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achtste - eighth

El torneo había culminado en una victoria épica para Países Bajos, quienes dominaron en cada enfrentamiento. En un despliegue de estrategia y trabajo en equipo, lograron vencer a Italia y Francia antes de enfrentarse a Alemania en una final intensa.

Cada jugador había contribuido, dejando claro que el concepto de fútbol total no era solo una teoría, sino una realidad en el campo. Con esta victoria, aseguraron su pase directo al Mundial Juvenil, un logro que celebraron con la pasión y el orgullo de quienes saben que el esfuerzo colectivo fue la clave de su éxito.

En la ceremonia, los jugadores alemanes recibieron sus medallas de plata con rostros serios, algunos con la mirada perdida, procesando la derrota, mientras que los jugadores neerlandeses brillaban de alegría, sosteniendo sus medallas de oro. El contraste entre los dos equipos era evidente: mientras uno trataba de asumir su derrota con dignidad, el otro disfrutaba de las recompensas de su arduo trabajo.

Entre la euforia y la celebración, Brian, con una sonrisa, se acercó a Marcy. Como en cada torneo que habían vivido juntos, se quitó la medalla de oro y, en un gesto que ya era casi un ritual, la colocó suavemente alrededor del cuello de Marcy. La emoción en sus ojos era innegable, un brillo que reflejaba no solo la felicidad del momento, sino el significado de ese simple acto.

Marcy lo miró, su sonrisa radiante iluminaba su rostro, mientras sus dedos rozaban la medalla. Para ella, este gesto iba más allá de un simple regalo; era una promesa silenciosa, un recordatorio de todo lo que habían compartido y de lo que aún les quedaba por vivir.

A veces, le costaba poner en palabras todo lo que sentía, pero en esos momentos, las palabras eran innecesarias.

—Me estresa que no sean nada cuando se tratan de esa forma.

Marcy, escuchó las palabras de su compañero, simplemente sonrió y se encogió de hombros. No necesitaba justificar lo que había entre ella y Brian, porque lo que tenían era suyo, y de nadie más.

Ella mejor acarició la medalla, miró a Brian, que seguía a su lado, con esa sonrisa fácil que siempre la hacía sentir segura, como si todo en el mundo estuviera en su lugar.

—Siempre me haces esto, ¿eh? —dijo Marcy, con voz suave.

Brian se encogió de hombros.

—Esto ya forma parte de nosotros, ¿no? Además, sé cuánto significa para ti. Y, si te soy sincero, me gusta verte con ella —respondió él, con una risa ligera.

Marcy se rió también, negando con la cabeza.

—Oigan, no se olviden de la foto grupal —gritó uno de los entrenadores, llamando a todos para unirse en el centro del campo.

Marcy y Brian se unieron al grupo, rodeados por sus compañeros de equipo. Todos levantaron sus medallas y trofeos, sonriendo para la cámara. El ambiente estaba lleno de alegría, un reflejo de todo el trabajo duro y la dedicación que habían puesto en el torneo.

Después de la foto, mientras el equipo comenzaba a dispersarse, ellos se juntaron de nuevo.

—Seguro ya no tienes ninguna en tu casa, Brian —dijo Marcy—. Debo encontrar algo que también yo pueda regalarte.

Brian sonrió, sacudiendo la cabeza.

—No es necesario, Marcy. Tu apoyo ya es suficiente para mí.

—Aun así, quiero hacerlo —insistió—. Ya pensaré en algo.

Brian la miró con una sonrisa.

—Lo que sea, estoy seguro de que será perfecto.

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Un Año Después

Un año desde la gloriosa victoria de Países Bajos, y los chicos seleccionados se encontraban inmersos en sus respectivos equipos, con frecuentes visitas al campamento de la selección. El mes siguiente daría inicio el Mundial Juvenil Sub-18, el último torneo que le faltaba ganar a esa selección juvenil para alzarse como la más grande de su época.

Afortunadamente, el auxiliar técnico, Dennis Kramer, se había recuperado y ya estaba de regreso para dirigir a la selección de su país. Desde el hospital, había observado con orgullo cómo Países Bajos conquistaba el torneo anterior. Esta victoria le había hecho sentir un profundo orgullo, y desde entonces comenzó a tratar a Marcy como su pupila estrella, eligiéndola para que lo acompañara en el próximo Mundial Juvenil Sub-18.

Sin embargo, la situación no era tan sencilla. El país que originalmente iba a ser sede del torneo se encontraba en guerra, lo que dejó en suspenso el destino del evento. Fue entonces cuando Japón intervino, ofreciendo ser el nuevo anfitrión del torneo. La única complicación era que el Mundial Juvenil se aplazaría dos meses.

—¿Japón...? —preguntó Marcy, sorprendida, al escuchar la noticia de Kramer.

Él asintió.

—Sí, Japón. Parece que será el nuevo anfitrión del torneo. Lo han organizado todo muy rápido, y aunque ha habido cambios, es una oportunidad para seguir adelante.

Marcy se quedó en silencio por un momento, pensando en la noticia. Había evitado a toda costa regresar a Asia, y ahora se veía obligada a hacerlo.

—¿Puedo negarme a ir? —preguntó Marcy, el tono en su voz era diferente.

Kramer parecía sorprendido por la pregunta.

—Marcy... sí, puedes —respondió él, con un tono serio—. Pero, ¿por qué querrías negarte?

Marcy dudó, buscando las palabras adecuadas. Su experiencia en Asia aunque había sido medio buena la idea de regresar le resultaba incómoda.

—Es solo que... no me siento completamente preparada para volver —admitió Marcy—. Mi tiempo en Asia no fue fácil, y la idea de regresar me genera una gran incomodidad.

Lo difícil para ella siempre seria volver a Japón, volver y ver a sus amigos, volver y ver a Mitsuru, pues la carta de Sooyoung le había generado ciertas inquietudes.

Kramer la miró con comprensión, asintiendo lentamente.

—Entiendo cómo te sientes —dijo—. Regresar a un lugar que te trae recuerdos difíciles puede ser complicado. Pero también quiero que sepas que estás en un equipo que te apoya y que esta es una oportunidad para demostrar lo que puedes hacer en un escenario internacional.

Marcy se quedó en silencio, contemplando sus opciones.

Y con ello Kramer le dio algunos días para pensarlo más seriamente.

Las noticias vuelan, y su negativa ante aquella solicitud se extendió rápidamente, hasta que llegó a oídos del rubio, así que, sin pensarlo dos veces, se dirigió a la casa de Marcy.

Al llegar, tocó la puerta y esperó con cierta ansiedad. Marcy abrió y se sorprendió al ver a Brian ahí, sin previo aviso.

—Brian... ¿qué haces aquí? —preguntó, aunque ya intuía el motivo de su visita.

Brian entró sin esperar a ser invitado, su expresión era seria.

—Necesito hablar contigo, Marcy —dijo, cerrando la puerta tras de sí—. ¿Es verdad que no quieres ir al Mundial Juvenil?

Marcy no supo qué decir al principio, ella podía sentir el peso de sus propias dudas y miedos.

—Es complicado... —empezó a decir, pero Brian la interrumpió suavemente.

—¿Es por el japonés? —preguntó directamente, mirándola a los ojos.

Marcy sintió que su corazón daba un vuelco. No quería hablar de Mitsuru, no ahora, no con Brian.

Brian suspiró y, tras un momento, formuló la pregunta que más le preocupaba.

—¿Te sigue gustando?

Marcy sintió que el aire se volvía más denso. No quería responderle, pero sabía que el silencio prolongado podría darle a Brian una respuesta falsa.

Marcy le dio una respuesta.

—Entiendo —dijo Brian finalmente, solo le dedicó una sonrisa.

Y con ello Marcy se negaba completamente a viajar hacia Japon. Pero siempre pasan cosas que no entraban en los planes de nadie.













hagan sus apuestas, ¿qué creen q marcy le contesto a brian?

SOLO QUEDA EL EPÍLOGO + el Marcy habla general🙈.

disfrute mucho de escribir esta historia, pq casi todo fue muuuuy 💗💕🙈💖💌 y JAMÁS había escrito algo así, y tipo creo q se miraba en "Keopi", de cierta forma me incomodaba y por eso en ese fic no toque mucho ese tema xdddd.

lo feo de todo es que para el siguiente libro falta un buen para publicarlo, ahorita nomas tengo el prólogo😭.

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