
33. » Día 134
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— Vamos... — sonrió sarcástico — no me obligues a sacarte de una forma poco educada... — advirtió recargándose en la puerta, dejando una mano estirada.
— ¿Todo este tiempo estabas siendo educado? — Brianna fingió sorpresa solo para molestar al Soldado.
— Brianna... — suspiró perdiendo la paciencia.
— Mercenario... — repitió tratando de imitar el tono de su voz.
— Bien — soltó los brazos — Si quieres quedarte aquí encerrada tú misma — pero no cerró la puerta, ni mucho menos se alejó.
— Alguien tendrá que encargarse de cuidar este fantástico vehículo robado, tus crímenes siguen aumentando, empiezo a pensar que tienes un extraño fetiche con hacer cosas ilegales — ladeó la cabeza mirándolo con burla, molestándolo aún más.
— Qué graciosa... — forzó una mueca antes de cerrar la puerta de golpe.
Sin embargo, no fue capaz de dejarla ahí. El tiempo le había enseñado que Brianna era mucho más inteligente de lo que él pensaba, nada podía asegurarle que eso no era otro de sus intentos de fuga.
— Cambio de planes, vienes conmigo y no es una pregunta — habló rápido, sin darle la más mínima oportunidad a rechistar, cargándola sobre su hombro izquierdo.
— ¿Podrías dejar de manosearme? — preguntó pellizcándolo, pataleando por encontrar el suelo.
— Si te suelto, te caes de cara... — bufó soltando levemente su agarre.
— Prefiero esa opción — replicó revolviéndose, atrapada por su enorme brazo de metal.
— Acabas con mi paciencia... — suspiró cansado, dejándola de pie en el suelo.
— Gracias, conozco el camino — dijo colocándose la ropa, antes de caminar hacia la cafetería de esa desolada estación de servicio en medio de la absoluta nada.
El Soldado echó la cabeza para atrás y respiró hondo. Medio minuto cerca de su figura y su cuerpo parecía arder. Agitó la cabeza y caminó detrás de ella.
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— ¿Qué es esto? — preguntó observando el plato que una amable camarera había colocado sobre la mesa.
— Waffles — respondió sin más.
— ¿Y qué es un waffle? — lo inspeccionó levemente.
— ¿Nunca has probado un waffle? — su tono fue de sorpresa, aunque tenía que admitir que él tampoco recordaba la última vez que comió algo parecido.
— ¿Tengo pinta de haber probado algo como esto alguna vez? — Brianna se cruzó de brazos, recelosa a probar la comida por muy buena pinta que tuviese.
— No es algo muy difícil de conseguir — dijo antes de llevarse el tenedor a la boca y recordar un sabor que hacía décadas no disfrutaba.
— Dentro de una base militarizada sí — murmuró tomando la taza humeante a su derecha.
— ¿Y fuera de ella? — por algún motivo siguió hablando, como si saber más de ella fuese algo interesante para él.
— Bueno... — Brianna sopló su café — Lo máximo a lo que he llegado ha sido a dar varias vueltas alrededor del complejo, así que no puedo contestar a esa pregunta — dio un sorbo tratando de disolver el nudo incómodo de su garganta.
Ambos guardaron silencio. El Soldado comió deprisa, Brianna se dedicó a beber su café, dejando su plato olvidado e intacto.
Rendido acercó el plato de Brianna hacia el, apartó los waffles hacia la derecha y en el lado izquierdo vertió una pequeña cantidad de sirope para después cortar un trozo y sujetarlo con el tenedor.
ー ¿Con sirope o sin sirope? ー preguntó captando la atención de la joven y a juzgar por su expresión, desconcertándola.
ー ¿Qué estás haciendo? ー lo miró sin entender.
ー Una función básica para cualquier ser humano, pero aparentemente para ti es más compleja, ¿tienes algún problema psicomotor que te impida usar los cubiertos? ー frunció el ceño observándola, viendo el enfado en sus ojos verdes ー Abre la boca ー ordenó sosteniendo su mirada desafiante.
Pensó en resistirse y negarse por el simple placer de irritarlo, sin embargo, la verdad era que tenía hambre. Aceptó el bocado no sin antes rodar los ojos y mirarlo con desgana.
Comió despacio, manteniendo esa manía extraña que tenía de separar los alimentos entre sí, y bajo la atenta mirada del Soldado que no podía evitar sentir cierta calidez al verla disfrutar de algo tan, a simple vista, normal.
ー ¿Fuiste sincera? ー habló cabizbajo, removiendo el contenido de su taza, como si no mirarla a los ojos fuese a hacer más sencilla esa conversación.
ー ¿Con qué? ー Brianna sabía a qué se refería, pero optó por retrasar el tema unos segundos.
ー Con respecto a no poder tener hijos ー finalmente alzó la mirada. Brianna se revolvió incómoda y cruzó los brazos sobre su pecho buscando protección ー ¿es cierto o una mentira más?
ー ¿Por qué iba a mentir con eso? ー intentó sonar indiferente.
ー Porque apenas tienes dieciocho años... ー murmuró apretando la mandíbula, dando un sorbo a su café.
ー ¿Y eso te sorprende? ー rió ácidamente, dejando que un poco de su dolor saliese a flote ー Fue a los dieciséis, un mes después de mi cumpleaños ー el Soldado apretó los puños debajo de la mesa ー Entras en una sala, te duermen y para cuando despiertas ya está todo hecho, es sencillo y efectivo... ー su mirada se perdió por un instante, volviendo al pasado.
ー Cuando nos conocimos, me mentiste ー trató de alejarla del abismo al que su mente se acercaba.
ー Solo trataba de escapar ー movió los hombros con desdén ー Supuse que a cualquiera le conmovería algo como eso, y me equivoqué. De acuerdo, fin del tema. Iré al servicio ー dijo evasiva.
ー Saldré a fumar, tienes cinco minutos ー advirtió viendo cómo ella se alejaba a paso ligero.
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Suspiró frente al lavabo, obligándose a dejar ese tema atrás, a esconderlo en algún punto remoto de su interior y pretender que no le importaba, a autoconvencerse de que eso era lo mejor, una preocupación menos...
Sacudió la cabeza huyendo de sí misma y al mismo tiempo notando la tensión de su cuello. Estaba claro que una semana de caminata por la desolada y gélida Siberia, cuatro días en un portacontenedores ilegal, y ahora, un vehículo robado, se alejaba considerablemente de lo que ella consideraba normal. Su vida se había vuelto un absoluto caos y tenía que admitir que había cierta diversión en todo eso.
Observó su rostro antes de salir, aunque fue algo totalmente inesperado lo que captó su atención. El reflejo de una ventana que apuntaba a la parte trasera de esa estación de servicio y en el centro del marco, una cabina telefónica.
La idea de saltar por esa minúscula ventana, correr los cien metros escasos que la separaban de esa cabina y marcar los tres dígitos de la policía, se hacía mas tentadora con cada segundo que pasaba.
Solo tenía que saltar, correr, marcar y esperar a que alguien llegase a salvarla, todo eso en menos de cinco minutos, antes de que el Soldado se diese cuenta de su plan maestro.
— Maldita sea ー gruñó en ruso, su plan perfecto tenía un ligero inconveniente, no tenía ni una sola moneda.
Era demasiado bueno para ser cierto.
Salió del baño molesta con su mala suerte, aunque su opinión cambió cuando en una de las mesas consiguió ver un par de monedas que probablemente eran una propina para la amable camarera.
Sabía que estaba mal, que no era lo correcto, pero también sabía que si dejaba escapar esa oportunidad se arrepentiría. El universo estaba jugando a su favor y no podía rechazarlo.
Brianna tomó las monedas.
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Dio una última calada, dejando que el humo quemase sus pulmones para luego expulsarlo lentamente y arrojar la colilla al suelo. Respiró hondo, tomó un segundo cigarro, lo llevó a sus labios y dio una calada profunda encontrando paz al hacerlo.
Fumar se había convertido en su vía de escape, su forma de apaciguar mínimamente la ansiedad con la que convivía a todas horas. La nicotina y Brianna era lo único que lograban darle relativa estabilidad.
"Tienes cinco minutos."
Pero ya habían pasado más de siete minutos.
— Mierda — entró corriendo a buscarla. Sin pensarlo dos veces irrumpió en el baño de mujeres e inspeccionó cubículo por cubículo sin importarle los riesgos que aquello podía representar. Brianna no estaba, su libertad se tambaleaba y la rabia inundaba su cuerpo. Furioso golpeó una de las puertas.
Trató de calmarse, de encontrar alguna solución. Cómo había podido ser tan idiota. Jadeó sintiendo un pinchazo en el pecho, un escozor solo equiparable con el de una bala rasgando su piel.
— ¿Qué...? — murmuró cuando por fin sus ojos se centraron en la minúscula ventana del baño — Maldita loca del demonio — gruñó al verla correr por el aparcamiento. Salió tras ella como si su vida dependiese de aquello.
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Llegó agitada, luchando por ignorar el dolor de su tobillo derecho. Escapar por una ventana sin ningún tipo de ayuda no resultó tan sencillo como pensó.
— Bien... no tengo ni idea de cómo funcionas, aunque asumo que no tiene que ser muy difícil — murmuró jadeante.
Solo eran tres dígitos, una frase corta pidiendo socorro y la pesadilla acabaría. Apretó las manos, tomó aire y marcó el primer número.
No llegó a marcar el segundo.
El Soldado llegó sin hacer el más mínimo ruido, completamente de imprevisto, pero con una furia descomunal. La encerró entre sus brazos, sorprendiéndola, dejándola sin respiración por un instante, y la arrastró con él hacia una puerta gris. No estaba dispuesto a dejar que nadie escuchase sus gritos.
— ¡¿Acaso estás mal de la cabeza?! — chilló una vez dentro de ese pequeño cuarto de limpieza, soltándola de golpe.
— ¡Oh, perdona por querer escapar de un jodido secuestro a manos del jodido Soldado de Invierno! — gritó enfurecida, sin importarle las consecuencias. Brianna tenía el control, él la necesitaba viva, de eso estaba segura.
— Dame un motivo por el que no acabar contigo ahora mismo — murmuró apretando la mandíbula, al tiempo que enredaba su mano alrededor del cuello de Brianna, empujándola hasta que su espalda chocó con un armario metálico.
— Yo que tú lo haría, porque ten por seguro que volveré a intentarlo — replicó desafiante, sin apartar la mirada, a tan solo un par de centímetros de su rostro, tan cerca de su cuerpo que pudo sentir su calor sobre su propia piel.
— Si pudiese me libraría de ti... — susurró débil, dejándose envolver por el embriagador efecto de tenerla tan cerca, de sentir su respiración nerviosa, del olor de su piel.
— Sin embargo, no puedes... — musitó despacio, tratando de calmar el cosquilleo inquieto que recorría cada fibra de su ser.
— Lo sé... — tragó con dificultad, debatiéndose entre ceder a sus instintos más bajos o dar un paso atrás y alejarse.
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