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30. » Día 120

𝟢𝟨 . 𝟢𝟣 . 𝟤𝟢𝟣𝟧

Apoyó las manos sobre la encimera de la cocina y miró los platos que tenía en frente, la comida aún humeaba, el vapor ascendía lentamente perdiéndose en el aire. Contó mentalmente, retrasando el momento de salir de la cocina, de sentarse frente a ella y fingir que su existencia no revolvía su conciencia.

La observó desde el pasillo, sentada en aquella silla, un codo sobre la mesa y su mejilla apoyada sobre su puño mientras jugaba aleatoriamente con el dobladillo de su sudadera. Caminó despacio, inútilmente tratando de pasar desapercibido, pero ahí estaba, su mirada seria y apagada.

― Gracias... ― susurró mirando la comida. Brianna suspiró, luchar contra el nudo que invadía su garganta iba a ser más complicado de lo que parecía.

Empezaron a cenar, o eso fingían hacer. Reinaba el silencio, el sonido de sus respiraciones apenas era perceptible y lo único que se escuchaba de fondo era el ruido de los cubiertos golpeando el fondo de unos platos que no parecían tener fin.

Callada y ausente Brianna se dedicaba a marear la comida, a moverla de lado a lado con un tenedor que nunca llegaba a encontrarse con sus labios. Estaba perdida, desorientada en los recovecos de su propia conciencia. Una conciencia que parecía dispuesta a fulminar cualquier espejismo de paz que pudiese hallar en ese encierro tortuoso, una voz que siempre estaba ahí para recordarle quién era y qué ansiaba por encima de todo y de todos.


"Libertad"


Aquella palabra retumbaba por su cabeza, las sílabas rebotaban de lado a lado, dejando un eco repetitivo a su paso. Una vez más su cabeza se sumía en el mismo bucle infernal. Bufó cansada, pensando cuántas veces tenía que pasar por el mismo conflicto interno hasta que su mente se diese por vencida, cuántas veces tenía que aguantar esa diminuta voz que la forzaba, otra maldita vez, a escapar.


"Cinco, cuatro, tres, dos, uno...y... fin. Buenas noches Dev..."



"Fue tu puta culpa Brianna..."


Replicó internamente, culpándose a sí misma, culpando a esa cuenta atrás con la que su subconsciente decidió reaccionar.

Lo supo en cuanto terminó de contar, no aguantaría otro año así, ni la idea de vivir encerrada por siempre era algo que estuviese dispuesta a aceptar por mucho que se obligase a hacerlo. Llevaba días posponiéndolo, la escalofriante tarea de planear una vez más cómo escapar del mismísimo infierno, porque por más imposible que pareciese, por más que el mundo conspirase en su contra, Brianna se negaba a rendirse, se negaba a admitir que ese iba a ser su destino y que no había forma de cambiarlo. Se negaba a aceptar que su vida se consumiría dentro de esas cuatro paredes...

Todo sería mucho más fácil si cada ápice de esperanza que albergaba en su interior se esfumase, pero era imposible,


"... porque después cada tormenta siempre sale el sol..."


» 2010

― ¡Señorita Pierce! ― habló una voz sobresaltándola, haciendo que los alicates que estaba utilizando se escurriesen de sus manos.

― ¡Blyad'! ― gritó sin poder contenerlo ― Perdón... m-me has asustado ― se disculpó recogiendo torpemente su herramienta del suelo.

― Le diré a tu padre que eres una malhablada ― siguió burlándose de ella, entrando en aquel laboratorio en el que esa adolescente llevaba horas encerrada.

― Solo ha sido una pequeña palabra... ― susurró mirándolo con ojos tiernos.

― ¡ahhhggg! No me mires así Medusa ― espetó cubriéndose los ojos, provocando que Brianna rodase los ojos y riese levemente ― ¿Se puede saber qué estás haciendo aquí? Son las cuatro de la mañana ― Smirnov se cruzó de brazos.

― No me digas que la edad te está dejando ciego... aquí tienes la magnífica razón ― Brianna señaló al proyecto que ocupaba gran parte de la mesa.

― Pensé que ese tipo de proyecto era de alguien más avanzado... ¿No se supone que es en grupo? ― preguntó interesado, sentándose en frente de Brianna.

― Se supone, pero papá dice que puedo hacerlo sola perfectamente ― sonrió de lado, estresada y agotada a partes iguales. Smirnov negó mordiéndose la lengua ― aunque ahora lo único que me apetece es abrir esa ventana y lanzarlo... y luego tirarme yo...

―...Y ahora es cuando dices que es una broma ― habló mirándola fijamente, regañándola con la mirada.

―Claro que lo es, con la distancia que hay desde aquí hasta el suelo... de acuerdo, ya paro ― Brianna rió con la mirada desaprobadora de Smirnov ― ¿Qué haces aquí? Es tarde ― habló mientras seguía trabajando.

― Hoy tenía guardia ― respondió observándola, viendo como Brianna fruncía el ceño, un gesto que era idéntico a...

― ¿Y no deberías de irte a la cama? ― bostezó al final de su pregunta.

― Debería, pero no tengo sueño ― mintió ― Tal vez podría quedarme un rato y ayudarte ― mencionó distraído.

― ¿Lo harías? ― Brianna lo miró esperanzada.

― Claro ― sentenció antes de ponerse manos a la obra.


― ¡Sí! ― gritó ilusionada, alzando los brazos ― Terminé... ― jadeó dejándose caer en la mesa ― Gracias, de verdad, sin tu ayuda no hubiese podido acabarlo.

― Tienes más capacidades de las que crees Brianna, créeme ― señaló mirándola con una cálida sonrisa.

― Lo dudo, antes de que entraras por esa puerta lo único en lo que podía pensar era en rendirme ― confesó levantándose para arreglar el desorden de la mesa.

― Brianna― llamó su atención ― recuerda esto, mantén en tu memoria esta noche, este proyecto, y cada vez que sientas la necesidad de rendirte, piensa... piensa que después de cada tormenta siempre sale el sol ― señaló a la mesa.

― Vaya... ¿de qué libro romántico y cursi has sacado eso? ― Brianna preguntó riendo.

― Búrlate todo lo que quieras ―Smirnov rió con ella ― pero puede que algún día necesites recordar esa frase y sobre todo, creer en ella.


Brianna escapó de sus recuerdos, de aquella frase que un día consideró cursi y carente de sentido, y que ahora, atrapada en una tormenta constante, lo único que esperaba era volver a ver el Sol.

Alzó la mirada encontrándose con el hombre ausente y distante con el que compartía espacio, el mismo que había sentenciado su vida y su futuro.


"Desearía poder meterme en tu cabeza y saber qué es lo que planeas..."


Pensó observándolo fijamente, sin decir nada, inconsciente de como sus pupilas se dilataban al hacerlo.


"Tienes que salir de mi cabeza..."


El Soldado murmuró para sus adentros, sin embargo, por más que lo intentase Brianna siempre lograba adentrarse en su cabeza, como un fantasma dispuesto a atormentarlo. Un fantasma con el pelo recogido en un moño desordenado, con las mejillas rojas por el frío y una mirada que parecía querer adentrarse en su interior...

Carraspeó poniéndose en pie, llevándose el plato que el mismo había traído prácticamente intacto.

― Yo también he terminado ― murmuró apartando el plato.

― Tiene más comida que cuando lo traje ― señaló con desdén.

― Lo mismo que el tuyo ― replicó ganándose un bufido por parte del Soldado.

Suspiró cerrando los ojos, dándose unos segundos de falsa tranquilidad antes de volver a sumergir la cabeza en un océano de ideas cada una más inverosímil que la anterior y con suerte, encontrar la forma de salir de ahí y finalmente construir su propio destino.

Un destino en el que él no existía, en el que no volvería a verlo nunca más, y en el que jamás volvería a escuchar su voz...

Su pecho se apretó cortándole la respiración y un escalofrío helado recorrió su cuerpo. Brianna reaccionó de golpe.


"Solo es miedo"


Quería hacerlo, autoconcenverse y culpar al miedo, pero en el fondo lo sabía, sabía que no era miedo, ni pánico, tampoco terror. Lo conocía en todas sus formas y variantes, en cada expresión posible, aquello era distinto, totalmente distinto...

Escuchó sus pasos, su figura fornida pasando por detrás hasta colocarse a los pies de la chimenea. Se giró contemplando su espalda, el movimiento de sus brazos mientras avivaba el fuego con más leña.


"No te engañes Brianna, no le temes... hace mucho que no lo haces..."


Agitó la cabeza poniéndose en pie, huyendo de las palabras de su yo interior y escabulléndose hasta su habitación, sin embargo, sus pies solo fueron capaces de dar un par de pasos.

Caminó decidida, siguiendo un impulso para el que ni ella misma encontraba una explicación.

Llegó hasta él sin decir nada, tomo el trozo de leña que el Soldado tenía entre las manos y lo lanzó sin importarle donde.

― ¿Q-... ― abrió la boca para preguntar, pero antes de que pudiese decir algo tenía las manos de Brianna sobre sus mejillas y sus labios sobre los suyos.

No lo dudó ni una sola milésima de segundo, atrapó la cintura de Brianna entre sus manos apretándola contra su cuerpo, siguiendo aquellos labios en los que no había podido dejar de pensar desde la última vez.

Extrañaba su olor, extrañaba el tacto de sus manos sobre su piel, y por mucho que se rehusase a admitirlo, extrañaba todo lo que sentía cuando estaba con ella. La emoción en cada poro de su piel, ese cosquilleo intenso y embriagador que era la antesala a una explosión de endorfinas y sensaciones tan intensas que lograban empujarlo lejos de la realidad oscura y hostil en la que vivía.

Jadeó entre sus labios, cada centímetro de su cuerpo rendido ante ella. No había vuelta atrás, estaba perdido, completamente atrapado en una atmósfera de placer y excitación a la que era incapaz de resistirse.

Brianna pasó sus manos por el cuello del Soldado, rodeó sus hombros y los acarició como nadie más sabía hacer, y él en respuesta intensificó aquel beso lleno de necesidad. La alzó sobre su cadera con un solo movimiento, sujetando sus piernas que rápidamente lo rodearon como si alguna parte de Brianna tuviese miedo de dejarlo ir.

Un par de zancadas y llegó a ese viejo sofá donde disfrutó de su figura por primera vez, donde sin saberlo se adueñó de una parte de su alma, donde inconscientemente borró una herida con la que ella tuvo que cargar durante demasiado tiempo.

Gimió deslizando sus pequeñas manos por debajo de la camiseta del Soldado, deshaciéndose de ella. Brianna buscaba su piel, su calor, buscaba ese torbellino eléctrico con el que lograba sentirse viva.

Volvió a dejarla desnuda, a recorrer su cuerpo lentamente mientras apartaba cada prenda que la ocultaba, decorando el suelo con su ropa. Se acercó a su cuerpo, listo para él, caliente y ardiente, solo para él. Terminó de desvestirse, bajando sus pantalones, atropellando su ropa interior por el camino.

Sintió sus ojos sobre su desnudez, brillantes, con las pupilas dilatadas. Observó el sube y baja de su pecho luchando contra la desesperación. Vio sus labios entreabiertos como si estuviese a punto de pronunciar una súplica exasperada.

Represó a ella, a encontrase frente a frente con la única persona que había sido capaz de devolverle algo de aquella humanidad que le fue arrebatada. Parpadeó mirándola, colocando una mano sobre su mejilla, enredando sus dedos metálicos en su cabello castaño. Su corazón latía desbocado, cada músculo del su anatomía estaba tenso, ansiosos por liberarse de la forma más placentera posible. Acarició sus labios entreabiertos, quería besarla, callar sus propios jadeos, y así lo hizo, sus labios devoraron los suyos, sus cuerpos por fin fueron uno.

Perdieron el control, sus caderas chocaban como si se odiasen, sus manos viajan acariciando cada centímetro de sus cuerpos agitados y sudorosos.

Era adictivo tenerla debajo de él, verse atrapado entre sus piernas, sentir la presión de sus muslos sobre su cadera, la humedad de su interior empapando su erección, escuchar sus gemidos y gritos llenos de placer. Quería disfrutar de ella, en su máximo esplendor, todo lo posible, ser el dueño de su placer.

Persiguió su orgasmo como si fuese el suyo, jugando con su punto más sensible hasta que Brianna no pudo más, hasta que su cuerpo explotó con un dulce lloriqueo. Brianna lo rodeó, se aferró a su espalda, arañó su piel marcada por el pasado y él se dejó llevar como nunca antes había hecho.

― Brianna... ― su nombre escapó de sus labios mientras su cuerpo se tensaba deshaciéndose entre sus brazos.


"Brianna"


El Soldado había pronunciado su nombre, un susurro suave y cálido que lo arruinó todo. Había conseguido olvidarse de todo, de quién era, del encierro, y hasta de su nombre, pero ahora su cuerpo se calmada, su piel se enfriaba y la realidad volvía de golpe.

Tragó hondo, llegaba el desconcierto, el no saber cómo reaccionar o qué decir. Sus respiraciones seguían agitadas, el silencio volvió a apoderarse de ambos. El Soldado pasó una mano por su cabello y con un nudo en la garganta habló.

― Toma ― murmuró recogiendo su ropa del suelo, rompiendo el silencio con su voz ausente y fría.

Brianna huyó, encerrándose dentro de esas cuatro paredes a las que llamaba habitación.


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Tomó aire, inundó sus pulmones con el aire helado de la noche y dejó que el frío liberase la presión de su pecho.

― ¿Qué coño estás haciendo Bucky? ― se recriminó a sí mismo ― Estás perdido... ― murmuró sincero, con un hilo de voz.

Encendió un cigarro, lo necesitaba para combatir la ansiedad que amenazaba con destruirlo una vez más.


"Cinco, cuatro, tres, dos, uno...y... fin. Buenas noches Dev..."


Ahí estaba, la realidad persiguiéndolo una vez más, golpeando su conciencia.

No había sido consciente del paso del tiempo hasta aquel momento. Semanas, meses encerrado, aferrándose a una falsa sensación de libertad. Sonrió tristemente, su tormento continuaba, de nada le había servido escapar de HYDRA y despertar de su control.

Se sintió débil, derrotado, atrapado como un animal frágil e indefenso, ¿dónde quedó la rabia, el odio que lo impulsó a poner un pie fuera de la base? ¿dónde quedó su sed insaciable de venganza?

Lo había olvidado por completo, sus planes, el sueño irreal en el que la pesadilla finalmente terminaba, tal vez, lo mejor hubiese sido acabar consigo mismo. Lo pensó cientos de veces, con cada pesadilla, con cada recuerdo horripilante, sin embargo, nunca pudo hacerlo.

Y es entonces cuando la verdad sacude su mente, cuando finalmente es consciente de la realidad. Esa chica, esa mujer a la que juró odiar con todas sus fuerzas se había convertido en su salvavidas. Un salvavidas para alguien cuya existencia parecía un océano en plena tempestad, lo fue desde el primer segundo, un tropiezo en su camino, un motivo por el que seguir respirando, aunque ese motivo fuese simple y terrorífica venganza.

Un salvavidas que tenía que llegar a su fin...


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Parpadeó lentamente, abrazándose a su almohada, preparándose mentalmente para la ola de reclamos y reproches que su mente tenia para ella.

No tenía explicación para lo que acababa de pasar, cómo diantres había sido capaz de ceder ante sus instintos más bajos y acostarse con él, con un monstruo, con su verdugo.
Debería de haber sentido miedo, de él, del frío del metal con el que había recorrido su cuerpo, y no lo tuvo, ni un solo instante tuvo miedo.

Todo eso estaba nublando su parte más lógica, desplazando y suprimiendo sus valores, sus principios éticos. No podía volver a hacerlo, acostarse con él no fue más que un error en el que jamás volvería a caer.

El Soldado abrió  aquel cajón en el que encerraba parte de sus pensamientos y leyó una vez más ese recorte de periódico, su nombre y su cabeza acompañados de una gran cifra como recompensa. Tenía que tomar una decisión, ser libre o esperar a que el mundo lo ejecutara sin piedad.

La observó desde la puerta, tapada hasta la nariz. Brianna dormía ajena a la presencia del Soldado, ajena a la decisión que había tomado para su futuro y el de ella.


"Eres tú o yo, todo lo que hizo tu padre o yo. No puedo pagar por eso. Tiene que ser así. Adiós Brianna Pierce..."


Cerró la puerta con cuidado, dejando que la chica que fingía dormir recuperase el aliento.


"Aléjate de él Brianna, sabes quien es, todo lo que ha hecho. Aléjate, porque te atrapará y acabará contigo. Tiene que ser así."




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