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『4』

Aidan

El teléfono de la casa sonaba y sonaba sin parar. Abrí ligeramente los ojos y mire mi reloj de noche; 3:20 a.m. Fruncí el entrecejo, ¿quién hablaba a un teléfono de casa a esta hora? ¿Acaso los vendedores no duermen? Me coloque boca arriba esperando que dejaran de marcar pero no fue así. Vencido me levanté descalzo y salí de la habitación para caminar a la sala en donde estaba el teléfono.
Lo tome y conteste rápidamente.

¿Clarissa? —pregunté al escuchar su voz del otro lado del teléfono.

— Lo lamento, se que detestas que interrumpan tu sueño, pero es importante y no respondías tu teléfono.

— Me estás asustando, ¿Qué ocurre? ¿Qué necesitas? ¿Estás bien? —pregunté tratando de despertarme por completo.

— Si descuida, yo estoy bien —hice una mueca— pero Amaya no lo creo..

Abrí los ojos y chasqueé los labios. ¿Amaya? Amaya dormía como una piedra.

Lissa, ¿qué estás diciendo? Amaya está dormida, como cualquier persona normal a esta hora —bostecé.

— No no, Aidan. Amaya está aquí en el bar y creo que sería bueno que vinieras por ella.

— ¿Dijiste Bar? ¿Estás en un bar? —luego procesé lo que acababa de decirme— ¿Amaya está en un bar?! —deje el teléfono en la barra y corrí a su habitación.

Como cualquier persona educada toque la puerta esperando que respondiera, pensé que quizá esa era una broma telefónica, pero no sucedió. Gire la chapa y me encontré con la sorpresa que Clarissa ya me había arruinado; Amaya no estaba ahí. Suspiré frustrado y corrí al teléfono de nuevo.

Tal parece que el que dormía como piedra era yo.

¿Podrías enviarme la ubicación? Quitare el "no molestar" de mi teléfono.

Colgué en cuanto me lo envió y corrí a mi habitación para ponerme una playera, un suéter y mis tenis, luego tomé las llaves del carro que ambos compartíamos, lo habíamos comprado entre los dos hace ya un par de semanas. Arranque y coloque la ubicación en el teléfono para luego dirigirme hacia el bar.

Todo esto era tan confuso, ¿En qué momento había salido de la casa? ¿Por qué no me dijo nada? No es que tenga que darme explicaciones, pero ya estaba acostumbrado; ninguno de los dos salía o hacía movimientos fuera de casa sin avisar al otro.
Llegue y trague duro al notar un sin fin de personas tanto fuera como dentro y ni hablar de la música.

Sin más apresure el paso.

Un momento, caballero —detuvo un guardia— Debe esperar su turno

Señaló el final de la fila y por lo menos eran unas 20 personas esperando, ya que los demás no estaban formados como tal. Ni de broma, no puedo esperar.

Lo lamento, pero mi... mi hermana está ahí dentro, me acaba de llamar y por su voz, su estado no es el indicado para estar sola. —me vio de pies a cabeza— no creo que una persona antes le moleste —mire a la chica que seguía en la fila y sonreí un poco amable.

Mi desesperación aumentaba.

La chica me analizó y sonrió algo coqueta a mi parecer, tragué y ella asintió dándole a entender al guardia que me dejara entrar. Agradecí y me guiño el ojo. El guardia me revisó y al terminar entré corriendo al lugar. Todo esto era una locura. Había demasiada gente y de múltiples edades; literalmente todos tenían para elegir. Me tape un poco los oídos, era muy temprano y después de estar tomando una deliciosa siesta a esta hora, la música me aturdía demasiado.

Amaya me tenía preocupado, y es que, además de no hacer nada sin decírmelo, tampoco hacía nada sin su novio, y no entendía que le había pasado ahora. Y sobre todo ¿por qué a un bar? Digo, me había enterado que había venido ya un par de veces aquí, pero no sola, con sus amigos, y a como me había hablado Clarissa; ella en este momento estaba sola. Tenía la esperanza de que no fuera así, quizá ella tan solo la vio pasando por ahí sola, y sus amigos estén con ella, o Nate.

En verdad espero que así sea.

Desde mi punto de vista Amaya no tenía ningún especié de adicción, aunque últimamente la había visto mas seguido con un cigarro entre sus dedos. Y curiosamente eso había empezado un mes después de que empezara su relación con Nate. Pero no quería hacerme ideologías, él era un buen tipo, o bueno, de todas las veces que eh convivido con él había demostrado serlo. En parte supongo que esto era algo nuevo pero normal en ella, su edad, el estrés de la escuela, del trabajo, supongo que buscaba alguna manera para salir de esa rutina.

Múltiples chicas se me acercaban y yo solamente sonreía evitándolas, estaban ebrias, en su gran mayoría, y las entiendo si no ¿para qué más estarían en un bar?

Buscaba con la mirada, lo poco que veía, todo me aturdía, desde la música hasta las luces y algunas personas que simplemente no me dejaban avanzar rápido. Tome mi teléfono y le hablé a Lissa, la escuchaba muy poco pero afortunadamente pudo indicarme dónde estaba ella. Me vio y de inmediato me abrazo al igual que yo a ella.

Vaya, creí que tardarías más —dijo risueña.

— ¿Dónde está? —pregunté observando al rededor.

— Por los baños, ahí la mire la última vez.

— ¿Estaba sola? —asintió.

Mucho más para preocuparme

¿Te ayudó a buscarla? —negué— oh

— Descuida —observé con quien estaba, era un tipo totalmente desconocido para mi. Sentí un golpe en el pecho— disfruta de tu noche, yo me encargo de ella

Se veía nerviosa, tal parece que se dio cuenta que había visto a su acompañante y supongo que no quería eso. Le sonreí tratando de lucir lo más amable posible y luego me acerque al moreno quien nos veía mientras tomaba un trago.

Cuídala —advertí.

— Con mi vida, hermano —levantó su vaso y yo evite rodar los ojos.

Caminé nuevamente entre la gente.

Las cosas entre Clarissa y yo seguían idénticas, o algo así, la diferencia ahora era que yo tenía claro que ella no quería nada más que una amistad conmigo. Era algo incómodo para mí el tener que tratarla como una simple amiga sabiendo que realmente no la quiero como eso. Lo que si, es que había disminuido nuestras salidas, ahora ella tenía a más personas con quien salir, además de que nuestras salidas sin amigos ahora diario debía ser con ellos, y si alguno cancelaba, por alguna extraña razón ella también. Preferí no tomármelo personal. Sabía perfectamente que nuestro ligero alejamiento fue debido a que le confesé lo que sentía por ella ese día en la cafetería.

Debía liberarme de alguna manera, y claro que no se lo dije con la intención de cambiar algo en ella, pero era necesario para mí decirlo. Ella me abrazó, me hizo sentir seguro, dijo que era un honor para ella y me prometió que eso no cambiaría su cariño hacia mi. Así que en parte Amaya tenía razón al aconsejarme que decírselo era lo mejor.

Entrecerré los ojos y me acerqué corriendo en cuanto noté que era ella quien estaba sentada en el suelo recargada en la puerta de entrada al baño. Unas chicas estaban frente a ella gritándole.

¿Cuál es el problema? —Me voltearon a ver.

— Esta idiota no se quita, esta tapando el paso al baño —la chica sonaba muy ebria. Asentí y me agaché frente a Maya.

Levantó su vista y al observarme sonrió divinamente mientras sus ojos se cerraban y su mano tocaba mi mejilla.

Debemos irnos —hablé y ella reía ligeramente— venga, ayúdame a ayudarte.

Apoye su brazo en mi hombro y la levanté para luego empezar a caminar fuera del bar.

¿A donde me llevas, ojitos? —soltó risueña y no pude evitar sonreír.

Amaya empezaba a acostumbrarse a decirme así. "Ojitos". Tal apodo salió en una de nuestras muchas conversaciones en la cual me confesó que su color favorito era el verde, que ella amaba ese color, y que curiosamente mis ojos eran verdes.
Confesó que amaba mis ojos, y los envidiaba.
Desde entonces, ese es su apodo hacia mi, y si les soy sincero; me encanta, que me llame así, ya saben, suena lindo.

Abrí la puerta del copiloto y la ayude a entrar, abroche su cinturón, cerré la puerta para luego rodear el coche y subirme de igual forma. Puse el auto en marcha.

Maya, ¿qué ocurrió?

— ¿Qué?

— ¿En que momento te saliste de la casa? —ella rió.

— Aidan —el hipo le impidió seguir su oración— Estoy de maravilla , descuida.

— ¿Estabas sola en ese bar? —negó lentamente y fruncí el ceño— ¿con quién estabas?

— Nate —dijo muy bajo.

— ¿Y dónde estaba él en estos momentos?

— Se había ido ya.

— ¿Cómo dices?

— Que se había ido ya, hombre pareces mi padre —se recargó en la ventana.

— ¿Tu novio te dejo sola en un bar sabiendo en qué estado te encontrabas? —apreté la mandíbula inconscientemente.

— Eso dije. Había recibido una llamada, fue al baño y cuando regresó simplemente dijo que se tenía que ir —empezó a reír— tenía mejores cosas que hacer —susurró.

— Que mierda —solté enojado— ¿Y no le dijiste nada? ¿No le reclamaste?

No obtuve respuesta. Voltee ligeramente y noté como llevaba los ojos cerrados, su boca estaba entreabierta y su rostro pegado a la ventana. Trate de tranquilizarme en lo que quedaba del camino.
Todo esto me tenia muy confundido.

Al llegar abrí la puerta y la cargué de cintura y piernas para luego encaminarla hasta su habitación, me aseguré de cerrar todas las puertas y la recosté en su cama. Quite sus tenis al igual que su cinturón para que no se lastimara al acomodarse. Me agache a su lado de la cama y la observé.

¿En verdad estás dormida, Amaya? —acomode su cabello detrás de su oreja.

— Hm...

— No puedo creer que Nate te haya dejado en ese lugar completamente sola, sé que te sabes cuidar, pero es tu pareja, y si fueron juntos debían volver juntos —acariciaba su cabello mientras hablaba— ve, no hubieras sido capaz de volver sin mi ayuda... menos mal Clarissa te vio y me aviso.

Su cabello era muy tentador de acariciar, ese cabello que por fin había cambiado de estilo; ahora era una zanahoria muy carismática. Que va, su cabello era muy lindo y suave, no podía evitar quitar mis manos de sus mechones, esos mechones que tapaban ligeramente su hermoso y delicado rostro, que pecado.

Los colocaba detrás de su oreja o simplemente los aventaba hacia atrás para dejarlo a la vista por completo. Amaya era una persona muy tierna al dormir, nunca me había tomado el tiempo de verla mientras lo hacía, y es que suena muy raro decirlo así. Observaba cada mínimo detalle en ella, sus pestañas largas naturales, sus lindas cejas pobladas, su nariz imperfectamente perfecta, sus mejillas algo ruborizadas y sobre todo; sus labios.
Los mantenía entreabiertos mientras respiraba por la boca. Esos labios delgados, tenía un grueso labio inferior, colgante y húmedo que incitaba a humedecer... se veían tan.. tan.. joder.

Mis pensamientos volaron y al darme cuenta de eso noté como mi distancia con la de ella había disminuido mucho. Parpadeé varias veces y me alejé al instante, esto no podía estar pasando.
Me asuste un poco al ver como abría los ojos y me sonreía.

¿Sigues aquí? —su voz era muy baja.

Aclaré la garganta tratando de despejar mi cabeza.

Ya estaba por irme —reí nervioso.

Ambos mantuvimos el contacto visual, ella los mantenía algo entrecerrados debido a lo despistada que estaba pero no impedía poder apreciarlos. Me perdí por completo en esos ojos cafés tan claros que fácilmente iluminarían toda la ciudad.

Ella envidia mis ojos y yo envidio los de ella. Curioso ¿verdad?

— ¿Ojitos?

— ¿Dime?

— ¿Por qué me miras así? —rió y humedeció sus labios.

Tal acto me había hecho sentir extraño. Se veía tan bien al hacerlo, y en mi cabeza tan solo apareció un pensamiento indebido que rápidamente silencié, no podía estar pensando cosas así con ella, era ridículo. La falta de sueño me estaba afectando un poco.

¿Así como?

Pues así —el hipo apareció de nuevo— Como si quisieras...

¿Besarte? —interrumpí y ella de-ladeo un poco su rostro.

Tonto, tonto, tonto.

Había pensado en voz alta, y esta vez con algo comprometedor.
Ni siquiera quería besarla, no sabía porque había dicho tal cosa.
Porque no quería besarla...

¿Verdad?

¿Y por qué no lo haces? —preguntó y alzó su rostro. De nuevo estaba a centímetros de ella.

Mis ojos se cerraron por inercia y ¡maldita sea! Mi cabeza me está traicionado, necesitaba dormirme urgentemente.
Coloque las manos en sus hombros para alejarla amablemente.

No puedo besarte.

— ¿Qué pasaría si nos diéramos un beso? —soltó volviendo a recostarse— ¿Lo peor es que alguien se entere? ¿O que nunca lo hayamos hecho?

Que nunca lo hayamos hecho..

Sonreí un poco y dejé un beso en su frente— Estás ebria Maya, no sabes lo que dices.

— ¿Tú también lo estás?

— Claro que no, pero yo no estoy diciendo tales cosas..,

— Aidan...

— Duerme ya, mañana me recuerdas esto —solté risueño y escuché su risa contagiosa— Descansa peque

Salí de su habitación y cerré la puerta. Recargue mi frente en esta y solté un suspiro pesado, vaya madrugada de locos que estaba pasando. Camine al refrigerador y tome un trago antes de irme a mi habitación. Me tire a la cama y me coloque los audífonos para poder concentrarme en la música y poder despejar un poco mi cabeza, tanto como de lo que había ocurrido hace unos minutos, y sobre mi duda del porque Nate la había dejado sola, ¿se habrán pelado? ¿De quien era la llamada y porque Maya no lo supo tampoco?

Ahora tan solo debía dormir, y esperar a que mañana ella me lo contara todo con la resaca que tendrá.
Solté una última sonrisa al recordarla, mi cabeza no dejaba de dar vueltas pero solo quería olvidar lo ocurrido.

Amaya es mi amiga.
Es como mi hermanita.
Y solo eso.

Debo controlar mis pensamientos.

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