11. Extraña torpeza
La Griselda en este momento:
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Capítulo Once
"Extraña Torpeza..."
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Lo último que necesitaba era someterse a un escándalo innecesario; así que ni bien la vio acercarse a él, tomó sus cosas y salió del aula, esperando que ella le siguiera.
Podía entender que se sintiera molesta, pero ese no era el momento ni el lugar para que le armara un escándalo, no hoy.
Normalmente no se habría preocupado tanto porque ella expresara su descontento delante de los demás, pero esa mañana solo quería mantener su buen humor y los gritos de Blaze no le ayudarían, siendo franco.
Al salir del aula y ante la atenta y filosa mirada de la joven, Silver caminó al área más alejada del tráfico estudiantil, tomando asiento en una jardinera.
Blaze le siguió en silencio, esperando que lo que sea que fuese a salir de su boca fuese lo suficientemente convincente y justificable para haberla ignorado tan groseramente los últimos dos días.
Podía sentir la tensión en el aire cuando Blaze se detuvo frente a él; sus brazos cruzados y con la mirada exigía respuestas. La realidad era que no quería enfrentarse a esta situación, tristemente la conocía lo suficiente y era evidente que no podría evitarla por más tiempo.
Ella no se iría sin obtener respuestas y bueno, el no sabía como dárselas de forma coherente.
—¿Y bien?—Estaba molesta e impaciente, podía notarlo en sus puños tensos y sus pies moviéndose de arriba abajo, impacientes.
Respiró hondo, buscando las palabras correctas; era obvio que no podía decirle la verdad, aunque tampoco es como que pudiera decirle la primer barbaridad que le viniera a la mente, porque ella no lo creería.
No sería fácil convencerla de cualquier cosa, lo sabía porque ella también lo conocía a él a la perfección. Sabía sus rutinas, sus gustos y probablemente muchos de sus alcances.
—Blaze—empezó, tratando de sonar sincero—La realidad es que estuve... ocupado—imágenes del sábado por la noche se le pasaron por el pensamiento y eso lo abochornó—Tenía algunas cosas que hacer y... bueno... sabes que soy un desastre con mis tiempos... a veces...—
Blaze lo observó en silencio sin creer una sola palabra de lo que acababa de decirle.
—¿Ocupado?—repitió con sarcasmo—¿De verdad esperas que me crea que estabas tan ocupado como para no poder contestarme una llamada, o siquiera un mensaje?—demandó, molesta—No te hagas el gracioso conmigo, porque no lo eres, Silver—.
Silver desvió la mirada, sintiendo la necesidad de guardar silencio y reformular sus ideas rápidamente. En el fondo, no deseaba mentirle, los años de amistad y amor incondicional a esa mujer le impedía hacerle daño incluso de forma involuntaria, pero decirle la verdad tampoco ayudaría en mucho.
Hablar de su intimidad era difícil, ni siquiera él lo creía y el que ella lo supiera tampoco es que le diera orgullo.
No eran novios, pero en el fondo le guardaba alguna clase de respeto y fidelidad que le orillaba a responder a sus cuestionamientos, por muy inverosímiles e intrusivos que se tornaran.
—Solo necesitaba... algo de espacio, tiempo para mí—respondió, evitando mirarla directamente—He tenido días complicados...—añadió.
Blaze bufó, claramente no estaba nada convencida de lo que escuchaba; no era tonta y le resultaba sumamente ofensivo que Silver se burlase de esa forma de su inteligencia. ¿A quién quería engañar?
—¿Espacio para qué?—insistió invadiendo un poco su espacio personal—¿Estás tan molesto conmigo que necesitas evadirme así?—.
Silver tragó saliva, sintiendo que el interrogatorio se intensificaba de forma que no podría controlarlo.
—No—mintió con la esperanza de que su tono pareciera convincente—Tan solo visité a mi hermano, ¿de acuerdo?—La mención de su hermano debía ser suficiente para que ella dejase de insistir y preguntar.
Blaze lo miró fijamente; por un momento pensó que ella lo iba a presionar más, que insistiría de alguna otra forma para poder obtener mucha más información y que podría ver a través de su mentira.
Aunque finalmente, para su sorpresa y estupor la fémina solo soltó un largo suspiro y se cruzó de brazos de nuevo mientras ablandaba su gesto.
—¿Por qué no lo dijiste antes?—su tono mostraba duda, pero era mucho menos hostil—Sí se trataba de eso, solo habría bastado un mensaje—se quejó—Estaba sumamente preocupada por ti—.
La punzada de la culpabilidad por haberle mentido le golpeó un poco; le sabía mal hacerla sentir preocupada, pero no había otra cosa que decir en ese momento.
—Lamento mi desconsideración...—murmuró sintiendo el peso de la mentira que acababa de lanzar. Quizá no era justo para Blaze, pero decirle la verdad no era una opción.
Por su lado, ella decidió no seguir presionando por el momento. Con el tiempo había aprendido que insistir cuando él estaba reacio solo lo hacía cerrarse más —aunque a veces lo olvidaba—.
—Solo... no lo hagas otra vez, ¿Bien?—No era que pudiese disimular del todo su molestia—No quiero tener que adivinar dónde estás ni preocuparme sin razón por ti porque no me respondes...—
Y a Silver no le quedó más remedio que asentir.
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—¿Pinky?—Rouge y su dedo acusador se movían de un lado a otro frente a su rostro—¿Me estás escuchando?—.
La realidad era que no, había estado demasiado distraída toda la mañana y nada de lo que Rouge le dijo tenía sentido para ella.
—Lo siento, ¿qué decías?—.
Rouge soltó una risa ligera y ladeó la cabeza; no le sorprendía la actitud de la rosada. Aún así, era sumamente gracioso verla fingir la naturalidad.
—Tienes la cabeza en otro lado, Pinky... —bebió de su batido de fresa y sonrió—Ni te atrevas a negarlo, cariño...—
Sintió el calor subiendo por sus mejillas; estaba pensando en mil y un cosas, entre ellas en Silver y las escenas del sábado anterior. No le enorgullecía pensar en ello, lo admitía. Pero, ¿cómo evitarlo? las cosas le habían gustado más de lo que podía admitir y pese a lo mucho que esto le avergonzaba, la cosa era así.
Recordar la avergonzaba, pero al mismo tiempo le hacía regodearse internamente de lo que sucedió.
—Solo estoy cansada—mintió tomando un sorbo de su bebida para ocultar su nerviosismo.
Evidentemente, esto no bastaría para convencer a su contraria; se necesitaba mucho más que una excusa mal hecha para hacer desistir a una mujer como Rouge, pero antes de que pudiera presionar más, algo captó su atención al otro lado de la cafetería.
Amy siguió su mirada de forma instintiva y frente a ellas ahí estaba Blaze caminando con paso firme entre las mesas, sentándose con un libro enorme entre sus manos completamente ajena a sus miradas poco discretas. De nueva cuenta, Rouge volvió su atención a Amy con una mirada llena de picardía.
—Mira nada más que trajo la marea—la codeó, animosa y burlesca—Tu rival de amores—Se burló de nuevo y Amy la manoteó avergonzada.
—¡Calla, que te escucha!—La reprendió, avergonzada de lo que le dijo—Además... ella no es mi rival, porque yo no estoy interesada en Silver de ese modo—Se justificó.
A sabiendas de que la chica no diría más al respecto, la albina dejó de reír. Ya habría otro momento más idóneo para hacerle burla y reírse a su costa. Al final de todo tenía un poco de prudencia y no quería exponerse a que alguien la viera —Blaze—.
—Tranquila, Pinky. Yo no digo nada...—de nuevo bebió su batido—Pero yo no estaría tan tranquila... hay cosas que no se pueden ocultar por mucho tiempo y yo que tu voy buscando una forma de contenerlo o terminarás avergonzada—Su afirmación era tan lógica que asustaba—O bueno, conociéndote vas a terminar queriendo huir del país por algo como esto...—.
Debía concederle un punto; en el fondo sabía que ella no le debía explicaciones a nadie, Silver era soltero, ella también lo era y lo que sea que tuviese con Blaze no debía ser asunto suyo, sin embargo le preocupaba un poco el hecho de que su desliz con el albino se hiciese público.
Básicamente porque esa chica, aunque no fuese su novia se había autoproclamado —de forma no verbal— como su dueña y señora y terminaba ahuyentando a cualquiera que se acercase al albino, su propiedad.
Era ridículo si lo pensaba, pero lo último que quería en su vida eran problemas y lo único que quería a ciencia cierta era terminar su carrera y aprobar esa materia que tenía en riesgo. Lo que hiciera Silver con su vida amorosa no era su asunto.
Además, lo último que necesitaba era enfrascarse en un lío amoroso después del fiasco de Sonic y esa chica que ni siquiera sabía su nombre.
No quería involucrarse sentimentalmente con nadie...
Se removió incómoda en su silla mirando a Blaze desde la distancia; la idea de que la chica pudiera enterarse de lo que había pasado con Silver la hacía sentir una mezcla de nerviosismo y culpa que no podía sacudirse fácilmente.
No se necesitaba ser muy avispada para saber que Silver estaba enamorado de ella.
—No quiero pensar en eso ahora...—murmuró tratando de cambiar el tema.
Pero Rouge, como siempre, no iba a dejar que la situación se escapara tan fácilmente, no sería ella si eso sucedía.
—Bueno, no tienes que pensar en eso... pero yo diría que deberías empezar a planear cómo manejarlo—respondió Rouge con una sonrisa traviesa—Porque una vez que Blaze lo sepa... las cosas se pondrán interesantes...—el tono burlón e irónico que salió de sus labios, la hizo fruncir el ceño.
—¿Eres mi amiga, o mi mayor detractora?—Ironizó.
—Soy realista, cariño...—Obvió—Supongo que pase lo que pase, me voy a divertir de lo lindo con el chisme...—
Mirando a Blaze una vez más, Amy decidió ignorar a su mejor amiga y sus burlas; respiró hondo, tratando de calmar la oleada de pensamientos y emociones que Rouge le provocaba. Sabía que su amiga era así, siempre juguetona y un poco cruel con sus bromas, pero esta vez el tema le incomodaba.
—Rouge, no todo tiene que ser un chisme...—No se molestó en disimular que el comentario de su amiga estaba fuera de lugar—Te lo digo de nuevo, Silver y yo no tenemos nada...—
Nada que no fuera sexual, evidentemente.
Pero no iba a hablar de ello, no en un espacio público donde alguien podría escucharla.
—Lo que digas Pinky... lo que digas...—
Solo algo casual...
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El resto del día fue extraño...
O bueno, no realmente; tan solo era el peso de la culpa sobre sus hombros manifestándose al tener que mentir de una forma tan tonta y descarada.
No le malentiendan, no se consideraría a sí mismo un santurrón —tal vez solo un poco— que no podía mentir ni hacer cosas malas por convicción propia. Sin embargo, las evitaba.
Básicamente siempre sintió una necesidad impetuosa por proteger y salvaguardar los sentimientos ajenos —específicamente los de Blaze— y haría cualquier cosa que estuviese en sus manos con tal de no herirla o molestarla intencionalmente.
Mentir estaba mal, la enseñanza de sus padres le habría hecho replantearse la situación muchas veces, no obstante, su libertad pesaba más.
Era un adulto —aunque no le pareciera— y podía tomar sus propias decisiones. Era extraño, sí, pero podía hacerlo. Normalmente no habría tenido la necesidad de recurrir a nada fuera de lo habitual y podría otorgarle a la chica básicamente el 75% de su tiempo sin restricciones cada que ella acudiera a él.
Quizá se debía a lo atípico de su comportamiento, probablemente solo fuese la emoción del momento y el hecho de que se salía de la normativa habitual de sus actividades, pero la realidad era que se sentía extrañamente lleno de energía.
Adrenalina, emoción, ya no podía describirlo correctamente pero había algo revoloteando en su interior difícil de describir.
Tenía demasiada energía que no podía explicar...
Y ahora, sentado en la biblioteca con un puñado de libros sobre su mesa de estudio, Blaze lo observaba de reojo. Era obvio que algo estaba diferente en él, incluso si el mismo no se hubiese dado cuenta de lo que estaba sucediendo, ella sí.
No iba a externarlo abiertamente, no en este momento, pero podía notarlo fácilmente y honestamente se sentía raro tratar con el joven en ese estado.
Esa aparente sensación de euforia en la que se encontraba era extraña y le hacía sentir fuera de sí. Verlo tan soñador y alejado de las cosas que comúnmente los unían era confuso, pero no diría nada al respecto.
No cuando sabía que por mucho que insistiese él no iba a ceder.
—Silver—le llamó bajito y él pareció no escucharla—Silver...—de nuevo insistió y el joven centró al fin su atención en ella, ajeno a toda la introspección que ella manejaba en ese momento.
Se sentía tan distante...
—¿Qué sucede, Blaze?—su tono se asemejaba más al del Silver de siempre, pero su mirada decía que no estaba ahí realmente.
Difícil sería explicarlo; tal vez podía tacharse a sí misma de loca y de tener desvaríos mentales, pues teniendo ahí sentado a su mejor amigo en cuerpo y carne sabía que él no estaba prestándole atención.
Casi como si fuese un cascarón vacío que fingía aferrarse a algo que no existía con tanta urgencia que se volvía incómodo de ver.
—Nada...—de nuevo centró su atención en sus propios estudios y lecturas, no tenía caso ir más allá—
Ajeno a la situación, Silver solo se encogió de hombros y continuó con sus propios pensamientos, entre los cuales estaba el cronograma de actividades que tenía que hacer para su pupila y nueva amiga, Amy.
Sin pretenderlo un ligero rubor se coló por su rostro al pensar en un término como ese, pero era así, ¿no? es decir, no podía llamarla de otro modo porque sería raro.
Fuere como fuere, el asunto era que debía organizar las actividades que realizaría al día siguiente o terminaría en un caos que podía evitar.
Tomó uno de los libros de la mesa y le dio una leve inspección para darse una idea de que era lo que necesitaba; luego de esto, comenzó a tomar apuntes que le fueran de utilidad.
—Luces muy animado...—el ver la rapidez con la que escribía y tomaba notas llamó la atención de su compañera—Nunca te había visto escribir de esa manera...—comentó.
No había notado su propia exaltación, pero sí, había escrito demasiado en tan poco tiempo que le resultaba curioso. Había demasiada información que podía comportartir con Amy y esto era emocionante, al menos para él.
—Ya sabes... me gusta aprender—respondió sin dejar de tomar notas y ella sonrió suavemente.
Ese sí se parecía más al Silver que tanto quería...
—¿Quieres ir a comer mañana después de clases?—se sintió con la seguridad de volver a invitarlo nuevamente.
Tristemente eso no fue suficiente, otra vez.
—Lo siento, tengo asesorías—se limitó.
Y bueno, a Blaze no le dieron ganas ni de replicar...
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Odiaba cuando la muy ladina de Rouge se ensañaba con ella y le ponía entrenamientos extra. Ahora tenía las piernas entumecidas, le dolía el trasero y estaba sudando como si estuviese dentro de un sauna.
Simplemente estaba de un humor de los mil infiernos en ese momento, pero al menos le había servido para no pensar tonterías. El ejercicio le había ayudado a tranquilizarse un poco, pero ahora solo quería llegar a su habitación, tomar un baño y no saber nada de nadie hasta mañana por la mañana.
Tomó sus cosas y se estiró perezosamente en la espera de que sus vértebras se acomodaran un poco; le dolía el mero hecho de estar de pie y tenía los pies entumecidos debido a los saltos, flexiones y todo el entrenamiento extenuante que hizo por casi tres horas sin parar.
Mañana lo iba a resentir aún más, lo sabía...
Al terminar de guardar sus cosas tomó su bolso y dio un paso lento y doloroso que casi la hace chillar un poco; no obstante era demasiado orgullosa como para demostrar debilidad ante Rouge y su mirada burlesca del otro lado de la pista deportiva.
Suspiró; el siguiente paso no fue tan complicado, aunque eso no le quitó lo doloroso.
Caminó lentamente hacia su habitación, anhelando con todas sus fuerzas un baño caliente y una cama suave; sólo quería llegar, solo eso y nada más. Quería paz y tranquilidad, aunque el destino no parecía querer conspirar a su favor.
Ni bien avanzó un par de metros, la figura verde y desagradable de Scourge se plantó frente a ella sonriéndole con esa sonrisa desagradable y torcida que tenía. Si no lo conociera, pensaría que genuinamente se alegraba de verla.
—Vaya, vaya, si es la dulce Rossy...—Su sonrisa burlona se ensanchó—¿Adónde vas con tanta prisa, mi reina?—ella no iba a frenarse para escucharlo, sin embargo esto no la desanimó para seguirle el paso.
Amy apretó los dientes intentando ignorarlo a como diera lugar; lo último que necesitaba en ese preciso momento era tener que lidiar con él.
—No estoy de humor para tus tonterías, Scourge—resopló ella, sin detenerse. Sonaba más a una súplica silenciosa, aunque su humor agrio y cansino seguía ahí.
No tenía la voluntad suficiente para patearle el trasero y alejarle de ella, pero no implicaba que no lo pensara.
—Oh, vamos... solo intento ser amistoso primor—se acercó más a ella de forma descarada y coqueta—¿No me extrañas, cariñito?—de nuevo se acercó hacía ella, incomodándola.
Se detuvo en seco sintiendo cómo la irritación aumentaba con el tacto de las manos de Scourge sobre sus hombros; el chico por su parte, apenas y pudo esquivar el puñetazo que iba dirigido hacia su rostro.
No tenía paciencia para sus jueguitos, no después de un entrenamiento tan agotador; lo miró de reojo y trató de calmarse. El solo se reía entre dientes por esto último.
—¿Qué quieres, Scourge?—
El joven se encogió de hombros y la miró; no supo si era adrede o simplemente le salía de forma natural.
—Siempre tan fría, Rossy—fingió tristeza y suspiró—En el fondo me tienes un poquito de cariño...—jugueteó alrededor de ella, impacientándola de nuevo—No puedes negarlo lindura...—canturreó.
A punto de darle una respuesta, su teléfono vibró; antes de poder tomarlo y ver de quien se trataba, Scourge fue mucho más rápido que ella y le arrebató el teléfono, para molestarla.
—Devuélveme eso...—exigió—No tengo tiempo para tus tonterías, no estoy de humor...—
Con el teléfono en su mano, lo mantuvo fuera de su alcance como si fuera un trofeo; Amy sintió cómo la sangre le hervía, su agotamiento y frustración acumulada después del largo entrenamiento no le ayudaban a pensar con cordura.
Trató torpemente de arrebatarle el teléfono, sin embargo él más grande y más alto que ella y bastó un solo estiramiento de su brazo para dejarlo completamente fuera de su alcance.
No importaba cuanto saltara —y que eso le doliera— no iba a poder alcanzarlo.
—¿Qué pasa, Rossy?—se burló bajando un poco el brazo, para fastidiarla—¿Tienes prisa por ver quién te manda mensajitos?—agitó el teléfono en el aire, manteniéndolo fuera de su alcance entre risillas tontas.
Amy trató de mantener la calma; sus puños temblaban de la rabia ante su incapacidad para recuperar su celular.
—Devuélveme el teléfono, Scourge—reiteró, esta vez con un tono era ligeramente más tenso. No lo suficiente para que alguien como Scourge lo notase, pero ella se sentía así.
Él la miró, evaluando si seguir jugando o no.
Era muy divertido fastidiarla y hacerla rabiar; Amy hacía caras y gestos graciosos que le motivaban a fastidiarla más.
—Ahí lo tienes, princesa...—Casi deja caer el teléfono al suelo—Relájate, solo estaba jugando—lo atrapó de nuevo y se lo entregó.
Para él era gracioso; para ella solo fue el punto culminante de una situación que no podía manejar correctamente en ese momento y sin darle el suficiente tiempo para huir, le asestó un puñetazo en el hombro, con la suficiente mala suerte de que ella terminó haciéndose daño ella también.
Sintió su muñeca crujir; mientras Scourge se retorcía debido a su propio dolor, ella también hizo lo propio, quejándose para sus adentros del mal cálculo que acababa de hacer.
Había golpeado tontamente el hueso de la clavícula de Scourge.
—Maldito chicle rosado—se quejó el sobándose la zona afectada—Pegas muy fuerte para estar tan enana—la observó de reojo abrazar su propia mano, dándole la espalda—¿Qué tienes, te lastimaste?—La giró bruscamente para obligarle a mirarlo.
No lloraba, pero el dolor en su rostro era más que evidente; cubría una mano con la otra y evitó mirarle al rostro.
—Déjame en paz...—Estaba dispuesta a irse, pero el verde no lo permitió. Aunque lo ocultara, era evidente que había hecho algo mal al golpearlo.
Trató de seguir caminando e ignorarlo, pero el dolor en su muñeca era punzante y constante. Apretó los dientes intentando hacerse la fuerte y llegar a su dormitorio para tomar un analgésico, pero antes de poder avanzar Scourge la tomó suavemente del brazo y, para su sorpresa la observó.
—¿Qué... haces?—Su sorpresa incrementó cuando las manos toscas y enormes de Scourge tomaron delicadamente la suya y observó la zona afectada. Estaba comenzando a inflamarse.
Scourge rodó los ojos en señal de apatía y suavemente comenzó a caminar aún tomado de su mano, instándole a hacer lo mismo.
Al ver que ella no se movía, dijo lo siguiente.
—Voy a llevarte a que te revisan, tontita—respondió sin su habitual tono burlón—No me hagas pelear contigo por esto, Rossy...—esto la sorprendió aún más, sin embargo avanzó un paso en silencio—Tonta, seguramente te rompiste algo...—añadió, serio y calmado.
Lo miró de reojo mientras avanzaban juntos; se sintió extrañada por el repentino cambio de actitud de Scourge, pero no tenía energías para discutir, tenía demasiado dolor y cansancio lo cual le hacía caminar con más lentitud de la usual.
Al verla así, el verde se detuvo de golpe; ni bien sintió que el se detenía, solo pudo observar como la tomaba en brazos al estilo nupcial y comenzaba a caminar de nuevo en completo silencio.
Iba a replicar, negarse y exigir que la bajara, pero él se adelantó.
—No seas orgullosa y deja que te lleve—su tono autoritario extrañamente la hizo callar—Estás lastimada y voy a llevarte a la enfermería, ¿de acuerdo? deja de quejarte, pareces una niñita pequeña—.
Tal vez Scourge tenía razón... ¿ya qué remedio le quedaba? Tan solo se dejó ser. Al final de todo estaba demasiado cansada para seguir peleando con él.
Después de cinco minutos llegaron a la enfermería y la bajó con cuidado; la enfermera de guardia la observó de reojo y le hizo un gesto con la cabeza indicándole que entrara a su cubículo.
Scourge se quedó afuera y después de eso, ya no supo realmente qué más hacer.
Después de veinte minutos y una serie de preguntas incómodas, salió de aquel cubículo con una férula en su mano y un par de analgésicos en su bolso.
La realidad era que no esperaba encontrarse con Scourge esperándola, pero ahí estaba sentado mirando una revista de medicina; al verla salir se acercó hasta ella y miró su brazo con sorpresa y preocupación —para sorpresa de Amy también—.
—Rayos... si que estuvo fuerte, ¿no?—quiso bromear un poco para aligerar el ambiente, sin embargo ella solo lo ignoró y siguió caminando.
Ya no le extrañaba que la siguiera, así que ambos caminaron en silencio; después de los analgésicos el dolor en su cuerpo era un poco menor, aunque seguía teniendo mucho sueño a decir verdad.
Caminaron en silencio un par de metros, hasta que el joven de nuevo habló.
—Lo siento... ¿de acuerdo?—no era su estilo disculparse, pero lo hizo de igual modo—No quería que te lastimaras...—admitió—Sólo... bueno, yo solo quería preguntarte si leíste mi carta...—
Amy lo miró de reojo sorprendida por el tono de disculpa con el que le habló; Era raro escucharlo disculparse por algo. Aunque la realidad era que para ese momento ya estaba demasiado cansada y adolorida como para reparar en su comportamiento.
Lo que sí le fue imposible pasar por alto fue la mención de la carta; haciendo una breve introspección recordó de qué era lo que le hablaba.
—No... —respondió a secas y sin muchas contemplaciones.
No iba a mentirle, tampoco podía fingir que estaba de humor para tenerle paciencia.
Scourge pareció tomar un respiro profundo, como si estuviera evaluando qué decir a continuación.
No la presionó, lo cual era otra sorpresa. Normalmente, él habría hecho alguna broma hiriente o un comentario sarcástico, pero ahora solo se limitó a asentir y ya.
—Vale...—murmuró, metiendo las manos en los bolsillos mientras caminaban en silencio.
—No necesitas acompañarme—Habló de nuevo y lo observó—Puedo llegar a mi dormitorio yo sola, no te preocupes...—Sus piernas aún dolían y la férula en su mano le recordaba lo torpe que había sido—Scourge—habló de nuevo sin detenerse—Agradezco que te preocupes, pero quiero estar sola—
El joven la observó en silencio durante un momento encogiéndose de hombros en señal de que estaba de acuerdo con ella, sin embargo no detuvo su caminar.
—Solo voy a acompañarte, no diré nada más...—
Sin energía para replicar, continuó caminando hasta que una voz no muy lejana le hizo detenerse.
—¡AMY!—
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Cuando salió de la biblioteca tenía sus apuntes listos y todo lo necesario para la asesoría de Amy también. A veces le sorprendía lo eficiente que podía llegar a ser —humildad, su segundo nombre—.
Tenía todo perfectamente ordenado en su maletín, incluso se había dado el lujo de adelantar un poco del trabajo que tenía en sus otras actividades.
—Que tengas linda noche, Silver—Blaze se despidió y ambos tomaron caminos distintos.
Normalmente no le habría molestado acompañarla hasta su edificio con tal de que no llegase sola, sin embargo, solo siguió de largo y continuó con su camino.
No se dio cuenta de este pequeño detalle, aunque ella sí.
Miró el reloj en su celular; las 8:40 pm, era lo suficientemente temprano para dormir, aunque no le apetecía hacerlo aún. Tenía energía para seguir trabajando o en su defecto, invertirlo en alguna otra actividad.
Deslizó la pantalla en su celular y entró a su aplicación de mensajería dándole una leve mirada para entretenerse. Tenía pocos contactos, en su mayoría familia y algunos maestros que le contactaban para afinar detalles y calificaciones.
Contados eran los contactos que oscilaban en su rango de edad, entre ellos solo estaba Espio, Blaze —obviamente— el par de gemelos Speed y bueno, Amy.
Abrió el ícono de la conversación con la rosada y releyó brevemente el último mensaje que habían compartido; no era nada nuevo o realmente profundo, la mayoría de la conversación eran monosílabos o palabras cortas, aún así lo sintió curiosamente acogedor.
Se debatió por un momento si enviarle un mensaje para afinar detalles de su próxima sesión el día de mañana, podía esperar a escribirle mañana, no había prisa y quizá a esta hora ella estaba dormida u ocupada.
Deslizó el celular en el bolsillo, decidiendo que lo mejor sería no distraerla.reanudó el camino hacia su dormitorio con el pensamiento aún rondando en su mente; trató de enfocarse en el trabajo que tenía pendiente, pero la pequeña inquietud seguía ahí.
Escribirle le tentaba, pero sabía que sus entrenamientos con Rouge eran agotadores y que era probable que ella no le respondiera.
Acto seguido de nuevo tomó su teléfono y de nueva cuenta abrió aquella conversación; pensó un momento en que era lo correcto. Seguido de esto, su razonamiento lógico le recordó que escribirle un mensaje sobre los temas que tratarían al día siguiente y como recordatorio de su cita de asesoría.
Ser profesional no tenía nada de malo, se dijo. Así que tecleó un mensaje corto y conciso con todo lo que quería decirle y lo envió sin pensarlo demasiado. Miró como las dos fechas de que el mensaje había sido entregado se marcaban y de nuevo guardó su celular.
Pensó en cuánto tiempo le tomaría a ella responder, si es que lo haría ese día y mientras estaba concentrado en sus propios soliloquios el ruido de unos pasos no muy lejos de donde el estaba se hicieron audibles.
Entornó la mirada y a lo lejos notó a Amy con la mano vendada caminar sin muchos ánimos seguida de Scourge unos pasos detrás de ella.
Corrió hasta ella sin pensar realmente en la situación frente a él; solo podía pensar en su mano vendada y en que le había sucedido.
—¡AMY!—Gritó acercándose a ella y su mirada no pudo apartarse de su mano—¿Estás bien? ¿Qué te pasó?—Ni bien formuló aquellas preguntas su mirada se clavó en Scourge quien también le miraba sin entender del todo que estaba haciendo ahí.
—¿Qué te ha sucedido?—la cuestionó—¿Tuviste algo que ver?—Esa pregunta iba directo y sin rodeos hacía Scourge, quien guardó silencio sin saber como responder.
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Continuará...
Muchas gracias por leerme, lo aprecio de verdad.
Dispensen, ya saben que no doy para mucho últimamente.
Cariños, Gri✨
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