle una patada en el pecho a Shinichiro, cortando la tos de inmediato.

— Doctor me decían — exclamó este a tono de burla.

Todos rieron a excepción de Shinichiro.

— Y yo que solo quería preguntar si para mí también había Dorayakis.

Emma asintió, llevándose a los tres hermanos para que se sentaran juntos y pudieran disfrutar de aquellos dulces tranquilamente y sin ningún otro percance. Ella decidió dejarlos allí solos, pues necesitaba ir al baño a retocarse el maquillaje, por lo que empezó a buscar a Hina por toda la sala para que la acompañara.

Mientras toda aquella escandalera se había formado, Kisaki aprovechó la distracción para colocar, sin que nadie se diera cuenta, una ramita de muérdago colgando del árbol de navidad.

Todo estaba preparado, había extorsionado a Koko para que le llevase a Hina justo a ese lugar y que, al ver el muérdago no le quedase más remedio que darle un beso. Koko, por supuesto, aceptó a cambio de una gran cantidad de dinero.

Kisaki le dio la señal de que todo estaba preparado y el otro agarró a Hina del brazo diciendo que tenía una sorpresa para ella, caminando con ella en dirección a donde colgaba aquella plantita.

Hanma observaba la escena desde el otro lado de la habitación, Baji, Draken y Kazutora se acercaron a él, pues les preocupaba que estuviera tan calmado.

— ¿Qué miras tanto Zombie? — preguntó el rubio con una risa burlona.

— ¿Acaso te importa pelón? — replicó el otro.

— Bueno ya, cálmense — Kazutora se interpuso entre ambos.

Aquel grupo comprobó la escena de como Koko se llevaba a Hina en dirección a donde Kisaki estab. Éste, al ver que Koko traía a Hina con los ojos tapados, cerró los suyos y espero que ella llegase. Koko, cuando ya habían llegado debajo del muérdago, le dijo en voz baja a ella.

— No abras los ojos, hay una rama de muérdago y tienes enfrente a Takemichi.

Ella sonrió y se preparó para besar al que supuestamente era su novio.

Hanma se había acercado para no perderse ningún detalle, colocándose justo detrás de Hina y agachando su cuerpo para ver aquello bien de cerca, la sorpresa fue cuando Hina desapareció y Kisaki vio que a quien tenía en frente no era a ella, sino a aquel “patas largas” agachado con la cara frente a la suya.

Lo que había sucedido era que Emma apareció de la nada y se llevó a Hina de allí del brazo para que la acompañara al baño casi a rastras. Arruinando todo el plan que Kisaki había montado al detalle.

— BWJAJA – rio el más alto — ¡Otra vez se te jodieron los planes, Kisaki!

El otro no hizo más que rechistar y volver a apoyarse contra la pared donde había estado momentos antes, seguramente, comenzando a planear alguna que otra cosa para salirse con la suya.

Hina volvió de repente al lado de Takemichi con una expresión de timidez en el rostro y sosteniendo una bolsita en su espalda.

— Takemichi, sé que no es la gran cosa, pero te he hecho galletas navideñas.

Su novio, quien era bastante sensible ante tales actos de ella, no hizo otra cosa que dejar esa bolsita que ella le había dado encima de la mesa más cercana y empezó a llorar a moco tendido mientras la abrazaba.

Lo que no se esperaba Takemichi, era que, desde el otro lado de la habitación, unos ojos violáceos habían visto aquella bolsita y que esta se había convertido en una suculenta presa.

— Rin, galletas, quiero.

— Pues cógelas, a mí que me cuentas. Pero te las traes, que yo también quiero.

Ran, sigilosamente se acercó a la mesa sin que nadie se diera cuenta y agarró la bolsita con esas galletas navideñas que parecían decoradas con tanto esmero y cariño para llevárselas a donde estaba su hermano pequeño. Ambos abrieron el saquito y empezaron a comerse todo su contenido.

— ¿Ves? Ya me encuentro mucho mejor, si yo sabía que lo que me hacía falta era algo dulce — exclamó Ran, quien iba recuperando un poco de color en su piel.

Hina vio como aquellos dos se estaban zampando todo su trabajo de la noche anterior, se había quedado despierta preparándole a su novio aquellas galletas con muchísima ilusión, y ver aquello le provocó una ira horrible.

Se acercó a los hermanos, levantando ambas manos abiertas y le propinó un guantazo a cada uno en la cara, lo que retumbó en toda la sala y en ese momento se hizo el silencio.

Los Haitani miraban a Hina con cara de sorpresa, jamás se hubieran imaginado que una chica pudiera dar semejante cachetada.

— Ran, me he encontrado una chica que pega fuerte ¿me la puedo quedar?

Todos rieron ante esa ocurrencia del hermano más pequeño.

Y así, entre risas llegó el momento que a todos tenía en mayor tensión, averiguar quién era su amigo secreto.

Todos se sentaron en el suelo formando un enorme círculo.

Por tradición, y para que no estuvieran molestando, los más pequeños de ellos siempre intercambiaban los regalos, de esta manera Mana y Luna, quienes contaban como una sola, le regalaron a Naoto un set para disfrazarse de detective y este a ellas un par de muñecas de su hermana mayor para que jugaran.

De entre todos los regalos que se intercambiaron aquella noche, hubo algunos dignos de mención, como el caso de Akane que le regaló a Mitsuya una máquina de coser de juguete, acertando de lleno con los gustos de este.

Como este, hubo más regalos que fueron todo un éxito, por ejemplo, Mikey recibió por parte de Sanzu unas flamantes sandalias nuevas para que tirase aquellas otras que tenía hechas un asco.

Koko le compró a Takeomi una de las mejores barajas de cartas que encontró y que tenían el grabado de los dibujos con un material especial a base de oro.

— ¿Has visto? Son cartas premium, luego tenemos que echar una partida — le dijo el de ojos rasgados sacando la lengua como de costumbre.

Por su parte, Takeomi no tuvo que comerse mucho la cabeza, pues le había tocado regalarle a Hanma, y sabía que no habría mejor regalo para él que una cajetilla de tabaco. Éste lo aceptó e instantáneamente lo abrió para sacar un cigarro, pues su paquete justo acababa de terminarse.

Siguieron intercambiando los regalos y conforme iban avanzando, el sentido de estos iba empeorando, tornando la situación en una escena de bromas entre todos.

De hecho, la ronda de regalos más “normales” terminó con Hina regalándole a Wakasa un peluche de leopardo y una bolsita de paletas.

A partir de aquí, todos los regalos que sucedieron fueron de mal en peor.

Hakkai, a modo de broma le compró a Sanzu un champú de Pantene con el argumento de que debería de cuidarse el pelo si no quería quedarse calvo con tanto tinte que se echaba.

El karma hizo de las suyas, y el primero recibió, por parte de Hanma, un cepillo para peinarse, pues este último decía que siempre que le veía con esos pelos se le subían los demonios al cuerpo.

Pero la cosa aún podía ir a peor.

Y, de hecho, lo fue.

Taiju abrió su regalo, proveniente de Baji, y se encontró con unas imágenes que hicieron que el paquetito se le cayese de las manos al instante. Eran unas cuantas revistas de esas para adultos, Baji en algún momento había decidido que era buena idea hacerle esa broma, escondiendo una biblia entre ellas, así que recogió todo del suelo y le dio el que era de verdad su regalo, aquel libro tan sagrado para el grandullón.

— ¿Puedo quedarme con las revistas? — dijo Kazutora mirando hacia las manos de Baji.

— ¡No! Tú ya te quedaste las del año pasado — exclamó Ran agarrándolas por una esquina y jalando de ellas.

A Pah-chin le hubiera gustado luchar también por aquella preciada “fuente de información”, pero al estar Mori Yumi presente, desechó la idea casi al instante.

Finalmente, Ran fue el que consiguió llevarse el premio.
Este último, junto con su hermano, no se habían aguantado las ganas de contarse entre ellos a quienes tendrían que regalar, descubriendo, para sorpresa de ambos, que les habían tocado regalar a los Kawata.

Decidieron ir juntos a la tienda más prestigiosa de Roppongi y comprarle unos jerséis a juego llenos de dibujos navideños.

Las risas de los Haitani al ver la cara de los Kawata, fueron interrumpidas por Mitsuya, que se acercó a Ran con un paquetito que parecía algo pesado.

— Mira, mira, ábrelo, vas a ver que retrato tan bonito te he hecho.

Ran abrió el paquete y enarcó una sonrisa en el rostro al descubrir que su contenido era un ladrillo. Aunque esa sonrisa se borró al ver el grafiti de Merlina Adams en él.

— ¿Tú que pretendes? ¿Qué rememore viejos tiempos con esto o qué? — dijo alzando el ladrillo en alto.

Menos mal que las chicas estaban cerca para detener las intenciones de Ran.

Una de ellas se fijó en que Kisaki se le acercaba, con un regalo algo más grande que los demás.

— Toma, es para ti.

Emma comenzó a desenvolverlo toda emocionada hasta que vio su interior. No quiso echar más leña al asunto y simplemente añadió:

—  Lo acepto, pero me ofende muchísimo.

Era un casco de moto.

Ya todos tenían sus regalos, a excepción de uno de ellos.

— Siempre soy el último, qué lástima por mi—Shinichiro miraba algo apenado hacia los demás, pero su hermano menor se le acercó, demasiado sonriente, entregándole un objeto que estaba peor envuelto que los demás, pero parecía algo similar al que había recibido Taiju.

— No será otra broma como la de Baji ¿no? – preguntó el mayor.

— No, no, este regalo es el mejor de todos con diferencia— decía el rubio de menor estatura.

El pelinegro, ante esas palabras, se emocionó en exceso y comenzó a arrancar el papel de manera apresurada.

Era un libro.

“Cómo ligar en 10 sencillos pasos. Guía básica para principiantes. ¡Aprende a ser todo un galán en menos de una semana!”

El mayor había leído el título en voz alta, haciendo que todos los demás estallasen en carcajadas que fueron difíciles de contener e incluso hizo que algunos terminaran llorando de la risa.

A pesar de que algunos de estos regalos, no habían tenido otro propósito que no fuera el de gastar una broma pesada, todos esperaban que, a lo mejor, al día siguiente y debajo de aquel enorme, aunque chafado, árbol de navidad, hubiese más regalos para ellos.

La noche terminó por caer y todos comenzaron a colocar los sacos de dormir en las habitaciones de la planta superior, en donde más tarde se recostaron para conciliar el sueño.

Mitsuya le había traído a Mikey una prenda que este llevaba años deseando, un pijama que se asimilaba al que llevarían los duendes que ayudaban a Santa Claus a fabricar los juguetes de los niños, y Mikey no dudó en ponérselo al instante y echarse a dormir cuanto antes en el primer lugar que pilló, que no fue otro que justo debajo del árbol.

— Así Santa no se llevará los regalos que traiga. Yo me quedo vigilando.

La creencia de Mikey en Santa aun persistía a pesar de su edad, aunque él no era el más indicado para quedarse vigilando nada, pues cuando le agarraba el sueño, no había nada que lo despertara.

Pero… ¿Realmente visitaría Santa a aquellos maleantes?

Santa no sabemos, pero hubo cierto pelinegro, que se levantó a mitad de la noche y empezó a dejar paquetes de todo tipo bajo el árbol con cuidado de que Mikey no se despertase.

Uno de los rubios que estaba en la planta superior escuchó los ruidos que sucedían en la parte inferior del edifico, y bajó a comprobarlo, siendo sorprendido por aquel que andaba haciendo de las suyas con los regalos.

Sonó otro gran estruendo que hizo que todos los demás se despertaran y salieran corriendo escaleras abajo. Pero, aparte de Mikey, faltaban otros cuatro de ellos.

—¿Alguno ha visto a Takemichi?—Gritaba Hina por todos lados, todos se pusieron a buscarlo, sin éxito ninguno.

Lo que sí encontraron, fue a Koko disfrazado de Santa Claus, junto a Akane de duendecita e Inupi de reno, que estaban terminando de acomodar varios paquetes debajo del árbol.

Mikey entreabrió los ojos y lo primero que pudo vislumbrar fue un enorme paquete, mal envuelto, pero que parecía ser el regalo más grande de todos los que allí había.

— Ese es para mí — dijo abalanzándose sobre él.

Pero Koko lo detuvo al instante.
— No, Santa me ha dicho que ese regalo es para Inupi.

Este último se acercó y, mientras los demás apartaban a Mikey, desenvolvió aquella enorme caja, de la que salió un Takemichi bastante agobiado y sudado del esfuerzo por haber estado intentando salir del envoltorio, donde Koko lo había metido hace un par de horas cuando fue descubierto colocando los regalos para todos.

Inupi sonrió al ver a Takemichi.

— No se vale, yo lo vi primero — rechistó Mikey de fondo.

— Pinche regalo feo — comentó de la misma manera Smiley, que estaba cerca de ellos.

Mikey hizo un puchero, aunque se le borró por completo al ver la inmensa cantidad de regalos que había aparte de ese en el que él se había fijado.

— ¡SANTA HA VENIDO! ¡HA VENIDO! ¿¡HABÉIS VISTO COMO SÍ QUE EXISTE?!—e echó una mirada a Koko y se extrañó — ¿Koko? ¿Qué haces vestido de Santa?

Se escuchó una risita de fondo bastante característica que atrajo la atención de Mikey hacia aquel pelinegro con la mecha rubia, que fumaba en una esquina.

— ¿Aún crees en Santa? ¿Y tú eres el “invencible Mikey”?

— ¿Qué hablas “patas-largas”?

— Pues que Santa no existe, imbécil — contestó Hanma dándole otra calada al cigarrillo.

Mikey, y sorprendentemente, Takemichi, se fueron a una esquina de la sala, derrumbados por la noticia que acababan de darles. Ambos comenzaron a lamentarse de la desilusión que acababan de llevarse y Draken se acercó a ellos para consolarles mientras los demás empezaron a recriminar a Hanma por el comentario.

Todos abrieron aquellos regalos en los que Koko, por una vez en su vida, había decidido invertir una buena cantidad de dinero y tiempo para los demás. Hecho que nadie pudo echarle en cara, pues todos se encontraron con algo que acertó de lleno en sus gustos y que además eran de una calidad magnífica.

Casi al terminar la mañana, un móvil empezó a sonar. Draken comprobó el prefijo desde donde llamaba aquel número y le fue irreconocible.

— ¿Por qué me llaman desde Brasil? — exclamó este.

— No sé, tú responde, esperemos que no sea aquel tipo al que le gastamos una broma— le contestó Takeomi en un susurro.

Draken hizo caso de las palabras del mayor, descolgando y presionando el botón del altavoz, para que todos pudieran escuchar.

— ¡EY! FELIZ NATAL! SABE SE JÁ SE VAI JUNTAR A NÓS?—Decía una tosca voz al otro lado del teléfono.

Todos se quedaron extrañados y preguntándose quien sería, salvo Shinichiro que se acercó al teléfono y alzó la voz.

— Vai-te foder! – y presionó el botón de colgar la llamada.

Empezaron las carcajadas.

— ¿Qué le has dicho? — le preguntó Izana a Shinichiro.

— Ni idea, es algo que aprendí en portugués durante mi viaje a Filipinas, me lo enseñó un turista con el que hice amistad.

Y con esa llamada y unas últimas risas, los festejos se daban por concluidos, terminando, un año más, con la celebración que tanto había costado preparar y, aunque sucedieran contratiempos, como el hecho de que Mikey echase a perder la mitad de la cena, aquellos regalos de broma que se hicieron entre ellos, el árbol medio chafado que decoraba la sala y el disgusto de aquellos dos por descubrir que Santa no existía, todos terminaron con una sonrisa en el rostro deseando que el año siguiente fuera igual o mejor que el que habían tenido este… aunque alguno que otro echó en falta una peleilla clandestina, por no decir la mayoría de ellos.

Lo que al principio surgió como una idea vaga, ha podido realizarse gracias a la colaboración de todas y cada una de las que decidimos hace un par de meses reunirnos en un grupo de Whatsapp y formar nuestra propia "secta de Tokyo Revengers".

Con este especial queremos desearos a todos, queridos/as lectores/as, una muy Feliz Navidad y unas felices fiestas, y que sigáis disfrutando de nuestras historias, como nosotras disfrutamos de escribirlas.

¡GRACIAS Y ESPERAMOS DE CORAZÓN SEGUIR COMPARTIENDO UN AÑO MÁS CON ESTE FANDOM!

Los queremos.

De: Writers
Para: Todos los/as lectores/as

Este episodio ha sido ideado, escrito, redactado y diseñado por las escritoras que conforman el equipo de Writers (Tokyo Revengers FanFics), toda copia queda totalmente prohíbida, pues es propiedad intelectual de dicho equipo.

Todos los créditos correspondientes a los/as autores/as de las imágenes utilizadas para el diseño de los separadores del capítulo. Diseño propio a partir de dichas imágenes.

Todos los personajes que aparecen en la historia pertenecen a Ken Wakui.
A continuación, queremos presentaros a todas las que hemos tomado participación en este especial, esperamos que os haya gustado y que lo hayáis disfrutado tanto como nosotras mientras lo escribíamos.

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NOTA DE AUTORA: Yo se que ya todas lo publicaron, yo me tarde en hacerlo. Una disculpa, igual por el retraso.

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