𝘊𝘢𝘱𝘪́𝘵𝘶𝘭𝘰 𝟤𝟤
Wallows | Are You bored yet? ⨟
❝Porque podríamos quedarnos en casa y ver el atardecer,
aunque no puedo evitar preguntarte: "¿ya te aburriste?"
y si te sientes solo, deberías decírmelo,
antes de que esto acabe siendo sólo otro recuerdo más.
¿Puedes decir tú la verdad, así yo no tendría que mentir?❞
Eran las dos de la mañana cuando Eddward se servía su tercer taza de café.
ㅡBeber tanto café te afectará ㅡmurmuró Kevin, quién apenas se había podido terminar su segunda taza.
ㅡTranquilo, no suelo beber mucho café ㅡle sonrió, moviendo sus manos entre la azúcar y su cucharaㅡ. Cómo te iba diciendo... hay muchas cosas que no puedes decir en la televisión abierta por muchas razones, pero la más escencial ha de ser que puedes provocar algo.
ㅡ¿No está en todos esos artistas el ser provocadores? ㅡcuestionó, con una ceja alzada.
ㅡEn algunos, y tal vez dependiendo del personaje que quieran mostrar en la televisión. Algunos lucen muy machos y todo, pero son suavecitos por dentro. Por ejemplo, no me creerías si te dijera que el mismísimo Dwayne Johnson ha hecho una película en la que se disfrazaba de hada para ayudar a las hadas de los dientes ㅡse sonrióㅡ. O que Vin Diesel fue una niñera.
ㅡA prueba de balas ㅡrió el pelirrojoㅡ. Recuerdo esas películas.
ㅡTienen su toque, eh ㅡaprobó el pelinegro, mirando hacia la calle nuevamente.
Ya no había muchos peatones, y los autos cada vez eran menos. Eddward se metió en el departamento y trajo dos mantas pequeñas en lo que Kevin preparaba el café. Doble D amaba las noches frías, dónde el viento helado te pone los ojos llorosos y te acaricia suavemente el pelo.
ㅡDime algo de tí ㅡsonrió, sentándose más a su lado, Edd le miró sin moverse muchoㅡ; cómo... no sé, algo que aún no me hayas dicho de tí... ¿hay algo gracioso que hayas hecho de pequeño?
ㅡUh... ésto es un poco gracioso ㅡrió bajito, acomodándoseㅡ, ¿prometes no salir corriendo si te lo cuento?
ㅡEn todo caso, prometo no encerrarme en la casa y dejarte aquí solo en el balcón.
ㅡBueno, si tú lo dices ㅡrióㅡ. Cuando era pequeño y estaba en cuarto grado, la maestra nos pidió que hiciéramos un pequeño resumen de quién nos inspiraba en la vida ㅡse mordió el labio al intentar no reírseㅡ, no conocía realmente lo que significaba la palabra "inspirar" en ese momento y no quería pedir mucha ayuda a mis padres, así que llegué a la escuela al otro día con el resúmen (que tan lindo me había quedado) y sólo esperé a que me llamaran.
ㅡDéjame adivinar, ¿escogiste a tu mamá? ㅡél pelinegro negóㅡ; entonces, ¿a tu padre?
ㅡNope ㅡrió y luego miró al sueloㅡ. Yo dije... Jack, el Destripador.
ㅡ¿Jack, el Destripador? ㅡmurmuró, mirándole atónito.
ㅡSí, exacto ㅡse rió, Kevin lo observaba firmementeㅡ. Y cuando mi maestra me preguntó porqué me inspiraba Jack, yo le dije ㅡle miró directo a los ojos, levantando un dedoㅡ: qué era porque nunca lo atraparon ㅡambos rieron.
ㅡ¡No puedo creer que hayas dicho éso!
ㅡ¡En serio! ㅡrió, cubriéndose el rostroㅡ, una vez encontré un canal en la televisión sobre asesinos seriales y de ésos tipos de personas locas, entonces me gustó y tomé mucho de mi tiempo viendo ésas series en las noches, ¡con sólo siete años!
ㅡ¿Dónde estaban tus padres?
ㅡTrabajando ㅡambso se miraronㅡ, y si me vas a preguntar si alguna vez supieron de ésto; sí, lo sabían. Cuando crecí, a éso de los doce o trece, empecé a ver ése tipo de series con mi madre. Nuestras series favoritas eran las de CSI y NCIS.
ㅡPoliciales, lo comprendo ㅡasintió Kevinㅡ. Bueno, cuando yo era pequeño, la cosa más loca que hice; fue subirme al árbol más alto que encontré porque tenía miedo que mi madre me castigara por escaparme de la escuela, otra vez ㅡse aguantó la risa, mirándoleㅡ. Gracias al cielo los bomberos estaban a dos esquinas.
ㅡ¿Y dices que yo estoy loco por escoger a Jack, el Destripador cómo inspiración? ㅡrió bajito a la risotada de Kevinㅡ, ¡no es justo!
El pelirrojo intentaba detener su risa. En un intento de respirar, se fue un poco hacia atrás y terminó cayendo de bruces al suelo. Hubo un corto silencio por la sorpresa de la caída que luego se vió interrumpido por la incontrolable risa de Eddward.
Kevin, que aún se encontraba en el suelo, se apoyó sobre sus codos y se impulsó un poco hacia arriba, mirando a su acompañante desenredándose de la manta que tenía para poder ayudarlo. Aún así no dejaba de reír y eso hacía que él mismo se sonriera.
Las noches no solían ser tan cálidas en la ciudad para esa época del año, pero Kevin había encontrado una nueva forma de estar calentito: manteniendo su corazón feliz y contento.
Su madre repetía siempre, que si el amor estaba en su vida, no le faltaría nada de nada. También solía decir que, cuando bailas, las penas quedan a un lado; lo mismo pasa si cantas.
Cuando terminó si gran actuación, recogieron las cosas y las pusieron en su lugar.
ㅡ¿Te molestaría dormir conmigo esta noche? ㅡpreguntó Kevin, de repenteㅡ. Hace frío, estaremos mejor juntos.
ㅡSí tú lo dices ㅡEddward se quitó la manta que tenía encima y la tiró sobre sus hombrosㅡ. Ve adelantándote, terminaré de limpiar por aquí.
ㅡNo lo hagas, vamos a la cama.
ㅡNo me hagas pucheros, ya eres un adulto ㅡrióㅡ. ¿No quisieras tomar un baño caliente? Estás temblando.
ㅡNo, estoy bien ㅡse sonrióㅡ, sólo estoy algo cansado por hoy.
ㅡTienes razón, es tarde... pero, yo aún tengo tres tazas de café encima. Déjame terminar aquí, te prometo que lo hago rápido.
ㅡEstá bien... ¿de qué lado vas a dormir?
ㅡDel izquierdo, ¿está bien?
ㅡNo soy bueno diferenciando izquierda y derecha, pero creo que sé a lo que te refieres ㅡasintió un par de veces, dándose media vuelta para empezar a caminarㅡ. ¡No te tardes o vendré a buscarte!
ㅡ¡Entendido!
Kevin soltó una risita escondida, arrastrando las mantas por el suelo. Cuando llegó a su habitación, cambió sus ropas por su pijama y se metió dentro de las sábanas. Acomodó, sobre todas las capas de sábanas, las mantas que usaron en el balcón, que aún seguían manteniendo un poco de calor corporal.
No vió a Eddward llegar, o si siquiera lo hizo, porque se durmió antes de saber qué estaba pasando. En sus sueños todo era común, exceptuando un par de gritos lejanos sobre voces y palabras que no podía comprender.
Estaba sentado frente al escritorio de su oficina, parpadeando sobre un par de papeles con letras mal escritas y faltas de ortografía. Frunció el seño. Alguien le pegó con fuerza al escritorio en el que se encontraba, y su jefe, de repente, apareció en su campo de visión.
En resumidas cuentas, lo había despedido y le estaba gritando que recoja sus cosas y se vaya. ¿A dónde iba a ir? Cuando llegó a su casa (en un ligero parpadeo), Nathan estaba dentro, llevándose unas últimas cajas.
"Me voy a mudar con Nazz", le dijo. "Ya que no tienes trabajo, no tiene sentido seguir viviendo juntos", y se marchó.
Era un sueño estúpido. Era el mejor de todos en esa maldita compañía, ¿por qué lo despedirían? Y, además, sabía que estaba soñando: no había forma de que su único mejor amigo lo traicionara de una forma tan horrible.
Pero luego, en su pecho, sintió una punzada de dolor que no había sentido antes. Era cómo quedarse sin respirar, cómo si algo le apretara tanto el pecho, que no pudiera dejar ni una sola estela de aire salir de sus pulmones. Cómo si cualquier cosa que te estuviera provocando tal dolor, fuera la causa de su muerte.
"¿Dónde estás?", decía una voz sin voz, que estaba dando vueltas en su cabeza.
Pero no había nadie más e la casa, no desde que Nathan se había ido. Recorrió cada rincón, llamó a cada número de teléfono en sus contactos, pero no podía encontrar aquello que estaba buscando tan desesperadamente.
Entró de bruces en su habitación. En realidad, no era su habitación, sino la habitación de invitados que su hermano tenía en su casa en caso de que algún familiar fuese a visitarlos. En el medio de la habitación vacía estaba Eddward, de sus ojos celestes brotaban millones de lágrimas que parecían inundar toda la habitación.
No podía articular palabra alguna, y él le gritaba cosas que no podía entender; aquella tan melodiosa voz que ansiaba oír por el resto de su vida se oía muy lejana, cómo un grito amortiguado por un millón de almohadas. Cómo si sus oídos estuvieran taponeados por agua.
Y esa sensación volvía, la sensación de quedarse sin aire. La sensación de estarse ahogando. La sensación de perder todo lo que siempre quiso, por primera y última vez. Abrió los ojos y se sentó en la cama con cuidado, buscando una forma de que el aire volviera a sus pulmones.
ㅡ¿Kev? ㅡmurmuró Doble D, sentándose a su ladoㅡ. ¿Estás bien? ¿Estás despierto?
ㅡLo siento, sólo fue una pesadilla ㅡse excusó, con las manos temblorosas.
ㅡEstás sudando ㅡmurmuró, tomando sus manosㅡ. Estás temblando y tienes las manos frías...
ㅡSí, lo sé ㅡsusurró en respuesta, levantando la vista hacia élㅡ. Tengo miedo.
ㅡ¿Miedo? ¿de qué? ㅡpreguntó en un susurro, acercándose más a él, aferrándose a sus manos.
ㅡDe quedarme solo ㅡrespondió en un suspiro, reteniendo las lágrimas.
Porque aquella era una verdad que lo perseguiría para toda la vida. Desde pequeño siempre estuvo acompañado de su hermano, no sólo en la convivencia, sino que dormían en la misma habitación hasta los dieciocho. Cuando fue creciendo tuvo otro tipo de acompañantes; cómo Nathan, con quién no sólo compartió la habitación de Universidad, sino que aún de adultos continuaban conviviendo juntos.
Las personas que estuvieron acompañándolo tampoco duraban mucho, ni siquiera sabía si estaba bien llamarles "ex parejas", ya que no habían tenido una duración... adecuada.
Pero el miedo al abandono siempre estuvo ahí.
A ser olvidado, a ser desterrado, a ser confundido.
Porque el Kevin que él tan bien conocía moriría algún día, y entonces, ¿quién recordaría al Kevin que salió del cascarón y continuó su vida cómo le habían dictado desde polluelo? Algún día todos se olvidarían de su voz y de su risa, porque entendía que era normal en las personas que mueren... ¿quién mantendría viva su memoria, si era olvidado por todos los que alguna vez amó?
ㅡYo todavía estoy aquí, contigo ㅡle intentó reconfortar el pelinegroㅡ. Y planeo quedarme por el tiempo que me lo permitas. Está bien sentir miedo, y está bien que te sientas mal al respecto ㅡacarició su espalda y le brindó una sonrisaㅡ. Está bien si quieres llorar, te veo con las ganas.
ㅡLo lamento tanto ㅡmurmuró, apoyándose contra élㅡ. Esto es horrible.
ㅡEs horrible, pero está bien que sientas algo ㅡle susurró, acariciándole el cabelloㅡ. No pienses mucho en ello, eres humano, no una roca. Deja que fluya.
ㅡOjalá estuviera borracho.
ㅡ¿Por qué? ㅡrió Doble D.
ㅡPorque eso justificaría cómo estoy actuando ahora.
ㅡ¿Culparías al alcohol por hacerte llorar? ㅡcuestionó.
ㅡNathan y Nazz lo hacen a veces ㅡconfesó, limpiándose las lágrimas.
ㅡPero tú no eres Nathan, o Nazz ㅡse alejó un poco, para verle el rostroㅡ, eres Kevin; y el Kevin que yo conozco no tendría miedo de llorar.
ㅡ¿Cómo estás tan seguro? ㅡpreguntó, frunciendo el seño.
ㅡPorque te veo, Kev ㅡmurmuró, besando su frenteㅡ. Veo lo que eres, cómo hablas, lo que dices y cómo miras a la gente. ¿Sabes cómo sé que estás enojado? Porque tus orejas se ponen rojas. Y cuando ves algo que realmente te gusta, intentas reprimir una sonrisa muy grande ㅡacarició sus mejillasㅡ. Tú eres alguien único y completamente especial. Sí, puedes decir que es culpa del alcohol que te pongas sentimental, pero está bien llorar a veces. Yo lo hago todo el tiempo ㅡcomentó, de manera desinteresada, arrancándole un sonrisa imprevista a su acompañanteㅡ. Ah, ¡ahí está el Kevin que yo conozco!
ㅡNo digas tonterías, ¿cómo va a haber dos yo? ㅡrió, tirando de Eddward y de sí mismo hacia la cama de nuevoㅡ. Siempre seré yo mismo contigo.
ㅡY yo siempre seré la mejor versión de mí, contigo ㅡsusurró, besándole sin pararse a pensarlo dos veces.
El pelirrojo, aún medio dormido y confundido por su llanto y su pesadilla, se quedó completamente estático. No se movió ni un centímetro desde que había caído de espaldas de nuevo, y sus labios se movían por cuenta propia.
Fue un beso suave, tranquilo y sin esperanzas de escalar a más.
ㅡCuando te sientas solo ㅡdijo, cuando se separaron para respirarㅡ, deberías llamarme.
ㅡ¿Aunque sean las tres de la mañana y no estés aquí físicamente? ㅡcuestionó, acariciando su mejilla con el amor que jamás le brindó a nadie más.
ㅡPor ahora, sólo abrázame. Cuando regresemos a Peach Creek, veremos cómo le hacemos para dormir juntos ㅡrió bajito, algo avergonzadoㅡ. No quiero separarme de tí.
La última escena de su sueño volvía a repetirse en la cabeza del pelirrojo, y mirando directamente a los ojos de Eddward; las ganas de llorar lo atacaron de nuevo.
Se levantó un poco y besó sus labios otra vez, con un poco más de brusquedad que cuando el pelinegro lo hizo. Cuando estuvo sobre él y las mantas cayeron al suelo, se sonrió y dijo:
ㅡYo tampoco quiero separarme de tí.
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