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Una promesa

Me encontraba en mi habitación, recostada en mi cama; después de llegar de la casa de Gael había cenado, volví un poco tarde, a las 7 pm Rittha me llamó porque mis padres venían en camino, al parecer habían salido temprano y bueno, siendo sincera creí que pasaríamos tiempo juntos... pero no fue así.

La puerta se abrió mientras yo estaba cenando, yo no tenía permitido levantarme de la mesa sin haber terminado de comer, así que hice mi mayor esfuerzo por comer rápido para correr a saludar a mi mamá, quien entró primero. Corrí y la abracé y ella me devolvió el abrazo sonriendo.

—¿Cómo te fue hoy en la escuela princesa?— me preguntó, yo estaba dispuesta a contarle todo así que nos dirigimos a la sala. En eso entró mi papá, también me levanté a abrazarlo pero este simplemente se quedó tenso y al soltarlo me miró y se dirigió a su habitación.— Tu padre viene cansado, tuvimos un día difícil.

Asentí un poco triste, pero eso no me detuvo para contarle a mi madre cómo me había ido hoy, ni lo que había hecho anteriormente. Me senté y la abracé de nuevo, ella me correspondió y yo comencé a contarle sobre mi día.

—Marina— gritó mi padre desde el cuarto, interrumpiendo mi relato. Mi madre me dirigió una mirada que indicaba que volvía pronto y fue a ver qué quería. 

Pero no fue así. Mi madre no volvió; me quedé esperando en la sala tal cual me lo había ordenado, dieron las 9 en el reloj y comencé a sentir los párpados pesados, Rittha ya se había ido a su habitación también, y yo era la única fuera de su habitación a esa hora. 

Me dirigí hacia la habitación de mis padres, abrí un poco la puerta lentamente al escuchar ronquidos y encontré a mis padres dormidos, con la luz apagada. Eso hizo que las lágrimas nublaran mi vista, primera vez que mis padres llegaban temprano a casa, les contaría cómo me sentía y cómo me había ido en el día y no les importó, a ninguno. Cerré la puerta en silencio y al girarme encontré a Rittha saliendo de su habitación. 

Ella vivía aquí con nosotros, no tenía hijos ni pareja por lo que ella me había dicho el primer día, intentando ganar mi confianza. No era mi familia, solo era una niñera, pero como mis padres llegaban tarde y se iban muy temprano decidieron pagarle para que se quedara acá y le dieron una habitación. 

—Daniela, ¿Qué haces fuera de tu habitación a esta hora?— me preguntó confundida y con un poco de sueño— ¿Te sientes mal?— yo negué.

—Mi mamá me dijo que esperara en la sala pero nunca volvió— reproché un poco molesta— se fue a dormir.

—Bueno Dani, ella estaba cansada— intentó consolarme ella, lo cual admito que no funcionó.

—Me lo hubiese dicho como siempre— seguí quejándome— en lugar de haberme ilusionado con que me escucharía.— Rittha hizo una mueca de tristeza y negué levemente— estoy bien, me iré a dormir por que mañana tengo un examen— mentí.

Bueno, no mentía, la profesora había dicho que habría un examen de diagnostico para ver qué tan avanzados íbamos, pero eso no me preocupaba, solo necesitaba irme a mi habitación a llorar un rato, necesitaba hacerlo. 

Bueno, eran las 10 y no podía conciliar el sueño, tal vez por tan molesta que me sentía o por tanto que había llorado, pero no podía dormir, así que me dispuse a salir de mi habitación en busca de algo en la cocina; tenía hambre, dejé de comer por estar con mis padres y a ellos no les había importado. 

Tomé la leche y vaso y me serví, luego tomé el chocomilk y una cuchara. Con mucho cuidado de que no me escucharan lo preparé y bebí tranquilamente, la luz de la luna entraba por la ventana, estaba hermosa, el cielo despejado y las estrellas hacían resaltar más la noche, amaba esta vista, aun que jamás la había visto tan calmada ya que siempre dormía temprano. Al terminar de tomar mi chocomilk dejé mi vaso en la mesa y me dirigí de nuevo a mi habitación, pero un ruido en el patio me hizo voltear a la puerta trasera, que se encontraba unas 2 habitaciones más de la mía. 

La puerta tenía una pequeña ventana y por allí pude ver un búho en la rama del árbol; muy bonito y nada malo, me dirigí de nuevo a mi habitación, esta vez si entré y me recosté en mi cama, me arropé muy bien y cerré mis ojos esperando poder dormirme. 

La escuela fue aburrida, no hubo nada interesante; en este momento me encontraba en el parque con Gael, sentados en una banca comiendo un helado. El mío era de pistache y el de él de vainilla.

—¿Te acuerdas cuando nos conocimos?— habló Gael sonriendo, yo negué. 

Desde que tengo memoria habíamos sido amigos, pero no recordaba el momento exacto donde nos hablamos o algo similar.

—Te vi jugando en el patio y te aventé la pelota— sonrió— tú me la devolviste y de ahí todas las tardes jugábamos así.

—Siempre me pregunté por qué jugábamos sin hablarnos hasta que fuiste a mi casa— reí viéndolo— pero siendo sincera no recuerdo eso con mucha exactitud.

—Desde que me devolviste el balón supe que seríamos los mejores amigos— suspiró el.

—Oye... Gael— hablé levantándome de la banca.

—¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?— negué respondiendo su pregunta, tomé su mano y nos dirigimos a otro lugar, a sentarnos en el césped. 

—Quiero hablar de lo que pasó el otro día. El beso y lo que me dijiste— hablé por fin.

No sabía por qué, simplemente quería saber y en ese momento comencé a hablar sin poder detenerme. 

—¿Qué es lo que quieres saber del tema?— me miró con una sonrisa nerviosa— o ¿qué quieres decir del tema?

—Creo que me gusta mi mejor amigo— susurré, Gael comenzó a toser y yo me asusté por un momento, hasta ver que no era nada grave.

—¿Quién? Creí que tu mejor amigo era...— antes de que continuara lo interrumpí.

—Si, tú.— un silencio invadió el lugar unos segundos, decidí seguir hablando.— Sé que estamos muy pequeños para eso pero... tenía que decírtelo.

En ese momento Gael tomó mis manos, ambos nos vimos a los ojos y sonreímos, todo pareció detenerse como aquel día, me sentía muy nerviosa y podía sentir mis latidos.

—Entones me correspondes— susurró feliz— te agradezco que me hayas dicho.

—Creí que no era la edad para pensar en eso, digo tu eres mayor que yo y tal vez por eso me asustaba, aún somos pequeños, más yo— expliqué nerviosa.

—Tranquila Dani— rió en un intento de tranquilizarme, mi voz sonaba alterada— tengo en cuenta eso. 

—No quiero perder tu amistad Gael, me asusta con solo pensarlo, se que estoy muy pequeña y por ello no quiero que nada cambie— sollocé y él me abrazó. 

Pude sentir sus latidos y su respiración, estaba tranquila y lenta, sus latidos sonaban a la par con los míos, fue un momento hermoso, algo que amé sentir en ese momento.

—No cambiará nada, todo está bien. Seguiremos normal siendo amigos Daniela.

—Te prometo que me gustas— dije separándome de él— y que lo que digo es verdad.

—No dudo de tu palabra— sonrió viéndome a los ojos— yo te prometo que un día, cuando seamos grandes te pediré ser mi novia.

—¿Y nos vamos a casar?— sonreí inocente.

—Lo que diga mi futura novia— sonrió y de nuevo volví a abrazarlo. 

Admito que sentí mucho miedo de perderle, pero yo en el fondo sabía lo que sentía y no quería omitir mis sentimientos por mi edad, debía expresarlos; ya suficiente tenía con callarme todo con mis padres, Gael era el único que me escuchaba. 

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