09. hallazgos
que matan.

            RIKAKO OBSERVÓ A KEN CON HORROR APÁTICO EN SU EXPRESIÓN POR LA VISTA QUE ANTE ELLA SE POSTRABA. él tembló en un terror mórbido por la misma razón.

            ─lo siento. ─fue todo lo que ken le dijo. las lágrimas corrían de las manzanas en sus ojos. la sangre disuelta debajo de él. dedos escarlatas clavados en su cuello. el chillido de un llanto bajo la piel, dura y monstruosa piel de un humano.

ken lucía exactamente como un niño pequeño
que había sido atrapado haciendo algo indebido.
y es que eso era en ese momento.
un niño pequeño atrapado.

            ─estoy. . . decepcionada, supongo. ─rikako confesó. se quitó la chaqueta y la colgó en el perchero. ken se quedó inmóvil, con un brazo puesto en la alfombra para apoyarse y la mirada llena de pánico─. hoy fue un día hermoso de otoño, también ─comentó, mientras se acercaba.

            sí, rikako estaba aterrada. su corazón latía a tal frecuencia que en cualquier momento podía haber salido disparado de su pecho, por no mencionar lo devastada que se sentía por el descubrimiento hecho. pero el pensamiento de quedarse sola era muchísimo peor en comparación al hecho de que ken era un ghoul.

una criatura de las noticias,
con un pecho lleno de
recuerdos de humanos y sombras.

            ─vamos, ve a bañarte. quiero ver las estrellas hoy. ─rikako tomó un trapo y se puso de rodillas, comenzando entonces a limpiar el piso. con una mano ya ocupada en su tarea, señaló el baño con la otra─. te toca hacer la lavandería después ─agregó, con la vista fija en el piso.

            ─¿no estás asustada? soy... ¡soy un ghoul! ¡podría arrancarte el cuello en un segundo! ¡quebrarte! ¡decapitarte con un golpe! ¡¿por qué no estás asustada?! ¡no lo entiendo! ─él gritó, escondiendo su cabeza entre sus manos. la sangre le había manchado el cabello y el rostro mucho más de lo que ya estaban.

            ─creo en lo que quiero creer. ─ella se encogió de hombros, alzando la mirada. ojos negruzcos sin una pizca de vida en ellos fueron los que se encontraron con los de ken─. y tú también deberías hacer eso. ─le señaló─. tienes razón, estoy aterrada. pero es mejor estar aterrada que estar sola. ─confesó nuevamente.

            él le vio. el sabor ácido en su boca no hizo nada más que evitar el sabor de sudor y lágrimas bajando de su barbilla. una sonrisa se asomó en sus labios; una nueva cascada de lágrimas creando el pánico en su corazón.

            ─yo– dame un momento. ─ken le pidió antes de correr al baño.

tal vez, sí tenía suerte.