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9. » Día 30


𝟪 . 𝟣𝟢 . 𝟤𝟢𝟣𝟦

» 13 . 12 . 2013

― Estás preciosa... ― murmuró viéndola, repasando su cuerpo desde la cabeza a los pies, incomodándola.

― Gracias... ― Brianna sonrió de lado, desviando la mirada. No encontraba placentera esa situación. Él y ella solos, en medio de un pasillo solitario mientras que todo el mundo parecía estar pasando un buen rato en el salón principal. Su cuerpo gritaba que huyese de él ― Creo que iré a buscar a mi padre ― intentó excusarse, quería ser amable con él, así era mejor, y lo intentaba, por agradecimiento y para protegerse a sí misma de él. Seguía sin confiar, sin sentirse segura a su lado. Pasaba el tiempo y aquel recuerdo seguía y Brianna lo único que quería era alejarse de él.

― Hey ― sus dedos rodearon su muñeca, deteniéndola y acortando la distancia de seguridad que los separaba ― No he tenido tiempo de darte tu regalo ― sonrió mirándola, atrapando un mechón de su cabello y enredándolo alrededor de su dedo, reafirmando la forma de su rizo.

― No necesito ningún regalo ― quería salir de esa situación, abandonar esa cercanía que sentía como peligrosa.

― Claro que lo necesitas pequeña... ― su mano fue a parar a su mejilla derecha ― no todos los días cumples diecisiete años ― murmuró pegado a su oreja, aspirando el perfume de Brianna.

― Brock ― trató de llamar su atención, apartarlo con sutileza, pero él no parecía entenderlo. Sin tan solo tuviese la valentía suficiente para rechazarlo de una vez por todas, sin sentirse presionada ni temerosa de su reacción.

― No sabes cuanto... ― susurró sobre su cuello, asustándola.

― Brianna ― la voz de su padre la hizo saltar en el sitio y además puso distancia entre ella y Rumlow. Brianna sonrió aliviada, viéndose salvada de ese momento tan incomodo, Rumlow negó con la cabeza lamentando esa interrupción y preguntándose qué tanto había llegado a escuchar Alexander ― Vamos ― le tendió su brazo en un gesto amable ― tengo algo que mostrarte.

Caminaron en silencio, Brianna del brazo de su padre, sintiéndose tranquila y a salvo, aunque después descubriría que esa tranquilidad era la antesala hacia el principio de toda la decepción y dolor que sufriría a partir de ese momento. Un punto de no retorno.

― ¿Recuerdas este sitio? ― preguntó abriendo la puerta para ella, descubriendo aquella sala que hace exactamente un año, en su cumpleaños número dieciséis, conoció por primera vez.

― Claro que si... ― contestó con tristeza, recordando perfectamente ese momento, tras la ceremonia de su cumpleaños, cuando ilusionada pensó que lo que su padre tenía que mostrarle era algo que la haría mínimamente feliz, no algo que revolvería su interior hasta tal punto que empezaría a dudar sobre aquel sitio que siempre llamó hogar. Lo peor fue cuando descubrió que sus sospechas no estaban para nada equivocadas.

Entró reticente, aquella sala increíblemente futurista apenas había cambiado. Todo en aquel lugar gritaba tecnología, dinero y avance, contradecía totalmente la estética general de la base, sombría, recatada, altamente avanzada, pero no a ese nivel.

Suspiró, ahora entraba y no sentía la misma ilusión que hace un año. Inocente y deslumbrada por tanta tecnología y avance, aquel lugar parecía una juguetería para ella, demasiado por aprender y estudiar, por fin algo en lo que centrar su atención más allá del constante entrenamiento que era su vida, pero entró, descubrió parte de la realidad que la rodeaba y jamás volvió a poner un pie, no hasta ahora.

― Dentro de un año serás mayor de edad ― la voz de su padre la hizo volver a la realidad ― Solo quedan unos cuantos meses para tu graduación y estoy seguro de que te esforzarás al máximo ― Brianna solo asintió, obviando los entrenamientos y las extensas clases, su existencia se reducía a complacer a su padre ― Sabes que lo eres todo para mi, ¿verdad?

― Sí... ― quería, deseaba que fuese así, con todas sus fuerzas, con cada fibra de su frágil corazón.

― Eres en quien más confío... ― Alexander caminó acercándose al enorme ventanal que había en esa sala, dándole la espalda a su hija ― Mis ojos, mi cabeza están en ti. Tú serás quien traiga la paz y protección que este mundo necesita... ― se giró con una sonrisa.

― ¿Qué? ― Brianna preguntó ahogada, sin entender a dónde quería llegar su padre, o más bien, sin querer entenderlo.

― No viviré para siempre Brianna, no estaré siempre para protegerte ― fue acercándose a ella ― y cuando eso pase, tú tendrás que ocupar mi lugar. Quiero que tú me representes y al representarme a mi, representarás todo esto ― abrió los brazos orgulloso del la organización que dirigía ― ¿podrás hacerlo? ¿Podrás hacerme sentir orgulloso de ti?

― Lo intento cada día... ― susurró con total sinceridad y la mirada triste.

― Claro que si princesa, pero aún tienes que esforzarte un poco más ― advirtió alejándose ― Este último año de entrenamiento tendrás que esforzarte al máximo, es importante, ¿lo entiendes?

― Por supuesto ― dijo nerviosa, soltando el aire de sus pulmones lentamente.

― Confío en que cuando llegue el momento sepas dirigir esto de la misma forma que yo ― la mirada verde de Brianna se llenó de lágrimas. No quería ser quien su padre quería que fuese, ni mucho menos dirigir el horror del que él estaba tan orgulloso ― Has nacido para esto Brianna, para seguir mis pasos al pie de la letra... ― acarició su mejilla ― El mundo nos necesita... hail HYDRA ― dijo contento, feliz, como pocas veces expresaba.

― Hail HYDRA... ― se obligó a repetir.

― Tu cumpleaños está a punto de concluir, pero antes, quiero darte una cosa ― Alexander abrió uno de los cajones de la mesa principal ― Esto es para ti ― sacó una caja, pequeña y delicada.

― ¿Qué es? ― habló aceptándola, pero sin abrirla.

― Es algo que siempre he querido darte y creo que hoy es el momento perfecto. Esto es para que no olvides nunca quien eres ni cual es tu destino ― asintió confundida.

Brianna tiró de uno de los extremos que aseguraba la caja y luego la abrió descubriendo su contenido, una fina pulsera de plata con una inscripción graba en su interior. No aguantó más y lloró.

― ¿Qué sucede? ― Alexander la observó con seriedad.

― Nada, es solo que... gracias ― se limpió las lágrimas con rapidez y fingió una sonrisa.

Aquel regalo barrió con ella y por un instante olvidó cada palabra cargada de oscuridad que su padre había pronunciado, ni el tétrico destino que él tenía preparado para ella, en ese momento, Brianna solo pudo concentrarse en lo que para ella era una muestra de cariño y el primer regalo que recibía de su padre en su vida. Un objeto especial entre ella y su padre, algo que le hacía sentirse querida y apreciada, importante para él.

Se la colocó con entusiasmo, prometiéndose no volver a quitársela. Brianna se olvidó de todo lo demás, no era más que una hija recibiendo un regalo de su padre.

― Gracias ― susurró abrazándolo.

― De acuerdo ― Alexander cortó el abrazo de su hija ― Ya es medianoche, tienes que irte a dormir ― señaló caminando junto a ella hacia la puerta ― Brianna ― llamó su atención.

― ¿Si? ― sonrió levemente.

― A tu habitación ― sentenció señalándola ― Es una orden ― se mostró firme. Estaba claro que había visto la cercanía que su hija tenía con Rumlow.

― De acuerdo ― aceptó aliviada.

Caminó sola por el pasillo, volviendo a su realidad y al constante debate moral con el que luchaba a cada instante. No podía seguir fingiendo, pretendiendo ser quien no era y aceptando el horror que había descubierto meses atrás. Estaba cansada, agotada de callar y someterse a la crueldad de HYDRA. No aquello no era progreso, ni mucho menos era la libertad de la que su padre hablaba.

― Te estaba esperando... ― escuchó su voz y su pulso se disparó. No podía enfrentarse a él nuevamente, no lo aguantaría.

― Yo... no me encuentro bien... ― jadeó antes de correr hacia la papelera más cercana y vomitar presa del estrés y el pánico que sentía.

― Sh... tranquila... ― Rumlow llegó a palmear su espalda ― Vamos, te llevaré a tu habitación ― Brianna tembló ― tienes que descansar.

Afortunadamente él no hizo nada, ni lo intentó, tal vez fue ese vómito quien la salvó de revivir aquella pesadilla que todavía lograba paralizarla.

Aquella noche Brianna no pegó ojo, entre lágrimas luchaba consigo misma, con el miedo a su destino y el temor a no complacer a su padre.

Estaba viviendo un caos que acababa lentamente con ella.


Despertó con el ruido de la puerta, sentándose de golpe, tan rápido que por un segundo no supo dónde estaba. Duró poco, en seguida reconoció la tormentosa realidad que estaba viviendo.

El Soldado la observó encontrando extraño que ella no lo hubiese estado esperando como siempre, sentada y curiosa sobre la cama. Lo encontró reconfortante, anotando un punto a su marcador personal, una afirmación del poder que él buscaba tener sobre ella.

La miró mientras se acercaba con un plato entre las manos. Su prisionera se frotaba los ojos, reteniendo un corto bostezo para luego mirarlo con curiosidad. Su mirada era clara, la expresión de su rostro tranquilo. Lo único que rompía con era aura de perfección y serenidad era su cabello desordenado y rebelde.

El Soldado se centró en el plato, luchando por concentrarse en otra cosa que no fuese ella y su, levemente, cómica imagen.

― Mercenario ― dijo aceptando su desayuno y colocándolo sobre su regazo. Él pareció ignorarla, no obstante, Brianna siguió ― Tengo que ir al baño ― dijo con cierta timidez, su captor parecía tranquilo y lo último que quería era despertar su rabia. Escuchó un suspiro y luego un gesto sutil con la cabeza.

Brianna disparó su pulso, tensando al Solado de golpe.

Dejó el plato a un lado, saltó de la cama y corrió. Por un instante pensó que ella escaparía o por lo menos que lo intentaría. Sin proponérselo y en un solo minuto, Brianna lo había empujado a una especie de montaña rusa de emociones, alterándolo y calmándolo en muy poco tiempo, desorientándolo.

Tiró de la cadena y se acercó al lavabo. Se miró al espejo mientras se lavaba las manos, su rostro era un desastre, o esa era la percepción que ella tenía de sí misma. Bufó, pasando sus dedos mojados por su cabello, tratando de peinarlo mínimamente antes de salir y encontrarse con la figura del Soldado al final del pasillo, recargado sobre el marco de la puerta con los brazos cruzados, por lo menos no había decidido esperarla parado justo detrás de la puerta. Algo es algo.

Volvió a sentarse en la cama, tomó el plato e hincó la cuchara. Era avena con un par de trozos de fruta mal cortados. Suspiró y se lo llevó a la boca.

Lo odiaba, odiaba la puñetera avena y lo odiaba a él.

― Está bueno, gracias ― murmuró llevándose otra cucharada a la boca, sentía que estaba comiendo cartón mojado con fruta.

El Soldado se mantuvo en silencio, esperando a que ella terminase de comer. Trataba de evitarlo, pero siempre, inconscientemente terminaba analizándola, estudiándola con algo de curiosidad, como si quisiera descubrir todo de ella, y Brianna lo notaba, su mirada era penetrante y de no ser porque era imposible, juraría que él podría llegar a tener rayos X.

Empezaba a aburrirse de esa rutina, de toda esa monotonía, en realidad, llevaba aburrida varios días, solo que esa mañana sin saber porqué decidió hacer algo.

Ahora su cabeza estaba enfocada en un único tema. En averiguar quién estaba detrás de todo eso.

― mmm... ― empezó dubitativa, buscando las palabras adecuadas ― ¿Podría hacer una pregunta? ― alzó la mirada encontrándose con sus ojos azules, intensos y sin brillo.

― ¿Qué pregunta? ― Brianna pestañeó, se esperaba ser ignorada.

― Me gustaría saber cuándo tiempo llevamos aquí ― fue cuidadosa con el tono de su pregunta, se mostró dócil. Disimuló su reclamo ansiado bajo un falso manto de amabilidad. Brianna sabía lo que quería, solo necesitaba manipularlo un poco para saberlo todo.

― Un mes exactamente ― soltó de golpe, no porque quisiera contestar a su pregunta, sino porque quería molestarla. No dudó en su afirmación, había contado cada día del infierno de Brianna y quería que ella lo supiese, hundirla en la idea de que su padre la había abandonado todo ese tiempo.

― Vaya... debe de ser un trabajo complicado... aguantarme... y todo eso ― sus respuesta afectó a Brianna, porque al fin y al cabo ese era su punto débil, el cariño y la atención de Alexander, pero si él, el Soldado era quien había orquestado todo eso, su odio aumentaría. No sabía qué camino tomar, que rama se sentimientos incómodos e hirientes aceptar. Quería más información y para ello, para acceder a él debía de mostrarse imperturbable y por más que costase, Brianna no iba a dar su brazo a torcer.

No se mostraría débil ante él. No verdaderamente.

― Lo es ― habló él con hostilidad, como si ella fuese el verdadero motivo de su martirio personal.

― Lo siento ― no lo sentía, era él quien debería de pedirle disculpas, no al revés, sin embargo, Brianna no estaba más que siguiendo un papel ― ¿Cómo te llamas? ― preguntó distraída, revolviendo la avena con la cuchara, asegurando que si la lanzaba hacia la pared muy probablemente se quedaría pegada.

― ¿Por qué no te callas de una vez? ― el Soldado replicó tenso, apretando la mandíbula y oscureciendo su mirada. Se mostró molesto, irritado, pero todo eso no era más que una fachada, una pared que escondía el dolor que esa pregunta le producía. Es escozor de no saber ni su propio nombre, de no tener identidad. Era un fantasma sin humanidad y ella se lo acababa de recordar.

― No quería incomodarte, yo... ― Brianna se mordió la mejilla interna, el semblante del monstruo que la custodiaba había cambiado. Se preguntó qué diantres le pasaba.

― Date prisa ― su voz ahora era firme, mucho más firme, grave, estremecedora, nerviosa. Era él mostrándose frío e inseguro al mismo tiempo. Un rasgo totalmente perceptible para ella.

Decidió callar por un rato, continuar jugando y pretendiendo que comía lo que había en el plato.


"Feliz cumpleaños princesa."


A su mente volvió ese momento de calidez y cariño. El recuerdo del regalo de su padre aún presente en ella, y lo quería de vuelta.

― Me preguntaba si podrías devolverme mi pulsera ― pidió con calma, de nuevo, saboreando el cartón mojado.

― No ― no dudó en su contestación, devolvérsela solo la haría feliz o menos infeliz, según se viese, y él no iba a participar en eso.

― Por favor... ― no quería ceder, no quería rendirse, necesitaba recuperarla, sentirse arropada entre tanta soledad e incertidumbre.

― ¿Acaso eres sorda? ― soltó los brazos acercándose temerosamente a su cama. Brianna agachó la cabeza y apretó los puños con fuerza, se estaba conteniendo, luchando consigo misma por no mostrar cuál era su verdadera actitud.

― No, no soy sorda, solo quiero lo que es mío ― volvió a mirarlo, encontrando su mirada azul y llena de oscuridad cerca de ella, al borde de su cama, mirándola fijamente. Su verdadero yo estaba ganando terreno, lo estaba desafiando sin darse cuenta.

― ¿Y si no quiero dártela, qué? ― se inclinó aún más, Brianna apretó más los puños, clavándose las uñas.

― Es mía ― defendió como pudo, rechazando la idea que su instinto formulaba: golpearlo.

― Y eso me importa una mierda. Esa maldita pulsera ya está en la basura ― el Soldado se giró con superioridad, dando por zanjada la conversación. Ella lo miró clavando su mirada furiosa en su espalda, se puso de pie con el plato en la mano ― Y ahora termina de una vez de comer, no tengo todo el día ― siguió hablando de espaldas, regocijándose en ese pequeño momento de prepotencia.

Brianna lo miró, estaba molesta, tremendamente enfadada, él se reía de ella y ella simplemente tenía que escucharlo y soportarlo sin decir nada.

Lo odiaba, como lo odiaba.

Sujetó el plato entre sus manos, dispuesta a lanzárselo a la cabeza, pero no era tonta, si lo hacía muy probablemente moriría y eso aún no estaba entre sus planes.

Tiró el plato al suelo, con toda la fuerza que tenía, estallándolo en varios pedazos que se desperdigaron por doquier.

El ruido alertó al Soldado que se giró con rapidez y asombro.

― Perdón... yo, solo quería dártelo, ha sido sin querer ― habló con rapidez, escondiendo su maldad detrás de falso nerviosismo y miedo. Se agachó sin dudarlo, recogiendo lo que ella misma había causado.

― Para ― sentenció acercándose, lo que menos le convenía era que la niña mimada se hiciese algún corte o que tratase de esconder algún trozo para usarlo en su contra ― para ― repitió, sin embargo, Brianna lo ignoró ― De-ten-te ― tomó su muñeca con fuerza, pronunciando cada sílaba con rudeza, ella se quejó y él no lo entendió hasta que abandonó sus ojos y vio su mano goteando.

Maldijo por lo bajo, era exasperante, desquiciante, una niña tonta que despertaba en él un sentimiento que era incapaz de identificar. Rabia mezclada con algo más. Su propio instinto asesino tal vez.

Bufó saliendo con rapidez, buscando algún trapo con el que cubrir esa herida en su palma mientras se recordaba que la necesitaba viva, que no podía seguir los impulsos que su cuerpo le dictaba.

Cubrió su mano sin delicadeza alguna y tal y como hizo con anterioridad, Brianna no hizo ningún ruido al ser curada, ni siquiera cuando el afirmó más de la cuenta el nudo de ese trapo que rodeaba su mano. Solo musitó un leve gracias para después sentarse en la cama y observar cómo él limpiaba su desastre de cerámica mezclado con avena.

Sonrió internamente. Disfrutándolo.

Contempló la escena, el malestar del Soldado, su irritabilidad. Debía de aprovecharlo a su favor, era el momento perfecto, su cabeza estaba centrada en no matarla, irónicamente su guardia estaba baja.

― ¿Cuándo vendrá Anya? ― su tono de voz fue sutil, débil, puede que avergonzado. El Soldado se tensó, no sabía de quién estaba hablando ni qué contestar a eso. Prefirió callar esperando que ella se diese por vencida ― Es solo que... necesito hablar con ella antes de que... mi padre llegue... quizás ella pueda hacer todo más fácil... siempre ha estado para mi... ― dijo con sinceridad, meciendo los pies algo inquieta.

Él la escuchó, Brianna tenía la capacidad de ser muy convincente, era como si sus palabras pudieran doblegarlo, sin embargo, decidió utilizar todo eso en su contra. Torturarla aún más, tensar la cuerda de su cordura, darle ilusiones vacías.

― Anya vendrá pronto ― contestó con fingida seguridad, poniéndose en pie después de terminar de limpiar todo.

― Gracias ― sonrió, su mirada brilló y sus manos se juntaron detrás de su espalda, moviéndose con verdadero nerviosismo.

El Soldado se fue, creyéndose vencedor, lo que él no sabía era que Brianna era mucho más lista de lo que aparentaba.

Esperó a que la puerta se cerrase y ahogó un grito, llevándose las manos a la boca mientras sus ojos se aguaban.

Negó con la cabeza repetidas veces, luchando por calmarse, por no ceder ante el incontrolable miedo que empezaba a inundar su cuerpo temeroso.

Limpió sus lágrimas con rabia, el problema no era que Anya volviese pronto o no, el problema era que Anya no existía y que el Soldado acababa de revelar que él y solo él estaba detrás de todo ese infierno.


"Genial Brianna, si antes pensabas que estabas jodida ahora vas a flipar."



― Tengo que escapar ―




Oh, oh 🔥

💞

P.D. Había pensando en crear una tag list, ¿alguien a favor? 🙈

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