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26-El viaje

—Andando —Axel extendió su mano hacia Samara, quien se había quedado paralizada al ver la máquina.

Ella lo miró no muy convencida, y en consecuencia él tomó su mano derecha y con su otro brazo la abrazó unos momentos.

—Todo estará bien —susurró a su oído—, estoy aquí.

—No, no quiero ir —habló la chica asustada—. ¿Y si te pasa algo? No podré ayudarte ni pedir ayuda. Es muy arriesgado.

Axel sonrió tras separarse del abrazo viéndola a los ojos, notando las lágrimas a punto de caer de estos.

—No es un chantaje Sam. Puedes quedarte si quieres. Pero de igual manera iré, vayas conmigo o no.

La chica se quedó pensando unos momentos, podía escuchar su corazón latir rápidamente del miedo y notaba que los sentimientos la traicionarían una vez más, desequilibrando sus poderes.

—Esta vez no estarás sola. No te dejaré —Le sonrió Axel mientras veía sus ojos—. Lo prometo.

El ambiente se tornó silencioso, a excepción de los ruidos que la máquina provocaba por el hecho de encontrarse encendida. Samara tenía muchos nervios por miedo al volver, y bastantes ansias ya que jamás había pensado en volver a aquel lugar de donde había escapado, y en parte le atraía la idea.

—No quiero arrepentirme —susurró ella—, pero quiero ir.

—No lo harás, estaremos bien —Le sonrió Axel antes de que ella asintiera levemente con la cabeza y caminara hacia la máquina.

—Pero me harás caso en todo lo que te diga —advirtió.

—Ni que fueras mi jefa —Bufó irónico.

—Soy quien puede decirte cómo mantenerte con vida allá —Le miró levantando una ceja—, creo que es algo razonable.

—Entremos ya —dijo Axel tomando su mano, entrando al pequeño espacio con el que contaba la máquina— Sabes cómo funciona, ¿No?

La chica asintió viendo detenidamente el tablero frente a ellos, justo a un lado derecho de la puerta por la que habían entrado.

Movió unas cuantas y presionó algunas teclas antes de apretar el botón verde que señalaba "Shift". Fue entonces cuando la máquina comenzó el conteo desde cero.

1...2...3...

—Estoy nerviosa —susurró apartándose del tablero.

8...9...10...

—Todo estará bien —respondió Axel.

—¿Cómo volveremos? —preguntó asustada queriendo apagar la máquina, acto que Axel detuvo tomando ambas manos de la chica.

—Tengo un plan, relájate.

34...35...36

—Ya casi —habló nerviosa.

—¿Cómo lo sabes?

—Al número cincuenta debe dejar de sentirse cómo ahora, se escucha que se apaga y se siente distinto... Adrenalina pura.

Axel sonrió levemente, pensando en cómo tranquilizar a Samara de la mejor manera. Él también se sentía nervioso, incluso sentía algo de inseguridad ya que si algo llegaba a suceder, no tendría un apoyo cómo lo tenía con Nicolás o con sus demás empleados.

48... 49... 50...

La chica se giró a verlo con una mirada llena de miedo, inmediatamente comenzó a recordar la primera y última vez que viajó a través de una máquina como esas y el pánico y desesperación que sintió al llegar sin algún apoyo. De ahí los recuerdos del día en que conoció a Axel comenzaron a aparecer, y como un mecanismo de defensa ante sus nervios, el ver a Axel ahí con ella le confortaba, saber que al menos no estaría sola ya fuese al momento de estar herida o al momento de su muerte.

—Vuelvo a casa —susurró levemente sin intenciones de que Axel escuchara.

Sin embargo, él se encontraba asombrado por la situación; a pesar de saber la posibilidad de viajar en el espacio gracias a su poder, nunca se había visualizado viajando de esa manera.

Entre realidades alternas.

—Me estoy desesperando —habló Samara unos segundos después de que la máquina dejó de contar.

—¿Tiene que llegar al cien? —cuestionó Axel.

—Sí, pero ni siquiera sabemos en qué número va —Suspiró llena de frustración.

—Setenta y ocho —dijo esta vez Axel, haciendo que Samara lo mirara confundida—Setenta y nueve.

—¿Estuviste contando? —Axel asintió sonriendo, un tanto concentrado— Por eso has estado tan callado —Le sonrió.

—Ochenta y seis.

—Ochenta y siete —siguió Samara.

—Ochenta y ocho —Sonrió Axel.

—Ochenta y nueve —dijeron ambos, mientras contaban hasta que la máquina apagó sus luces.

—¡AY DEMONIOS YA ESTAMOS AQUÍ! —gritó Samara asustada.

—¿Qué?

—Busca una luz Axel ya llegamos —habló nuevamente Samara llevando sus manos hacia enfrente, para no chocar con nada mientras se movía—. Contestame Axel, hablame si sigues aquí.

Antes de que alguno de los dos pudiera decir algo más, sus cuerpos impactaron el uno con el otro, quedando de frente a unos cuantos centímetros antes de juntar sus rostros.

—Estoy aquí Samara —Sonrió levemente Axel mientras tomaba su mano—, no te dejaré.

Samara se tranquilizó un poco y ambos se dispusieron a buscar la salida de ese lugar por unos cuantos minutos.

—Aquí —habló Axel caminando hacia una leve luz que se veía frente a ellos.

—La primera vez me tocó una bodega abandonada —se quejó Samara mientras caminaba junto a Axel—, un callejón de noche es algo más decente.

—Increíble —dijo el chico mirando hacia el cielo, encontrándose con una noche estrellada y muy bien iluminada.

—Había olvidado lo linda que es la luna —Sonrió Samara viendo al cielo junto con Axel.

—Estoy en paz —Le miró él de una manera seria.

—¿Qué? —pregunto confundida.

—¿Esos son rieles?

—Ah, sí. Transportan a las personas. Es como tu auto pero en esa cosa que usamos para bajar a la oficina.

—¿Elevadores?

—Eso —dijo la chica—, aquí transportan a la gente. Pero no a toda, sólo los privilegiados —terminó su diálogo viendo al suelo.

—Supongo que esos no somos nosotros.

—No —Le miró seria—. Vamos, te muestro mi mundo.

—Te sigo —Sonrió Axel emocionado.

Caminaron en silencio unos cuantos minutos por las calles desiertas de la ciudad de Londres, la luna era su único recurso de Luz, y un poco del poder que usaba Samara cuando era estrictamente necesario para alumbrarse el camino. Axel llevaba consigo una linterna, pero la chica le había prohibido usarla para no llamar la atención de nadie. 

—¿Estamos yendo a tu casa, Verdad, Samara? —preguntó Axel en un susurro cuando veía que seguían caminando después de un rato.

La chica asintió levemente, aún viendo con atención la ciudad, sus ojos brillaban intensamente por la emoción de nuevamente estar en casa, de volver a donde pertenecía. Axel, por su parte, no olvidaba el motivo de su visita, se encontraba muy atento a cualquier movimiento extraño o que pusiera a ambos en peligro, listo para reaccionar inmediatamente a cualquier ataque para proteger a Samara. 

En una de las calles dieron vuelta, entrando a una avenida totalmente deshabitada; había alrededor de siete casas en ella, todas abandonadas y la luz era algo totalmente ausente en ellas, muchas tenían las puertas abiertas, otras estaban selladas con tablas incrustadas en puertas y ventanas, y otras ni a eso llegaban, sus puertas derribadas y ventanas rotas. 

En donde Samara se detuvo, pudo ver la puerta cerrada como si tuviese llave, la chica comenzó a acercarse y trató de abrirla, lo cual no logró. Efectivamente solamente tenía seguro por dentro.

—Axel —susurró ella—, bienvenido a mi casa.

Se quedó en silencio un momento antes de continuar hablando. 

—La calle esta deshabitada... Pobres familias... Esto fue mi culpa. 

—¿Por qué? —cuestionó él en un susurro.

—Para examinar la casa... tuvieron que sacar de sus casas a los de esta avenida; al igual que para sacar los cuerpos de mi familia —susurró sacando una llave de su brazalete y abriendo la puerta con ella.

Inmediatamente se abrió paso iluminando su camino con una de sus manos que emitía su poder, dejando ver los muebles empolvados, pero acomodados y en buen estado. No había desastre en la casa, mas que polvo y tierra, los cables de luz habían sido cortados asi como las tuverías que pasaban por la cocina que se encontraba a un lado del recibidor.

Era una casa pequeña de dos pisos, comparada con la casa de Axel, era un poco más grande de la planta baja. Axel cerró la puerta detrás de él, mientras ella alumbraba hacia el techo asegurándose de que no hubiera algún censor encendido, alarma o cámaras de vigilancia por parte del gobierno dentro de la casa. Pero todo estaba vacío. 

—¿Ya puedo encender mi linterna? —habló Axel tomando la muñeca de Samara, posándose frente a ella—, Te vas a cansar.

La chica asintió levemente mientras caminaba hacia una de las habitaciones del pasillo.

—Es increíble —susurró Axel de nuevo—, viajamos de mañana y llegamos de noche.

—Son las nueve de la noche —habló Samara en un tono un poco más alto—. La diferencia es de doce horas, es la misma hora que allá, pero de noche.

El chico asintió levemente mientras seguía a Samara, quien entraba a una de las habitaciones, que parecía ser la suya por la decoración de mariposas en dos de las paredes grises de la habitación, pero luego pudo ver otra cama en el otro extremo de la pieza. Parecía ser una habitación compartida.

—Cuando ellos entraron a la fuerza... ni siquiera les dimos necesidad de buscar en las recámaras —susurró ella recordando el momento con detalle—. Subimos las escaleras corriendo y pudieron escucharnos, aunque tratamos de hacer poco ruido.

Recordó la calidez de la mano de su hermano envolver la suya con una mirada de preocupación, el cansancio que sintieron una vez llegaron al tercer piso, la azotea. El cómo su hermano la veía con ese color negro en sus ojos se intensificaba, mientras ella lloraba asustada. 

—Sus últimas palabras fueron... "corre... yo te protejo'' —susurró en un sollozo—. Días después volví con Lizeth y sus cuerpos ya no estaban... acomodamos todo y cerramos dos años después que dejaron de buscarme... y un mes después, huí de aquí.

Axel se quedó en silencio mientras la escuchaba atentamente, ella miraba su entorno recordando aún cada detalle. 

—Lo único que les aplaudo es que sepultaron a mi familia con sus nombres en el cementerio... y después los carteles de recompensa con mi rostro lo arruinó —continuó ella—. Buscaban a una pobre niña que había perdido a sus padres en un accidente... y los de esta avenida fueron trasladados a otro lugar para que no dijeran nada y alteraran a la ciudad... como si no lo estuvieran ya.  

—Sam —habló Axel esta vez viéndola a los ojos, que se encontraban nublados de lágrimas—. ¿Quieres golpearme? Hazlo.

—¿Qué? —preguntó ella atónita.

—Yo sabía que volver te afectaría... y aún así insistí —le dijo él con una mirada seria—. Y soy egoísta porque, a pesar de verte tan mal... me alegra que estés acompañándome y que no me hayas dejado solo.

La chica sonrió ante tal comentario de Axel, no podía esperar una disculpa de su parte y ella lo sabía. 

—No tengo ganas de golpearte. Todavía —dijo ella aún sonriendo—. Tampoco tengo sueño, pero estar en las calles es peligroso.

—Deberíamos comer algo —propuso Axel.

—¿Bromeas? Dime que trajiste algo, porque todo está cerrado a esta hora.

El chico se quedó pensando un momento y sonrió levemente tomando una de sus mochilas. 

—Atún, ¿Sirve? —dijo sacando cuatro latas de atún, una lata de verduras, galletas, bebidas embotelladas y mayonesa.

Ella le miró sorprendida sonriendo. 

—Iré por los cubiertos y platos —Se adelantó a la puerta, pero él la tomó de la mano antes.

—También traje unos.

—Entonces, a desayunar —Sonrió ella—. Desayunar de noche —Rió en broma mientras preparaban todo.

Después de unas horas, Samara ya le había mostrado a Axel el lugar, y con una botella de agua que ella traía, había limpiado un poco del polvo de los muebles. Había cambiado las sábanas de las habitaciones, tanto la de sus padres como la de ella y su hermano. 

El sol estaba saliendo, y ambos se encontraban aún despiertos sin indicios de sueño. La luz de los pocos rayos del sol iluminaba un poco la habitación. 

—Daemon y yo... compartíamos habitación —susurró ella viendo al suelo—. Puedes usar su cama si quieres, no quiero que el cuarto de mis padres se habite. 

—Tranquila, entiendo —Sonrió él.

—Los teléfonos... no creo que funcionen aquí —dijo ella sacando el suyo de su bolsa—, igual empaqué su cargador. 

—Al menos tenemos el brazalete —Sonrió Axel levantando su muñeca.

—Sí —Sonrió ella de vuelta—. Te ayudaré a dominarle con facilidad.

La chica se quedó en silencio unos momentos antes de volver a hablar.

—Axel... el dinero de tu realidad no es el mismo que el de aquí —dijo ella nerviosa—. Tengo un poco guardado, pero no creo que nos alcance para mucho... Considerando que no sabemos cuánto tiempo estaremos aquí.

—Tendremos que trabajar —dijo Axel sin expresión alguna de preocupación.

—Ese es el problema —respondió Samara—. Al trabajar aquí o utilizar los servicios, como todo está controlado por el gobierno, tendrán nuestros datos, o alguno de ellos puede vernos, no podemos arriesgarnos.

Axel se quedó en silencio unos momentos antes de hablar nuevamente.

—Debe haber una manera.

—No las hay... al menos lícitamente no —susurró ella.

Ambos se quedaron en silencio unos minutos, de pronto Samara se levantó dando un profundo suspiro.

—Vamos —dijo ella con un semblante serio.

—¿A dónde? —preguntó él confundido.

—Por el dinero.

Samara salió de la casa con cuidado de no ser vista, las calles estaban desiertas ya que la mayoría de las personas en esa realidad utilizaba los transportadores aéreos. Axel le siguió aún sin entender nada, sabía que la chica sabía lo que hacía, no se sentía en derecho de reclamar nada, ya que solo ella sabía a dónde ir y a dónde no, evitando los peligros de la ciudad. 

De pronto, la chica comenzó a salirse de las calles, así como de la ciudad mientras seguía en silencio; fue ahí donde Axel no pudo soportar más tiempo callado y se animó a preguntar.

—¿Qué estamos haciendo? —preguntó al ver un enorme terreno frente a él lleno de cruces y lápidas en el suelo— ¿Es un cementerio?

—Si —susurró ella entrando por la puerta peatonal que se encontraba abierta.

El chico no entendía nada, estaba cada vez más confundido. 

—¿Aquí conseguiremos dinero? —preguntó— En mi realidad el cementerio es donde menos se quiere gastar.

La chica rió levemente mientras seguía adentrándose con su amigo entre las tumbas, hasta llegar a tes lápidas en específico. Tenían tres nombres diferentes, pero el apellido era el mismo: 

Tamara Evans, Damian Evans y Daemon Evans.

Axel se quedó en silencio al ver dónde se encontraba. Entendía que quisiera visitar a sus padres, pero ella había mencionado el dinero y no veía ningún rastro de maneras para conseguirlo. 

La chica no dio explicaciones a Axel, no necesitó hacerlo para que él entendiera que necesitaba estar ahí y desahogarse. Por su parte, los ojos de Samara se nublaron de lágrimas inmediatamente al estar frente a las lápidas. 

—Pasó algún tiempo —susurró Samara viendo hacia éstas llorando—. No pensé volver aquí.

Axel seguía en silencio, dándole su espacio a ella mientras veía a su alrededor.

—Necesito terminar con esto ahora —susurró de nuevo—. No puedo permitir que nadie más sufra o terminar en sus manos después de que ustedes me salvaron.

Otro momento de silencio invadió el lugar, esta vez por parte de ambos. Samara comenzó a recordar cada escena de aquel día con claridad, mientras veía al suelo llorando.

Nadie le había permitido llevar el luto que necesitaba, ni siquiera las circunstancias. Desde ese día su vida se había convertido en una rutina: huir y mantenerse con vida, a salvo. 

No había podido llevar su pena como cualquier persona lo habría hecho con un ser querido, y aunque agradecía estar ocupada para no pensar en ello, el hecho de extrañarlos no había disminuido ni un poco, ni un solo día. 

—Esta vez no estoy sola —susurró ella.

Axel se aceró lentamente y abrazó a Samara por detrás, poniéndola un poco nerviosa.

—Yo la cuidaré —habló sorprendiendo a la chica—, así sea lo último que haga.

La chica giró su cabeza levemente viendo a Axel, este le sonrió y volvió su vista a las lápidas.

—Soy Axel Stanley, yo cuidaré de su hija —dijo de nuevo—. Y de tu hermana —dijo viendo la lápida de Daemon. 

Los ojos de Samara estaban llenos de lágrimas y aún seguían viendo el rostro de Axel, él le sonrió nuevamente antes de separarse del abrazo. Samara inmediatamente limpió sus lágrimas y sonrió mientras se acercaba a la tumba de su hermano. 

Levantó una loseta cercana a la que tenía su nombre y sacó dos sobres naranjas un poco sucios. Se giró a Axel sonriendo mientras se los mostraba. 

—Tenemos lo que buscamos —dijo ella.

El chico se quedó perplejo ante lo que había visto, no esperaba ver algo así en toda su vida, ni siquiera a él se le ocurriría una idea como esa.

—No mencionaré lo macabra que me parece la idea de guardar dinero en una tumba —dijo él sonriendo nervioso—. Pero sí el hecho de que me hace feliz tener el dinero en nuestras manos. 

Ella abrió los sobres y juntó el dinero de ambos, comenzó a contarlos. 

—No es mucho, pero es honesto —Sonrió ella—. Como estuvo destinado desde el inicio, para un caso de emergencia.

Axel asintió levemente mientras la veía. 

Samara se encontraba feliz, y podía entenderla, estaba en casa. Su objetivo era terminar con su condena y Axel estaba dispuesto a ayudarla, au'n así fuera lo último que hiciera por ella.

Porque él sabía que era probable que no regresara con él, pero estaba dispuesto a soportar el regreso solo. Solo quería que ella fuera feliz.

Una disculpa mis queridos lectores, tuve que pasar por un sinfín de emociones negativas sobre si continuar subiendo los capítulos 😞 en realidad no pongo mucho empeño en la promoción de la historia y cuando lo hago no logro mucho😞 pero he decidido que lo haré por ustedes❤ así que aquí tienen el capítulo, sé que no es sábado pero ya les debo suficiente ✨

Estén atentos❤ próximamente habrá noticias 👀✨Los amo, gracias por todo❤

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