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ᯓ 𝗳𝗼𝘂𝗿

‎ ‎ᰍ  .  ° 𝗉𝗈𝗋𝗋𝗂𝖼𝗄𝗒 .   ˎˊ˗
: 𓏲𝜗𝜚 ๋࣭  ࣪ ˖✩࿐࿔ ꕤ

Emma se despertó sobresaltada con un nudo en su garganta y el cuerpo cubierto de sudor frío. La pesadilla, o más bien la visión, había sido tan vívida que aún sentía las imágenes arremolinándose en su mente.

Su respiración era entrecortada. Se llevó una mano al pecho, intentando calmarse, y se inclinó hacia la mesita para tomar las pastillas que siempre guardaba allí. Con un vaso de agua que ya estaba casi vacío, se tragó las dos píldoras de golpe y cerró los ojos, rogando que el temblor en sus manos cesara.

Pero un sonido la distrajo: sirenas. Emma giró la cabeza hacia la ventana buscando el lugar del que venía el sonido. Las luces azules y rojas de los coches de policía parpadeaban a lo lejos, iluminando su habitación. Sin pensarlo mucho, dejó el vaso a un lado y se puso de pie.

Apresuradamente, sacó un abrigo negro del perchero y se lo puso sobre su pijama rosa claro, ni siquiera molestándose en cambiarse. Antes de salir, cogió su bicicleta del porche y pedaleó siguiendo el sonido de las sirenas.

Los coches de policía la llevaron hasta el parque de autocaravanas y las casas más modestas del pueblo, donde vivía Max. Emma se detuvo un momento para recuperar el aliento, dejando su bicicleta detrás de un poste. Delante de ella, varios coches de policía estaban estacionados con las luces encendidas, iluminando la fachada de la casa de Eddie Munson.

Emma apenas tuvo tiempo de observar la escena cuando vio a Max, envuelta en un camisón azul claro saliendo de su casa. Rápidamente se acercó a ella.

—¿Sabes qué es todo esto? —le preguntó Emma, su voz apenas un susurro, mientras intentaba interpretar lo que veía frente a ellas.

Max negó con la cabeza, con desconcierto. Antes de que cualquiera de las dos pudiera decir algo más, la madre de Max apareció en la puerta, frunciendo el ceño mientras se cruzaba de brazos.

—El sobrino de Munson ya vuelve a dar problemas —dijo antes de dar media vuelta y desaparecer en el interior de la casa.

Emma y Max intercambiaron una mirada preocupada. Emma empezó a caminar hacia la casa de Eddie, con Max siguiéndola a unos pasos de distancia. El ambiente era más frío cuanto más se acercaban esquivando a los agentes que trabajaban en la escena.

Al llegar, Emma se detuvo en seco, clavando los ojos en la caravana. Allí estaba el cuerpo de Chrissy. La animadora yacía en el suelo y tenía sus extremidades dobladas con los huesos sobresaliendo de la piel. Y sus ojos, abiertos de par en par, estaban bañados en sangre. Emma tardó unos segundos en reconocerla. Estaba tan desfigurada que no parecía ella.

—Chrissy... —susurró Emma mientras su estómago se revolvía.

Max permaneció en silencio a su lado, con la mirada fija en el cadáver.

Pero de repente, una mano se posó en el hombro de Emma. Ella dio un respingo y se giró rápidamente sobresaltada.

—No os acerquéis aquí —les ordenó un oficial mirando a ambas con severidad—. Volved a vuestras casas.

Max asintió con torpeza, retrocediendo un paso mientras el corazón le martilleaba en el pecho. Emma, sin embargo, no movió un músculo, su mirada todavía seguía clavada en el cuerpo de Chrissy. Algo más grande estaba ocurriendo, y ambas lo sabían por más que quisieran negarlo.








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Emma y Max se detuvieron frente a la puerta de la casa de Dustin, intercambiando miradas nerviosas. No habían planeado qué decir, y la idea de enfrentarse a Dustin después de haberlo estado evitando durante semanas las hacía sentir aún más incómodas. Emma levantó la mano para tocar el timbre, pero dudó. Max le dio un leve codazo, instándola a hacerlo.

Emma finalmente pulsó el timbre y se escuchó un sonido breve. Después de unos segundos que se sintieron eternos, la puerta se abrió con un chirrido, revelando a Dustin. Él se quedó inmóvil, mirándolas con el ceño ligeramente fruncido, claramente sorprendido de verlas allí. El silencio se hizo pesado entre los tres. Emma se dio cuenta de que Dustin probablemente no esperaba verlas, y mucho menos juntas. De hecho, parecían ser las últimas personas que habría imaginado encontrar en su puerta.

—¿Podemos pasar? —preguntó Emma al fin, rompiendo el silencio.

Dustin parpadeó un par de veces, procesando la situación, y luego asintió lentamente. Sin decir una palabra, las guió hacia su habitación.

Cuando llegaron, él señaló su cama con un gesto, indicándoles que podían sentarse. Las dos chicas se acomodaron en el borde del colchón mientras Dustin cerraba la puerta y se apoyaba en su escritorio, mirándolas con curiosidad.

—¿Y bien? —preguntó finalmente, cruzándose de brazos.

Emma y Max intercambiaron una última mirada antes de que ambas comenzaran a explicarle lo que habían visto en la casa de Eddie Munson.

—¿Chrissy Cunningham? —repitió Dustin, incrédulo—. ¿Seguro que era ella?

—Sí —respondió Max asintiendo—. Llevaba el traje de animadora puesto. Es lo que tenía cuando la vi con Eddie.

Dustin frunció el ceño mientras se rascaba la nuca a la vez que procesaba la información.

—¿Se lo habéis contado a la policía? —les preguntó.

—No —respondió Emma, moviendo la cabeza rápidamente—. Pero si Max los vio juntos, seguro que no es la única persona que pudo haberlos visto.

—Tiene sentido —dijo Dustin—. Eddie, el bicho raro, con Chrissy, la animadora. Es una combinación... curiosa.

—Exacto —corroboró Emma.

—Todavía no lo han dicho en las noticias —añadió Max—. Pero te aseguro que es el sospechoso número uno.

Dustin bufó, agitando una mano como si quisiera disipar la idea.

—Qué tontería —dijo—. Eddie no ha podido ser. Ni de coña.

Emma y Max lo miraron con escepticismo, pero Dustin levantó las manos, exasperado.

—¡Ni de coña! —insistió.

—Bueno, no podemos descartarlo todavía —le dijo Max con cautela.

—Yo lo descarto —replicó Dustin, cruzándose de brazos.

—¡Dustin! —exclamó Max, perdiendo la paciencia.

—Mirad, vosotras no le conocéis como yo, ¿vale? —respondió Dustin, con un tono defensivo. Emma suspiró, pero no lo interrumpió—. Cuando llegamos al instituto, Lucas se juntó con los del baloncesto, pero Mike y yo nos quedamos solos. Nadie nos hablaba. Nadie excepto Eddie.

—Ya, pero eso mismo decían de Ted Bundy —intervino Emma con un deje sarcástico—. "Es un tío súper majo, pero luego sale a matar mujeres los fines de semana."

Dustin la miró, ofendido.

—¿Estás insinuando que Eddie es como Ted Bundy?

—No, no insinuo nada —le dijo Emma, levantando las manos en señal de rendición—. Solo digo que no podemos dar nada por sentado, ¿vale? Pero esto no pinta bien para Eddie.

Dustin suspiró, frustrado.

—¿Por qué no se lo habéis dicho a la policía? —les preguntó de nuevo.

Emma y Max intercambiaron otra mirada incómoda. Finalmente, Max se encogió de hombros.

—Eh... no lo sé.

—¿No lo sabes? —repitió Dustin con incredulidad.

Max miró al suelo, jugando con los bordes de su chaqueta antes de hablar.

—Después de ver a Eddie y a Chrissy entrar en la caravana, pasó algo más. Escuché a Eddie gritar y luego lo vi saliendo solo, subiendo a su furgoneta y largándose de ahí.

Dustin la miró expectante.

—No me pareció raro ni nada por el estilo —continuó Max con voz baja—. Eddie siempre hace cosas raras, pero... esta mañana, después de ver a Chrissy, Emma y yo hemos pensado que tal vez... no sé...

—Puede que a Chrissy la haya matado otra cosa —intervino Emma, aunque su voz tembló un poco al decirlo—. Pero es imposible, ¿no?

—No lo sé —dijo—. Solo hay una persona que sabe lo que pasó.

Emma y Max asintieron al unísono.

—Eddie.

Se levantaron de la cama al mismo tiempo, y los tres salieron de la habitación de Dustin.

—¿Se lo habéis contado a alguien más? —les preguntó Dustin.

—No —respondió Emma, sacudiendo la cabeza—. No hemos encontrado ni a Lucas ni a Nancy y Mike está en California.

Al llegar al salón, la madre de Dustin los vio pasar desde el sofá, donde estaba sentada viendo la televisión.

—¿Dónde vas? —le preguntó a Dustin, alzando una ceja.

—A casa de un amigo —le respondió Dustin con rapidez.

—He oído en las noticias que no es seguro salir —le dijo su madre con preocupación.

Dustin le dedicó una sonrisa fugaz mientras abría la puerta.

—Tendremos cuidado. Te quiero.

Antes de que ella pudiera decir algo más, cerró la puerta tras ellos.








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La puerta del videoclub se abrió con un golpe, haciendo que el pequeño timbre colgado sobre ella tintineara. Emma, Max, y Dustin entraron casi corriendo. Detrás del mostrador, Steve y Robin estaban sentados frente a la diminuta televisión mirando en las noticias.

—¡Eh, Steve! —dijo Dustin, casi sin aliento—. ¿Cuántos teléfonos tenéis aquí?

Robin y Steve se giraron para mirarlos.

—¿Habéis visto esto? —preguntó Steve, señalando la televisión con el mando—. Han matado a alguien.

—¿Cuántos teléfonos tenéis? —repitió Dustin con impaciencia.

Steve parpadeó, desconcertado por la prisa del chico.

—Ah... dos, ¿por qué?

—Tres, si cuentas el de la trastienda —intervino Robin.

—Con tres nos vale, ¿no? —dijo Emma, mirando a Dustin, quien asintió.

Antes de que alguien pudiera reaccionar, Dustin se quitó la mochila y la lanzó sobre el mostrador, haciendo que algunas cintas apiladas cayeran al suelo. Acto seguido saltó detrás del mostrador, provocando las cintas se desparramaran por el suelo.

—¡No, no, no! ¡Mis cintas! ¡No, tío! —exclamó Steve, inclinándose para intentar salvar algunas—. ¿De qué vas?

Dustin ignoró las protestas, ya sentado frente al ordenador del mostrador. Emma, mientras tanto, se acercó a él para observar lo que hacía.

—Montamos la base de operaciones —anunció Dustin, encendiendo el ordenador.

—¿Base de operaciones? —preguntó Robin, arqueando una ceja mientras recogía algunas cintas del suelo.

—¿Qué buscas? —intervino Steve, cruzándose de brazos y mirando a Dustin con desconfianza.

—El número de los amigos de Eddie —contestó Dustin, tecleando frenéticamente.

Steve soltó una carcajada sarcástica y apoyó un codo sobre el mostrador.

—Ah, Eddie —dijo con tono burlón—. Tu nuevo amigo que mola más que yo porque juega contigo.

—Céntrate, celoso —lo cortó Emma.

—Tíos, a lo mejor un lunes podríais venir a jugar aquí, pero hoy es sábado —interrumpió Robin, agachándose para recoger más cintas—. Es el día de más lío.

Dustin levantó la mirada un segundo, impaciente.

—Escucha, Robin, te comprendo, pero esto no puede esperar hasta el lunes.

Robin soltó un suspiro exagerado, dejando las cintas sobre el mostrador.

—¿Es una emergencia llamar a los amigos de Eddie? —preguntó con escepticismo.

—Por más absurdo que suene, sí —intervino Emma encogiéndose de hombros.

Steve soltó un resoplido.

—¿A quién estrangulamos primero? —bromeó.

—A quien quieras mientras me dejes estrangular a uno —respondió Robin.

Dustin los ignoró, y sin apartar la vista, levantó una mano para señalar a Emma y Max.

—¿Alguna de las dos puede explicar todo mientras yo busco? —les pidió.

Max tomó aire y empezó a contarles lo que había sucedido en la casa de Eddie Munson, desde el cadáver de Chrissy hasta su teoría sobre lo ocurrido. Robin dejó de recoger cintas y se quedó inmóvil a mitad de la narración, mientras Steve se cruzaba de brazos.

Cuando Max terminó de explicar todo, Emma se inclinó sobre el mostrador para ayudar a Dustin a buscar números en la pantalla del ordenador. Steve, por su parte, parecía más interesado en una chica que acababa de entrar.

—¿Puedo ayudarte con algo? —preguntó Steve a la joven, inclinándose sobre el mostrador con una sonrisa.

Robin, que estaba reorganizando las cintas que Dustin había tirado minutos antes, soltó un suspiro de exasperación. Emma, mientras marcaba uno de los números que habían encontrado, levantó la vista lo justo para ver la escena. Frunció el ceño y volvió a centrarse en el teléfono, pero no pudo evitar mirarlo de reojo.

—¿Hola? —Emma habló al auricular del teléfono, pero la llamada terminó pocos segundos después. Soltó un suspiro frustrado y colgó.

Mientras tanto, Steve seguía hablando con la chica, mostrándole una estantería llena de películas de acción.

—Si te gusta la aventura, Indiana Jones es una buena opción —le dijo él mientras la chica sonreía.

Emma dejó el teléfono en el mostrador con más fuerza de la necesaria al ver la actitud de la chica.

—Eh, tíos —interrumpió Max desde el otro lado de la sala, captando la atención de todos.

Dustin apartó las manos del teclado, Robin dejó las cintas sobre el mostrador, y Steve, visiblemente molesto por ser interrumpido, se giró hacia ella.

—Al parecer, Eddie le pilla la droga a un tío que se llama Porricky y a veces duerme en su casa —les dijo Max.

Emma frunció el ceño.

—¿Y dónde vive ese tal Porricky? —le preguntó Robin.

—Ese es el tema, que nadie lo sabe —respondió Max encogiéndose de hombros—. Es como... una leyenda, la gente no lo conoce.

—¿Y no saben su apellido? —intervino Dustin.

—No. Sólo Porricky, como si fuera su nombre artístico o algo así —respondió Max.

—Seguro que la poli lo sabe —comentó Steve desde el mostrador, como si fuera lo más obvio del mundo.

—¿A qué te refieres? —le preguntó Emma.

—Si ese tal Porricky es un auténtico traficante, seguro que lo habrán trincado en algún momento. Tienen que tenerlo fichado.

—¿La poli? —repitió Dustin, incrédulo—. ¿Esa es tu sugerencia?

—Bueno, llegados a este punto, deberíamos contarles lo que sabemos —les dijo Steve.

—Claro, Steve, ¿y de paso les decimos que somos los únicos que no creen que Eddie sea el asesino? —se rió Robin—. Seguro que les encanta esa teoría.

—No estoy segura de que la policía sea una buena idea —suspiró Emma pasando una mano por su frente—. Si Eddie es su principal sospechoso, van a asumir que sabemos dónde está. Y no sé vosotros, pero yo no quiero acabar en un interrogatorio.

Steve levantó las manos, defensivo.

—Eh, sólo digo que es una opción. No estoy diciendo que tengamos que correr al cuartel ahora mismo.

Dustin lo miró, claramente molesto

—¿Crees que Eddie es culpable? —le preguntó Dustin.

—Creo en la inocencia hasta que se demuestre lo contrario y todo eso —respondió Steve—. Pero tampoco podemos descartarlo.

—Eso es precisamente lo que intentamos hacer, Steve —intervino Emma, con un tono exasperado.

Dustin giró la cabeza hacia Steve, señalándolo con el dedo.

—Y a lo mejor tendríamos más suerte si pasaras menos tiempo intentando ligar y más tiempo buscando a Eddie.

Steve puso los ojos en blanco, ofendido.

—¡Eh, alguien tiene que atender a los clientes! —protestó.

—Sobre todo a las guapas, ¿no? —dijo Emma, frunciendo el ceño.

Steve se inclinó hacia ella, alzando las cejas.

—Eso no es verdad, ¿vale? —se defendió—. Yo atiendo a todas las clientas por igual, sean guapas o... menos guapas. Tenemos una selección muy amplia. Pero a veces la gente no sabe lo que quiere ver.

—Eso es —murmuró Robin mientras se acercaba al ordenador y empezaba a teclear rápidamente.

Max se acercó, intrigada.

—¿Qué haces?

—No necesitamos el apellido —le respondió Robin con una sonrisa satisfecha—. Hay 12 Ricks con cuenta en el videoclub.

—Son un montón de Ricks —comentó Emma, cruzándose de brazos.

—Pues vamos a ir descartando —dijo Robin, seleccionando el primer nombre—. Rick Alderman. Ha alquilado "Cortocircuito" y "Dumbo".

—Dudo que sea traficante y padre de familia —dijo Emma con sarcasmo.

—Rick Conroy. "Dieciséis velas" y "Tras el corazón verde" —Robin pasó al siguiente—. Rick Joiner. "La máscara", "Footloose" y "Grease".

Todos negaron y Robin siguió seleccionando nombres sin éxito hasta que finalmente llegaron al último nombre de la lista.

—Rick Lipton. "Aquel excitante curso", "Cómo flotas" y "Vendemos chocolate".

—Bingo —dijo Steve.

—¿Lipton? —preguntó Max, levantando una ceja.

Robin movió el ratón y leyó la dirección en voz alta.

—2121 de Holland Road.

—Eso está junto al lago —les dijo Dustin.

—En mitad de la nada —murmuró Emma, mirando a los demás—. El escondite perfecto.













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hola chicasss !! cómo andan ??

cuarto capítulo ya omggg, no sabéis lo emocionada que me tiene este fic.

¿qué os ha parecido este cap? max y emma por fin se han atrevido a hablar con dustin, lo amo demasiado diosss.

¿emma celosa? creo que ella aún no sabe que son celos, aún tiene que avanzar todo para que se dé cuenta de algunas cositas.

no os olvidéis de votar y comentar, ya que aunque parezca una tontería, un solo voto ya me motiva a seguir escribiendo.

besis, lai !!

ᯓ★ 𝗺𝗮𝗱𝗱𝘀𝗰𝗹𝗶𝗻𝗲

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