Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

18. » Día 69

𝟣𝟨 . 𝟣𝟣 . 𝟤𝟢𝟣𝟦

Brianna bufó molesta, apartando a base de patadas aquellas mantas en las que se envolvía cada noche y que sin saberlo apartaba entre sueños, totalmente ajena al motivo por el que siempre despertaba tapada hasta la nariz, protegida del frío.

Se sentó en la cama, llevaba despierta desde hacía un rato y aburrida, esperaba a que él se dignase a entrar por la puñetera puerta mientras escuchaba como su estómago se rebelaba contra ella y esa espiral de autodestrucción en la que se encontraba inmersa.

Hizo una mueca al pensar en el Soldado, en ese idiota que había ignorado cada una de sus provocaciones.

Nada de lo que ella hacía parecía molestarle en lo más mínimo, e incluso, no volvió a insistir en que comiese. Entraba, dejaba un plato y un vaso y se iba con prisa, luego regresaba, callado y sin apenas mirarla, sumido en algo que solo él sabía y que provocaba aún más la rabia de Brianna.

Porque mientras ella merodeaba dentro de esa habitación apagada y helada, caminando de una pared a otra como un animal enjaulado, él parecía estar bien con su existencia.

Callado y tranquilo, obviando por completo a Brianna y su actitud.

― Oye mercenario ― abrió la puerta molesta, dispuesta a reclamar su ya no tan odiada avena ― ¿mercenario? ― calmó el tono de su voz. No había ni rastro de él. Estaba sola y sin entender porqué.

Salió fuera sin miedo, definitivamente ya no quedaba prácticamente nada de esa muchacha que hace dos meses luchaba con todas sus fuerzas por ocultar el miedo desbordante que sentía.

Llegó hasta la cocina, nunca había estado en esa parte del búnker. Entró y empezó a revolver por los armarios, buscando algo con el que matar el hambre que tenía, pero después de abrir todos los cajones y de inspeccionar en cada armario, no encontró nada.

Gruñó molesta, colocando una mano sobre su cadera, pensado en lo irónica que era esa escena. Justo cuando ella quería comer, no había comida.

Escuchó un ruido detrás de su espalda, giró y ahí estaba el Soldado, parado bajo el marco de la puerta, sujetando entre sus brazos un par de bolsas de papel que a simple vista se veían pesadas.

Ninguno habló, el Soldado suspiró, apartó la mirada y con el ceño fruncido empezó a colocar las provisiones que había comprado. Brianna lo observó curiosa, moviéndose sigilosamente hasta la entrada de la cocina. Estudió su expresión encontrándola preocupada y nerviosa, puede que estresada también y negó con la cabeza, recordándose a sí misma que nada de lo pudiese pasar con él era de su incumbencia, ni mucho menos debía de preocuparle.



"Recuerda quién es y donde estas. Te odia y tú a él."


El Soldado siguió ordenando, de las bolsas sacaba latas, avena y una bolsa más pequeña de la que Brianna no pudo adivinar su contenido. Finalmente terminó con cuatro botellas de alcohol que guardó en uno de los armarios más altos.


"Genial... asesino, psicópata y ahora alcóholico. ¿Algo más?"


― Tengo hambre ― pronunció cruzada de brazos, sin ser amable, prácticamente exigiéndole su desayuno.

― Y yo prisa ― dijo al aire, pasando por su lado sin mirarla, saliendo a paso ligero.

Parpadeó incrédula, ofendida. Apretó los puños, hinchó los mofletes y caminó hacia su habitación tratando de controlar el enfado que se apoderaba de ella.

Se sentó en la cama, pasando una mano por su cabello. El Soldado no estaba, había vuelto a salir dejándola sola y frustrada.

Lo encontró tan injusto, él salía y entraba, libre y tranquilo, disfrutaba de un exterior inalcanzable para ella, y mientras, ella sufría, atrapada entre sensaciones que la confundían y que no formaban parte de su verdadero yo. Ahora conocía el rencor, la ira y el odio, y todo era gracias a él.

Quería que sufriera, que viviese el mismo infierno que ella vivía, pero sobre todo, quería una respuesta. La razón por la que estaba viviendo ese horror.

Pasaban los días y Brianna ansiaba una respuesta, la necesitaba, tanto como el oxígeno que respiraba. El desconcierto la estaba consumiendo lentamente.

Fuera, el Soldado se encontraba arrasando con una caja de cigarrillos, tratando desesperadamente de calmar la ansiedad que lo torturaba sin descanso.

Llevaba días escribiendo, llenando varios cuadernos con ideas confusas y desordenadas y cuanto más escribía, más dolor y sufrimiento experimentaba. Cada recuerdo era como una batalla que él tenía que librar solo y asustado. Un sin fin de luchas que lo agotaban tanto fisicamente como psicológicamente, pero que al mismo tiempo y de la forma más dolorosa posible, lo liberaban del constante desconcierto que rodeaba su existencia.

Ausente, distraído y concentrado en sí mismo. El Soldado se esforzaba por armar el intrincado rompecabezas que era su vida, pensando sin cesar en como ordenar cada uno de los datos que lograba recordar.

Apagó su ultimo cigarrillo y tiró la colilla al suelo. Tenía que volver y no quería hacerlo. No cuando eso significaba estar cerca de Brianna, no quería verla, ni quería escuchar su voz, porque cada vez que que su mirada se posaba en ella, un recuerdo confuso y atormentado golpeaba su mente llenándolo de culpabilidad.

No era más que una frase que se repetía una y otra vez, la voz de una mujer nerviosa, que triste y apagada pedía una única cosa:


"Tienes que protegerla. Cuida de Brianna."


Protegerla y cuidarla, justo lo último que esperaba hacer. Agitó la cabeza y trató de ignorarlo una vez más. Nada de eso tenía sentido.

Volvió dentro, en concreto a la cocina. Tomó un bol y aquella bolsa pequeña que había guardado antes. Descubrió su contenido, unas ciruelas perfectamente redondas. Las lavó y salió hacia la habitación de Brianna.

― Tu desayuno ― murmuró respirando pesadamente. Alejarse de ella era imposible.

― Ya no tengo hambre ― dijo orgullosa, tumbada en su cama.

― Qué lastima ― contestó irónico ― Creí recordar que eran tus favoritas ― tomó una ciruela, mostrándosela, captando al instante la atención de Brianna ― Supongo que me las tendré que comer yo ― movió los hombros con desinterés, llevándose una ciruela a la boca, mordiéndola bajo la atenta mirada de Brianna.

¿Qué pretendia? ¿Cuál era el propósito de todo eso? Volvía a jugar con ella, a provocarla, pero esa vez, por más que desease esas ciruelas, Brianna no iba a ceder a sus juegos. 


"Ojalá te atragantes."


― Entonces, ¿piensas pasar hambre? ― preguntó tomando una segunda ciruela, desesperado a Brianna con esa provocación absurda.

― No tengo hambre ― mintió, suplicando internamente para que su estómago no hiciese de las suyas.

― Como quieras... ― dijo tranquilo ― Queda una, ¿la quieres? ― claro que la quería, pero estaba segura de que si decía que sí él se burlaría de ella ― Última oportunidad... ― sostuvo la mencionada pieza de fruta en alto. Brianna apretó los puños, estaba furiosa.

― Sí, por favor... ― habló con fingida inocencia. Vio una sonrisa en el rostro del Soldado, prácticamente imperceptible, pero ahí estaba. Seguramente se sentía ganador, inteligente, sin embargo, Brianna no iba a dar su brazo a torcer, ni desaprovechar una nueva oportunidad para provocarlo.

Aceptó la ciruela, apetecible y seguramente tan dulce como un caramelo. La acercó a sus labios, pero en lugar de llevársela a la boca, Brianna decidió lanzársela al Soldado con todas sus fuerzas, golpeándolo con ella en el pecho.

Escuchó una respiración profunda, el Soldado se contenía y Brianna enfurecía.

Recogió la ciruela del suelo, la frotó en su camiseta y se la llevó a la boca ante la mirada fulminante de su prisionera, luego salió en silencio.

― ¿Por qué estoy aquí? ― salió detrás de él, sorprendiéndolo.

― Vuelve a tu habitación ― ordenó con desdén.

― No hasta que respondas a mi pregunta. ¿Por qué estoy aquí? ― habló con firmeza, enfada y llena de odio.

― No ― añadió mirándola, esa vez, incapaz de apartar la mirada de sus ojos furiosos.

― ¿No? ― Brianna perdía el control y le daba igual.

― No pienso contestar a tu pregunta Brianna, pienso dejar que tú solita lo averigües, que te llenes de confusión y que luches contra una incertidumbre que de consumirá lentamente... ― el Soldado habló frente a frente, a escasos centímetros de ella.

― Eres escoria... ― sonrió sarcástica, fingiendo que sus palabras eran indiferentes para ella ― Un criminal que no merece estar vivo... ― observó como el Soldado apretaba los labios. Sonrió internamente, quería que sufriera tanto como ella ― Ya has hecho bastante daño, a personas inocentes, hombres, mujeres, probablemente niños... ¿cómo es que eres capaz de dormir por las noches?

― Será mejor que mantengas la boca cerrada ― quiso amenazarla, ocultar el escozor de sus palabras.

― Te crees alguien importante, imparable, y no eres más que un juguete con un estúpido brazo de metal. No eres nadie sin el... ― susurró desafiante. El Soldado se cansó, y encerró su mano humana alrededor del cuello de Brianna, empujándola hasta que su cadera chocó contra el borde de la mesa.

― Podría matarte en cuestión de segundos ― gruñó sobre su rostro.

― ¿Crees que me importa? ― replicó mirándolo a los ojos, retándolo para que continuase ― Vamos... lo estás deseando...

― Realmente te crees muy lista ¿no es así? ― sonrió con burla ― No trates de manipularme, te será imposible... ― alejó su mano, girándose con superioridad.

Y entonces Brianna lo recordó.


» 24 . 12 . 2013

Vagaba por los pasillos sigilosa, siguiendo el mapa que llevaba memorizando desde hacia una semana.

Era el momento perfecto, todo el mundo estaba arriba, cenando en el comedor, pretendiendo que celebraran una fiesta llena de afecto y cariño.

Era hipócrita pensar que en aquel lugar cruel y despiadado la navidad tenía cabida.

Llegó hasta una puerta completamente blindada, protegida con un sofisticado sistema de seguridad que Brianna sabía perfectamente como burlar.

No fue difícil conseguir el código de esa puerta, ni que su curiosidad por saber qué había detrás aumentase. Solo necesitó la tarjeta de identificación de Rumlow y que su padre le repitiese una y otra vez lo prohibida que tenia la entrada a ese sitio.

Dudó antes de entrar, recordando todas las normas que estaba rompiendo y la posible decepción que sentiría Alexander si descubría lo que su perfecta hija estaba haciendo, sin embargo, algo dentro de ella le indicaba que lo hiciese.

Entró, a su alrededor paredes llenas de muebles llenos de archivos. Toda la información de HYDRA estaba ahí, encerrada en una habitación bajo el suelo, en un búnker a prueba de cualquier cosa, asegurando la continuidad de la organización.

Merodeó sin saber por dónde empezar a mirar, demasiados datos y poco tiempo.


"Programa Soldado de Invierno"


¿Soldado de Invierno? Brianna frunció el ceño, encontrando ese nombre extrañamente familiar. Ya lo había escuchado antes.


"Señor. El Soldado de Invierno está preparado."


Eso era. Aquel hombre que hace más de un año la salvó de la furia de Josef, aquel con un brazo de metal y el mismo al que vio cómo torturaban sin control. La razón por la que Brianna decidió que Hydra no era para ella.

Abrió el cajón, sacando la primera carpeta que vio y comenzó a leer. Cientos de datos golpearon su cabeza y con cada hoja que leía su mundo parecía dar vueltas. No eran datos, eran informes de misiones y ese hombre que creyó bueno e inocente no era más que un cruel asesino al servicio de su padre.

Temblorosa abrió una ultima carpeta, encontrando dentro de ella una hoja con varias palabras impresas y al final, una única palabra.



"Obediente."


Aquella noche descubrió quién era él en realidad y también que el Soldado de Invierno no era el único títere con el que su padre había estado jugando.


"Proyecto Morrigan - Brianna Pierce"


― Zhelaniye ― pronunció la primera palabra de esa lista que recordaba a la perfección.

― ¿Qué? ― el Soldado se quedó paralizado.

― Semnadtsat ― continuó con la segunda palabra ― Rzhaviy ― y con la tercera.

― No ― susurró completamente aterrorizado.

― Rasvet ― pero Brianna siguió.

― Para ― advirtió llevándose las manos a la cabeza. Con cada palabra su cuerpo vibraba y una sensación estremecedora se apoderaba de él.

― Pech ― dijo una palabra más, cada sílaba que pronunciaba lo desesperaba más y más ― Devyat.

― ¡Para! ― chilló tembloroso. Necesitaba que Brianna se callase de una buena vez.

― ¡Dobroserdechniy! ― alzó la voz ignorando sus súplicas.

― ¡Para joder! ― la furia del Soldado de Invierno tomó el control y su mano impactó contra la mejilla derecha de Brianna, haciéndola caer al suelo de rodillas y consiguiendo finalmente que sus palabras llenas de tormento cesaran.

Respiró agitado, apoyando su frente sudorosa contra la pared. Estaba confundido y asustado, luchando por respirar, y sin ser consciente de lo que acababa de hacer.

Se levantó aturdida, sintiendo calor y escozor sobre su rostro. Llevó una mano a su mejilla solo para descubrir qué estaba sangrando.

Vio sangre y su cuerpo se lleno de rabia y odio a niveles que no podía controlar.

Llevaba años recibiendo golpes y palizas en un sin fin de entrenamientos y nunca, nadie se había atrevido a pegarla de ese modo.

Brianna dejó de razonar, de ser lógica para dejarse llevar por la ira que sentía. Caminó despacio hasta una silla vieja, alzándola en el aire y golpeando al Soldado con todas sus fuerzas, tan fuerte que él cayó al suelo y la silla quedó hecha pedazos.

― Última vez que me pegas. Primer aviso ― espetó escuchando sus gemidos, para luego encerrarse detrás de su puerta.

Jadeó nerviosa, sudando frío. Aquella era la primera vez que Brianna hacía algo por defenderse a sí misma, algo más allá de esquivar golpes. Tragó hondo sabiendo que estaba metida en serios problemas. Tenía dos opciones, o él la dejaba en paz o directamente la matada en cuanto se levantase del suelo.

Pasaron los minutos y la puerta siguió cerrada. Más calmada y sentada en su cama, Brianna pensó en lo que había pasado, en el efecto de esas palabras y en esa reacción que jamás pensó tener.

Sin embargo su tranquilidad duró poco, la puerta se abrió y Brianna palideció esperando algún tipo de tortura.

El Soldado entró en silencio, llevando entre sus manos una bandeja de metal. Avanzó hacia ella y tomó asiento sobre su cama, provocando que ella retrocediese alejándose de él.

― Escocerá ― advirtió empapando un trozo de algodón con alcohol. Brianna frunció el ceño. ¿Acaso pretendía curarla?

Y antes de que pudiese encontrar una respuesta para esa pregunta el alcohol llegó a su herida y un gemido de dolor escapó de sus labios.

La habitación se sumió en un profundo silencio. El Soldado siguió curándola, incapaz de mirarla a los ojos o de articular palabra. Se sentía culpable y desorientado, preguntándose cuándo y cómo había llegado a provocarle ese corte en el labio.

Brianna lo observaba, sus hombros estaban tensos y la vena de su cuello marcada, con ligeros toques iba limpiando su labio y de vez en cuando fruncía el ceño como si ese corte le doliese más a él que ella.

Todo era muy confuso, el hombre que ahora se encontraba curándola era totalmente diferente al mismo que hace unos minutos gritaba fuera de sí en el salón.

El Soldado dejó el algodón manchando en la bandeja para después tomar un bote de crema que luego aplicó en su mejilla. Era delicado, sus dedos de carne y hueso prácticamente rozaban su piel, casi pareciera que le daba miedo tocarla.

Suspiró al terminar y con los labios apretados empezó a recoger dispuesto a irse.

― Espera ― Brianna rodeó su muñeca, sorprendiéndolo y mandando un escalofrío que recorrió cada centímetro de su cuerpo ― T-tienes astillas en... ― murmuró nerviosa, incapaz de hallar las palabras adecuadas para lo que quería decir. Ni ella misma sabía que pretendía ― Quítate la camiseta ― musitó con los ojos cerrados y sus mejillas a un segundo de arder.

Y para su sorpresa, él lo hizo sin rechistar. Observó su cuerpo, pequeñas gotas de sangre adornaban sus hombros y parte de su espalda. Soltó un ligero suspiro sintiéndose culpable por haberle hecho daño y empezó a curarlo.

Apenas tenía idea de lo que estaba haciendo, solo imitó su acción, tomó una bola de algodón, la empapó en alcohol y se acertó reticente a su torso desnudo.

Lentamente fue limpiando cada herida, deslizando el algodón por su piel y en el camino, viendo cada cicatriz que completaba su cuerpo. No era la primera vez que lo veía sin camiseta, sin embargo, en ese instante era totalmente distinto, porque no estaba amenazándola, ni rodeando su cuello con su brazo de metal, tampoco la miraba con rabia gritándole en silencio lo mucho que la odiaba. El Soldado se mantenía sereno, callado, atrapado en una atmósfera llena de calidez que lo abrazaba alejándolo de su tormentosa realidad.

Alzó la vista encontrándose con la mirada calmada y concentrada de Brianna e indiscutiblemente con los estragos que su golpe había causado en ella. Tragó incómodo sintiendo un nudo en la garganta y siguiendo sus deseos más internos llevó su mano a esa mejilla maltratada. Jadeó angustiado, acariciando el cardenal que empezaba a formarse sobre su piel, bajando lentamente hasta rozar la comisura de sus labios.

Sus ojos se tornaron húmedos y con la voz entrecortada alcanzó a decir, por primera vez después de tantos años:

― Lo siento...





Me paso por aquí para recordaros que el Q&A sigue abierto ☺️

Nos vemos en el próximo capítulo o en instagram xd 😉

Next: DÍA (?)

💞

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro