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Capítulo 8

— Un Macchiato con canela y un trozo de pastel de moras. —Dijo uno de los camareros. Jeongin empezó a preparar la orden, y al tenerla lista lo dejó en una bandeja que fue tomada por el mismo camarero.

La cafetería estaba llena por alguna extraña razón. Cada que se iba un cliente entraba otro.

Los camareros se movían por todo el lugar, y los baristas preparan los cafés con algunos diseños de hojas o flores. Estaba tan lleno que incluso les faltaba personal, así que Changbin, Jeongin y Hyunjin estaban ayudando en la entrega.

Hyunjin miró a la puerta principal al escuchar la campanilla, abrió los ojos como platos al ver una señora junto con un hombre, siendo la viva imagen de su amigo: Era la madre de Jeongin junto con su hermano mayor.

De inmediato miró a Jeongin. El pelinegro estaba preparando otro pedido, ya a punto de terminarlo, estando totalmente desinformado de la llegada. Pasó su mirada a Changbin, el cual ya se había dado cuenta de los conocidos clientes que recién ingresaban.

Changbin se acercó a Hyunjin nervioso.— ¿Qué hacemos? — Lee antes de responder, un nuevo pedido que se le estaba anunciando a Jeongin llegó a sus oídos. Ambos miraron al pelinegro. Este levantó la mirada y pudo ver a su madre en una de las mesas con su hermano mayor. No pudo evitar ponerse ansioso con solo ver a sus seres queridos.

Empezó a hacer el pedido, sabía bien los gustos de su madre y hermano mayor. La mayor pedía siempre un Café Amaretto, aunque siempre se quejaba de que le ponían mucha canela o muy poca, y siempre presumía que la única persona que lograba ponerle la cantidad perfecta de canela era su hija. Y claro, no podía faltar un trozo de pastel de frambuesas.

En cambio, su hermano mayor pedía un capuchino con poca canela, pero más chocolate por encima, al igual que el pastel de chocolate.

Tanto Changbin como Hyunjin seguían con sus miradas los movimientos de Jeongin, esperando el momento donde sus sentimientos se muestren por completo.

Terminó de preparar el pedido, y al ver que todos los meseros estaban dando otros platos, tomó una bandeja y dejó todo bien ordenado, encaminándose con bandeja en mano a la mesa donde estaba su madre y hermano mayor, aunque ellos no supieran que él era su hija y hermana menor.

— Aquí tienen su pedido, que lo disfruten. —Dijo amable, intentando evitar hacer contacto visual con los otros.

La señora Park tomó un sorbo de su café, estaba perfecto. Miró al joven que le entregó su pedido y quedó perpleja: Era estar viendo a su hija, pero siendo un chico, ¿eso era posible?

Por otro lado, el otro chico estaba probando también su café. Este estaba tal cual como le gustaba, y solo una persona podía lograr ese punto.

— Gracias... —La señora empezó a buscar en alguna parte el nombre del joven para intentar agradecerle.

— Jeongin, Yang Jeongin. —Completó. La mujer asintió dándole una sonrisa amable.

— Gracias, Jeongin. —El mencionado asintió. Se alejó con la cabeza gacha, dejó la bandeja en su lugar y se quitó su delantal café. Se acercó al par que lo seguía viendo sin saber que decir. — Faltan los pedidos de la mesa siete y ocho. Iré al almacén. —Caminó rápido hacia el almacén, cerrando la puerta de inmediato apenas entró.

— Iré a verlo, ¿puedes encargarte? —Avisó Hyunjin. Changbin asintió y lo alentó con palmadas en la espalda a que vaya.

Hyunjin abrió la puerta del almacén con lentitud, inseguro. Al abrirla por completo, vio a Jeongin levantándose nervioso del suelo, limpiándose rápido las lágrimas e intentando disimular moviendo sus manos por las cajas donde estaban las bolsas con canela.

— E-Estaba a punto de llevar la canela. —Dijo entrecortado.

Hyunjin se acercó a Jeongin, lo volteó haciendo que queden frente a frente, y sin decir nada lo abrazó. El pelinegro quedó perplejo, pero apenas volvió a la realidad se soltó a llorar, aferrándose al cuerpo del otro. Hyunjin le acariciaba delicadamente la espalda al mayor, dejando que este se desahogue.

En todo lo que llevaban viviendo su segunda oportunidad, jamás había visto a Jeong tan mal, como si se estuviera destruyendo pedacito a pedacito. Siempre lo vio más fuerte, enfrentando su nueva realidad sin una lagrima en su rostro, pero ahora parecía como si todo lo que no lloró en este tiempo lo estuviera liberando por fin.

Jeongin se calmó un poco, aun soltando sollozos. Se alejó de Hyunjin, no demasiado ya que Hyunjin aun podía tener cómodamente rodeado con sus brazos el cuerpo del pelinegro. — Lo siento, debería ser tu pilar, s-ser fuerte. — Hyunjin negó.

El mayor volvió a llorar, ahora sintiéndose culpable y débil. Esta vez el pelirrubio acaricio con una de sus manos la espalda del otro, y con la sobrante acarició los cabellos oscuros de su amigo.

— No necesito que reprimas tus sentimientos por mí. Así como tú me has apoyado este tiempo, yo también lo haré. —Y aunque no lo veía directamente, supo que asintió por el roce de la nariz de botón de Jeongin en su cuello. — Estamos en esto juntos. Si necesitas un hombro donde apoyarte y llorar, tengo dos disponibles, así que tienes para elegir. — Jeongin rio bajo, miró al pelirrubio enternecido, mostrando su peculiar sonrisa donde se veían sus pequeños dientecitos y encías rosadas.

— Gracias, Hyunjinnie.

Mirándolo bien, se dio cuenta que el mayor siempre intentaba animarlo, y sin saber que probablemente por dentro Jeongin estaba igual o peor que él. Aun así, se mantenía fuerte, siguiendo, aceptando lo que el destino les dio.

No podían hacer algo para volver el tiempo atrás, ya no volverían a ser chicas, su vida había cambiado y eso, para bien o para mal, seguiría siendo así. Necesitaba de alguna forma agradecerle, y a veces las palabras no son suficientes. Las acciones podían ser mucho más fuertes para demostrar cómo te sientes.

— Acepto. —Dijo seguro Hyunjin. Jeongin enarcó una ceja, confuso por las palabras del menor.— Debemos superar nuestros miedos, ¿no? Así que quiero intentar volver a manejar. —El pelinegro no pudo borrar su sonrisa, incluso sus ojitos gatunos brillaron. Se volvieron a abrazar, esta vez con una sonrisa en sus caras, sin rastro de tristeza que se asomara.

La puerta del almacén fue abierta, asomándose por esta Changbin.— Lo siento por interrumpir, pero hay muchos pedidos y siento que explotaré en algún momento.

Ambos asintieron. Bueno, era hora de volver al trabajo. — ¿Ellos ya se fueron? —Preguntó Jeongin un poco nervioso. Changbin asintió.

— Sí, hace unos minutos. —Hizo una mueca apenada. No podía ni imaginarse por como deberían estar sintiéndose sus amigos.

— Vale, vamos. —Determinó el pelinegro mientras pasaba sus manos por su uniforme para arreglarlo y borrar cualquier arruga.

Justo cuando Jeongin iba a pasar la puerta, luego de que Changbin se haya ido, Hyunjin le tomó la mano, deteniendo sus pasos.

Min le miró confundido, preguntando con su mirada.

— ¿Seguro que está todo bien? Puedo ir yo a atender y así te tomas un tiempo. —Cuestionó preocupado.

— No está todo bien, pero puedo con ello hasta que termine el turno. —Respondió sincero. Con su pulgar acarició la mano del contrario sin acabar el agarre. — Te prometo que si no puedo más, te lo haré saber.

Hyunjin miró el agarre entre sus manos y sonrió delicadamente. Volvió a mirar a su mayor y asintió, confiando en sus palabras.

Ambos salieron tomados de las manos, y no soltaron al otro hasta que empezaron a llevar a cabo los pedidos pendientes.

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