Capítulo 4.
Tenía miedo.
No sólo estaba entrando en la casa de un desconocido, sino que también se estaba quedando a dormir. ¿Cómo sabía esto último? Por lo que Kevin decía todo el tiempo:
ㅡYa verás, te encantará mi hogar.
ㅡGracias por dejarme descansar aquí.
ㅡNi hablar, puedes quedarte el tiempo que quieras. Oh, ¡qué suerte la mía! No he tenido muchas visitas desde que Eddy ha aceptado el trabajo de General en el Palacio.
ㅡ¿Trabajo de General?
ㅡSí, líder de una de las tropas más grandes. Un tipo con suerte.
ㅡTú también tuviste suerte... estás en el Palacio.
ㅡEs muy fácil entrar a Palacio ㅡse encogió de hombrosㅡ. Pero, supongo que sí he tenido suerte. Las personas que obtuvieron mi lugar, no sobrevivieron.
Eddward tragó en seco.
ㅡ¿Acaso...?
ㅡSuicidio ㅡdijo, deteniéndose en uno de los últimos escalones cercanos a su hogarㅡ. No soportaron el peso del conocimiento.
ㅡNo soportaron el peso del poder ㅡañadió el pelinegro, escondiéndose del sol bajo la sombra de unas ramasㅡ. A veces, es demasiado para un sólo ser.
ㅡSupongo que tienes razón ㅡrascó su barbillaㅡ. Después de todo, tenemos puntos de vista diferentes ㅡse volteó a verle, después de poner la mano en el pestilloㅡ; pero, de una cosa estaremos seguros los dos.
ㅡ¿Cuál cosa?
El pelirrojo le sonrió: ㅡQue a mí no me va a pasar lo mismo.
La puerta de madera era oscura, y tenía un pestillo de color oro. En el centro, tal cómo un espejo pequeño, había una ventana. La primera impresión de la casa (cuando levantó la cabeza) fue unas hermosas paredes blancas, sofocadas en varios lugares con macetas llenas de flores pequeñas y plantas trepadoras desde el corto césped cercano a la pared, hasta las tejas bordó en el techo.
Si tuviera que ser honesto; esperaba casas en hongos gigantes o flores. En cambio, habían algunas casas en árboles, casas sobre montañas o colinas, e incluso había unas pequeñas cabañas cerca del río que se veía a su izquierda.
ㅡ¿Te quedarás ahí afuera? ㅡle sonrió Kevin, apoyándose sobre su puerta.
ㅡAh, no, lo siento ㅡse disculpó, pasando por el umbral hacia adentroㅡ. Tienes una casa muy bonita.
ㅡAún no has entrado ㅡdijo, con el seño algo fruncido.
El pelirrojo hizo un ademán con su cabeza, señalándole el centro de la casa. Eddward volteó sobre sus pies, encantándose aún más con la vista que tenía dentro.
Desde la puerta tenías una bella vista hacia una ventana grande, un par de escaleras, media cocina y un sofá azul. En la parte trasera de la puerta habían ramas, cada una puesta en la pared de forma que se pudieran colgar cosas en ellas.
Kevin puso su chaleco, y le quitó el saco y el bolso a Eddward, también poniéndolos en una de las ramas, asegurándole que no se iban a caer o romper.
Dejó sus zapatos (sucios por la caída) en la entrada, junto a las botas del pelirrojo.
ㅡIré a buscarte un par de zapatos a mi habitación, por favor, pasa. Mi casa no será tu casa, pero la compartiré contigo ㅡdijo asintiendo a sus palabras.
Eddward frunció el seño a su frase. Suspiró y emprendió viaje. Cada paso que daba, la fibra de la madera bajo sus pies le hacía cosquillas, y también le hacía sentirse seguro.
Había muchas alfombras, redondas y rectángulares, de muchos colores, algunas estaban hechas con lana, otras con tela común. No entendía la finalidad de tantas alfombras en una casa, pero le encantaban los lugares estratégicos en dónde estaban puestas.
Había una pequeña alfombra en el centro, que parecía una bella rosa roja desgastada. Se paró en el medio de esta rosa, sintiendo el cosquilleo de la alfombra entre los dedos de sus pies.
ㅡEs bonita, ¿no? ㅡle preguntó el pelirrojo, llamándole la atenciónㅡ. No te muevas ㅡpidió, señalándolo con uno de los zapatos que tenía en su manoㅡ, la alfombra puede ver todo desde ese ñunto, y tú también puedes.
ㅡ¿A qué te refieres?
ㅡSi miras a tu izquierda, vas a encontrar la cocina.
Eddward se dió vuelta, efectivamente, la cocina estaba ahí. Se notaba que algunas de las cosas que había dentro de ella, cómo el lavabo y una entremesa, eran de color blanco y brillaban; pensaba que sería cerámica, tal vez.
Alrededor de la cocina había varios estantes de distintos tonos de marrón (su padre los llamaría "tonos madera"), algunos tenían frascos vacíos, otros tenían especias, y otros... ¿flores?
Luego estaban los estantes con las tazas, todas iguales, del mismo color; y los platos, tanto playos cómo hondos, del mismo tamaño y del mismo color; y algunos vasos de vidrio... o, lo que parecía ser vidrio. Del techo, sobre la pequeña ventana, había ramos pequeños de tomillo, laurel y romero; su madre hacía eso, para secarlos y poder usarlos en las comidas más tarde.
ㅡSi vuelves a girar a tu izquierda, vas a encontrar la puerta del baño ㅡle explicó el pelirrojoㅡ; si vuelves a girar a la izquierda, encontrarás la puerta de entrada ㅡEddward giró despacio en todas las indicacionesㅡ; y, si giras una vez más, verás el sofá.
El sofá azul que había llegado a ver desde la entrada, estaba lleno de almohadas de distintos colores, tamaños y diseños. La mesa de vidrio, con patas de madera, que yacía en el centro de la alfombra amarilla gastada, tenía una taza a medio beber de té en una esquina. No había televisor, pero notó una bella lámpara de pie grande, que emitía una pequeña y hermosa luz.
Las cortinas eran suaves, blancas, y parecía que una de las ventanas detrás de ellas estaba abierta, pues ondeaban con su efímera belleza, dejando el sol entrar y salir de la casa a su gusto. Había varias macetas de colores, con flores y plantas verdes; y otras tantas colgadas de las vigas de madera en el techo.
Volteó de nuevo, a su izquierda, encontrándose con los ojos y la sonrisa de su anfitrión. Rió bajito, sintiéndose avergonzado repentinamente por mirar todo cómo si fuera nuevo... cómo si fuera la cosa más hermosa jamás antes vista por sus ojos.
ㅡEddward ㅡle llamó, sonrienteㅡ. Mira encima de tí.
Eddward levantó los ojos con cuidado, y luego ahogó un grito de asombro al levantar la cabeza. Sobre su cabeza había un pequeño candelabro dorado, que llevaba bowls de cristal en los extremos en los que tenía que haber lámparas de luz (y que no las había). Pero no fue eso lo que lo dejó impresionado.
Lo que dejó a Eddward con la boca abierta, fue la suma delicadeza de las pinceladas sobre el techo blanco, que formaban ramitas hechas de colores verdes, cómo si fueran grietas en el techo, y pequeñas flores rosas esparcidas por todos esas pequeñas grietas.
ㅡEs hermoso ㅡcomentó, en medio de su admiración.
ㅡ¿De verdad? ㅡpreguntó el pelirrojoㅡ. Eddy pensó que era muy tonto.
ㅡEddy es el tonto ㅡdijo, con el ceño algo fruncidoㅡ. ¿Quién hizo esto?
ㅡYo, yo lo hice ㅡcomentó, bajando los últimos escalones a sus piesㅡ. Toma, tus zapatos. No sé si serán de tu talla, podemos hablar de eso más tarde. Aunque, bueno, te ves más cómodo sin nada en los pies.
ㅡTu casa es cómoda ㅡasintió, tomando los zapatos marrones que Kevin le tendíaㅡ. Disculpa mi falta de respeto, pero... ¿no tendrás algo para cenar?
ㅡ¿Cenar? ¿Tan temprano? ㅡpensóㅡ. Bueno, puedo darte algo de pan, lo he hecho yo mismo. No creo que tengas que comer algo pesado por ahora, así que te daré algo suave ㅡpalmeó su hombro, invitándolo a caminar con él.
Cuando llegaron a la cocina, Kevin sacó una canasta de pan de abajo de uno de los estantes con especias. Eddward admiró la canasta, podía reconocer algunos de los panecillos pequeños, porque su padre solía cocinarlos: pan con cebolla, pan con orégano, panecillos con canela, algunos con azúcar, otros salados.
Al padre de Eddward le gustaban los panes saborizados.
ㅡSe ven deliciosos ㅡdijo, en un murmulloㅡ. ¿Tú los hiciste?
ㅡSí, hoy, más temprano.
ㅡSe ven geniales, de verdad.
ㅡPuedes tomar los que quieras. Incluso puedes comerte la canasta entera, puedo hacer más ㅡle acercó una silla, también hecha de madera, con un pequeño cojín azulㅡ. Siéntate, ¿quieres té?
Té. Sí, podría beber un té. Es menos fuerte que el café, y un poco más sabroso que el agua. Además, podía pedirle uno de manzanilla, para poder irse a dormir; o uno de limón con jengibre, porque le dolía un poco la garganta; o tal vez uno de hierbas, para ayudarlo a concentrarse.
Inconscientemente, comenzó a rascar su cabeza.
ㅡOh, tengo el té perfecto ㅡdijo, sonriéndoleㅡ. ¿Eres alérgico a alguna especia?
ㅡUh... ¿no? ㅡmurmuró.
ㅡ¡Bien! Te haré algo rápido.
Kevin se dió media vuelta y puso una pequeña tetera de metal en la cocina, con algo de agua dentro. Tomó una taza y se acercó al estante de las especias, pensando. Después, tomó dos jarrones medianos de la nevera pequeña (en una esquina de la cocina), dos pequeños y otro más de una alacena.
ㅡ¿Qué estás haciendo?
ㅡEs un té mágico ㅡdijo, en un susurro, con los ojos bien abiertos, luego se rióㅡ. De verdad es mágico. Ya verás.
Se volteó y dejó las cosas sobre la mesa en la que estaba Eddward, quién se estaba comiendo la mitad de un pan con orégano. Tomó una cuchara y puso la taza frente a él.
ㅡAhora, presta atención ㅡdemandó, señalándolo con la cucharaㅡ; sigue mis pasos.
Tomó uno de los jarrones de la nevera; al abrirlo, el olor a jugo de limón le llenó las fosas nasales: tomó una gran cucharada y la puso dentro de la taza.
Luego, limpió la cuchara con un pequeño pañuelo y tomó el otro de los jarrones de la nevera; dentro, había jengibre rallado: tomó un poco con la cuchara y lo puso junto al jugo de limón, dentro de la taza.
Por último, tomó los dos pequeños jarroncitos; y puso una pizca de cada uno de ellos en la taza.
ㅡUn poco de canela, para que te ayude con el sueño; y un poco de cúrcuma para que te ayude con los dolores ㅡexplicó, mientras los ponía en la taza.
Y, por último, una cucharada de miel. Se volteó a dejar las cosas en su lugar y, cuando el agua estuvo lo suficientemente caliente, sirvió un poco en la taza. Lo revolvió y golpeó la cuchara tres veces contra el borde de la taza.
ㅡListo, es todo tuyo ㅡle sonrió, apoyando sus codos en la mesaㅡ. Qué lo disfrutes.
Se levantó de la mesa con un repiqueteo de pies y se fue corriendo a las escaleras. Mientras él buscaba ropa para cambiarse y corría por toda la parte superior de la casa, Eddward probaba el té.
Un té mágico. Mágico de verdad, porque estaba riquísimo.
Rió bajito, mientras revolvía y hacía los mismos pasos que Kevin hizo, bebiendo pequeños sorbos mientras aún estaba muy caliente. Suspiró, dejando que los aromas del té se le metieran por la nariz.
Kevin bajó corriendo de las escaleras, con un par de botas verdes oscuras, otra camiseta blanca y unos pantalones verdes oscuros, largos hasta el suelo, metidos en sus botas.
ㅡ¿Me veo bien? ㅡrió, dando una vuelta.
Se arregló los cabellos y ajustó su cinturón.
ㅡTe ves genial ㅡdijo, con la boca un tanto llena.
ㅡ¡Gracias! Voy a Palacio, ¿quieres que te traiga algo de ahí? ㅡpreguntó, y luego levantó la cabeza rápidamenteㅡ. Pero, ¿qué cosa podrías pedirme tú de Palacio? Lo siento, es la costumbre ㅡmovió sus manos alrededor de su cabezaㅡ. ¡Diviértete mientras no estoy! ¡por favor, no uses zapatos si estás sobre la cama! ㅡgritó, mientras abría la puertaㅡ. ¡Adiós, adiós!
Cuando el portazo resonó por toda la casa, Eddward supo que estaba solo. Después de beber el té, lavar la taza y la cuchara, y comerse un último panecillo de cebolla; se dirigió a las escaleras.
No podía dejar de admirar el candelabro en el techo, y las finas flores en él. Era asombroso, hermoso, increíble. Lo amaba.
Revisó sus bolsillos, pero no encontraba lo que buscaba. Bajó las escaleras rápido, repiqueteando sus pies contra cada escalón, corriendo hacia la puerta de entrada. De los bolsillos de su abrigo sacó sus lentes (afortunadamente, no estaban rotos) y su celular. Luego, de su bolso, sacó su cuadernillo de bitácoras y su lápiz.
Corrió de nuevo escaleras arriba, mirando al suelo. Cuando llegó hasta el final de las escaleras, levantó la vista, admirando el lugar. Un corto "wah" sorprendido salió de sus labios.
El lugar no era muy amplio, a su derecha había una puerta de color verde brillante. A su izquierda había muchas ventanas pequeñas, que iban en hilera. Debajo de ellas había dos mesas largas, de color marrón oscuro, y sobre ellas había muchos dibujos. Los miró por encima, sin tocarlos, y luego dirigió su vista a las ventanas, mirando hacia afuera.
La gente comenzaba a salir de sus hogares, comenzaba a pasearse por los alrededores, así que ahora debía evitar las ventanas y hacer ruidos fuertes. Suspiró, se volteó y la puerta verde brillante volvió a llamarle la atención.
Mirando todo a su alrededor, se dió cuenta que aquella puerta iba a la habitación de Kevin, así que se tomó un tiempo para respirar y tomó el pestillo. Murmuró un pequeño "permiso" a la vez que abría la puerta y levantaba su vista.
La habitación era increíble. Las paredes estaban pintadas de verde, y todas llevaban flores dibujadas. La cama estaba a un lado de la puerta, y las ventanas armaban un pequeño y hermoso balcón interno. También habían muchas alfombras.
Un sofá pequeño, de color blanco, yacía en una esquina del balcón, mientras que del otro lado había una silla común de color negro... todo está hecho de madera, pero aquella silla parecia estar hecha de metal.
Le dió un último vistazo a la habitación antes de decidir marcharse. Esta vez, Eddward creyó que sería mejor ir a tomar una siesta en el sofá, dónde las luces del día no pudiesen alcanzarlo.
Dónde nadie podría verle.
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