
OO4。
Los días que le siguieron a ese fueron estupendamente grandiosos.
Los mejores de mi vida, me atrevería a decir.
Jungeun había estado siendo tan dulce y atenta conmigo que temía que todo fuera un sueño y las fantasías se terminaran al abrir los ojos, pero siempre que ella me tomaba de la mano y me hablaba de aquella forma, sabía que todo era real.
Habíamos visitado su lugar favorito en el parque algunas veces más, y yo estaba apunto de creer que no solo era el suyo, sino que también se estaba convirtiendo en el mío. Porque en ese lugar estaba empezando a crear nuevos y mejores recuerdos, dejando atrás todo ese dolor, angustia y sufrimiento del que se había embargado mi vida durante estos últimos años.
Las risas no faltaban, tampoco las sonrisas, las bromas y los abrazos inesperados de su parte, cosa que me hacía sentir que todo era y sería sempiterno.
Sin embargo, y pese a lo que yo creía, no todas las cosas buenas en la vida que creemos son maravillosas duran para siempre, y tarde o temprano te das cuenta de que por dentro entrañan algún mal, engaño o falencia, y te hacen más daño del que alguna vez pudiste imaginar.
Y eso, mis queridos lectores, fue lo que me sucedió a mí.
Esa tarde especialmente fría de agosto mamá me había vestido con un suéter cálido de mangas largas, unos jeans y unas botas; hice que me comprara algunas flores y las llevaba en la mano junto a una invitación de su parte para ir a cenar con nosotras.
Le había hablado tanto a mamá de ella, de lo especial que era conmigo y del como me hacía sentir, que estaba ansiosa por conocerla. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que cenando juntas?
Chingu y Sup estaban más inquietos que de costumbre, y se removían de una manera extraña cuando empezamos a acercarnos al estanque. No tenía idea de por qué, así que supuse que sería por el frío o la tormenta que se aproximaba, según dijo el hombre que se encargaba del clima en la televisión.
Solté sus correas, ya que había decidido acercarme a Jungeun por mi cuenta hoy, aunque obviamente necesitara la ayuda de mi bastón, quería darle una sorpresa con las flores, por lo que tomé la decisión de acercarme silenciosamente, colocando las flores en mi espalda y avanzando lentamente, me desvié un poco.
Salí de la senda peatonal, sabía muy bien que había un árbol justo al lado de la banca y me aferré a él para no tropezar.
Justo cuando sentí que mi bastón tocaba la parte trasera de la banca, escuché otra voz mucho más aguda que la de Jungeun, así que supe que no estaba sola.
—¿Y qué harás? —escuché a la nueva voz .
—¿Qué haré sobre qué? —preguntó Jungeun, y en cuanto escuché su voz, no pude evitar sonreír.
—Sobre, ya sabes, "ella".
¿Ella?, ¿Quién era "ella"?
Quise alejarme y volver a la senda peatonal para evitar quedar como una chismosa, no obstante, mi curiosidad fue mayor y me quedé en el mismo lugar, tan quieta como una estatua y tan sigilosa como un gato.
Ese fue el mayor error que pude haber cometido.
—Ah, ella —el tono de voz que usaba me sorprendió mucho. Se le escuchaba como si estuviera escupiendo veneno, y yo nunca la había escuchado referirse así sobre otra persona—. No lo sé.
—Tienes que hacer algo, Jungeun —insistió la desconocida—. Esa tipa es una loca.
—Lo es —suspiró irritada—. Se cree que puede llegar a mi vida todos los días y meterse en lo que no le importa. ¡Yo sólo quiero paz, por todos los cielos!
¿Todos los días?
—Siempre —alargó—. Cuando quiero respirar aire fresco, aparece ella con esas tontas gafas y ese ridículo peinado a hablarme. Es insoportable.
¿Tontas... Gafas?, ¿Ridículo peinado?
De forma inmediata toqué mi rostro y llevé mis dedos hasta tocar los cristales de mis lentes oscuros, y fui bajando hasta mis hombros, donde reposaban las trenzas que mamá me había hecho con tanto esfuerzo esa mañana.
—Te juro que trato de ser amable con ella, pero no puedo evitar odiarla. Es tan... Ah... Extraña. Y odio tener que fingir cuando está cerca.
—¿Y qué piensas hacer? —le preguntó la chica.
—No lo sé... Ignorarla, o empezar a tratarla como si no me importara, cosa que es realmente cierta, o tratarla mal. Tal vez así se canse y me deje en paz de una buena vez.
—¿Eso no es un poco excesivo y cruel?
—Por favor, la vida ya fue demasiado cruel con ella. Dudo mucho que el que yo me le sume sea de importancia.
Ambas rieron y fue entonces cuando entendí que se trataba de mí.
La decepción y la tristesa empezaron a acumularse en mi interior, y de repente sentí unas enormes ganas de mandar todo a la mierda.
Retrocedí unos pasos por la conmoción, pero terminé tropezando con algo y caí de bruces en el suelo, aplastando las flores y la invitación.
—¿Jinsoul? —escuché la voz de Jungeun y cerré fuertemente mis ojos. No quería escucharla... Era lo que menos quería en estos momentos—. ¿Qué haces ahí?
—¿Jinsoul?, ¿Ella es Jinsoul? —preguntó con asombro la chica, haciéndome jadear.
Me levanté del suelo mientras secaba una lágrima traicionera y toquetee hasta encontrar la invitación y guardarla en uno de mis bolsillos.
—¿Jinsoul?
—Nada. Ya me iba —respondí, una vez que logré encontrar mi voz.
—¿No te vas a quedar? Pensé que íbamos a pasar el rato.
Por favor, deja de fingir.
—No puedo. Tengo que... Ayudar a mi madre.
—Pero... Tenía planeado llevarte a ese lugar otra vez. Traje las galletas.
Para... Por favor...
—Pensé que podríamos compartirlas como siempre y luego ir con los abuelitos otra vez.
¿Qué no ves que me haces daño?
Empuñé las manos con fuerza y aún de espaldas, volví a buscar mi voz, que se había perdido en lo más profundo de mi ser y no pensaba regresar.
—No —sorprendentemente, mi voz salió más ronca y gruesa de lo que había planeado.
Salió más... Rota de lo que pensé.
—Tengo que irme.
—Pero, Jinsoul...
—Adiós.
Y sin decir nada más, llamé a Chingu y Sup, tomé sus correas y me dirigí a casa.
Completamente herida, decepcionada y enojada.
...
No sé como, pero bajo la lluvia, los truenos y la tristeza, logré abrir la puerta de la casa e ingresar.
No me preocupé por cerrar bien, tampoco me preocupé por derribar muchas cosas a mi paso, ni siquiera solté las correas de mis perros, solamente me dirigí a mi habitación en busca de algo que creí haber encontrado hace poco.
Calma.
Entre tropezones y golpes logré ingresar. Pateé algunas cosas intentando calmar mi furia e impotencia.
Derribé la mesa de noche.
Tiré las botellas de agua.
Patee lejos lo que sea que estuviera en el suelo.
Y cuando pensé que no había nada más que romper, mis dedos sintieron el frío del cristal, recordándome que el espejo de mi habitación seguía intacto.
Ni siquiera sabía porqué lo tenía, pero el doctor había dicho que era parte de la terapia. Se supone que eso me ayudaría a superar todo y a saber que no debía ser superficial, mostrándome que no necesitaba ver para poder amarme a mí misma, y que apesar de no poder distinguir ni siquiera mi rostro, todo estaría bien.
Tremendo pedazo de mierda.
Una gran mentira.
Todas esas eran mentiras.
Era basura.
Fruncí el ceño y me posé erguida frente al cristal, con la respiración entrecortada y los temblores que eran producto de la adrenalina recorrían mi cuerpo. Nuevamente pasé mis dedos por él y mi cabeza se dirigió hacia el frente.
Nada.
De repente, como si estuviera poseída, una ira me cubrió por completo.
—Esto... Todo es tu culpa —murmuré—. Si tú no fueses diferente... Si no fueras un error... Nada de esto estaría pasando... ¡Todo es tu maldita culpa!
Sin saber lo que hacía en esos momentos, mi mano derecha se empuñó y voló hasta estamparse contra el espejo.
El sonido inconfundible de cristales rotos y el dolor infernal en mi mano se hicieron presentes, pero eso no me detuvo.
Continúe golpeándolo y lanzando maldiciones sin importarme las consecuencias.
—¡Eres un fenómeno!, ¡Un monstruo!, ¡Una aberración!, ¡No debes existir!
Grité con toda la fuerza de mis pulmones y lloré con todo el corazón.
—¡Te odio! —le grité a mi reflejo en el espejo roto, y volví a golpearlo con mi mano izquierda esta vez—. Te odio...
La fuerza en mi cuerpo se desvaneció luego de eso, obligándome a caer de rodillas en el suelo. Con mis manos llenas de fragmentos de cristal y sangre.
Pero no me importó.
Nada me importaba en esos momentos.
Yo solo quería desaparecer.
Dormir y jamás despertar.
Golpearme hasta olvidar.
Llorar hasta que se me secara el alma.
Y gritar hasta que ya no quedara ni un solo ápice de dolor en mi interior.
El mundo era extraño y traicionero, la vida era dolorosa e inhumana, y el destino era incierto y cruel.
Y me di cuenta de que esto era parte de él.
Porque todo esto me lo merecía.
Me lo merecía por ser diferente.
Me lo merecía por no ser suficiente.
Me lo merecía por tratar de ser feliz.
Ese día descubrí dos cosas:
La primera, que si el destino cree que debes ser infeliz y solitario toda tu vida, entonces eso serás.
Y la segunda... Que todo lo que brilla no siempre es oro.
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¡Hola!
Pues solo para decirles que en verdad me interesa saber lo que piensan sobre este capítulo, así que por favor dejen su opinión al respecto...
¡Bye!
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