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21. » Día 85


𝟢𝟤 . 𝟣𝟤 . 𝟤𝟢𝟣𝟦

Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y el cuerpo apoyado sobre el marco de la puerta, el Soldado la observaba en silencio, atento a ella, a esa muchacha que llevaba días sin comer ni hablar, sin mostrar ese carácter tierno y a la vez rebelde que despertaba su curiosidad. 

Tumbada en su cama, escondida entre sus mantas, tapada hasta la nariz, callada y monótona, mirando fijamente a una de las paredes mientras respiraba prácticamente imperceptible, esa era la imagen que tenía ante su ojos. Rota por dentro, su interior vacío y él podía sentirlo, lo sentía en cada poro de su piel, golpeaba su cabeza y sacudía partes de su conciencia que él creía muertas.

No sabía qué hacer, lo único en lo que pensaba era en ella y en su último voto de silencio, y al igual que aquella vez, él fue el responsable, el encargado de llevarla a ese límite, dañándose a sí mismo al hacerlo.

Recordó su propio desconcierto, la confusión de no saber a qué atenerse con ella y ahora volvía a pasar por lo mismo. De repente, era ella quien tenía el control y él, confundido y culpable era quien se rendía expectante ante ella, ante el enigma que causaba en él.

Volvía el nudo en su garganta, la incomodidad a su cuerpo. No le gustaba no escuchar su voz, ni sentir su mirada sobre sus ojos, hasta añoraba el odio con el que ella solía mirarlo.

― Creo que deberías comer ― habló nervioso, apretando los labios al terminar. El Soldado buscaba una reacción, algo que le dijese que ella seguía ahí con él, algo que le permitiese librarse de la enorme culpabilidad que sentía al verla así. Lo necesitaba ― Brianna... ― insistió, y ella lo único que hizo fue revolverse entre sus mantas, haciéndose un ovillo y tapándose por completo.

Suspiró entendiendo el mensaje, alejándose con lentitud y dejando la puerta entreabierta. Lo hacía siempre, atento a cualquier ruido, a cualquier reclamo, a ella necesitándolo.

» «

Miraba perdida a la pared, embelesada en cada grieta, en cada línea que un día una brocha dejó sobre esa superficie gris y apagada, tan apagada como su interior y tan gris como la nube de tristeza y soledad que llevaba acompañándola desde que su mundo se desmoronó en mil pedazos.

Suspiró mordiéndose el labio, otra vez sintiendo esas irrefrenables ganas de llorar, de cerrar los ojos y entre lágrimas suplicar que esa pesadilla se terminase de una buena vez. Respiró inquieta, notando el caos en su cabeza y el dolor en su corazón. No entendía nada, no entendía por qué a ella, ni tampoco el motivo por el que su vida tenía que ser un sufrimiento constante, pero, ¿a quién quería engañar? su existencia solo se reducía a un plan fríamente calculado.


¿Alguna vez te has parado a pensar cuál es tu límite? ¿Podré soportarlo? ¿Cuándo dejará el universo de castigarme?

Este es mi límite y no puedo soportarlo. Tal vez mi primer castigo fue nacer, sí, ahí empezó todo...


» 20 . 12 . 1996

― Me gustaría saber porqué aún sigues aquí. El acuerdo fue bastante claro, tú conseguías volver con tu familia y yo conseguía lo que quería ― Alexander la observó desde su mesa, su rostro serio y molesto.

― Lo sé ― asintió luchando por mantenerse fuerte, impasible ante él ― Quiero verla antes de irme ― tragó con dificultad.

― ¿Y puedo saber el motivo de esa petición? ― vio su sonrisa irónica, burlándose de ella.

― Brianna es...

― Brianna es mi hija ― interrumpió sus palabras ― nada más. 

― ¿Y el Soldado? Es inestable, su última sesión... ― trató de hallar alguna excusa para quedarse un poco más, sabiendo que irse de ese lugar iba a ser probablemente lo más difícil que haría en su vida.

― Vamos Nina... ― Alexander rió ― No eres la única doctora del mundo. Tus servicios aquí han concluido ― se puso en pie, colocándose su perfecto traje ― Alguien te acompañará a la salida ― la puerta se abrió y el Soldado de Invierno apareció detrás de ella, con la mirada perdida y el rostro tenso ― Y recuerda que si se te ocurre aunque sea poner un solo pie por aquí, nadie volverá a saber de ti.

Llegó a la que había sido su habitación por años, a recoger las pocas cosas que tenía, sintiendo la presencia del Soldado.

― Tienes que protegerla. Cuida de Brianna ― pidió apagada, metiendo varias carpetas en una mochila.

― ¿Quién es Brianna? ― preguntó apoyado sobre la pared, frío y mirado hacia la nada

― Mi hija... ― susurró cerrando los ojos ― ¿Sabes? ― jugó con sus propios dedos ― Solo he podido verla una sola vez...

― Es la hora ― señaló hacia la puerta con fingida indiferencia. Se iba la única persona con la suficiente humanidad como para arriesgarse por él, como para escribir informes sobre sesiones de tortura que nunca ocurrieron y con las que él lograba algo de paz.



Aquel fue su primer castigo y posiblemente Brianna jamás averigüe aquella parte de su vida, el motivo por el nunca llegó a conocer a su madre.



» 13 . 12 . 2012

Revoloteaba contenta por los pasillos, sonriente, expectante, contando las horas para que su padre llegase. Lo prometió, estaría con ella ese día, el día de su cumpleaños número dieciséis, pero eran las seis de la tarde y él aún no había llegado. Ingenua esperaba, creyendo firmemente que él vendría.

― Karpov, ¿dónde está mi padre? ― preguntó por tercera vez en el día, persiguiendo una respuesta hasta que Karpov salió al exterior dejándola con la palabra en la boca.

― ¡Josef! ― corrió hacia uno de los soldados, aún sin ser consciente de a quién se dirigía, para Brianna no era más que uno de sus entrenadores ― ¿has visto a mi padre? ― sonrió amable y de nuevo, nada.

― Rumlow... ¿sabes si mi padre vendrá? ― sus esperanzas caían y su mirada se entristecía.

― ¿Te refieres al que entra en este mismo instante? ― alzó una ceja señalando detrás de su espalda.

― ¡Papá! ― corrió feliz, yendo a abrazarlo.

― Brianna Pierce, siempre tan efusiva ― rió ― tenemos que corregir esa parte ― sentenció con calma.

― Sí, perdón ― se alejó de él, colocando las manos detrás de su espalda, siento obediente.

― De acuerdo. Vístete, tu fiesta está a punto de comenzar ― dijo mirando la hora, para luego irse por uno de los pasillos dejándola sola.

Asintió servicial, aceptando una fiesta que no generaba ningún tipo de ilusión en ella. Lo único que quería era pasar tiempo por su padre.

Horas más tarde la fiesta terminó y por fin sintió que empezaba su cumpleaños.

― Bien, creo que ha llegado el momento de que recibas tu regalo ― sonrió y caminó detrás de él, conteniendo su emoción y las ganas que tenía de ir saltando por doquier. 

Pararon detrás de una puerta desconocida, en una parte de la base que Brianna creyó prohibida para ella.

― ¿Qué es este lugar? ― preguntó sorprendida, mirándolo todo, encontrando fascinante aquel lugar. Lleno de tecnología, parecía una juguetería. Sin llegar a imaginarse qué es lo que le esperaba en aquella sala.

― Este es... probablemente mi sitio favorito de la base ― dijo orgulloso, admirando aquel derroche de dinero y tecnología ― y espero que a partir de hoy también sea el tuyo. Ven tengo algo que mostrarte ― se colocó frente a su padre, al otro extremo de una mesa holográfica.

Las luces se atenuaron y las imágenes aparecieron. Su padre hablaba, sin embargo, su discurso no correspondía con lo que ella estaba viendo. Escuchaba palabras de futuro y libertad mientras veía edificios caer y desmoronarse, gente corriendo despavorida y disparos tan nítidos que parecía que estuviesen ocurriendo en ese mismo instante.

― Somos esa ayuda que el mundo necesita para funcionar a la perfección ― las proyecciones acabaron, la luz volvió y Brianna miró a su padre desconcertada, incapaz de entender qué acababa de ver. Quería preguntar, pedir explicaciones, pero sabía que si intentaba hablar, las palabras se quedarían atrapadas en su garganta.

― Toma ― colocó una caja frente a sus ojos, distrayéndola de ese momento de desconcierto.

― ¿Qué... es? ― ya no había emoción en su voz. Las imágenes se repetían una y otra vez martirizándola.

― Es tu regalo, ábrelo ― Alexander dio un paso hacia atrás dejando que Brianna abriese aquella caja ― Todo el mundo recibe este uniforme en su último año de entrenamiento ― siguió al tiempo que ella descubría que había en su interior ― tú lo recibirás ahora, y aunque no es obligatorio que lo utilices, quiero que lo tomes como un símbolo, de mi cariño y confianza hacia ti. Eres Hydra Brianna y juntos haremos del mundo un lugar mejor...


Esa fue la primera señal de alarma, un aviso de que las cosas podían ser distintas a lo que ella pensaba y tal vez debió de haberle hecho caso a su intuición en lugar de tratar de olvidarlo, pero no pasó mucho tiempo hasta que una vocecilla en su interior la obligó a ir más allá.


» 17 . 03 . 2013

Despertó de golpe, asustada y con la respiración entrecortada. Volvía a vivirlo, a pasar por ese recuerdo que fue revelador y que ella creyó haber olvidado. Aquel hombre, él mismo que la salvó, siendo torturado en una silla metálica mientras sus gritos taladraban su cabeza.

Ya eran varias noches sin dormir, repitiendo aquel recuerdo, desconfiando de todo y todos, hasta de su propio padre y de sí misma. Su instinto mandaba, no se callaba y cuanto más se esforzaba por ignorarlo, más fuerte gritaba en su interior.

Se sintió como un traidora al dudar, porque sino podía confiar en su propio padre, entonces ¿en quién?

― Te estoy hablando Brianna... ― Rumlow canturreó pasando una mano por rostro.

― ¿Qué? Perdón ― agitó la cabeza volviendo a la realidad.

― Me pregunto en qué piensas. Llevas unos días algo distraída ― añadió antes de llevarse el tenedor a la boca.

― En nada... ― musitó revolviendo el plato que tenía en frente, pero lo cierto era que Brianna llevaba semanas ausente, acorralada por una sensación incómoda que no la dejaba en paz, ni seguir con su vida tal y como acostumbraba, entre órdenes y entrenamientos.

― No te creo, confía en mí ― acarició su mano por encima de la mesa. ¿Confiar en él?

― De acuerdo, háblame de Hydra, cuéntame lo que sabes de este sitio ― era un error, sin embargo, era el único camino que encontró en ese momento.

― ¿Y por qué quieres saber ese tipo de información? ― Rumlow alzó una ceja mirándola con una sonrisa curiosa.

― Bueno... simplemente quiero saber más, mi padre me ha enseñado parte, pero había pensado que... ― suspiró ― este es mi hogar, solo quiero sentirme parte de él ― movió los hombros tratando de aparentar normalidad.

― Está bien, seré tu fuente de información ―

― Una cosa más... me gustaría que esto fuese un secreto entre nosotros. Somos amigos, ¿verdad?



Rumlow asintió, sin embargo, pronto aprendería que no podía confiar en él.

Meses más tarde Brianna encontraba la verdad sobre Hydra, la verdadera magnitud de la situación, como aquel lugar que creyó su hogar no era más que un infierno camuflado entre árboles y nieve, detrás de una imagen pura y blanca que difuminaba los horrores que Hydra había cometido y seguía cometiendo contra la humanidad.


» 30 . 09 . 2013

― ¿Qué sientes al verlo? ― preguntó apoyado en la barandilla, observando con tranquilidad la ceremonia.

― No lo sé... ― fue sincera, puede que demasiado ― Quiero decir... eh, muchas cosas ― prefirió decir.

― Dentro de un año, en esta fecha exactamente, tú estarás ocupando su lugar ― ambos miraron a esa treintena de jóvenes recién graduados ― y estoy seguro de que sabrás cumplir con tu deber ― Alexander miró a su hija que apartó la mirada en silencio.

― Papá ― Brianna llamó su atención ― ¿Y si... y si quiero dedicarme a otra cosa? ― tanteó el terreno con cuidado.

― Eres mi única hija... ― apretó los labios ― confío en ti más que en mí mismo ― Alexander sabía perfectamente como manipularla y lo estaba haciendo ― y cuando digo que estoy orgulloso de ti es porque es cierto. Tú eres esto, nosotros somos esto y sé que seguirás defendiendo aquello por lo que luchamos y seguimos en pie... ― una sonrisa cálida, un abrazo de su padre y Brianna volvía a caer en ese falso cariño.



En aquel momento fue como música para sus oídos, sonaba tan bien, como si aquello fuese lo correcto y ella estuviese equivocada al sentir escalofríos cada vez que recordaba la verdad. No fue hasta que descubrió su propia verdad que dejó de ponerse vendas en los ojos.


» 24 . 12 . 2013

Limpió sus lágrimas con furia, sintiéndose tonta por haber pensando que ese hombre que la salvó de Josef era alguien bueno, un motivo por el que salir de ese infierno. Él, el famoso Soldado de Invierno era como los demás y ella ingenua pensó que era alguien por quien sentir empatía. Negó con la cabeza recriminándose haber puesto en duda a su padre, a Hydra, ya nada parecía tener sentido.

¿Qué era real y qué no? ¿En qué debía de creer? ¿En su padre o en su propio juicio que le gritaba que todo eso estaba mal?

Enfada pateó un cajón, abriéndolo sin querer, mostrando una carpeta con su nombre en la portada. Brianna aún no era consciente, pero estaba a un paso de averiguar quién era y porqué existía.


"Proyecto Morrigan - Brianna Pierce"


Tomó aire y abrió la carpeta con las manos temblorosas. Cerró los ojos, no estaba preparada para leer lo que había en aquellos papeles, tenía miedo, miedo de una verdad que fuese incapaz de soportar, miedo de afrontar quién era en realidad.


. . . . . . .

Diciembre de 1995.
De acuerdo por los informes, ninguno de los hijos del actual director de esta organización, Alexander Pierce, cumple con los requisitos necesarios y obligatorios para heredar el cargo, por lo que proponemos la creación de un sujeto perfectamente diseñado para garantizar la continuidad de Hydra.

Enero 1996.
Fase uno del proyecto: Selección del candidato.
Resultado: N. B. (Médico especialista en neurociencia). Preparación genética de la candidata en marcha.

Febrero 1996.
Fase dos del proyecto: Programación genética. (Alexander Pierce y N. B.)
Resultado: Secuencia de ADN preparada.

Marzo 1996.
Fase tres del proyecto: Implantación.
Resultado: Satisfactorio.

Diciembre 1996.
Fase cuatro del proyecto: 02:33 a.m. nace una niña perfectamente sana, Brianna Elizabeth Pierce.
Resultado: el proyecto a terminado, el sujeto está listo para su adoctrinamiento.

. . . . . . .

Ya está, ya no había más secretos, ahora lo sabía, quién era y cuál era el motivo por el que respiraba cada mañana. No era más que un proyecto, otro juguete más al que manipular, al que romper en pedazos y torturar. Había vivido sumida en un espejismo, creyendo que era solo una chica entrenando para ser la mejor ante los ojos de su padre, que tenía una vida normal, cuando en realidad, solo era un sujeto en un proyecto, una pieza para un puzzle macabro.

Fue en ese momento, rota, furiosa que tomó la decisión definitiva, tenía que escapar de ese sitio y del futuro infernal que Hydra había preparado para ella, aunque esa decisión, rebelde y llena de ira perdería fuerza en cuanto su padre le dedicase una mirara calmada. Brianna era presa de Hydra y le llevaría bastante trabajo tomar la decisión de salvarse a sí misma.


Salvarse a sí misma.

Soltó el aire de sus pulmones y cerró los ojos con fuerza, obligándose a salir de aquellos recuerdos que aún la atormentaban. Una vida llena de castigos y más de dos años sumergida en un contante debate moral que la debilitaba día tras día, que acababa con ella, marchitándola.

Bufó y apartó las mantas que la cubrían, tomó algo de ropa y camino sin decir nada hacia el baño.

El Soldado escuchó la puerta y la miró con disimulo mientras pasaba con la mirada perdida y el cuerpo agotado. Suspiró, deseando que todo eso que sentía desapareciera.

Entró en el baño y se miró al espejo incapaz de reconocer a la persona que tenía enfrente. Tenía los ojos húmedos e hinchados y los caminos por los que sus lagrimas habían estado corriendo durante los últimos días aún marcados sobre sus mejillas. Negó frunciendo el ceño, tratando de no volver a romperse, dejando que un gemido de dolor escapase de sus labios, pero esta vez, sin ninguna lágrima.

Se deslizó hasta el suelo, cansada, completamente débil. Abrió el mueble bajo el lavabo, ya la había visto antes, sin embargo, ahora parecía el momento justo para hacer uso de ella. Prácticamente escondida encontró una cuchilla de acero inoxidable y su lado, una caja con hojas afiladas y cortantes.

Lo observó, sería tan sencillo deslizar alguna de esas hojas por sus muñecas...

― ¿Realmente eso es lo que quieres? ― se preguntó a sí misma, apenas audible, pero lo suficientemente alto como para darse cuenta de que ese no era el camino.


"Me estoy ahogando y tú estás ahí, a tres pies de mi, gritando que aprenda a nadar."

"El mundo ve cómo te ahogas y grita que aprendas a nadar, miran y ven tu desesperación, como el agua entra en tu boca, tu lucha contra el agua, el miedo en tus movimientos y no hacen nada. Es entonces cuando antes de rendirte te das cuenta de que esa ayuda que tanto necesitas no va a llegar, estás sola y tienes que pelear sola, por ti, por nadie más, solo para salvarte a ti. Así que nadas, será duro, nadie dijo que fuese a ser fácil y puede que termines agotada, pero llegará el día, ese preciso momento en el que nades sin miedo, fuerte, imparable, como una auténtica guerrea que no necesitaba nadie más para sobrevivir."



Dejó la cuchilla sobre uno de los lados de la ducha y abrió el grifo colocando una de sus manos debajo de aquellas gotas que caían en forma de lluvia, sintiendo el agua calentarse lentamente y sonrió, una sonrisa minúscula, encontrándolo reconfortante.

Entró insegura, completamente vestida, quedándose sentada en el suelo mientras el agua empapaba cada centímetro de su cuerpo.

Brianna se olvido del tiempo y para cuando salió sus dedos estaban más que arrugados, no obstante, se sintió bien, cubrió su cuerpo con ropa cómoda, abrigándose, dejando que la tela le diese ese abrazo que tanto ansiaba.

Volvió a mirarse en el espejo, o en lo que quedaba de él, sus ojos seguían hinchaos, pero ya no lloraba y su aspecto en general había mejorado. Sentada sobre la taza del baño fue secando su cabello e incluso intentó peinarlo. Brianna velaba por sí misma, sacando fuerzas de donde no había, luchando por sobrevivir.

Una hora y media después salía del baño, procesando su nueva realidad, aceptando que a partir de ese momento ya no tenía a nadie en el mundo, y al mismo tiempo sintiéndose liberada, sin órdenes ni un destino del que huir.

Era ella, sola, consigo misma y ya no tenía miedo.

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