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24-Planificación interrumpida

—Yo nunca nunca... Metí a mi ex a mi casa —dijo Samara ya sin estar en sus cinco sentidos.

No llevaban ni dos horas bebiendo, pero el alcohol ya había hecho efecto en ambos chicos.

—No lo he hecho —se defendió Axel, en el mismo estado.

—El patio cuenta —aclaró—, ten dignidad Axel.

Tras un gruñido tomó un trago y antes de hablar cerro los ojos, mareado.

—Yo nunca nunca, me he enamorado de mi socia —Le sonrió mientras tomaba otro trago, acto que dejó a medias al ver cómo esta se inclinaba el vaso hacia ella.

—Ups —Le sonrió ella—. Yo nunca, he visto una vaca en persona.

—¿Qué? —La miró Axel extrañado— Ya estás muy ebria.

—No, mira —Señaló la chica hasta la ventana, y Axel volteó hacia ella.

—Es un dálmata Samara, un canino de raza dálmata y es del vecino —le regañó.

—Ay, pensé que era una vaca —susurró triste.

Axel comenzó a reír a carcajadas.

—No te burles, en mi realidad las vacas sólo se veían en hologramas.

—Bien, lo siento —habló con dificultad tras seguir riendo.

—Dame un trago más —pidió Samara levantando su copa.

—Creo que ya estás un poco ebria —respondió Axel—, te llevaré a tu cama.

—Bien, ya vi una vaca, estoy ebria —se quejó Samara tratando de levantarse.

—A ver ven —susurró Axel tomándola de ambas manos para después ponerla de pie—, vamos a subir las escaleras.

—Teletransportate —pidió con una sonrisa—, se siente bonito.

—No estoy en mis cinco sentidos Sam, no quiero dejarte en Narnia —le sonrió mientras caminaban por las escaleras.

—Wiiiiii —habló Samara tras ver su cama y brincar hacia ella, siendo que faltaban al menos dos metros para llegar.

Axel inmediatamente la tomó de la cintura deteniéndola, haciendo que ambos quedasen a pocos centímetros del otro.

—Que bonitos ojos tiene compadre —Sonrió Samara—, verdes como la naturaleza.

Axel sonrió incrédulo tratando de no sonrojarse.

—¿Sabes? Mirarte a los ojos me causa... Miedo —siguió la chica, poniendo las palmas de sus manos en sus hombros—. Me causan un escalofrío extraño porque no te tengo miedo y me asusta tener confianza.

—También me gustan tus ojos —Sonrió él—, son de un color muy profundo para poder perderse en ellos.

Samara se sonrojó e inmediatamente trató de apartarse, cayendo al suelo y, seguida de ella, Axel; quien puso sus manos en el suelo, a los costados de Samara para no caer sobre ella.

—Eres muy apuesto —siguió Samara.

—Ya cállate —se quejó Axel riendo, incómodo.

—Ay, pero, ¿Por qué? —preguntó haciendo un puchero.

—Porque estás ebria.

—¿Y? No miento.

—Escucha —habló Axel esta vez, acercándose al rostro de Samara, logrando ponerla nerviosa—, tú estás ebria, yo estoy ebrio, si sigues halagándome no me voy a contener.

—¿Contenerte a qué?

—Todo el tiempo me limito besar a mi socia porque no es correcto —susurró con una sonrisa—, y no quiero faltarle al respeto cuando no se encuentra consiente al cien por ciento.

Una sonrisa sincera apareció en el rostro de Samara mientras se encontraba perdida en la mirada de Axel, este se encontraba en la misma situación, pero un poco más consiente de lo que sucedía.

—¿Y yo? —preguntó ella.

—¿Tú?, ¿Qué cosa?

—¿Puedo besar a mi socio? —preguntó sonriendo—, Que sí está más consiente que yo.

—Siempre has podido —pensó él.

—No es algo que tú harías estando sobria, no dejaría que —Los ojos de Axel se abrieron con sorpresa tras ser interrumpido al sentir los labios de la chica sobre los suyos.

Se unieron ambos en un beso largo y para nada inocente, lo cual comenzó a poner, por primera vez, nervioso a Axel. Tras separarse se vieron a los ojos unos minutos, antes de que él volviese a juntar sus labios para otro beso, un poco más alto que el anterior, haciendo de la noche algo que probablemente ni ellos recordaran.

El ruido del exterior de la mañana hizo que los ojos de Samara se abrieran lentamente, para encontrarse en su habitación, con una llamada entrando en su celular.

—Bueno —respondió aún adormilada—, ¿Qué? Ya vamos.

Se levantó inmediatamente para ir a la habitación de Axel, pero su sorpresa fue encontrarlo dormido a su lado.

Para ella ya era costumbre que Axel se quedase dormido tras llevarla a ella hasta ese lugar.

—¡Axel! —gritó moviendo levemente su cuerpo, haciendo que este despertara.

—¿Hmmm? —gruñó molesto—, Déjame dormir.

—Harry está herido en el hospital —soltó de golpe haciendo que los ojos de Axel se abrieran con sorpresa.

—¿Qué?, ¿Harry? —preguntó mientras se levantaba de la cama.

—Sí, me llamó Lizeth.

—Vámonos —respondió tomando su celular y la mano de Samara.

—¿Te irás así? —le preguntó irónica—, estás en pijama.

—Maldición —susurró irritado— cuenta cinco minutos y bajo.

—Bien —Sonrió Samara mientras se iba a cambiar también ella, quien se encontraba en la misma posición que su amigo.

Axel se había ido a su habitación deteniendo el tiempo lo suficiente para que ambos pudieran arreglarse y poder llegar en "poco tiempo".

—¿Lista? —le preguntó tras verla salir de la habitación al mismo tiempo que ella.

—Sí, vamos.

Antes de que Samara bajara el primer escalón la tomó del brazo haciéndola girar y quedar cara a cara frente a él.

—¿Qué sucede? —Le miró extrañada.

—¿A dónde vas? —Le miró serio.

—Con Lizeth —dijo obvia.

Axel rodó los ojos y en un segundo, gracias a su poder de teletransportarse ya se encontraban en el hospital de la empresa.

—Ah —susurró Samara.

—Ah —se burló él—, vamos.

Al entrar Samara inmediatamente corrió a abrazar a Lizeth, que se encontraba llorando frente a la camilla donde se encontraba Harry inconsciente.

—¿Qué sucedió? —preguntó Samara. Axel escuchaba atento.

—Quisieron llevarme de nuevo —sollozó—, y él recibió el disparo en el pecho.

—¿Cómo llegaron aquí? —preguntó Axel esta vez.

—Tuve que manejar el auto mientras los perdía y llamaba a Richard.

—¿Dónde están él y Nicolás? —continuó él.

—Adentro —Señaló ella con su brazo hacia la derecha.

—¿Te hicieron daño? —preguntó Samara aún abrazando a su amiga, mientras Axel entraba a buscar a Nicolás.

—Mira dónde estoy —susurró molesta y triste.

—Ay Liz, lo sé —Palmeó un par de veces su espalda—. Me refiero a si estás bien físicamente o te golpearon.

—Yo estoy bien Sam. Él no.

—Lo estará —habló Axel volviendo al lugar junto con Nicolás.

—Se recuperará con reposo —explicó Nicolás—, pero es mejor que se quede aquí por su seguridad.

—¿Él o Lizeth? —preguntó Samara.

—Ambos.

—Obviamente no me iré mientras él esté aquí —habló Lizeth esta vez.

—Te traeré algo de comer, ¿si? —propuso Samara y la rubia asintió.

—Voy contigo —La siguió Axel, no sin antes dar un corto y leve abrazo a Lizeth.

—Aquí hay Pizza —enumeró Samara—, y allá hay pollo frito.

Se encontraba caminando por la avenida junto con Axel, quien no había dicho nada en todo el camino.

—Estás preocupado, ¿no? Es grave —siguió Samara.

—Harry es uno de mis mejores empleados —dijo viendo al suelo—, me preocupa todo esto.

—Lizeth y Harry empezaron a salir hace poco —confesó Samara.

—Lo sé —Le miró preocupado—, me pidió que ya no le pagara por cuidarla porque era algo que él deseaba hacer. Sólo pidió disponibilidad para ella y se la di.

—¿Te renunció? —preguntó asombrada.

—No como tal, pero después de esto creo que deberé despedirme de él.

—¿En qué sentido Axel? No me asustes.

—En que dudo que quiera seguir arriesgándose si no es por ella.

—El amor nos cambia —susurró Samara.

—Mucho —respondió, pensativo.

Tras unas horas después de comer Harry tomó conciencia despreocupando a todos, y momentos después ambas amigas salieron a la sala de espera a hablar de lo ocurrido.

—Tú te quedarás con Harry, y yo iré a la realidad M —indicó Samara a su amiga—, de por sí ya corres peligro aquí.

—Dijo Nicolás que estará una semana aquí... Deberé pedir mis vacaciones en el trabajo —susurró Lizeth triste.

—No te preocupes, lo hablaré con el jefe.

—Gracias Samara —Sonrió con sus ojos llenos de tristeza—, te cuidas mucho, que si no, no soportaría otro dolor.

—Estaré bien —la tranquilizó—, aparte no me iré ahorita. Debemos planificar todo.

—¿Te vas a despedir verdad? Aunque sea minutos antes.

—Obviamente —Rió ella.

—¿Cómo irán?

—Axel tiene una idea, y Roy, el mecánico también ayudará.

—A ese no lo conozco —Rió Lizeth esta vez.

—Yo tampoco —confesó Samara en un susurro—, pero dice Axel que sabe lo que hace.

—Bueno, hablando de... ¿Ya son algo? —Le miró con una sonrisa pícara.

—Socios solamente —respondió ella entre dientes.

—Me duele la cabeza, dame tus pastillas mágicas —pidió Samara a su amigo mientras caminaban hacia la casa.

—Así se le llama a la droga Samara —Sonrió Axel—, mejor pide una pastilla para el dolor o cualquiera que te escuche te ofrecerá droga.

—Ay bueno, pero tú no eres cualquiera —susurró ella—. Con todo lo que pasó tuve que aguantarme y ahora me duele más.

—Ya vamos a llegar —le dijo mientras seguían caminando—, no vuelvas a aguantar un dolor de cabeza porque puede ser perjudicial.

—Pero estuve leyendo que a varios les da y tardan horas con él.

—¿Entraste a internet? —La miró curioso.

—Lizeth me enseñó cómo.

—Bueno, eso es verdad —continuó Axel—, pero no sabemos que tan fuerte sea tu sistema inmune siendo que vienes de otro lado. 

—Si no soy un extraterrestre —reclamó.

—Pero si una extrarealidadH —aclaró.

—Eso ni siquiera existe, lo acabas de inventar.

—Porque acabo de conocerte —se burló él.

—Es mentira.

—Bueno, lo acabo de analizar, ¿Si?

—De igual manera es tu culpa por obligarme a beber —bromeó Samara.

—Yo te vi muy contenta tomada, hasta viste una vaca —comenzó a reír.

La chica se sonrojó al instante, empujándolo levemente hacia un lado con su telequinesis.

—Cállate, pensé que si era.

—Vamos a comprar tu pastilla para el dolor —la jaló levemente del brazo hacia una farmacia que quedaba a una cuadra de su casa.

Antes de entrar al establecimiento, una llamada entró al celular de Axel, interrumpiendo su rumbo.

—Si quieres dime qué compro y yo voy —propuso ella—, atiende tu llamada.

—Naproxeno y paracetamol de doscientos cincuenta —dijo antes de tomar la llamada, indicando lo que le había dado la última vez—. Dime Roy.

Samara entró a la farmacia y no tardó mucho para volver afuera con Axel.

—¿Es esta? —preguntó, e inmediatamente se arrepintió al ver a Axel aún en la llamada— Lo siento, lo siento.

—Sí —contestó él girando hacia ella tras ver la pastilla—. Envíamelo por escrito, estoy ocupado ahora —finalizó la llamada para tomar el brazo de Samara y teletransportarlos a su casa, en la cocina.

—No estás ocupado —Le miró curiosa—, ¿Por qué le hablaste así?

—Estoy ocupado, contigo, no quiero que te vuelvas a casi morir en el intento de tomar una pastilla —Le sonrió pasándole un vaso con agua—. Con una vas a tener suficiente. La tomas y duermes media hora, y si te sientes mal, me dices, puede que te haga reacción.

—¿Reacción? —peguntó asustada—, ¿Por qué?

—Es normal, yo soy alérgico al ibuprofeno, para desinflamar algo tomo otra cosa. 

—No entiendo de medicinas —susurró Samara.

—Lo sé, me refiero a que así es aquí. Te das cuenta a que eres alérgico cuando ya te hizo reacción.

Samara asintió tratando de comprender lo que Axel le había explicado; después de tomar la pastilla se teletransportó a su habitación a darse un baño para dormir tal cual le había indicado. Mientras, Axel seguía revisando los documentos de la OIES en su estudio, con la puerta abierta de la habitación por cualquier emergencia de parte de Samara. 

Dieron las cuatro de la tarde, había pasado no media, sino una hora desde que Samara había dormido, y por ello, Axel se tomó la libertad de entrar a su habitación a despertarla. La vio dormida sin una manta, con el celular en su mano izquierda y su mano derecha sobre su frente, palma arriba, y una sonrisa en su rostro. 

—Que linda es —susurró sonriendo—. Samara, despierta —le habló suavemente al oído para no alarmarla. 

La chica abrió sus ojos lentamente, confundida.

—¿Qué pasó?, ¿Dormí de más?

—Todo bien, ¿Cómo te sientes? —preguntó Axel sentándose en un costado de la cama, mientras Samara se reincorporaba en esta misma.

—El dolor se fue, ahora tengo sueño —se quejó.

—Son las cuatro de la tarde, debemos ir a un lugar —comentó—, llegando podrás dormir.

—¿Debemos?, ¿Trabajo? 

—Se podría decir —Sonrió él—. Te veo abajo en quince minutos. 

—Ya estoy lista —habló Samara bajando las escaleras tras los quince minutos, encontrando a Axel frente a ella—, ¿a dónde vamos?

—Con Roy, para la máquina —respondió.

—Bien, andando —dijo para seguir caminando, acto que no le fue permitido al sentir la mano de Axel en su muñeca—, ¿qué sucede?

—Lo que me interesaba ya está resuelto, la máquina puede esperar —le dijo viéndola a los ojos—. ¿Vamos a seguir ignorando el hecho de que dormimos en la misma cama?

El pulso de Samara se aceleró tras esa pregunta, haciéndole sentir nervios y bajar la mirada hacia todos lados, evadiendo los ojos de Axel.

—¿Si? Siempre pasa, te duermes ahí tras estar un rato conmigo.

—¿Cómo fue que llegamos ahí? —fingió pensar, confundido—, Si estábamos en la sala.

Samara se quedó en silencio, tratando y logrando recordar un poco de lo que sucedió la noche anterior.

—Oh por Dios —dijo viendo a Axel, avergonzada, cubriéndose el rostro con ambas manos—, ¿qué fue lo que pasó?

El chico sonrió tomando ambas manos de la chica, para bajarlas y entrelazarlas con las suyas.

Samara seguía evitando la mirada de Axel, mientras que él sonreía nervioso.

—Mirame —ordenó, haciendo que Samara levantara su mirada hacia él—, creo que ya no debemos dejarlo pasar.

—Estaba ebria, lo siento —habló Samara.

—Sí, yo también. Pero los besos anteriores fueron en nuestros cinco sentidos.

—¿Había necesidad de mencionarlos y complicar todo? —preguntó en un susurro.

—De acuerdo, no complicaré más las cosas —Sonrió soltando sus manos—. Vamos que Roy nos espera.

Y así, salieron de la casa directo al auto. Samara con nervios al mil, y Axel, con un poco de molestia por dentro.

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