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-ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ 1


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Las pisadas en la tierra cubierta de hojas secas eran lo único que rompía el silencio del bosque, acompañadas por el canto ocasional de las aves. Las ramas arañaban su piel desnuda al cruzarse en su camino, dejando pequeñas marcas rojas que no le importaban.

Serenna, con su cabello pelirrojo enredado y su corazón latiendo con fuerza, corría por su vida. Cada paso la acercaba a la salida de Canadá, a la libertad, pero también la dejaba al borde de la extenuación. Su pecho ardía, sus piernas temblaban, y, finalmente, su cuerpo cedió. Cayó de rodillas sobre el frío y húmedo suelo del bosque, jadeando.

En otro punto del bosque, un lobo de pelaje marrón rojizo atravesaba la frontera. Su andar era lento, casi cansado, mientras sus pensamientos giraban en torno a lo que había dejado atrás en Forks. La tarjeta de invitación todavía lo atormentaba. Bella... el casamiento de Bella. Jacob había sentido su mundo derrumbarse al leerla, y su rabia lo había transformado en su forma lobuna. Su plan era simple: alejarse. De Forks, de los Cullen, de los recuerdos. Pero algo más lo había llevado hasta Canadá, un llamado que no entendía del todo. Su lobo estaba inquieto.

Entonces, lo sintió.

Un aroma desconocido, un perfume dulce y salado a la vez, apareció brevemente antes de desaparecer. Jacob frenó en seco, alzando la cabeza y olfateando el aire, pero no logró captarlo de nuevo. Aun así, sus patas continuaron avanzando, como si algo en su interior supiera exactamente hacia dónde debía ir.

...

La medianoche cubría el bosque como un manto oscuro, pero Serenna no tenía tiempo para descansar. Tenía que seguir moviéndose.

Sus pies lastimados le dolían, pero no podía detenerse. El océano, su hogar natural, no era una opción; ahí sería lo primero que buscarían. Necesitaba salir del país y mantenerse oculta. Con cansancio, se obligó a continuar, sus ojos humanos entrecerrados para intentar distinguir algo en la penumbra. Finalmente, tomó una decisión: dejar salir su otra forma.

Un destello verde cruzó sus pupilas, que de inmediato brillaron como esmeraldas bajo el reflejo de la luna. Ahora podía ver mejor. El bosque no parecía tan amenazante, y tras unos minutos de caminar, llegó a un pequeño río. Un río que marcaba la frontera.

Con una sonrisa de alivio, intentó apresurarse, pero una piedra se interpuso en su camino. Tropezó y cayó de rodillas, soltando un pequeño grito de dolor.

-!Ostras!- murmuró, mirando la sangre que manchaba su piel pálida.

El lobo rojizo, que no estaba lejos, escuchó el sonido. Sus orejas se alzaron al instante, y sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia donde provenía el ruido.

Serenna levantó la vista, sus ojos verdes brillando en la oscuridad, justo a tiempo para ver cómo una figura imponente saltaba frente a ella. Era un lobo enorme, de pelaje rojizo, con ojos que parecían llenos de emociones humanas.

Su corazón se detuvo por un momento, y luego se desbocó. ¿Lo habían enviado ellos? ¿La habían encontrado?

Intentó retroceder, pero algo en la mirada del lobo la detuvo. Sus ojos se cruzaron, y de repente, el mundo pareció detenerse. Una sensación cálida y desconocida la envolvió, como si un vacío en su interior que nunca había sabido que existía se llenara de golpe. Una visión cruzó por su mente: un hombre joven, alto, de piel cobriza y mirada intensa. El lobo.

Jacob sintió lo mismo. El vínculo se formó en un instante, y supo que no había vuelta atrás. Se había imprimado de la chica.

Con pasos lentos, se acercó a ella, manteniendo la cabeza baja en señal de calma. Su hocico rozó su cuello, y Serenna, aunque temblorosa, levantó una mano para acariciar su pelaje.

-Hola- susurró ella con voz melodiosa.

Jacob ronroneó suavemente, pegando su cuerpo al de ella para darle calor. Había notado que estaba desnuda, pero no con vergüenza, sino con una necesidad urgente de protegerla.

Serenna lo abrazó con fuerza, hundiendo las manos en su grueso pelaje. Después de años de  esconderse y varios días de huir, por fin sentía que había encontrado lo que buscaba.

-Eres precioso- murmuró, acariciándolo detrás de las orejas.

El lobo inhaló profundamente, captando su aroma. Agua salada mezclado con el de tierra mojada. Era el mismo olor que había percibido horas antes, aquel que lo había llevado hasta Canadá. 




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Aquí el primer capitulo, me encanta poder empezar esta nueva aventura con ustedes.

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