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𝟎𝟎𝟒. 𝑫𝒓𝒂𝒓𝒓𝒚

LOS PERSONAJES MENCIONADOS NO SON DE MI AUTORÍA, PERTENECEN A J.K ROWLING IGUAL QUE EL MUNDO DE HARRY POTTER.
La trama de este One Shot es propiamente de mi creación. Se prohibe cualquier tipo de plagio o copia.

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🥀𝙈𝙐𝙉𝘿𝙊: Harry Potter.
🥀𝙋𝘼𝙍𝙀𝙅𝘼: Harry Potter x Draco Malfoy
🥀𝘼𝘿𝙑𝙀𝙍𝙏𝙀𝙉𝘾𝙄𝘼: Esta historia explora temas de amor no correspondido, se habla sobre la muerte.

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Escrito por Poppy.

El pasillo de las mazmorras era frío y silencioso, un eco perfecto del vacío que Draco Malfoy llevaba en el pecho. Caminaba con la espalda recta, la misma postura que su padre le había enseñado a mantener, como si con ella pudiera sostener todo lo que amenazaba con derrumbarse dentro de él. En su mundo, ser un Malfoy no era solo un nombre, era un estandarte. Uno que no podía caer, sin importar cuánto le pesara.

Desde que se unió a los Mortífagos, la presión había aumentado. Cada vez que el Señor Tenebroso lo miraba con esos ojos como pozos sin fondo, Draco sentía que estaba siendo despojado de todo lo que era, reducido a un peón en un tablero donde ni siquiera sabía las reglas. Pero lo peor no era la marca oscura que ardía en su brazo o las órdenes susurradas en tonos venenosos. Lo peor era lo que no podía borrar de su mente: los ojos de Harry Potter.

Era absurdo, lo sabía. Absurdo que alguien como él, criado para despreciar todo lo que Potter representaba, se encontrara buscando esos ojos verdes en cada rincón del castillo, como si en ellos pudiera encontrar algo que le devolviera el aire que le faltaba.

No sabía cuándo había comenzado. Tal vez fue el día en que Harry lo miró directamente después de que él intentara humillarlo frente a la clase de Pociones. Ese día no hubo odio en su mirada, sino algo más: curiosidad. Como si Harry intentara entenderlo, como si quisiera ver algo más allá del nombre Malfoy.

Con el tiempo, Draco comenzó a notar otras cosas. Cómo Harry siempre ayudaba a los demás sin pensarlo dos veces, cómo defendía incluso a los que no lo merecían, cómo parecía cargar con el peso del mundo sin que nadie le pidiera que lo hiciera.

Draco odiaba esa luz. Pero más que odiarla, la envidiaba.

Las noches en la Sala de los Menesteres se convirtieron en su refugio. Allí, donde podía estar solo, se sentaba entre las sombras y dejaba que sus pensamientos lo consumieran. Fue allí donde sucedió por primera vez: la fragancia dulce, inesperada, que llenó el aire.

Draco miró a su alrededor, confundido, y vio una pequeña flor blanca creciendo entre las grietas del suelo. Era un jazmín, simple pero perfecto, con pétalos tan puros que casi dolía mirarlos. Se inclinó para tocarlo, y su pecho se apretó con una intensidad que lo hizo jadear.

La flor desapareció al día siguiente, pero la fragancia permaneció con él.

Al principio, pensó que era otra maldición, una nueva forma en la que el mundo se burlaba de él. Pero pronto comprendió la verdad: cada vez que pensaba en Harry, el jazmín regresaba.

Las flores comenzaron a aparecer con más frecuencia. Primero, como pétalos que encontraba en sus bolsillos o en su cama al despertar. Luego, como ramas completas que brotaban en su escritorio o en el suelo donde había estado de pie demasiado tiempo.

Draco supo que estaba perdiendo el control.

La noche que Harry lo encontró en la torre de Astronomía, estaba temblando. Las flores cubrían el suelo a su alrededor, y su respiración era errática, entrecortada.

-¿Malfoy? -La voz de Harry era cautelosa, pero había preocupación en ella. Siempre la había, incluso cuando peleaban.

Draco no respondió. No podía.

-¿Qué te pasa? -Harry dio un paso hacia él, y Draco retrocedió, chocando contra la barandilla.

-Aléjate -susurró, aunque sabía que Harry no lo haría.

Harry lo ignoró, acercándose hasta quedar frente a él. Draco sintió el aroma familiar del jazmín, mezclado con el calor que emanaba de Harry.

-¿Quién te hizo esto? -preguntó Harry, como si se tratara de un hechizo que podía romperse.

-Tú -respondió Draco, dejando que la palabra cayera entre ellos como un secreto que nunca debió ser revelado.

Harry parpadeó, confundido.

-¿Qué...?

-Eres tú. Siempre has sido tú.

Draco tosió, y un pétalo blanco cayó de su boca. Harry lo vio caer al suelo, con los ojos abiertos de par en par.

-Draco... -Lo llamó por su nombre, y algo en la voz de Harry hizo que Draco quisiera llorar. Era demasiado.

-No puedes salvarme -susurró Draco, apartando la mirada.

-Déjame intentarlo.

Pero no había nada que hacer. Las flores seguían creciendo, alimentadas por un amor que Draco nunca había pedido. Cada palabra de Harry, cada mirada, solo las hacía florecer más rápido.

Días después, cuando la guerra estalló y los pasillos de Hogwarts se llenaron de gritos y hechizos, Harry encontró a Draco en la Sala de los Menesteres, rodeado de jazmines. Estaba pálido, con los ojos cerrados y una expresión de paz que Harry nunca había visto en él.

Las flores lo cubrían por completo, blancas y puras como si intentaran protegerlo del mundo que lo había destruido.

Harry se arrodilló junto a él, su pecho ardiendo con una mezcla de dolor y arrepentimiento. Tomó uno de los jazmines en sus manos, sintiendo la fragancia dulce que ahora le resultaba insoportablemente amarga.

Draco Malfoy había muerto, consumido por un amor que nunca pudo confesar. Pero en las flores que lo rodeaban, quedaba una parte de él: algo puro, algo hermoso, algo que Harry nunca olvidaría.

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