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12. Maneras curiosas de prestarte atención

Por ahí me llegó un comentario... (el cual curiosamente desapareció bastante rápido) donde me preguntan porque el lemon ha sido bastante escaso en esta historia y bueno, no sé si a alguien más le ha pasado por la mente, pero creo que es una pregunta válida y me tomaré el tiempo de responderla.

Una de las razones por las que considero que escribir lemon a lo bestia es poco creíble, es básicamente porque el Silver de esta historia es alguien bastante tímido y de moral relativamente recta, alguien que poco a poco va cambiando, pero no es algo que pueda suceder de la noche a la mañana sin sentirse orgánico...

Además no soy tan buena en ello y bueno, yo soy más bien de historias románticas y cursis y esto no sería un silvamy si los tortolitos no son lindos y tiernos entre sí (poco a poco, apenas se conocen, hay que agregar

En fin... solo me resta decir:

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Capítulo Doce
"Maneras curiosas de prestarte atención"

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[...]

—¿Tuviste algo que ver?—pregunto de nuevo con mas firmeza y Scourge se tensó.

No le sorprendería de ser el caso, de ese descarriado de tonalidades verdosas podía esperar cualquier cosa a estas alturas.

Que se mantuviese en silencio solo aumentaba la culpa —no asumida— sobre sus hombros.

—Esto es...—el peso de la indignación estaba presente, sin embargo no pudo terminar de formular su oración.

—Fue mi culpa—Amy intervino para sorpresa de todos a favor de Scourge—Soy muy torpe y me lastimé—Mentira no era del todo—Y bueno... Scourge solo me acompañó a la enfermería—.

Le dio una leve mirada a la chica y después observó a su compañero de fraternidad quien no había pronunciado palabra al respecto.

Estaba extrañamente callado y silencioso, nada usual en el.

—¿Es así?—la pregunta iba directa hacia el verde, el cual solo se encogió de hombros, apático y silencioso.

—Ya la escuchaste...—No iba a entrar en detalles, aún si realmente se sentía culpable por haberla lastimado indirectamente.

Amy en cambio, solo se removió incómoda ante la situación en la que se encontraba. Estar entre dos chicos era incómodo, mas cuando se sentía tan adolorida y cansada.

Lo último que necesitaba en esa situación era a dos sujetos discutiendo; ya se sentía adolorida y cansada y solo quería dormir. 

Estaba tan cansada que incluso había pasado por alto el hecho de que Silver estaba ahí. No lo había visto ni había tenido noticias suyas desde ese día y aunque el muchacho había acaparado gran parte de sus pensamientos, no se animó a enviarle un mensaje o algo similar. 

De nueva cuenta el centró su atención en ella y le dio una breve inspección a Scourge como si buscase alguna mentira en sus acciones. 

—¿Necesitas ayuda, Amy? ¿Ir al médico?—hacía tantas preguntas al mismo tiempo que no fue capaz de entenderlas todas. 

—La abrumas, idiota—Scourge al fin habló para intervenir—La enfermera dijo esguince grado dos... lo que sea que signifique esa mierda—masculló—Probablemente se sentirá mucho mejor si dejas de acosarla con preguntas tontas y la dejas irse a su dormitorio—.

Inmediatamente después el albino se sintió completamente avergonzado ante esto; la última cosa que querría era incomodar a Amy con las tonterías en las que podía llegar a enfrascarse con Scourge, además de sus tonterías propias.

—Lo siento—Inmediatamente su tono se suavizo—Creo que a veces olvido los límites...—

Se sentía agotada y el dolor comenzaba a aumentar ahora que el efecto de los analgésicos comenzaba a desvanecerse, así que solo se limitó a asentir en señal de que aceptaba sus disculpas.

—Bien... creo que es hora de irme—Antes de que diera un paso, Silver se apresuró.

—Por favor, deja que te acompañe a tu edificio—No confiaba en el de verde, además de que se sentía mucho más tranquilo al comprobar que ella llegase—Si no te molesta, claro—Que se tomase tantas molestias no era tan atípico, al final era un sujeto amable y de buenas intenciones, aunque para la de rosa fuese algo curioso de observar.

—De acuerdo...—No se sintió de ánimos para negarse, el ver al joven genuinamente interesado por su bienestar la conmovió un poco.

Al menos lo suficiente como para olvidar que Scourge estaba ahí presente, completamente en silencio observando aquella escena sin intervenir realmente. 

—Debo confesar que te envíe un mensaje hace un rato—Comenzó el albino como una forma de romper el silencio—Acabo de establecer un cronograma de actividades y un temario que creo que podría ayudarte mucho—Añadió, entusiasmado.

Probablemente no era el momento idóneo, pero no se le ocurrió qué más decir. Amy por otra parte sonrió con suavidad.

—Creo que sí te escuché...—Cobraba sentido la notificación que recibió un rato antes—No podré entrenar por cuatro semanas...—suspiró.

Silver la miró con asombro e inmediatamente se sintió arrepentido por mencionarlo. Quizá había sido desconsiderado por hablar de trabajo cuando ella seguía ahí con una muñeca lastimada.

—Cuatro semanas es bastante tiempo...—

Bastante sí, no quería pensar lo histérica que se pondría Rouge cuando se enterase y lo mucho que la haría entrenar cuando pudiese recobrar sus actividades nuevamente. 

—Sí...—confesó con una risa suave—Supongo que no hay mal que por bien no venga...—Divagó.

Su animosidad no era tan contagiosa, pero de igual manera se estaba esforzando. Silver en cambio, no supo exactamente como debía responder ante esto. Quería animarla, pero ¿cómo hacerlo sin sonar como un idiota invasivo? 

Había leído demasiados libros sobre interacciones sociales, comentarios casuales y consejos que te ayudarían a sobrellevar una relación amistosa, aunque ninguno hablaba sobre que hacer en estos casos en particular.

No era bueno socializando, mucho menos dándole ánimos a los demás.

Después de un momento de reflexión,esbozó una sonrisa suave intentando encontrar las palabras adecuadas tratando de aligerar el ambiente de esa noche tan caótica.

—Bueno... supongo que cuatro semanas sin entrenamiento puede ser la oportunidad perfecta para hacer algunas otras cosas para las que normalmente no tienes tiempo ¿no?—sugirió con entusiasmo cuidadoso—Podríamos ponernos al día con los estudios...—.

Amy lo miró, captando el esfuerzo de Silver por hacerla sentir mejor  y la propuesta le sacó una sonrisa; era de alguna forma tierno que se tomase la molestia, incluso si sugería algo tan poco interesante —aunque necesario— como lo era estudiar.

—Me parece una idea bastante acertada...—respondió.

Silver se rascó la cabeza en señal de pena; esto de socializar no era su fuerte, pero se estaba esforzando.

Con ambos sonriéndose sin algo más que decirse, la intervención de Scourge hizo que el ambiente fuese aún más extraño.

—Eh, galán—su tono era apagado, pero su mirada demostraba algún tipo de molestia difícil de ocultar—¿No tienes otra cosa mejor que hacer salvo hablar de libros?—Bufó—Chicle rosado, me largo...—Y sin esperar algún tipo de contestación, se perdió de la vista del par.

Amy observó la silueta de Scourge alejarse rápidamente; tampoco es como que le diera muchas vueltas al asunto, sin embargo era curiosa la actitud de ese moco verde. Silver, quien había bajado la vista un instante ante la interrupción solo se limitó a rascarse la nuca, incómodo ante lo que supuso era su culpa.

—Supongo que lo fastidié de algún modo... —bromeó Silver, encogiéndose de hombros.

—Nah... Scourge es raro... no le tomes importancia—De nueva cuenta retomó su caminar—Ya nada de lo que hace me sorprende...—suspiró.

—¿Lo crees así?—La curiosidad de Silver era genuina. Conocía a Scourge, quizá más de lo que podía pensarse y que el hiciera cosas desinteresadas por alguien más era antinatural.

No era la clase de sujeto que se preocuparía por los demás, no sin algo a cambio.

¿Qué habría motivado a Scourge para hacer algo así?

Amy por su ladohizo una pausa antes de responder; los acontencimientos recientes también eran un misterio para ella.

Como pasaron de una típica broma a una muestra de consideración era un misterio.

—Sí...  bueno... él es... bueno es Scourge...—explicó dándose cuenta de lo raro que sonaba incluso para ella.

Silver miró hacia el sitio en que Scourge había desaparecido y se acercó en silencio, pensativo.

—Supongo que tienes razón...—concedió—De acuerdo, creo que lo mejor será que nos demos prisa...— y con una sonrisa la instó a continuar caminando.

Con ambos en silencio, el trayecto fue tranquilo. Silver era agradable, aún sin emitir alguna clase de palabra. Su rostro concentrado en caminar hacia delante y su espalda recta era le hacían parecer demasiado formal. 

Frente a su edificio, ambos se despidieron con un moviento de manos y ella se perdió entre los pasillos de su fraternidad.

Y a Silver la extraña sensación de que ese día fue raro no pudo dejar de pasarle por el pensamiento.

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Por la mañana, las miradas curiosas de sus compañeras se posaron específicamente en la férula en su mano, algunas fueron prudentes y no la abordaron directamente con preguntas invasivas.

Otras, —específicamente Rouge— clamaron por el contexto completo de que rayos había sucedido.

La albina incluso se tomó el atrevimiento de tomar su mano de forma brusca, causándole dolor ante el movimiento.

—Lo siento—la disculpa estaba cargada de un tono de molestia que no iba a disimular—¿Es en serio, Pinky?—alternaba su mirada de la mano a su rostro, visiblemente molesta—Como rayos...—Por donde lo viese, no tenía sentido para ella.

¿Cómo pudo lastimarse la mano con un golpe tan tonto, cuando era una porrista que sufría caídas constantemente?

Era ridículo cuanto mas lo pensaba y pese a lo mucho que le avergonzaba que su capitana le abordase de esa manera, en el fondo ella tampoco lo creía posible.

La fragilidad era ridícula en este caso, o quizá ese idiota verde estaba hecho de acero.

Quien sabe...

—Y todavía vas a holgazanear cuatro semanas—Eso era lo que mas la molestaba—Maldita sea, Pinky... ¿Entiendes la gravedad de lo que implica que te atrases tanto?—.

Evidentemente lo entendía, le frustraba a ella también. Un mes de inactividad repercutiría negativamente en todo el progreso que había ganado, sin embargo no había más que hacer.

Por donde lo viese, ¿Qué le quedaba? Nada, por mucho que Rouge se quejase al respecto.

—Maldita sea—la escuchaba vociferar y maldecir cosas que no venían al caso en ese momento—Te juro por Chaos que le voy a partir un jodido palo de escoba en esa cabeza hueca que tiene el idiota de Scourge—Ella hablaba y hablaba de como torturaría al culpable y Amy solo pudo reír ante esto.

Sí, ese idiota tenía la culpa, aunque aún no olvidaba la cara de preocupación que tenía en el rostro y la aparente amabilidad —culpabilidad— con la que se comportó después.

Le parecía extraño, pero no iba a ahondar mucho en ello, con ese idiota podía esperar cualquier cosa y ninguna era buena.

Suspiró; Rouge seguía haciendo una rabieta con respecto a lo mucho que le costaría remendar el error y ajustar las rutinas —mentira—.

—Rouge, cálmate...—llamó a la razón—Todo estará bien, ¿de acuerdo?—sonrió—Solo serán cuatro semanas, prometo que todo saldrá bien...—continuó—Soy joven, puedo sanar rápidamente...—.

No muy convencida ante esas palabras, la mayor solo negó con la cabeza. No creía en sus patrañas, aunque no le quedaba más remedio que hacerse a la idea. 

—De nuevo debo sentir pena por ambas, Amelia Rose...—Dramatizó.

—No exageres...—

Estaba más que acostumbrada a ese tono de drama; aún así, comprendía un poco su molestia y preocupación. La férula en su mano era un recordatorio de que, al menos por un tiempo estaba fuera del equipo y que era torpe hasta la médula.

Mirando sus dedos envueltos entre las vendas no pudo evitar sentirse inútil al saber que la lesión no solo afectaba su desempeño, sino también al equipo entero, por lo menos un poquito;  aunque al mismo tiempo Rouge exageraba para hacerla sentir culpable y motivarla a que se recuperara más rápido  —si es que eso es posible—.

Esa era una de las extrañas maneras que tenía para indicarle lo mucho que le preocupaba y quería:

Presionándola...

—Lo digo en serio, Rouge —respondió tratando de sonar confiada—Solo necesito descanso...—

Rouge le lanzó una mirada escéptica, cruzándose de brazos sin creer en lo que estaba escuchando. Ella misma había pasado por lesiones, sabía que no era tan fácil, con todo y que le "echara ganas" y tratase de apurarse a mejorar. —Aún con eso, le gustaba darle ánimos y presionarla para no perder la costumbre—.

—Más vale que puedas compensarlo—aseveró—Si vas a quedarte sentada en la banca mientras a las demás nos suda el trasero, espero que hagas muchos pasteles deliciosos para compensar la energía extra que gastaremos por tu culpa—.

Amy río suavemente; Rouge y sus trastadas le ponían de buen humor de vez en cuando. 

—Lo sé, lo sé...—sonrió—Aún tengo mi mano para la batidora cien por ciento funcional—Bromeó.

Rouge puso los ojos en blanco, pero una pequeña sonrisa apareció en sus labios.

—Sí, claro...—le restó importancia al asunto—¿Por qué crees que me tienes aquí peleando contigo?—ambas rieron ante esto—Algo bueno debe de salir de tu torpeza, Amelia—.

—Eres una tragona...—respondió burlándose ella también.

—No me hagas arrepentirme de ser amable contigo, Pinky...—

Se quedaron en silencio unos segundos, pero Amy podía ver en los ojos de Rouge que, detrás de la fachada de dureza, había una genuina preocupación.

—Gracias, Rouge —dijo Amy, sinceramente.

—Solo recupérate rápido, ¿de acuerdo? No quiero otra excusa para estar preocupándome por ti...—

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De alguna forma intentaba llevar su rutina con normalidad; era difícil ignorar la constante y molesta punzada de dolor cuando movía o hacía algún movimiento fuera de lugar.

Eso de mantener un ritmo normal era difícil y frustrante, pasó la mitad de las clases tratando de acomodar sus cosas correctamente y estas —como si fuese un chiste cruel del destino— terminaban rodando de su escritorio y cayendo al suelo, lejos de su alcance. 

Después de esto, las miradas de sus compañeros, además de la misma pregunta que se repetía una y otra vez sobre como es que se había lastimado, aderezaron su mañana. 

Dejando de lado todo ese proceso tan cansado, las vendas le producían comezón. Había luchado media clase contra la tentación de rascarse como una completa obsesiva, sin embargo el dolor al intentar hacerlo solo aumentó su molestia. 

Ese no era su día, pensó...

Al final de la clase, cuando por fin sonó el timbre, soltó un suspiro de alivio y recogió sus cosas con torpeza intentando con todas sus fuerzas usar una sola mano a la vez que aguantaba la picazón que le provocaban las vendas. 

Mientras estaba concentrada en su odisea, se sintió observada; giró la cabeza y para su sorpresa —sarcasmo— Scourge estaba en la puerta recargado contra el marco observándola atentamente sin perder detalle de lo que hacía.

—¿Qué miras?—espetó más rudo de lo que hubiese pensado, pero Scourge era al último individuo al que hubiese deseado encontrarse en ese momento.

El día ya estaba siendo lo suficientemente molesto y pesado para que encima viniese ese idiota a fastidiarlo aún más. 

Scourge tan solo levantó las manos en señal de paz; sonreía con la misma picardía que siempre, aunque su mirada parecía sumamente interesada en lo que hacía en ese momento. 

—Tranquila, Pinky... solo vine a ver cómo te las arreglas...—Admitió sin reservas o aditivos—¿Te la estás pasando bien con una sola mano?—se burló.

—Estúpido...—Sin dejar de recoger sus cosas lo observó, no tenía ánimos de escucharlo o perder el tiempo en una "pelea" con él—Déjame en paz... no necesito tu lástima—.

Scourge rió entre dientes, disfrutando un poco la situación.

—No es lástima—le sonrió—Es genuina curiosidad... ¿Qué tan difícil puede ser sostener los pompones con una sola mano, eh?—De nuevo la estaba provocando.

Amy se sonrojó, pero no de vergüenza, sino de furia mal disimulada. Responder solo le daría más motivos para molestarla, pero estaba cansada, adolorida y ese idiota siempre se las arreglaba para incomodarla. 

—¿No has tenido suficiente ya?—Lo observó fastidiada—Anda a molestar a alguien más... ya hiciste suficiente—Hizo el intento de irse, pero él se puso frente a ella, imposibilitándole el paso. 

Scourge alzó las cejas visiblemente divertido; la diferencia de alturas era significativa, el tipo probablemente le sacaba media cabeza y sus hombros anchos la hacían ver aún más pequeña y escuálida. 

Alzó la vista para encontrarse con los ojos azules de Scourge mirarla directamente sin ningún tipo de tapujo y esa sonrisa de tiburón parecía esconder algo de lo que no quería formar parte. 

De nueva cuenta hizo el intento de abrirse paso, pero el verde no parecía tener intenciones de permitirle irse tan pronto. Su cuerpo enorme tapaba la salida y sin quererlo terminó acunada entre su pecho y el aroma a perfume le llegó de lleno a sus fosas nasales. 

—Ya... siendo serios...—su tono parecía mucho más suave que de costumbre—Te... ¿te duele mucho?—Preguntó.

Parpadeó sorprendida ante el cambio de tono; ¿De nuevo Scourge estaba preguntando si estaba bien? La pregunta la desconcertó tanto que, por un momento se quedó sin palabras solo mirándolo con desconfianza al chico frente a ella.

Después de unos segundos de estupor, finalmente respondió.

—¿Qué te importa?—

Scourge mantuvo su mirada, sin apartarse. Algo en sus ojos parecía genuino: curiosidad o quizá ¿culpa? Era una expresión que no había visto antes en alguien como él. Sus miradas se cruzaron y Amy tuvo la sensación de que él estaba intentando adivinar sus pensamientos.

—No quiero que pienses...—Titubeó, frotándose la nuca como si le costase encontrar palabras adecuadas para expresarse—Que fue a propósito o algo así...—Desvió su mirada de la suya y carraspeó—Fue un accidente, ¿Vale?—le costaba, francamente le costaba mucho poder decirlo—De haber sabido que te pasaría eso... no... no te habría molestado—sonaba sincero, no podía quitarle ese mérito. 

Deseó responder de inmediato, darle una respuesta sarcástica y alejarse de ese gañán cuanto antes, pero no lo logró. 

Le había tomado con la guardia baja y francamente ya no sabía que responder ante esa actitud. 

¿Desde cuando este tipo estaba actuando con decencia? Era tan poco creíble y tan antinatural que las palabras no le salían de la garganta y ningún pensamiento coherente le venía a la mente. 

Estaba tan acostumbrada a ser hostil con este tipo que ya no sabía como debía tratarlo de otra forma. 

—Así que... deja que te lo compense de algún modo, primor...—propuso y esto también la sorprendió. 

Aunque no necesitaba ser demasiado avispada como para entender que esto tenía una obvia connotación subida de tono y no estaba dispuesta a ello —ya no—. 

—Olvídalo...—le hizo a un lado y se alejó unos cuantos pasos—Acepto tu disculpa Scourge... supongo que los accidentes pasan, deja de preocuparte...—una media sonrisa fue lo que le regaló—Sin rencores...—Y se alejó de ahí dejando al joven en silencio.

Para su fortuna, él no la siguió. 

Avanzó con dirección a la cafetería sintiéndose extrañamente liberada tras el encuentro; había algo en la manera en que Scourge se había disculpado —por más torpe y burlesca que fuese— que la dejaba con la sensación de que al menos la dejaría tranquila por un tiempo y eso era suficiente para ella. 

No estaba molesta, así que no tenía caso seguir pensando en ello. 

Al llegar a la cafetería tomó asiento dejando sus cosas sobre una de las mesas; necesitaba un poco de café y un pastelito para recuperar energías y poder concentrarse en todas las tareas que había acumulado el día de hoy. 

Al ponerse de pie, una voz a lo lejos le llamó.

—¡Amy!—Desde el otro extremo de la cafetería Silver se acercó hasta ella con un par de vaso de café en ambas manos—¿Cómo estás?—se detuvo frente a ella y la observó detenidamente—¿Cómo sigue tu mano?—Al observarlo detenidamente notó que tenía su maletín mal cerrado y parecía haber caminado mucho—Estaba a punto de llamarte, quería darte esto—Uno de los cafés era para ella—Mi mamá siempre dice que es bueno darle algún obsequio a alguien que se ha lastimado para darle ánimos... no sé que te gusta, así que opté por algo sencillo...—Hablaba y hablaba y al fin se dio cuenta—¡Lo siento!—.

Había dicho demasiadas cosas en un lapso de tiempo tan corto que le parecía curioso como alguien tan tímido pudiese albergar tantas palabras dentro de él. 

—No hay cuidado...—De nuevo se sentó y le hizo señas para que el lo hiciera también—Estoy mejor... aunque la comezón me está matando—suspiró—Y sí, me gusta el café... muchas gracias por pensar en mí—.

Sentado frente a ella se sintió aliviado de que aceptara el gesto sin sentirse invadida o incómoda de alguna forma. Mientras hacía fila en la cafetería las escenas del sábado anterior vinieron a su mente y por alguna razón —vergüenza— pensó de algún modo que Amy podía sentirse incómoda o malinterpretaría cualquier intento de amabilidad de su parte de forma espontánea.

Irónicamente de todas formas compró aquel presente bajo la idea absoluta de que había que hacerla sentir mejor después de lo sucedido la noche anterior y bueno, la realidad era que no pensó mucho después de eso porque no esperaba encontrarla ahí en ese momento. 

 —Me alegra que te guste—murmuró al fin rascándose la nuca nerviosamente—No sabía si lo preferías con o sin azúcar...—inició de nuevo aquel trastabilleo verbal del que tanto se avergonzaba—Al final le puse un poquito y te traje estos sobres por si quieres ponerle más...—de su bolsillo tomó aquellos sobres de azúcar y se los entregó—¡Ah!—Dio un respingo al recordar algo más—También traje esto—sobrecitos de leche fueron puestos en la mesa—A mí me gusta el café dulce y con un poco de leche... no sabía si te gustaba pero creí que sería lo más prudente...—

—Gracias de nuevo—Tomó los aditivos que el le trajo y los colocó en su vaso y luego lo miró—Y... ¿cómo te va a ti? ¿Algo nuevo o emocionante?—

Silver suspiró dejando su café sobre la mesa y pensó un momento en como debía responder. Su vida era bastante aburrida y básicamente nada de lo que hacía podía considerarse "entretenido" o fuera de lo común.

—Nada realmente...—Hizo una pausa y luego sonrió tímidamente—Supongo que tu día no ha ido tan bien, ¿no?—Miró de reojo su mano vendada—Pero me alegra saber que estás bien... —

—Dejando de lado la comezón...—y el hecho de que todo parecía querer huir de su mano sana—No me puedo quejar, supongo...—Incluso las chicas prepararon el desayuno para mí—.

—Eso suena bien para mí...—Era agradable ver que Amy se sentía relajada hablando con él—Hay que verle el lado positivo, ¿no? Aunque... bueno... la verdad es que no quisiera estar en tu lugar con el asunto  de la  comezón—Bromeó después.

Ella también rió; hablar con Silver era fácil, incluso cuando el parecía esforzarse demasiado con todo lo referente a sus temas de conversación.

—El desayuno en cama fue el mejor beneficio hasta ahora—Recordar los hot cakes con crema y fresas fue una delicia—Aunque la comezón me está volviendo loca...—se quejó—Ni siquiera sé cómo rascarme sin que duela...—

Pensó en alguna forma de ayudarla; muchas ideas se congregaron en su mente y después de sugerirle que podía rascarse con alguna pluma —y que ella haya hecho el intento y que la pluma se haya quedado atorada en su férula— ambos se rieron por esto último. 

Sus sugerencias quizá no estaban ayudando a aliviar la comezón, pero ella parecía mucho más relajada luego de reír un rato más.

Ni siquiera notó cuando el café se terminó; tampoco en qué momento fue que la plática se tornó distinta y ella le contó de forma muy pintoresca el hecho de que a los ocho años cayó de la escalera y que tenía una cicatriz en la espalda como prueba de ello. 

Hablaron también de cuáles eran sus colores favoritos, mientras ella prefería los tonos cálidos como el rojo, a él le iban más los fríos y le gustaba el turquesa y celeste. 

Del mismo modo, Amy también le habló sobre las flores, le gustaban los tulipanes y las rosas, adoraba los árboles frutales y durante la época de la cosecha solía hacer un pastel de manzana que —según ella— era delicioso —y dicho sea de paso, prometió hacerle un pay algún día—. 

Le encantaba cocinar y en sus ratos libres leía cosas sobre la magia y las energías como mero entretenimiento —aunque él tenía sus sospechas sobre que ella sí creía en eso genuinamente—. 

Dos horas completas habían transcurrido desde que la encontró en la cafetería y la verdad es que se había olvidado por completo de su objetivo inicial: la tutoría y estudiar. 

Era demasiado interesante escucharla hablar...

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Miró el reloj en su celular y la sensación de que algo malo estaba sucediendo a su alrededor la invadió; sabía que era demasiado temprano para que el campús estuviese vacío, la biblioteca tenía algunos estudiantes esparcidos por ahí y ella estaba en la parte más alejada tratando de estudiar. 

O bueno, eso es lo que quisiera pensar porque no lo estaba consiguiendo. Tenía alrededor de tres horas leyendo y releyendo el contenido de los libros que tenía sobre la mesa y lo que normalmente le tomaría media hora, esta vez estaba tomando demasiado tiempo. 

Estaba abrumada, sería muy ridículo fingir que no le molestaba lo que estaba pasando con Silver. 

Sabía que el debía estar molesto, entendía el sentimiento y después de haberlo analizado durante dos noches seguidas comprendió que lo había ofendido y le ofreció una disculpa sincera. No obstante, algo en el muchacho se sentía diferente. 

Lo conocía, los años de convivencia le ayudaban a identificar los tonos y matices que Silver poseía y había algo distinto en su comportamiento. Estaba más distraído y distante, casi como si algo que no podía entender se adueñase de sus pensamientos en su totalidad. 

Por un momento la idea de que la escuela le abrumaba le pasó por el pensamiento, la posibilidad de que genuinamente las materias y la información le tenían estresado, pero después de verle terminar sus deberes escolares de forma tan rápida y eficiente lo descartó por completo. 

No era la escuela lo que le tenía de ese modo, así que solo restaba una posibilidad y siendo honesta no le gustaba del todo: estaba interesado en alguien. 

La idea era rara y básicamente le parecía genuinamente imposible pensar en Silver enamorado o siquiera interesado en una chica, porque era completamente consciente de que el albino tenía sentimientos muy fuertes por ella. 

Vamos que no era tonta y Silver tampoco era muy bueno ocultando algo como eso; siempre fue demasiado obvio y pese al hecho de que no sentía lo mismo por el, tampoco es que quisiera romperle el corazón.

Era su amigo y pese a no corresponderle, se preocupaba por el. Del mismo modo, no podía negar que durante mucho tiempo el amor que Silver le profesaba también la beneficiaba un poco. 

Era mezquino y posiblemente estaba mal de su parte dejar que él la colmase de atenciones y cuidados en un intento de cortejarla, pero si a él le hacía feliz, ella podía aceptar de cuando en cuando algún favor que los beneficiara a ambos, ¿no?.

Sonaba demasiado egoísta si lo pensaba detenidamente y justamente ahora que las cosas parecían estar saliendo de su normalidad era que caía en cuenta de lo que eventualmente pasaría: Silver la dejaría de lado. 

Una parte de ella jamás creyó que eso pudiese llegar a ser posible, Silver era la clase de muchacho que dejaba que los sentimientos le ganaran y el amor que venía soportando después de tantos años no podía desaparecer de la noche a la mañana. 

O eso habría pensado hasta ahora...

Miró de soslayo el sitio que el ocuparía comúnmente y el deseo de llamarlo le llegó: pensó en escribirle, pedirle que viniera y la acompañara para no sentirse de ese modo, pero inmediatamente después lo desestimó. 

No quería ser tan egoísta, debía darle su espacio y dejar que el  tomase la decisión de volver otra vez. 

Tiempo al tiempo, se dijo. Debía ser racional y aprender a respetar los límites que el estaba poniendo en su relación, porque pese a que quizá no estaba de acuerdo, tenia sentido y debía aceptarlo le gustase o no. 

Haber sido demasiado sincera y no pensar en sus palabras le trajó a ese embrollo y ahora debía afrontar las consecuencias. 

Incluso si no entendía del todo qué rayos estaba sucediendo. 

No podía terminar de comprender porque justamente ahora ese tipo de cosas parecían afectarle. Durante años su lema fue siempre ser honesta y decirle cualquier cosa sin ningún tipo de aditivo en el afán de ayudarlo a madurar y que el hiciese lo mismo de ser el caso —evidentemente él tenía mucho más tacto al momento de decirle cualquier cosa—. 

¿Qué había cambiado?

Genuinamente rebuscaba entre los hechos más recientes y nada parecía encajar del todo como para ameritar ese cambio de actitud. 

Silver era el mismo de siempre, ¿verdad? 

En el fondo, ella sabía que la respuesta no le gustaba del todo pero no le quedaba más que aceptar...

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—Entonces... ¿Dulce o picante?—ella le preguntó con tranquilidad y luego de pensarlo un momento se apresuró a adivinar—¿Dulce, no?—. 

Silver asintió. 

—¿Tan obvio soy?—Bromeó al sentirse expuesto y ella negó.

No era que le pareciese alguien obvio, aunque de alguna forma extraña le resultaba muy sencillo leer su comportamiento. 

El joven era tímido y de naturaleza retraída, pero cuando hablaba revelaba datos interesantes que la ayudaban a comprenderlo aún más. 

Incluso cuando se esforzaba demasiado por no mirarla directamente al rostro y cuando lo pillaba observando, inmediatamente agachaba la mirada. 

—No hay razón para tener pena, Silv—le animó.

A él le tomó un par de segundos acostumbrarse a esa forma de ser llamado por ella, pero sonaba bien viniendo de sus labios. Del mismo modo, desde luego que tenía razones para sentirse apenado de estar con ella, pero no sabía por dónde empezar. 

Aunque todo se resumía a un mismo factor: la noche del sábado y todas las imágenes subsecuentes que estaban clavadas en su memoria con respecto a ella y todas las inmoralidades que se tomó el atrevimiento de hacer. 

Era bochornoso y aunque ella no lo dijera se sentía avergonzado —más no arrepentido— de haber sido tan hormonal.

 Algo contradictorio si lo pensaba, pero la cosa era así. Se sentía parcialmente culpable porque no podía evitar pensar que la había forzado a hacer algo que quizá ella no habría hecho en sus cinco sentidos. 

El alcohol le había descontrolado y sentía mal por ello... 

—¿En qué piensas, Silver?—Lo observó directamente al rostro sin darle la oportunidad de mirar hacia otra parte, leyéndolo—¿Es con respecto a lo del sábado?—Se aventuró a preguntar. 

Y solo asintió; su rostro colorado ardió ante la pena de sentirse expuesto, pero era la verdad. 

Comprensivamente ella no pareció alterarse; nada en su rostro indicaba algún pensamiento brusco que pudiese avergonzarlo. 

—Te entiendo...—Aunque no estaba ni de lejos tan acongojada como Silver, si se sentía extraño hablarle con tanta normalidad sin recordar algunas cosas que en este momento no quería mencionar—No te negaré que se siente un poquito raro, pero de igual forma me agrada hablar contigo—.

Silver soltó una pequeña risa aliviado de la apertura de Amy, si ella lo exponía de ese modo le hacía sentir menos expuesto; como si una parte del peso que llevaba se esfumara. 

—Me alegra escuchar eso, de verdad—se frotó el cuello con un toque de timidez—No quisiera hacerte sentir incómoda ni nada...—Su madre le había enseñado a que debía tratar a una chica con cuidado y delicadeza y eso estaba tratando de algún modo u otro—La verdad es que...  no sé cómo actuar cuando estás cerca...—Admitirlo también le quitaba un peso de encima, aunque era bochornoso sentirse como un bobo inexperto.

Que aunque básicamente lo era, no quería que ella lo viese de ese modo; ya bastante era cargar con el peso de ser un nerd insulso y sin ningún tipo de carisma social como para encima quedar como un tonto que no sabe tratar con la interacción femenina, jamás.

Incluso alguien tan reservado como él tenía su ego y no quería quedar como un idiota total.

Incluso en medio de la extrañeza de sus recuerdos del sábado ella no pareció incomodarse. Era lindo ver que el se estaba esforzando por comportarse de buena forma y bueno, le hacía sentir un hormigueo en la boca del estómago que decidió ignorar. 

—Hagamos esto...—ella lo sorprendió de pronto y se acercó lo suficiente para asegurarse de que nadie salvo él escuchase lo que tenía que decirle—¿Te parece bien si concertamos una palabra de salvación cuando las cosas se pongan demasiado incómodas y uno de los dos este nervioso?—

Confundido el albino dudó en responder. 

—¿Palabra de salvación?—No lo entendía, aunque ella se lo iba a explicar tranquilamente. 

—Alguna palabra simple que nos ayude a darnos cuenta que el otro está demasiado nervioso y que las cosas deben cambiar...—un pequeño bostezo se le escapó—Por ejemplo... podríamos estar hablando de algo que te resulte muy incómodo y tu puedes decir ¡Patatas! y yo entenderé que estás incómodo y cambiaremos el tema sin pensar mucho en eso... ¿te parece bien?—.

Tenía sentido, aunque se sentiría muy raro decir una palabra como "patatas" de forma aleatoria.

—¿Puedo preguntar por qué querrías hacer algo así?—Era genuina curiosidad. 

Y ella le tomó mucho menos tiempo del que habría pensado en responder.

—Es evidente que te sientes abrumado algunas veces por las interacciones sociales—Ella lo había notado y sería ridículo negarlo—Y no quisiera que algo que yo pueda hacer o decir te haga sentir abrumado, así que... ¿qué palabra te gustaría utilizar?—.

Silver se quedó un momento en silencio, procesando la propuesta que ella le había otorgado. La idea de tener una palabra de "rescate" le pareció extrañamente reconfortante; nunca nadie se había preocupado por su ansiedad social y mucho menos por lidiar con ella de una forma tan simple como esa.

Porque Amy tenía razón: las interacciones sociales le resultaban  agotadoras, y constantemente  sentía que no encontraba una salida sin incomodar a los demás.

—Pues... —murmuró pensativo ante lo que acababa de escuchar—Creo que "patatas" está bien... es... sencilla y extraña como para recordarla...—una sonrisa tímida se dibujó en su rostro al pensar detenidamente lo que ella le dijo—Creo que es algo que no podría decirle a nadie más de forma natural, así que funcionará...—Concedió al fin

Amy asintió, satisfecha de lo que había logrado.

—Perfecto—En otras circunstancias habría dado saltitos de felicidad en su asiento, aunque esta vez le tocó ser más mesurada—"Patatas" será nuestra señal secreta...—Finalizó guiñándole un ojo en señal de complicidad.

Ante un gesto tan simple, Silver no pudo evitar sentirse extrañamente nervioso y reconfortado: nadie se había tomado el tiempo de considerarlo de ese modo, mucho menos para algo que el consideraba tan serio como lo era su ansiedad y sus problemas sociales. 

Y aunque admitía que una palabra de seguridad como la que ella había sugerido era rara, la extraña forma en que Amy le demostró atención le hizo sentir bien. 

.

.

Al salir de la biblioteca y caminar hasta su dormitorio tuvo; llamó a Silver un par de veces aunque él no respondió. 

Ya no le estaba resultado extraño que el chico no le respondiese, aunque no dejaba de ser molesto. Sentirse ignorada no era una sensación agradable, mucho menos por alguien a quien consideraba su mejor amigo. 

Porque sí, pese a todo el era su mejor —y único— amigo y le gustaba estar y pasar tiempo con él. 

Este nuevo cambio de rutina la estaba desestabilizando, por mucho que se empeñase en negarlo su humor se estaba viendo afectado negativamente y muchos de quienes la rodeaban podían notar que estaba particularmente menos dispuesta a tener paciencia y socializar. 

Normalmente era lo suficientemente abierta y cordial para tratar con el flujo estudiantil con quienes se rodeaba, aunque estos días había resultado envuelta en pequeños desacuerdos y malos entendidos que comúnmente habría dejado pasar. 

Estaba tensa, se dijo. No quería echarle la culpa a la situación con Silver, aunque las cosas parecían alinearse para hacerla pensar de esa forma. 

—Se realista Blaze—Murmuró para sí misma mientras caminaba—Eres lista, fuerte y valerosa, nada puede afectarse—Se dijo para si misma como si intentase reconfortarse.

Quizá un poco de té y meditación le ayudarían a sentirse mejor; ya estando en su habitación se prepararía un té y pondría música relajante para aclarar sus pensamientos. 

Concentrada en su labor de solo caminar alguien del lado contrario se plantó frente a ella haciéndole detenerse.

Alzó la mirada para observar a quien sea que la había interrumpido y frente a ella ese idiota de color azul la observaba detenidamente como si fuese alguna clase de experimento aberrante. 

—¿Qué quieres, Speed?—preguntó de mala manera tratando de alejarse de él. 

Sonic por su lado, tan solo le sonrió de forma amistosa sin reparar en el tono y mirada agresiva con el que le recibió. 

—Hola para ti también, Blaze—ignoró por completo la forma en que ella lo abordó—¿Qué haces por este rumbo tan tarde y sola?—La observó de arriba abajo, curioso—¿No debería de estar el Cannabis cargando tus libros?—.

Incluso un idiota como Sonic podía darse cuenta de lo que estaba sucediendo y pese a que habría deseado ignorarlo y seguir su camino, la verdad es que la tomó desprevenida y le afectó mucho más de lo que habría deseado. 

—Actualizate, engendro—Lo observó de arriba abajo y bufó—Silver es un chico grande y no necesita estar detrás de mi todo el tiempo—Quiso dar un paso al frente, pero el azul no se movió. 

Sonic, quien no se caracterizaba por ser alguien de prudencia y de tacto al hablar, no dudó en responder la primer barbaridad que le vino al pensamiento.

—Tienes razón...—asintió dándole mérito—Es un niño grande, muy grande—Su tono burlón llamó su atención—Hay un bombón que lo tiene a punto de caer en la diabetes—Se burló.

Y aunque no fuese del todo consciente de que lo que su broma infantil estaba por detonar, Blaze sintió como su estómago se revolvía violetamente ante tal insinuación.

—¿Qué has dicho?—

La sola idea de pensar que Silver pudiese estar interesado en alguien le puso ansiosa y abrumada.

Y al idiota azul no le quedó más remedio que responder.

—Creo que se ha echado una novia...—

Y bueno... esto no le sentó nada bien.

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.

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Continuará...
Pregunta seria: ¿qué tan prudente sería escribir un poquitito más de Scourgeamy? :)
Muchas gracias por leerme, los tqm.
Dispensen, no doy para más últimamente. 
Cariños, Gri... 

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