
15. » Día 53
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𝟥𝟣 . 𝟣𝟢 . 𝟤𝟢𝟣𝟦
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"¿Alguna vez has sentido miedo? ¿Estás seguro?"
"Descríbeme que sentiste."
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» Día 53
Tenía las manos detrás de la nuca, sus ojos verdes y apagados miraban hacia el techo, no buscaba nada en concreto, solo lo observaba.
Oscuro, sucio y desgastado, lleno de manchas que formaban siluetas aleatorias, sujetas a su imaginación.
Brianna pestañeó con lentitud, su cuerpo estaba tendido y relajado sobre el colchón, tan tranquila que su respiración apenas era notoria. Respiró hondo, justo antes de adentrarse en el laberinto que formaba su propia cabeza, volviendo a perderse entre sus pensamientos una vez más.
Pensar y dejarse llevar, era lo único que había estado haciendo durante días...
La mente humana es maravillosa, ¿no crees?
Es magia, un enigma en sí misma, un enigma que el mundo aún no ha podido descubrir.
Una herramienta maravillosa. Un arma de doble filo.
Lo más increíble es que carece de libro de instrucciones. Es libre, ingobernable, inesperada, extraordinaria, con una capacidad desbordante que nadie parece terminar de comprender.
Cientos y cientos de datos almacenados sin apenas esfuerzo. Tiene demasiado poder, tanto que escapa de cualquier límite. Puede hacer a alguien fuerte o puede convertirlo en un ser tan frágil. Capaz de dar estabilidad y equilibrio, y del mismo modo, inestabilidad y destrucción. Fuente de esperanza o de desesperación.
Pero, ¿qué pasa cuando hay peligro a su alrededor?
Se adapta.
Analiza la situación, estudia el entorno y busca un modo de sobrevivir, de proteger al sujeto del que forma parte, lo cuida, hace lo que sea necesario, incluso cambiarlo.
Entonces, es aquí cuando yo me pregunto:
¿los monstruos nacen o se crean?
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» Día 50 ― Dos días después de su último intento de fuga.
"No, no voy a matarte, pero pienso hacer de tu existencia una verdadera pesadilla.
Voy a acabar contigo Brianna Pierce..."
Despertó de golpe, revolviéndose y pataleando, apartando las mantas que la protegían del frío de la noche con desesperación. Sentía como se apretaban alrededor de su cuerpo, asfixiándola, cortándole la respiración mientras dormía.
Jadeó asustada, mirando frenéticamente cada punto de su celda, buscando al monstruo que la torturaba sin descanso.
Cerró los ojos y una lágrima silenciosa cayó sin permiso, no lo podía controlar, su mente había perdido completamente el control, ya no había contención, solo desesperación y temor.
Las palabras y la mirada furiosa del Soldado golpeaban su mente sin cesar, aplastándola, destruyéndola poco a poco.
Se abrazó a sí misma, juntando las rodillas sobre su pecho y apoyó la mejilla sobre una de sus rodillas. Sabía que se quedaría dormida, que ya no resistiría más, que dos días sin dormir era más de lo que ella podía aguantar, pero también sabía que si cerraba los ojos él aparecería en sus sueños.
Y cada vez que eso pasaba, una parte de ella se rompía.
Pestañeó con lentitud, sus párpados pesaban y mantenerlos abiertos era prácticamente imposible, sin embargo, su mente destrozada se negaba a ceder. Estaba atrapada en sí misma, bajo los mandatos de su propia cabeza, obligando a su cuerpo ya sin fuerzas a mantenerse despierto, alerta, esperando un ataque que nunca parecía llegar.
Miró hacia la puerta, era como si pudiese percibirlo, el Soldado, detrás de esa pared de acero, acechándola, esperando cualquier excusa para atacarla y herirla, para romperla un poco más.
Pero Brianna se equivocaba.
Fuera, tendido sobre el viejo sofá, el Soldado se mantenía despierto, mirando hacia el techo mientras se esforzaba por encontrar algo de calma entre tanto tormento.
Era evidente, no podía negarlo, no podía ocultar el hecho de que desde aquel último intento de fuga por parte de Brianna algo cambió en él. No sabía qué era, y de nuevo, tampoco sabía qué demonios era aquella sensación que se empeñaba en torturarlo. Recorría sus venas, quemándolo por dentro y no paraba, ni un solo segundo.
Miró el reloj hasta que las seis de la mañana llegaron. Tomó aire y pasó una mano por su rostro agotado. Estaba más que acostumbrado a no dormir, no obstante, aquello que llevaba experimentando desde hace dos días iba mucho más allá de simples noches de insomnio.
De repente las voces y los gritos de sus víctimas dejaron de resonar en su cabeza. Todo era silencio, un silencio pesado, incómodo, imposible de ignorar, y junto a él, una imagen: la mirada horrorizada de Brianna.
Ahora luchaba por dejar de verla cada vez que cerraba los ojos o encontraba un minuto de tranquilidad, hiciese lo que hiciese ella aparecía, con su mirada verde y apagada, con las lágrimas asomando y su cuerpo tembloroso, ahogándose en un mar de miedo y terror del que él era el único responsable.
Pensó que eso le haría feliz, que calmaría el escozor de sus propias heridas, pero pasada la rabia inicial lo único que encontró fue dolor.
Y no lo entendía, no entendía porque si su mente gritaba venganza su cuerpo sufría como si se estuviese castigado a sí mismo.
Se puso de pie, colocándose la primera camiseta que vio, bajando las mangas todo lo posible. Seguía sin querer verlo, sin querer entender que jamás podría deshacerse de esa enorme y pesada carga de metal.
Respiró hondo, su pecho se encogía con cada respiración, y fue hasta la cocina, aún tenía que mantener con vida a Brianna.
― Mierda... ― gruñó viendo el estropicio que había formado en el suelo. Lo recogió a regañadientes, culpando a la falta de sueño cuando en realidad solo estaba distraído.
La frialdad e inhumanidad del Soldado de Invierno se difuminada y él era incapaz de verlo.
Sostuvo la bandeja con una mano y apoyó la otra en el pomo de la puerta, sin embargo, no quería entrar y ver la incómoda imagen que le esperaba.
Bufó y entró, encontrándola sentada en la cama. Tragó hondo y caminó hacia ella, dejando la bandeja a los pies de la cama. No dijo nada, el Soldado tomó asiento y esperó a que ella comiese, pero, al igual que los otros días, Brianna ni siquiera miró el plato.
Su rehén no se movía, parecía un maniquí estático y sin emoción, incluso diría que había dejado de respirar.
Contó mentalmente cinco minutos y retiró el plato intacto. Volvió a notarlo, como ella retrocedía según él se acercaba, sutil, ligero, pero ahí estaba.
Ella le temía, él lo sabía, y los dos odiaban esa sensación. Ella porque cada vez que el Soldado se aproximaba su garganta se cerraba y dejaba de respirar ahogándose en silencio, y él... él todavía no hallaba una explicación.
Salió dejándola sola, inconsciente de la tortura mental que sufría la joven cada vez que tenía que verlo, de cómo su pulso se aceleraba, del sudor nervioso de sus manos y del temblor de su cuerpo.
Brianna observó sus manos, las marcas de sus propias uñas clavadas sobre su piel. Siempre apretaba los puños, para no gritar, para no llorar, para no colapsar ante sus ojos.
Y no podía soportarlo más.
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» Día 53
Y ahora yacía en su cama, dándole vueltas a la pregunta que ella misma había formulado, preguntándose también cómo serían sus días, su vida a partir de ahora.
¿Se convertiría en una espera constante?
¿Qué era lo que esperaba?
Su muerte, un final, eso era lo que esperaba.
Tenía que aceptarlo, resignarse y hallar consuelo donde solo había miedo y oscuridad, entender que jamás escaparía con vida, que pese a haber luchado, su destino era ese.
Poco a poco las luces se habían ido apagando, Brianna ya no brillaba, ya no era ella misma. Era presa del Soldado de Invierno y de sí misma, encerrada en un Inferno que lentamente la consumía, como un fuego imposible de apagar en medio de un bosque sin esperanzas.
Ya no quedaba nada, vacío y terror a partes iguales. Brianna cambiaba sin saberlo, su mente tenía que protegerla, tenía que adaptarse al entorno cruel en el que se encontraba.
Era irónico, todo lo que Hydra no pudo lograr en años y años de entrenamiento el Soldado iba a lograrlo en menos de dos meses.
¿Cómo se supone que voy a despertar cada día sin derrumbarme?
¿Sin preguntarme a quién le hice tanto daño como para merecer esto?
¿Qué es lo que está mal conmigo?
Me estoy perdiendo... una y otra vez... recriminándome a mí misma no ser lo suficientemente fuerte como para soportar esto, para no temblar y para no entrar en pánico cada vez que la puerta se abre.
Supongo que tengo que crecer y acepar esto. El hecho de que esta soy yo, de que nunca voy a ser feliz...
Quiero que todo acabe...
dejar de sentir...
como aquella vez...
» 26 . 03 . 2012
Sus risas inundaban los pasillos, corrían entre empujones, luchando por llegar hasta la ultima pared y proclamarse vencedores de esa pequeña competición de la que solo ellos eran partícipes.
― ¡Yo! ― gritó Brianna, casi sin respiración, pero con una sonrisa desbordante en el rostro.
― Te he dejado ganar ― dijo Vlad con superioridad, ganándose un golpe de su mejor amiga ― ¡Oye! ¡Acepta la verdad! ― gritó sobándose el brazo ― ¿O es que la princesa no sabe perder? ― le sacó la lengua.
― Odio que me llames princesa... ― bufó rodando los ojos, haciendo que él riera y sin poder controlarlo, contagiándose.
― Lo eres, asúmelo. Eres Brianna Pierce, la hija del jefe de todo esto ― Vlad abrió los brazos según caminaban.
― Ya... y eso no me da ninguna ventaja ― volvieron a reír, justo antes de despedirse.
― Bueno... princesa, tu fiel plebeyo tiene que ir a cumplir con sus obligaciones ― él corrió desapareciendo por uno de los pasillos, dejándola sola y sonriente.
Vlad era el único apoyo que tenía. Era su mejor amigo, su hermano. Se había criado con él, con ese niño de ojos marrones que reía a cada minuto y que no importaba cuan mal estuviese, siempre sacaba el lado positivo de las cosas. Confiaba en él más que en sí misma, era su refugio, quien la mantenía en pie cuando lo único que quería hacer era caer y llorar.
― Hey... plebeyo, llevo buscándote durante dos horas ― cuando por fin lo encontró, Vlad se encontraba sentado en el hueco de una de las escaleras.
― Acabo de terminar mis tareas, aparentemente ser amigo de la hija del jefe no me está dando las ventajas que yo esperaba... no me sirves princesa ― señaló con humor, moviéndose hacia un lado para que Brianna pudiese sentarse a su lado.
― Toma... ― rió apoyando la cabeza sobre su hombro y sacando de uno de sus bolsillos una chocolatina.
― ¡Bingo! ¿Ves? Ventajas ― la aceptó con una sonrisa, partiéndola en dos trozos, uno para cada uno ― ¿Qué pasa Bri? ― preguntó después de unos segundos de silencio.
― Nada ― dijo jugando con sus manos. Lo hacía cada vez que estaba nerviosa o que mentía.
― Mientes, habla o te obligaré a hacerlo ― señaló dándole otro mordisco a su trozo de chocolatina.
― Vaya... ¿me obligarás? ― Vlad asintió con seguridad ― ¿Tú y cuantos más?
― Muy graciosa Bri... ― señaló con humor ― Lo adivinaré ― advirtió ― Es por tu padre, estás así porque... ¿qué puede ser esta vez? ¿no has conseguido escalar el edificio en tiempo record? ¿te has vuelto a negar a disparar a un pobre animal? o ¡ya lo sé! no has conseguido transformarte en un ser mitológico, es eso ¿verdad?
― Eres idiota... ― susurró negando con la cabeza. Brianna no quería admitirlo, pero Vlad llevaba razón, su padre era su punto débil y llegar a las expectativas que él tenía para ella era su quebradero de cabeza.
― Un idiota que tiene la razón... y lo sabes ― pasó un brazo con sus hombros.
― Lo hace por mi bien, porque quiere que sea la mejor. Soy yo que... ― trató de defenderlo.
― Alto ahí, no ― levantó un dedo ― Eres la persona más extraordinaria de este sitio, así que no te eches las culpas por no poder cumplir con unas expectativas que son... una completa gilipollez ― ambos terminaron riendo ― ¿Ves? Todo es mucho mejor cuando eres huérfano, no tienes que satisfacer demandas estúpidas.
― Supongo que tienes razón... ― el subconsciente de Brianna habló sin pedir permiso ― ¿Puedo hacerte una pregunta? ― reaccionó y quiso cambiar de tema.
― No, Bri, no hecho de menos a mis padres ni me preocupa saber quienes son o conocerlos... ― la miró ladeando la cabeza.
― ¿Y por qué? ¿Nunca te has preguntado por qué estás aquí? ―
― Me da igual, me gusta estar aquí. Esto es mil veces mejor que vivir en la calle o en un orfanato. Además, no pienso quedarme para siempre, en cuanto pueda, me iré ― explicó con calma.
― ¿Te vas? ¿A dónde te vas? ― Brianna habló nerviosa.
― Calma princesa ― rió al escucharla ― Solo quiero vivir fuera, explorar el mundo que hay detrás de estos muros y... no sé ¿tener una vida en la que no lleve el mismo uniforme todos los días? ― preguntó retórico, despertando la curiosidad de Brianna.
― ¿Me llevarás contigo? ― soltó de la nada.
― La princesa rebelde... me gusta. Realmente no pensaba moverme de aquí si no es contigo, quiero decir, necesito tus influencias...
― Idiota... ― rieron a conjunto.
Lo que no sabían era que en lo alto de la escalera, donde no podían verlo, alguien había escuchado su conversación.
― ¿Vlad? Vlad es un adolescente y a esa edad los adolescentes no dicen más que tonterías. Olvídalo Rumlow ― Alexander lo ignoró volviendo a sus papeles.
― Habló de escaparse y de llevarse a Brianna con él ― aquello si captó la atención de Alexander Pierce. Jamás permitiría que su hija pusiera un pie lejos de la base ― después de meterle un sin fin de ideas estúpidas en la cabeza.
― ¿Qué ideas? ― preguntó curioso y entonces Rumlow habló, inventándose una conversación que nunca existió.
― No me gusta para nada lo que acabo de escuchar. Aléjalo de Brianna, no quiero a ese chico cerca de ella. Dale tareas, mantenlo ocupado ― ordenó con firmeza.
― Con el debido respeto señor, eso no será suficiente. Yo sugiero algo más radical... ―
― ¿Radical? ― lo pensó ― Es el mejor amigo de mi hija... ― susurró adentrándose cada vez más en esa idea. Si él no estaba, Brianna no tendría ninguna distracción y por fin conseguiría manipularla como deseaba.
― Y es un huérfano al que nadie echaría en falta ― Rumlow añadió convenciéndolo.
― Encárgate tú. Quiero que Brianna piense que se ha ido, no otra cosa ― advirtió con seriedad.
Alexander dio una orden y un joven y celoso Rumlow se encargó de ejecutarla. Fue silencioso, rodeó su cuello y con una movimiento rápido Vlad dejó de existir, luego recogió sus cosas y se deshizo de él.
No dejó ni un solo rastro.
― ¡Brock! ― Brianna llegó corriendo ― ¿Has visto a Vlad? Llego buscándolo todo él día y no puedo encontrarlo ― sonrió mirándolo.
― ¿Es que acaso no lo sabes? Brianna, Vlad se fue esta madrugada, no ha dejado nada en su habitación. Se ha ido ― con cada palabra el rostro de Brianna se desfiguraba ― y no volverá...
Nadie sabe lo mucho que Brianna lloró aquel día, y los días siguientes, y durante varias semanas hasta que un día, llena de rabia, decidió ponerle fin a tanto dolor. Su único apoyo se había ido abandonándola, al final, siempre estuvo sola y él lo único que quería era aprovecharse de ella.
― ¿Puedo preguntar qué estás haciendo? ― Rumlow llegó a su lado, después de haber visto una pequeña fogata.
― Creo que es más que evidente qué es lo que esto haciendo. Quemar basura ― espetó sin ninguna emoción, arrojando varias fotografías arrugadas.
― Vaya... realmente estás enfadada ― era peor, ya no sentía nada, ni dolor, ni rabia. Miraba las llamas y era como no ver nada ― Yo no te dejaré Bri... ― quiso tocar su mano.
― Me llamo Brianna ― aclaró mirándolo a los ojos ― Y no necesito a nadie. Todo está perfectamente bien... ― sonrió suprimiendo cada recuerdo de Vlad, enterrándolo en el lugar donde enterraba a sus demonios internos.
Los siguientes meses Brianna hizo feliz a su padre, aceptando y cumpliendo con cada orden. Entrenando hasta que no podía más y esforzándose al máximo. Olvidándose de su verdadero yo para convertirse en un juguete sin vida al que no le importaba cada golpe que recibía, y fue él, el Soldado y ver su tortura, lo único que pudo hacerla volver a ser quien era.
Agitó la cabeza saliendo de sus propios recuerdos. Tenía prohibido pensar en él, para ella era como si estuviese muerto, solo así consiguió salir adelante, forzándose a borrar su existencia.
Vald no existía y nunca existió.
Y eso era lo que necesitaba.
Apágalo Brianna, hazlo como aquella vez, solo que ahora, asegúrate de borrarlo por completo.
Elimina este peso que te asfixia. Elimina tu... humanidad.
Vamos, conviértete en lo que ellos siempre quisieron. Es fácil, cierra los ojos y recuerda cada lección, cada lágrima, cada grito y cada golpe. Todas esas descargas eléctricas, cientos de voltios quemándote.
Deja que acabe contigo.
― Ya está ― habló sin emoción, girando sobre su cuerpo ― Ya no duele...
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¡Nuevo capítulo después de mucho tiempo!
¿Opiniones? 👉🏻👈🏻
No quiero adelantar nada, peeero... se vienen cosas "impactantes" (espero xd)
Día 60 is coming....
💞
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