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2.01

Últimamente el hombre se había vuelto aún más brusco en sus rondas de sexo; parecía frustrado y molesto la mayor parte del tiempo.

Definitivamente creía que se volvería loco.

Lo único que podía mantenerlo relativamente cuerdo, era la presencia de aquel jardinero que iba semanalmente a cuidar de sus queridas rosas y limpiar la piscina.

Claro estaba que, durante esos días, él no tenía permitido salir de la habitación. Ni siquiera podía acercarse a la ventana.

Pero, a pesar de no haber intercambiado palabra alguna con el hombre, el saber que había alguien más en la casa lo hacía sentir aliviado.

Había que recordarlo; Jungwon era un niño curioso, tanto que llegó a meterse en problemas debido a eso.

Por supuesto, esta no sería la excepción.

Claramente, el hombre le había ordenado no salir de la habitación, ni acercarse al ventanal, mucho menos asomarse.

Pero el mayor no estaba en casa, y ciegamente había confiado en él.

El pequeño se acercó gateando al gran ventanal de la habitación, asomando su cabecita por un la persiana.

Y lo vio.

Alto, cabello rubio y piel pálida.
Vestía unos pantalones algo desgastados y una camisa de cuadros, además de unos guantes gruesos.

Quedó asombrado, era tan guapo.

Pero Jungwon no tiene la mejor de las suertes.

El hombre rubio volteó, justo a la ventana de la habitación dónde el menor espiaba.

Sonrió cuando divisó al menor escondido tras la cortina y lo saludó con la mano.

Jungwon se alertó, alejándose lo más rápido que pudo del ventanal.
Su respiración estaba acelerada y su corazón palpitaba desenfrenado.

Seguro el jardinero lo delataría y entonces recibiría un castigo.

No quería más castigos, no.

Fue su culpa, no debió asomarse. Tuvo que ser un niño bueno y hacer caso.

Como ya era casi costumbre, la desesperación lo invadió.

Estrujó su cabello entre sus manos y comenzó a llorar.

Tonto, tonto, tonto.
Se repetía una y otra vez mientras golpeaba su cabeza contra sus palmas.

Hasta que unos golpes en la puerta lo alertaron.

-Bonito, ¿estás ahí?


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