
20. » Día 80
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Abrió el grifo rompiendo con el silencio de aquel cuarto de baño. Miró hacia la bañera, viendo cómo el agua salpicaba en el suelo y suspiró, formó una línea con los labios y tiró del borde de su sudadera quitándosela lentamente.
Sus movimientos eran cautos, aletargados, sin el más mínimo ápice de entusiasmo en su cuerpo.
Terminó de desvestirse y entró en la ducha, dejando su ropa tirada en el suelo.
El agua impactó sobre su cuerpo, pero lejos de hallar calidez y comodidad, Brianna sintió un escalofrío incómodo.
Apoyó las manos en la pared, agachando la cabeza, dejando que la lluvia de la ducha masajeara sus hombros agotados. Cerró los ojos, concentrándose en otra cosa que no fuese su propia autodestrucción orquestada por su mente cansada.
Perdió la noción del tiempo, olvidándose de cuanto tiempo llevaba ahí parada sin hacer nada, exigiéndose un instante de relajación. Abrió los ojos encontrándose con sus manos pálidas y vacías, añorando aquella pulsera que un día su padre le regaló.
Suspiró agobiada. Estaba siendo uno de esos días, uno de esos en los que se sentía más prisionera que nunca y cada segundo de su encierro se clavaba en su mente. Su subconsciente volvía a las andadas, a empujarla a esa montaña rusa de emociones en la que ella, sola y agotada, tenía que aguantar cada caída y subida.
Salió al cabo de unos minutos, secándose con rapidez y vistiéndose del mismo modo. Apartó su ropa sucia con el pie y se acercó hasta el lavabo, mirándose en los restos de espejo que aún quedaban. Era incapaz de reconocer a la muchacha que tenía en frente, apagada, sin brillo en la mirada y prácticamente una hoja de papel andante.
"Recuerda que una cara bonita consigue más que cualquier argumento que puedas tener."
La voz de su padre resonó sobre sus hombros.
― Una cara bonita... ― musitó desganada, formando una mueca con la boca.
Bonita, probablemente el último adjetivo que ella utilizaría para describirse a sí misma.
Soltó un suspiro nervioso y siguió mirándose. Sus heridas habían desaparecido y al igual que esas heridas, aquellos momentos de silencio y comodidad que tenía con el Soldado dejaron de existir.
Regresaba el silencio frío y cortante, únicamente acompañado por monosílabos cortos y monótonos. Él se alejaba y Brianna en cierto modo se sintió segura, protegida de ese torbellino de emociones que sigilosamente se iba apoderando de ella.
Era demasiado nuevo, sorprendente, desconocido y enfrentarse a lo desconocido era algo a lo que ella no estaba acostumbrada. Sin un plan que seguir, ni órdenes, Brianna dudaba hasta de su propia respiración.
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― Mierda... ― gruñó tensando la mandíbula, revolviendo por tercera vez aquel mueble colocado a la derecha de la chimenea, aún sin encontrar sus preciados guantes.
El Soldado estaba molesto, irritado y la razón detrás de ese estado de humor era el forzoso encierro al que estaba sometido. Llevaba días sin ver la luz del sol, sin respirar aire fresco, reviviendo la horrible sensación de sentirse prisionero.
"Llegará un frente nuboso que nos obligará a permanecer en nuetros hogares hasta el jueves. Se prevé que las temperaturas sean aún más frías."
Estaba complemente sobrepasado por la situación, luchando por rescatar a la persona que se escondía en su interior mientras se enfrentaba a sus propios demonios.
Bufó exasperado, revolviendo todo a su paso. Necesitaba salir, ir al supermercado y hacerse con aquellos salvavidas con los que conseguía no hundirse en su miseria.
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Brianna recorrió el pasillo, regresando en completo silencio a su habitación. Dejó su ropa en una esquina y tomó asiento en su cama, observando el nerviosismo del Soldado mientras trataba de quitar toda la humedad de su cabello con una toalla.
Era incapaz de apartar la vista, recorriendo cada punto de su cuerpo, analizándolo sin darse cuenta, curiosa, preguntándose qué había detrás de tanta frialdad, si dentro de él había algo de humanidad.
Respiró hondo, volviendo al pasado, a esa noche en la que volvió a ser quien era en realidad. Ese instante en el que él logró traerla de vuelta.
» Día 73
― Vas a ponerte bien... ― susurró acariciando su frente ― tienes que ponerte bien... ―
Lo contuvo como nadie lo había hecho en décadas. Velando su sueño mientras él dormía apoyado sobre su regazo y ella se esforzaba por no cerrar los ojos.
Aquella noche, despierta, cuidando de él, pasando horas y horas observándolo, no pudo evitar fijarse en su rostro. En las líneas que se dibujaban sobre su frente, en sus pequeños lunares y en esa barba que delineaba su mandíbula hasta llegar a sus labios.
Horas más tarde el reloj marcaba las seis de la mañana. Con cuidado lo apartó de su regazo e incómoda, notando su cuerpo agarrotado, se levantó del suelo estirándose todo lo posible. Dio dos pasos y tropezó con algo, con un bote que rodó debajo del sofá y que despertó su interés.
― Eres idiota Brianna Pierce... ― se regañó a sí misma, después de leer la etiqueta de aquel bote de pastillas. Lo juzgó como a un drogadicto, sin querer hallar otra explicación, repudiando al máximo lo que había hecho.
Enfadada fue hasta la cocina y mientras se martirizaba por haberse preocupado por él buscó un vaso, lo llenó con agua y volvió al salón.
Se agachó a su altura, sonrió irónicamente y sin dudarlo le lanzó al agua a la cara despertándolo de golpe.
― ¡¿Se puede saber qué diablos te pasa?! ― gruñó limpiándose la cara.
― ¿Te he despertado? ― preguntó haciéndose la tonta ― Tengo hambre ― mintió para luego irse.
Ninguno se atrevió a decir nada sobre aquella noche. Brianna porque no quería admitir que había sido ingenua y él porque se negaba a aceptar que aquello que su mente creyó un sueño había sido completamente real.
Dejó de mirarlo por un segundo, regresando a su muñeca desnuda, acariciando el lugar donde debería de estar su pulsera, acompañándola, siendo ese apoyo que nadie más podía brindarle y que necesitaba para continuar.
Tímida e insegura se puso de pie, caminando lentamente hasta el marco de la puerta.
― ¿Mercenario? ― tragó con dificultad, su voz salía temblorosa, entrecortada y él la ignoró ― ¿P-podrías darme mi pulsera, por favor? ― apretó los puños y se forzó a ser más segura.
― ¿Tu pulsera? ― abrió un cajón de la mesa, finalmente encontrando sus guantes.
― Sí, quiero mi pulsera ― sus uñas se clavaron sobre las palmas de sus manos.
El Soldado vio la pulsera, tirada en una de las esquinas de ese mismo cajón, brillante e impoluta con una inscripción en el centro que aún recordaba.
"El mundo será tuyo ― A. Pierce"
Sintió su sangre hervir, casi jurando que podía escuchar aquella frase con la voz de su verdugo. La rabia se apoderó de él y sus puños se apretaron. Ahora más que nunca tenía que salir si no quería pagar sus frustraciones con ella.
― Por favor... ― insistió nerviosa.
― No y no vuelvas a preguntarlo ― dijo brusco, sin mirarla y saliendo por la puerta en cuanto terminó de hablar.
Brianna tragó conteniendo las lágrimas, peleando contra el nudo de su garganta y volvió a la cama. A esperar como su mente se esforzaba por derrumbarla.
Cerró los ojos e intentó respirar con normalidad, pero la presión aumentaba y ella se desesperaba. Necesitaba esa pulsera, su pulsera. Era lo único que tenía y en ese preciso instante, lo único que podía ayudarla a soportar la angustia a la que su mente la estaba sometiendo.
No pensó ni razonó, Brianna salió al salón y empezó a revolver por todos lados, dispuesta a recuperar su pulsera. Abrió armarios, desordenó papeles y según avanzaba más se desesperaba.
― Piensa... piensa... ― murmuró con la respiración agitada, llevándose las manos a la cabeza tratando de hallar una respuesta y no dio con ella hasta que sus ojos se fijaron en la mesa y los dos cajones que tenía.
Quiso abrirlos, pero ambos estaban cerrados con llave. Soltó un gruñido frustrado y corrió a la cocina, regresando con un cuchillo entre las manos. Forzó la cerradura, rompiéndola, abriendo el primer cajón y en una de las esquinas la encontró. Respiró aliviada, colocándosela con rapidez, notando como el aire volvía a sus pulmones.
Más calmada se atrevió a indagar en ese cajón, topándose con un cuaderno cerrado. Sin proponérselo Brianna había encontrado uno de los cuadernos del Soldado. Tocó la cubierta, preguntándose qué podría haber en su interior.
Se mordió el labio dudosa, incapaz de ignorar a esa voz en su interior que gritaba que lo hiciese, porque a pesar de todo, Brianna no quería rendirse. Su yo más guerrero quería pelear e intuía que entre esas hojas podría descubrir algo que jugase a su favor.
― Deja eso... ― escuchó su voz de imprevisto.
― No... ― Brianna retrocedió alejándose de él, dispuesta a no dar su brazo a torcer.
― No lo repetiré más veces ― gruñó acercándose.
― No ― fue firme, pegando ese cuaderno a su pecho.
― Te juro que como no lo dejes acabaré contigo... ― el Soldado dio otro paso más, quitándose los guantes.
― Oh... ¿tanto te importa? ― caminó hasta que sintió el calor de la chimenea.
― Te puedo hacer mucho daño ― advirtió atento a los movimientos de Brianna.
― ¿Ah si? ― preguntó desafiante, acercando el cuaderno al fuego. El Soldado corrió hasta Brianna, tomándola por el brazo con fuerza, dispuesto a detenerla ― Un movimiento más y te juro que lo quemo ― sentenció mirándolo a los ojos.
― Si lo quemas mueres... ― espetó sobre sus labios.
― ¿Acaso tienes miedo? ¿A qué? ¿A descubra quién eres? ¿Qué escondes aquí? ¿los nombres de tus víctimas, como las matas? Sé perfectamente quién eres, el puño de Hydra... todo lo que tocas está cubierto de sangre... ― susurró descontrolada, sin callarse ni una sola palabra y desatando al Soldado con cada una de ellas.
Furioso tiró de ella, colocando su brazo derecho detrás de su espalda, apretando hasta que Brianna soltó su cuaderno dejando que cayese en el suelo cerca de la chimenea.
Sus palabras taladraban su cabeza y herido la empujó hacia su habitación. La estaba lastimando, sin embargo, Brianna se negó a quejarse y aguantó en silencio el dolor que él le provocaba.
La lanzó a la cama y salió dispuesto a provocarle el mismo infierno en su cabeza. Sabía dónde lo guardaba y en secreto había estado esperando a que ese momento llegase. Agarró el periódico y regresó a pasos agigantados lanzándoselo prácticamente a la cara.
― Lee ― exigió ansiando su venganza.
― ¿Qué es esto? ― Brianna lanzó una mirada fulminante y a regañadientes leyó aquel periódico.
- 𝟣𝟢 . 𝟫 . 𝟤𝟢𝟣𝟦 . Ма́рково -
❝TRISKELION COMPROMETIDO. SHIELD SUFRE UN ATAQUE TERRORISTA. MÁS DE 500 HERIDOS.❞
"El volcado de la información reveló mucho de los secretos de SHIELD, incluidas las identidades de varios súper héroes."
Durante mucho tiempo se pensó que había desparecido, sin embargo, el grupo terrorista HYDRA consiguió hacerse con el control de los recién construidos Helicarriers de SHIELD, destruyendo la base de la conocida agencia de inteligencia, y causando un gran número de daños y destrucción a lo largo del Potomac.
Según los informes, el director de SHIELD, Nick Fury, falleció a causa de las heridas sufridas en un ataque días antes al asalto a SHIELD. A su muerte se suma la del Secretario de Defensa, Alexander Pierce.
Ambos asesinatos fueron, presuntamente, perpetrados por el mercenario ahora conocido como Soldado de Invierno.
...
"A su muerte se suma la del Secretario de Defensa, Alexander Pierce."
"Secretario de Defensa, Alexander Pierce."
"Alexander Pierce."
Las palabras retumbaron sobre su cabeza, mezclándose entre ellas, repitiéndose una y otra vez formando un bucle tortuoso que golpeaba cada rincón de su cabeza, dañándola, lastimándola hasta un límite nunca visto.
Sus ojos se humedecieron, sus manos temblaron y lentamente apartó el periódico de su vista. Brianna colapsaba, cada fibra de su ser se desgarraba. Paralizada y sin poder respirar sentía como miles de dagas atravesaban su cuerpo al mismo tiempo, acabando con ella.
― Brianna... ― pronunció su nombre asustado.
"No quiero ver una simple explosión, quiero ver como todo arde lentamente, cómo cada uno de tus cimientos se va quebrando mientras luchas desesperadamente por mantenerte estable."
Se acabó, él había ganado y ella había perdido. El Soldado salía victorioso, cumpliendo con esa venganza que creía necesitar. No era consciente de ello, pero acababa de romper a Brianna por completo.
― Brianna ― dio dos pasos hacia ella.
― Has sido tú... ― consiguió articular mirándolo a los ojos.
― Yo no... ― quiso negarlo, pero antes de que pudiese decir más Brianna se encontraba golpeándolo sin control.
― ¡Maldito hijo de puta! ― chilló desesperada, lanzando un sin fin de manotazos que aterrizaban aleatoriamente sobre su cuerpo.
― ¡Escúchame! ― vociferó tratando de detenerla ― ¡Yo no he sido! ― gritó defendiéndose.
― ¡Te odio! ― Brianna golpeó su pecho, abofeteó su rostro y el Soldado lo único que hizo fue apartar los brazos dejando que ella se desquitase ― ¡¿Por qué?! ¿Por qué lo has hecho? ― arrugó su camiseta entre sus puños mirándolo a los ojos, exigiendo una explicación.
― Brianna... ― murmuró culpable.
― ¡Eres un monstruo! ― siguió descargando su ira y frustración, y nuevamente, él no hizo ni el más mínimo intento por frenarla ― Te odio... ― susurró frunciendo el ceño, dejando que sus lágrimas corriesen por sus mejillas ― No sabes cuánto te odio... ― musitó con la voz entrecortada, alejándose de él y llevándose las manos a la boca, ahogando un grito lleno de dolor.
Fue como una cascada, imparable, tan fuerte que arrasó con todo a su paso, con ella, con él, con los dos al mismo tiempo.
Brianna contuvo la respiración, incapaz de respirar, ahogándose en un océano de sufrimiento y angustia. Luego tembló, su cuerpo a un segundo de explotar y finalmente, sin poder contenerlo, explotó. Lloró como nunca antes en su vida. Sus quejidos inundaron la habitación y sus piernas flaquearon. Su mundo se desmoronaba y ella con él.
Cayó al suelo, rota y desconsolada, martirizando la conciencia del Soldado que estático observaba la destrucción que él había causado. Se dejó caer, colocándose a su altura, rodeando su minúsculo cuerpo con el suyo. La apretó contra su pecho, aguantando cada lágrima y jadeo doloroso.
Podía sentirlo, su sufrimiento era tan grande que traspasaba su piel llegando hasta el del Soldado, torturándolo en silencio.
― ¿Es real? ― preguntó resistiéndose a aceptar la realidad.
― Sí... ― contestó apartando varios mechones de su rostro.
― No... ― negó entre lágrimas ― por favor... por favor... por favor― suplicó desesperada encerrada entre sus brazos ― por qué has tenido que hacerlo... ― dijo decepcionada, sin poder mirarlo a los ojos.
― Mírame ― colocó sus manos sobre sus mejillas ― no he sido yo... ― juntó su frente con la suya, negando en silencio, deseando que ella creyese en él.
Brianna lo miró a los ojos, azules y humedecidos, y aunque intentase ocultarlo, muy en el fondo sabía que esa mirada era sincera.
― Entonces haz que pare... porque no puedo soportarlo, no quiero sentirlo... haz que pare, haz que pare... ― suplicó apretando los puños, luchando por controlar el caos en el que se encontraba.
El Soldado acarició sus mejillas, limpiando sus lágrimas, mirándola con una tristeza que jamás imaginó experimentar. Ella sufría y él se debilitaba al verlo. Rozó su labio con el pulgar, suspirando con nerviosismo. Llevaba conteniéndose durante mucho tiempo y solo en ese momento fue consciente de ello. Brianna rodeó su muñeca, evitando que su mano abandonara su rostro, reteniendo esa caricia que tanto anhelaba.
Jadeó inseguro e incapaz de soportar ni un segundo más junto su boca con la de Brianna. Sus labios se deslizaron lentos y tímidos, abrazando cada punto de esos labios que secretamente había deseado besar. Sus bocas se movían suaves y calmadas, acariciándose mutuamente, consiguiendo que por un instante todo quedase atrás. Se sintió libre al besarla, alejado de su propio infierno, alcanzando esa paz que tanto ansiaba.
Enredó una mano en su cabello, atrayéndola a él, pegándola a su pecho, recorriendo su boca con intensidad, perdiéndose en el sabor de sus labios, en la calidez que ese beso le aportaba, una calidez que ella cortó alejándose de golpe.
― Vete... por favor... ― retrocedió confundida, sintiéndose culpable.
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And I Oop! ¿Sorprendidas? 🙈
¿Qué os ha parecido? 🌚
Capítulo dedicado para @swift_unicorn (por aguantarme xd) ♥️
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