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0.5- Rastreando el problema

𝐑𝐞𝐚𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐌. 𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚.

Entre las veintisiete realidades que parecían existir en el universo, se encontraba la realidad M, donde se encontraba el laboratorio de la Organización de Investigación Experimental Sobrenatural, en esta misma el ambiente se encontraba tenso entre todos los integrantes presentes, que esperaban noticias sobre el proyecto actual.

—¿Tuvieron noticias sobre la chica? —preguntó el jefe de área en el laboratorio, a quien llamaban "El espectador".

—Ninguna —respondió un poco nervioso el encargado del proyecto, que tenía un puesto más abajo del espectador—, al contrario, están desapareciendo nuestros hombres en los demás lugares.

—¿Es cierto eso? —habló el jefe con molestia hacia los demás, a lo que todos asintieron— No puede ser que no puedan con una simple mocosa.

—Es muy poderosa —respondió el encargado—, no es cualquier sujeto.

—No me interesa, 𝐦𝐚𝐬𝐭𝐞𝐫 —le recalcó su sobrenombre—, los quiero aquí antes de mi día de descanso o gritaré el nombre de cada uno de ustedes para que los asesinen.

—Entendido —gritaron todos al mismo tiempo mientras se ponían a trabajar.

En esa organización, nadie mas que el espectador sabía la identidad de cada uno, estaba totalmente prohibido dar su nombre o información personal, por ende tendían a llamarlos por sobrenombres, y si alguien era descubierto, debía ser aniquilado en ese mismo instante.

El espectador salió de la habitación de experimentos y se dirigió hasta su oficina, donde tenía acceso a las cámaras del edificio y externas a éste, le mostraban la ciudad donde se encontraba y los sucesos que ocurrían en ella.

La tecnología para la capital estaba muy avanzada, aunque eso pocos habitantes lo sabían, pues disfrazaban esto para poder darse cuenta de quién era especial e inmediatamente comenzar a investigarle y llevarlo al laboratorio para experimentar. Para los inversionistas de la OIES era normal que se realizacen dichas pruebas, pues consideraban que teniendo dinero y poder podían hacer eso y más con la demás población, tenían todos los datos sobre cada investigación y eran felices sabiendo cosas que los demás, por ser de diferentes clases sociales, no sabían.

O al menos eso les hacían creer los dueños del laboratorio.

Un destello iluminó una de las cámaras que se encontraba en el computador de la oficina, esta mostraba una de las calles de la ciudad junto con algunas de las casas de la población. Inmediatamente el espectador tomó el teléfono para realizar una llamada al cuarto de investigación, proporcionó la dirección de la vivienda y pidió estar informado hasta en lo más mínimo. Estos destellos no eran usuales en la ciudad, más bien, no eran algo que podía ser creado por un corto eléctrico o algo que la sociedad tuviera a su alcance; se trataba de algo más técnico, algo que involucraba la tecnología del laboratorio, lo cual era peligroso para ellos y todos los de esa realidad.

No pasó más de media hora cuando uno de los agentes entró a la oficina del espectador para dar el informe, al leerlo inmediatamente se levantó y mandó a llamar a más agentes que se hicieran cargo del caso.

Mientras tanto, en esa misma ubicación que estaba siendo investigada se encontraba una chica a rubia llamada Lizeth, frente a una máquina creada con una tecnología altamente difícil para una chica de su edad; la chica había despedido a su amiga que viajaba hacia un mundo desconocido, para evitar ser descubierta, o más bien, atrapada, por la OIES, quien se encontraba tras ella hacía ya más de un año.

—Vamos Samara tú puedes —decía su mejor amiga detrás del portal.

—¿Crees que sea lo correcto? No estoy segura.

—¿Crees que quieran capturarte allá? —preguntó curiosa.

—Me da miedo lo que quieran hacerte a ti Lizeth.

—Samara, estaré bien, debes ser feliz.

—Pero yo no debería estar allá —Suspiró Samara, triste.

—Nadie define dónde debemos estar cuando se trata de felicidad —La abrazó despidiéndose—. Sé feliz linda, y mucha suerte.

—Voy a extrañarte mucho, ¿Por qué no vienes conmigo? —Propuso Samara a su amiga, ella negó entregándole un brazalete.

—Por el momento no tengo intenciones de ir, pero si voy me comunicaré contigo por esto.

—Está bien —dijo llorando— te adoro Lizeth.

Samara entró al portal y comenzó el conteo. 1…2…3…4…5…6…7…8…9…
0
Después del número cincuenta la máquina dejó de contar, lo que significaba que Samara, la amiga de Lizeth ya estaba en camino hacia otra realidad alterna. Estaba aliviada de que después de tanto trabajo finalmente habían conseguido su objetivo, pues no les había sido tan fácil esconderse del gobierno —que en este caso era la OIES— para que no las descubrieran y tampoco les fue sencillo leer los manuales que la madre de Lizeth había dejado ocultos para cualquier emergencia.

Ahora, la chica se encontraba sola nuevamente, se había negado a ir con Samara, ya que sentía que sería una carga para ella y su felicidad, y lo que más anhelaba en el mundo era que fuese feliz; Lizeth sólamente sería condenada a muerte por cubrir a su madre y a su amiga, pero a Samara la harían vivir una tortura. Estaba dispuesta a morir sin decir dónde se encontraba en este momento, y la verdad es que no lo sabía, y pensaba que no era relevante a este punto.

—La dueña de la propiedad se llama Lizeth —habló uno de los sujetos que investigaban a las dos niñas en ese momento, que se encontraba frente a la puerta de la casa— cubrió a su madre y a la niña.

—Hay que asesinarla —ordenó el segundo sujeto, pero ambos fueron golpeados en la nuca por el encargado del proyecto.

—No me hagan pedir su renuncia —amenazó— hay que hacer que hable primero.

Era la media noche, habían elegido el momento perfecto para entrar y capturarla, pues nadie salía a esa hora por más escándalo que se escuchara, todos sabían que si lo hacían, podrían resultar perjudicados.

En silencio, se infiltraron a la casa y subieron al segundo piso, donde la chica se encontraba durmiendo. Pasaron a la última habitación tras haber revisado las demás y ésta se encontraba con llave, sin embargo, Lizeth se encontraba del otro lado con un cuchillo en la mano derecha y en la mano izquierda tenía un bolso con sus cosas más importantes.

Ella no era una chica ingenua, sabía que el utilizar tanta tecnología en una casa podía atraer su atención, sin embargo nunca quizo confesarle a su amiga para que pudiese irse tranquila. Había estado despierta todo ese rato y observando las cámaras desde uno de sus brazaletes creados por ambas chicas, así se había dado cuenta de que no era la única en la casa.

Miró cautelosamente por la ventana y pudo ver que el patio se encontraba vacío, así que con cuidado abrió esta misma y comenzó a bajar por ahí para poder correr hacia otro lugar, donde tuviera más lugares dónde esconderse, pues el único escondite en su casa era el sótano y ahí se encontraba la máquina que habían construido, no deseaba que la encontraran.

Finalmente llegó hasta una bodega abandonada, se aseguró de que nadie la hubiese seguido y se escondió en uno de los rincones más ocultos de esta; ahí pasaría la noche y regresaría al día siguiente, estaba dispuesta a ir con su amiga, después de todo, era su mejor amiga, no quería dejarla sola y ella también quería ser feliz.

“—Nunca pensaste que… Si estamos en este lugar no es porque debamos estarlo, si no por un error en alguna línea temporal” —recordó aquellas palabras que le había dicho a su amiga hace tiempo.

“—¿A qué te refieres?” —le había preguntado Samara confundida.

“—Hagamos una máquina para viajar entre realidades o mundos paralelos, mi mamá era científica, podemos hacerlo, así escaparemos de aquí y seremos felices” —propuso Lizeth.

“—¿No crees que es malo? Digo, estaríamos invadiendo una realidad —" decía su amiga temerosa.

—Yo solo sé que para la felicidad no hay límites, ni hay algo bueno o malo —susurró Lizeth las mismas palabras que le dijo aquella vez a su amiga, antes de quedar profundamente dormida en aquel escondite.

A la mañana siguiente un ruido despertó a la chica, señal suficiente de que la habían encontrado, así que inmediatamente tomó sus cosas y a como pudo escapó de ellos dirigiéndose hasta su casa.

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