𝘛𝘩𝘳𝘦𝘦
Jayce siempre había admirado la fortaleza de Mel. Su manera de enfrentar el mundo, su seguridad al tomar decisiones, su firmeza. Ella lo empujaba a ser mejor, a superarse. Pero esa admiración venía acompañada de un peso. Amarla significaba vivir bajo la sombra de sus expectativas, siempre intentando alcanzar un ideal que, a veces, parecía inalcanzable.
En sus buenos días, Mel podía iluminar cualquier lugar con una sola sonrisa. En los malos, podía convertirlo en un campo de batalla con una sola palabra. Y Jayce no sabía cómo sobrevivir en ese terreno. Era humano. Se equivocaba. Sin embargo, cada error que cometía era una herida en la relación, una grieta que, en vez de repararse, parecía ampliarse con el tiempo.
Ese día, el peso de la última pelea con Mel lo había seguido como un fantasma. No podía dejar de pensar en sus palabras: "No estás comprometido con esto."
Las repitió una y otra vez en su cabeza, como una sentencia que no podía ignorar. ¿Había fallado realmente? ¿O era solo otra prueba más de que nunca sería suficiente para ella?
Con esos pensamientos nublando su mente, Jayce se dirigió al único lugar donde sabía que podía encontrar algo de paz. El laboratorio. Y, más importante, a Viktor.
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En el laboratorio, Viktor se encontraba ajustando los mecanismos de la Garra Hex, sus manos moviéndose con precisión sobre el dispositivo. Escuchó la puerta abrirse y no necesitó mirar para saber quién había entrado.
— Jayce. — Lo saludó sin apartar la vista de su trabajo.
— Viktor... — Respondió Jayce con una voz apagada mientras se dejaba caer en una silla cercana.
Viktor giró la cabeza hacia él, y al verlo, supo que algo andaba mal. Esa expresión ya la conocía. No era nueva la tristeza que le traía Jayce después de sus discusiones con Mel, pero esta vez parecía diferente, más profunda, como si algo dentro del moreno estuviera a punto de quebrarse.
— ¿Qué tienes? — Preguntó Viktor, con una mezcla de curiosidad y preocupación.
— Yo... No sé qué hacer... — Susurró Jayce, apenas capaz de formar las palabras.
El hombre de oro de Piltover, siempre tan seguro de sí mismo, ahora parecía derrotado, vulnerable. Viktor sintió un nudo en el pecho.
— ¿Qué pasó ahora? — Inquirió con cautela.
Jayce alzó la cabeza y sus oscuros ojos se encontraron con los de Viktor.
— Se suponía que ayer iba a salir con Mel, pero lo olvidé. Estaba tan cansado que, al llegar a casa, solo pude dormir. Hoy en la mañana me reclamó. Me dijo que no estoy comprometido con nuestra relación... — Su voz se quebró ligeramente.
Viktor lo escuchaba en silencio, sus palabras llenando el espacio del laboratorio. No era difícil adivinar cómo terminaría esta conversación: Mel y Jayce se reconciliarían, como siempre. Sin embargo, Viktor no podía evitar ser el apoyo que Jayce necesitaba, aunque sabía que nadie sería el suyo cuando Jayce le dejara el vacío de su ida.
— ¿Y tú qué piensas? — Preguntó finalmente Viktor.
Jayce suspiró, encogiéndose de hombros.
— Entiendo su enojo, sé que fue mi culpa dejarla plantada, pero... No es justo que por un solo error me diga que no soy suficiente. —
Viktor tamborileó con los dedos en el mango de su bastón, su ceño fruncido levemente. Era difícil escuchar aquello. Sabía lo mucho que Jayce daba de sí mismo, y que alguien le dijera que no era suficiente debía ser devastador para alguien como él.
El silencio se alargó hasta hacerse insoportable. Finalmente, Viktor se levantó con algo de dificultad, apoyándose en su bastón mientras se acercaba a su compañero. Se inclinó ligeramente hacia él, buscando su mirada.
— Está bien que reconozcas tu error. A veces no es fácil hacerlo. Pero no puedes castigarte por algo que puede arreglarse. Sabes que das lo mejor de ti, y eso es suficiente. Si te exiges más de lo que puedes dar, terminarás destruyéndote. — Jayce lo miró fijamente, atrapado por el penetrante color ámbar de los ojos de Viktor. Había algo en esa mirada que lo desarmaba, algo que lo hacía sentir seguro, apreciado. Era una devoción silenciosa que nunca antes había notado o que tal vez nunca quiso notar.
De pronto, la mano de Viktor se posó en su rodilla, un gesto que pretendía ser reconfortante. Pero para Jayce, fue mucho más que eso. El contacto le hizo sentir algo extraño: un calor que parecía contradecir la frialdad de las manos de Viktor.
— ¿Por qué...? — Murmuró Jayce, su voz cargada de dudas. — ¿Por qué haces esto por mí? — Viktor esbozó una leve sonrisa, una que hacía que el corazón de Jayce se acelerara sin entender por qué.
— Porque no puedo evitarlo. — Jayce desvió la mirada, confundido.
Había algo en esas palabras que lo hacía cuestionarse cosas que jamás se había permitido pensar. ¿Por qué Viktor lo hacía sentir tan bien? ¿Por qué su sola presencia lograba calmarlo de una manera que Mel nunca había logrado?
Sin darse cuenta, su mano se movió para cubrir la de Viktor. Un impulso extraño, pero natural.
— No sé... No sé qué haría sin ti... — Murmuró Jayce.
Viktor sintió su corazón apretarse. Quería decirle tantas cosas, quería abrazarlo, besarlo, hacerle saber lo que sentía. Pero no podía. Jayce no era suyo, nunca lo sería.
El sonido de la lluvia golpeando la ventana los sacó del momento. Jayce retiró su mano con cuidado y se levantó, ayudando a Viktor a hacer lo mismo.
— Gracias, Viktor. En serio, aprecio todo lo que haces por mí. — Viktor lo observó marcharse. Y mientras la puerta se cerraba, apretó con fuerza el mango de su bastón. El ciclo se repetía: peleas, consuelo, regreso. Siempre era lo mismo.
Mientras caminaba hacia donde estaba Mel, Jayce trataba de calmar el torbellino de emociones que había en su mente. Sabía que debía hablar con ella, aclarar las cosas. “Tal vez, después de eso, todo vuelva a la normalidad”. Pensó, pero ¿qué significaba “normalidad” para él?
Mientras se dirigía a la oficina de Medarda, una idea le atravesó la mente: no estaba seguro de querer que las cosas volvieran a ser como antes. Sin embargo, esa idea solo lo hizo estremecerse.
¿Por qué pensaba en eso?
Él ama a Mel y Viktor solo es su compañero. Es obvio que si arreglan las cosas todo volvería a la normalidad, esas emociones confusas simplemente desaparecerían... ¿Verdad?
Viktor, por su parte, se quedó solo en el laboratorio, con la vista fija en la ventana. La lluvia continuaba golpeando el cristal, imperturbable. Y mientras escuchaba el incesante golpeteo, una pregunta lo atormentaba:
"¿𝗛𝗮𝘀𝘁𝗮 𝗰𝘂𝗮́𝗻𝗱𝗼 𝗽𝗼𝗱𝗿𝗲́ 𝘀𝗼𝗽𝗼𝗿𝘁𝗮𝗿 𝗲𝘀𝘁𝗼?"
Dibujo hecho por: @seadeepspace
Pueden encontrar más de su hermoso arte en Twitter (X). <3
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