Capítulo 2.
Las noches en vela que había pasado las últimas dos noches le habían cobrado factura ayer. Eran las tres de la tarde, del día siguiente, cuando despertó. Había tenido un sueño, uno en dónde reía tomando el té con dos personas mayores.
Supo que era un sueño cuando, al ver a la mujer que traía nuevamente la tetera con más té, se dió cuenta que era su mamá. Disfrutó del poco tiempo intentando alejar la idea de que estaba en un sueño.
Por la misma razón, despertó con un horrible dolor de cabeza.
Cuando logró desprenderse a sí mismo de la cama, notó todas las cosas que habían quedado de la noche de ayer. Revisó los papeles con su vista y el cuaderno verde de su madre. Suspiró.
Ya había encontrado la mayoría de las cosas que su madre había escondido alrededor de la casa, y estaba más que seguro que las cartas escondían algo. Se puso a hojear el cuaderno, tropezándose con sus propios pies mientras leía.
Una punzada cruzó de su sien derecha a la izquierda, obligándolo a detener sus pasos. Casi tira el cuaderno de su madre cuando se aferró una mano a la cabeza.
ㅡ¿Y eso? ㅡse murmuró, cuando encontró unas hojas en el suelo.
Tomó los retazos de papel y se arrodilló en el suelo, mirando las letras encriptadas en todos ellos. Una pequeña nota tenía escrito el abecedario y las letras encriptadas a un lado.
Sus ojos se llenaron de brillo. Gritó emocionado.
Cuando se tranquilizó, tomó todas las cartas de su madre y las puso en orden. Las fechas más alejadas eran de su adolescencia.
«Querido Extraño.
Escucha. No sé cómo empezar todo esto.
Mis padres no verán mis notas, pero siento
que no puedo escribir de todas formas.
Los días en la escuela han sido únicos, pero
realemente malos. Los profesores y los alumnos
opinan lo mismo sobre la Gran Ciudad: que no
debemos acercarnos demasiado.
Moriremos si dejamos el bosque.
Moriremos si dejamos nuestro hogar.
Pero yo amo la Gran Ciudad. Amo ése maravilloso
lugar, sus personas de orejas grandes y de ojos de
colores maravillosos. Mi hogar es hermoso, puede
que, probablemente, sea lo más hermoso que
alguna vez haya visto.
Tu nueva mejor amiga, la niña de ojos marrones»
«Querido Extraño.
Ha sido una semana encantadora.
Bueno, Jhonny es encantador. Estaré terminando
la escuela pronto, y espero poder irme con él a la
Gran Ciudad. Salí de Amnis para poder pasear por
la Gran Ciudad, pero no me dí cuenta que no sabía
realmente nada del "Mundo Exterior".
Qué suerte haberlo encontrado a él.»
Las siguientes notas son notas escolares. Los colores en los que pueden cambiar los camaleones, cuántos tréboles de cuatro hojas se puede encontrar en una hora, cuántas veces una gota de lluvia puede caer en el mismo lugar.
Otras, son anotaciones extrañas... aunque sí, son de la escuela.
Revisó las cartas y, finalmente, encontró una que respondía a sus preguntas. Al menos, a la mayoría de ellas.
«Esta carta la escribo para mí misma.
Esta es la primera vez que desafío mis propios
principios y me escapo. Es la primera vez que me
desaparezco con alguien que aún no conozco. Es
la primera vez que dejo mi hogar por tantas horas.
Amnis es hermoso, tiene cosas que ningún otro
lugar podrá tener. Pero, ¿qué hay del resto?
¿Qué hay de la gran Rusia?, ¿de los campos en Suecia?,
¿qué hay de las montañas en Chile?, ¿o aquella ciudad,
en los Estados Unidos, que jamás duerme?
Jhonny me mostró un libro de historia. Me enseñó
la geografía que no conozco, y la forma de cuidar
de mí misma en la Gran Ciudad. No puedo esperar
a conocer Peach Creek con él (por cierto, ese es el
lugar en el que él vive). Entonces, me escapé.
Sé que mucho de esto no tiene sentido ahora, y
sé que tampoco lo tendrá en mucho tiempo. La
primera vez que me escapé con Jhonny, logramos
estar fuera por dos días enteros. Cuando regresé,
mis padres me encerraron en mi habitación cómo
castigo y recordatorio que debo quedarme en el
lugar al que pertenezco.
Había pasado una semana entera, me escribí
cartas con Jhonny en ese tiempo y mi mejor
amigo se las enviaba por correo. Cuando menos
se lo esperaron... me escapé.
Me escapé con Jhonny.
Me escapé a la Gran Ciudad.
Me escapé de Amnis.
Dejé mi hogar, a su gente y sus costumbres.
Dejé mi casa, a mis padres y mi habitación.
Dejé todo lo que jamás he conocido, y lo que
conocía también.
La Estrella del Sur me dijo que me quedara...
pero no creo que se haya referido al Amnis.
Comenzaré mi nueva vida pronto.
Y sé que Jhonny es la persona con la que
quiero quedarme a empezarla.
Con amor, la antigua Asteria»
ㅡ¿Asteria? ㅡse preguntóㅡ, ¿ése es el verdadero nombre de mi mamá? ㅡse cubrió la boca con los dedos.
Eddward, entonces, pensó que su madre no sólo lo había engañado cuando descubrió que su nombre real no era "mamá"; sino que ahora el nombre por el que solían llemarla, tampoco era el real.
La mujer a la que las madres en la escuela llamaban "Sarah", no se llamaba así. Se preguntaba si su padre también sabía de dicha gran mentira. Dejó el cuaderno en el suelo y observó todo a su alrededor.
¿Qué otras mentiras le había escondido su madre?
Revisando las notas y las cartas, pudo suponer que todo se trataba de un sueño hecho realidad, de uno de esos que sólo se vuelven reales cuando despiertas y estás en un viaje a tu lugar favorito.
Se sentía cómo si Santa trajera su único y más preciado regalo favorito, ese que ha estado esperando por años y años. Las notas de su madre no tenían sentido, y las cartas se las enviaba a alguien que él no conocía. No podía entender nada todavía.
Abrió las cartas y fue revisando todas y cada una de las palabras con el pequeño abecedario que su madre había dejado. Eran las cartas que se enviaba con su mejor amigo, alguien llamado Lux Caspian, aunque no sabía cuál de esos dos era su nombre y cuál se apellido.
Las cartas que le enviaba a "Lux", eran todas hablando de su vida personal. De cómo se llevaba con Jhonny, cuánto lo amaba y pequeños retazos de sus días y noches en la Gran Ciudad. Por las cartas en respuesta de Lux, pudo darse cuenta que ambos compartían una misma pasión: las personas que vivían en la Gran Ciudad y sus alrededores.
Traduciendo la última carta, limpió las gotas de sudor de su frente. Suspiró y se estiró, tratando de respirar hondo. La carta ya estaba abierta, de una forma un poco descuidada, pero ya yacía abierta; era una de las notas que estaban escondidas detrás de la pared de la cocina. Cuando tuvo la nota traducida, tomó las hojas entre sus manos y se puso a leer.
«Queridos mamá y papá...
Las cosas aquí son un desastre. Me he
enfermado de gravedad, y ya no puedo
salir de la casa.
Jhonny me está cuidando, y lo hace muy
bien, pero no sé por qué esto está pasando.
Ustedes tenían razón, todos en Amnis tenían
razón; la Gran Ciudad puede matarnos, y va
a hacerlo cuando menos lo esperemos. Tengo
miedo de que Eddward pueda terminar cómo
yo... por favor, necesito que me respondan lo
antes posible.
Jhonny se irá a un Viaje de Negocios a otra
Ciudad mañana, va a irse por dos días. Es
muchísimo más que suficiente para empacar
mis cosas y las de Eddward, e irnos los dos al
Amnis, con ustedes.
Tal vez estaba ciega. Tal vez lo que yo llamé
"amor", no era dicho sentimiento. Jhonny
no tiene la culpa, no lo culpen a él. Yo he sido
demasiado ciega y me he dejado corromper.
Lamento haberlos decepcionado, lamento
haberme escapado de casa. Lamento todo,
todo de verdad. Los extraño, mamá y papá.
Espero que puedan perdonarme... espero
que Jhonny también pueda perdonarme,
este lugar no es para Eddward, él morirá si
se queda aquí, no quiero ese final para él.
Si algo me sucede, mamá y papá, prométanme
que van a cuidar a Doble D. No lo cuiden sólo
porque es mi hijo y no le guarden rencor por lo
mismo, sólo protéjanlo... protéjanlo cómo a un
niño indefenso que ha perdido a sus padres en
una tragedia, y es muy pequeño para entenderlo.
Con amor, su única y pequeña niña, Asteria.»
Ese nombre, otra vez. Es la segunda vez que lo ha visto.
Sus pensamientos se vuelven pesados, se llenan de nudos y arruinan todo lo que conoce. La respiración se le vuelve pesada, y luego de un tiempo sus ojos se nublan. Su rostro es cómo el de un tomate, ardiendo de la punta de la nariz hasta las orejas.
Se levantó de un salto, y comenzó a ponerse ansioso. Pateó todo lo que estaba en el suelo, y se hizo de todo lo que estaba a su alcance para lanzar todo por todos lados.
Sus gritos inundaron todo el lugar.
¿Por qué su madre le había mentido tanto? La relación con su padre, con esta carta suponía lo peor, ¿por qué irse ella y el niño pequeño solos? ¿dónde entraba su padre en esta historia?
Se sentía traicionado y triste, ¡por su propia familia! Se sentía abandonado, cómo un juguete que usas una sola vez, y luego abandonas por uno nuevo. Cómo algo en una alacena alta, que observas y observas diciendo que vas a bajarlo de ahí algún día, pero eso nunca ocurre.
Cómo algo escondido en el fondo de un armario, perdido y olvidado... para siempre.
Los recuerdos de Amnis, las memorias y las palabras se han ido volando con el viento. Volando con su madre. Lejos, para nunca jamás regresar.
Se tropezó con un par de cosas y cayó al suelo, golpeándose la mitad derecha de la cara con él. Cuando pudo levantarse y sentarse, se frotó ese espacio de la cara, dejando que sus lágrimas se acumularan entre sus manos.
La antigua vida de su madre era una mentira, y su padre posiblemenre sabía algo de ello. Pero, ¿qué cosas le diría su padre? Nada, probablemente. O le mentiría, le diría que Amnis no es real y que su madre deliraba.
Puede que esté tomando todo muy literal, o que le asuste la verdad.
Sea lo que sea, no podía esperar sentado para saberlo.
Reordenó la habitación, se dió un baño frío y volvió al punto de encuentro de sus pesadillas. Levantó todas las cosas de su madre y las metió en la pequeña caja que alguna vez contuvo todos sus secretos, tomó las cartas viejas y lo demás, y lo metió en un cuaderno.
Dicho cuaderno, la caja, una brújula, medicamentos, algo de dinero y las llaves de la casa fueron las cosas que metió en una bolsa que cruzó por sobre su pecho. Tomó las llaves de la camioneta que le dejó su padre y salió de la casa.
ㅡOh, jovencito, eras tú ㅡsonrió la señora de al lado.
ㅡSeñora Hawkins... lo lamento, ¿la asusté? ㅡdijo, acercándose.
ㅡUn poco. He oído peores ruidos en esa casa antes de que ustedes se mudaran ㅡrió bajitoㅡ. ¿Estás bien, hijo?
ㅡSí, señora. Lamento el susto, estaba limpiando el viejo armario de mi padre y me caí de la silla.
ㅡOh-ho, ¿quieres que llame a una ambulancia?
ㅡNo, iré al hospital por mi cuenta, me duele un poco la espalda ㅡhizo una muecaㅡ. De verdad, lamento lo sucedido, señora. Si mi padre regresa, dígale que le he dejado una nota en la nevera.
ㅡSe lo haré saber, no te preocupes. Por favor, cuídate.
ㅡCuídese usted también, señora. Le agradezco su ayuda.
Y, luego de despedirse, subió a la camioneta y se marchó.
Uniendo los puntos en los que él había comenzado su búsqueda, más unas postales que su madre había guardado sobre los lugares en los que había estado antes de llegar a Peach Creek; tenía un mapa casi completo del lugar en el que, se suponía, podría estar Amnis.
En una de las cartas que su mejor amigo le había enviado, casi al final y escrito en un rincón, había números. Eran los mismos números (más una letra) que se hallaban en todas las notas que él le enviaba. Al principio creyó que serían unas notas secretas entre ellos, pero descubrió que no era el punto.
Tal vez, cuando llegase al lugar dónde se supone que su viaje empezaba, finalmente pudiese saber qué significaban esos números y esas letras.
Tal vez, si pudiese encontrar el Amnis del que su madre siempre habló, encontraría las respuestas a sus preguntas.
Tal vez, finalmente entendería todo.
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