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𝒙𝒙𝒙𝒊𝒊. 𝒕𝒉𝒆 𝒇𝒍𝒊𝒈𝒉𝒕 𝒐𝒇 𝒕𝒉𝒆 𝒇𝒂𝒕 𝒍𝒂𝒅𝒚; 𝒑𝒂𝒓𝒕 𝒐𝒏𝒆.

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CAPÍTULO TREINTA Y DOS
LA HUIDA DE LA
SEÑORA GORDA❞
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     LIZZA ESA MAÑANA TENÍA UN CARAMELO NON-MAGI DE SABOR FRAMBUESA QUE ERA DEGUSTADO CON SUS PAPILAS GUSTATIVAS MIENTRAS SE ENCONTRABA EN SU LUGAR OCACIONAL EN SU CLASE FAVORITA DEL AÑO. Y eso que estaba a la altura de su amor por pociones, contando aún con la mala actitud del señor alto y de pelo grasoso que dictaba la clase. Severus Snape quien, discriminaba según la casa a la que cada estudiante pertenecía. De alguna manera siempre tenía algo que decir sobre Harry o también de hacer que algún incauto Gryffindor fuera culpable. Ella no lo entendía. Era un buen profesor que esperaba lo mejor de cada uno, además de ser extremadamente detallista. Y en su caso particular él sólo aceptaba lo mejor, pues esperaba que con todos los problemas para concentrarse; destaque y sea mucho mejor que todos los demás.

     Al contrario de las clases de pociones en relativamente poco tiempo, la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras se convirtió en la favorita de la mayoría. Aunque eso dejando de lado al chico de cabello rubio platinado con el que no hablaba desde hace tiempo. En clase se dirigían miradas de reojo cuando creían que el otro no miraba. Lizza en ese tiempo se acercó muchísimo más a sus amigos y al joven castaño que rondaba su vida.

     —Mira cómo lleva la túnica —solía decir Malfoy murmurando alto cuando pasaba el profesor—. Viste como nuestro antiguo elfo doméstico.

     Celine pensaba para así ❝Es un imbécil, ¿cómo hacen para no pegarle o propinarle una buena sacudida?❞ lo reflexionó casi como una opción permitida. ❝¡No! ¡no le pegarás nadie Lizza Celine Griffin.❞

     Igualmente a nadie más le interesaba que la túnica del profesor Lupin estuviera remendada y raída. Sus siguientes clases fueron tan interesantes como la primera; estaba muy entusiasmada por aprender o en ciertos casos repasar todo lo que había leído del cuidado de criaturas mágicas o sólo aprender algo nuevo. Después de los boggarts estudiaron a los gorros rojos, unas criaturas pequeñas y desagradables, parecidas a los duendes, que se escondían en cualquier sitio en el que hubiera habido derramamiento de sangre, en las mazmorras de los castillos, en los agujeros de las bombas de los campos de batalla, para dar una paliza a los que se extraviaban. De los gorros rojos pasaron a los kappas, unos repugnantes moradores del agua que parecían monos con escamas y con dedos palmeados, y que disfrutaban estrangulando a los que ignorantes que cruzaban sus estanques. La mayoría se mostró bastante aterrado, pero Lizza lo disfrutaba por que siempre sintió que entendía de alguna manera a los habitantes oceánicos y siempre se refugiaba en la sensación de apoyo de los cuerpos de agua.

     Harry el amigo pelinegro favorito de la pelliroja habría querido que sus otras clases fueran igual de entretenidas, o eso le repetía siempre. La razón: Snape en aquellos días estaba especialmente propenso a la revancha y todos sabían por qué, pero nadie lo decía en voz alta por miedo a una venganza aún peor. La historia del boggart que había adoptado la forma de Snape y el modo en que lo había dejado Neville, con el atuendo de su abuela, se había extendido por todo el colegio. Snape no lo encontraba para nada divertido, pero ella sí, y no temía decirlo.

     » Ella junto a los gemelos Weasley, hermanos de uno de sus mejores amigos (siendo este conocido como Ron) se reían a sus anchas. En fin siguiendo con su profesor más contradictorio, Snape a la primera mención del profesor Lupin mostraba en sus ojos una expresión amenazadora. Y a Neville lo acosaba más que nunca. Siempre le tocaba a Neville, lamentablemente y Lizza quería ayudarle pero tampoco sabía cómo, por qué Neville se sentía un caso perdido en pociones y decía que no quería clases particulares o ayuda extra. Aunque ella las ofreciera.

     En cuanto a la clase de adivinación, era realmente difícil. Por qué, Luc siempre le decía que las visiones o lo paranormal eran un cuento; pero ella de alguna forma era supersticiosa. Últimamente las clases se hacían agobiantes. En las horas que pasaba en la sala de la torre norte de la profesora Trelawney con Harry, Ron y Hermione procuraba ignorar que los ojos de la profesora Trelawney se llenaban de lágrimas cada vez que miraba al de ojos verdes. No le podía gustar la profesora Trelawney, por más que unos cuantos de la clase la trataran con un respeto que rayaba en la reverencia. Parvati Patil y Lavender Brown habían adoptado la costumbre de rondar la sala de la torre de la profesora Trelawney a la hora de la comida, y siempre regresaban con un aire de superioridad que resultaba enojoso, como si supieran cosas que los demás ignoraban. ¡Por Merlín ni que hubieran visto los exámenes por adelantado! Ellas habían comenzado a hablarle a Harry en susurros, como si se encontrara en su lecho de muerte. Y a Lizza le molestaba demasiado casi siempre sentía como si un nervio se le crispara. Odiaba la forma en que Harry era acosado y también odiaba verlo tan preocupado y desanimado. Siempre le daba chocolates o caramelos sólo para subirle el ánimo.

   A nadie, excepto a ella, le gustaba realmente la asignatura sobre Cuidado de Criaturas Mágicas, que después de la primera clase tan movida se había convertido en algo extremadamente aburrido para los estudiantes. Lizza miraba los rostros desanimados siempre, aunque ella lo encontrara emocionante. Hagrid había perdido la confianza y se notaba. Ahora pasaban lección tras lección aprendiendo a cuidar a los gusarajos, interesantes criaturas, pero no las más curiosas que podrían haber estudiado. Celine realmente le hubiera gustado poder ver un dragón ¡Ah, ya desvaríaba!

     —¿Por qué alguien se preocuparía de cuidarlos? —preguntó Ron tras pasar otra hora embutiendo las viscosas gargantas de los gusarajos con lechuga cortada en tiras.

     A comienzos de octubre su pelinegro favorito comenzó sus prácticas de aquel deporte que le encantaba. Celine sólo odiaba ese mes, hacía lo mejor que podía obviamente. Esos últimos días su padre le enviaba más cartas en apoyo y por que quería verla. Lamentablemente para él, el termino de clases era lejano.

      Con la moral alta, el equipo del que era partícipe su amigo comenzó las sesiones de entrenamiento, tres tardes a la semana. El tiempo se enfriaba y se hacía más húmedo, las noches más oscuras, pero eso no hacía que su amigo faltara a los entrenamientos. Según su perspectiva era preocupante.

     —¿Qué ha pasado? —preguntó Harry en cuanto llegó una tarde del entrenamiento. Ron y Hermione y Lizza estaban sentados al lado del fuego, en tres de las mejores sillas, terminando unos mapas del cielo para la clase de Astronomía. Celine ponía un lápiz en sus labios pensando en cómo su tarea estaba por terminarse. Desde que su madre desapareció siempre recordaba con atención todo lo que ella mencionaba sobre astronomía. La sentía más cercana solo de estudiar aquello.

   —Primer fin de semana en Hogsmeade —le dijo Ron, señalando una nota que había aparecido en el viejo tablón de anuncios.

     —Cierto. —corroboró Lizza pensando en que iba a hacer ese día, puesto que tenía una cita.

     —. Finales de octubre. Halloween.

     —Estupendo —dijo Fred, que había seguido a Harry por el agujero del retrato.

     —. Tengo que ir a la tienda de Zonko: casi no me quedan bombas fétidas.

     Harry se dejó caer en una silla, al lado de Ron, y frente a Lizza. Pronto observo como su amigo se desanimaba.

     Hermione comprendió lo que le pasaba en un instante.

     —Harry, estoy segura de que podrás ir la próxima vez —le consoló.

     —Van a atrapar a Black enseguida. Ya lo han visto una vez. —mencionó Lizza. — Black no está tan loco como para intentar nada en Hogsmeade. —se pudo mirando a Harry preocupada —o eso creo... —murmuró cabizbaja.

     Ella sabía que cualquier chico quería salir a un lugar nuevo con sus amigos, ¿pero anteponer una salida sobre la seguridad?. No, eso ni de cerca.

    Hermione asintió de acuerdo. 
   
    —Pregúntale a McGonagall si puedes ir ahora, Harry. Pueden pasar años hasta la próxima ocasión. —dijo Ron.

     —¡Ron! —dijo lo reprendió Hermione—. Harry tiene que permanecer en el colegio...

     —No puede ser el único de tercero que no vaya. Vamos, Harry, pregúntale a McGonagall...

     —Chicos... —Harry sabía que Lizza y Hermione no querían que vaya. Probablemente temían por su seguridad. Y, así era.

     —Sí, lo haré —dijo Harry, decidiéndose.

     Hermione abrió la boca para sostener la opinión contraria, pero en ese momento Crookshanks saltó con presteza a su regazo. Una araña muerta y grande le colgaba de la boca.

     —¿Tiene que comerse eso aquí delante? —preguntó Ron frunciendo el entrecejo.

     La verdad es que Lizza miraba divertida como el gato de Hermione se lucía mientras Cuchurrumin quien venía detrás y se acercaba estirandose, se precipitó para subirse sobre su regazo.

     —Bravo, Crookshanks, ¿la has atrapado tú solito? —dijo Hermione.

     Crookshanks masticó y tragó despacio la araña, con los ojos insolentemente fijos en Ron.

     —No lo sueltes —pidió Ron irritado, volviendo a su mapa del cielo—. Scabbers está durmiendo en mi mochila.

     Celine frunció su nariz, esa rata no le agradaba de ninguna manera. Sentía sus ojos demasiado humanos: codiciosos y malvados.

     Harry quien recién había llegado tomó sus cosas de su mochila para hacer sus deberes. Le faltaba demasiado.

     —Si quieres, puedes copiar el mío —le dijo Lizza, por que veía a su amigo cansado y era preocupante. Después de todo un asesino lo estaba siguiendo. Y aunque podía no ser posible que lo encuentre, Harry estaba en peligro.

     Hermione, que no veía con buenos ojos que se copiara, apretó los labios, pero no dijo nada. Crookshanks seguía mirando a Ron sin pestañear; sacudiendo el extremo de su peluda cola. Luego, sin previo aviso, dio un salto.

     —¡EH! —gritó Ron, apoderándose de la mochila, al mismo tiempo que Crookshanks clavaba profundamente en ella sus garras y comenzaba a rasgarla con fiereza

     —. ¡SUELTA, ESTÚPIDO ANIMAL!

     Ron intentó arrebatar la mochila a Crookshanks, pero el gato siguió aferrándola con sus garras, bufando y rasgándola.

     —¡No le hagas daño, Ron! —gritó Hermione. Todos los miraban. Ron dio vueltas a la mochila, con Crookshanks agarrado todavía a ella, y Scabbers salió dando un salto...

     —¡SUJETEN A ESE GATO! —gritó Ron en el momento en que Crookshanks soltaba los restos de la mochila, saltaba sobre la mesa y perseguía a la aterrorizada Scabbers.

     George Weasley se lanzó sobre Crookshanks, pero no lo atrapó; Scabbers pasó como un rayo entre veinte pares de piernas y se fue a ocultar bajo una vieja cómoda. Crookshanks patinó y frenó, se agachó y se puso a dar zarpazos con una pata delantera. Su gato por el momento estaba durmiendo tranquilamente aún con todo ese desastre. Lo dejo acostado en el asiento y se apresuró en ayudar a buscar a esa rata endemoniada.

    Ron, Hermione y ella se apresuraron a echarse sobre él. Hermione pudo tomar a Crookshanks por el lomo y lo levantó. Lizza miraba al gato pensando en que gracias a dios el suyo no andaba en quien sabe donde. «Eso pensaba al menos».

     Ron se tendió en el suelo y sacó Scabbers con alguna dificultad, tirando de la cola.

     —¡Mírala! —le dijo a Hermione hecho una furia, poniéndole a Scabbers delante de los ojos.

     —. ¡Está en los huesos! Mantén a ese gato lejos de ella.

     —¡Crookshanks no sabe lo que hace! —dijo la joven con voz temblorosa.

    —. ¡Todos los gatos persiguen a las ratas, Ron!

     —¡Hay algo extraño en ese animal! —dijo Ron, que intentaba persuadir la frenética Scabbers de que volviera a meterse en su bolsillo

     —. Me oyó decir que Scabbers estaba en la mochila.

     —Vaya, qué tontería —dijo Hermione, hartándose—. Lo que pasa es que Crookshanks la olió. ¿Cómo si no crees que...?

     —¡Ese gato la ha tomado con Scabbers! —dijo Ron, sin reparar en cuantos había a su alrededor; que empezaban a reírse—. Y Scabbers estaba aquí primero. Y está enferma.

     Ron se marchó enfadado, subiendo por las escaleras hacia los dormitorios de los chicos. Al día siguiente, Ron seguía enfadado con Hermione, apesar de que solo había sido un gato siguiendo a esa espantosa rata. Apenas habló con su amiga durante la clase de Herbología, aunque Harry, Hermione, Ron y Lizza trabajaban juntos con la misma Vainilla de viento.

     —¿Cómo está Scabbers? —le preguntó Hermione acobardada, mientras arrancaban a la planta unas vainas gruesas y rosáceas, y vaciaban brillantes habas en un balde de madera.

     —Está escondida debajo de mi cama, sin dejar de temblar —dijo Ron malhumorado, errando la puntería y derramando las habas por el suelo del invernadero.

     —¡Cuidado, Weasley, cuidado! —gritó la profesora Sprout, al ver que habas retoñaban ante sus ojos. Luego tuvieron Transformaciones.

     Lizza en ese día tan extraño por la pelea que había sucedido, no estaba prestando atención. Si sabía que Harry iba a tratar de convencer a la profesora Mcgonagall de poder ir al pueblo. Lizza se sorprendió. Lavender Brown estaba llorando. Parvati la rodeaba con el brazo y explicaba algo a Seamus Finnigan y a Dean Thomas, que escuchaban muy serios.

     —¿Qué ocurre, Lavender? —preguntó preocupada Hermione, cuando ella, Lizza Harry y Ron se acercaron al grupo. La verdad es que aunque no fueran cercanas Lizza aprendió siempre a olvidar o dejar de lado las malas actitudes. Eran compañeras después de todo y no soportaba el ambiente hostil. Nunca lo hizo.

    —Esta mañana ha recibido una carta de casa —susurró Parvati—. Se trata de su conejo Binky. Un zorro lo ha matado.

     —¡Vaya! —dijo Lizza—. Lo siento, Lavender.

     —¡Tendría que habérmelo imaginado! —dijo Lavender en tono trágico—. ¿Sabéis qué día es hoy?

     —Eh...

     —¡16 de octubre! ¡«Eso que temes ocurrirá el viernes 16 de octubre»! ¿Se  acuerdan? ¡Tenía razón!.

     Toda la clase se acababa de reunir alrededor de Lavender.

     Seamus cabeceó con pesadumbre. Hermione titubeó. Luego dijo:

     —Tú, tú... ¿temías que un zorro matara a Binky?

     —Bueno, no necesariamente un zorro —dijo Lavender; alzando la mirada hacia Hermione y con los ojos llenos de lágrimas

     —. Pero tenía miedo de que muriera. —Vaya —dijo Hermione. Volvió a guardar silencio. Luego preguntó—: ¿Era viejo?

     —No... —dijo Lavender sollozando—. ¡So... sólo era una cría!

     Parvati le estrechó los hombros con más fuerza.

     —Pero entonces, ¿por qué temías que muriera? —preguntó Hermione. Parvati la fulminó con la mirada—. Bueno, mirenlo lógicamente —añadió Hermione hacia el resto del grupo—. Lo que quiero decir es que..., bueno, Binky ni siquiera ha muerto hoy. Hoy es cuando Lavender ha recibido noticia... —Lavender gimió—. Y no puede haberlo temido, porque la ha tomado  completamente por sorpresa.

     —No le hagas caso, Lavender —dijo Ron—. Las mascotas de los demás no le importan en absoluto.

     La profesora McGonagall abrió en ese momento la puerta del aula, lo que tal vez fue una suerte. Hermione y Ron se lanzaban ya miradas asesinas, y entrar en el aula se sentaron uno a cada lado de Harry y Lizza no se dirigieron palabra en toda la hora.

     Lizza pensaba servir al menos como apoyo moral para Harry. Aunque no puedan ir juntos al pueblo al menos si iba podía ir después de la cita programada a tomar esas famosas cervezas o ir con Cedric, eso también era una opción.

     —¡Un momento, por favor! —dijo en voz alta, cuando los alumnos empezaban a salir—. Dado que son todos de Gryffindor; como yo, deben entregarme sus autorizaciones antes de Halloween. Sin autorización no hay visita al pueblo, así que no se les olvide.










































»Hey quiero avisar unas cositas:

Uno, que estoy editando Venus de milo y hasta que termine no voy a actualizar.

Dos, que plis voten por realmente me cuestan estos capítulos, así que esos lectores fantasmas pueden ir votando tranquilamente xd.

Tres, estoy tratando de actualizar los lunes, asique que perdón por no subir la semana pasada♡. Besos.

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