
Extra 5.
Normal Pov
Una semana después, la chica de cabello ahora plateado y labios atractivos caminaba con rapidez por los pasillos del hospital donde estaba internada el amor de su vida. Tiempo antes, Hyunjin y Heejin la habían llamado entre gritos de emoción y palabras enredadas; Jungeun tuvo que levantar el volumen de su voz para que ambas pudieran detenerse y explicarle con claridad lo que sucedía, pues estaba en la peluquería y no se encontraba de un muy buen humor. Había pedido exactamente que usaran el tinte de color rubio porque quería probar algo nuevo, no obstante, durante el proceso algo salió mal y terminó tiñiendose de un color plateado. A los ojos de Hyunjin y Heejin era adorable, pero a los suyos una completa calamidad. Hubiese preferido quedarse con el simple castaño.
Calmándose un poco más, Hyunjin fue quien tomó la palabra primero, dándole algunos detalles y creando un gran monólogo; a mitad de su discurso, Heejin había interrumpido para gritarle que Jinsoul había despertado y debía llegar cuanto antes.
Jungeun abrió la boca en completo shock, ligeramente asustada y feliz por lo que escuchaba, aún no tenía idea de cómo reaccionaría Jinsoul si nota que está allí, pero ella quería hacerlo. Quería verla y hablar. La discusión de las menores le sacó de su ensoñación y, diciéndoles que iría de inmediato, colgó la llamada.
Sin embargo, como al parecer se había despertado del lado equivocado de la cama hoy, las cosas no salieron como ella quería. Tuvo un retraso de más de una hora debido al embotellamiento en la autopista principal.
Al llegar al hospital Heejin y Hyunjin la abordaron en la entrada y le dijeron que Jinsoul se encontraba en la habitación que le asignaron, junto a su madre. Frunció el ceño en cuanto escuchó aquello, pues aún las cosas no se resolvían completamente con la madre de la pelinegra, pero ella necesitaba estar ahí para Jinsoul.
Caminó hacia la habitación y al entrar vio solamente las sábanas desordenadas y una almohada tirada en el suelo. Observó a su alrededor. Las gafas negras de sol y el bastón habían desaparecido. Jinsoul también, por supuesto.
Con cierta preocupación, salió el lugar y preguntó a cada enfermero o doctor que veía sobre el paradero de la pelinegra. Preguntó a más de seis personas cuando finalmente una enfermera, algo mayor, le dijo que la había visto en el patio central junto a su madre. Completamente agradecida, Jungeun hizo una reverencia y empezó a correr. Claro que no tardó mucho antes de ser regañada por un doctor, quien, tal y como si fuera la escuela, le dijo que estaba prohibido correr en los pasillos porque podría tropezar con algún paciente.
Rindiéndose, Jungeun disminuyó su ritmo y continuó caminando de forma un tanto rápida hasta llegar al patio central. Cuando salió al lugar, contempló lo ciertamente hermoso que era. Con árboles, césped verde, asientos de madera detallados finamente y varias flores en los extremos. Pero no podía quedarse ahí parada para siempre, debía buscar a Jinsoul.
Recorriendo el lugar con la vista un poco más, visualizó un gran roble en medio del lugar; habían algunas decoraciones cerca, de una de sus ramas colgaba un gran columpio doble y justo en él, se encontraba sentada cierta chica pelinegra.
Aún vestía la bata verde del hospital, su cabello había crecido otro poco, las gafas de sol afirmaban su rostro y sujetaba con fuerza el bastón entre sus manos mientras mecía sus pies suavemente en el aire.
Con vacilación, Jungeun se acercó a pasos lentos hasta llegar al roble y tomó asiento en el columpio al lado de la pelinegra.
Pareció no darse cuenta de su presencia, no obstante, Jungeun sabía que Jinsoul era demasiado inteligente y astuta como para no notarlo. A pesar de no ver, sus otros sentidos funcionaban a la perfección.
Tomó un poco de aire y carraspeó antes de hablar.
—Hola.
Jinsoul permaneció en completo silencio durante unos segundos, justo antes de levantar un poco la cabeza y contestar.
—Hola.
Un poco sorprendida porque no haya salido corriendo en cuanto escuchó su voz, Jungeun dijo lo primero que se le ocurrió.
—Despertaste.
—No, aún sigo durmiendo. Esta es una ilusión.
Abriendo y cerrando la boca ligeramente, Jungeun sonrió cuando notó la pequeña broma de la mayor. Al menos su sentido del humor seguía intacto y lo usaba con ella. Soltó una pequeña risa ante aquello.
—Ya veo.
Jinsoul apretó ligeramente el bastón en sus manos; por el rabillo del ojo Jungeun pudo notar el movimiento, dándose cuenta de que se encontraba ansiosa o nerviosa. Era algo que hacía cuando se sentía así después de todo.
Dejando de lado las bromas, la pelinegra hizo una mueca y le habló, bajando nuevamente la cabeza.
—¿Qué haces aquí? — balbuceó no muy fuerte, pero Jungeun alcanzó a escucharla.
—Vine a verte— respondió con toda la sinceridad posible.
—¿Por qué?
—Porque quería ver como estabas.
—¿Por qué de repente te importa si estoy bien o no? — apretó más el bastón en sus manos.
Jungeun, sorprendida por la pregunta, levantó una ceja.
—¿De qué hablas? Siempre me ha importado como te encuentras.
—No es cierto —negó.
—Sí lo es.
—No, no lo es.
—¿Por qué dices eso?
—¿Por qué no? — replicó, sus manos volviéndose blancas a medida que el agarre en el bastón se afianzaba—. No te importó como me sentía cuando me engañaste, no te importó como me sentía cuando dijiste todo eso. ¿Por qué habría de importarte ahora?
—¿Qué?, ¿decir qué? — frunció el ceño, extrañada ante las acusaciones.
—Todas esas cosas malas que dijiste sobre mí, eso.
—Yo nunca dije algo malo de ti a nadie.
—Y ahora lo niegas— chasqueó la lengua.
—Lo niego porque así es, Jinsoul . ¿Por qué diría cosas malas de ti?
—No lo sé, tú dime.
—Nunca dije nada malo sobre ti.
—¡Deja de mentir! — en todo el tiempo que la conoció, fue la primera vez que escuchó como le levantaba la voz, y eso realmente no le gustaba en absoluto—. Deja de ser una mentirosa hipócrita.
—¡No soy mentirosa ni hipócrita!
—¡Lo eres! — gritó, volteando la cabeza donde suponía ella estaba—. Todo ese tiempo... Lo que pasamos juntas... ¡Yo confíe en ti, Jungeun!, ¡Creí en ti!, ¡Creí en tu amistad!, ¿Y cómo me pagaste? Hablando mal de mí a mis espaldas... Destruyéndome por completo en pocos segundos.
—¿Qué...?
—¡Y no intentes negarlo porque lo escuché! Te escuché hablando con esa chica sobre mí... ¿Creíste que no me daría cuenta?, ¿Creíste que por no poder ver, tampoco podía escuchar?, ¿Qué creíste, eh Jungeun? Dímelo.
—Jinsoul, yo no...
—Quería darte una sorpresa— de repente, el sonido estruendoso y chillón de su voz empezó a bajar. Las lágrimas descendieron de sus ojos con lentitud de igual forma y el corazón de Jungeun se encogió al verla así—. Quería invitarte a casa para que conocieras a mi mamá... Para que ella también viera lo que yo vi en ti... Pero me equivoqué. Me equivoqué al creer que había algo bueno en ti. Me equivoqué al creer que aceptarías a alguien como yo en tu vida... Me equivoqué en todo....
—Jinsoul, por favor... Déjame...
—Debí hacerle caso. Debí quedarme en casa tal y como ella me dijo que hiciera... Así tal vez nunca te habría conocido— Las duras palabras y el tono frío en el que lo dijo se hundieron en lo profundo del corazón de Jungeun como una estaca y fue extremadamente doloroso, tanto, que las lágrimas por su parte no sé hicieron esperar—, y tal vez tampoco habría tenido que pasar por nada de esto— finalizó, sorbiendo su nariz y limpiando el rastro de lágrimas en sus mejillas con el brazo derecho.
Jungeun mordió su labio inferior y estiró una mano hacia ella, intentando ayudarla a borrar las lágrimas. Jinsoul le dio un manotazo cuando sintió como la tocaba.
Su piel quemaba cuando ella le tocaba, no de una mala manera, y eso lo empeoraba todo.
—Jinsoul.
—No me toques. Ya tuve suficiente de ti, Jungeun. ¿Qué no ves lo que me hice?, ¿No ves lo que me hiciste? — susurró. Las lágrimas saliendo con más fuerza de sus ojos.
—No fue tu culpa.
—Y esa es la razón por la que no debo estar cerca de ti. No más, Jungeun.
—Jinsoul, déjame explicarte. Por favor— suplicó, viendo como se levantaba la pelinegra del columpio.
—No necesito más mentiras.
—No son mentiras, es la verdad— murmuró, tomándola de la mano para impedir que se vaya—. Si pudieras escucharme... Sólo te pido que me escuches, un minuto.
—Jungeun.
—Por favor, Jindori...
Una mueca surcó el rostro de la pelinegra en cuanto escuchó el apodo provenir de los dulces labios de la menor. ¿Era extraño que, aún después de todo lo que le hizo, su corazón se derritiera con solo escucharla hablar?, ¿Era extraño que quisiera seguir el consejo de Heejin y escucharla?
—No es una locura, amor. Sólo piénsalo ¿Cómo sabe Jinsoul si Jungeun hablaba de ella?
¿Era tan extraño que pensara que, tal vez, Heejin tenía razón?
—Sólo deténganse a pensar en eso.
—Jinsoul...
Cerró sus párpados con fuerza y empuñó las manos en el bastón al mismo tiempo.
No tenía nada que perder de todas formas... Su corazón ligeramente quebrantado por las injusticias y el dolor ya se había roto desde aquel día y no tenía esperanza de sanar pronto.
Si Jungeun confirmaba lo que ella ya sabía, estaba completamente segura de que no sentiría nada más. Ya había llorado lo suficiente.
—Un minuto. Tienes un minuto para explicarte y no quiero mentiras, Jungeun— balbuceó, aún sin sentarse.
Jungeun asintió, no obstante, de inmediato recordó que la pelinegra no podía verla, por lo que se vio obligada a hablar.
—No voy a mentirte, Jinsoul.
—Ya van veinte segundos.
La de cabello plateado hizo una mueca y suspiró antes de empezar a hablar. Jugó con sus manos nerviosa y tragó saliva.
—Ese día fui al parque con una amiga, su nombre es Sooyoung. Le había hablado tanto de ti que quería conocerte, así que la llevé conmigo— tomó aire y lo expulsó en un suspiro—. Te habías tardado mucho y yo me estaba preocupando... Sooyoung no quería que me sintiera mal así que inició un tema de conversación.
—Cuarenta y cinco segundos.
—Hablamos sobre la universidad y qué tal nos iba. Entre temas relacionados llegamos a uno y... Fue cuando tú apareciste.
—Se acabó tu tiempo.
Dolía.
Le dolía como el infierno escucharla hablar de ese modo... Que pareciera que le importaba muy poco lo que sucedía y el hecho de que no quisiera escucharla... Una lágrima se escapó de su ojo izquierdo y sus labios rosados temblaron ligeramente.
Mordió su labio inferior tratando de reprimir los sollozos que amenazaban con salir, mientras más lágrimas saladas se esparcían por su rostro.
—Adiós.
Jinsoul dio unos pasos adelante cuando la voz entrecortada de Jungeun la detuvo.
—No hablaba de ti, Jinsoul... Jamás hablaría mal de ti... Yo... Yo solo... Hablábamos de una chica de la universidad— farfulló con voz baja y quebrantada—. Siempre va por ahí creyéndose más que los demás solo porque su padre es director de la universidad y su madre es dueña de un par de hospitales...
—¿Qué hay de su ridículo peinado? — preguntó.
—Siempre lleva peinados diferentes y alocados porque quiere implantar una moda. Pero nadie la sigue, es absurdo.
—¿Y los lentes?
—Es miope— dijo.
—¿Y qué hay... ¿Qué hay de eso de que siempre te molestaba, eh? — mordisqueó su labio inferior.
—Porque quiere que forme parte de su grupo de descerebradas, pero siempre me niego— murmuró con voz entrecortada y sorbió su nariz—. Yo jamás te haría daño, Jindori... Eres... E-eres lo más importante para mí... Por favor, créeme.
La esperanza estaba empezando a crecer en ella, y era algo peligroso. No quería arriesgarse... Pero... Jungeun...
—No puedo— farfulló—. Tengo... Tengo miedo— admitió finalmente, las lágrimas seguían apoderándose de su rostro—. ¿Qué pasa si es mentira?, ¿Qué pasa si siembras la esperanza en mí y después... después todo termina siendo falso? No quiero volver a lastimarme, Jungeun... Ya lo he hecho mucho... Mi corazón no lo soportaría. No soportaría otro golpe así... Yo no lo haría... No sabes... No sabes lo mucho que sufrí, no tienes idea...
Jungeun mordisqueó su labio inferior, antes de secar sus lágrimas y levantarse.
—Tienes razón en eso, pero... Puedo prometerte que no voy a dejar que algo malo vuelva a pasarte. Puedo prometerte que voy a cuidar de tu corazón sólo si tú me lo permites, Jinsoul. Voy a unirlo... Lo repararemos, juntas. Y prometo que voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para que vuelvas a confiar en mí.
—N-no lo sé...
—Por favor, Jinsoul. Créeme. Cree en mí... Te lo suplico— tomando su mano de forma delicada, Jungeun la acarició con sus pulgares.
—Jungeun...
—Perdóname por todo lo que te hice pasar, perdóname por no entenderte, perdóname por hacerte sufrir... Pero, por favor, no te alejes de mí otra vez... No soportaría perderte.
—¿Cómo sé que puedo confiar en ti? — preguntó en un susurro—. ¿Cómo sé que no vas a dañarme otra vez?
—Yo...
—¿Cómo, Jungeun?
—Creyendo. Confiando. Confía en mi amor por ti— dijo—. Te amo, Jinsoul. Con todo lo que soy y con todo lo que tengo— sollozó, apretando la mano de Jinsoul entre las suyas—. No tienes idea del dolor que sentí cuando me enteré que había sido por mi culpa... Pensé que... pensé que iba a perderte... Pensé que no volvería a ver tu sonrisa o a escuchar tu voz... Oh, Jinsoul, me alivia tanto que estés aquí ahora, que... Que estés viva...
—Yo no puedo verte, Jungeun... ¿Qué harás cuando despiertes y veas... — alejándose unos pasos, Jinsoul finalmente retiró las gafas negras que acostumbraba a llevar.
Jungeun quedó totalmente embelesada cuando unos ojos de color ámbar aparecieron ante ella, y no pudo evitar jadear por la sorpresa.
—Cuando despiertes y veas estos ojos frente a ti... Mirándote sin hacerlo realmente— sorbió su nariz y limpió el rastro de lágrimas nuevamente—. ¿Es eso lo que quieres, Jungeun? No puedo demostrarte mi amor por medio de mis ojos, como una persona enamorada se supone que debería... No puedo verte ni decirte lo hermosa que te ves con algún vestido... No puedo darte mi opinión sobre las cosas porque no puedo verlas... ¿Aún así, después de todo lo que te dije, seguirías queriendo estar con alguien como yo?
Tardó un poco en contestar, puesto que, por más que quisiera, no podía dejar de mirar esos hermosos ojos.
—Aún seguiré queriéndolo, ¿sabes por qué? — preguntó, acercándose unos pasos a ella. Tomó su rostro entre sus manos y la obligó a permanecer con la cabeza hacia ella—. Porque seguirás siento tú, Jinsoul. No me importa si no puedes verme o darme tu opinión sobre qué vestido debo usar. Porque aún así, en mi corazón, sé que me amas tanto como yo te amo a ti.
—¿Cómo...? — frunció ligeramente el ceño, una arruga formándose en su frente y sus ojos estrechándose—. ¿Cómo puedes amar a alguien como yo?
—¿Cómo alguien no podría hacerlo?
—Porque soy diferente... Porque... mis ojos...
—Tus ojos no tienen nada malo.
—Pero no puedo ver.
—¿Y? Joder, Jin, te juro que son los ojos más hermosos que he visto en mi vida— acarició las mejillas de la pelinegra con sus pulgares—. No tienes que esconderlos. Ya no.
—Se burlarán de mí.
—¿A quién le importa lo que piensen los demás? Que se burlen si quieren. Tú eres perfecta tal y como eres, y si ellos no lo ven así, que les den.
—Se burlarán de ti por estar conmigo— sin contenerse, las lágrimas empezaron a salir de sus ojos otra vez—. Te mereces algo mejor que yo...
—No es cierto, tú eres quien merece a alguien mejor... Pero no voy a dejarte ir.
—¿Por qué?
—Porque te amo, y no llegamos tan lejos para nada.
—¿Enserio me amas? — preguntó en un susurro cuando sintió como la ardiente respiración de la menor chocaba con la suya.
—Enserio te amo.
Tragando el nudo en su garganta, Jinsoul reprimió las ganas de llorar más fuerte. Era la primera vez que alguien a parte de su madre le decía que la amaba... Y no se pudo sentir jodidamente mejor.
Tras unos segundos en silencio, solo sintiendo la respiración mutua, Jinsoul habló.
—Jungeun.
—¿Sí, Jindori?
—¿Podría pedirte un favor? — preguntó en un susurro, tomando con una mano el antebrazo de la menor, quien aún tenía sus manos sobre sus mejillas.
—El que quieras.
—¿Puedes besarme?
Jungeun sonrió y mordió su labio inferior antes de asentir.
—Con gusto.
Y, sin más preámbulos, Jinsoul sintió como la dulzura y suavidad de los labios ajenos la envolvían, enviándola hacia un mundo nuevo y maravilloso. Dulce y suave. Cálido y abrazador. Feliz y pacifico.
Un mundo llamado Jungeun.
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