
27. » Día 107
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04:15.
El reloj marcó la hora, las manecillas de plástico moviéndose lentamente con cada minuto que pasaba y él, él aún no podía dormir.
Lanzó el bolígrafo a la papelera, uno de tantos que se quedaba sin tinta. Se frotó la frente, las palabras atascándose en su cabeza, pero ninguna conseguía llegar al papel. Observó la hoja, plagada de garabatos desordenados, de formas inconexas carentes se significado.
Pensamientos, reclamos, dudas, recuerdos fugaces... su cabeza divagaba entre el pasado y el presente, entre un pasado incierto y un presente al que no lograba hallar sentido alguno.
Abandonó la silla, descalzo, cansado, el agotamiento reflejado en los surcos debajo de sus ojos, en sus pasos lentos y despreocupados. Llegó hasta la cocina, ingenuo pensando que un vaso de agua fría conseguiría hacer algo por él.
Regresó despacio, incapaz de despejar su mente aunque solo fuese durante un segundo, no hasta que sus pasos llegaron hasta la puerta de Brianna. Pensó en ella, en lo cerca que estaba de la única persona capaz de difuminar el infierno que lo consumía. Alzó la mano sin darse cuenta, sus dedos metálicos rozando el pomo de la puerta. Se arrepintió al instante, eligiendo el orgullo antes que a sí mismo.
Cayó abatido sobre el sofá, completamente ajeno al horror silencioso que se escondía detrás de la puerta, que castigaba a una Brianna indefensa devolviéndola a aquellos días que únicamente podía recordar con claridad entre sueños. Momentos que pensó haber enterrado en lo más profundo de su conciencia y que ahora volvían para atormentarla.
― ¡Llegas tarde! ― gritó en cuanto la vio, alzando los brazos y dejándolos caer como si verla hubiese supuesto liberarse de alguna carga.
― Lo sé, lo siento ― murmuró cabizbaja, mordiéndose la mejilla interna antes de atreverse a mirarlo.
― Por lo menos podrías poner alguna excusa ― bufó acercándose, provocando que su piel se erizara.
El miedo volvía...
el miedo nunca se fue.
― Había mucha cola en la cafetería... ― jadeó una vaga excusa.
― Curioso... porque eres la única que entrena a las cinco de la mañana un domingo ― espetó molesto, pasando por su lado con indiferencia. No debería, sabía que estaba mal, sin embargo, no podía evitar sentirse culpable. Brianna miró al techo, las lágrimas amenazando con acumularse en sus ojos cansados.
Escuchó el ruido de la puerta, apretó los puños y tragó con dificultad.
― ¿Hasta cuándo? ― preguntó sobre su espalda. Podía sentir su respiración azotar su nuca.
― ¿Hasta cuándo qué...? ― musitó sin aire, dándose la vuelta con rapidez, escondiendo sus manos temblorosas en los bolsillos de su pantalón.
― Vamos Brianna... ― soltó alejándose, dirigiendo sus pasos hacia la gran pared decorada con un sin fin de armas ― Sabes perfectamente a qué me refiero ― tomó una lanza y empezó a jugar con ella mientras sonreía descaradamente ― ¿No te parece que estás exagerando? ― caminó hacia ella ― al fin y al cabo... no llegó a pasar nada entre nosotros... ― merodeó alrededor de su cuerpo.
― Lo sé... ― murmuró con la boca seca.
― Y por esa tontería llevas más de una semana prácticamente sin dirigirme la palabra... ― negó decepcionado.
― Te pedí tiempo... ― se atrevió a decir.
― Y te lo he dado, ¿o no? ― Brianna asintió ― También te he pedido perdón ¿o me equivoco? ― y ella volvió a asentir ― ¿qué más quieres? ― preguntó desafiante, acorralándola como si de una presa se tratase, arrebatándole su espacio.
― Perdón... ― atinó a decir esperado que esa situación acabase de una buena vez.
― Odio estar enfadado contigo... ― alzó la mano, Brianna cerró los ojos esperando lo peor, pero en su lugar solo pudo sentir una caricia áspera ― Bien, coge tu arma, tienes que calentar antes de que tu entrenamiento comience, ¿has desayunado? ayer estabas pálida ― fingió preocuparse por ella.
― Sí... ― intentó desayunar, sola en la cafetería, sin nadie a su alrededor, solo ella y su plato. Un par de mordiscos y no pudo más, no quería comer, no quería entrenar, no quería nada, quería cerrar los ojos y descansar, que el miedo se esfumase, que las noches de insomnio y terror dejasen de torturarla, que su conciencia se callase de una buena vez.
Quería dejar de existir.
― ¿Se puede saber que te pasa? ― preguntó mirándola desde arriba, aún apuntándola con su lanza, el filo de la hoja prácticamente rozando su barbilla ― Estás distraída, desconcentrada ― espetó alejándose, dejando a Brianna tendida en el suelo, luchando por respirar con normalidad.
― No he dormido bien... ― no había dormido nada.
― Noches difíciles tenemos todos Brianna ― habló dándole la espalda ― y eso no es una excusa valida, además, existen soluciones para eso... lo sabes perfectamente, solo tienes que ir al laboratorio.
― Yo no necesito eso ― se levantó del suelo como pudo.
― Ese es tu problema, que eres demasiado orgullosa. Es solo una simple pastilla Brianna, química, ciencia, ¿acaso crees que Hydra haría algo para hacerte daño? Solo es un poco de ayuda... ― sacó una pastilla de su bolsillo derecho.
― Es una anfetanima ― Brianna dio un paso atrás, alejándose de él y de su oferta.
― Es lo que necesitas. Mírate, tienes ojeras, estás cansada, ausente ¿cómo piensas aguantar el entrenamiento de hoy? ― insistió, aunque antes de que ella pudiese contestar la puerta volvió a abrirse.
― Rumlow. Pierce ― Karpov entró serio, acompañado de uno de los Soldados, o como ella lo conocía, uno de sus entrenadores ― Bien, empecemos ― se limitó a asentir pidiendo internamente que las próximas horas pasaran lo más rápido posible ― Sin vendas ― Brianna palideció. Posó sus ojos sobre sus manos, aún rojas y heridas por el entrenamiento de ayer. Suspiró temblorosa.
Aguantó todo lo que pudo, contando cada segundo en su cabeza, consolándose a sí misma pensando que cada vez quedaba menos.
El tiempo avanzaba, veinte minutos, treinta, cuarenta, una hora. Una hora en pie y sus fuerzas comenzaban a flaquear, su cabeza palpitaba, en cualquier momento caería. Su mejilla ardió y por un instante no supo qué había pasado, no hasta que vio el puño de su entrenador acercarse con fuerza.
― De acuerdo ― Brianna creyó haberse salvado ― Basta de juegos, hagamos esto más entretenido ― Rumlow rió, luego fue hasta las armas y agarro un bastón de electroshock ― veamos cuántos ataques puedes esquivar... ― le dio el bastón al soldado con una sonrisa.
― No... ― murmuró retrocediendo, saliéndose de los limites pintados en el suelo.
El primer golpe fue el peor, sentir la electricidad recorrer su cuerpo, las contracciones involuntarias del sus músculos acompañadas de un intenso dolor. Nadie sabe el esfuerzo sobrehumano que Brianna estaba haciendo para no romperse. Trató de defenderse, de quitarle el bastón a su entrenador, sin embargo parecía invencible, incansable, sus golpes apenas causaban rasguños en él.
― Ahg ― cayó de rodillas ahogando un quejido. No podía más, había perdido la cuenta del numero de golpes que había recibido, de las horas que llevaba ahí encerrada.
Jadeó apoyada en el suelo, apretando sus puños ensangrentados mientras suplicaba al universo un poco de compasión. Quiso imaginar a un héroe de capa blanca a dispuesto a salvarla, a defenderla de ese Inferno, a tenerle una mano amiga y rescatarla de esa tortura. Quería pensar que aquel héroe se acercaba veloz y decidido, que pronto saldría de los muros de la base, pero en su lugar recibió otro golpe que le arrebató el aire, que nubló su vista.
Parpadeó lentamente, tendida en el suelo, su vista enfocada en las luces del techo. Se encontraba sola, abandonada en el suelo frío de la sala de entrenamientos.
"Un entrenamiento muy deficiente señorita Pierce. Procure mejorar para la semana que viene."
Salió por la puerta trasera, ocultándose de todos, guardándose su humillación para sí misma. Caminó por la nieve dejando que la brisa helada azotara su rostro herido, agradecida por no sentir sus manos ensangrentadas.
Entró a su habitación, a encerrarse entre esas cuatro paredes que para ella representaban el único lugar de la base en el que podía sentirse segura. Desorientada consiguió llegar hasta el baño, hasta el espejo que colgaba encima del lavabo. Observó su reflejo, un corte en la ceja, un rasguño en la mejilla y un camino de sangre que brotaba de su nariz.
No lo aguantó más, como pudo llegó hasta la taza del baño y vomitó los escasos dos bocados que había tenido como desayuno.
Lentamente fue desvistiéndose, soportando el dolor infernal que generaba el roce de la tela sobre su piel. Entró en la ducha y dejó que el agua helada cubriese su cuerpo amoratado. Lloró cubriéndose la cara, callando sus quejidos, ignorarlo el color rojizo del agua que escapaba por el desagüe.
Abandonó la ducha con la mirada perdida, la mente destrozada y su cuerpo aún peor. Volvió a mirarse en el espejo, incapaz de reconocerse.
Cada semana era lo mismo, sufría, lloraba, padecía en silencio, pero siempre sobrevivía. Una parte de Brianna, minúscula y enana, era la encargada de mantenerla con vida, aunque eso implicase negar su realidad o alejarse de su propia humanidad.
― Estoy bien... ― musitó con una lagrima sobre su mejilla ― Estoy bien... ― abrió el cajón derecho y sacó una caja ― Estoy bien... ― tomó una bola de algodón y la empapó con alcohol ― Estoy bien... ― y procedió a curar sus heridas completamente sola.
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12:30.
Comprobó la hora por decimosexta vez en el ultimo minuto, dudando si tomar cartas en el asunto o simplemente ignorarlo y pasar.
― No debería de importarte... ― se recordó a sí mismo, forzándose a olvidar esa pequeña alarma que despertaba su preocupación, aunque él no fuese verdaderamente consciente de ello ― Paso uno, verter la pasta en agua hirviendo y mezclar suavemente... ― leyó en voz alta, encontrando una distracción en ese paquete de pasta.
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Abrió los ojos lentamente, sintiendo los párpados cansados a pesar de haber dormido mucho más de lo que acostumbraba.
Aturdida se sentó en la cama, otra vez esa sensación tan familiar y desconocida al mismo tiempo. La misma que la llenaba de desconcierto y confusión, hasta el punto de no saber donde se encontraba.
Las pesadillas habían vuelto, sin embargo Brianna no era consciente de ello, de como su mente viajaba hasta el pasado, hasta los lugares más recónditos de su psique y rescataba aquellos momentos que ella con tanto esfuerzo había enterrado, momentos que revivía con lucidez entre sueños, pero que a la mañana siguiente no lograba recordar.
Era inconsciente de la lucha en su cabeza, de la oscuridad escapando de su control para apoderarse de ella y lastimarla, del esfuerzo del su subconsciente por protegerla olvidándolo todo en cuanto abriese los ojos, normalizando y restándole importancia a aquellos momentos que fueron destruyéndola poco a poco.
― ¿Qué...? ― susurró tocándose la cara, sintiendo la humedad de sus mejillas. Se obligó a pensar que era sudor, sudor en una habitación fría.
Estaba despierta y seguía presa de sus pesadillas, de la sensación que todo aquello dejaba en ella. Asustada y mareada, incapaz de entender porqué se sentía como se sentía.
Salió corriendo, buscando algo que reafirmase la realidad en la que se encontraba, aunque eso fuese el mismísimo Soldado.
― Tú... ― susurró en cuanto lo vio parado en la cocina sujetando un bote de salsa de tomate.
― Y yo que pensaba que hoy no tendría que soportar tu existencia... ― murmuró tranquilo, su voz aterciopelada y sutil.
― Yo... ― las palabras abandonaron a Brianna.
― ¿Tú? ― preguntó acercándose con dos platos en la mano ― Toma ― dejó uno entre sus manos, liberándola de golpe de su confusión.
― Gracias... ― no fue un simple gracias.
Permanecieron en silencio, el ruido del tenedor chocando contra la cerámica como único acompañante.
Observó sus movimientos, de nuevo, lentos y distraídos con la comida. Respiró hondo viéndola fijamente, analizando su rostro. Pálida, ojerosa, agotada.
― ¿Por qué me estás mirando? ¿Ten-Tengo algo? ― preguntó mirándolo a los ojos, tomando una servilleta entre sus manos.
― No... ― contestó fijándose en su mirada triste y apagada ― No tienes nada ― dio otro bocado. En realidad, hacía días que no veía sus ojos brillar, la última vez que brillaron fue...
― ¿Qué día es hoy? ― Brianna interrumpió sus pensamientos.
― 24 de diciembre ―contestó dándose cuenta en ese preciso momento de lo significaba ese día.
― Mañana es... ― comenzó Brianna.
― ...Navidad ― dijeron al unísono.
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Nuevo capítulo!
Gracias por tanto, perdón por tan poco 😂
💞
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