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35. » Día 142


𝟤𝟪 . 𝟢𝟣 . 𝟤𝟢𝟣𝟧

Estaba ausente, perdida entre sus propios pensamientos, demasiado distraída como para percatarse de la mirada preocupada del Soldado cada cinco minutos.

Fruncía el ceño sin poder evitarlo, atento a cualquier señal, por mínima que fuese. Preguntándose si la lluvia que se había desatado de un momento a otro era lo suficientemente intensa como para despertar el pánico que Brianna tenía a las tormentas.

Sin embargo, no consiguió nada, solo una expresión vacía.

Condujo en silencio, resistiendo el impulso de hablar y provocar una reacción en ella, desde una frase llena de ironía hasta un insulto directo y fulminante, lo que fuese con tal de calmar su preocupación interna.



"... y como ya habíamos advertido, durante los próximos días se esperan fuertes precipitaciones junto con un considerable descenso de las temperaturas en casi todo el país. Las autoridades han considerado oportuno bloquear algunas de las principales carreteras como medida de seguridad..."


Resopló escuchando la retransmisión, debatiéndose entre continuar, o por el contrario, detenerse y desperdiciar toda una semana, exponiéndose a ser reconocido en cualquier momento.

La respuesta no tardó en llegar.

Ladeó la cabeza observándola una vez más, cabizbaja, jugando con sus propias manos, con una respiración lenta y pausada. Tragó hondo, sintiendo una punzada en el pecho, odiando saber que aquella respiración no era más que una lucha inútil contra la ansiedad que se apoderaba de ella. Detestaba ser consciente de cada mísero detalle, pero sobre todo, no poder ignorarlos.

Tomó una decisión, una vez más, poniendo a Brianna por encima de sí mismo.


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— ¿Qué hacemos aquí? — preguntó confundida, con un hilo de voz.

— No puedo continuar así — respondió deteniéndose frente al cartel luminoso de aquel motel perdido en medio de la nada.

— Eso implica retrasar considerablemente tus planes... — murmuró mirándolo a los ojos, ignorando por un segundo el caos que había en el exterior.

— Lo sé... — dijo calmado, plenamente consciente de las consecuencias, sin embargo, en ese instante lo único en lo que podía pensar era en ella.

Estaba siendo impulsivo, sumiso a ese instinto de protección que despertaba en él cada vez que veía la fragilidad de Brianna, un instinto que lo obligaba a velar por ella en lugar de buscar su destrucción. Era inevitable, irrefrenable, superior a su orgullo, y en el fondo, en lo más profundo de su corazón no le importaba. No le importaba tener que dejar su voluntad a un lado, entrelazar sus dedos con los suyos y sostener su mano fuertemente mientras corrían bajo la lluvia, mojándose con cada paso que daban.

— ¡Oh por Dios, pasad, no os quedéis ahí! — se soltaron de golpe al escuchar aquella voz.

— Nosotros... — el Soldado balbuceó, incapaz de apartar los ojos de una Brianna temblorosa y prácticamente empapada.

— ¿Turistas? — habló el hombre de mediana edad, captando por fin la atención del Soldado.

— Sí, eso, turistas — dijo con toda la naturalidad que le fue posible.

— Fantástico, supongo que necesitaréis una habitación para resguardaros del temporal, ¿no es así? — abrió un libro que parecía ser un registro — Una pareja con suerte, afortunadamente hay una habitación doble disponible — mostró una sonrisa.

— No... no somos pareja — Brianna intervino rápidamente — nosotros... él es... — pero tampoco sabía qué contestar — ¿mi padre...? — ni ella misma daba crédito a lo que acababa de decir.

— Bueno... un desliz adolescente y aquí estamos — el Soldado rió incómodo — ¿la llave de la habitación por favor? — quiso acabar con esa situación cuanto antes.

— Habitación 202, a mano derecha, al final del pasillo. Buenas noches.


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— ¿En serio? ¿Tu padre? — hizo lo posible por no reír, aunque la expresión avergonzada de Brianna no se lo estaba poniendo fácil — Sinceramente te creía mejor mentirosa...

— Supongo que no todos tenemos la misma capacidad para engañar... — replicó fulminante, borrando la expresión burlesca de su rostro — ¿Y ahora... te importaría soltarme? — miró hacia sus manos entrelazadas.

— ¿Y arriesgarme a qué salgas corriendo como una loca? — murmuró frente a la habitación, segundos antes de abrir aquella puerta y soltar su mano definitivamente — Pasa — ordenó con un leve gesto.

Entraron sin decir nada, contemplando en silencio el que sería su refugio durante los próximos días.

— Bien, iré a... — pero antes de que pudiese terminar su frase Brianna cerró la puerta del baño dejándolo solo en medio de esas cuatro paredes — ... buscar algo de comer...

Jadeó apoyada sobre la puerta, luchando contra el torbellino de emociones que se había apoderado de su ser, cansada de sentir como minuto a minuto su voluntad se venía a bajo rindiéndose ante todas esas sensaciones que lentamente habían aflorado en su interior, de las que él era culpable.

Agitó la cabeza huyendo una vez más, deshaciéndose de su ropa mojada hasta que dio con el motivo por el que había estado tan ausente. La portada de un periódico que encontró en la basura y que escondió debajo de su camiseta.

"EN BUSCA Y CAPTURA"

La información era explícita, el mundo quería al Soldado de Invierno, su cabeza tenía un precio. Era la oportunidad que tanto había ansiado. Una llamada y sus días junto al Soldado pasarían a ser cosa del pasado.

Y jamás volvería a saber de él.

Abrió el grifo dejando que el agua helada golpease su rostro, cortándole la respiración por un instante hasta que poco a poco el agua empezó a salir caliente aliviando la tensión de sus músculos, aunque necesitaría algo más que una reconfortante ducha para deshacerse del estrés que la acompañaba.

Perdió la noción del tiempo, resistiéndose a abandonar el que parecía haberse convertido en su sitio seguro. Un espacio diminuto en el que sus problemas parecían no existir, donde podía desahogarse sin sentirse débil, escapar fugazmente de su tormentosa realidad, y sobre todo, alejarse de él.

Apretó el pomo de la puerta prometiéndose ignorar la presencia del Soldado, pero su plan se vino a pique en cuanto escuchó su voz.

— Empezaba a pensar que te habías quedado dormida ahí dentro... — murmuró cansado, su voz grave y calmada consiguió que la piel de Brianna se erizara.

Lo observó, tendido sobre la cama matrimonial que ocupaba prácticamente toda la habitación, cubriéndose el rostro con los antebrazos, dejando que parte de su abdomen saliese a relucir por debajo de la camiseta. Brianna tragó con dificultad.

— Si tienes hambre en la bolsa hay un par de sándwiches — habló pasando por su lado, rozando su brazo mínimamente, aunque lo suficiente como para crear un ligero cosquilleo — y antes de que me hagas mil preguntas, no, no tiene ningún tipo de ser o cosa que haya estado o incluso rozado el mar, tampoco salsas raras, y sí, el pan es sin cortezas — suspiró tomando una muda limpia, cerrando la puerta del baño detrás de él.

El agua empezó a correr, fría como siempre. El Soldado sonrió ligeramente, aquello no era una simple coincidencia, era él poniéndose en segundo lugar, permitiendo que Brianna pudiese disfrutar de una ducha caliente y no él. Agitó la cabeza, obligándose a salir de esa zona de humanidad en la que había caído.

Terminó minutos después, y al igual que Brianna, ignorar su presencia estaba siendo más difícil de lo que alguna vez pudo llegar a imaginar.


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Estaba incómodo, comprimido en ese minúsculo sofá en el que tendría que pasar la noche, vigilando a una mujer que apenas llegaba a ocupar la mitad de la cama. Soltó el aire de sus pulmones colocando los brazos sobre la nuca aceptando su derrota contra el insomnio, contra el quebradero mental que no paraba de perseguirlo.

No aguantó mucho más antes de ponerse en pie, hacerse con la botella de alcohol del mini bar, arrastrar una silla y beber en soledad, esperando que la noche pasara lo más rápido posible.

— Creo que tienes un problema con la bebida — Brianna habló sorprendiéndolo, al mismo tiempo que encendía la luz.

— No era mi intención despertarte — replicó esquivo, dando otro trago.

— Para despertarme primero tendría que estar dormida — abandonó la cama avanzando aletargada hasta la silla que quedaba libre, tomando asiento frente al Soldado.

— Ni lo sueñes — alejó la botella de Brianna.

— ¿Sabes que soy rusa verdad? — alzó una ceja mirándolo con burla.

— Pero apostaría el brazo a que no has bebido en tu vida — devolvió mirándola, recorriendo las pecas que rodeaban su nariz.

— Touché — aceptó su derrota — ¿Puedo hacerte una pregunta? — jugó con sus dedos.

— Supongo — soltó el aire — aunque no puedo asegurarte una respuesta — dio otro trago.

— ¿Por qué lo has hecho? — habló siguiendo su intuición, reacia a creer que alguien como él iba a detener sus planes por un poco de lluvia.

— Por el temporal — apretó la mandíbula.

— Claro... — se obligó a creer en su respuesta, aunque su instinto dijese lo contrario, porque solo así podía sentirse lo suficientemente segura como para aprovechar la oportunidad que el destino le estaba brindando.

— Yo también tengo una pregunta — pronunció incapaz de aguantar más esa incertidumbre que lo carcomía desde hacía días.



» Día 137

— ¿Q-Qué haces? — dudó al ver como el Soldado se arrodillaba en frente de ella.

— Revisar el famoso tobillo — contestó tranquilo, acercando su mano.

— No te he dado permiso para hacerlo — impuso su voluntad deteniéndolo en seco, sembrando en su conciencia una duda existencial sumamente importante.


"No te he dado permiso para hacerlo."




— Yo... — había pensado en mil y una formas de cómo formular su pregunta, pero ahora que tenía la atención de Brianna sobre él, parecía haberse quedado en blanco.

— Oh genial... — espetó molesta por el apagón inesperado — supongo que es el momento de irme a dormir — habló poniéndose en pie.

— ¿Te obligué a hacerlo? — soltó de golpe, frenando sus pasos — ¿Te obligué a... acostarte conmigo? — repitió frente a frente, preparándose mentalmente para cualquier respuesta, deseando con todas sus fuerzas que su respuesta no confirmase lo que su mente retorcida pensaba.

— ¿Qué...? — Brianna contuvo el aire. Quiso olvidarlo, enterrar cada noche que pasó entre sus brazos, pero solo bastaron un par de palabras para que los recuerdos golpeasen su mente.

— Es una pregunta muy sencilla — no, claro que no lo era, y menos para ella, para alguien cuyo único objetivo en la vida había sido obedecer y callar, sin importar lo que su inexistente voluntad quisiera.

— ¿Acaso importa? — jamás hubo preguntas, ni la más mínima oportunidad para expresar su opinión, solo órdenes, miradas estrictas y palabras que lograban estremecerla. Aquello era lo único que Brianna conocía.

— Más de lo que crees  — una parte de ella quería creer en él, otra buscaba la forma de protegerse del abismo al que su pregunta la estaba empujando.

— ¿Por qué...? — respiró ansiosa.

— Porque de entre todas las cosas horribles que he hecho, ser un jodido abusador no es algo con lo que podría cargar — sus palabras salieron con rabia, sin embargo, era dolor lo que reflejaban sus ojos.

No era consciente de lo que acababa de causar en Brianna, de cómo había golpeado su interior, tal y como una bomba nuclear golpea una ciudad arrasando con todo a su paso. Había llevado su mente a un rincón en su conciencia del que siempre huía, forzándose a negar la miseria en la que siempre vivió. Aunque la parte más dolorosa era saber que nunca nadie se había tomado ni un mísero segundo en conseguir su consentimiento, ni su padre, ni los soldados que la entrenaban durante horas, ni... Rumlow.

— Supongo que tu silencio ya es una respuesta... — tragó con dificultad y avanzó hasta la puerta.

— Lo hice porque quise — dijo paralizándolo, asumiendo la verdad. Acostarse con él había sido la única decisión que Brianna había tomado por sí misma, sin órdenes ni presiones.

— ¿Estás segura? — necesitaba creerlo, realmente lo necesitaba.

— Sería mucho más fácil mentirte... y torturarte con esa idea — murmuró dando dos pasos al frente — pero jamás podría jugar con eso.

— Gracias... — cerró los ojos aliviado, liberándose del enorme peso que había sobre sus hombros.

Giró observándola, viendo su mirada triste y acuosa, sintiendo esa incesable presión en el pecho que lo empujaba a velar por ella. Brianna era fragilidad, dolor, humanidad, era todo lo contrario a lo que alguna vez ideó el odio que gobernaba su cabeza.

Rozó su mano dubitativo, arriesgándose a un rechazo fulminante, a una mirada cargada de desprecio, pero en su lugar, Brianna cerró los ojos, tomó aire y respiró tranquila, dejando que el tacto del Soldado nublase su mente. Avanzó despacio, recorriendo lentamente sus brazos, erizando su piel hasta llegar a sus mejillas.

No sabía cuánto tiempo le quedaba a su lado, el número de días, horas o minutos para que esa locura llegase a su fin. No sabía si volvería a verla, ni mucho menos si alguna vez en su miserable vida lograría volver a sentirse tan vivo y pleno como en ese instante. Lo único que tenía claro es que si esa iba a ser la última vez, iba a aprovecharla al máximo.

Deseaba recorrer cada centímetro de su piel, grabar en su memoria desde la primera hasta la última caricia, todos y cada uno de sus gemidos llenos de placer.

Besó sus labios, encontró paz.

Brianna se había vuelto su hogar, su sitio seguro, y mantenerse lejos de ella una tortura constante, soportar la imperiosa necesidad de tocarla, de besarla, superaba con creces cualquier herida del pasado, y aquello le asustaba.

Las manos de Brianna subieron hasta sus hombros, viajando por sus curvas, deshaciéndose de la tensión de sus músculos hasta llegar a su cuello, acariciarlo, e intensificar las caricias de sus labios sobre los suyos.

Era inexplicable, el poder que ella tenía sobre su cuerpo, sobre sus instintos, capaz de desatar sus necesidades más primarias con solo acariciar su cuello vagamente.

Apretó su cintura, pegando su pecho al suyo, empujándola hasta que su espalda chocó contra el colchón. Siguió besándola, embriagado por el dulce sabor de sus labios, rendido ante las caricias que sus manos dejaban sobre su piel, disfrutando de ese cosquilleo tan agradable que solo ella parecía capaz de conseguir en él.

Buscó más, sentir cómo se deshacía entre sus manos, escuchar sus gemidos, su respiración ahogada, calmar la desesperación de su ser. Lentamente se hizo paso entre sus piernas, rozando su pierna sobre su centro apenas cubierto hasta que consiguió arrancar un gemido.

Notó su humedad, su calor, no quiso esperar ni un segundo más. La desnudó con impaciencia, admirando su figura debajo de él, preciosa y sonrojada, dispuesta a dejarse llevar por lo que verdaderamente quería.

Recorrió cada centímetro entre besos húmedos, marcando su cuello, sus pechos suaves y turgentes, hasta que llegó a su vientre. Arrodillado al borde de la cama el Soldado disfrutó de su centro, convirtiendo a Brianna en una amasijo de jadeos y gemidos desesperados. Sostuvo sus piernas abiertas acariciándola con su lengua caliente y mojada, saboreando cada gota de su excitación hasta que su cuerpo explotó placenteramente.

Regresó a sus brazos, perdiéndose en su mirada clara y brillante. Ya nada parecía tener sentido, su venganza, su libertad, nada importaba en ese momento. Tiró de ella, acercándola más a él, afirmando sus muslos alrededor de su cadera, conteniendo el aire antes de entrar en ella. Gruñó al sentirla, terriblemente húmeda y caliente, tan excitada que el Soldado perdió el control, entrando y saliendo de su interior apretado con fuerza, debilitándose con sus gritos y lloriqueos.

Giró quedándose debajo, sumiso ante ella, a la voluntad de su magnifico cuerpo, derritiéndose con el vaivén de sus caderas sobre su erección, con sus pechos rebotando ante sus ojos.

Estaban cerca, ambos podían sentirlo. La desesperación se apoderaba de ellos, tanto que el Soldado la encerró entre sus brazos, pegando su pecho sudoroso al suyo, aferrándose a ella como si su existencia dependiese de ello. Brianna chilló, tembló, abrazó su espalda desesperada deshaciéndose sobre él, respirando agitada sobre su cuello sintiendo cómo él se liberaba en su interior.

Se miraron en silencio, aún siendo uno, admirando el brillo que la luz de la luna reflejaba en sus cuerpos sudorosos y agotados.

— Yo... — Brianna balbuceó.

— No... — la realidad amenazaba con volver, sin embargo, no estaba preparado para acabar con esa burbuja de placer.

Solo un poco más.





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