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0. » Casi libres


𝟪 . 𝟫 . 𝟤𝟢𝟣𝟦


Le gustaba mirar por la ventana, subir hasta el punto más alto del lugar y, simplemente, mirar por la ventana. Sola, sin nadie con quién compartir ese momento.

Le gustaba tocar el cristal, sentirse mínimamente cerca de su deseo lejano. Trazar paralelamente las formas del paisaje con los dedos, imaginando que eran sus pies quienes recorrían cada camino.

No le importaba el frío ni la oscuridad del lugar, ella siempre subía, con su cuerpo envuelto en ese uniforme que cada vez pesaba más sobre su conciencia.

― 96 días... solo 96 días... ― murmuró sola, con una mano pegada sobre el cristal y la vista fija en el horizonte, mirando todo lo que sus ojos le permitían. Suspiró apartándose, rodeando su cuerpo con sus propios brazos, el frío era intenso, conseguía atravesar la tela de su uniforme y se posaba sobre su piel, congelándola.

Dentro de unas horas amanecería, el invierno se acercaba y cada vez los días eran más cortos.

Cerró los ojos, dejando que su mente se adentrase en uno de sus sueños anhelados. Aquellas fantasías donde ella era dueña de su vida, donde no cargaba con una fachada y donde la nieve estaba a la altura de sus pies, donde jugaba con ella por primera vez en su vida. Riendo, cantando, sin mirar constantemente sobre su espalda...

"Brecha en el sistema de seguridad"

"Brecha en el sistema de seguridad"

Fue empujada de sus fantasía de golpe, sin compasión y sin avisar. Abrió los ojos con rapidez, mirando a su alrededor, encontrándose de nuevo sola, pero ahora, con una insistente luz sobre los ojos.

Se acercó a la ventana, la noche aún era intensa, pero sobre el aire, atravesando las tinieblas se hallaban varias naves. Volaban por el perímetro, balanceando sus faros por todo el lugar, cegando a Brianna con la intensidad de sus luces.

"Brecha en el sistema de seguridad"

"Ataque desconocido"

La alarma se repetía, las sirenas bramaban, y poco a poco el sonido del caos cada vez era más notorio. Escuchaba pisadas, gritos y vociferaciones detrás de la puerta. Las dudas y el frío recorrieron su cuerpo, estaba asustada, en cuestión de segundos el silencio sepulcral que la rodeaba se había convertido en gritos y golpes tan intensos que podría sentirlos sobre su espalda.

Reaccionó cuando vio la primera explosión, una inmensa llamarada rompía con la oscuridad de la noche, alzándose por uno de los muros de la base.

Corrió hacia la puerta, abriéndola con desesperación y saliendo de ahí como si su vida dependiese de aquello. Sus pasos frenéticos chocaban contra el suelo y sus piernas nerviosas luchaban por no tropezarse con uno de los escalones. Brianna salió de su escondite solo para verse las caras con el mismísimo infierno.

Las luces de emergencia habían sido activadas, parpadeaban constantemente, alternándose con gritos de ordenes desesperadas. Todo el mundo corría, decenas de agentes perfectamente armados atravesaban los pasillos llenos de escombros. El fuego se había adueñado el lugar, las explosiones palpitaban sobre su cabeza y los sonidos de disparos parecían atravesar su cuerpo.

Brianna miró a su alrededor, completamente perdida, completamente desprotegida, sin saber qué hacer, sin saber dónde esconderse. Buscaba a su padre con la mirada, sin embargo, era evidente que él no estaba en la base. Estaba totalmente sola, y entonces una idea fugaz atravesó su cabeza, con la suficiente fuerza como para parar su respiración.

"Escapar"

Miró a su alrededor, el descontrol reinada, nadie la miraba, nadie parecía acordarse de ella ni de quién era.

Era ahora o nunca.

Y Brianna escogió el ahora.

Corrió con miedo, escuchando el ruido de los escombros bajo sus pies, ahogando sus gritos cada vez que un disparo parecía hundirse en ella, pero no dejó de correr.

Llegó hasta su habitación, cayendo de golpe sobre sus rodillas estirando un brazo debajo de la cama, tanteando a ciegas una mochila. No tenía tiempo de nada y si esa iba a ser su oportunidad para ser libre no la iba a desaprovechar. Gruñó clavando las uñas sobre la madera, tratando desesperadamente descubrir su pequeño escondite bajo el suelo. Temblorosa metió todo lo que pudo en su mochila, quedándose paralizada al sentir el tacto frío de una pistola sobre su manos.

Respiró pesadamente, ¿estaría dispuesta a utilizarla? ¿a matar a alguien por defender su libertad?

Lo guardó todo, mirando por última vez que la siempre fue su habitación.

Sabía perfectamente en qué dirección debía de correr, qué salida buscar y cómo atravesarla. Lo había estado ensayando y pensando desde hace tiempo, desde que supo que aquel al que solía llamar hogar no era más que una cárcel bien camuflada.

Corrió agitada hacia los sótanos, escuchando de fondo el caos de toda la base. Llegó y trató de calmarse, de visualizar el mapa que muchas veces recorrió en su cabeza. Caminaba en silencio, prácticamente de puntillas, los pasillos estaban abandonados solo acompañados por el constante goteo de las cañerías y el conducto de ventilación sobre el techo. La humedad y el olor a mojado acompañaban su fuga.

Sonrió viendo la puerta al final del pasillo, solo unos metros separaban a Brianna de su tan ansiada libertad, pero solo pudo dar dos pasos antes de esconderse detrás de una columna. Escuchó voces, gruñidos furiosos y desesperados, órdenes que ella no era capaz de entender.

Trató de calmarse, nada ni nadie iba a frenar sus propósitos. Buscó otra salida sin cesar, cualquier mínimo espacio por donde escapar y lo encontró, una ventana pequeña en lo alto.

Trepó por los conductos, rompiendo el cristal con el codo, ahogando un gemido de dolor al sentir cómo los trozos afilados atravesaron su traje hasta clavarse en su piel. Miró hacia el exterior, el mismo caos, el mismo infierno de dentro y al mismo tiempo su única posibilidad de cumplir sus sueños.

Respiró hondo, tomando aire antes de pensar escasamente como descender los tres metros que la separaban del la nieve. Escuchó pasos, voces desesperadas y entró en pánico.

Salto sin prepararse, cayendo en menos de diez segundos de espaldas contra la nieve, hundiéndose en el frío, pero por fin había salido de su jaula.

Ahora era libre.

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"Brecha en el sistema de seguridad"

"Ataque desconocido"

Las palabras retumbaban sobre las paredes de su celda, levantándolo de golpe y poniéndolo a alerta. No sabía qué pasaba, ni si aquello que escuchaba era real o solo un producto desesperado de su cabeza.

Parpadeó con lentitud, cerrando los ojos, tratando de volver a su realidad, de escapar de las garras de esos demonios que se empeñaban en jugar con su mente.

De fondo, detrás de sus propios pensamientos confundidos pudo distinguir cierto ruido. Pisadas rápidas, respiraciones agitadas y murmullos erráticos detrás de la puerta blindada que lo atrapaba.

¡Soldado! ― Karpov gritó acompañando del ruido pesado y tenebroso de la puerta ― ¡sácame de aquí! ¡ahora! ― vociferó enfurecido, apuntándolo con su pistola.

El soldado gruñó, apretando los dientes con fuerza, sin poder resistir el efecto de sus órdenes. Caminó despacio hasta aquel que le gritaba a punta de pistola, tomándolo de las solapas de su traje y arrastrándolo sin reticencia hacia el exterior.

Quería resistirse, luchar contra las órdenes, pero era incapaz. Constantemente fluctuaba entre dos mundos, entre el dolor y la rabia, entre la obediencia y la desesperación por salir de su celda.

No sabía quién era, ni qué demonios estaba pasando, vivía en una espiral de confusión y desconcierto. Una parte de él dolía, otra parte de él apenas sentía.

¡Date prisa! ― sintió el cañón de la pistola sobre su nuca, frío y estremecedor, aunque encontraba cierta costumbre en esa sensación helada.

Siguió caminando, cubriendo a su dueño con su cuerpo, atento a todos los escombros que caían del techo, sin importarle que el edificio se pudiese desmoronar sobre su cabeza, siguiendo un camino que él no recordaba, pero que por algún motivo sus pies sí.

Excelente trabajo Soldado... ― Karpov lo miró con superioridad, sonriendo irónicamente mientras desbloqueaba la puerta ― lastima que solo uno de los dos va a poder salir de aquí... ― la puerta se abrió y el aire gélido del invierno golpeó sus rostros ― gracias por tus años de servicio Soldado, pero todo tiene que terminar... ― murmuró apuntándolo con el arma, disparándolo sin ningún ápice de duda.

La bala quemó su piel y su ira aumentó, se abalanzó hacia aquel hombre, golpeándolo contra el suelo, chocando su puño metálico contra su rostro, una y otra vez, hasta que ya no escuchó sus súplicas ni gritos.

Se levantó con los puños ensangrentados sin sentir el dolor del disparo que llevaba cerca de las costillas. Miró hacia el exterior, sintiéndose embrujado por la imagen de la nieve ondeando con tranquilidad. Su cabeza empezó a dar vueltas, golpes de luz en forma de recuerdos desordenados.

Jadeó cansado, puede que asustado y confundido, escuchando los gritos de su cabeza y el crujir del edificio que en cualquier momento se caería sepultándolo.

Un muro cayó detrás de él, casi rozándole los talones y en ese instante, durante unos segundos, su parte más herida tomó las riendas. Era el momento de acabar con todo.

»   «

Corren por la nieve, alejándose del infierno que se cierne sobre su espaldas. Sus piernas se mueven con rapidez, sus respiraciones son agitadas, la nieve es espesa, a penas pueden moverse sin tambalearse, sin embargo, aún así continúan.

Continúan a pasar del miedo, a pesar de la confusión. Continúan aun sintiendo como el frío corta sus cuerpos, clavándose como astillas de acero.

Los dos corren, los dos se sienten libres. La adrenalina y el temor a ser descubiertos mueven sus cuerpos. No hay nada, solo nieve e inmensos árboles nevados que luchan por oscurecer el próximo amanecer. Solo son ellos, fugitivos perseguidos o eso creyeron.

Sus caminos se cruzaron, separados por unos cuantos metros, mirándose fijamente, rodeados de nieve y frío.

Brianna lo miró fijamente, sabía quien era y sabía que si no hacía algo su ansiada y desesperada libertad correría peligro. Quiso retroceder, pero sería inútil correr, él la alcanzaría, la atraparía y todo volvería al primer punto.

Debía de luchar contra él, contra el Soldado.

El Soldado la miró jadeante, con el ceño fruncido y los puños apretados. Sea quien sea llevaba el uniforme de HYDRA, sea quien sea estaba claro que iba a ir por él, a devolverlo a las garras del mismísimo infierno y él no estaba dispuesto a permitirlo

Corrieron, luchando contra la nieve, moviendo su piernas con decisión, dispuestos a defender hasta las últimas consecuencias su frágil libertad.

Sus cuerpos chocaron, rodando por la nieve, sintiendo el hielo sobre sus espaldas, haciendo que sus heridas se abriesen.

Gruñeron sobre el suelo, levantándose con rapidez, mirándose con ira.

Los golpes del Soldado la acechaban y Brianna los esquivaba, era escurridiza, se movía más rápido de lo que el Soldado podía controlar, pero hubo un golpe que no pudo esquivar y terminó sobre el suelo, con un golpe en el abdomen.

Jadeó buscando aire, viendo por el rabillo del ojo como el Soldado caminaba hasta ella con su respiración furiosa. Tomó uno de sus tobillos y la arrastró por el hielo, estaba dispuesto a acabar con ella, pero Brianna lo pateó, tan fuerte que el Soldado se echó para atrás soltándola al instante.

Era ella o él, así que tomó un tronco y lo golpeó en la cabeza, dejándolo tendido en el suelo.

Brianna jadeó, respirando entrecortadamente presa del dolor de los golpes que había recibido. Lo miró desde el suelo, y sintió pánico. Pánico de haberlo matado, de haberse convertido en una asesina.

Apretó los labios con culpabilidad y negó dándose la vuelta, dispuesta a irse, dejándolo ahí a su merced, sin saber si estaba muerto o no. Dio dos pasos y volvió a caer.

Cayó en la oscuridad, cerrando los ojos, dejando que su cuerpo se deslizara sin fuerza.

El Soldado respiró intranquilo, agachándose a su altura mientras trataba de contener la sangre de su herida.

Le quitó la capucha, descubriendo a su adversaria, jurando que ya había visto ese rostro en el pasado. La miró, su sangre manchaba la nieve.

Tembloroso llevó una mano hacia su cuello, esperando por primera vez en su vida no haberla matado. Jadeó perdido, girando sobre sus propios pies, buscando una salida, pero estaba solo. Quiso alejarse, huir y dejarla a su merced, pero se detuvo al escuchar el primer aullido de los lobos.

Cargó con ella sobre su hombro y caminó sin rumbo.

Pronto amanecería, dejaría a la desconocida en algún punto lejos de convertirse en presa fácil de los animales y huiría.

Ese era el plan.

»  «

Su cabeza daba vueltas y su cuerpo dolía. Intentó moverse, salir de aquella sensación, pero había algo que la frenaba.

Abrió los ojos tratando de soltarse de lo que fuera que la estaba reteniendo.

― ¿Quién eres? ― escuchó una voz grave y gélida. Intentó buscar el origen de esa voz, pero solo consiguió distinguir una figura cubierta de oscuridad bajo el umbral de la puerta.

― Suéltame, por favor ― pidió con la boca seca, buscando la fuerza que la retenía solo para descubrir qué estaba esposada a los barrotes de una cama.

― ¿Quién eres? ― volvió a preguntar con la misma voz, apretando bajo su puño una pulsera.

― Soy... ― Brianna calló antes de hablar ― no soy nadie, por favor, suéltame... ― intentó moverse, pero solo consiguió que las esposas se clavaran aún más sobre sus muñecas. Brianna gimió con dolor.

Tembló al escuchar los pasos del desconocido acercándose a ella, pero su miedo fue mayor en cuanto vio de quién se trataba. Contuvo la respiración, eso no le podía estar pasando a ella.

Sus muñecas cayeron libres, pero ella no pudo mover ni un solo centímetro de su cuerpo.

― Hola de nuevo, Brianna Pierce... -




Hola!
Primer capítulo!
¿Opiniones?
Espero que os haya gustado 🙈

💞

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