
7. » Día 21
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El despertador había sonado y por algún motivo extraño su cerebro decidió omitir aquel ruido, tal vez fue porque la noche anterior apenas durmió. Ni siquiera recordaba cuándo exactamente se había quedado dormida, solo podía sentir aún la humedad sobre su almohada.
Miró el reloj con miedo, hacía un buen rato que el dichoso aparato había intentado despertarla. Definitivamente llegaba tarde y ahora solo le quedaba enfrentar su próximo castigo de la forma más digna posible.
Bufó tapándose hasta las cejas, escondiéndose debajo de sus sábanas como si de un fortaleza alejada del mundo real se tratase. Cerró los ojos, cubriéndose el rostro con sus propias manos, quería abstraerse, abandonar por un minuto su propia existencia.
No lo aguantaba, cada vez era más difícil soportar el peso de toda la verdad. A menudo pensaba que tal vez hubiese sido mejor no encontrar la verdad y seguir viviendo en la burbuja que el universo había creado para ella, aislada de todo el dolor, de toda la decepción que su corazón sentía y de esos constantes debates morales que la llevaban a puntos de no retorno en los que se rompía como una niña herida y desconsolada.
Frunció el ceño, un nudo de culpabilidad y remordimientos se formaba en su garganta. Hasta respirar se había vuelto difícil y sonreír, prácticamente imposible. No estaba bien, lo sabía, pero nadie más parecía darse cuenta.
Tenía diecisiete años y estaba sola, perdidamente sola. Afrontando batallas internas que no entendía.
― Karpov y tu padre han preguntado por ti... ― se sentó de golpe sobre su cama, descubriendo su rostro de las sábanas y mirando hacia la puerta.
― ¿Q-qué haces aquí? ― preguntó incómoda y sorprendida a la vez, afirmando el envoltorio que sus sábanas formaban sobre su cuerpo.
― ¿Has llorado? ― él ignoró su pregunta, acercándose con pasos lentos. Su mirada reflejaba preocupación, sin embargo, había algo en él que no terminaba de convencer a Brianna.
― No... ― apartó la mirada, centrándose por un par de segundos en las vistas desde su ventana ― Solo me acabo de despertar ― volvió a mirarlo, recogiendo su cabello en un moño desordenado.
― Sabes que puedes confiar en mí ¿verdad? ― sin previo aviso lo tendía sentado a su lado, en el borde de su cama. Brianna encogió los pies, apartándose de su alcance.
― Lo sé ― lo sabía, pero no lo sentía. Su nivel de desconfianza había crecido exponencialmente, no obstante, con él era distinto, nunca pudo terminar de confiar en él ― ¿Qué les has dicho? ― cambió el transcurso de la conversación. Lo único que le importaba era su padre y el posible castigo o reprimenda que pudiese recibir en las próximas horas.
― Les he dicho que has entrenado conmigo ― apoyó una mano sobre las sábanas, Brianna lo vio. Pestañeó levemente y no dijo nada, se quedó quieta ― En realidad... ― su mano se deslizó hacia ella, como si buscase entablar algún tipo de contacto físico ― tu padre ha sido el primero que ha preguntado, le he dicho que te habías despertado temprano y que obedientemente habías bajado al comedor, que nos hemos encontrado por uno de los pasillos y que hemos terminado entrenando juntos, por cierto, hoy lo has hecho estupendamente ― él sonrió, pero Brianna solo asintió ― luego he visto a Karpov, me ha... ¿regañado? por no avisarle de los cambios. Al parecer el tiempo de los Soldados es muy valioso ― sonrió con prepotencia, seguramente para él aquello no era de importancia. En cambio para Brianna si que lo era, no le convenía enfadar a ninguno de sus entrenadores.
― Gracias ― susurró mirándolo. Brianna respiró aliviada, por lo menos no tendría que enfrentarse a su padre y aguantar su mirada decepcionada.
― No me des las gracias, sabes que haría cualquier cosa por ti ― su mano tomó la suya, acariciándola lentamente. Quiso apartarla, pero hacerlo sería incómodo. No quería que su gesto se interpretase como un rechazo, o herirlo de algún modo.
― Supongo que te debo un favor ― sonrió levemente. Dentro de su cabeza sonaba mejor el hecho de devolverle el favor a estar simplemente "en deuda" con él.
― No me debes nada. Eres realmente importante para mí ― tocó su mejilla, peinando un pequeño mechón que había escapado de su peinado improvisado ― Me gustaría pensar que yo también te importo, Brianna... ― su voz fue grave, como si intentase mostrarse delicado con ella, sin embargo, Brianna no terminaba de sentirse cómoda con él.
― Rumlow, yo... ― balbuceó nerviosa, apretando a escondidas el puño de su mano libre. Tratando de calmar su intranquilidad.
― Sigues llamándome Rumlow... ― suspiró volviendo a acariciarla. Sus nudillos casi acariciando la comisura de sus labios.
― Brock ― Brianna retrocedió instintivamente ― Me importas ― habló con rapidez y fue una mentira, aunque no totalmente. Rumlow había estado siempre para ella, como su único apoyo, no obstante, ella no podía corresponder a lo que él realmente quería.
― Me alegra escuchar eso... ― sonrió mirándola, alertando los instintos de Brianna.
― Creo que tengo que... cambiarme y salir. No puedo arriesgarme a que mi padre me vea aún en la cama. Podría meterte a ti también en problemas, por cubrirme ― habló algo ajetreada, poniendo los pies en el suelo. Afortunadamente, Brianna había decidido dormir con uno de sus típicos pijamas holgados y amplios, y no con una simple camiseta.
― Te espero en el gimnasio ― caminó hacia la puerta, sosteniendo el pomo antes de salir ― He organizado el resto de tus entrenamientos del día. Serán conmigo ― curvó sus labios, parecía que le hacía feliz pasar tiempo con ella más allá de verse y hablar mínimamente por los pasillos de la base.
― De acuerdo... ― murmuró debajo del marco de la puerta. Segundos después él se fue, dejándola sola y tranquila.
Respiró hondo y entró en el baño, no había tiempo que perder. Seguramente su padre iría a buscarla. No era el tipo de personas que simplemente aceptan palabras, él necesitaba hechos.
Bajó corriendo, sus botas de combate azotando el suelo por el que pisaba. Veinte minutos después y sin desayunar entró en el gimnasio. Solo ella y él.
― Eres rápida ― murmuró al escuchar su respiración agitada. Brianna asintió aunque él no pudo verlo.
― ¿Qué haremos hoy? ― preguntó sobre su espalda, apretando su coleta.
― Entrenamiento cuerpo a cuerpo ― se giró bajando la cremallera de su chaqueta, descubriendo la camiseta negra, adornada con el dibujo de HYDRA, que llevaba ― No pongas esa cara, lo harás bien ― merodeó por su lado, detrás de ella, rodeándola.
― Karpov dijo que tenía que mejorar con las armas... ― musitó respirando muy despacio, de nuevo, mintiendo, esperando que el tono de su voz no la delatase. Brianna era ágil, escurridiza y sorprendentemente fuerte para alguien con su complexión física, sin embargo, odiaba hacer eso. Pelear no formaba parte de sus intereses.
― Supongo que podremos combinar las dos cosas ― parecía que Rumlow estaba dispuesto a pelear con ella ― Coge una de las armas, la que más te guste. Yo imitaré tu elección ― se alejó de ella, dándole cierto espacio.
Caminó hacia la enorme pared llena de armas que adornaba el gimnasio. Conocía todas y cada una de ellas como la palma de su mano e infinitamente prefería aquellas en las que ninguna bala salía disparada dispuesta a matar.
Se debatió entre el arco, número uno en su lista de armas favoritas, aunque más que un arma lo veía como un hobby del que prácticamente no podía disfrutar, no a menos que fuese en una sala cerrada, disparando a objetivos holográficos, como si de víctimas se tratasen. Nunca había libertad.
Optó por una lanza, número tres en su lista personal. Toqueteó el material, una magnífica lanza de fibra de carbono, resistente y ligera.
― ¿Una lanza? ― Rumlow tomó otra ― Se me olvidaba que te encanta esto de las cosas... raras ― raras, mitológicas, puede que fantásticas, los gustos de Brianna no parecían encajar en el mundo en el que vivía.
― A veces pienso que el mundo sería más divertido si fuese como en los cuentos mitológicos... Poseidón, Atenea... ― habló sin pensar, caminando hacia el centro de la pista.
― Muy bien, Atenea... ― dijo irónico ― veamos qué sabes hacer. El primero que toque el suelo, pierde ― Rumlow movió la lanza, girándola hábilmente.
Se preparó para defenderse, era instintivo. Siempre buscaba defenderse nunca atacar, a veces sentía que estaba mal hecha, que algo en su cabeza no terminaba de entender que si peleaba no era para defenderse, era para herir, para acabar con el enemigo, o eso era la convicción con la que había crecido.
Esquivó los golpes de Rumlow, no era muy difícil hacerlo. Conocía sus capacidades, él prefería las armas, el cuerpo a cuerpo. Más allá de eso no era verdaderamente un rival para ella, pero aún así era intimidante.
Ni siquiera pudo verlo, pero para cuando fue consciente su lanza ya se hallaba rebotando sobre el suelo gris. Solo fueron necesarios dos segundos de distracción para que alguien como él la dejase desarmada.
― Parece que alguien no está concentrada... ― señaló con sorna, encontrándolo extraño.
Brianna pertenecía a ese grupo cruel de niños soldado que no conocían más que armas y tácticas. Criados para ser letales y ella lo era, aunque no fuese verdaderamente consciente de sus capacidades.
― Oh no. Las normas son las normas... ― Rumblow detuvo su vago intento de recuperar su lanza. Brianna suspiro, realmente su cabeza estaba agotada, rendida. Solo podía obedecer.
Él soltó su lanza y la pelea comenzó. Estaba distraída, pensamientos oscuros y tétricos recorrían su cabeza, y terminó en el suelo.
El cuerpo de Rumlow se extendió sobre el suyo. Sentía su peso, su respiración extremadamente cerca. No le gustaba, era diferente a cuando uno de los Soldados lograba derrotarla.
― Has perdido, preciosa... ― su rostro estaba a milímetros del suyo. Brianna miró a otro lado, su cuerpo de llenaba de ansiedad.
― No puedo respirar ― murmuró retorciéndose, buscando una salida.
― ¿Estás segura de que quieres que me quite...? ―
Abrió los ojos de golpe, encontrándose con la pared gris y oscurecida que llevaba viendo desde que estaba encerrada en ese lugar.
Internamente se vio dando gracias de que aquello no fuese más que un mal recuerdo. Un momento incómodo en el que sintió miedo por su propia seguridad.
Afortunadamente, al igual que en su recuerdo, todo paró en el momento indicado.
Salió de la cama, acercándose a la pequeña mesa que luchaba contra el vacío de ese intento de habitación. Una cama, una mesa y una silla. No había nada más.
Lleno un vaso, por lo menos su captor se aseguraba de mantenerla hidratada.
Y como si lo hubiese invocado, él apareció por la puerta.
― El desayuno ― siempre decía lo mismo. Dos palabras simples que nunca cambiaban.
― ¿Crees que podría tomar un ducha, por favor? ― preguntó, prácticamente ignorándolo. No era hambre lo que sentía en ese momento.
― Cinco minutos. Hay toallas dentro. No se te ocurra hacer ninguna tontería ― dijo serio y firme, mirándola fijamente. Brianna asintió dócilmente, entrando con cautela hacia el baño, tratando de no acercarse demasiado a él que seguía plantado en la puerta.
Entró y se desvistió tan rápido como pudo. Realmente necesitaba una buena ducha, despejar aunque sea mínimamente su cabeza.
Echó la cabeza para atrás, dejando que el agua bañase su rostro. Se sentía tan bien, tan reconfortante, pero no duró mucho. Debía de ser rápida si no quería meterse en problemas con el Soldado.
Salió de la ducha, secándose con rapidez, su pelo goteando y manchando el suelo, pero no le importaba, tenía algo más importante que hacer antes que preocuparse por la humedad de su cabello.
Tomó su ropa interior del suelo, sumergiéndola en la lavabo y lavándola con rapidez. A eso se resumía la mitad de su tiempo en el baño, a lavar a poca ropa interior que tenía. Frotó la tela deshaciéndose del jabón, en cualquier momento él llamaría a la puerta avisándola de que solo tenía un minuto más.
Alzó la vista, escurriendo todo lo posible el agua de su ropa interior. Sus ojos chocaron con el espejo roto y trizado. Durante unos segundos se quedó paralizada, observando su propio reflejo. Suspiró viéndose, su mirada estaba más apagada que nunca y debajo de sus ojos tenía ojeras, aunque durmiese nunca lograba verdaderamente descansar. Siguió bajando por su rostro, sus labios completamente secos y algo agrietados. Ya ni recordaba la dulce sensación de ponerse bálsamo labial en los labios. Ladeó la cabeza, habían pasado los días, y aunque estaban casi difuminadas, aún podía ver las marcas del Soldado sobre su piel.
Extrañamente nada de eso parecía perturbarla. Marcas, moretones, arañazos, todo eso siempre formaba parte de su uniforme diario, sin embargo, recordar como él apretó su mano alrededor de su cuello, provocaba escalofríos en su cuerpo.
― ¿Quién eres...? ― musitó despacio, casi en silencio, mirándose sin reconocerse plenamente.
Reaccionó cuando escuchó golpes sobre la puerta, apartándose de esa espiral de baja autoestima en la que había estado a punto de sumergirse.
Abrió la puerta del baño, caminando hacia el exterior mientras terminaba de secarse el cabello con una toalla.
Durante todo el camino de vuelta sintió su presencia, por más lejos que estuviese lo sentía cerca y no le gustaba. Nada de eso le gustaba.
Desayunó tranquila, siempre un pan con algún tipo de infusión caliente, al menos no era algo desagradable.
El Soldado cerró la puerta y Brianna se sintió tranquila. Colocó su ropa interior en el respaldo de la silla, esperando que se secara, aunque dentro de ese sitio en el que no corría ningún tipo de aire, era prácticamente imposible. Ya lo sabía, pero no tenía más opción.
Pasaron las horas y ella no hizo nada más que pasear de un lado al otro, recorriendo los escasos metros de su celda una y otra vez.
Aburrida se lazó sobre la cama, quedando boca abajo y sin preocuparse si su camiseta holgada y ancha se movía de sitio, según sus cálculos aún faltaba algo de tiempo para que el Soldado volviese a entrar con otro plato de comida entre las manos.
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Llevaba tres semanas encerrado y libre al mismo tiempo. Completamente consciente de que en cualquier momento esa puerta que parecía protegerlo podría abrirse de improvisto, mandando al garete lo poco que había conseguido hasta el momento.
Se levantó, huyendo de sus propios pensamientos, caminando con lentitud hasta la cocina. Miró el reloj, casi medio día y él tenía hambre. Miró a la bolsa de papel que permanecía en medio de la encimera, tal y como la había dejado hace unos días.
Eran ciruelas, ni siquiera supo porque las había comprado, tal vez fue porque empezaba a hartarse de comer pan y comida enlatada. Tomó una y la lavó, llevándosela a la boca, el sabor fue dulce y fresco, aunque no sabía si realmente le gustaba o solo se estaba conformando.
Bufó masticando con lentitud, todo era confusión. Se sentía perdido en sí mismo, encerrado dentro de alguien a quien no conocía. ¿Cómo se llamaba? ¿Cuáles eran sus gustos? No sabía nada.
Tomó un par más, dejándolas en un bol para su prisionera. ¿Le gustarían las ciruelas? Negó con rapidez, cuestionándose a sí mismo porqué estaba haciéndose ese tipo de preguntas. A él no le importaba ella, solo tenía un objetivo.
Caminó hacia la habitación de Brianna, y tal como acostumbraba entró de golpe, aunque esa vez, y sin saber porqué, lo hizo sin hacer ruido. Tal vez esperaba asustarla o sorprenderla, sin embargo, esa vez fue él el sorprendido.
Se hallaba tirada sobre el ancho de la cama, su cabello cayendo por el borde del colchón, prácticamente rozando el suelo. La observó, su cuerpo aparentemente relajado, solo cubierto por una camiseta varias tallas más grandes de lo que debería. Un detalle del que él no había sido consciente hasta ese precioso momento.
Tosió falsamente, apartando la vista, buscando toda la frialdad de su interior.
Brianna lo escuchó y en menos de un segundo se puso de pie, bajando todo lo posible su camiseta, escondiéndose de él y de ella misma.
― Toma ― señaló frío, tendiéndole el plato con desdén o un intento de ello.
― ¿Qué es? ― preguntó desconcertada, ¿acaso sus cálculos habían fallado?
― Mira niña es comida, si quieres la tomas, sino me la llevo ― dijo de forma hostil, como siempre hacía cada vez que hablaba con ella. Brianna tragó y se acercó despacio, lo justo para poder alcanzar el bol que él le ofrecía en el aire.
― Ciruelas... ― susurró sorprendida, mirándolas fijamente. Alzó la vista, sus ojos parecían brillar, como si unas simples ciruelas fuesen un motivo por el que ser feliz ― Es mi fruta favorita... ― murmuró de forma inconsciente ― Gracias ― dijo con nerviosismo, sonriendo levemente.
― ¿A qué esperas? ― siguió con su hostilidad. Había optado por esperar a que ella terminase de comer y llevarse las cosas, no podía permitirse el lujo de que ella rompiese un plato e intentase apuñalarlo con los trozos de cerámica resultantes. Era mejor así.
Brianna se sentó en la cama, con las piernas cruzadas, dejando el bol entre ellas. Tomó una, tontamente se hallaba feliz, como una niña que acaba de recibir una recompensa por portarse bien.
El sabor inundó su boca, tal dulce y apetecible como lo recordaba. Juraría que podría alimentarse a base de ciruelas y sería feliz.
El Soldado la observó, sus mordiscos eran pequeños, se lo estaba tomando con calma, como si no quisiese que ese momento terminase, y aunque ella evitase mirarlo, él pudo ver su pequeña sonrisa al comer. Sus labios parecían acariciar la fruta, cubriéndose a sí mismos del néctar azucarado de la misma, dejándolos brillantes y jugosos.
Apartó la vista con incomodidad y se cruzó de brazos, mirando hacia el suelo por un par de segundos. Luego alzó la cabeza, ella seguía comiendo, concentrada en su pequeño momento de calma. Paseó sus ojos por la habitación, asegurándose de que Brianna no estuviese escondiendo algo, aunque poco podría hacer en ese sitio, aún así él desconfiaba de ella. Detuvo su recorrido en la silla que adornada su habitación, concretamente en la extraña "decoración" que se hallaba en el respaldo. La ropa interior de Brianna.
Una idea atravesó su cabeza. Algo en lo que él no se había parado a pensar hasta ese momento.
― Gracias, otra vez ― escuchó su voz, sin darse cuenta Brianna se había vuelto a poner de pie, estirando el bol vacío hacia él. Su mirada aún conservando cierto brillo.
― De acuerdo ― aceptó el bol, viendo los huesos de fruta que había dejado. Tomó aire y habló ― Ahora quítate la ropa.
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Hola, holita vecinito 🙋🏼♀️
Nuevo capítulo 🌚
Gracias por el apoyo que está recibiendo esta historia. Sois geniales 🥰
💞
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