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29. » Día 114


𝟥𝟣 . 𝟣𝟤 . 𝟤𝟢𝟣𝟦

Resopló tomado asiento, aceptando su odiado destino, aquel que lo obligaba a permanecer sentado y aburrido en aquella silla por las próximas horas, con el miedo a ser descubierto como único acompañante.

Vivía esclavo de ese miedo, de esa gélida sensación atormentándolo, persiguiendo su existencia cada vez que salía al exterior, aquella sensación que cada día parecía ser más fuerte como un escalofrío constante capaz de erizar hasta el ultimo milímetro de su cuerpo. Era como si en el fondo lo supiese, la inevitable llegada de aquel tétrico final que el mundo tenía planeado para él, aquel donde todo acababa de un abrir y cerrar de ojos, donde volvía a ser un prisionero, donde... jamás volvería a verla.

Agitó la cabeza huyendo de su futura realidad, enfocando la vista en el marcador que tenia a pocos metros, maldiciendo aquel aparato una vez más y la situación que lo había forzado a abandonar la cómoda y relativa paz que había logrado en los últimos días, pero el mundo parecía divertirse con su desgracia.

Así que ahí estaba, sentado y agobiado, viendo como su ropa daba vueltas dentro de aquella lavadora.

― Por fin... ― espetó levándose perezosamente, estirándose mientras caminaba sin ilusión hasta la lavadora para después enfrentarse a esa estúpida secadora que parecía querer dejar de funcionar el cualquier momento.


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Salió deprisa, evitando el reflejo de su cuerpo desnudo en el espejo, cubriéndose con una toalla lo más rápido que pudo, y una vez más, adentrándose en aquella carrera frenética por esconder su cuerpo bajo la tela, persiguiendo una falsa sensación de seguridad y protección.

Corrió por el pasillo, dejando un rastro de pisadas húmedas y pequeñas detrás de sí.

― No... ― murmuró viendo la mesa donde solía dejar su ropa ahora completamente vacía ― Mierda... ― susurró nerviosa, notando como sus ojos de aguaban.

Odiaba su desnudez, odiaba su piel expuesta, el interminable recuerdo de sus torturas, de un pasado que continuamente trataba de enterrar en algún punto recóndito de sí misma. Tristemente afianzada a la idea de que esa era la mejor forma de mantenerse a flote, de sobrevivir y olvidar que no había punto en su figura que no hubiese albergado golpes, caídas, heridas...

Reaccionó al escuchar el ruido de la cerradura, escondiéndose rápidamente detrás de la puerta de su habitación.

Lo vio entrar, la figura fuerte y robusta del Soldado atravesando el marco de la puerta en completo silencio, y solo necesitó un par de segundos para darse cuenta, para notar su tensión, su molestia.

Se quitó los guantes con desprecio, lanzándolos al fondo de uno de los cajones como si llevarlos quemase su piel.

― ¿Tienes hambre? ― preguntó ausente, prácticamente ignorando su existencia, revolviendo entre las bolsas y sacando su ropa.

― No... ― Brianna contestó despacio, ni siquiera sabia qué hora era. Lo único que quería era su ropa, su pequeño y frágil campo de protección.

― Prepararé algo ― murmuró frió, esquivo, como si no se atreviese a mirarla a los ojos.



"Deja de pensar tonterías Brianna..."


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Respiró hondo, sabía perfectamente qué día era. Rió internamente, viendo como todos y cada uno de sus sueños simplemente se quedaron en eso, en sueños de una prisionera ansiosa de libertad.

Se imaginó a sí misma en alguna ciudad del mundo, recorriendo las calles sin sentirse vigilada, sintiendo la brisa invernal en sus mejillas y no a través de una ventana blindada. Se imaginó encontrando su propia felicidad, construyendo su propio destino, sin embargo, nada de lo que deseó se hizo realidad, ni lo sería jamas.

― Es tarde ¿acaso no piensas cenar? ― la voz del Soldado la apartó del enorme pozo de tristeza y desesperación en el que estaba a punto de caer. Lo observó, apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados y tan esquivo como antes.

― Ahora voy... ― musitó despacio, ganándose un simple gesto con la cabeza.

Cenaron en el más absoluto silencio, frente a frente. Solo a una mesa de distancia, pero en ese instante parecía que un universo entero había decido situarse entre ellos.

― ¿Sabes qué día es hoy? ― Brianna preguntó despacio, con la vista enfocada en su plato ya vacío.

― Sorpréndeme... ― dijo con desgana, revolviendo los restos de comida con el tenedor.

― Hoy es Fin de Año... ― se sintió tonta al contestar, al tratar de entablar conversación con una persona que estaba más que claro que no quería dirigirle la palabra, y no lo entendía, el motivo de su silencio, y mucho menos entendía porqué aquello le importaba. Pensó en levantarse, en meterse en la cama y esperar a que las ultimas horas del año se consumieran, sin embargo, él decidió alzar la cabeza, y ahí estaba, una mirada, los ojos azules del Soldado mirándola por primera vez en el día.

― Supongo que este no es el Fin de Año al que estás acostumbrada ― replicó irónico, desviando la mirada una vez más, incapaz de aguantar los ojos verdes de Brianna más de tres segundos seguidos.

― Es mejor... ― dijo sincera, tan honesta con él y con su propio yo que sintió un nudo en la garganta ― Quiero decir ― se revolvió incómoda en la silla ― no es muy distinto de lo que solía hacer en la base, siempre... pasaba las últimas horas del año sola ― su mente viajó al pasado, a todas esas noches encerrada en su habitación mirando por una ventana blindada, con un bol de uvas entre las manos mientras pronunciaba una tímida auto felicitación.

― Alguna vez tuvo que ser... diferente ― pensó en voz alta. Reviviendo el último Fin de Año que era capaz de recordar.

― Solo una vez ― Brianna subió los pies, apoyándolos en el borde de la silla ― Escuché una conversación ― sonrió nerviosa ― sin querer ― añadió con rapidez ― eran dos agentes, pero parecían dos niños compartiendo el escondite secreto de unas gominolas ― sonrió mostrando los dientes ― resulta que el pueblo más cercano iba a llevar a cabo un pequeño espectáculo con fuegos artificiales... justo a las doce de la noche ― Brianna volvió a ese instante, a la emoción que sintió al escuchar esa conversación ― y al parecer todo el mundo pensaba escaparse para verlo...

― ¿Así que te escapaste? ― el Soldado la observó con curiosidad, tomando una postura cómoda y relajada.

― No ― rió negando con la cabeza ― Aquel año tuve el gran presentimiento de que mi padre aparecería... así que no... no me atreví a... atravesar la puerta ― formó una línea con los labios para luego soltar todo el aire de sus pulmones ― pero no apareció así que me tocó ver los fuegos artificiales desde mi ventana y fue... fue precioso... ― sus ojos brillaron con intensidad, porque a pesar de su soledad, aquella noche Brianna fue feliz ― ¿y tú? ¿recuerdas tu mejor Fin de Año? ― preguntó apoyando una mejilla sobre sus rodillas mientras abrazaba sus piernas.

― Yo... ― su respiración se cortó por un instante, lo recordaba, aunque no entendiese cómo ni porqué. Un recuerdo plagado de detalles, como una película proyectada ante sus ojos ― No, nada especial ― mintió. No estaba preparado para adentrarse en ese lugar de su memoria, ni para hablar de aquel muchacho rubio y delgaducho que siempre parecía estar a su lado. Tenía dudas, preguntas, una nube de confusión constante.

― Cinco, cuatro, tres, dos, uno... ― Brianna contó siguiendo el reloj de la pared ― y... fin. Buenas noches Dev... ― sonrió tímidamente antes de levantarse y dejarlo solo.



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Pasó una mano por su cara, enredando su cabello castaño entre sus dedos metálicos, finalmente se enfrentaba a aquello había estado atormentándolo durante horas. Cerró los ojos escapando una ultima vez, pero ahí estaba, hiciese lo que hiciese, persiguiéndolo sin tregua. Juntó las manos apoyándolas sobre la frente, los codos a ambos lados de ese recorte de periódico que encontró enterrado en la nieve.


"SE BUSCA ― EL SOLDADO DE INVIERNO"


Tomó el recorte entre sus manos leyéndolo una vez más, su fotografía ocupaba gran parte del papel, el llamativo título en rojo hacía que ignorarlo fuese prácticamente imposible y junto a su nombre se hallaba una fuerte cantidad de dinero.

Tragó con dificultad, sabía que no era libre, que el mundo rechazaba su existencia, lo que no sabía era que su cabeza tenía un precio, que la sed de venganza de HYDRA era capaz de llegar hasta ese recóndito pueblo prácticamente perdido de la mano de Dios.

Las preguntas no tardaron en azotar su mente, como un tsunami de incertidumbre capaz de arrasar con todo a su paso, llevándoselo todo, hasta el último cimiento, y durante horas buscó respuestas a aquellas preguntas desordenadas.


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La música sonaba sin descanso, alta y ensordecedora, acompañando a una masa de invitados cuyo único objetivo era disfrutar como si no hubiese un mañana de las primeras horas del año.

El ambiente desbordaba felicidad, diversión, ilusión por lo que estaba por venir, no había persona que no tuviese una sonrisa en el rostro y una copa en la mano, no había punto que no estuviese cubierto por un magnifico juego de luces que simulaban la noche estrellada, todo el mundo disfrutaba, todos menos uno.

― ¿Disfrutando de tu propia fiesta? ― escuchó una voz divertida sobre su espalda.

― Simplemente tomando un poco de aire ― contestó apoyado sobre la barandilla de esa terraza había decidido usar como escape.

― ¿Días duros? Me enteré de lo de la ultima misión, una lástima perderse ese tipo de aventura ― ironizó colocándose a su lado, ofreciéndole una cerveza helada.

― De saber que iba a haber un tiroteo te hubiese llamado ― rió antes de dar un sorbo a su cerveza.

― Tranquilo, solo estaba tratando de parecer interesante, y por muy tentador que me parezca creo que seguiré enfocado en seguir pistas inútiles sobre personas desaparecidas ― dijo cómicamente, aunque en el fondo se sintiese como si estuviese buscando una aguja en un pajar.

― ¿Aún nada? ― apretó la mandíbula, el tiempo pasaba y su paciencia comenzaba a flaquear.

― Tengo algo, el lunes a primera hora confirmaré si se trata de nuestro objetivo o no ― afirmó con seguridad.

― Sabes que no tienes por qué ayudarme con esto, ¿verdad? ― preguntó mirando a la nada.

― ¿Y perderme la magnifica oportunidad que rodearme de Vengadores? ― Sam rió sonoramente ― Vamos a encontrarlo Steve, de eso estoy seguro.





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