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𝘊𝘢𝘱𝘪́𝘵𝘶𝘭𝘰 𝟤𝟣

ABBA | Super Trouper ⨟
Esta noche los rayos del Super Trouper van a cegarme,
pero no me sentiré triste, cómo siempre suelo hacer;
porque en algún lugar de la multitud, estarás tú

ㅡ¿No te pusiste a pensar que, así cómo hay princesas que no nacieron princesas, también hay príncipes? ㅡpreguntó Eddward.

Porque la conversación de ayer no había terminado.

Edd todavía tenía mucha información en su cabeza que necesitaba soltar, por ejemplo; su infancia y Disney. Kevin estaba de pie frente a la cocina, con la sartén en la mano y los huevos revueltos a medio cocer. Se dió la vuelta muy despacio, intentando averiguar el siguiente movimiento de su oponente.

ㅡA ver, dime uno.

Doble D, que estaba acariciando los pétalos de una de las rosas en el florero, levantó la vista a él: ㅡFlynn Rider.

ㅡ¿Eugene? ㅡpreguntó, casi consternado.

ㅡ¡Sí! ¿En serio me vas a decir que no te pusiste a pensar en eso? ㅡcuestionó, con una ceja alzada.

ㅡNo lo sé, tú dime ㅡfrunció el seño, achicando los ojosㅡ. Trabajo en una compañía, sólo pienso en papeles.

ㅡBueno, lo lamento ㅡrióㅡ. ¿Quieres oír el por qué?

ㅡNo hay nada que me gustaría más, que oír el porqué mi personaje favorito no es considerado un príncipe de Disney ㅡrespondió, pasando el contenido de la sartén a un bowl.

ㅡPorque él era un ladrón, ¿recuerdas? Él no era parte de la realeza. Ahá, sí, sacó a Rapunzel de la torre, pero no era un soldado o un rescatista; él sólo buscaba un lugar en dónde esconderse con la corona real que se había robado ㅡexplicó, a pasos cortosㅡ. Al igual que las otras princesas de Disney, cuando él se casa con Rapunzel y es perdonado por los reyes de Corona, se convierte en príncipe.

ㅡPunto número uno ㅡdijo, haciendo reír a Eddwardㅡ; tienes razón y no te lo voy a discutir. Punto número dos; ¿cómo mantienes tanta información de esa en tu cabeza? ㅡpreguntó, bajito.

El pelinegro se encogió de hombros: ㅡOjalá supiera.

ㅡEres... cómo un Sheldon Cooper, pero sin la ciencia y la matemática.

ㅡSé mucho sobre ciencias y matemáticas ㅡcomentó, con los ojos bien abiertos.

ㅡSí y yo no sé un carajo, así que te lo puedes guardar para tí, porque no lo voy a entender. Dime, ¿qué otra cosa sobre Disney sabes, que yo tendría que saber?

ㅡA ver, ¿qué quieres saber? ㅡpreguntó, poniendo los antebrazos sobre la mesa.

Kevin rió: ㅡ¿Cómo cuánta información tienes?

ㅡTengo para todo el día ㅡrió avergonzadoㅡ, o para toda la tarde.

ㅡ¿También para la noche? ㅡpreguntóㅡ. No lo parezco, pero soy una persona muy curiosa ㅡasintió a sus propias palabras.

ㅡPodemos empezar por unos cuántos príncipes de Disney ㅡcomentó, pensativoㅡ. Ya veremos cómo termina nuestra velada.

ㅡProbablemente mirando las películas de princesas que tengo pendientes ㅡmurmuró el pelirrojo, con media sonrisa.

ㅡBueno, ahora que lo he pensado, hay otros príncipes de Disney que no son príncipes realmente ㅡdijo pensativo el pelinegro.

Se sirvieron una taza de café cada uno, se prepararon unas tostadas con todos los toppics que había sobre la barra y se tomaron su tiempo para hablar de la mañana. Luego, cuando Kevin confesó estar mentalmente listo para la oleada de información que su acompañante brindaría; la charla comenzó.

Arrancó diciendo: ㅡKristoff, de Frozen. Será un príncipe el día en el que se case con Anna, pero por el momento, no lo es.

ㅡ¿No están casados ya? ㅡpreguntó, con el seño fruncidoㅡ. Recuerdo ver una película de Frozen en la que Kristoff le pide matrimonio a Anna. Sarah estaba muy triste porque nadie quería ver la película con ella, así que me quedé despierto en una vídeollamada para verla. Fui el único que terminó de ver la película, ella se durmió a la mitad ㅡconfesó, aún pensativo.

Eddward se tomó su tiempo. Pensó, y finalmente, abrió la boca sorprendido: ㅡ¡Tienes razón! ㅡse sonrojóㅡ. Qué raro, ¿cómo se me pasó eso?

Ambos rieron. El pelinegro empezó a relatar el momento exacto en el cuál Kristoff le pide matrimonio a Anna en la última película de Frozen, riéndose de vez en cuándo por haberse olvidado de ese pequeño detalle.

Luego, cuando el tema se enfrió, Eddward intentó esconder una sonrisa.

ㅡ¿Qué? ㅡpreguntó Kevin, sonriendo apenas.

ㅡRecordé otro.

ㅡDame el nombre.

ㅡJohn Smith.

ㅡ¿De cuál película era John Smith?

ㅡ¡De Pocahontas! ㅡle dijo, y ambos volvieron a reírㅡ. El rubio, de ojos celestes.

ㅡ¿Qué? No, no. John tenía el cabello castaño y los ojos marrones.

Ambos se miraron, sin decir una palabra.

ㅡJohn Smith era un hombre blanco, de ojos celestes y cabello rubio en forma de hongo ㅡmurmuró el pelinegro, observando (sin pestañear) a Kevinㅡ. Recibió una bala de Ratcliffe, cuando salvó al papá de Pocahontas.

ㅡ¿Entonces...? ㅡpreguntó, pero aunque abría y cerraba la boca, no lograba articular pregunta alguna.

ㅡMh... ¡ah! ㅡdijo, señalándoloㅡ. Te confundes con la secuela ㅡtomó su celular y buscó alguna imagen el Loogleㅡ, ¿es éste tu John Smith?

ㅡMira, tú... si es.

ㅡÉl, mi amigo, es John Rolfe. Va a buscar al padre de Pocahontas a su tierra natal, pero cómo estaba enfermo, se lleva a Pocahontas y un indio que le hace de guardaespaldas ㅡdijo, dejando su celular de ladoㅡ. Al final, Pocahontas decide quedarse con éste John, que terminó enamorándose de ella, y no con el "John original" ㅡterminó diciendo, haciendo comillas con sus dedos.

ㅡQué mal tercio, pobre John ㅡpensó en voz altaㅡ. Oye ㅡfrunció el señoㅡ, ¿qué onda con Disney?

ㅡ¿Por qué lo preguntas? ㅡpreguntó, curioso, llevándose un pedazo de tostada a la boca.

ㅡ¿Cómo pensaron siquiera en querer reemplazar a John... con John? ㅡpreguntó, completamente consternado.

Eddward casi se ahoga mientras intentaba tragar su tostada y dejar de reír.

ㅡ¿Sabes quién no es una princesa de Disney? ㅡpreguntó Kevin, mientras caminaba sujetándose al carrito de supermercado, con Eddward a un lado.

ㅡ¿Se te ocurrió otra? ㅡrió bajito, concentrado en los lácteos.

ㅡSí. La chica de Atlantis; el Imperio Perdido ㅡsu respuesta captó la atención de Eddward de inmediato, le sonrióㅡ. Ella es una emperatriz, ¿cierto? Además, Milo Tatch tampoco es un príncipe.

Eddward se quedó observando sus ojos por unos segundos.

ㅡAcabas de hacer que mi cerebro deje de funcionar, ¿lo sabes? ㅡsonrió a la risotada que salió de lo más profundo del pecho de Kevin.

ㅡBueno, tenía que tener puntos a mi favor ㅡse secó una lágrima invisibleㅡ. A ver, hay otras princesas, estoy seguro.

ㅡBueno, tengo dos miembros nuevos para nuestras listas ㅡdijo Eddward, llamando la atención de un par de viejitas que estaban comprando rábanos en la sección de verdurasㅡ. Para la princesa, Jane; para el príncipe, Tarzán ㅡabrevió, haciendo a las viejitas fruncir el señoㅡ. ¿Entiendes?

ㅡPienso que son lindos apodos, corazón ㅡrió Kevin, mientras las dos señoras se daban media vuelta y se iban con media bolsa de rábanos; el plan de hacer ver aquella conversación cómo una charla de pareja había funcionadoㅡ. Espera, ¿qué dijiste?

ㅡ¿No me oíste? ㅡpreguntó, mientras dejaba una bolsa pequeña de papas sobre el carritoㅡ. Jane no era una princesa, ella sólo acompañaba a su padre en la expedición. Tarzán tampoco era un príncipe, tuvo la mala fortuna de perder a sus dos padres humanos, pero la fortuna de formar parte de una familia de gorilas que lo cuidó con mucho amor. En todo caso, ninguno de los dos es considerado cómo parte de la realeza por Disney.

ㅡOh, en eso tienes razón ㅡmurmuró el pelirrojo, mirando las cosas en el carritoㅡ. ¿Qué dijiste que harás de cenar?

ㅡUna lasaña, ¿quieres? ㅡpreguntó, deteniéndose antes de poner más vegetales en el carritoㅡ. Sino, puedo hacer otra cosa...

ㅡ¿Sabes qué? Te sonará loco, probablemente, pero no he comido lasaña desde que salí de la casa de mis padres. Mi papá solía hacer lasañas riquísimas para algunas fiestas familiares.

ㅡOw ㅡmurmuró el pelinegroㅡ, ¿seguro que está bien si hago lasaña? No quiero que te pongas sentimental cómo Anton Ego después de comer la ratatouille de Remy, si entiendes de lo que te hablo ㅡcomentó entre pequeñas risillas, que hicieron reír fuerte a Kevin.

ㅡHay películas de Disney que nadie recuerda ㅡcomentó Eddward, algo triste de repente, mientras metía la lasaña en el hornoㅡ. ¡Y no me digas que estoy equivocado!

ㅡBueno, seguro tienes razón. He oído a muy pocas personas hablar de cualquier película que no sea de una renombrada princesa, cómo La Bella Durmiente, o algún valiente héroe, cómo Peter Pan.

ㅡLa Espada en la Piedra, ¿la conoces? ㅡpreguntó, girándose más rápido que un tornado.

ㅡAlgo así ㅡmurmuró el pelirrojoㅡ. No mucho, realmente... ¿era esa del príncipe Arturo, cierto? La del niño que tiene la mala suerte de cruzarse con ese mago... ¿cómo era? Ese, Merlín.

ㅡ¿Mala suerte? ㅡpreguntó, en un suspiroㅡ, ¡mala suerte tuvo el pobre Grillo al encontrarse con Madame Mim!

ㅡ¿Madame Mim? ㅡpreguntó el pelirrojo, con el seño fruncidoㅡ. ¿Quién es Madame Mim?

Eddward aclaró su garganta: ㅡNo me digas que no has oído hablar de la loca y maravillosa Madame Mim ㅡdijo, con un tono de voz casi divertido.

ㅡEh..., no. Bueno, no mucho ㅡmurmuró, intentando contener la risa.

ㅡEs fantástica, ¡es maravillosa! ㅡgritó, dejando el guante de tela a un ladoㅡ. Con sólo tocar, puede matar a la más linda flor, encuentra placer propagando el dolor~ ㅡcanturreó, mientras Kevin fallaba en ocultar su sonrisa.

ㅡOh, ¡pero eso es horrible! ㅡdijo, entre pequeñas risillas.

ㅡGracias, muchacho, ¡pero para ella eso es poco! ㅡdió una vuelta y levantó los brazosㅡ; porque ella es loca, magnífica, clásica, ¡es Madame Mim! ㅡgritó, riéndose al final.

ㅡ¿Cómo es que recuerdas esas cosas? ㅡrió con fuerzaㅡ. ¡Ni siquiera puedo recordar la última vez que he reído hasta las lágrimas!

Eddward observó al pelirrojo por un momento, admirándolo reír. Reír de verdad, cómo cuando te cuesta respirar y tus ojos no soportan el soltar unas cuántas lágrimas. Reír con fuerza, cómo no muchas personas hacen muy seguido.

Entonces recordó aquel cliché tan horrible que Eddy siempre le recordaba; la gente que trabaja en edificios, en oficinas o frente a una computadora todos los días: tiende a ser muy infeliz.

Tal vez su hermano tenía razón (por una vez en su vida), pero recordando todas las cosas y los momentos que ha vivido con Kevin, no podía ni llegar a imaginarse que ese oficinista que se secaba las lágrimas de felicidad con la manga de su suéter azul, pudiera ser infeliz.

Infeliz como el resto de oficinistas de los que hablaba Eddy.

La comida estuvo lista a los pocos minutos. Esta vez, decidieron comer en el pequeño, pero acogedor, balcón que Kevin tenía en su casa. Aquel ventanal daba directo a la calle, y el viento azotaba con mediana fuerza. Las luces de la ciudad se veían completamente hermosas más abajo, y la gente caminando con sus perros o andando en bicicleta se veía algo pequeña.

ㅡNo veo nada de nada sin mis anteojos ㅡmurmuró Doble Dㅡ, pero la vista de todas estas personas ahí abajo debe de ser muy divertida, ¿no es así? ㅡpreguntó, tomando asiento.

Kevin quiso hacer de mesero, así que estuvo entrando y saliendo para traer las cosas que se olvidaba; cómo la sal, o algún cubierto extra.

ㅡEs una ciudad muy bonita, es una pena que no esté arreglada.

ㅡNo necesita estar arreglada para que sea bonita.

Kevin le sonrió; ㅡ¿Siempre piensas antes de hablar o sólo salen las palabras de tu boca cómo balas?

ㅡNo muchas veces ㅡcomentó, apenadoㅡ. A veces sólo salen, sí. Lo siento, sé que puede llegar a ser molesto tanta habliduría.

ㅡ¿Qué? No, cielo ㅡmurmuró, frunciendo el seño; de repente se le habían ido las ganas de cenarㅡ. No, lo siento, no quise decir eso ㅡsiguió diciendo, algo asustadoㅡ. No fue mi intención, lo que quise decir es que...

ㅡKev, no te preocupes ㅡmurmuró el pelinegro, levantando una mano para tomar la del pelirrojo al otro lado de la mesaㅡ. Entiendo lo que quisiste decir, no te castigues de esta forma.

ㅡLo lamento, de verdad ㅡmurmuró, de nuevo, inclinándose un poco sobre la mesaㅡ. ¿Estoy siendo muy raro? No quiero que todo esto sea raro ahora.

ㅡLo estás haciendo perfecto ㅡsonrió, sentándose derechoㅡ. La comida perfecta, con la compañía perfecta y el cielo perfecto ㅡcomentó, señalando a las estrellasㅡ; la cita perfecta.

ㅡ¿Este es tu plan de una cita perfecta? ㅡpreguntó, sin mover su vista de dónde la tenía.

ㅡSí. Es la cita más perfecta que hemos tenido hasta ahora en la ciudad ㅡcomentóㅡ. Claro, en Peach Creek, la cita del parque siempre será la más bella de todas ㅡdijo sin pensar.

Estaba muy concentrado en admirar todas y cada una de las estrellas en el cielo, las pequeñas nubes que se formaban y luchando por encontrar la luna; que no prestó atención a cuando Kevin dejó de cortar los trozos de lasaña para mirarlo a él.

El pelirrojo, por primera vez en mucho tiempo, se sentía cómo si realmente estuviera en su hogar. Eran contadas y muy pocas las veces que se sentía como si estuviera en un hogar y no es una simple casa vacía.

Algunas de aquellas veces que con tanto aprecio recordaba, eran las veces en las que Nathan se quedaba a cenar y a veces hasta a dormir, la mayoría de esos recuerdos estaban plagados de imágenes repentinas de la rubia en el mismo lugar que ellos. Otras de las veces (y las que más extrañaba y añoraba), eran con su hermano y su familia. Esos dos niños corriendo por todos lados, saludando a todos desde el balcón; o su cuñada cocinando en su casa, mientras su hermano ponía los cubiertos en la mesa.

Ahora Eddward formaba parte de esos tan lindos recuerdos, aquellos que invadían su mente cuando iba a dormir, pero no podía conciliar el sueño. Aquellos recuerdos que tanto dolerían cuando se fuera. Aquellos recuerdos que no serían más que una parte secreta de sí mismo; otra razón para llorar en soledad por las noches.

Otro ser humano al que extrañar.

ㅡTen cuidado, el queso siempre suele estar demasiado caliente, aunque todo lo demás ya esté frío ㅡcomentó el pelinegro, sacándolo de su trance.

ㅡSí, entiendo ㅡmurmuró, viendo el pedazo de lasaña que tenía sobre el plato.

Sonrió.

El momento de "La Espada en la Piedra",
en dónde Grillo (a.k.a el rey Arturo) se
encuentra con Madame Mim<3

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