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6- Primer trabajo

Axel se encontraba repartiendo los contratos a los trabajadores, en ese momento se sentía incómodo, pero la presencia de Samara lo hacía sentir estable. Su yo interno le decía que no debía confiar en ella, el no solía confiar en nadie y sentía que había algo que podía salir mal; pero también sabía que al menos ella podía comprender el cómo se sentía, y que después de lo que hizo por ella —sin esperar nada a cambio claro— la haría pensar dos veces antes de traicionarlo.

—Listo Jefe, entonces ¿Cuál será su primer trabajo? —habló Richard refiriéndose a los demás.

—Necesito que rodeen la casa, hay tipos locos que quieren a esas chicas —susurró Axel— deben protegerlas a toda costa.

— ¿Alguna de ellas es su pareja? —preguntó Richard, Axel desesperado, gritó.

— ¡Eso no te importa Richard! —Ese grito llamó la atención de las dos amigas, Lizeth no dijo absolutamente nada, pero Samara se dirigió a donde estaba Axel.

— ¿Qué pasó? —preguntó con calma, Axel no respondió. Realmente tampoco le importaba a ella— ¿Axel?

—No te importa —respondió seco, el silencio invadía el lugar.

—Si no me importara no estaría preguntando —se acercó Samara a Axel, quien no se inmutó ni un poco— dime qué sucede.

En ese momento, fue Richard quien decidió hablar.

—Solo le pregunté al patrón si ustedes eran pareja —susurró.

—No lo somos, yo sólo trabajo para él —respondió Samara, Axel negó.

—Trabaja conmigo —corrigió— y será tú jefa, así que la respetan, e igual a la otra chica, si no quieren terminar muertos.

"Será su Jefa, así que la respetan"

Esas palabras resonaban en la mente de Samara sin parar. Estaban caminando de vuelta a casa, un grito la hizo volver a la realidad.

— ¡Samara! —gritó Axel frustrado, ella lo miró confundida.

—¿Ah? ¿Qué pasa? —preguntó nerviosa.

—Pasa que tú amiga lleva rato hablándote y tú ni en cuenta, ¡contéstale! Ya me harté.

Samara rio levemente sin llamar la atención de Lizeth y se acercó a Axel.

—No te enojes, lo lamento —Trató de calmar su molestia— no seas tan cruel con ella —Axel siguió caminando y ella se detuvo hasta que su amiga pudiese alcanzarla para responderle—. Lo siento Lizeth, ¿qué pasa?

—Decía que necesitamos comprar cosas —se dirigió su amiga a Samara—. ¿En qué pensabas?

—Nada importante, una disculpa... tienes razón... ¿Axel?

—¿Qué pasa?— preguntó Axel al ver que las chicas se detenían frente a una tienda de ropa y accesorios.

—¿Podrías hacerme el favor de pagarme por adelantado? Necesitamos comprar cosas, no tenemos absolutamente nada.

Axel suspiró y sacó una tarjeta de crédito, posteriormente la extendió hacia Samara.

—Toma, paguen con esto.

—Bien— Samara tomó la tarjeta, después de todo ya tenía en cuenta cuánto sería su salario—. ¿Nos vemos luego?— preguntó a Axel, pero él negó.

—¿Acaso sabes llegar? —Samara negó mientras se maldecia internamente— Aquí las espero, sirve que traen el auto.

—Cierto... No puse atención a eso...— dijo Samara apenada— ¿Estás bien?

—Lo estoy, ahora vayan, aquí nos vemos.

Samara se sentía mal, Axel siempre se preocupaba por ella pero ella jamás se había puesto a pensar en cómo estaba el. Ambas chicas asintieron y se dirigieron a la tienda. Al llegar, una chica se acercó a ellas.

—Hola chicas buenas tardes bienvenidas, ¿Les puedo ayudar en algo? ¿Están buscando algo en específico?— preguntó amable.

—¿Nos podrías recomendar algo para ambas, por favor?— preguntó Lizeth, la chica asintió.

—Claro, síganme— ambas la siguieron y llegaron a un lugar de la tienda donde había solamente ropa de mujeres.— pueden elegir lo que gusten y después vemos su talla— dijo amable, ambas sonrieron asintiendo.

Por otro lado, Axel esperaba fuera de la tienda, una llamada entró a su celular.

—¿Qué noticias tienes Roy?— dijo Axel al responder la llamada.— Si, aquí estoy, te envió la ubicación para que lo traigas.— siguió hablando— Adiós.

Axel colgó la llamada y tecleó en su celular, posteriormente se sentó en la banqueta a esperar, tanto a su auto como a Samara y a Lizeth. Aunque realmente no tenía idea del porque esperaba a esas chicas, o porque las ayudaba; por Samara se sentía compadecido porque ambos tenían poderes pero... ¿Y la otra chica?, ¿Acaso le estaba comenzando a gustar la compañía? ¿Y si lo traicionaban? ¿Podría aguantarlo?

Diversos de esos pensamientos invadían su mente con tan solo pensar en esas dos chicas, y por una extraña razón le incomodaba el saber que Samara, después de todo lo que estaba haciendo por ella, podría llegar a traicionarlo de mil formas. De Lizeth no se inquietaba, pero ¿Por qué? ¿Por qué de aquella chica si?

—Axel— se escuchó una voz seguido de que un auto se estacionara frente a él. Axel inmediatamente se levantó y encaró al chico que había bajado del auto con un par de llaves.

—Te he dicho —dijo Axel mientras le arrebataba las llaves de la mano— que soy tu patrón, no me llames por mi nombre. ¿Entendiste? —El hombre, se quedó callado, no de manera sumisa, si no de manera incómoda—. Toma —Le entregó una tarjeta y este la pasó por una terminal para cobrarse, posteriormente se la devolvió.

—Nos vemos —dijo el hombre comenzando a alejarse. Axel solo suspiró y se subió al auto a esperar a las chicas.

Un buen rato después las chicas salieron con dos bolsas cada una. Ambas llenas de ropa, al parecer tanto tiempo lo habían invertido muy bien. Axel sonó la bocina del auto y ellas voltearon, dirigiéndose hacia el auto.

—Suban

—¿Cómo estuvo listo tan pronto? No, no es el mismo, ¿o sí? —preguntó Samara, Axel no respondió y Lizeth comenzó a subir al auto.

—Sube, vámonos —Samara, al ver que él había ignorado su pregunta decidió no hablar más y subió al auto.

La tarde estaba desapareciendo, habían tardado unas cuántas horas dentro de aquella tienda comprando ropa y otras cosas de utilidad, la noche llegaba y Samara comenzaba a inquietarse, por todo lo que podría sucederle a ella y a su amiga.

Se mantuvieron los tres en silencio hasta que llegaron a la casa, los tres entraron aun sin decir una palabra.

—Lizeth dormirá en tu habitación, no hay otra —indicó Axel, ambas chicas asintieron.

—Mil gracias Axel —dijeron ambas al mismo tiempo.

—No es nada —respondió dirigiéndose a la suya, las chicas hicieron lo mismo.

—Samara —susurró Lizeth, su amiga volteó a verla confundida— creo que no le caigo bien a tu amigo.

—Así es él, cuando me dejó quedarme lo abracé y me dijo que me apartara, que no le gustaba ese tipo de cosas —dijo Samara sin darle importancia.

—No, me refiero a que tú le hablas —explicó Lizeth— y te cuenta de todo, pero lo hago yo y simplemente me ignora.

—No pienses esas cosas Lizeth —Abrazó Samara a su amiga— tal vez sólo no le ha dado la confianza para hacerlo y ya.

—Tienes razón, te adoro amiga —respondió Lizeth y ambas sonrieron.

—Voy a darme una ducha —dijo Samara dirigiéndose al baño de la habitación.

—Sigo después —rio Lizeth y Samara entró al baño.

Lizeth comenzó a acomodar el cuarto, sacando la ropa que habían comprado de las bolsas y acomodándolas en los muebles y acomodando la cama.

Mientras tanto Axel yacía recostado en su cama, viendo hacia el techo lanzando y atrapando las llaves del auto; sin decir una sola palabra o pensar en algo, simplemente perdido en la nada. De pronto, una llamada entró a su celular, haciéndolo volver a la realidad.

—Richard, ¿Qué pasa? —preguntó Axel al tomar la llamada—. Vamos para allá— y sin decir más colgó la llamada.

—¡Samara!—gritó y se teletransportó fuera del cuarto de las chicas, segundos después Lizeth abrió la puerta.

—¿Qué pasa Axel? ¿Todo bien? Se está dando una ducha —respondió Lizeth confundida por el gritó de Axel.

—Cuando salga dile que la espero en la sala, tenemos trabajo —dijo Axel algo serio.

—¿A esta hora de la noche? —preguntó confundida.

—Bueno a ti no te interesa, el trabajo no tiene horario, dile que se dé prisa —respondió Axel y se retiró algo molesto.

Lizeth, aun sin comprender nada, cerró la puerta y se sentó en la cama, esperando a que su amiga saliera para darle el recado de Axel.

—En el contrato no decía que el trabajo era a media noche —se quejó Samara mientras caminaba tras Axel.

—Tampoco decía horario —respondió él.

—Touche —dijo Samara. Axel se detuvo y le hizo señas a Samara de que guardara silencio.

—Ok, escúchame —susurró Axel comenzando a dar indicaciones— sé que no sabes pelear, y que no sabes tal vez manejar un arma —él lo dudó un momento— no sabes, ¿verdad?

—¿Qué? No, ¿por qué sabría? —preguntó Samara extrañada.

—Bueno, no importa eso —respondió Axel—. Solo usa tu poder para evitar que nos disparen, yo hago el resto —Samara asintió y silenciosamente entraron a una bodega.

Ahí había 4 hombres armados, y un chico atado a un pilar con la boca y ojos tapados. Axel entró e inmediatamente sacó un arma.

—Hey, escuadra de inútiles —gritó Axel llamando la atención— ¿Por qué en lugar de estar aquí no hacen algo más productivo por ustedes? Por ejemplo ahorran oxígeno muriéndose.

—Niñito, ¿Tú crees que podrás con nosotros cuatro? Solo te vas a humillar. Así que lárgate si no quieres ser otra de nuestras víctimas —dijo el primer hombre.

—Víctima es cualquiera que se postra ante mí después de atacarlo —respondió Samara saliendo de su escondite y tirando las armas de los cuatro hombres al suelo con su telequinesis—. Y no te voy a permitir a ti ni a nadie qué le hables mal a mi socio —dijo viendo a los 4 hombres.

—Genial dos víctimas más—habló el segundo hombre.

—Quien tendrá cuatro victimas seremos nosotros —dijo Axel comenzando disparar la pierna a cada uno de ellos—. Y si en este caso ganaran ustedes solamente sería una víctima.

Uno de los hombres al caer al suelo por la bala pudo tomar una de las armas que estaba tirada y apuntó a Samara.

—Sí, porque una estará muerta —dicho esto el hombre disparó a la cabeza de ella, pero la bala paró de correr por el aire justo a centímetros de su frente y posteriormente cayó al suelo.

—No moriré hoy anciano asqueroso—dijo Samara tirándole de nuevo el arma lejos de él— o al menos no te será fácil asesinarme.

Mientras tanto Axel golpeaba a los otros 2 hombres, uno estaba inconsciente. Samara levantó el cuerpo de ambos y los estrelló contra los muros de la bodega y dejándolos caer al suelo, haciendo que, por accidente al caer uno de los hombres golpeara su cabeza con una mesa de madera y terminara totalmente muerto. El otro hombre simplemente quedó adolorido por el golpe.

—Muy buena para ser tú primer trabajo —dijo Axel apuntándole al último hombre del que se encargaba, segundos después un disparo se escuchó y Samara cerró los ojos— ¡Samara cuidado! —De pronto ella sintió unos brazos envolverla y cuando abrió los ojos estaba detrás de unas cajas de cartón, ella se giró y se encontró con Axel quien la veía preocupado— ¿Te hizo algo?

—No... Gracias Axel.

—Jamás debes cerrar los ojos en estos lugares o desviar tu mirada, te puede costar la vida —la regañó Axel—. Ve afuera, déjamelo a mí, salgo en un momento.

—Ajá ¿Y salgo corriendo? —preguntó Samara irónica, Axel rodó los ojos.

—Puedes teletransportarte Samara, visualiza el lugar de afuera, recuérdalo pero de prisa y sal de aquí —Axel se teletransportó y Samara comenzó a hacer lo que él le dijo, segundos después estaba fuera de la bodega, estaba en shock, era la segunda vez que utilizaba su poder con seguridad y que podía controlarlo.

Comenzó a sentir un gran alivio, no sabía por qué, pero le asustaba el que fuese por haber matado a alguien, sólo sabía que había salvado a alguien de morir y eso al menos la mantenía calmada. Segundos después Axel salió, su camisa estaba llena de sangre y su rostro igual, el chico que estaba atado al pilar salió detrás de él huyendo.

—Prometió no decir nada por salvarlo —dijo acercándose a Samara—. Vámonos.

Samara no se movió, seguía en shock por lo que había pasado y por ver a Axel así. Él la observó atentamente y se paró frente a ella.

—Sé lo que tienes —le dijo viéndola a los ojos— y que no sabes cómo sentirte, pero no sólo salvaste a ese chico, salvaste a más personas de ser asesinadas, tal vez miles.

—No es eso... —susurró Samara— pero bueno, vámonos —Le tomó la palabra comenzando a caminar dirigiéndose al auto.

Caminaron por al menos dos minutos en completo silencio, Axel había insistido en dejar el auto lejos por cualquier cosa, así que ahora les tocaba caminar. El canto de los grillos era lo único que se escuchaba además de los pasos de ambos, la noche no era fría pero la luna iluminaba mucho el camino, y el aire cálido corría y podía sentirse.

—¿Por qué no le dices? —preguntó Axel rompiendo el silencio.

—¿De qué hablas? —respondió Samara confundida.

—De Lizeth. ¿Por qué no le dices la verdad?

—¿Estás loco? Va a odiarme —replicó ella—ella me admira, me tiene confianza, ¿qué crees que va a pensar si de momento le digo que soy igual que la gente de la que se esconde?

—Mira Samara —Axel dejó de caminar y tomó de la mano a Samara— si Lizeth te adora y te admira, es porque tú la salvaste de morir —Ella seguía callada, escuchando lo que él decía—. Y no eres igual a ellos, ellos buscan a quien torturar, tú buscas que dejen de torturar.

—Eso no me quita el título de en lo que me he convertido —susurró ella con lágrimas en los ojos— ella está conmigo por quien soy, no quiero que se vaya, es lo único que tengo.

—No Samara, otra vez te equivocas —interrumpió de nuevo— Lizeth te quiere y admira por lo que no eres —dijo Axel haciendo énfasis en la palabra No— porque ahora mismo ya no eres esa persona que ella conoció, y si ella de verdad te quiere dejará que le expliques.

—Me va a tener miedo Axel, soy una asesina ahora —sollozó Samara.

—Dime Samara, ¿tú me tienes miedo?

—No...

—¿Por qué?, soy un asesino —Axel comenzó a acercarse a Samara.

—Un asesino que salvó mi vida, y que me cuida a toda costa, sin esperar nada a cambio —respondió Samara— te tendría miedo si fueses mi enemigo... Y no lo eres, ¿o sí?

—Tú haces lo mismo con ella, si Lizeth de verdad te quiere va a escucharte —terminó el tema abrazándola—. Piénsalo, ahora vámonos.

Ambos se dirigieron al auto, para regresar a casa; concluyendo así el trabajo de esa noche. Subieron al auto y aún en completo silencio así dijeron a la casa, al entrar encontraron a Lizeth en la sala, quien se sorprendió al ver la apariencia de Axel y a Samara un poco despeinada.

—Me van a explicar qué pasó y porque están así —dijo Lizeth, ambos se quedaron callados.

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