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37. » Día 148 - Parte 1

𝟢𝟥 . 𝟢𝟤 . 𝟤𝟢𝟣𝟧

Los tres últimos días no habían sido fáciles para Brianna.

Setenta y dos horas cargadas de nerviosismo e incertidumbre, preparándose mentalmente para la libertad con la que tanto había soñado.

Cuatro mil trescientos veinte minutos en los que su conciencia no había dejado de torturarla ni un solo segundo. El sentimiento de culpa era constante, incansable, como si su propia cabeza estuviese jugando en su contra, castigándola sin piedad.

Nada de eso tenía sentido, ni tampoco el nudo que se formaba en su pecho cada vez que él la miraba, ni la ansiedad que inundaba su cuerpo con cada hora que pasaba, obligándola a encerrarse en el baño y parpadear mirando hacia el techo esforzándose por no romper a llorar como una niña pequeña.

Despertó gracias al ruido de la habitación. Lo observó en silencio, el Soldado caminaba deprisa, moviéndose de un lado al otro mientras recogía todo a su paso, asegurándose de borrar cualquier rastro que indicase que alguna vez estuvieron ahí.

— Buenos días... — pronunció tranquilo, frenando lo que estaba haciendo para observarla y buscar aquella mirada que tanto necesitaba y ahora ella parecía negarle.

— ¿Qué... qué estás haciendo? — preguntó confundida, pasando una mano por su cabello desordenado.

— Nos vamos — contestó dándose por vencido — Ahí tienes el desayuno — señaló hacia la mesita al lado de la cama — en cuanto estés lista nos iremos — dijo antes de salir de la habitación y ponerse a fumar.

— Mierda... — susurró despacio, tratando de controlar la corriente de miedo y ansiedad que amenazaban con consumirla.

Brianna estaba harta, cansada de formular planes e ideas que siempre fracasaban, cansada de luchar contra sus propios demonios mientras se esforzaba por mantener la poca estabilidad emocional que le quedaba, pero se negaba a rendirse.

— Solo un poco más Bri... — murmuró dentro del baño, observando su reflejo pálido y desolado.


"... seremos libres Bri, felices..."


Cerró los ojos dejando que una lágrima corriese por su mejilla. Brianna regresaba al pasado, a aquel instante en el que Vlad pronunció aquella promesa llena de ilusión.

— Sigo sin entender porque te fuiste... — susurró al aire antes de volver a la realidad.

Se vistió con lo primero que encontró, un vestido negro de manga larga junto con aquella chaqueta que siempre juró detestar...


» Día 128

— ¡Por última vez! — alzó la voz enfurecido.

— ¡No! — gritó interrumpiéndolo — ¡Llevamos días caminando por esta mierda blanca y gélida! —  continuó furiosa, tanto que sus mejillas parecían estar a punto de explotar — ¡¿Realmente piensas que te seguiré ciegamente?! — preguntó irónica.

— ¡¿Y de quién crees que es la culpa Brianna?! — espetó abriendo los brazos para luego dejarlos caer —  ¡De tu padre! ¡De HYDRA! ¡De...! De gente como tú... — soltó dejándose llevar por el rencor que aún permanecía en él.

— No tienes ni la más mínima idea de cómo soy... — devolvió con el orgullo herido, reprimiendo las ganas que tenía de estampar su puño sobre el rostro del Soldado.

— Mírate... — recorrió su figura lentamente — Todo... absolutamente todo de ti grita HYDRA...

— ¿Acaso crees que pude escoger? — apretó los labios — ¿Qué... tenía algún tipo de control sobre mi propia voluntad? — habló temblorosa antes de darle la espalda al Soldado.

— Brianna... — pronunció arrepentido, odiando como en cuestión de segundos Brianna podía deshacerse de cualquier rabia que él pudiese sentir.

— Llevo usando este maldito uniforme desde que tengo memoria... es como una cárcel... —  murmuró al sentir sus pasos detrás de ella, sin esperar lo que él estaba a punto de hacer.

— Enhorabuena — tomó aire — te acaban de conceder la condicional — y siguió caminando, lanzando al suelo aquellos emblemas que acababa de arrancar del uniforme de Brianna — ¡Hey ex presidiaria no tenemos todo el día! —



Comió despacio, tratando de ganar algo de tiempo. Tenía que retenerlo, entretener al Soldado de algún modo, porque a pesar de la confusión, de las dudas que él generaba en su cabeza, Brianna siempre se escogería a sí misma.

La puerta se abrió, era ahora o nunca.

— Hay algo que no te he contado... —



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— Supongo que lo sabes, él no es Bucky — murmuró sentándose a su lado.

— Lo sé... — Steve no sabía que esperar, ni a quién iba a encontrarse, lo único que tenía claro es que lucharía hasta las últimas consecuencias por recuperar a su mejor amigo.

— ¿Y cuál es el plan? — preguntó algo tenso — Sé que salvarlo es tu prioridad, pero poco podrás hacer por él si ambos terminamos encerrados en una cárcel de máxima seguridad — Sam tenía razón y el incidente de Viena no había hecho más que complicar las cosas.

— Creo que eso lo sabremos cuando sepamos a quien tenemos en frente, a Bucky o al Soldado de Invierno — contestó activando el piloto automático, descansando después de dos horas de vuelo.

— De acuerdo, iré a comprobar las baterías del táser — pasó por su lado sonriendo levemente.

— Sam... — advirtió el rubio.

— Oh vamos, solo un poco, será como hacerle cosquillas, además, me debe un coche — señaló divertido recordando el desastre que el Soldado hizo con su coche hace varios meses.

— Procura no dejarlo inconsciente o serás tú el encargado de subirlo al quinjet — Sam rodó los ojos cómicamente.

Minutos después el silencio sepulcral que reinaba en aquella nave se veía interrumpido por una videollamada que ninguno esperaba.

— ¿Esperas a alguien? — caminaron hacia las pantallas.

— En absoluto — Steve negó antes de apretar el botón y descubrir a la persona detrás de tanta insistencia.

— ¿David? — Sam alzó las cejas sorprendido — ¿Qué estás haciendo? — Steve lo miraba sin entender, jamás había visto a ese chico.

— Sé que teníamos un acuerdo — habló nervioso — pero lo que tengo que contarte es urgente — empujó el puente de sus gafas.

— Sorpréndeme — suspiró rendido, esperando que David estuviese en lo cierto.

— Oh Capitán, yo, perdón, es un honor — balbuceó impresionado y avergonzado a partes iguales.

— David... — insistió Sam.

— Ah sí — guardó silencio durante dos segundos — Brianna — soltó con una sonrisa, abriendo los brazos de par en par.

— ¿Qué? — Sam y Steve se miraron confundidos.

— La chica — dijo con obviedad — se llama Brianna y no solo eso, ¿a que no adivináis quién es su padre? — alzó una ceja cómicamente.

— Ilústranos — Steve se cruzó de brazos, sin entender el porqué de esa información.

— Brianna Elizabeth Pierce, hija de Alexander Goodwin Pierce — dijo dejándolos completamente desorientados.

— Sí, yo también puse esa cara cuando me enteré. He tratado de obtener más información sobre ella, pero ha sido imposible, es como si no existiese para el resto del mundo —

— ¿Estás seguro de que lo que dices es cierto? — saber que Bucky estaba relacionado con la desconocida hija de Alexander Pierce solo complicaba las cosas más de lo que ya estaban.

— Bueno... tanto como para poner la mano en el fuego no, ni tampoco apostaría mil dólares, o... — David empezó a divagar.

— ¿De dónde lo has sacado? — preguntó por lo bajo.

— Me encontró el a mi — Steve frunció el ceño con la respuesta de Sam — Fue el primero en investigar y encontrar a Falcon. Es como una especie de genio... aunque algo rarito...

— ¿Hola? sigo aquí — agitó la mano — Bien, yo diría que la información es verídica, sino me dolería saber que pasé toda una tarde persiguiendo a un ruso para nada.

— ¿Un ruso? — tanto Steve como Sam veían algo complicado seguir el relato de aquel joven informático.

— Sí, un tal Smir... algo, lo tengo por aquí apuntado — empezó a revolver entre sus papeles desordenados — al parecer hace varios años estuvo implicado en algo turbio, aquí está, Smirnov, aunque ahora prefiere el apellido Smith

— Genial, gracias por todo David — dijo dando por terminada la llamada.

— Vaya... la hija de Pierce... — Sam seguía tratando de procesar la información — No lo entiendo — agitó la cabeza — ¿Qué hace con ella?

— Quiere vengarse... — no había dejado de pensar en aquella idea desde que el parentesco de Brianna salió a relucir — HYDRA tiene unas ideas muy férreas en cuanto a disciplina y orden, respetan a su líder incluso más que a sí mismos, y si Pierce ya no está ¿quién pasaría a ocupar su puesto?

— Brianna... — murmuró encajando las piezas — aun así, dudo que pongan toda la responsabilidad en ella, quiero decir, ¿cuántos años tiene? ¿veinte?

— Créeme, eso es irrelevante, podrá tener veinte años, pero ¿cuántos años de entrenamiento militar lleva sobre sus hombros? Media vida por lo menos — afirmó con desdén, recordando los relatos de Natasha sobre la Red Room.

—  Me pregunto si tiene algún tipo de habilidad especial... — comentó con cierta curiosidad.

— Capitán — la voz de FRIDAY centró la atención — alerta de aproximación, nave desconocida.

— Sigo sin esperar a nadie y solo tengo un informante — Sam alzó las manos en señal de inocencia.

— ¿Podrías entrar en su sistema? — Steve intuía quien podría estar al mando de aquella nave, aunque por el bien de Bucky, esperaba estar equivocado.

— Muchos accesos han sido restringidos Capitán — el rubio suspiró — Se trata de un vuelo privado, a cargo de Brock Rumlow — Sam rodó los ojos.

— ¿SHIELD? — sugirió soltando un suspiro cansado.

— No... nadie con dos dedos de frente dejaría que Rumlow dirija una operación, perdió toda credibilidad después de lo que pasó — jamás se esperó que una organización gubernamental estuviese infestada de agentes secretos de HYDRA, ni que el Secretario de Defensa fuese su líder.

— Todavía me pregunto cómo Rumlow consiguió librarse de ir a prisión — Sam negó, detestaba a Brock y odiaba verlo libre y sonriente por los pasillos de SHIELD.

— Fue inteligente, su nombre no apareció ni una sola vez en ninguno de los documentos filtrados, además tenía una coartada para el ataque del Triskelion — Steve bufó, la culpabilidad de Rumlow era un secreto a voces, sin embargo, la falta de pruebas jugaba a su favor.

— Qué cabrón... —



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— ¿De qué se trata? — soltó su mochila dejándola en el suelo, apoyándose ligeramente sobre el borde de la mesa, centrando hasta el último ápice de su atención en ella.

— Yo... — comenzó dubitativa, sin la más mínima idea de qué decir, porque a pesar de tantos años de entrenamiento especializado, mentir siempre había sido su asignatura pendiente.

— ¿Tú... qué? — el Soldado insistió, acercándose lentamente hasta dejar una rodilla apoyada sobre la cama y levantar suavemente el mentón de Brianna.

Quiso escapar, ignorar la forma en la que él la miraba, huir de la calidez que sentía cada vez que el Soldado invadía su espacio personal.

— No sé si se supone que tengo que adivinarlo... — murmuró despacio, esforzándose por mantener sus labios lejos de los de Brianna.

— ¿Sabes cuántos días han pasado? — preguntó con un susurro — 148 días... lo sé porque he contado cada uno de ellos... — tomó aire antes de continuar — jurando odiarte con cada día que pasaba... — el Soldado apartó la vista por un instante — No sé que pasará después de cruzar esa puerta, pero... — apretó los labios, obligándose a ahuyentar el picor de sus ojos — lo único que sé es que aquel odio que sentía ya no está... — Brianna optó por dejarse llevar, por despedirse del Soldado, aunque él no fuese consciente de la intención de sus palabras.

— ¿Y ahora qué sientes...? — el Soldado ahogó un jadeo. Estaba completamente desarmado, rendido ante ella, un par de palabras y sería capaz de lanzarlo todo por la borda.

— Nada... — pronunció agachando la cabeza, negándose a confesar algo que ni ella tenía claro.

— Brianna... — su nombre salió como una súplica desesperada — ¿Qué sien...? — pero el ruido exterior interrumpió al Soldado.

Brianna cerró los ojos. Su tiempo con el Soldado había llegado a su fin.

Salieron juntos, a pasos agigantados, ansiosos por descubrir al responsable de acabar con la monótona paz de ese motel en medio de la nada.

Era inconfundible, una nave que ambos serían capaces de reconocer en cualquier parte del mundo. La misma que durante años fue el motivo de su felicidad, por la cual corría a través de la nieve esperando que fuese su padre regresando a casa. La misma que lo devolvía al infierno después de cada misión, donde fue sedado y atado infinidad de veces.

Brianna palideció, el miedo se apoderaba de ella lentamente, arrebatándole la respiración.

— Mierda — gruñó apretando los dientes, tomando a Brianna por el brazo, devolviéndola a la habitación e inconscientemente rescatándola de las garras de sus propios demonios — Vas a quedarte aquí sin mover ni un solo músculo ¿está claro? — ordenó decidido, colocándose parte de su traje táctico — ¿está claro? — repitió demandando una respuesta.

— Clarísimo — contestó con un nudo en la garganta, antes de ver cómo el Soldado desaparecía dejándola completamente sola.



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Había soñado con ese momento, una pesadilla de tantas, atormentándolo noche tras noche, el miedo recorriendo sus venas, agitando su respiración hasta que despertaba solo y aturdido.

Lo vio al final del aparcamiento y supo que era su oportunidad para desquitarse. Saltó por la barandilla, destrozando el coche en el que aterrizó. 

— ¡Rumlow! — gritó el nombre de su enemigo con rabia, lleno de rencor.

— ¡Pero mirad a quién tenemos aquí! ¡Al famoso Soldado de Invierno! — rió con superioridad — ¡La has liado pero bien! — continuó con su juego burlesco.

— ¡A qué has venido! — dijo sin moverse, observando uno a uno a los cinco hombres que acompañaban a Rumlow. Tres agentes y dos super soldados.

— ¡Lo sabes perfectamente! — su sonrisa sarcástica se esfumó rápidamente.

— ¡Eres un jodido imbécil si crees que dejaré que me encierres! — rió ácidamente.

— Oh — Rumlow se echó a reír — ¿Realmente piensas que todo esto es por ti? ¿Qué he sido capaz de cruzar medio mundo solo por verte la cara? ¿Qué hemos desalojado este tugurio por protegerte? — El Soldado dio una vista rápida confirmando las palabras de Rumlow, aquel motel perdido estaba completamente vacío — Tus días en HYDRA quedaron en el pasado, no eres más que un juguete roto... — un escalofrío helado recorrió el cuerpo del Soldado — Tienes algo que me pertenece y lo quiero devuelta — su mirada se tornó tétrica, casi enfermiza.

— Vaya... no recuerdo haberte robado el gato, ¿por qué no das media vuelta y vuelves por donde has venido? — sabía perfectamente qué quería, sin embargo, no estaba dispuesto a ceder, porque antes de entregarle a Brianna, el Soldado prefería matarlo con sus propias manos.

— Muy gracioso... — trató de disimular su rabia — te lo preguntaré una sola vez y quiero una respuesta — advirtió con el dedo — ¿Dónde está Brianna?

— Sinceramente... no tengo ni la más remota idea — mintió sin alguna duda. 

— Seguro que hay algo que podemos hacer para ayudarte a recordar, tu libertad, por ejemplo — el Soldado tragó hondo — Entrégame a Brianna y serás completamente libre...

— ¿Cuál es la trampa? — preguntó dando un paso adelante.

— Sorprendentemente ninguna — subió las manos en señal de honestidad — Acepta y todo habrá acabado, puedes tomar tus cosas e irte en este mismo instante... — la oferta de Rumlow logró confundirlo, había sido lo suficientemente inteligente como para pronunciar aquello que el Soldado ansiaba con desesperación,  solo tenía que articular un simple y ridículo sí.






Holi! Escribiendo este capítulo me di cuenta de que era excesivamente largo, así que he decidido dividirlo en dos. Estoy algo ocupada, pero trataré de subirlo lo antes posible 🤧.

💞

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