23-Veintisiete vidas distintas
Londres realidad M. Hace 15 años...
—Las pruebas están listas —habló una de las trabajadoras al espectador.
—Perfecto, enciendan la máquina —ordenó el espectador a los de laboratorio—, veamos qué logramos hacer con ellas.
—Son una infinidad de realidades jefe —habló Master—, de veintisiete realidades cada una se extiende por la infinidad de números que existen, incluso el número cero.
—Tomemos esas veintisiete —ordenó nuevamente el jefe—. Una cápsula a diez niños de cada una y tres hombres dentro de los siguientes años en esta misma.
—Entendido —El laboratorio acató la orden y comenzaron a entrar y activar las máquinas para viajar entre las realidades que habían descubierto.
Realidad A-0, Realidad B-0, Realidad C-0, Realidad D-0, Realidad E-0, Realidad F-0, Realidad G-0, Realidad H-0, Realidad I-0, Realidad J-0, Realidad -0, Realidad K-0, Realidad L-0, Realidad M-0, (La cual era su realidad de origen), Realidad N-0, Realidad O-0, Realidad P-0, Realidad Q-0, Realidad R-0, Realidad S-0, Realidad T-0, Realidad U-0, Realidad V-0, Realidad W-0, Realidad X-0, Realidad Y-0, y finalmente, Realidad Z-0.
Sucesivamente los números cambiaban hasta una infinidad de realidades, pero la organización había decidido ir paso a paso, así pasaran años.
Realidad H-0.
—Con este medicamento sanará en menos de un mes —recetó el doctor, una pastilla verde esmeralda, a un niño de cuatro años con gripe en fase terminal.
—¿Sería todo? —preguntó la madre del niño, quien lucía preocupada.
—Claro que sí, no se preocupe, porque su embarazo podría perjudicarse debido a ello —aconsejó—, ¿Me da los datos del paciente?
—Axel Stanley, cuatro años —respondió el padre.
—Le recomiendo venir en unos meses para revisar que la bebé no se contagie —indicó el doctor tras entregar la receta y el medicamento.
—Muchas gracias doctor —La familia salió del consultorio del nuevo doctor de la ciudad, con esperanza de que él pudiese curar a su único hijo hasta ese momento.
No pasaron ni quince días cuando la fama de ese consultorio había incrementado gracias a ellos, que aseguraban que les había salvado la vida no sólo a su hijo, sino a la pequeña bebé que había nacido con problemas respiratorios.
Realidad H, actualidad.
—Tengo respuestas —Samara se sorprendió al ver entrar a Axel de esa manera a la habitación.
—¿Qué? —preguntó encendiendo la lámpara de noche de su tocador.
—Sobre esos hombres y tu realidad.
—Axel, son las cuatro de la mañana —se quejó la chica frotando sus ojos para poder despertar.
—Es temprano, ya levántate y mira esto —ordenó encendiendo las luces del lugar sin utilizar sus manos.
—¿Tú hiciste eso? —preguntó la chica aún más confundida.
—Concéntrate —habló aventando los papeles a la cama para después sentarse en esta misma, junto a Samara.
—¿Qué es todo esto?
—Una tableta con los datos, y un cuaderno con ecuaciones que tuve que hacer para lograr entenderlo todo —susurró él, aún sorprendido—, esto es increíble Sam.
—Pero ya dime, hombre, que no entiendo —reclamó, curiosa.
—Nos conocimos por una razón de compatibilidad, y esto fue gracias a ellos.
—¿Gracias a quienes, Axel?
—A los de tu realidad, quienes se escudan tras el nombre Organización de Investigación Experimental Sobrenatural —explicó Axel.
—¿No has dormido nada? —insistió ella.
—Hay una infinidad de realidades —siguió, ignorando su pregunta—, estamos en la letra H, la tuya es la M.
Samara escuchaba atenta, tratando de entender algo, evadiendo el sueño que sentía.
—¿Y cuántas hay?
—Una por cada letra que existe, y cada letra tiene, al parecer, un número.
—¿Cómo sabes todo eso? —preguntó confundida y asombrada ella.
—Bastó hacer sólo unas cuantas operaciones tras leer los documentos de su organización —continuó—, te los dejo para después, si quieres.
—¿Por qué hiciste eso?, ¿Por qué no sólo dormiste y esperaste hasta la mañana?
—Porque me interesa que estés bien, y entre más rápido sea, mejor para mi —Sonrió él—, además, no tenía sueño y no tenía algo más que hacer.
—¿Pero eso qué tiene que ver con que quieran experimentar conmigo? —siguió el tema Samara.
—Esto —habló Axel pasándole una carpeta con papeles en ella.
La chica abrió esta misma y leyó la primera hoja que había.
Experimento OIES. 2007
Cápsula extraordinaria.
Insertar una en el organismo de al menos diez habitantes por realidad hasta notar algún cambio y fortaleza en el ADN de algún sujeto de prueba, para poder llevar a cabo la experimentación y llegar al resultado exitoso que se desea.
—¿Qué demonios es esto? Tratan a los humanos como animales y sujetos de pruebas —exclamó molesta.
—Por lo que veo, así es.
—Entonces no fue algo del destino —lo miró con lágrimas en los ojos—, ellos lo hicieron.
—Debemos acabar con esto —habló él.
—Gracias a ellos mi familia está muerta —siguió Samara—, todo este tiempo pensé que había sido mi culpa.
—Voy a decir algo que probablemente no va a gustarte.
—Entonces no lo hagas —susurró Samara.
—Tenemos que ingresar a la realidad M.
—¿Qué? —gritó atónita—, Vengo huyendo de ahí Axel, sería servirles en bandeja de plata sus objetivos.
—No será así, no dejaré que te pase nada —la tranquilizó—, y no digo que lo hagamos justo en este momento tampoco. Hay que prepararnos.
—No quiero, no quiero volver ahí —Le miró Samara, asustada.
—Hay que cortar el problema de raíz si es posible —dijo él esta vez, tomando ambas manos de la chica entre las suyas—, de igual forma iré. Me acompañes o no. Aunque me sea más difícil.
Samara bajó la mirada, pensativa y nerviosa.
—Mírame —ordenó Axel, pero ella no lo hizo—, Samara.
—Ya maté a dos de ellos allá porque querían a Lizeth —susurró—. Mis sentidos se fueron con tal de salvarla... no quiero revivir esa escena.
—Estaremos bien Sam, ¿Cuándo te he puesto en peligro?
—Básicamente todo el tiempo —Levantó su mirada sonriendo.
—No es verdad, si supiera que no puedo protegerte no te llevo conmigo.
—Ajá —Lo miró Samara incrédula.
—Soy un asesino, pero no soy Natasha —se burló junto con ella—. Seguiré investigando, tu duerme.
—No quiero dormir ahora —respondió ella—, quiero saber más.
—Yo también, por eso seguiré.
—Axel —se quejó de su sarcasmo.
—No me iré de aquí si no quieres —El chico le sonrió y ella asintió, apenada.
—Te daré apoyo moral, porque no entiendo un demonio esas ecuaciones —Rió ella.
—Peor es nada —siguió la broma.
Porque en el fondo, muy en el fondo -o tal vez no tanto-, amaba estar a su lado.
—No entiendo Lizeth, ¿Harry? —preguntó asombrada Samara a su amiga.
—Tenemos casi la misma edad —justificó.
—No, Harry tiene la edad de Axel.
—Y a ti te gusta Axel, ¿Cuál es el problema conmigo? —reprochó indignada.
—A mi no me gusta Axel, Lizeth.
—Ay Samara, te conozco, al menos niégame que te atrae —La miró la rubia con una expresión seria—, se nota a leguas la química que tienen.
—Eso suena muy ridículo —susurró Samara, recordando los cortos besos que ambos habían dado sin ninguna explicación—. Sólo somos socios.
—Estas sonrojada —gritó Lizeth riendo—, deja de negar lo que sientes, cualquiera se daría cuenta.
—¿Tú crees? —Sonrió ella, apenada a su amiga.
—No estás haciendo nada malo, tienes la oportunidad de ser feliz Sam.
—No me cambies el tema señorita Jones —reprochó esta vez Samara—, estamos hablando de tu beso con Harry.
—Yo ya acepté que me gusta, es tu turno.
—Tal vez sólo un poquito —Sonrió levantándose de la barra—, atenderé esa mesa, se ven hambrientos.
—De cuándo acá tan trabajadora —susurró Lizeth entrecerrando los ojos—, huye como cobarde.
Samara se alejó riendo para poder atender a los clientes, amaba su trabajo y pasar tiempo con su mejor amiga. Había decidido no decir nada sobre lo ocurrido en la mañana a su amiga hasta estar segura de aceptar la propuesta de Axel; ella sabía que era algo muy arriesgado y tampoco quería preocupar a Lizeth con algo que, probablemente, no sucedería. Planeaba hacerlo después, con calma.
Una de las puertas del restaurante se abrió de una manera tranquila que no logró captar la atención de los que estaban en este mismo, a excepción de Lizeth, quien se encontraba frente a ella y pudo ver de quién se trataba.
—Hola —saludó ella nerviosa.
—Vine a hablar sobre lo que pasó —habló Harry de manera seria.
—Estoy trabajando —Rió ella nerviosa.
—Dame una bebida entonces —Le sonrió de vuelta—, pero no pienso esperar más.
—Veme afuera en cinco minutos —propuso ella—, le diré a Samara que me cubra.
Harry sonrió antes de levantarse para salir del lugar, y al término de los cinco minutos previstos Lizeth se encontraba saliendo por la puerta de a lado del restaurante.
—¿Qué pasa? —preguntó llegando tras él— ¿Por qué tanta urgencia?
Él se giró lentamente para verla, ella se encontraba nerviosa y con miedo del rechazo de Harry, gracias a la primera expresión que había visto en su rostro al entrar.
—No quiero esperar más tiempo para hablarlo —comentó serio, antes de acercarse a Lizeth y tomar ambas manos de ella.
—Entonces habla —Sonrió nerviosa—, no sé si es bueno o malo y estoy a punto de desmayarme.
Harry soltó una de las manos de la chica para tomarla por la cintura y poder acercarla a él, dejando sus rostros a centímetros de distancia.
—No voy a disculparme, porque no me arrepiento.
—Yo tampoco —respondió ella tras una risa nerviosa.
—Me pareces una chica increíble, y muy bella. Y me gustaría, si me lo permites, intentar algo contigo —habló finalmente.
—Claro que sí —respondió Lizeth con una sonrisa enorme de alegría.
No esperaron más para juntar sus labios en un lento y delicado beso, mismo que segundos después comenzó a subir de nivel lentamente, y que fue interrumpido por una llamada de parte del celular de Harry.
—Es el patrón —se disculpó nervioso.
—Ah, pero él si puede —se quejó Lizeth mentalmente—, no pasa nada, ve, nos vemos después —Le sonrió antes de que ambos tomaran sus rumbos a su trabajo.
—¿Y qué sucedió? —preguntó Samara emocionada al ver llegar a Lizeth a la barra.
—Que chismosa —se burló de su amiga—, creo que vamos enserio.
Samara sonrió inmediatamente a su amiga antes de abrazarla emocionada.
—Que sean muy felices —dijo antes de separarse de ella—, y si te lastima, no me importará que sea de los mejores trabajadores de Axel —amenazó.
Ambas chicas rieron antes de seguir en su turno, hasta el término de este. Era día de cobro, y por ende, ya habían hecho planes para salir después de este mismo a la plaza.
—¿Crees en la teoría del multiverso? —preguntó Samara mientras caminaban por la plaza.
—¿Que si lo hago? —preguntó de vuelta Lizeth, irónica— Mira dónde estamos.
—Me refiero a... que en cada lugar existas tú con una vida totalmente diferente a esta.
—Es muy posible —sonrió ella—, ¿Por qué?
Samara se sentó en una de las bancas del lugar y Lizeth hizo lo mismo, confundida.
—Axel encontró algo esta mañana —comenzó a contar a su amiga, mostrándole en su celular la foto del archivo que le había entregado.
Tras unos segundos de haber leído, Lizeth miró a su amiga sorprendida.
—Sam... Mi mamá trabajaba ahí.
—¿Qué? —respindió atónita.
—Las piezas internas de la máquina tenían ese logo y las iniciales OIES —susurró asustada—. Dos años después de que yo naciera renunció y por ello la buscaban.
—No estoy entendiendo nada —habló Samara esta vez.
—Experimentaron con ella, creo que las cápsulas la hicieron con su ADN o no sé.
—Ella fue la prueba que detonó todo —susurró Samara.
—Son unos monstruos —La voz de Lizeth se cortó en ese último diálogo.
—Voy a cortar el problema de raiz —dijo Samara decidida.
—¿Cómo?
—Hay algo que debo contarte —Suspiró nerviosa, antes de comenzar.
—Definitivamente los dos están locos —exclamó Lizeth asustada—, ¿Ir los dos solos a la realidad M?
—Obviamente será con las medidas necesarias, ¿no, Axel? —Miró Samara al chico.
—Jamás dejaría que te pasara algo —Le sonrió él, haciendo que Samara se sonrojara.
—Voy a ignorar el hecho de que están coqueteando —Suspiró frustrada Lizeth—, sólo porque estamos en un tema que define si viven o no.
—Estaremos bien, no tienes de qué preocuparte —habló Axel esta vez—, y no le estoy coqueteando a nadie. Sólo busco la seguridad de mi socia.
—Eso —susurró Samara, un tanto nerviosa e internamente un poco triste tras el comentario de Axel—, estaremos bien.
—Es muy arriesgado Sam, mi casa la tienen en la mira, no hay a dónde llegues —indicó Lizeth nuevamente.
—Tal vez sí la hay —Sonrió nerviosa—. Pero Axel tendrá que lidiar con mi llanto todas las noches.
El chico la miró preocupado, y ella sólo sonrió.
—¿Tu casa?
—Así es —respondió—, conocen que estamos aquí, sería loco volver a mi casa porque podrían atraparme fácilmente, ¿no?
Ambos chicos asintieron atentos.
—¿Por qué volvería? No me creen tan tonta.
—Ellos —susurró Axel.
—¡Axel, te escuché! —se quejó Samara riendo, sacándole una pequeña sonrisa al chico—, no tienen en la mira mi casa. Es una buena opción.
—Independientemente dónde, no dejaré que te hagan daño —aseguró Axel.
—No estoy de acuerdo —habló Lizeth.
—Puedes investigar con nosotros —propuso Axel—, y si quieres ir Harry irá escoltándote.
—De eso no hay duda —susurró Samara en voz baja, suficiente para no ser escuchada.
—Con tal de saber a dónde y cuándo irán, acepto —respondió ella.
—No te voy a arriesgar —reprochó Samara—, no irás.
—Pero sí quieres ir tú, ¿no? —reclamó Lizeth—, vinimos juntas, volvemos juntas.
—Con Harry de escolta no creo que le pase nada. Es uno de mis mejores empleados —tranquilizó Axel a la castaña.
—Eso lo sé Axel —Sonrió ella—, pero suficiente tendré con que tu te arriesgues, ¿quieren que me de colitis nerviosa?
—Te escaneamos y ya —habló Lizeth esta vez, riendo.
—Por favor hay que traernos un escáner —se burló Samara—, la pastilla que me dió Axel casi me mata.
—Porque no tomaste agua Samara —justificó—, pasas pastilla con el agua.
—Bueno ya, es incómodo que se coqueteen así —gritó Lizeth—, ¿Vamos a investigar o no?
—Que nadie está coqueteando Lizeth —habló irritada Samara
—Esta vez yo sí lo hacía —soltó Axel de golpe—. Vamos al estudio.
—Te dije que dejes de hacer ese tipo de bromas —se quejó nuevamente Samara.
—Y yo te respondí que no me gustan las bromas.
Lizeth escuchaba atenta y emocionada por su amiga, tal declaración por parte de Axel, a pesar de que sabía que Samara no había captado la indirecta. Su amiga siempre se regía por lo real y lo directo, y si ella no lo comprobaba, tampoco solía creerlo ni ponerse en duda junto a sus principios.
—Vamos al estudio que debo ir a casa antes de que anochezca —interrumpió.
—Bien —respondió Axel subiendo las escaleras hasta el segundo piso.
Las dos chicas comenzaron a caminar, siguiéndole hasta el estudio.
—¿Y qué más encontraste? —rompió el silencio Samara.
—Hasta ahora sólo lo que tu sabes —respondió Axel tomando varios de los archivos.
Había encontrado más cosas, pero no quería contarle nada en ese momento hasta no estar totalmente seguro de ello, al igual que no quería preocupar a Lizeth, porque sabía que a Samara le importaba su bienestar.
—Lizeth dijo que su mamá trabajaba ahí —habló nuevamente Samara.
—¿Tu mamá no tenía poderes como Samara? —se refirió a Lizeth y ella asintió levemente, nerviosa—, ¿Y no la torturaron como querían hacer con Samara?
—Esque... No sé muy bien pero ella me decía que se escondía por romper un contrato —susurró Lizeth—, y que querían matarla.
—¿Será que el contrato eran los experimentos? —Le miró Axel, pensativo.
—No, para ello no te preguntan —explicó Samara—, te dicen que al tener poderes eres de su propiedad.
—Ahora entiendo menos —susurró irritado Axel—, tomen, lean estos documentos mientras hago unas operaciones.
—¿Qué tienen que ver las matemáticas en esto? —preguntó Samara confundida.
—Todo Sam —Le sonrió Axel antes de que ella tomara los archivos para comenzar a leerlos.
La noche se hacía presente tan sólo unas horas después de haber estado investigando a la OIES, Lizeth se había ido a su casa y Axel y Samara se encontraban cenando sushi mientras veían la televisión.
—Esto es aburrido —se quejó Samara— ¿no podemos ver otra cosa?
—¿No te gusta el terror? —se burló Axel.
—Suficiente tengo con el de poder morir día a día.
Y no es que lo dijera con preocupación, para Samara ya era algo totalmente normal vivir con miedo, y no se había percatado de ello a pesar de haberlo dicho en voz alta. Axel se quedó en silencio unos momentos antes de tomar el control y poner el catálogo de los programas.
—Elige entonces —Le miró con una sonrisa, ignorando lo que acababa de escuchar.
Lo que menos quería era incrementar ese sentimiento que su amiga estaba sintiendo en ese momento.
—¿Te gusta la acción? —le preguntó ella.
—Me gustas tú —pensó él.
—Claro —Sonrió ante tal pensamiento—, buscaré algo de beber.
—Por favor vino no —pidió—, aún siento el dolor de cabeza.
—¿No se te quitó? —preguntó preocupado—, tal vez tu organismo no es compatible con el medicamento. De igual manera no debió durarte tanto... Si me hubieras dicho desde el principio yo...
—¡Axel! —gritó Samara riendo—, era un decir.
—Me la creí —Sonrió apenado—, por un momento lo dudé.
—Lo siento —Le sonrió ella.
—¿Por qué?
—Por preocuparte...
—Traeré vino por venganza —susurró lo suficientemente fuerte para que Samara le escuchara.
—Tendrás que aguantarme mañana —gritó defendiéndose.
—Lo hago todos los días —le respondió de vuelta riendo.
—Grosero —susurró Samara con una sonrisa.
—¿Segura no quieres ni un trago? —Llegó con una botella de vino tras unos cuantos minutos.
—Eres un vicioso, no me arrastres contigo —se burló ella.
—Bueno, te traje jugo de manzana —Le extendió un vaso con el cartón—, pero podemos guardarlo para la mañana.
—¿Cómo es que te soporto todos los días? —se burló Samara arrebatándole la botella.
—Lo mismo me pregunto diario —Le sonrió inocentemente.
Y fue ahí donde, como un destello de la realidad, le hizo saber a Samara lo que su amiga llevaba tiempo diciéndole. Se estaba enamorando de Axel, y tuvo miedo, miedo de perderlo todo otra vez.
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