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4. » Día 7


𝟣𝟧 . 𝟫 . 𝟤𝟢𝟣𝟦

Llevaba encerrada una semana, siete días cautiva a manos del Soldado de Invierno, 168 horas atrapada entre esas cuatro paredes que solo reflejaban oscuridad y tormento. Preguntándose constantemente cuándo acabaría ese martirio. Esperando casi con desesperación y pavor el momento en el que su padre entrase por la puerta, dispuesto a devolverla a aquel sitio que un día consideró su hogar.

Sus ojos se aguaban cada vez que pensaba en ese final. Toda ella se tensaba y un escalofrío atravesaba cada una de sus vértebras.

La sola idea de imaginarse de nuevo en su antigua vida ponía su cuerpo a temblar. Brianna no quería ese destino, se negaba a aceptar ese futuro lleno de sangre y dolor para que el que había nacido.

Suspiró mirando sus manos, jugando nerviosamente con sus dedos, enredándolos entre sí, sintiéndose invadida por esa recurrente sensación de ahogo y pánico. No sabía cómo gestionarlo, ni cómo diantres frenarlo. Su propio ser parecía querer acabar con ella.

Jadeó en busca de aire, apretando entre sus puños esas mantas viejas con las que pasaba las noches.

Estaba cayendo de nuevo en esa espiral de angustia y sufrimiento que la paralizaba. Lamentablemente para Brianna, esa no era ni sería la última vez que se sentiría así, tan presa de sí misma, tan angustiada.

Era incapaz de recordar ni un solo día en los dos últimos años en los que esa sensación no apretara su cuerpo, aunque sí recordaba el momento en el que su auténtico martirio comenzó.

Solo bastó un segundo para que todo cambiase, para caer de golpe en un pozo sin fondo donde apenas llegaba luz, donde sus propios demonios la atrapaban y la ahogaban, donde constantemente tenia que enfrentarse a un debate interno que acababa con su cabeza, que la debilitaba y que hacía tambalear todo lo que ella creyó conocer hasta ese momento.

Aún podía verlo, esa pesadilla recurrente que siempre lograba estremecerla, romper con sus noches arrojándola a las garras del insomnio. Una imagen real, oscura, aterradora y extremadamente nítida y para Brianna, el punto de partida hacia un camino que le permitiría descubrir el horror que la rodeaba.

Agitó la cabeza con fuerza, tratando de escapar de esas imágenes, huyendo del horror en que su mente insistía en adentrarse. Brianna quería luchar, mantenerse cuerda y el único motivo por el que no se rendía era por su propia libertad.

Quería ser libre, volar lejos, fuera de los barrotes de aquella cárcel que pretendió ser un hogar. Esa enorme y blindada base militarizada que no fue más que una visión engañosa, un espejismo en el que una niña tonta creyó toda su vida.

Cerró los ojos con fuerza, tragando con dificultad, buscando desesperadamente un poco de calma.

En eso se había convertido su existencia, en una búsqueda ansiosa por un poco de calma y tranquilidad.

Los días pasaban y ella seguía luchando por mantenerse serena. Intentaba controlar sus nervios, ocultarse tras una falsa pared de paz y seriedad. Sin embargo, Brianna no era verdaderamente consciente del pasar del tiempo, por más que vigilase esa minúscula ventaba en lo alto del techo, la luz nunca parecía llegar, los rayos de sol jamás alumbraban. Estaba atrapada en una persistente oscuridad, como si estuviese viviendo en una noche infinita.

Odiaba no poder medir el tiempo, el paso de las horas. Aquello era un castigo insistente que confundía su cabeza.

Continuamente se mordía el labio, tensando todos los músculos de su figura cada vez que escuchaba el crujir de la puerta. Su vello se alzaba, como escarpias, expectante a lo que pudiese pasar.

Siempre se repetía la misma rutina. El Soldado entraba y salía a su voluntad, atemorizándola con su presencia, con sus palabras ásperas y tenebrosas, dejaba un plato de comida y volvía a abandonarla. Repetía esa acción tres veces durante el día, siempre mirándola de reojo, nunca a los ojos.

Inconscientemente el Soldado le estaba mostrando la otra cara de la moneda. Brianna siempre se sintió sola durante toda su vida, alejada de cualquier persona que no fuesen entrenadores o su propio padre. Eternamente sumergida en una soledad constante que la llevaba a mendigar y a mostrarse sumamente agradecida con cada mínima muestra de cariño que su padre le brindaba, pero ahora lo veía, veía la otra cara de la moneda. 

Por primera vez estaba experimentando lo que era estar verdaderamente sola y lejos de sentirse incómoda o abandonada, Brianna se sintió aliviada, porque a pesar de la bestia que merodeaba al otro lado de la puerta, aquella experiencia era cien veces mejor que HYDRA.

Estaba encerrada, sola, desprotegida y llena de miedo, y lo prefería.

Prefería dar vueltas de un lado al otro cómo un animal enjaulado a escalar diariamente todos los muros de la base, colgada de cables poco fiables mientras su mente no dejaba de pensar que en cualquier momento moriría.

Ahora la situación había cambiado, caminaba de un lado al otro, mirando fijamente esa madera que albergaba un escondite debajo de ella, tramando en su cabeza la forma adecuada de hacerse con el botín. Ese era su pasaporte hacia la libertad, pero debía de tener cuidado, y desde que lo descubrió no se había sentido lo bastante confiada como para volver a levantar esa madera, no sabiendo que el Soldado podría entrar en cualquier momento y arruinar sus planes por completo.

Juntó las manos entre sí, frotándolas, solo debía esperar al momento adecuado, a que el Soldado saliese al exterior, tal y como hizo la última vez.

Siguió pensando, concentrada en su objetivo hasta que de repente la bombilla que colgaba del techo empezó a tintinear, encendiéndose resplandeciente. Acto seguido la puerta se abrió y Brianna se quedó congelada en el sitio.

― La comida ― señaló dejando un plato. Brianna lo miró, una lata de conservas totalmente fría.

― ¿Qué hora es? ― se atrevió a preguntar, extrañada por la repentina luz que estaba viendo.

― Tarde ― espetó al aire. El Soldado nunca la miraba a los ojos. Odiaba su mirada sobre él, el juicio silencioso al que ella lo sometía.

― Mercenario... ― musitó deteniéndolo, ganándose un resoplido por parte de él ― ¿Podría... podría darme una ducha? ― no sabía cuándo tiempo llevaba ahí, pero Brianna ya no aguantaba más sin un poco de agua. La ropa con la que había intentado escapar era un verdadero desastre y comenzaba a sentir repulsión de sí misma.

― Camina ― gruñó firme, saliendo sin esperarla. Brianna corrió, tomando a tientas algo de su propia ropa desparramada por el suelo, siguiendo sus pasos por un pasillo escasamente iluminado ― Tienes cinco minutos, si no sales yo mismo entraré a por ti ― explicó con plena dureza. Brianna asintió dócilmente, mirándolo a los ojos.

Entró en el baño, el espejo estaba completamente destruido y el suelo desgastado, las juntas entre las baldosas llenas de suciedad, mostrando el paso de los años.

Se quitó la ropa con cierto miedo, la puerta no contaba con ningún tipo de cerrojo, el Soldado podría entrar en cualquier momento si lo quisiera.


"Tienes cinco minutos, si no sales yo mismo entraré a por ti."


Movió el cuello con incomodidad al recordar sus palabras, entrando con rapidez en la ducha y abriendo el grifo de golpe.

Cerró los ojos y apretó los puños, esperando que el agua fría y helada cayese sobre su piel desnuda, pero lejos de ser así, una agradable sensación de calidez bañó su cuerpo. Abrió los ojos juntando las manos, formando un charco cristalino con sus palmas, sonrió internamente llevando sus manos llenas de agua templada hasta su rostro encontrando alivio al instante.

No quería salir, quería que ese momento durase para siempre, sentirse cómoda y acariciada por el agua tibia. Apenas era capaz de recordar una ducha que no fuese fría y rápida, prácticamente a contrarreloj, minutos que parecían más un castigo que un momento de tranquilidad.


¡Brianna! ¡Pero mírate! ¡Qué es todo este desastre!   Alexander alzó la voz, siempre lo hacía cuando estaba molesto, aunque nunca llegaba verdaderamente a gritarla.

Yo... es un cachorro papá sonrió de lado, avergonzada, sosteniendo a ese pequeño animal que acababa de rescatar entre sus brazos estaba solo... enredado entre los matorrales... acarició su cabeza.

Estás completamente manchada de barro y nieve Brianna señaló con seriedad, recorriéndola de arriba abajo.

Perdón susurró mirando hacia sus zapatos, completamente sucios.

¿Es que no puedes comportarte? preguntó cansado. Brianna era diferente al resto de sus hijos y según crecía lo iba viendo. Tenía que frenar eso, amoldarla según sus directrices, manipular cada aspecto de ella hasta convertirla en lo que él quería, en lo que HYDRA necesitaba.

Karpov llamó al hombre que permanecía custodiando la oficina de Alexander llévate al animal ordenó sin remordimientos.

Papá no... Brianna se alejó, escapando de las manos de Karpov por favor... deja que me quede con él... pidió con lágrimas en los ojos. Por aquel entonces solo tenía ocho años, más tarde comprendería que cuando su padre ordena algo no hay vuelta atrás.

Karpov repitió molesto. Brianna lloró abrazando al cachorro contra su pecho, rodeándolo con fuerza, pero ni todas sus suplicas fueron suficientes como para cambiar los planes de su padre.

¿Qué hago con el animal, señor? sostenía al cachorro con una sola mano, como si de una bolsa se tratase. Alexander miró a Brianna, se abrazaba a sí misma mientras gimoteaba, llorando mirando hacia el suelo.

  Déjalo libre murmuró mirando a su hija, lanzando un mensaje en clave que por alguna razón él no quiso que ella entendiese.

Suficiente Brianna, ve al patio, tienes que limpiarte sentenció abriendo la puerta, echándola a ella y a sus lágrimas.


Lo recordaba perfectamente, al imagen impasible de aquel agente que la rociaba con una manguera, arrastrando el barro y la suciedad de su uniforme, bañándola a la intemperie, con agua helada, castigándola por haber rescatado a un simple cachorro.

Pestañeó con rapidez, cerrando el grifo y saliendo de la ducha. No sabía cuándo tiempo había pasado, pero estaba segura de que los cinco minutos estaban cerca de cumplirse.

Se secó con celeridad, vistiéndose aún más rápido. Ropa interior y una camiseta, no tenía más. Sus pantalones habían quedado inservibles.

― Treinta segundos ― los golpes sobre la puerta hicieron que Brianna se estremeciese. Tragó con dificultad, recogiendo su ropa del suelo a la carrera, no quería arriesgarse a que el Soldado entrase y la sacase a la fuerza.

Sostuvo el pomo entre sus dedos, dispuesta a salir, sin embargo, antes de que pudiese abrir la puerta algo llamó su atención.

Brillaba, estaba atrapado entre el suelo y el mueble del lavabo. Brianna consiguió sacarlo, descubriendo un trozo afilado, una de las piezas que encajaban con el puzzle desordenado que había en el hueco del espejo.

Lo tomó, escondiéndolo entre el gurruño en el que había convertido su ropa. Salió casi chocando con la figura del Soldado, respirando con dificultad.

Caminó sintiendo su presencia sobre su espalda, aunque ya se había acostumbrado a eso, todas las veces que necesitó ir al baño, él se encargó de ser su sombra.

Llegó primero, necesitaba esconder su arma improvisada, guardarla hasta que el momento preciso para utilizarla llegase. No podía permitirse ser impulsiva.

Se giró y la deslizó debajo de su almohada, fingiendo que doblaba su ropa para luego dejarla en el suelo.

― Gracias... ― musitó con nerviosismo, su autocontrol se debilitaba por momentos.

El Soldado bufó, Brianna podría ser muy lista, pero solo era una niña, débil y tonta en comparación con el Puño de HYDRA, un arma andante, entrenado para controlar cualquier escenario posible.

Sabía que Brianna escondía algo, lo había visto desde que la vio salir del baño, sus manos aferradas a su ropa como si portase algo importante y su expresión inquieta.

Caminó hacia ella, mirándola con una expresión gélida, capaz de estremecer cada fibra de su ser. Brianna lo miró sin pestañear, tratando de mantenerse fuerte ante el miedo que él despertaba en ella.

Siguió acercándose, Brianna cayó sentada sobre la cama, su contención y fingida tranquilidad abandonándola a su suerte. Tragó con dificultad, retrocediendo sobre la cama, alejándose todo lo posible de él, pero él no paró, siguió acercándose, acechándola. Apoyó una rodilla sobre el colchón, Brianna tembló, incapaz de respirar, el cuerpo del Soldado prácticamente encima del suyo.

― Eres demasiado tonta si piensas que no me he dado cuenta... ― susurró sobre su oído, paralizándola, deslizando su brazo de metal cerca de su cadera, llegando hasta la almohada, haciéndose con el arma improvisada de Brianna.

― Yo... ― trató de buscar una excusa, sin embargo, el miedo tomó las riendas de la situación y fue incapaz de decir nada. Solo quería que él dejase de estar tan cerca de ella.

― No provoques algo que no puedes controlar, Brianna ― sentenció monótono, sin ninguna emoción en la voz, haciéndolo aún más tétrico y estremecedor.

La puerta de su jaula se cerró, dejándola temblorosa. Realmente había pasado miedo y por primera vez, él lo había notado.

Se escondió debajo de las mantas viejas y ásperas para la piel desnuda de sus piernas.  Trató de calmarse, no obstante, la horripilante sensación de tenerlo tan cerca disparaba sus nervios.

Cerró los ojos y respiró conteniendo el aire, buscando un poco de relajación, un poco de paz.

Enfocó su vista en la pared que tenía en frente, mirando las manchas de humedad, meditando en su posible siguiente paso y en cierto modo, regañándose a sí misma por haberse dejado descubrir por el Soldado.

Sin darse cuenta se quedó dormida. Su cuerpo estaba cansado, era agotador tratar de controlar cada reacción, mantener firme su muro de fingida tranquilidad.

Aunque su descanso duró poco. Gruñó revolviéndose entre las sábanas, soltando ligeros quejidos entre sueños. Estaba rendida, quería seguir durmiendo, abstraerse de la realidad en la que estaba atrapada, pero algo no iba bien.

Abrió los ojos, el peso de sus párpados en su contra. Frunció el ceño y jadeó, el dolor cada vez era mayor.

Mierda.

Se sentó en la cama, apartando las mantas de su cuerpo.

― No... ― susurró al verlo, una mancha roja en su entrepierna.

Supo que tenía que ser rápida, encontrar una solución lo antes posible. Evitar a toda costa que él descubriese su pequeña mentira.

Saltó de la cama, se veía perdida, sin ningún plan a la vista, lo único que se le ocurrió fue darle la vuelta al colchón, aunque tendría que hallar el modo de esconder todo lo demás.

Resoplo pasando una mano por su cabello, no tenía más opciones.

Dobló las rodillas ligeramente, metiendo las manos en el borde el colchón preparándose para tirar de él, pero la puerta se abrió, el Soldado apareció, con otro plato entre las manos y sorprendiéndola.

Brianna comenzaba a ahogarse, nunca en su vida se había visto tan acorralada. Sacó las manos, respirando pausadamente, esperando con todas sus fuerzas que él no haya notado sus intenciones.

Volvió a la cama, sentándose sobre la mancha que ella misma había provocado, tapándose con las mantas. Estaba nerviosa, una capa de sudor frío recorría su espalda mientras notaba cómo el caos rojo aumentaba bajo las sábanas.

Dejó el plato sobre una mesa destartalada, a un empujón de romperse. Sabía que Brianna estaba ocultando algo, hasta un ciego podría verlo, lo que no entendía era como esa niña tonta seguía provocándolo. Había visto su miedo horas antes al quitarle aquel trozo de espejo roto y afilado, pero ella parecía no rendirse.

La observó en silencio, tratando de adivinar el número de fragmentos con el que había conseguido hacerse. ¿Dos? ¿Tres?

Estaba claro que después de ese momento tendría que revisar muy bien el baño y cualquier punto de ese refugio donde la retenía.

― Levántate ― ordenó a punto de perder el control. Brianna estaba a instantes de conocer al auténtico Soldado de Inverno.

― No estaba haciendo nada malo, lo prometo... ― susurró sin moverse. No quería moverse, aún sabiendo que eso podía salirle muy caro.

― Levántate ― repitió dando un par de pasos hacia ella.

Ella negó en silencio y él perdió la paciencia, tomó a Brianna de los brazos, clavando sus dedos sobre su piel descubierta, sacándola con un solo movimiento de la cama.

El Soldado vio la cama y lo supo en seguida, no necesito ningún tipo de explicación. Se giró mirándola, mostrando una sonrisa ácida en el rostro.

― Vaya... mira quien ha dejado de estar embarazada ― espetó con ironía y desprecio.

― Puedo explicarlo... ― jadeó asustada, casi sin aire en los pulmones, estirando con nerviosismo el borde de su camiseta ― Yo... c-creí estarlo... ― mintió descaradamente. Brianna sabía perfectamente que no estaba embarazada, se lo inventó para manipularlo.

El Soldado chasqueó la lengua entre los dientes, acercándose a ella de forma intimidante, obligándola a retroceder hasta que su espalda chocó contra la pared.

― Eres la misma escoria que tu padre. Mentirosa y manipuladora ― habló frente a frente, haciéndola temblar, disfrutando de verla así, pequeña e indefensa ante él.

Sin duda las cosas iban a cambiar. Toda la posible empatía que pudiese haber tenido hacía ella acababa de salir volando.

― No fue mi intención manipularte... ― se atrevió a decir.

― ¿Y cuál fue tu intención? ¿¡Atraparme y devolverme a la base!? ¿¡Entregarme al hijo de puta de tu padre!? ― gruñó golpeando al pared al lado de su cabeza. Estaba realmente enfadado. La confesión de Brianna había perdido toda fuerza, ya no creía que ella estuviese huyendo. Estaba más que claro que ella solo quería detenerlo.

― No... ― contestó temblorosa ― Yo... solo estaba huyendo. Necesitaba huir... ― nadie podía llegar a ser consciente del esfuerzo que Brianna estaba haciendo por no llorar.

― ¿Ah si? ¿Y cuál será tu excusa ahora? ¿Una enfermedad terminal tal vez? ― apretó los puños, lo único que quería era acabar con ella ― ¡Responde! ― gritó sobre su rostro.

― ¡Tú! ¡El motivo eres tú! ―





The truth is here! 🙈

He de confesar que me ha costado escribir este capítulo, no por ninguna razón en especial, sino porque últimamente no estoy en el mood de escribir 😅 aún así espero que os haya gustado 🙃

Sé que algunas cosas pueden resultar confusas, así que si queréis hacer alguna pregunta con gusto responderé 😊

También me gustaría que me dijeseis si os va gustando la historia hasta hora, porque hay veces en la que no sé muy bien cómo enfocarla. Cualquier sugerencia me ayuda a mejorar 🌚

💞

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