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10. Sábado

Espero que esto pueda compensar un poco la espera...
No tengo buenas excusas, no le doy suficiente amor a esta historia, lo sé... 
Pero bueno, ¿qué puedo decir? Me gusta tomarme mi tiempo para que sienta natural (Hay que aceptarlo, ni Silver ni Amy son de los que se van como gorda en tobogán al momento de hacer el frutifantástico, así que toca improvisar)

Por otra parte, me sorprende un poco la cantidad de visitas que esto está recibiendo, me halaga bastante y me alegra que mis delirios les parezcan interesantes, la mera verdad hacen que mi corazoncito se ponga a todo mecate, verdad de yisus...

Ahora sí, no los entretengo más, lean...

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Capítulo Diez
"Sábado [ I ]"

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[★]

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Esa mañana despertó con la terrible sensación de que algo muy malo estaba por ocurrir; naturalmente, después de diez minutos poco a poco se deshizo de aquellos pensamientos y se convenció a sí mismo de que solo estaba sobrepensando.

No era inusual que su mente le jugase malas pasadas cuando estaba nervioso, tampoco podía extrañarse del todo cuando le veía el lado negativo a las cosas, era algo natural viniendo de alguien tan hermético y centrado como él.

Después de todo era sábado por la mañana y en unas horas haría cosas que bajo otras circunstancias jamás se habría atrevido siquiera a pensar. 

No le malentiendan, no es que se crea un santurrón anticuado que se iría al infierno por disfrutar de su sexualidad —no era tan religioso— de manera libre y casual; aunque sí creía que el sexo se ligaba con el amor. 

Quizá era un poco anticuado —mucho— pero ese era otro asunto con el que no iba a lidiar en ese momento o terminaría probablemente arrepentido y cancelando todo de manera abrupta. 

Estaba nervioso, era evidente. Sí debía ser por eso que se sentía tan ansioso y le estaba dando demasiadas vueltas al asunto. 

Solo estaba nervioso, eso era.

Su inexperiencia poco o nada debía cohibirle, se dijo. Amy parecía ser esa clase de chica que podía adaptarse a cualquier situación así que no debía preocuparse tanto.

Solo dejarse llevar...

Aunque ello implicase que quedará como un tonto sumiso frente a ella.

Un segundo, ¿Por qué le preocupaba algo como eso? Sí, esa noche tendría relaciones después de mucho tiempo y la chica en cuestión era francamente atractiva, entonces no debería de ser extraño que se sintiese atraído hacia ella.

Amy era bonita y agradable; quizá bajo otras circunstancias nunca habría entablado una conversación con ella, pero no tenía una verdadera queja al respecto —era una porrista super popular que no gastaría su tiempo en alguien como él de buena voluntad

Ahora lo primordial sería arreglar ciertos asuntos y que las cosas saliesen bien. 

Salió de su dormitorio con rumbo a la cocina dispuesto a preparar un desayuno ligero; los sábados por la mañana el tráfico de compañeros era bastante ligero en comparación a los demás así que podría relajarse y beber café tranquilamente.

Tomó algunos ingredientes del refrigerador y al encender la estufa una voz conocida le hizo sobresaltarse. 

—Buenas buenas, Cannabis—Scourge tenía cara de que no había dormido en toda la noche y su aroma podía percibirse el alcohol—¿Te caíste de la cama o qué?—.

Miró de soslayo al cetrino y suspiró; estaba evidentemente ebrio y ni siquiera parecía tener intenciones de irse a dormir. 

—Son las 8:00 de la mañana, Scourge—Mientras freía un par de huevos lo miró de nuevo—¿No deberías estar durmiendo?—.

Se dejó caer pesadamente en una de las sillas mientras sonreía de forma perezosa y ladina.

Se frotó los ojos como si estuviera tratando de despejar el letargo aunque su voluntad fuera poca de hacerlo.

—Dormir es para débiles, Cannabis—respondió estirando sus piernas con un bostezo exagerado—Además, ¿quién necesita sueño cuando hay diversión por todas partes?—Se inclinó hacia adelante apoyando los codos en la mesa con una mirada astuta de oreja a oreja—¿Qué estás cocinando para el rey, eh?—se burló.

—Huevos—respondió con una mezcla de fastidio y resignación; concentrándose en no quemar el desayuno de una forma tonta—Y no, no son para ti...—Le aclaró.

Scourge soltó una carcajada burlona aunque estaba claro que su energía estaba decayendo. Se recostó en la silla con la cabeza echada hacia atrás; miró al techo como si estuviera evaluando la idea de quedarse dormido allí mismo, abstraído por lo que sea que su borracha cabeza estuviese pensando.

—Qué aburrido eres—arrastrando las palabras habló de nuevo—Siempre tan... correcto... con tu "es sábado por la mañana, hagamos lo que se supone que debemos hacer..."—hizo comillas en el aire imitando de forma chistosa la voz del albino—Deberías relajarte un poco más, Cannabis. dejar que el viento te lleve...—

Apenas y le miró; ya estaba acostumbrado a las divagaciones de Scourge cuando estaba en ese estado. Lo conocía lo suficiente como para saber que cualquier intento de razonamiento sería inútil en esos momentos; así que lo mejor sería darle un café y mandarlo a dormir. 

—Tal vez el viento debería llevarte a tu cama—apagando la estufa sirvió los huevos en su plato y uno para Scourge—Aunque con ese olor a alcohol, dudo que el viento quiera cargarte...—

El de verde soltó una risa ronca como si lo dicho fuese un cumplido y oler tan mal muy gracioso.

—Eh, que el rey vive como quiere...—ni siquiera se molestó en enfriar la comida, ocasionando que se quemase la lengua un poco—Deberías intentarlo alguna vez... a ver si así dejas de preocuparte tanto por... ya sabes, todo—hizo un gesto vago con la mano, indicando algún punto indefinido en la distancia—La vida es corta, Cannabis... vive un poco—

Con su plato en mano y una taza de café recién hecha, no respondió de inmediato. En cambio, tomó un sorbo y dejó que el sabor amargo lo despertara por completo.

Sabía que a pesar de las bromas y la actitud despreocupada, había un poco de verdad en lo que Scourge decía. Pero vivir "un poco" para él no significaba perderse de esa manera.

—Sí, bueno, cuando me convierta en el rey de algo te avisaré—respondió con sarcasmo mientras tomaba asiento en la mesa y le tendía una taza de café a Scourge—Por ahora, soy feliz con mi café y mis huevos fritos—Ironizó.

Scourge lo miró con una mezcla de curiosidad y diversión, sus ojos brillaban a pesar del cansancio y su boca masticaba ruidosamente la comida que le compartió.

—Eres un caso perdido, Cannabis—dijo con una sonrisa torcida y trozos de huevo cayeron de sus fauces; antes de estirarse y dejar caer su cabeza sobre la mesa, como si finalmente el agotamiento lo estuviera alcanzando—Tu tan buenito y yo siendo un puto enfermo—se burló.

Silver solo suspiró; tomó un bocado de su desayuno y bebió un poco más de café.

La escena era casi surrealista: él intentando disfrutar de una tranquila mañana de sábado y Scourge con su típico caos y desorden invadiendo su espacio sin ningún remordimiento. 

Sin embargo, esa dinámica extrañamente funcionaba entre ellos; era su opuesto —como bien dijo— en prácticamente todo sentido y aún así podía llevarse relativamente bien con él. 

Aunque no por ello era su primera opción para entablar una conversación, debía aclarar.

—¿Qué hiciste anoche?—Era una pregunta básicamente retórica al sentir ese olor desagradable que provenía de su acompañante; sudor, alcohol, vómito y orina, todo era una mezcla bastante desagradable.

Scourge levantó la cabeza con una sonrisa perezosa y traviesa.

—Nada que tú puedas manejar, bro—respondió con un guiño—Diversión, un par de bares y ya sabes... acción...—El tono en su voz dejaba claro que había algo más detrás de esas palabras, pero no iba a entrar en detalles. Scourge siempre era así, insinuaba lo justo para que imaginara el resto.

—Interesante...—murmuró entre bocados—Espero que te acuerdes de al menos la mitad de lo que hiciste...—

Scourge ni siquiera se inmutó ante el evidente regaño que le propinó. No era un moralista y no se empeñaría en fingirlo tampoco, mucho menos estando ebrio aún.

—¿A quién le importa eso?—respondió riéndose para sí mismo—La mitad de la diversión es no recordar—aseveró—Es como tener una segunda oportunidad de descubrir lo que pasó...—

Intentar meterle sentido común a Scourge era como intentar apagar un incendio con gasolina —casi literalmente—.

Aún así había algo extrañamente reconfortante en tenerlo ahí, con toda su locura desbordantemente delirante; de algún modo extraño la situación en la que el verde se encontraba era relativamente similar —muy poco— a la que él viviría por la noche. 

La forma en la que el tipo vivía su vida fuera de las reglas de la moralidad sin importarle lo que los demás pudiesen pensar de él era un poco envidiable. Podía ir por ahí sin reparar en las consecuencias de sus actos —y las neuronas que morían en el proceso— y solo vivir. 

Había construido su vida en torno a la responsabilidad, la disciplina y el control. Sin embargo, en los momentos más oscuros de su mente, no podía evitar preguntarse cómo sería dejar todo eso de lado, aunque fuera solo por una noche.

Observó a Scourge, que ahora estaba medio dormido en la mesa, tenía la cabeza apoyada en su brazo mientras aún sonreía con ese aire despreocupado. 

—¿Qué?—preguntó Scourge de repente, como si hubiera sentido la mirada—¿Estás pensando en unirte a la diversión?—bromeó sin abrir los ojos—Puedo enseñarte algunas cosas...—

Él soltó una risa suave, casi sin querer.

—No, gracias... creo que ya tengo suficiente con lo que me espera esta noche...—respondió más para sí mismo que para Scourge, aunque sabía que el comentario no pasaría desapercibido por este último.

Quizá era el efecto del café por la mañana, pero no pensó mucho en las palabras que salieron de su boca en ese momento. 

Scourge levantó una ceja con curiosidad renovada; era un chismoso por naturaleza y no iba a dejar pasar el tema.

—¿Ah, sí? ¿Tienes algo planeado, Cannabis?—preguntó con una sonrisa burlona pues aparentemente ahora estaba completamente despierto—Vamos, suelta. ¿Qué vas a hacer que te tiene tan pensativo? Seguro que no es algo aburrido si ya estás dándole vueltas en la cabeza—Lucía lo suficientemente interesado que no notó que trozos de huevo cayeron sobre su camisa.

Silver vaciló por un momento; ¿de verdad sería buena idea compartir sus inquietudes con él?. Después de todo Scourge no era precisamente el tipo más adecuado para entender los dilemas morales.

Aunque si lo pensaba un poco el hecho de compartirlo —en medida de lo posible— con él resultaría más fácil. No había juicio en sus ojos, solo una curiosidad genuina y, quizás, una pizca de interés.

Así mismo, con mucha suerte —y si decía solo lo justo y necesario— podría obtener algunos consejos y darse una idea de como actuar. 

Empero, dudaba muchísimo que Scourge fuese de la clase de sujeto que se tomaba la molestia de planear una cita.

—Nada especial—dijo al fin encogiéndose de hombros—Solo... una cita...—

Scourge lo miró con una sonrisa ladeada, como si ya entendiera más de lo que él estaba dispuesto a admitir.

—Bueno, bueno—dijo, estirándose de nuevo y bostezando—Parece que por fin estás saliendo del cascarón...—se burló—Ya era hora... ¿Vas a romper las reglas esta noche, eh pillín?—lo codeó.

Él no respondió de inmediato, pero una parte de él sabía que Scourge tenía razón —algo que no admitiría abiertamente o no lo dejaría olvidarlo—. 

—Tal vez...—admitió finalmente con una sonrisa suave mientras terminaba su café.

El verde soltó una risa baja y satisfecha como si hubiera ganado algún tipo de batalla que solo él conocía.

—Ya era hora...—burlonamente lo miró—Al fin superarás a la frígida de tu novia...—

—Blaze no es mi novia y no le llames de ese modo—Corrigió.

Scourge tenía esa habilidad de hacer que todo pareciera un juego, una aventura sin consecuencias; naturalmente no estaba de acuerdo con sus métodos —básicamente ninguno—. Pero podía comprender que quizá por esta ocasión podía dejar de pensar tanto y simplemente dejarse llevar.

—Lo que digas...—continuó Scourge mientras se levantaba con esfuerzo, tambaleándose un poco—Yo solo digo que te diviertas y que aproveches a la pollita que traes entre ceja y ceja...—lo observó—Debe ser una buena tipa si te hizo dejar a esa perra odiosa—

—Que no le llames de ese modo—reprendió—Y... sí es una chica linda...—sonrió suavemente.

—¿Quién es una chica linda?—Una tercera voz se hizo presente—Cannabis...—Le saludó el recién llegado—Moco verde...—

Sonic recién llegaba de entrenar esa mañana con demasiada energía como para creer que había corrido 30 km hace no menos de dos horas.

—Hola, Sonic—Silver respondió con cortesía, Scourge por su parte solo lo ignoró.

—Qué te importa, bolas de mora—el de verde se levantó—Suerte Cannabis, cógetela sabroso—Se burló perdiéndose en el pasillo mientras se tambaleaba. 

Con el ruido de sus pasos alejándose la cocina volvió a sumergirse en el silencio. Se tomó un momento para terminar lo poco que quedaba en su plato y disfrutando del último sorbo de café.

Ahora completamente quieto sintió el calor subir a su rostro ante el comentario de Scourge. Ese tonto era un ladino sin límites, especialmente con Sonic presente. Este último observó a Scourge desaparecer por el pasillo antes de volver su atención a Silver con una ceja arqueada y una expresión que mezclaba curiosidad y una pizca de diversión.

—¿De qué hablaba Scourge?—Sonic trató de ocultar la sonrisa mientras se servía un vaso de agua.

Silver suspiró llevándose una mano a la frente. Sabía que Sonic no dejaría pasar la oportunidad de indagar un poco, especialmente si Scourge había dejado caer un comentario tan provocativo —porque eran igual de chismosos al final de cuentas— así que se preparó mentalmente para las preguntas que vendrían.

—Nada importante—respondió tratando de sonar despreocupado mientras recogía su taza de café—Ya sabes cómo es Scourge, siempre exagerando las cosas...—Se acercó al fregadero y abrió el grifo—No es nada...—

Sonic tomó un sorbo de agua observándolo con una mirada que decía claramente que no se tragaba sus palabras; ambos se conocían lo suficiente para saber cuán transparente podía llegar a ser y que encima de todo, el hecho de que era un pésimo mentiroso. 

—Vamos, Silver—insistió—Si ese moco verde está diciendo que vas a romper las reglas y usa entre sus oraciones la palabra "coger"—hizo comillas con las manos—Debe ser algo grande... ¿Ah que sí?—

Dándose cuenta de que no tenía forma de escapar de la curiosidad de Sonic no le quedó más remedio que suspirar; después de todo ese era la consecuencia de hablar tan abiertamente en la cocina y además con alguien como Scourge.

—Está bien —admitió finalmente cerrando la llave—Esta noche... voy a una cita...—sus mejillas de nuevo se tornaron carmín—Algo... diferente a lo que suelo hacer...—Esperaba que con esa información Sonic fuese lo suficientemente avispado para entender lo que implicaba lo que estaba diciendo sin necesidad de ser más explícito.

Tras dos segundo de silencio el cobalto dejó caer el vaso que tenía entre sus manos derramando el agua que aún contenía. 

—¡Ah!—exclamó con una expresión de sorpresa mezclada con diversión—Así que por eso el payaso verde estaba tan emocionado...—Todo tenía sentido ahora—¿Y quién es la afortunada?—chismoso de nuevo preguntó.

Silver vaciló por un momento, no supo si revelar sus intenciones con una chica tan popular como Amy sería creíble —y dicho sea de paso, si eso estaba bien para una señorita—. De igual forma, antes de que pudiera responder el equipo de fútbol americano llegó a la cocina llevándose a Sonic sin siquiera darle oportunidad de reaccionar. 

Miró la hora en el reloj de la pared; faltaban varias horas para la noche y aún no tenía una idea clara de que debía hacer.

Quizá una consulta en internet serviría de algo...

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—Yo digo que deberías usar el rojo—Rouge estaba sentada al pie de la cama mientras hurgaba entre los cientos y cientos de prendas que tenía esparcidas sobre esta. 

Aún era temprano y tenía prácticamente todo el día para prepararse y aún así estaba sumamente nerviosa de lo que resultaría al final. 

¿Qué debía usar? ¿Debía usar mucho? ¿Quizá muy poco? Había muchas preguntas dándole vueltas por la mente y la presencia de Rouge no le ayudaba mucho a tranquilizarse. 

Su mejor amiga —chaos sabe que la ama con todo su corazón— a veces es su peor enemiga cuando de alterarle los nervios se trataba. Rouge tenía la facilidad —don— de hacerla perder la paciencia con pocas palabras. 

Y ahora con todo su guardarropa botado por aquí y por allá sus comentarios ácidos y burlescos no la ayudaban mucho en ese momento. Sabía que ella era así, la mayor parte del tiempo no le molestaba, incluso le parecía gracioso, pero ahora estaba demasiado estresada como para tolerarla.

—El rojo hace que me vea gorda—se quejó infantilmente dándole la espalda—No puedo usar algo como eso... —.

—¿Por qué no?—

Se tomó unos segundos para procesar lo que diría a continuación.

—Porque Silver es esa clase de chico a la que le importan esas cosas...—se limitó.

Ahora fue el turno de su amiga de mirarle de forma curiosa y extrañada por esa información. 

—¿Y tú cómo sabes eso?—era una pregunta válida, incluso se sorprendió a sí misma cuando cayó en cuenta de sus propias palabras. 

¿Cómo podía asegurar eso con tanta naturalidad si no lo conocía realmente? 

Amy se quedó en silencio mirando su reflejo en el espejo como si buscase respuestas en él. La realidad era que no tenía una razón lógica para pensar eso de Silver. 

Sus conversaciones no habían sido lo suficientemente profundas pero por alguna razón se había formado esa impresión. 

Pero, ¿era justo asumirlo? Sabía que él era reservado y, a veces un poco distante, pero eso no significaba necesariamente que fuera superficial ¿o sí?.

Muchas preguntas llegaron de golpe y el hecho de recordar al joven que se comportaba de forma tímida la mayor parte del tiempo solo incrementó la sensación de ansiedad.

Rouge la observaba con una mezcla de curiosidad y algo de preocupación. Sabía que Amy estaba nerviosa, mucho más de lo que estaba dispuesta a admitir y sus típicas bromas no estaban ayudando en absoluto. 

No era raro ver a Amy tan insegura, ya su racha de libertinaje y riesgo había durado demasiado y la verdadera Pinky estaba saliendo a la luz. 

—Pinky, cariñito...—comenzó Rouge, suavizando su tono—Tal vez te estás tomando esto demasiado en serio...—Era un observación objetiva, para Rouge era evidente que las cosas podrían salirse un poco de control.

Amy frunció el ceño y miró a la albina sintiéndose cohibida ante esto; no lo había pensado a profundidad, solo quería verse linda y de alguna forma impresionarlo. 

Era vanidosa, sí...

Y dejando de lado todo ese asunto de la superficialidad, la realidad era que le preocupaba un poco la idea de que Silver pudiese arrepentirse de último momento y cancelar todo el trato. 

Es decir, sería un golpe para su ego, su autoestima y encima de todo, su calificación. 

—No es eso...—mirando su reflejo suspiró—Solo... no quiero que se arrepienta de aceptar...—confesó.

Rouge suspiró y se levantó de la cama acercándose a su amiga de forma protectora. Colocó sus manos sobre los hombros de Amy y la obligó a girar y mirarla a los ojos.

—Ay Pinky, cielito lindo—La abrazó fuertemente dejándole sin poder respirar correctamente—No tienes nada de qué preocuparte, estoy completamente segura de que ese muchachito no va arrepentirse—La soltó—El fue quien regresó a ti...—La seriedad en su rostro extrañó un poco a la menor—Además, no parece la clase de sujeto que bromea con algo así... tranquila, todo saldrá bien... solo disfruta el momento y no dejes que tus inseguridades te hagan perder el control de una situación tan picante como esta...—Le dio ánimos muy a su estilo. 

Amy la miró sorprendida por la seriedad en las palabras; —al menos de la mitad de ellas— sabía que Rouge tenía razón, aún así se sentía un poco menos dispuesta que el día en que le propuso a Silver tener una cita con ella. 

Dejó escapar un suspiro esperando que sus hombros se relajaban un poco; tal vez, solo tal vez, Rouge tenía razón. Estaba poniendo demasiada presión en ella misma cuando lo único que realmente importaba era disfrutar el momento. 

—Está bien—dijo al fin—Solo... disfrutar la noche, sin importar lo que pase...—repitió como si fuese un mantra que le daba valor.

Rouge sonrió, dándole un suave golpe en el hombro.

—Así se habla... y sobre el rojo—añadió, volviendo a su tono habitual—Te ves fabulosa en él—

Amy asintió y por primera vez en toda la mañana, sonrió.

—Gracias, Rouge...—

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—¿Sabes de qué tengo antojo?—Blaze habló de pronto y lo observó—Quiero sushi—.

No estaba prestando mucha atención a lo que ella decía; aún seguía dándole vueltas a lo que debía hacer en unas horas más —5 para ser más exactos—.

Los sábados después de medio día solía pasar un rato con Blaze mientras ella ponía en orden sus asuntos y usualmente solían almorzar juntos.

—¿Silver? ¿Me estás escuchando?—Llamó de nuevo y chaqueó sus dedos para despertarlo de su letargo. 

—Lo siento, ¿qué me decías?—.

Blaze lo miró con una mezcla de molestia y curiosidad; algo estaba pasando por la mente de Silver, algo que lo tenía distraído. No era raro en él perderse de vez en cuando en sus pensamientos, pero hoy parecía especialmente ausente.

—Dije que quiero sushi—repitió con impaciencia al sentirse ignorada y lo observó detenidamente—¿Qué te pasa? Has estado raro desde que llegaste...—

Silver bajó la mirada hacia su taza de té como si de repente hubiera algo fascinante en ella. Honestamente no estaba seguro —ni cómodo con la idea— de cómo abordar el tema con Blaze.

La conocía lo suficiente como para inferir que no era buena idea hablar con ella de ese asunto; ella tenía opiniones fuertes y además, en ciertos aspectos era bastante —incluso mucho más que el— tradicional. Tampoco quería que pensara mal de él por lo que estaba a punto de hacer esa noche.

—No es nada—mintió torpemente; al levantar la vista se encontró con los ojos expectantes de Blaze—Solo... tengo muchas cosas en la cabeza...—

Claramente no convencida por su respuesta, ella frunció el ceño al sentir que le estaba mintiendo descaradamente en la cara, otra vez. Tenía días comportándose de forma extraña y hasta cierto punto distante con ella. 

¿Seguiría molesto por lo sucedido días atrás? 

—Silver, somos amigos desde hace mucho tiempo—dijo firme—¿Aún estás molesto por lo de la otra vez? ¿O es esa chica la que está perturbándote? Porque sí es así...—

—No es nada, Blaze—Le interrumpió sin darle posibilidad de replicar, no estaba molesto, pero tampoco quería insinuar nada sobre Amy o terminaría exponiendo todo frente a ella—Sólo he estado un poco estresado, los exámenes están próximos y ya sabes como me pongo con eso—Le restó completa importancia.

No muy convencida, Blaze asintió. Nada le costaría seguir insistiendo hasta obtener la verdad, pero en ese momento estaba demasiado hambrienta y no quería volver a hacerle enojar.

—Muy bien, fingiré que te creo—bufó—Ahora, ¿vamos por sushi?—Se puso de pie esperando que el la siguiera, pero no se movió—¿Sucede algo?—.

Silver se revolvió incómodo en su silla; no sabía cómo poner en palabras lo que sentía sin sonar como un completo desastre, no tenía ánimo de sushi tampoco.

—Creo que no tengo hambre—empezó a decir—Quizá en otra ocasión...—trató de sonar más tranquilo—¿Te parece si reprogramamos y te veo otro día? La verdad es que tengo unos asuntos que atender—Esta vez se puso de pie y le dio una leve sonrisa esperando que eso fuese suficiente. 

Blaze parpadeó asimilando lo que acababa de decir. Por un momento permaneció en silencio evaluando lo que acababa de escuchar. 

¿Estaba mintiéndole? Había algo en su rostro que no podía descifrar, algo en él había cambiado y por alguna razón podía sentirlo distante, ajeno al Silver que ella había conocido toda la vida y en su lugar estaba ese nuevo muchacho que estaba instaurando una barrera invisible entre ellos dos. 

—Silver...—Quiso preguntarle directamente que era lo que había mal entre ellos, pero se frenó a sí misma de hacerlo. Probablemente el seguía resentido por lo sucedido y lo mejor sería darle su espacio y esperar a que las cosas se calmaran un poco—Muy bien, te veo después, supongo...—

Él la miró, sorprendido por su respuesta. Había esperado algún tipo de sermón o una mirada de desaprobación, no era lo que esperaba pero de igual forma estaba bien.

—Muy bien, te veré después...—

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Después del ajetreo inicial el resto de la tarde fue relativamente tranquila; tanto como los consejos —exigencias— de Rouge le proporcionó. 

—¿Lo dije o no lo dije...?—La albina tenía una sonrisa presuntuosa en el rostro—Hago arte, no me cabe la menor duda de ello—Al ver a la rosada completamente arreglada y lista para su cita, se sentía triunfante—Te ves genial Pinky, lo digo en serio...—.

Miró su reflejo en el espejo sintiéndose extraña y diferente. Rouge había logrado algo que ella misma no habría conseguido: encontrar el equilibrio perfecto entre sentirse atractiva y ser ella misma.

El vestido que llevaba era lindo y provocativo pero no excesivo y terminaba resaltando sus mejores atributos sin hacerla sentir incómoda. El maquillaje era sutil; aunque ella no habría usado sombra de ojos, ciertamente. 

—Gracias, Rouge...—murmuró sonrojándose un poco—Aunque... ¿no crees que es demasiado? No quiero que piense que estoy... no sé, intentando algo raro...—Quizá verse muy arreglada podía enviarle un mensaje equivocado y no quería eso. 

Rouge por su parte, solo rodó los ojos dramáticamente; Amy y sus complejos siempre iban por delante y le cohibían de lo mejor de la vida. 

—Esto no es sobre impresionar a nadie...—Aclaró—Se trata de ti... te ves increíble, así que relájate...—Le abrazó—No estás intentando demasiado; solo estás mostrándole la versión de ti que siempre debes mostrar...—

Mordiéndose el labio mientras volvía a observar su reflejo; terminó por concederle la razón a Rouge. Solo debía disfrutar y dejar que las cosas sucedieran del modo en que debían y ya. 

—Bien, supongo que... estoy lista —dijo al fin, inspirando profundamente. Tomó su teléfono y le escribió un mensaje a Silver lleno de emojis y caritas sonrientes porque no sería un mensaje suyo si no los tenía.

Estaba un poco nerviosa, ya sólo restaba que Silver respondiera y todo estaría "listo"; miró la pantalla en su celular, él había respondido básicamente de inmediato.

—Hazlo esperar—había leído el mensaje también—Cinco minutos no te harán ver tan desesperada—.

Amy frunció el ceño y miró a su amiga con algo de incredulidad que no se molestó en disimular en lo más mínimo.

—¿En serio?—preguntó, insegura—¿No se molestará si no salgo enseguida? Quiero decir, ¿y si piensa que cambié de opinión o algo así?—Era una duda genuina.

Rouge alzó una ceja claramente divertida por su inquietud e ingenuidad.

—Confía en mí, Pinky—respondió moviendo la mano en un gesto despreocupado—No va a pensar eso...—Sonaba tan confiada—De hecho es probable es que lo ponga muy nervioso y eso no está mal... una pequeña dosis de espera no le vendrá nada mal...—

Dejó el  teléfono sobre la mesa tratando de no mirarlo; Rouge era la experta y de algún modo debía confiar en sus palabras.

Los minutos pasaron más lentamente de lo que habría imaginado como si  cada segundo se convirtiera en una pequeña eternidad.

Sabía que tenía experiencia en estas cosas, pero no podía evitar sentirse inquieta. ¿Y si Silver realmente se ponía nervioso o lo interpretaba de mala manera?

—Tres minutos y medio—anunció la albina mirando el reloj de la pared—Esto es parte del juego, recuerda—.

Confía en el proceso; se dijo. Aunque no era su estilo y en otras circunstancias no se le habría ocurrido hacer algo similar, sabía que en este momento debía confiar en su mejor amiga. Finalmente Rouge le dio una palmadita en el brazo finalizando su martirio interno.

—Listo, cinco minutos completos...—La observó—Sal, haz lo tuyo y diviértete preciosa... cuídate y no olvides enviarme un mensaje para cualquier cosa—.

Encaminándose a la salida, se detuvo para despedirse. 

—Gracias, Rouge...—

—Solo recuerda Pinky, esta noche es tuya... disfruta cada momento...—

Sintiendo una ola de determinación mezclada con nerviosismo; salió del edificio con pasos lentos pero confiados; tenía tacones lo suficientemente altos que bien podrían hacerla caer aparatosamente si no tenía cuidado; pero aún así no opacarían su momento.

—Deséame suerte...—

—No la necesitas—respondió con una sonrisa confiada, consciente de que Amy ya no le escuchaba.

Por su parte, la chica rosada seguía caminando mientras trataba de que el vestido no se subiera más de la cuenta. 

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La internet le había dado muchas —muchísimas— ideas y consejos; todos y cada uno de ellos más y más raros entre sí.

Algunos sitios concordaban en que para perpetuar un ritual de cortejo óptimo —porque al final de algún modo eso es lo que haría— debían tener una buena cena, una charla que disipara los nervios y finalmente proceder a la acción.

Eso no sonaba tan descabellado si lo veía a grandes rasgos, el problema surgía con los tópicos que podía —y no— abarcar durante la cena.

¿De qué hablarían? Otro de los sitios web aclaraban que no se debe discutir temas sobre política, religión o ex-parejas, algo en lo que estaba de acuerdo porque Amy no le parecía la clase de chica que disfrutara de algo como eso.

Entonces, ¿Qué podía decirle? Hablar de libros era algo que le fascinaba, aunque dudaba sinceramente que temas como la economía o algo mas fantasioso como la comarca y los hobbits le interesaran a ella.

Era un asunto complicado y pasar directamente a la acción sin ningún tipo de aditivo le parecía un poco rudo y le quitaría toda su caballerosidad.

Después de dos horas investigando decidió que lo mejor sería hacer lo que ella le pidiese, con algo de suerte la elocuencia de Amy salvaría la noche.

Entonces se vistió, se puso colonia y finalmente tomó las llaves de su auto —aquel que rara vez usaba pues prefería hacer ejercicio y caminar— y salió del campus con dirección a la farmacia.

Aún restaba una hora para que se encontrara con Amy, lo cual le daba tiempo suficiente para comprar lo que haría falta para después. Al llegar, bajó rápidamente esperando que ningún rostro conocido le reconociera.

Era ridículo que a su edad sintiese vergüenza de comprar una caja de preservativos, pero en su defensa podía alegar que esta era la primera vez que hacía algo así. Caminó por los pasillos esperando disimular un poco y tomó un par de chocolates y un paquete de chicles para no verse tan obvio.

Al llegar al mostrador un mundo de cajas y presentaciones se plantó ante el.

Tenía un dilema, de eso no cabía la menor duda y por mucho que quisiera analizar los pros y los contras de cada marca, presentación y textura, la realidad era que en cualquier momento la fila tras de él notaria cuales eran sus intenciones y eso sería demasiado para él.

Así, presa del pánico social tomó al menos 8 cajas distintas y pagó tan rápido como la señorita en la caja se lo permitió.

Para su fortuna la bolsa de papel en donde descansaban sus compras impedía mostrar el contenido. Subió al auto y su corazón al fin se tranquilizó un poco.

Ahora, con calma pudo notar que había comprado demasiados y entre ellos había sabores como, fresa, uva y cereza.

Nunca había reparado en ese tipo de cosas, pero supuso que estaba bien.

De nuevo condujo hasta el campus y aparcó el coche justo frente al edificio de Amy. Así podría esperarla con toda la calma del mundo, pensó. Podía serenarse y pensar que rayos hacer; ¿Cómo debía abordarla?

¿Cuánto tiempo debía esperar? ¿Debía decir algo en particular? De algún modo se sentía perdido en una marea de emociones e ideas hasta que el sonido de su celular lo sacó de sus pensamientos.

Amy le envió un mensaje diciéndole que estaba lista. Un minuto después él respondió que estaba afuera esperándola.

De nueva cuenta estaba nervioso, pero era momento de la verdad. A partir de este punto iniciaba la cuenta regresiva para su situación final. Miró de nuevo la pantalla en su celular y suspiró; debía mantenerse sereno o arruinaría el ambiente con su inexperiencia.

Cinco minutos después el sonido de unos tacones haciendo clap en el empedrado llamó su atención. Amy y su bonito vestido rojo se aproximaban hasta él contoneando la cadera de forma hipnótica.

Sabía que ella tenía una bonita silueta —era animadora al fin de cuentas— pero verla así solo reafirmaba cualquier pensamiento provocativo que su mente calenturienta —lo admitía— podía formar.

Bajó rápidamente del auto y ambas miradas se conectaron en silencio unos segundos.

—Buenas noches, Silver—ella inició el saludo y le regaló una sonrisa.

—Hola...—no pudo fingir que no estaba cohibido ante ella—Te ves bien—fue un halago simple, pero al parecer cumplió su cometido.

—G-gracias—sonrió de nuevo—¿Nos vamos?—el inmediatamente asintió.

Al subir al auto un silencio levemente incómodo los invadió. Abrió la boca para mencionar algo sobre el clima, pero ella se adelantó, para su fortuna.

—Y... ¿A dónde iremos?—Sonaba tranquila, aunque su mirada estaba en el camino, atenta.

—Pensaba en llevarte a comer a ese restaurante de comida china que acaban de abrir, ¿Te apetece?—.

—No veo porque no—.

El resto del viaje fue sumido en silencio con ambos nerviosos y expectantes de lo que sucedería después. Al llegar al restaurante tomaron asiento en una de las mesas mas alejadas de la multitud y cuando el camarero tomó su orden, de nuevo quedaron a solas sin nada que decir.

Se sentía idiota y confundido; sumado al hecho de que Amy no lucía para nada cómoda con su compañía. ¿Estaría aburrida? ¿O quizá la había incomodado? De nuevo ese zumbido de incomodidad no le dejaba tranquilo.

—Es un lugar muy bonito y espacioso—su mirada se paseaba de un lado a otro prestando especial atención a los enormes cuadros con paisajes orientales y la enorme pecera llena de peces koi, algo que le pareció especialmente bonito.

—Sí, las reseñas de internet dicen que es genial...—.

El camarero llegó con sus alimentos y ahora fue su turno de hacer un comentario al respecto.

—Casi sabe tan bien como en las calles de Shenzhen—Era un comentario casual, sin embargo Amy lo miró con genuina curiosidad.

—¿Has viajado a China?—la sorpresa en su rostro le pareció muy cómica, de alguna forma le recordó a la primera vez que su padre les dijo que viajarían a ese país, el tampoco lo podía creer en un inicio.

—Sí—se encogió de hombros sumiéndose en sus propios pensamientos por un momento—Mis padres tienen una agenda ocupada y bueno, se necesita viajar mucho para mantener el ritmo de vida...—.

—Vaya...—era una verdadera sorpresa saber que Silver hubiese viajado a un país distinto—Debió ser genial, viajar, conocer la cultura, los sitios... todo debió ser una locura enorme y genial...—

Hablar de sus viajes normalmente no le parecía tan relevante; Blaze había viajado incluso mas que él, así que no tenía a nadie —salvo quizá Espio— a quien comentárselo. Amy parecía genuinamente entusiasmada con sus anécdotas sobre lenguaje, comida y cultura; incluso se animó a mostrarle algunas fotos de su último viaje y esto la maravillo al instante.

—Es genial...—su plato a medio comer de nuevo captó su atención—Yo solo voy a ver a mi tía Martha en navidad y algunas veces papá me lleva a la playa...—bromeó.

—La familia y las visitas también son importantes—El no tenía una familia muy numerosa, pero de igual forma valoraba los momentos que pasaban juntos.

Asintió comprensiva; concordaba con básicamente todo lo que el estaba implicando, no obstante la idea de viajar fuera del país también era algo tentador que no cualquiera rechazaría solo porque sí.

—No lo negaré...—jugueteó con el tenedor un momento y de nuevo comió lentamente—¿Tienes hermanos, hermanas, quizá una mascota...?—.

—Tengo un hermano mayor—Admitió—Nunca he tenido una mascota—Remembró—¿Y tú, hermanos o mascotas?—estaba concentrado en su comida así que no notó la expresión en el rostro de ella.

—Solo somos papá y yo—hablo bajito y calmado—No tengo hermanos o hermanas, pero sí muchos primos... y con respecto a las mascotas, la verdad es que no, papá nunca me dejó cuidar de otro ser vivo porque a duras penas puedo conmigo misma—sonrió.

Esta vez fue el turno de Silver de escuchar; Amy tenía muchas anécdotas pintorescas con respecto a sus primos, abuelos y demás parientes. No mencionó a su madre en ninguna de ellas, lo cual le hacía asumir que la señora debía estar en otro plano existencial, razón por la cual no se atrevió a indagar más en ese asunto.

Después de ese pequeño tema de conversación pareció sentirse mucho más cómoda lo que generó que la conversación fuese monopolizada por ella casi en su totalidad. En menos de dos horas sabía cosas tan absurdas como cuál era su color de esmalte de uñas favorito y que hacía los sábados por la mañana a los 8 años —rosado y comer cereales en pijama mientras veía dibujos animados, respectivamente—.

Amy hablaba de tantas cosas al mismo tiempo y de una forma absurda esto no le molestó. Naturalmente él no se prestaba para perder el tiempo en conversaciones tan infructíferas como esas pero vez todo se sentía tan natural, casi como si ya estuviera acostumbrado a tratar con estos temas y de un modo u otro esto pareció relajarlo un poco.

Un rato después el camarero llegó con la cuenta y un par de galletas de la fortuna como cortesía. Ella tomó la suya de inmediato demasiado entusiasmada con algo tan absurdo como lo era las "predicciones"; al abrirla una sonrisa triunfante se le formó en el rostro.

Todo el mundo se siente atraído hacia ti...—leyó la galleta y sonrió con un poco de vanidad—¿Qué dice la tuya?—sus jades se posaron sobre el, esperando que leyese la suya.

Honestamente no tenía pensado abrirla, pero a riesgo de decepcionarla el también lo hizo, para encajar.

—"Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo..."—leyó en voz alta.

—Bastante profundo, ¿No?—bromeó.

—Eso parece—la similitud de esas palabras con su situación actual solo era fruto de una coincidencia, se dijo. Era obvio que si quería un cambio debía hacer el esfuerzo; no quería sonar como un aguafiestas en ese momento así que terminó por dejar el tema de lado.

Saliendo del restaurante se sintió con el deber de preguntar qué debían hacer después.

—¿Quieres beber algo...?—

Luego de pensarlo un momento, negó suavemente con la cabeza.

—La noche es joven... ¿crees que si bebemos alcohol terminaremos bien?—Bromeó—Aunque si quieres, sé de una fiesta que...—

—La verdad es que preferiría que no...—Le interrumpió—No soy muy dado a las reuniones sociales ni a beber en público...—estaba siendo demasiado sincero, lo cual lo hizo retroceder—Lo siento, yo no debería...—

—Entiendo, no tienes nada de que preocuparte—De nuevo ella y su sonrisa lo hizo guardar silencio—Entonces... ¿te parece si...?—Ahora fue su turno de detenerse y que sus mejillas se tornaran carmín—Bueno,  tu sabes a lo que refiero...—.

Guardó silencio un momento intentando procesar lo que Amy estaba implicando; las palabras parecieron agruparse de forma torpe en su garganta y su mente se estaba esforzando por encontrar una respuesta que no lo hiciera parecer demasiado ansioso o en el peor de los escenarios, como un inseguro de sí mismo.

Ella evitaba su mirada con nerviosismo brindándole la oportunidad de que fuese su propia valentía quien tuviera la oportunidad de tomar una decisión sobre el rumbo de la noche.

—Sí...—logró decir finalmente con una sonrisa que apenas lograba ocultar su nerviosismo—Vamos...—.

.

.

Cuando aparcaron en el estacionamiento la sensación de hormigueo provocado por el nerviosismo volvió a invadirles a cada uno de formas distintas. Silver estaba nervioso sobre lo que debía hacer a continuación. 

Amy por su parte por primera vez caía en cuenta del peso de la exposición a la que estaba a punto de someterse. ¿Y si alguien la reconocía? ¿Y si le tomaban fotografías? De pronto la duda y la necesidad de salir huyendo fueron mucho más grandes de lo que su mente pudo procesar de forma coherente y su cuerpo se tensó.

Quiso negarse y abortar la misión a la que ella solita se había sometido por idiota; trató de alguna forma absurda de emitir una palabra que diera por terminado con lo que estaba por suceder, pero el sonido en su ya olvidado teléfono le hizo centrar su atención en la pantalla. 

Era un mensaje de Rouge diciendo que esperaba que estuviera teniendo una noche genial. Casi como si de alguna forma fuese consciente de esa pequeña crisis que estaba sintiendo en ese momento. 

Silver bajó del auto primero y se adentro en el edificio de forma silenciosa y solemne. Cinco minutos después le vio regresar con una llave y un llavero en forma de corazón que tenía marcado el número 17 en el.  

La observó de reojo intentando disimular que él también estaba nervioso y abrió la puerta trasera para sacar una bolsa de papel. Cerró la puerta y ahora, parado frente a la del copiloto la abrió para ella.

—¿...Estas... lista?—De verdad que no quería sonar nervioso, pero no lo logró—¿Te sientes bien, no?—Quería asegurarse que ella estuviera de acuerdo con lo que estaba por suceder. 

Porque en el fondo él también estaba en extremo nervioso y de buena gana habría huido del lugar. Cinco segundos después, ella bajó.

—Vamos entonces—Trató de sonar completamente segura de lo que seguiría a continuación.

Silver por su parte no se atrevió a replicar; cerró el auto con seguro y ambos caminaron por aquel estacionamiento con rumbo a la habitación que les fue entregada. 

Al llegar a la puerta, esta estaba cubierta por un enorme corazón pintado de color rojo y el número que la distinguía como tal. Silver metió la llave en la ranura y esta se abrió.Una vez dentro la vista fue cuanto menos curiosa, por llamarlo de alguna forma coherente. 

En el interior ya hacía una cama enorme con sábanas rojas de satín, pétalos de rosas esparcidos por toda la habitación, un jacuzzi en una de las esquinas ya encendido y vibrando en la espera de ser utilizado además de una botella de champagne en la encimera, aderezando la escena con luces rojas que le daban un toque afrodisiaco al sitio.

Cerró la puerta tras de sí y dejó la llave y la bolsa de papel sobre la mesita de la entrada; ahora de nueva cuenta en silencio ambos se miraron unos segundos. 

—Esto es...—

—La verdad es que no esperaba que fuese tan equipado...—confesó el albino—Sólo pedí la primer habitación que estuviera vacía—confesó—Lo siento si esto te incomoda o algo así...—

—No hay cuidado...—nerviosa negó—Sólo... me sorprendí un poco, eso es todo—Al final de cuentas era su primera vez también en un sitio así.

Silver asintió sintiendo el peso de la atmósfera que los rodeaba; ese ambiente era más de lo que había anticipado, pero la suavidad de las luces y la tranquilidad del espacio también le brindaban una especie de calma

Dio un paso adelante acercándose lentamente a Amy mientras intentaba buscar las palabras correctas para que no se malinterpretarán sus intenciones.

—Podemos... podemos relajarnos un poco primero—murmuró como propuesta—No hay prisa... ¿no crees?—

Amy dejó escapar un suspiro tembloroso, aliviada por su consideración. Lo que había temido era la rapidez con la que se esperaba que todo sucediera, la presión implícita de las expectativas que el entorno y situación ameritaban. 

Silver parecía entenderla, incluso sin que tuviera que decirlo en voz alta.

—Sí, claro... —murmuró, permitiendo que una pequeña sonrisa suavizara sus labios.

Ambos se movieron hacia el centro de la habitación; Amy se acercó al jacuzzi y tocó el agua con la punta de los dedos sintiendo la calidez relajante que emanaba.

Todo se sentía surrealista, como si estuvieran a punto de cruzar una línea invisible que hasta ahora solo habían imaginado.

—¿Te gustaría... un poco de champagne?—ofreció Silver, señalando la botella sobre la encimera—Para relajarnos...—

Amy asintió agradecida por su gesto; verlo tratar de hacerla sentir cómoda era halagador. Mientras él descorchaba la botella con manos hábiles pero ligeramente temblorosas, Amy se sentó al borde de la cama dejándose envolver por la suavidad de las sábanas de satín bajo sus dedos.

Silver sirvió dos copas y se acercó a ella, ofreciéndole una con una sonrisa que era mitad nerviosa, mitad reconfortante.

—Por... nosotros—alzando una copa, le sonrió.

Tomaron un sorbo y el burbujeo fresco del champagne recorrió sus gargantas relajando las tensiones acumuladas. Silver se sentó a su lado ambos sumidos en silencio disfrutando de la cercanía y el suave murmullo del jacuzzi en la esquina. 

La habitación que al principio les había parecido abrumadora, ahora se sentía como un refugio privado, un lugar donde el tiempo se ralentizaba y solo existían ellos dos.

Amy dejó su copa a un lado y giró para mirar a Silver directamente, sus ojos llenos de una mezcla de nervios y resolución le dieron ánimos renovados para intentar dejarse llevar por lo erótico de la situación. 

Tomó aire y de pie, ante la atenta y consternada mirada del albino sus mejillas se tornaron rojas antes de poder pronunciar las siguientes palabras. 

—¿...Puedo... besarte?—Estaba nerviosa, era la primera vez que se atrevía a decir algo como eso. 

Silver parpadeó sorprendido por su pregunta; no porque no lo hubiera pensado él mismo; —de alguna forma se había sentido aliviado que ella fuese la que dio el primer paso— sino porque la sinceridad y el atrevimiento de Amy lo tomaron desprevenido. 

Observó cómo sus mejillas se volvían aún más rojas y cómo ella contenía la respiración esperando su respuesta. 

—Sí...—respondió titubeante.

Entonces se acercó a él con pasos cuidadosos, su corazón latía con fuerza y su respiración estaba en otro nivel que no podía controlar correctamente. Todo a su alrededor se desvanecía mientras centraba su atención en Silver y en lo que estaba a punto de hacer. ¿Por qué se sentía tan nerviosa y ajena a la realidad? No quería pensarlo, pero estaba ahí.

Sus manos temblaron ligeramente cuando las levantó para posar una en la mejilla de Silver; la suavidad de su piel le hizo estremecer, en respuesta Silver cerró los ojos ante el contacto disfrutando de la dulzura del momento.

Ella se inclinó hacia adelante dejando que sus labios se encontraran con los de Silver en un beso suave y vacilante; que poco a poco fue incrementando su intensidad. No pasó más de un minuto para que las cosas que venían cocinándose desde que la velada inició tomaran el punto máximo de ebullición y esta vez fue el turno de Silver de posar sus manos sobre ella. 

La pequeña cintura de Amy fue envuelta por ambas manos y el vestido que se ceñía a su cuerpo ahora era palpado de forma grácil y sensual; mientras sus lenguas danzaban entrelazadas por tener el control de la situación.

Había una tensión palpable en el aire, una chispa que los envolvía y los empujaba a seguir adelante, a dejar que las cosas llegaran a su punto máximo. 

Amy dejó escapar un suave gemido cuando sintió las manos de Silver recorrer su espalda mientras bajaban lentamente hasta el inicio de sus glúteos provocándole un respingo de sorpresa y excitación que deleitó al albino. 

Aún sin dejar de besarla pudo sonreír entre mordisqueos, seguido de esto la atrajo más a su cuerpo y ambos quedaron recostados en la cama; la vista que ella le brindaba era un deleite que no pudo disimular. El vestido que había elegido con tanto cuidado ahora se sentía como una barrera que ambos debían romper cuanto antes.

Ante este panorama tan abstracto Silver lo deslizó ligeramente hacia arriba, acariciando la piel expuesta de sus muslos con una suavidad que hacía que la piel de la chica se erizara entre besos y caricias. 

—Eres deliciosa, Amy—esto le dio ánimos renovados para continuar. 

Ella tomó el control; cuando sus manos se deslizaron hacia el pecho de Silver desabrochó uno a uno los botones de su camisa, generando que el tampoco se quedase atrás.

Ni bien salió aquella prenda que en algún punto de la noche estuvo perfectamente planchada, fue su turno de deshacerse del vestido por completo dejando a la joven en un bonito conjunto de lencería de encaje color negro perfectamente ceñida a su figura resaltando sus atributos de forma deliciosa. 

Se inclinó hacia adelante para besar libremente el cuello de Amy mientras ella aún estaba sobre él; cerró los ojos al sentir el contacto entregándose por completo a las sensaciones que él le provocaba.

—Amy...—susurró contra su piel—Dime que pare...—Pidió entre murmullos aún buscando un gramo de cordura en la situación. 

Podía retroceder; con mucho esfuerzo lo podía hacer si ella se lo pidiera. Porque en el fondo, aquella vocecilla de su conciencia seguía diciéndole que eso estaba muy mal. 

Empero, lejos hubiese estado de imaginar lo que ella le daría como respuesta; Amy no pudo evitar sonreír ante la sinceridad en su voz. Se inclinó de nuevo, capturando sus labios en un beso más hambriento, más urgente, luego de esto, tomó ambas manos del joven y las colocó en sus pechos como una señal de que quería mucha más atención de él.

Al sentir eso, Silver ya no pudo evitar responder con igual fervor, sus manos afianzándose en sus bonitos pechos redondos mientras se abrían camino intentando liberarlos de su prisión.

Amy se separó ligeramente en tanto sus respiraciones entrecortadas le daban más adrenalina y lujuria al ambiente; Silver seguía luchando con el broche de su sujetador, así que decidió que debía echarle una mano. 

—¿Te ayudo?—Bromeó entre besos y fue ella quien terminó por liberar sus pechos ante el deleite del joven.

Un poco cohibida, como acto de reflejo trató de cubrirlos con ambas manos, pero el no lo permitió. En vez de eso, tomó ávidamente uno con su mano derecha y el que quedaba libre llegó hasta sus labios, haciendo una suave succión. 

Decir que eso no la hizo sentirse maravillada, sería mentir...

Las manos del albino masajeaban y sus labios besaban y succionaban sus botones rosados con ternura y al mismo tiempo con una lujuria que no podía describir.

Por su parte, el joven de ojos ámbar solo podía sentir esa impetuosa necesidad de liberar toda la tensión acumulada dentro de él. Esa sensación ardía, quemaba y al mismo tiempo exigía ser atendida de forma urgente, sin embargo, el sabor que esta chica le estaba brindando era tan adictivo que no podía parar.

La necesidad de seguir deleitándose con todo lo que ella podía ofrecerle le estaba llevando a niveles que no sabía que podía manejar. De pronto la necesidad de tomar todo de golpe le obligaba a tomar el control, empero, sabía que debía frenarse y llevarla primero a su punto máximo. 

Porque lo mejor estaba por llegar...

.

.

.

.

Continuará...
Muchas gracias por leerme... dispensen, ya no doy para más... 
Cariños, Gri

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