
OO3。
Días después nos encontrábamos en la misma banca en el parque, ella sentada contándome como se veía todo y yo a su lado escuchándola con atención, o al menos eso intentaba.
Durante estos días debo admitir que me he divertido mucho. Jungeun es una persona muy fascinante y extrovertida, siempre está haciéndome reír con algún comentario o sonreír por la forma tan divertida en la que cuenta las cosas.
Siempre trae unas galletas y acostumbramos a compartirlas, claro está que yo le había pedido a mi madre que me comprara algunas cosas para compartir también, no quería quedar como una aprovechada o mal educada; así que traía algunas papas o algo así y compartíamos eso también.
Sobre mi madre, ya había arreglado el problema con ella y me disculpé por tomarlo de esa forma, sabía que ella solo se preocupaba por mí y quería lo mejor, claro que ella también se disculpó y todo acabó con una deliciosa cena familiar en el restaurante italiano de la ciudad.
Hablamos un poco cuando, no sé como, llegamos al tema de las cosas que habíamos hecho durante toda nuestra vida, donde me enteré que ella había terminado la escuela secundaria igual que yo y ahora se preparaba para ir a la universidad a estudiar psicología, que había asistido a clases particulares de canto y que en sus tiempos libres le gustaba presentarse en la cafetería de su tío en el centro de la ciudad. Yo le conté como había aprendido a caminar por mi casa sin la necesidad de un bastón y el como pude lograr terminar la escuela logrando resistir todas las atrocidades que hacían muchos alumnos en mi contra.
Ella pareció meditar después de terminar mis relatos durante unos segundos, cuando sentí como sujetó mi mano con fuerza y me hizo levantar del lugar, pasándome el bastón.
—¿A dónde vamos? —pregunté.
—Por ahí. Voy a mostrarte las maravillas del parque.
—Pero no puedo ver, Jungeun —le recordé, como si a ella se le hubiese olvidado por completo mi estado.
—Lo sé.
—¿Entonces?
—Ya verás.
Y sin decir nada más, se aferró de nuevo a mi mano y me guió por el parque.
...
—¿Dónde estamos? —le pregunté, cuando el silencio y la calma nos invadieron lo completo. Y habría olvidado que ella estaba a mi lado, de no ser por el suave tacto de su mano sobre la mía recordándomelo.
Ya no se escuchaba el sonido de los patos al graznar o el sonido de el agua cuando éstos chapoteaban sobre ella. Ahora solo se escuchaba el sonido de las hojas de los árboles chocando entre sí y un profundo silencio de fondo.
Jungeun rió y me guió unos pasos adelante, cuando empecé a escuchar el crujir de las hojas y la tierra bajo mis zapatos, y supe que ya no estábamos dentro de la senda peatonal.
—¿Me vas a secuestrar? —bromeé, toqueteando el suelo con mi bastón para asegurarme de donde pisar bien.
—De hecho, ya lo hice. Ahora eres mi prisionera, Jinsoul —pude distinguir el tono juguetón en su voz, así que supe que me estaba siguiendo el juego.
No hice más que reír, y ambas nos detuvimos.
—¿Ya llegamos? Hemos estado recorriendo todo el parque, así que si me dices que es otra parada juro que me tiro al suelo y no podrás levantarme.
Desde que nos habíamos levantado de la banca, hace ya como media hora según me dijo, ella había estado llevándome a lugares distintos en algunas zonas del parque.
Primero fuimos a esa cancha de fútbol que quedaba a un lado del lago donde solíamos sentarnos, me dio una pequeña explicación sobre como era el lugar y lo que contenía, luego habló con unos niños y allí me dio la oportunidad de patear un balón por primera vez en toda mi vida.
A continuación caminamos por la senda peatonal hasta toparnos con un señor que vendía hot dogs, ella compró dos y, nuevamente me dio la oportunidad de probar algo distinto, en este caso, una comida distinta.
Después caminamos hasta el lugar donde las personas mayores se reunían a jugar ajedrez y a charlar, y nos sentamos juntas a escuchar las interesantes aventuras que un señor de edad nos relataba sobre su juventud y el como había luchado valientemente en las guerras del país, y los comentarios de otros sobre sus familias y lo mucho que detestaban que la juventud de ahora no supiera apreciar el buen arte.
Tiempo después, cuando ya tuvimos suficientes historias grabadas en nuestra memoria, nos despedimos de ellos y, nuevamente, Jungeun me guió hacia otro lugar.
Pero esta vez era distinto, no se escuchaba nada salvo a nuestros perros.
Ella rió por mi comentario y apretó con más fuerza mi mano entrelazada con la suya.
—Sí, ya llegamos.
—¿A qué lugar me trajiste esta vez?
—Estamos en mi lugar favorito en todo el parque.
¿Su lugar favorito...?
—Pero... No se escucha nada.
—Y exactamente por eso es mi favorito. Ven, sentémonos —haló mi mano cerca a ella y me hizo sentar en el suelo. Al principio iba a decirle que nos podríamos ensuciar, pero cuando me senté dejé todo eso atrás y decidí dejarlo pasar.
—Así que... ¿Es tu lugar favorito porque no hay nadie cerca?
—Casi nadie viene a esta parte del parque —respondió—. No tengo idea de porqué, pero agradezco que sea así.
Si les soy sincera, yo siempre pensé en Jungeun como alguien extrovertida a la que le gustaba estar rodeada de personas y animales, así que saber eso fue una sorpresa.
—¿Por qué? —No sé qué me impulsó a preguntar, pero de repente sentí una extraña necesidad por saberlo.
—Desde que era pequeña, siempre he buscado algún lugar para escapar de los demás —susurró.
—¿Por qué querías escapar de los demás?
—Estar todo el tiempo rodeada de personas es agobiante. A veces necesito un tiempo para mí misma.
—¿Vives rodeada de personas?, ¿Eres famosa o algo así?
Ella rió y sentí como empezaba a jugar con mis manos, pasando sus pulgares en círculos por la palma una y otra vez.
—No, solo tengo una familia grande.
—Oh, entiendo.
—¿Y tú? —me preguntó tras una pequeña pausa—. ¿Tu familia no te molesta a veces? Digo, es lindo saber que están ahí, pero también es frustrante porque no respetan tu privacidad.
—En realidad, mi familia no me molesta. De hecho, creo que he convivido con ellos tan pocas veces que me resulta incómodo.
—¿No conviven?
—No.
—¿Con quién vives?, ¿Acaso estás sola?
—No estoy sola. Vivo con mi madre.
—¿Y por qué no convives con tu familia?
—Eres muy curiosa, ¿Eh? —me dirigí a ella con diversión.
—L-lo siento —se disculpó por su actitud, frenando las caricias a mi mano derecha.
—Descuida. Es algo que no suelo contarle a las personas, pero como eres tú, haré una excepción —hice una pequeña pausa, con la esperanza de que mis palabras la impulsaran a seguir sus caricias y cuando comprobé que fue así, continué—. Mi familia no tiene nada que ver conmigo desde que se enteraron que era... Uhm... Diferente. Solo me han visto en algunas navidades o cenas de fin de año.
—¿Por qué... —iba a continuar, pero se detuvo abruptamente y de inmediato supe lo que iba a decir.
—¿Por qué lo hicieron? No tengo idea —levanté ambos hombros—. Supongo que fue porque yo no era lo que ellos esperaban. Yo estaba... Defectuosa y para ellos no era valiosa, así que me desecharon.
—Jinsoul...
—Pero está bien, no importa —murmuré, a sabiendas de que ella estaba empezando a sentir lástima por mí, y yo no quería eso—. Vivo con alguien a quien de verdad le importo y se quedó conmigo porque me quiere, tengo una amiga y con eso me basta.
Ella le dio un ligero apretón a mi mano y nos dedicamos a hablar de otras cosas para matar el tiempo.
Ahora me contaba algo sobre su perro, sin embargo y por mucho que me apenaba, yo no le estaba prestando mucha atención.
Estaba completamente distraída, pero ella no parecía notarlo. Aunque claro, dudaba que alguien lo notara si hablaba conmigo.
Tras unos segundos, decidí hablarle finalmente y hacerle la pregunta que había querido desde hace tiempo.
—Jungeun —susurré su nombre, deteniendo su monólogo y aferrándome a mi bastón con nerviosismo.
Sabía que oficialmente éramos amigas, y que ella ya había hecho muchas cosas por mí, pero lo que estaba a punto de pedirle se salía de los límites.
Solo esperaba que no se lo tomara tan mal...
—¿Sí? —ella respondió a mi llamado, haciéndome tragar saliva.
—¿Podría pedirte un favor?
—Si quieres saber de qué color es el cielo, te informo que aún es azul.
Yo negué con la cabeza sin soltar el bastón.
—¿No es eso?
—No.
—¿Entonces?
—Uhm... Yo... ¿Puedo...? ¿Podría...? —carraspeé y suspiré, ajustando mis lentes porque creí que se soltarían y acabarían en el suelo gracias a los temblores que recorrían mi cuerpo en esos instantes.
—¿Podrías...?
—¿Crees que podría...? Uh... ¿Tocarte?
—¿Tocarme? —ella parecía abrumada, así que me apresuré a explicarle antes de que mal interpretara las cosas.
—Sí, ¡P-pero no me mal interpretes! —balbuceé—. S-solo quiero tocar tu rostro.
—¿Mi... Rostro? —aún parecía indecisa y confundida, así que decidí ampliar mi explicación.
—Es una forma que tengo para... Diferenciar a las personas, a parte de su voz —murmuré, agachando la cabeza—. Como no puedo ver, me aferro a la imaginación y el tacto, los olores y sabores. Esa es una forma para sentirme conectada con las personas y el mundo, pero... Si no quieres, está bien. Entiendo que es algo muy fuera de lo normal y no...
—Sí —me interrumpió, haciendo que levantara la cabeza de forma rápida—. Puedes tocarme, Jinsoul.
Yo sonreí con mi cabeza apuntando hacia el frente aún, así que me volteé y, por una vez, dejé el bastón a un lado.
—Bien... Aquí voy.
Estiré mi mano hacia ella y la posé suavemente sobre lo que supuse era su mejilla. Fui subiendo con lentitud hasta llegar a su cabello y enterré mis dedos en él, sintiendo su textura y suavidad.
—¿No se suponía que ibas a tocar mi rostro?
Me sonrojé, sin embargo, no aparté mi mano y seguí acariciando su coronilla.
—También me gusta hacer esto. El cabello es de mis partes favoritas del cuerpo.
—Está bien.
—Es sedoso —susurré—. ¿De qué color es?
—Castaño.
Asentí y cuando sentí que era suficiente, le arreglé como pude el cabello desordenado por mi toque y fui bajando, esta vez con mucha más lentitud y delicadeza.
Con las yemas de mis dedos empecé a hacer un recorrido por su frente y cejas, delineándolas y tratando de imaginar como eran o qué forma tenían. Si eran pobladas o delgadas.
Bajé nuevamente hasta llegar a los ojos, delineando los párpados cerrados y las largas pestañas con los dedos.
—Color —exigí saber, y cuando pensé que había sido muy ruda, ella habló como si nada.
—Café.
Asentí otra vez y bajé por sus pómulos deleitándome con la suavidad de su piel bajo mi toque, y me entretuve un rato jugando con sus mejillas, que aunque no eran muy grandes, me parecían ciertamente tiernas.
Hasta que llegué a la parte final de mi valiente recorrido.
Sus labios.
Tragué saliva antes de hacerlo y esperé que Jungeun dedujera lo que iba a hacer y me detuviera, sin embargo, ella no dijo absolutamente nada, así que pensé que estaba de acuerdo.
Suspiré y utilicé mi dedo pulgar, pasándolo por suavidad sobre su piel hasta que encontré la textura carnosa que buscaba y me detuve. Le sumé el dedo índice y los toqué y pellizqué a mi antojo (conservando aún la delicadeza que llevaba).
Eran suaves y carnosos, y estaban ligeramente calientes. Mientras pasaba mi pulgar por ellos, pude darme cuenta de que tenían una extraña forma, así que me atreví a hablar.
—Jungeun... Tienen una forma...
—¿Extraña?
—Uhm... Sí.
Para mi sorpresa, lejos de ofenderse ella se echó a reír.
—Lo sé. Tienen una forma rara. No es muy común en corea.
—¿Y no te asusta lo que digan los demás de eso? —le pregunté, extrañada por la actitud que adoptó—. Digo, ¿no te da miedo que te molesten por eso?
—¿Y por qué habría de tener miedo? —dijo—. Ser diferente no te hace alguien malo, Jinsoul. Te hace especial y yo creo que ser especial es bueno.
—Pero... Los demás...
—¿Y qué con lo que digan los demás? Lo importante es lo que pienses tú. Es tu vida, no la suya. Jinsoul, ser diferente es genial. Yo creo que tú eres genial tal y como eres.
Un momento... Pensé que estábamos hablando de ella...
Me sonrojé por el comentario y carraspeé.
—Gracias... Yo... Yo también creo que eres genial, Jungeun.
—Lo sé —esa respuesta me hizo sonreír. Era tan ella... Que no sé qué hubiera pasado si no lo decía.
De repente recordé que aún tenía mi mano sobre sus labios y la retiré inmediatamente, no sin antes sentir algo húmedo tocando mi pulgar.
¿Acaso ella me había...?
—Muy bien, ¿qué quieres hacer ahora? —me preguntó, ignorando lo que había pasado.
—N-no lo sé —no pude evitar tartamudear. El contacto fue tan íntimo que todavía me hacía estremecer—. No hay muchas cosas que pueda hacer, de todas formas.
Pasé la húmeda lengua por mis labios y suspiré, en cuando sentí como se removía hasta estar frente a frente conmigo.
Y justo cuando iba a hacer un comentario al respecto, la alarma de mi reloj sonó, interrumpiendo cualquier intento.
Ella también supo que era hora de irme y me guió de vuelta al estanque en completo silencio. Nos despedimos y prometimos vernos al día siguiente.
No obstante, yo no pude dormir muy bien esa noche, pensando en lo que había pasado, y lo mucho que odiaba a ese reloj por interrumpir su cercanía.
A veces detestaba el tiempo.
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Hola.
Se que en cierta parte la lectura se vuelve algo confusa (específicamente en la parte donde Jinsoul está tocando los labios de Jungeun), pero es que no sabia como cambiarlo... espero y lo hayan entendido de todas formas, y una disculpa.
Bye.
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