☄Parte Única.☄
A Jimin nunca le faltó nada en su vida, había nacido en una familia muy bien posicionada, con un buen apellido. La mayoría de sus amigos solo estaban con él por su dinero y su popularidad, no por quién en verdad era Park. Nadie lo conocía realmente.
La hermosa sonrisa siempre estaba en sus labios, pero una vez que la camioneta paraba en casa, esta se borraba y sus lágrimas se acumulaban en sus ojitos.
De verdad, nadie conocía al verdadero Park Jimin. A pesar de tener todo lo material, siempre hubo algo que faltó en su vida y desde pequeño fue así.
El rubio se despidió de su chofer, acomodando su mochila en sus hombros para a pasos lentos caminar hasta la imponente casa.
Suspiró. Las puertas se abrieron ante él, las chicas de limpieza lo saludaron, después siguieron en lo suyo. Jimin subió a su habitación, al entrar dejó su mochila en algún lugar para caminar con pesar a su cama, se iba a lanzar cuando notó una pequeña cajita envuelta en papel de regalo y una nota.
Enseguida supo de quien era, por lo menos su madre se había dignado a escribirle. Tomó la nota, leyéndola mientras sentía sus ojos llenarse de lágrimas nuevamente.
"Querido Jimin, papá y yo estaremos en el extranjero, nos surgieron cosas importas. Te compramos el celular más reciente debido a que el tuyo es una actualización anterior, disfrútalo cariño. Te queremos. —Mamá y papá."
Jimin dejó la cajita en su mesita de noche. Sus ojos ahora estaban completamente aguados, impidiéndole mirar correctamente. Se lanzó a su cama, llorando de la impotencia, llorando por nacer con el apellido Park... Lloraba porque sus padres no tenían tiempo para él.
No supo cuánto tiempo estuvo llorando. Cuando abrió sus ojos notó que era de noche, se había quedado dormido mientras lloraba. Pesadamente se sentó en la cama, soltando un suspiro.
Ese fue el suspiro más largo que había salido de su boca en lo que llevaba de la semana. Talló sus ojos para después levantarse de la cama.
Otra vez acudiría a ellas, a las únicas que estaban allí haciéndole compañía, brillando tan preciosas que no se cansaba de contemplarlas. Caminó hasta su ventana, sentándose en el suelo del pequeño balcón del segundo piso.
El cielo era hermoso y reconfortante. Sus lágrimas bajaron rápidamente, solo las estrellas y la luna presenciarían ese momento. Ellas eran sus cómplices, podía llorar por horas y ellas no lo juzgarían. No tenía que ser Park Jimin ante ellas, solo era Jimin y eso era lo mejor. Solo Jimin, un roto y solitario Jimin.
Nariz roja, ojos y mejillas mojadas debido a las saladas lágrimas. Boca y labios en un pequeño puchero que Jimin no había notado que hacía, un triste y roto chico. Así se encontraba Jimin y quien fuera que lo mirara pensaría que solo era una forma de llamar la atención, porque vamos, Park tenía la atención de todo el mundo. Y sí. Tal vez si quería llamar la atención, pero no de todo el mundo, solo quería la de sus padres, pero estos simplemente no lo notaban.
Por años se preguntó porque sus padres preferían salir de casa y pasar meses fuera en vez de quedarse con él. Por años se preguntó qué estaba mal con él ¿Por qué sus padres no lo querían? Jimin tiene pequeños y vagos recuerdos de su infancia, en todos y cada uno de ellos se encontraban sus diferentes nanas, pero en ninguno estaban ellos, sus padres.
Las veces cuando escapaba de todo, de sus choferes y de sus "amigos", caminaba al parque más alejado de casa, al que nunca nadie buscaría a Jimin en el. Ahí se sentaba a mirar a las familias felices. Sí, probablemente era un poco masoquista, pero nada importaba ya. Sus lágrimas silenciosas bajaban por sus mejillas al mirar a la gente que lo rodeaba. Todos eran felices pasando un rato alegre con sus hijos, llevándolos en sus espaldas, comprándoles un helado o con tan solo una simple acción como lo era un abrazo. Jimin no tenía y nunca tuvo nada de eso.
Ahora se encontraba ahí, en su balcón, mirando el cielo nocturno con tantas estrellas brillando. Deseando que al despertar por la mañana todo cambiara, que sus padres lo tomaran en cuenta y por lo menos intentaran remediar los tantos años que la pasó solo, aunque muy en el fondo sabía que nada cambiaría y todavía así, con el corazón en las manos, les pedía, les suplicaba y les imploraba tan siquiera un mísero abrazo de ellos.
Sus ojos brillaron, su llanto paró por unos minutos al mirar lo que pasaba por el cielo. Sus manitas se dirigieron a su pecho, tomando su cadenita que significaba algo importante para él. Sus ojitos se cerraron y con todo el deseo del mundo le suplicó a esa estrella fugaz que su vida cambiara tan siquiera por unos cuantos minutos.
Sus pestañas mojadas se despegaron de su piel para dejarlo mirar nuevamente al cielo, la estrella había desaparecido junto con su deseo. Sollozó, había pedido el mismo deseo por tantos años y todo seguía igual. Se sentía tan patético por encontrarse en esa posición, pidiendo un deseo a una estrella, que sabía que no se cumpliría.
Lentamente se levantó, regresando dentro de su habitación. Miró a su alrededor, su peluche favorito descansaba en su cama. Corrió hasta el, abrazándolo con fuerza en su pecho. Si nadie le daba cariño a Jimin, nadie le podía impedir darles cariño a otros ¿No?
Sus ojitos se volvieron a abrir, un nuevo día había comenzado. Se levantó de su cama, caminó a su armario, tomó una ropa casual y se vistió. Salió de su habitación, ese día no iría a la escuela, por lo menos un día no quería ser un Park, quería ser él mismo, el roto y abandonado chico.
Logró escabullirse de casa sin que su nana y guardaespaldas lo notaran. Corrió sin destino, solo quería alejarse de esa casa y de ese barrio tan elegante y rico del que ya estaba cansado.
Llegó hasta un pequeño parque, pronto tomó asiento bajo la sombra de un árbol. Si su madre lo mirara seguramente le reprocharía por sentarse en ese césped y en esa tierra tan sucia, pero como ella no estaba para decírselo, Jimin prefirió ignorarlo y comenzar a torturarse.
Los niños caminaban de la mano de sus padres de camino a la escuela, sonriendo y contándoles algunas cosas que ellos tomaban divertidas o preciosas. Lástima que no había nadie quien quisiera escucharlo a él.
Le gustaría poder ser él mismo, hablar con esa persona hasta tarde sin aburrirse, sin importarle si usó la palabra o la letra correcta, sin importarle si contó alguno de esos chistes que su papá decía que eran idiotas y sin gracia, o sin importarle si soltaba alguna mala palabra. Le gustaría sentir esa confianza en alguien más que no fuera Chimmy, su peluche favorito.
Jimin no sabía cómo no se había secado ya, todos los días lloraba, incluso lloraba en esos momentos mientras se torturaba a él mismo pensando en tantos escenarios donde era feliz. Sin notar que alguien lo miraba desde lejos, sintiendo el dolor del chico y queriendo acercarse para abrazarlo fuertemente hasta que su llanto parara de una vez por todas.
El castaño lo miró con pena, no era la primera vez que lo miraba en ese parque y menos llorando. Lo había visto por años llegar, llorar y luego como si de un mago se tratara, desaparecía sus lágrimas y su semblante caído por una sonrisa y un perfil de confianza y grandeza.
Ese era el día, el castaño podía, claro que sí. Solo iría, le preguntaría si se encontraba bien, le regalaría un abrazo y se marcharía. Sonaba fácil, pero no lo era. Lo pensó mucho y cuando decidió que lo haría el chico ya no se encontraba en el lugar. Suspiró, otro año que no se acercaba.
Los días pasaron, el castaño regresaba todos los días al parque, pero al parecer el roto chico ya no tenía la intención de hacerlo. Pero todo cambió cuando lo miró caminar lentamente hasta el árbol. Lo observó, no podía apartar sus ojos de él, era atrayente con solo esos delicados movimientos para sentarse debajo del árbol.
Lo miró por horas, no tenía intención de caminar hasta él e interrumpir su tranquilidad. Otra vez miró como lágrimas bajaban por sus mejillas, rápidamente se puso alerta. Se levantó de su lugar, caminando a pasos rápidos hasta el chico. Pero se detuvo cuando lo miró sacar su celular y contestar lo que parecía una llamada importante.
Lo miró ponerse en pie rápidamente, secarse las lágrimas y sonreír, para irse corriendo lejos del lugar.
Jimin corrió a casa, había recibido una llamada de su madre que le avisaba que su viaje había terminado y que tomarían unas semanas de descanso en casa. Los ojitos del rubio brillaron, al fin tendría lo que tanto quería, al fin las estrellas se habían apiadado de él.
Entró a casa corriendo, con una sonrisa adornando su rostro. Al mirar a sus padres corrió hasta ellos para abrazarlos. Su madre lo apartó lentamente mientras le sonreía. Jimin sintió su indiferencia, eso lo hizo sentirse muy triste.
—Cariño, ¿Qué le pasa a este chico? —su padre lo miró, sonriendo burlón.
Jimin bajó la cabeza, apenado, sintiendo su garganta quemar por el grito de impotencia que tenía retenido.
—No lo sé cariño, creo que quiere un nuevo celular —rio divertida—. ¿No es eso, Jimin?
Y Jimin notó que para sus padres él no importaba. Sonrió con lágrimas en los ojos, aguantando las ganas de largarse a llorar o romperse enfrente de ellos.
Los miró por unos segundos grabándose sus rostros porque ya casi los había olvidado. Tragándose sus lágrimas y bajando el nudo de su garganta asintió.
—Sí... Quiero un celular nuevo —soltó desganado.
Ni siquiera había abierto el que anteriormente le habían regalado. Sus padres asintieron. El hombre tomó su móvil para hacer una llamada mientras su madre escogía un nuevo celular. Jimin sintió su pecho doler. Sin que ellos lo notaran corrió a su habitación.
Tomó su mochila con sus útiles escolares y ropa, saldría de casa, no quería estar en ese lugar, al menos no ahora.
Logró salir, dando una última mirada a lo que fue su hogar por varios años. Con lágrimas en los ojos comenzó a correr lejos de ese lugar y de ese momento.
Sus ojos estaban aguados, nublándole la visibilidad, pero ya nada importaba. Sintió un fuerte impacto y cuando lo notó se encontraba en el suelo. Pudo notar una figura masculina delante de él pidiéndole disculpas.
Jimin se puso de pie con la ayuda del chico para minutos después secar sus lágrimas y mirarlo correctamente.
Un joven chico de cabellos castaños, sonrisa encantadora y ojos tan grandes y a la vez hermosos, estaba ante él. Sintió sus mejillas sonrojarse, rápidamente hizo reverencia para el chico.
—Lo siento, no te vi —habló bajito.
—Tranquilo, yo también estaba corriendo y no pude parar a tiempo —rascó su nuca, tímido.
—Lo siento... Me llamo Pa... Jimin —sonrió.
—Mucho gusto, Jimin. Me llamo Jungkook —se presentó.
Sus manos se estrecharon en un saludo. Ambos chicos sintieron una corriente y una gran felicidad con ese solo choque de pieles.
—¿Te encuentras bien? —lo miró preocupado.
Pero que pregunta tan estúpida. Jungkook lo miraba casi todos los días y años llorar, claro que no se encontraba bien. Parecía un acosador, pero solamente le preocupaba aquel guapo chico, no había otra intención.
Jimin se sintió decaído al recordar lo que estaba pasando en su vida, pero rápidamente logró sonreír y asentir.
—Estoy bien, solo fue una tonta caída, no soy tan fuerte como pensaba —sonrió. Jungkook lo miró no tan convencido, claramente hablaban de cosas diferentes.
—¿Estás ocupado? Iba a encontrarme con unos amigos, pero ellos cancelaron y no quiero comer helado solo.
Jimin lo pensó ¿Qué tan loco debería estar para aceptar una invitación de un completo desconocido? ¿Y si lo secuestraba? Bueno, tal vez así tendría la atención de sus padres.
Suspiró sonriente, después aceptó. Miró al guapo chico sonreír y juntos comenzaron a caminar.
Lo que Jungkook había dicho era completamente falso, nadie lo esperaba. Había corrido para tratar de encontrar al más bajo y reconfortarlo después de verlo salir corriendo del parque, pero Jimin no se tendría que enterar porque tampoco tenía malas intenciones. Al contrario, quería verlo sonreír, porque las pocas veces que lo había visto pudo notar la bonita sonrisa que este poseía y lo agradecido y bendecido que estaría por ser él quien lograra sacarle una de esas genuinas sonrisas.
Llegaron a la heladería más cerca del lugar donde se encontraban. Jimin era muy callado, parecía pensar mucho. Había visto sus ojitos aguarse, después parecía recordar que no estaba solo y rápidamente apartaba sus lágrimas para refugiarse en una sonrisa falsa y sin alegría.
Tomaron lugar después de ordenar sus helados, dispuestos a comerlo mientras hacían pequeños comentarios sobre lo delicioso que era el sabor que habían pedido.
—¡Park! —lo llamaron. Jimin miró a Jungkook para después sentarse correctamente en su silla y sonreír con superioridad.
Los chicos llegaron hasta él mientras sonreían de igual forma. Jungkook miró la escena en silencio.
—¿Por qué no fuiste a la escuela? Tampoco contestaste los mensajes ¿Dónde te habías metido? —preguntó. Jimin por primera vez sintió que alguien se preocupaba por él y sus ojitos brillaron con felicidad—. No teníamos quien nos pagara el almuerzo ¿Sabes lo que es comer lo mismo que esas personas inferiores a nosotros?
Y sus ojitos se volvieron a opacar mientras agachaba la mirada. Jungkook lo notó, sintiendo pena por él y por los idiotas chicos que tenían enfrente.
—¿No contestas nuestras llamadas, pero ahora sales con la muchedumbre? —una de las chicas que iba con ellos miró a Jungkook con asco.
Ese tono chillón hizo irritar a Jungkook, no dijo nada porque era una chica y su mamá le había enseñado que no tenía por qué meterse en una discusión con una chica.
Jimin miró a Jungkook, después a los chicos y chicas que estaban enfrente de él. Parecía que mientras ella decía un comentario fuera de lugar para Jungkook, la mente de Jimin había viajado a todas las veces que creyó que sus "amigos" estaban con él porque de verdad querían estar con él y no por su dinero y popularidad.
Su cabeza dolió, pudo notar la mandíbula tensada del joven castaño sentado a su lado, rápidamente se puso de pie, seguido por Jungkook que no comprendía que pasaría después.
—No se atrevan a hablar así de él. Me di cuenta de que ustedes solo me necesitan por mi dinero, pero se acabó, odio esto, odio mi apellido, no quiero ser "amigo" —hizo comillas con los dedos—. De personas bordes y mal educadas como ustedes. No todo en esta vida es dinero y les quiero pedir que, si solo me quieren tratar por mi dinero, no se vuelvan a acercar a mí.
Todos se quedaron en silencio, incluso Jungkook que no sabía cómo reaccionar a eso. Jimin tomó su helado y con la otra mano tomó la mano del chico, sacándolo de aquel lugar. Jimin lo arrastró por varias calles hasta que al fin llegaron al parque donde solía ir a llorar.
Jimin explotó, comenzando a llorar desconsoladamente. Su helado fue tomado por Jungkook mientras lo miraba refugiarse en sus manos. Lentamente se arrastró hasta quedar sentado en el mojado césped. Jungkook se quedó en silencio, no conocía al chico y tampoco sabía cuáles eran las otras razones por las que lloraba, porque no era tonto, Jimin no solo lloraba por lo pasado anteriormente, lloraba por todo lo que llevaba reteniendo en su pequeño corazón.
—Lo siento —lloró más fuerte—. Puedes pensar que soy patético, perdón por lo que Chaeyoung dijo de ti, soy tan mierda como ellos. Estoy tan cansado y roto, no sé si tenga la fuerza para seguir...
Y su llanto paró al sentir algo que nunca antes alguien había hecho por él. Jungkook lo estaba abrazando, pero no era un simple abrazo, era uno con compasión y sinceridad. Jimin suspiró al sentir lo cálido que era el otro chico.
—Puedes... Puedes contar conmigo para todo... Se que nos acabamos de conocer y que no conozco tu historia, pero estoy dispuesto a conocerte y reemplazar esas lágrimas de tristeza por unas lágrimas de felicidad —susurró cerca de su oído.
Jimin se alejó de él con pesar. Lo miró. Sus ojos conectaron y por primera vez sintió que las estrellas habían escuchado su pedido y lo habían vuelto realidad. Tal vez no era como pidió al principio, pero le habían cumplido al ponerle en su camino a una persona que estaba dispuesta a escucharlo hasta que decidiera quedarse en silencio, una persona que le daría cuando abrazos quisiera, hasta sentirse asfixiado por estos.
Una sonrisa bañada en lágrimas apareció en su rostro. Jungkook quiso gritar al mirarla tan cerca, tan hermosa como pensaba que era.
Desde ese momento se había ganado la confianza del más bajo, sin saber que su vida daría un giro inesperado.
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—¿Me sigues, Jungkookie? —Jimin miró detrás de él para encontrarse con la sonrisa del castaño.
Jimin no sabía que después de esa tarde terminaría contándole toda su vida a ese bonito extraño y que este se encargaría de llenarlo de mimos y brindarle el amor que tanta falta le había hecho durante tantos años.
Terminaron de llegar a su árbol, el árbol que se había vuelto el favorito de ambos. Pasaban más tiempo riendo y jugando, que Jimin llorando y lamentándose por la indiferencia de sus padres.
—Te seguiría hasta el otro lado del mundo si así me lo pidieras —soltó mirándolo con ternura.
Jimin rio sonrojado. Jungkook se había tomado muy en serio ese papel de hacer sentir a Jimin amado y lo mejor es que no lo hacía por obligación, al contrario, cuando Jimin le contó su vida al castaño, Jungkook se prometió siempre hacerlo feliz y así lo hacía. Pero nunca pensó enamorarse de ese chico. El ahora pelirosa lograba sacar su lado soft y tierno, haciendo feliz a Jimin en el intento.
Poco a poco dejó de importar la indiferencia de sus padres, después de varios meses logró darse cuenta de que no podía ser algo importante para ellos y lo dejó por la paz, no seguiría aferrándose a algo que sabía que no obtendría.
Las estrellas fugaces trabajan de manera diferente a como él pensó, por varios años pidió el mismo deseo, que sus padres le dieran cariño y amor, pero en vez de eso ellas decidieron darle algo mejor, algo que era infinito estando juntos. Le dieron a Jungkook, poniéndolo en su camino, porque sí, Jungkook le había confesado que años atrás lo miraba llorar por horas hasta que regresaba a casa y Jimin no se pudo sentir más feliz con aquello, alguien por fin se preocupaba por él.
Las pequeñas manos de Jimin tomaron las de Jungkook, haciendo que el chico lo mirara con una sonrisa en el rostro. Uno de sus grandes y largos dedos acariciaron la de Jimin.
—Koo —habló con cariño—. Nunca pensé que las estrellas me concederían este deseo... Claro, no fue lo que pedí, me dieron algo mejor que eso —sonrió—. Es por eso que quiero agradecerte, estuviste conmigo en muchos momentos importantes en mi vida y agradezco que seas tú. Que tú seas el que haya tomado mi mano y susurrado lo fuerte que era, que me hayas llenado de esos abrazos que me hacen tan feliz y de... Tus besos, que solo van dirigidos a mis mejillas, frente o manos, pero que me hacen estallar en amor y sabes, quiero... Desde hace meses atrás he soñado con esto, quiero... Quiero probar tus labios.
Jungkook sonrío, él quería lo mismo que Jimin. Ninguno de los dos sabía en qué momento habían caído perdidos por el otro, pero era algo lindo y sincero.
Los labios de Jungkook chocaron con los de Jimin, el menor lo había tomado distraído, pero estaba amando la sensación que sus labios le daban. Si pensaba que solo tomar sus manos era algo reconfortante, era porque no había probado sus labios.
Lo confesaba, estaba enamorado de Jungkook, el chico que había logrado reconstruir su roto corazón, el chico que se había convertido en su mejor amigo y en ese bonito deseo que las estrellas fugaces le habían concedido.
Lo amaba demasiado y nunca se cansaría de decirlo.
Sus ojos se habían llenado de lágrimas. Jungkook lo notó y cuando se separaron se sintió un idiota por besarlo sin preguntar, aunque Jimin así se lo había pedido.
—Perdón... Minnie, yo...
Jimin lo miró con lágrimas bajando de sus ojos mientras sonreía tan grande y hermoso. Sus labios se volvieron a unir, pero ahora Jimin había sido el que había tomado la iniciativa.
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Después de un año de relación con Jungkook, Jimin con su propio dinero se había comprado un departamento, no veía necesario seguir viviendo en un lugar donde no lo notaban. Se cambió de escuela, a la misma que Jungkook, una escuela normal y donde todos eran de clase normal, donde no se sentía superior por llevar el apellido Park. Toda su vida había dado un gran giro, pero lo que nunca creyó que pasaría, pasó.
Cuando cumplió dos años y medio de llevar una vida tranquila y sin lujos de sobra, pasó algo que pensó que ya estaba perdido. Su madre y padre llegaron a su departamento llorando.
Habían estado buscando a su hijo por varios años, no notaron que Jimin había salido de casa y la mujer al entrar a la habitación de su único hijo, encontrándose con sus cajones vacíos, sin ninguna de sus cosas, incluso sin su peluche favorito, había entrado en pánico. Algo en su pecho dolió y sintió un gran nudo en su garganta que le impedía gritar.
La nota encima del último celular que le habían comprado le decía que se había ido de casa porque estaba cansado de ser invisible para ellos y que probablemente había logrado hacer su vida con una persona que le daba el amor que por tantos años imploró.
En ese momento la mujer supo que quería a su hijo con ella, porque a pesar de estar concentrada en el trabajo amaba a su hijo. Amaba su sonrisa cuando le regalaban algo, pero ella no sabía que Jimin era bueno actuando, nunca lo conoció como una madre debería conocer a su hijo y con toda la culpa en su ser y con miles de alfileres clavándose en su pecho, había corrido por su esposo para contarle la mala noticia.
El hombre había leído la nota que su mujer le había entregado, corriendo fuera de casa desenfrenado, buscando a su hijo, a su bebé, al hombrecito que no había visto crecer por sus propios ojos pero que todos los días mantenía en cuenta sobre su desarrollo por medio de fotos que su seguridad y empleados de su casa le informaban.
Fue un día trágico para la familia Park, todavía mantenían ese recuerdo como un puñal en el pecho. Pero ahora, estando enfrente de su hijo sus ojos habían recuperado el brillo que tiempo atrás habían perdido.
Jungkook había corrido a la puerta al escuchar los llantos fuertes y el de su chico también. Su boca se abrió grande al encontrarse con Jimin aferrado al pecho de ambos mayores mientras estos le pedían perdón a gritos.
Cuando lograron calmarse habían entrado en casa. Jungkook se había presentado como el novio del menor de los Park y la mujer le había sonreído pícara y feliz a su hijo.
Al fin todo estaba cambiando. Era una noche hermosa, sus padres lo habían buscado y encontrado, pidiéndole perdón por todo el daño que le hicieron inconscientemente.
Jimin se encontraba sentado en el patio trasero junto con Jungkook. Sus manos entrelazadas y su cabeza descansando en el hombro del más alto. Ante sus ojos apareció una brillante luz que iluminó el cielo por unos segundos.
El más bajo sonrió mientras les agradecía a las estrellas todo lo que habían hecho por él. No podía estar más feliz.
Jungkook lo miraba, como si él fuera lo más hermoso que había visto y probablemente si lo era. Jimin se sonrojó, pero después sus labios se unieron en un beso.
La vida de Jimin cambió, sus padres lo dejaron seguir con su vida como la tenía hasta ahora pero constantemente iban a visitarlo, dejaban de lado algunas de sus reuniones solo para juntarse todos los viernes con ambos chicos para cenar juntos y contar sobre cómo había ido su semana.
Jimin ahora tenía más atención de la que había deseado y era algo reconfortante, los abrazos de sus padres eran tan cálidos como tantas veces se imaginó y los de Jungkook siempre iban acompañados con besos y palabras cálidas. Al fin lo tenía todo.
¡Hola!
Buscando gifs en Google me encontré con uno sobre estrellas fugaces y ¡Pum! Tenía una idea para escribir 😂
Espero que les guste mucho💜
¡Adiós!
~×~×~×~×
✥Portada y separador hechos por: tinyminniee y BangtanKingdomSquad ♡
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