
5. » Día 9
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𝟣𝟩 . 𝟫 . 𝟤𝟢𝟣𝟦
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Se encontraba en una encrucijada, las cosas habían cambiado.
Hace dos días creyó tener la situación bajo control. Un único plan rondaba por su cabeza: vengarse. Sin embargo, ahora, dos días después, las cosas parecían haber cambiado.
Apretó el puente de su nariz, dando una respiración profunda mientras cerraba los ojos, necesitaba un descanso, despejar su mente y pensar con frialdad, pero aquello parecía imposible.
Desde hace dos días que sus nervios se habían disparado y cada vez le era más difícil mantener esa atmósfera de seriedad que le caracterizaba. Impasible, como si nada le importase.
Agachó la cabeza, los codos clavados sobre la mesa, sus dedos humanos entrelazándose con los metálicos sobre su nuca. Tenía que pensar bien las cosas, pero estaba asustado.
Asustado de que todo eso se volviese en su contra, de que no fuese más que un espejismo, una luz falsa al final del túnel que solamente buscaba atraparlo como a una polilla para luego acabar con su miserable existencia.
Suspiró cruzándose de brazos, dejándose caer sobre el respaldo de las silla, haciendo que esta crujiese. Apretó los labios, tomando, una vez más, aquel periódico que compró hace dos días.
Cada palabra impresa en la hoja marcaba su mente, palabras tan llamativas que fueron capaces de captar su atención desde la otra punta de aquel minúsculo supermercado donde compró provisiones.
― ¿Qué se supone que tengo que hacer? ― preguntó al aire, en un susurró apenas audible, como si estuviese hablando con su propia cabeza, como si su cuerpo y su mente fuesen por caminos dispares.
Su cuerpo quería vengarse, su rabia interior impulsaba sus pasos.
Su cabeza estaba asustada, combatiendo constantemente con sus demonios internos, su miedo lo impulsaba y lo confundía.
"¡Tú! ¡El motivo eres tú!"
Y por si fuera poco, Brianna también lograba confundirlo, arrastrarlo sin esfuerzo a un límite de hastío y enfado. La miraba, veía su rostro lleno de falsa inocencia y sentía que su piel ardía, sus ojos no dejaban de juzgarle, como si él estuviese haciendo algo malo.
Solo estaba aplicando justicia.
Ella gritó, paralizándolo, dejándolo impactado con su voz fuerte y decidida, porque aún sumisa, aún pequeña y frágil, Brianna parecía segura en todo lo que decía.
Debía de admitir que esa muchacha tonta y mimada de diecisiete años era una experta en el arte de la mentira, pero eso se acabó, jamás volvería a creer en una de sus palabras.
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Hace dos días. . .
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― ¡Tú! ¡El motivo eres tú! ― su voz salió con fuerza, un impulso que Brianna no pudo frenar y se arrepintió al instante. No había recuerdo en su memoria que fuese semejante, de hecho, podría jurar que esa era la primera vez que ella se atrevía a levantar la voz.
― ¡¿Qué mierda dices?! ― gruñó sobre su rostro. Su figura alta e imponente acorralándola contra la pared, obligándola a alzar la cabeza para mirarlo.
Sin embargo, su reclamo lleno de rudeza se quedó vacío en el aire, Brianna no dijo nada. Era incapaz de articular palabra, no terminaba de procesar lo que había hecho. Se sentía desprotegida, a la espera de un castigo físico. Su cuerpo se preparaba, la adrenalina inundaba sus venas.
― Habla... ― gruñó apretando los dientes, rodeando su cuello con sus dedos metálicos. Todo su ser parecía fuera de control. Sus deseos por herirla aumentaban exponencialmente.
Sintió el movimiento de su garganta. Brianna tragó con dificultad, le costaba respirar y el Soldado apenas se daba cuenta de la presión que estaba ejerciendo sobre su delicada piel. Brianna se ahogaba, pero lejos de suplicar o de mostrar miedo, solo pudo mirarlo a los ojos.
"Nunca muestres miedo Brianna"
Las recurrentes palabras de su padre volvieron a reproducirse, tan claras y nítidas que podría jurar que él estaba en esa misma habitación presenciando como su títere favorito la ahogaba sin esfuerzo.
No pestañeó ni una sola vez, ni dejó de mirarle ni un solo segundo de esa interminable tortura.
― No merece la pena... ― habló acompañado de una respiración profunda y pesada, despegando sus dedos de su piel con lentitud, pero dejando el reflejo de su ira impreso en su cuello.
Dio un paso para atrás y se giró, saliendo por la puerta con la mirada perdida, preguntándose cómo diantres su mirada había conseguido ponerlo tan incómodo hasta el punto de obligarlo a soltarla.
Sus ojos, su mirada habían doblegado toda su rabia.
La puerta se cerró, el cerrojo sonó haciéndola consciente de su encierro y solo entonces cuando él se fue y cuando su soledad volvió a ella, Brianna se permitió ser débil.
Cayó de rodillas sobre el suelo, lastimándose con el roce de su piel y la superficie. Jadeando agobiada, agarrándose el cuello con desesperación, sintiendo cómo el aire se quedaba atrapado en su garganta.
Brianna tiembla, pegada a la pared, y mientras su cuerpo lucha por calmarse, su mente juega en su contra, llenándola de recuerdos, reviviendo ante sus ojos la verdad que no se atrevió a pronunciar ante el Soldado.
» 13 . 10 . 2012
― Brianna, cariño, ¿qué ha pasado? ― preguntó encerrando su rostro entre sus manos.
― Nada papá. Todo está bien... ― murmuró distraída, aceptando el abrazo preocupado de su padre mientras miraba por encima de su hombro siguiendo el rastro de aquel desconocido que la había salvado.
¿Quién era?
No estaba dispuesta a quedarse con la incógnita. Estaba en deuda con él, necesitaba, por lo menos, darle las gracias.
Cortó el abrazo con su padre prácticamente de golpe, dando un paso hacia atrás mientras veía como el desconocido acompañado por dos agentes se perdía por uno de los pasillos.
― ¿Estás bien? ― interrogó extrañado, notando su nerviosismo o impaciencia.
― Sí ― sonrió incómoda. Quería seguir al desconocido ― Creo que quiero tomar un poco de aire, ¿puedo? ― preguntó tranquila, atenta al pasillo, viendo cómo doblaban hacia la derecha, preguntándose por qué estaban llevando a ese hombre hacia esos sótanos que todo el mundo ignoraba y que ella tenía terminantemente prohibido visitar.
― Claro, princesa, pero recuerda que dentro de una hora tienes que volver a entrenar ― asintió apretando los labios. No se sentía con la fortaleza suficiente como para volver a enfrentarse a Josef o a alguno de los otros.
Salió seguida de su padre, despidiéndose de él sobre el marco de la puerta, asegurándose de que él siguiese el camino hasta su oficina, antes de atreverse a dar un paso y romper con una de las muchas normas que condicionaban su existencia. Caminó tranquila, sin levantar la sospecha de ninguno de los agentes que cuestionaba cada metro de esa fortaleza gris.
Tomó aire antes de girar hacia la derecha, solo tenía que recorrer un pasillo, atravesar la puerta del final y llegaría a ese territorio prohibido que eran los sótanos.
Dudó en el primer escalón, detrás de esa puerta metálica y robusta que se había cerrado sobre su espalda con un ruido pesado. Apenas había luz, solo las tenues luces de emergencia.
No sabía por qué, pero lejos de querer retroceder, Brianna quería seguir adelante. Encontraba cierta satisfacción en esa pequeña rebeldía que estaba cometiendo, en la incertidumbre de ser o no descubierta.
Poco había en esa área de la base, solo salas cerradas perfectamente, como si albergasen grandes secretos que nadie podía descubrir.
Se movía de forma grácil y ligera, casi imperceptible en medio de todo ese silencio lleno de oscuridad e incertidumbre. Paró a pocos metros del final, extrañamente una puerta conseguía destacar entre las demás, un marco cuadrado atravesado por barrotes, marcaba toda la diferencia.
Contuvo la respiración y trató de buscar algún ruido. Escuchó varias voces, una conversación que ella no logró entender.
Avanzó hasta que sus manos tocaron el metal, quería saber qué estaba ocurriendo al otro lado. Entonces miró hacia arriba, hacia el espacio vacío que atravesaba la parte superior de esa puerta y estiró su cuerpo, apoyándose sobre la punta de sus botas. Casi no llegaba, su escasa estatura no estaba jugando a su favor.
Miró y encontró una sala amplia, con una plataforma circular en el centro, y sobre ella, el desconocido, sentado en una gran silla, rodeado de varios aparatos. Notó su respiración pesada, su pecho se movía con profundidad, y su mirada antes vacía parecía llenarse por momentos.
Varios hombres se movieron a su alrededor, tecleando y pulsando los botones de todas las máquinas que lo acorralaban.
Algo extraño atrapó su cabeza y de repente el más profundo de los horrores tuvo lugar en aquella habitación.
El hombre gritaba desgarrado, sus gritos dolientes y martilleantes llenaban cada rincón de aquel lugar. Durante minutos él gritó y a todo el mundo pareció darle igual, a todos menos a una.
Brianna se quedó paralizada, sintiendo cómo aquellos alaridos rebosantes de sufrimiento y angustia atravesaban y rasgaban sus propias sienes.
Ahogó un grito, ningún ruido fue capaz de salir de sus labios. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Pronto las palabras que desencadenaban al Soldado de Invierno comenzaron a escucharse.
Quiso retroceder, correr todo lo lejos posible de ese horror, sin embargo, como si de una metáfora se tratase, en vez de escapar, su espalda chocó contra algo duro. Un muro dispuesto a encerrarla.
Giró despacio, sus labios y manos temblando, sus piernas a un segundo de flaquear.
― No deberías de estar aquí Brianna ― no fue capaz de alzar la mirada ― Mírame preciosa... ― sabía quién era la persona que hablaba. Sus dedos se colocaron debajo de su mentón obligándola a mirarlo.
― Yo... ― apretó los puños, necesitaba borrar la humedad de sus ojos ― ¿se lo dirás a mi padre?
― ¿Debería? ― su mano llegó a su mejilla, acariciándola con el pulgar, pero lejos de encontrarlo reconfortante, Brianna lo encontró incómodo.
― No digas nada por favor ― hizo de tripas corazón, sacando fuerza de donde no había para hablar.
― Tranquila, ya sabes que cuentas conmigo... ― suspiró mirándola ― Me importas Brianna...
― Gracias... Rumlow ―
Ahí estaba la verdad, el desencadenante de todo. La chispa que hizo que su cabeza explotara. Fue como caer de boca sobre el asfalto, una corriente de dolor atravesó su cuerpo, sus gritos se clavaban en su piel, como miles de dagas afiladas.
Desde aquel día ya nada fue igual. Nunca olvidaría la huella que esa escena dejó en ella. Indirectamente él le había mostrado la verdad del mundo que la rodeaba.
Abandonó el suelo, volviendo a la cama, a esconderse debajo de las mantas ásperas, sin embargo, su tranquilidad duró poco. Se sentó con rapidez, expectante y temerosa.
El Soldado no dijo nada y como siempre, tampoco quiso mirarla a los ojos, simplemente llegó dispuesto a atarla a los barrotes de la cama. Las provisiones comenzaban a escasear.
Brianna obedeció, abandonando toda resistencia, dejando sus muñecas a merced del Soldado.
― Mercenario ― se atrevió a llamarlo, frenándolo a escasos pasos de la salida de su celda ― Yo... ― suspiró ― Necesito... tampones... ― pidió con vergüenza, su voz prácticamente perdida en el aire, casi inaudible.
Él no dijo nada, retomó sus pasos y se fue, dejándola abandonada.
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- 𝟣𝟢 . 𝟫 . 𝟤𝟢𝟣𝟦 . Ма́рково -
❝TRISKELION COMPROMETIDO. SHIELD SUFRE UN ATAQUE TERRORISTA. MÁS DE 500 HERIDOS.❞
"El volcado de la información reveló mucho de los secretos de SHIELD, incluidas las identidades de varios súper héroes."
Durante mucho tiempo se pensó que había desparecido, sin embargo, el grupo terrorista HYDRA consiguió hacerse con el control de los recién construidos Helicarriers de SHIELD, destruyendo la base de la conocida agencia de inteligencia, y causando un gran número de daños y destrucción a lo largo del Potomac.
Según los informes, el director de SHIELD, Nick Fury, falleció a causa de las heridas sufridas en un ataque días antes al asalto a SHIELD. A su muerte se suma la del Secretario de Defensa, Alexander Pierce.
Ambos asesinatos fueron, presuntamente, perpetrados por el mercenario ahora conocido como Soldado de Invierno.
La información recopilada de los archivos de SHIELD lo revela como un asesino de alto nivel, perfectamente entrenado.
Su identidad y rasgos faciales aún son desconocidos.
De nuevo volvió a leer el mismo artículo que llevaba leyendo sin cesar durante dos días.
Fue incómodo leer su propio nombre en primera plana, aunque no podía negar que parte de lo que decía ese periódico era cierto.
Lo recordaba, haber atacado a aquel hombre con el parche en el ojo. Su coche convertido a añicos por él mismo.
Los recuerdos de sus dos últimas misiones seguían claros en su cabeza. El hombre de un solo ojo, el puente, el hombre con el escudo y aquella pregunta que no dejaba de repetirse en bucle.
"¿Quién demonios es Bucky?"
Solo habían pasado dos semanas desde ese momento y lo sabía porque desde ese día su mente empezó a romperse.
Leer la muerte de su verdugo tuvo un efecto reconfortante en él. Una sensación enrome de alivio y liberación, aunque no podía negar que le hubiese gustado tomar su vida con sus propias manos, por más que ese periódico lo acusara, no fue él quien lo hizo.
Liberación, libertad, era el momento de perseguirla y el Soldado tomó una decisión.
Necesitaba a la chica, Brianna era su único salvoconducto, su única posibilidad de romper con las cadenas. Ella es la prueba viviente de que HYDRA siempre ha estado ahí, entre las sombras, manipulando al mundo.
Miró hacia la puerta, completamente cerrada, albergando a la chica que sin saberlo se había convertido en su pasaporte a la libertad. Su existencia era clave, reveladora.
Apartó las hojas de su vista, sintiéndose vencedor, cayendo que así mataba dos pájaros de un tiro.
Venganza y justicia.
Miró la hora, debía de alimentarla, mantenerla estable hasta que llegase el momento de entregarla ante las autoridades del mundo.
Entró de golpe, con un plato en las manos, ella, al igual que todas las otras veces lo esperaba sentada en la cama, tranquila y dócil.
No lograba acostumbrarse a esa actitud, pensaba que cualquier otra persona en su posición estaría al borde de perder el juicio. Ella no.
Era extraña, rara, un enigma para él. Un enigma de mirada dulce e inocente, sumisa ante él y su autoridad. No le gustaba no entender que había detrás de toda esa actitud. Era un desconcierto constante.
― Gracias... ― ahí estaba otra vez, su siempre "gracias". Le hacía verse humilde, verdaderamente agradecida ― ¿Y mi padre? ― preguntó mirando hacia sus manos, con la cabeza agachada, solo alzó la mirada ante su silencio, buscando una respuesta, nuevamente su mirada le afectaba.
― ¿Por qué querrías ver al imbécil de tu padre? ― replicó lleno de frialdad, dispuesto a hacerle daño con sus palabras.
― Porque es mi padre... ― soltó el aire con lentitud, mostrando una diminuta sonrisa ladeada.
― ¿Es que no te das cuenta? Todo esto ― alzó los brazos ― este encierro, es obra de tu padre. La misión fue clara: castigarte ― mintió atemorizándola, mortificándola psicológicamente.
― Quiero verlo... ― miró hacía un lado. Todo lo que él decía se convertían en punzadas sobre su pecho.
― No ― sentenció firme ― no volverás a verle... ― siguió de forma irónica, aunque ella no pudo entender el verdadero significado de sus palabras.
― Necesito verle ― su voz tembló. Brianna lo miró, parecía un cachorro indefenso.
― ¡Te padre es escoria! ― gritó ante su insistencia.
Sus palabras dolieron y lo peor era que el Soldado tenía razón.
Los dos lo sabían.
― Es lo único que tengo ― su miraba empezó a empañarse ― Por favor...
El Soldado la observó, se veía débil, una simple niña sin su padre, sola y abandonada preguntando por él. Sus ojos ligeramente rojos ¿acaso iba a llorar?
Entonces una idea llena de maldad empezó a formarse. Miró por encima de su hombro, el periódico aún seguía sobre la mesa, anunciando la muerte de su padre. Tardaría menos de un minuto en ir a por él, mostrárselo y darle el peor golpe de su vida.
Incluso sin conocerla, podía ver el cariño que ella tenía hacia su padre.
La pregunta era, ¿realmente iba ha hacerlo?
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Holly Molly!
Nuevo capítulo recién horneado 😉
Nota aclaratoria: este es un AU, lo que quiere decir que no va a seguir estrictamente los acontecimientos del MCU. En este caso, por si alguien no lo ha entendido (se que puede resultar confuso), el Soldado no participó en la misión del proyecto Insight, es decir, solo vio a Steve una vez, en el puente. Después fue llevado a la base de HYDRA.
Espero que os haya gustado ♥️
💞
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