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𝟬𝟬𝟭. 𝗭𝗢𝗠𝗕𝗜𝗘 𝗕𝗢𝗬


𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐔𝐍𝐎
𝐄𝐋 𝐍𝐈Ñ𝐎 𝐙𝐎𝐌𝐁𝐈

UGH, LO SÉ. Esa friki de Sandy intentó invitar a salir a Troy el otro día y, Dios mío, ¡casi sentí pena por ella! —siguió Stacey Albright, poniendo los ojos en blanco al pensar en ello.

Sydney Harrington dejó escapar una risa, forzando una sonrisa en sus labios.

—Lo sé, Stace, yo estaba ahí.

—Sí... —se paró, dándose la vuelta para aplicarse otra capa de brillo de labios en el espejo del baño—. ¡Pero, como, la audacia que debe tener para pensar que el chico que ha estado enamorado de ti desde quinto grado saldría con ella!

—Sandy no está tan mal como dices —defendió, apoyándose en el lavamanos a su lado—. Ojalá hubiera dicho que sí. Estoy harta de rechazarlo cada dos por tres. Troy sólo no acepta un no por respuesta.

—Bueno, ¿y si simplemente dices que sí? —resopló—. Todas deseamos tener la oportunidad de ser su novia, por qué no seguirle el juego y dejar de ser tan egoísta.

Sydney frunció el ceño.

—¿Egoísta?

Stacey asintió y apretó los labios.

—Sí. Troy está bueno y tú también, eso significa que vosotros dos sois como... un partidazo hecho en el cielo.

—Más bien el infierno —murmuró bajo su aliento. Pero cuando Stacey le lanzó una mirada confusa, se aclaró la garganta—. Bueno, ¿a quién piensas llevar al Baile de Invierno?

Ella se encogió de hombros, jugando con su pelo en el espejo mientras lo acomodaba.

—No sé, todo el mundo es muy aburrido en nuestro curso y en los superiores o están pillados o son feos de cojones. ¿Y tú?

Sydney pensó en cierto chico de su curso, pero se deshizo del pensamiento, sabiendo que sería atacada por la chica.

—Depende de quién me lo pida, la verdad. Si me gustan lo suficiente, diré que sí, excepto si se trata de Troy.

—¿Qué tal Will?

Se atragantó con el aire, lanzando una mirada incrédula a la chica mientras ésta empezaba a reírse, obviamente bromeando. Las dos rieron juntas, pero la de Sydney fue fingida, ya que su mente volvió a pensar en el chico.

Una de las puertas abriendose les hizo mirar hacia donde Sarah Holloway salía de uno de los cubículos. Las miró con extrañeza y se dirigió a lavarse las manos, limpiándose la boca, ya que obviamente había vomitado el desayuno de esta mañana.

—Vosotras dos, ¿de qué estáis hablando?

Ambas compartieron una mirada, y Sydney sacó las pastillas de menta de su mochila, tendiéndole la lata a la tercera chica del trío: Las Tres Serpientes. O así es como las llamaban los perdedores de su curso, aunque a muchos no les importaba realmente Sydney, ya que nunca estaba cerca cuando las otras dos intimidaban a la gente.

Sarah aceptó la caja con gratitud y se metió dos en la boca antes de devolvérsela a la peli-rosa. Pensando en su pregunta, Stacey dejó escapar otro resoplido. 

—Sólo fantaseaba sobre cómo el Niño Zombi sería el candidato perfecto para ser la cita de la Sensiblona de Sydney para el baile.

Fue a replicar el tonto apodo, pero Sarah empezó a reírse. 

—¿Will Byers? ¡Qué patético!

—¡Oye! —Sydney puso los ojos en blanco ante las dos y suspiró—. No está tan mal. Es que sois demasiado prejuiciosas con el chico. Quiero decir, desapareció, por el amor de Dios.

Stacey entrecerró los ojos en tono de broma y presionó su dedo índice en su mejilla.

—Y tú eres demasiado seria. Cálmate Syd, sólo era una broma.

Sintiendo el familiar calor arrastrándose por su piel, Sydney exhaló una carcajada y se dio la vuelta para girar la manilla del grifo. El agua fría salió a borbotones y ella pasó las manos por debajo, refrescándose mientras buscaba el jabón junto a Sarah. Las dos estaban acostumbradas a su apego al agua fría, pero simplemente pensaban que le gustaba mantenerse hidratada, ya que era animadora, y a los deportistas les encantaban los líquidos.

—Ya, lo sé —cerró el grifo y cogió la toalla de papel de la mano extendida de Sarah—. Es sólo que él-

La puerta del baño se abrió de golpe haciendo que las tres dieran un respingo, pero se calmaron al ver que era Sandy, la aspirante a entrar en su grupo. Estaba resoplando, con las manos apoyadas en las rodillas.

—¡Un nuevo buenorro acaba de llegar en un Chevrolet Camaro Z-28!

Sydney se espabiló al oír el nombre del modelo de coche y se agarró con entusiasmo a las manos de Stacey y Sarah mientras las sacaba y las llevaba por el concurrido pasillo. Se había soltado por el camino, ignorando sus llamados para que vaya más despacio mientras atravesaba la entrada principal. El primer coche que vio fue el azul, y sus ojos brillaron de asombro al recordar el coche de juguete que solía tener del mismo modelo en la habitación arcoíris.

Y Sandy había acertado, apoyado en la puerta del coche, había un tío bueno con unos vaqueros ajustados y unas gafas oscuras, que encendía tranquilamente un cigarrillo antes de caminar hasta donde estaba ella. Le echó una mirada y se bajó las gafas, enviándole un rápido guiño antes de pasar junto a ella.

—Maldita sea, ¿por qué siempre te tocan los tíos buenos? —se quejó Sarah, llegando para ponerse a su lado.

Sydney se burló.

—Es como 4 años mayor que nosotras, dudo que se le ocurra ir a por mí.

—Nunca se sabe, puede que le gusten las jovencitas —Stacey movió las cejas sugestivamente—. Sé que al Sr. Stevenson le gustan.

Se estremecieron colectivamente al imaginar al entrenador de gimnasia que solía enseñar educación física en la escuela de primaria. Siempre le había atraído más las jovencitas, siendo más blando con ellas mientras se ponía detrás de la clase cuando hacían sentadillas.

Pero entonces su atención fue captada por la feroz pelirroja que se lanzó tras su hermano, usando un monopatín, pasando rodando junto a ellas. Apretaron sus libros de texto en las manos mientras Stacey se giraba para mirar a las tres ( Sandy seguía torpemente de pie). 

—¿Creéis que si nos hacemos amiga suya, nos podrá presentar a su guapísimo hermano?

—Tal vez tenga amigos buenorros —Sarah asintió, sonriendo mientras ella y Stacey suspiraban distraídas. Entonces la chica se giró para mirar a una silenciosa Sydney—. Oye, tú estás en el consejo estudiantil, ¿verdad?

Ella tarareó un sí y Stacey captó lo que estaba tratando de decir su mejor amiga.

—¡Entonces, tienes que enseñarle el instituto y esas cosas!

—Chicas... —arrastró Sydney— parece un hueso duro de roer, dudo que esté aquí para hacer amigos.

—Puede que tengas razón —intervino Sandy y todas rodaron los ojos—, pero te quiere todo el mundo, así que sé que ella también lo hará.

—Lameculos —tosió Stacey haciendo que el trío cayera en un ataque de risa. Sydney no solía alentar ese tipo de comportamiento, pero estaba cansada de que la chica las siguiera a todas partes y las colmara de odiosos cumplidos.

Así que con un resoplido, Sydney se encogió de hombros.

—En fin, lo intentaré.

—¡Y por eso eres mi mejor amiga! —Stacey le besó la mejilla con demasiado entusiasmo—. Te quiero.

—Sí sí, yo también te quiero.

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SYDNEY ABRIÓ su taquilla con demasiada fuerza, haciendo una mueca cuando la puerta chocó con la de al lado con un fuerte ruido metálico. No era su intención, pero los nervios la habían afectado y la energía acumulada la ponía ansiosa.

Unos cuantos se detuvieron a mirar a la chica popular con los ojos muy abiertos, pero cuando ella los fulminó con la mirada, siguieron su camino. Volvió a su taquilla y empezó a sacar los libros que necesitaba para la primera hora, Ciencias.

Sorprendentemente, en realidad le encantaba la clase. Pero no se podría decir por su aspecto de querer dormirse en cada lección. No era eso en absoluto, simplemente tendía a escuchar mejor cuando estaba completamente relajada.

Metió el libro en su mochila azul claro, cerrando la cremallera una vez que vio que lo tenía todo. La puerta pareció cerrarse sola y Sydney puso los ojos en blanco al ver al chico que la había cerrado.

—Eh, hola, guapa señorita.

Sydney se puso de brazos cruzados y fulminó a Troy con la mirada.

—Vaya, eso fue una especie de entrada. Ahora si me disculpas, tengo una chica nueva a la que enseñarle todo esto.

Fue a alejarse, pero un jalón en su muñeca la hizo retroceder.

—La pelirroja, ¿verdad? Es guapa.

—¡Oh, genial, tal vez puedas ir a molestarla a ella! —sydney arrancó su brazo de su agarre y comenzó a irse enfurecida de nuevo, gritándole por encima del hombro— ¡Y no, no quiero ir al baile contigo!

Una mano frustrada que golpeó la taquilla la hizo sonreír, haciendo girar un mechón de aire marrón alrededor de su dedo índice. Unas cuantas personas se detuvieron a mirar mientras ella pasaba por delante de ellos, dejando atrás a un adolescente enfadado que claramente tenía problemas de ira. Pero ella puso los ojos en blanco cuando evitaron el contacto visual con ella y se apresuraron a volver con sus amigos y sus taquillas. Menuda panda de perdedores eran todos ellos.

Bueno, no todos ellos.

Will Byers estaba de pie junto a su taquilla, la única cabeza que no se había girado al oír el puño de Troy golpear su taquilla. Su cabeza estaba inclinada hacia abajo, mirando un trozo de papel que tenía en las manos. La chica frunció el ceño cuando vio las grandes y llamativas letras verdes que decían «EL NIÑO ZOMBI» en el recorte de periódico de su foto desaparecida. Su mano temblaba ligeramente, y sus ojos recorrían las cruces rojas sobre los ojos de su foto.

El Niño Zombi, ¿en serio? —Will levantó la cabeza de golpe sorprendido, confundido por qué alguien tan popular querría hablar con él. Ella se rió de su expresión, acercándose a él para quitarle el papel de las manos—. Se les tiene que ocurrir algo mejor, esto es simplemente patético.

El chico se mordió el labio inferior con nerviosismo, sin saber qué decir.

Sydney arrugó el trozo de periódico y lo metió en el bolsillo trasero de sus vaqueros.

—Parece la letra de Troy... y tuvo la audacia de pedirme ir al baile con él.

—Y-Y —tartamudeó—, ¿dijiste que s-sí?

Ella dejó escapar un resoplido, sacudiendo la cabeza.

—Es un capullo y odio a los capullos engreídos. Prefiero a los blanditos —Sydney lo miró de pies a cabeza, esperando que captara el mensaje. Pero Will se quedó con los ojos muy abiertos, completamente ajeno.

Suspirando, se reajustó la correa de la mochila que llevaba en el hombro derecho y le sonrió cálidamente.

—Oye, eh, no hagas caso a esos otros perdedores. Encuentran una nueva persona cada mes para empujar todas sus inseguridades y tú sólo eres el desafortunado de este mes. Así que, si les demuestras que sus palabras no te afectan, se aburrirán y se irán...

Una pequeña sonrisa se abrió paso en sus labios y a Sydney le gustó más que el pequeño ceño fruncido que había estado adornando sólo unos segundos antes. Will asintió despacio.

—Gracias, Sydney.

—No hay de qué, Niño Zombi.

A Will le gustó cuando el apodo cayó de su lengua con tanta suavidad, sin importarle el apodo condescendiente que mucha gente había utilizado para insultarlo. Pero ella lo dijo con una sonrisa tan brillante que pudo darse cuenta de que no lo dijo con esa intención.

Así que, cuando Sydney se giró y comenzó a alejarse, él no pudo evitar sentir un pequeño rubor subiendo por su nuca.



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