twenty five
Sus pies casi se arrastraban por el pasillo que la llevaría a su próxima clase. De su rostro cabía mencionar que cualquiera que le viera no intentaría ni siquiera abrir la boca para decir algo, puesto que el enfado se le escapaba por los poros.
Sin embargo, una pelinegra notó esto desde lo lejos y se dispuso a ir hacia la chica que parecía explotar en cualquier momento. Bajó las escaleras y la llamó desde ahí, esperando ser escuchada.
Con suerte pudo ser así, logrando que alzara su cabeza para verla y que su mirada cambiara inmediatamente a una más desanimada en lugar de molesta.
-¿Qué tienes?-preguntó Doyeon al tenerla cerca.
Lisa apoyó su espalda sobre el pasamanos de las escaleras, recargó sus brazos en el mismo y soltó un suspiro agotado. Su cuerpo dolía mucho.
-Si te digo que acabo de pasar casi dos horas leyendo en voz alta frente a todos, ¿me creerías? -preguntó casi susurrando.
-No necesitas decirlo, tu voz me lo acaba de confirmar -se apresuró a decir con expresión preocupada-. ¿Qué fue lo que pasó?
-La señorita Kim, ya sabes... -fue la única respuesta que dio, acompañada de un rodar de ojos.
-Dios, ni siquiera hace falta más explicación. Qué mujer más fastidiosa, luego debe preguntarse por qué todos hablan mal de ella y no le dan ni los buenos días, es tan... -se quedó callada de golpe al recordar lo que Lisa le había contado hace unos días-. Lo siento, me callo.
-Adelante, tienes mi permiso para decirle todo lo que quieras -sonrió amargamente-. Se lo merece de todas formas.
Doyeon sonrió apenas y negó con su cabeza, prefiriendo dejar de hablar antes de empezar a insultarla como era debido.
Tomó el rostro de Lisa y lo alzó ligeramente para dejar un corto beso en su mejilla, acariciando su cabello después.
Sin querer había provocado una punzada de dolor en el cuello de la menor, quien aún seguía sensible ante los movimientos repentinos, pero intentó disimularlo para no preocupar más a Doyeon.
Le sonrió al recibir aquella muestra de cariño y apoyo, sintiéndose un poco mejor ahora que alguien la había ayudado a distraerse aunque sea por unos segundos de lo que había sucedido anteriormente.
-Vamos, no quiero que entres tarde a la clase -dijo después de apartar su mano del cabello ajeno e instándola a que despegara su cuerpo del pasamanos para empezar a caminar-. Todo estará bien, estoy contigo.
-Gracias, de verdad -respondió, brindándole una mirada sincera.
-No es nada. Procura no hablar mucho en las próximas horas, no quiero que empeores -empezó a subir por las escaleras a la vez que señalaba hacia su garganta.
Lisa asintió y se despidió de la mayor agitando su mano en el aire. Se encaminó hacia el salón al que debía ir y en un rápido vistazo a su izquierda se encontró con la mirada distante de la señorita Kim, quien se había quedado parada sobre el pasillo a unos cuantos metros de distancia.
El solo verla le provocó la misma molestia que había logrado disipar hace unos segundos gracias a Doyeon.
No quería estar cerca de ella ni siquiera a esos pocos metros que las separaban, por lo que solamente le lanzó una mirada de evidente desprecio y siguió su camino a la entrada de salón.
Entró en él y se sentó silenciosamente en un pupitre del medio, sintiendo sus piernas contraerse con molestia aún, pero disfrutando de estar sentada por fin luego del tanto tiempo que se le privó. Colocó su mano bajo su mentón con la vista al frente cuando la clase comenzó.
De todo, lo que más dolía era su garganta, la cual le fue incomodando cada vez más con el pasar de los minutos. Y aunque por suerte no debía hablar en esa clase, no podía evitar sentirse afectada por el ardor en esta zona.
A medida que su maestra ahondaba en cómo se generaba la electrostática y los fenómenos ocurridos gracias a ella, la castaña empezaba a sentir cierto tipo de debilidad sobre su cuerpo, imposibilitándosele seguir prestando completa atención.
Sin querer, sus ojos se fueron cerrando poco a poco, mismos que se sintieron preocupantemente cálidos al hacerlo. A este punto, ya era bastante difícil ignorar el malestar que sentía.
Pasaron al menos quince minutos en los que se mantuvo absorta de la clase que se impartía frente a ella, quedándose en la misma posición que al inicio y siendo incomodada por un leve dolor en sus oídos que recién empezaba.
Logró escuchar muy lejanamente una voz llamar su nombre con insistencia, pero estaba tan sumida en su burbuja de concentración del dolor que no pudo reaccionar, sino hasta que alguien sacudió su hombro para llamar su atención.
Abrió los ojos inmediatamente ante el aturdimiento y se preocupó al caer en cuenta que seguía en el salón, pero que se había desconectado de todo por un largo rato que para ella parecía haber sido corto.
Con preocupación, miró todo a su alrededor en un intento de ubicarse rápidamente al presente. Al frente se encontraba su maestra, que era quien la había "despertado", por lo que Lisa alzó su cabeza para mirarla, esperando algún regaño o castigo de su parte, lo cual ya no sería novedad a estas alturas del día.
En realidad, no sucedió ninguna de las dos, ya que, al parecerle extraño el comportamiento de su alumna más responsable, se acercó hasta ella y posó su mano sobre su frente.
Al hacerlo, sintió el fervor que emanaba de su piel.
-Lisa, ¿te sientes bien? -se apresuró a decir con impresión-. Estás hirviendo.
-¿Hm? -preguntó con confusión y los ojos entrecerrados, palpando su propio rostro después-. Y-Yo... creo que no.
-Toma tus cosas, vamos.
-¡No! Le prometo que prestaré atención, no me saque del salón, por favor -abrió sus ojos completamente y pidió aquello con aflicción.
-¿Qué dices? Estás ardiendo en fiebre, te llevaré a enfermería -contestó con el ceño fruncido ante su reacción-. Pueden pasarte los apuntes luego, no te preocupes por eso.
Lisa tragó con fuerza al entender lo que estaba sucediendo y solamente asintió, tomando su mochila del suelo para ponerse de pie y empezar a caminar con su maestra.
Al salir, la mano de la mujer se cerró cuidadosamente alrededor de su brazo, llevándola consigo al lado mientras caminaban hacia la zona de la enfermería.
El camino se mantuvo silencioso hasta que llegaron, entrando cuando la enfermera se los permitió luego de ver cómo salía un alumno de otra sección con una venda puesta sobre un costado de su frente.
-Debo regresar para seguir con la clase, tú puedes hacerlo si te sientes mejor después de la revisión, ¿sí? -Lisa asintió en respuesta.
La maestra se retiró, dejándola a solas con la enfermera de la escuela en la pequeña sala de revisiones. Se sentó sobre la camilla y la mujer empezó a preguntar acerca de sus síntomas a la vez que los comprobaba por sí misma.
Lisa en realidad no le había comentado la verdadera razón del porqué se encontraba así, simplemente se excusó diciendo que estuvo mucho tiempo hablando debido a una actividad en su clase pasada, a lo que fácilmente fue diagnosticada con una simple afonía que había afectado algunos de sus otros sentidos.
Al escuchar eso, no pudo hacer más que volver a maldecir mentalmente a la señorita Kim por hacerla llegar hasta esa situación. Y todo por sus estupideces sin ningún tipo de sentido.
-Espera un momento aquí, iré por el medicamento que debes tomar. Al parecer se acabó por acá -dijo, mientras revisaba distintos estantes sin tener éxito-. Recuéstate, vuelvo enseguida.
Siguiendo aquellas indicaciones, descansó sobre la camilla en la que se encontraba sentada hace unos segundos, colocando uno de sus brazos por encima de sus ojos para impedir el paso de luz sobre ellos.
Solo podía sentirse cada vez más fastidiada por estar ahí sin necesidad de hacerlo, porque todo podía haberse arreglado de otra manera. Incluso pudo haber estado de acuerdo con no dirigirse ni la mirada en aquella clase, pero al parecer eso hubiese sido demasiado pedir para ella.
Sus pensamientos se convirtieron en palabras de repente al no poder contenerlos más, aprovechando que se encontraba sola en aquella sala.
-Es una infeliz. Ojalá su comida esté tan salada que le provoque una indigestión que dure días y no pueda regresar en un buen tiempo para no verla más -dijo en voz alta, a pesar de que la misma saliera con dificultad de su garganta.
El silencio le acompañó por unos segundos, dejándola de nuevo en cierta clase de rabieta que tenía que resolver por sí misma en lugar de estar descansando como se lo habían pedido.
El chirrido de la puerta cerrándose se hizo presente, escuchando unos cuantos pasos acercarse de a poco por la sala, hasta que se detuvieron cerca de donde se encontraba la castaña, aún con su brazo tapando su visión.
-¿Podrías repetir lo que dijiste? -tenía que ser una broma-. Digo, es que apenas puedes hablar, no logré escucharte con claridad.
Apartó el brazo de su rostro y volteó a su derecha, de donde provenía aquella voz que le tenía los vellos de punta.
Sintió su corazón empezar a latir con fuerza sobre su pecho, y no por las razones en las que lo había hecho antes, sino por la sorpresa combinada con molestia que estaba sintiendo en ese momento al verla parada ahí como si nada.
De brazos cruzados mientras se apoyaba con su hombro de la pared, la señorita Kim había aparecido ahí de un momento a otro, lo que la hizo mirarla con apatía desde la camilla.
-Pues límpiese los oídos la próxima vez porque no pienso repetirlo -respondió como si no se sintiera avergonzada de haber sido escuchada.
La señorita Kim rió al escucharla sin dejarse amedrentar por la chica, la cual apartó su mirada para volverla al techo y después cerrar los ojos en un pequeño intento de ignorar su presencia.
-Sigo sin escucharte bien, ¿qué decías? -dijo, fingiendo no poder hacer aquello.
-¡Ugh! ¿Qué es lo que quiere? -preguntó con hastío-. ¿Cómo supo que estaba aquí siquiera?
-Tus compañeros no son los mejores para quedarse en silencio sin un adulto presente -empezó a acercarse a donde se encontraba la menor-. ¿Por qué? ¿Tienes algún problema con que esté aquí?
Lisa sintió la presencia de la mayor cada vez más cerca, por lo que abrió los ojos nuevamente y se aseguró de esto, comprobando que se encontraba parada a solo unos pocos metros de la camilla.
-No solo uno, en realidad son varios.
-¿Ah, sí? -preguntó de manera casi burlesca, llegando al lado de la menor que seguía acostada.
-Sí, y el primero de todos es la razón por la que estoy aquí -respondió, alejándose cuanto pudo para demostrarle que no la quería cerca-. Todo es su culpa.
-¿Es mi culpa que entres como una cabra sin freno a mi clase y no traigas tus cosas contigo? -volvió a cuestionar con una media sonrisa.
La castaña se quedó callada por unos segundos, viéndola con los ojos entrecerrados ante su descaro. Se reincorporó mínimamente sobre la camilla, apoyándose sobre sus codos para sostener su cuerpo.
-Pude haber hecho todo eso que dice, pero aún así, creo que no merecía ese tipo de humillación que terminó trayéndome hasta aquí -espetó con resentimiento.
-Tienes que cumplir las reglas, lo sabes -se inclinó un poco para quedar a la altura de su rostro-. Sigues siendo una alumna después de todo.
-Solía ser su alumna favorita... -susurró con la voz quebradiza por el continuo ardor en su garganta-. Usted misma lo dijo.
-Y no he dicho que haya dejado de ser así.
Lisa negó con su cabeza en oposición a sus palabras, viéndola a los ojos cuando la tuvo de frente.
-Bueno, claramente no lo parece.
Ambas se quedaron en silencio ahora. La señorita Kim, por su parte, alzó una mano para tocar la mejilla de la menor, asustándose un poco al sentir la elevada temperatura que poseía su piel.
Lisa apartó su rostro con desgano al notarlo, sentándose sobre el colchón y dejando sus piernas colgando de él, a lo que la mayor volvió a buscar su mirada poniéndose al frente de la chica.
En un segundo separó sus piernas con cuidado y se ubicó dentro de ellas, tomando el mentón de la menor para obligarla a verla directamente. Le sonrió ladinamente cuando esta se dejó hacer aquello, pero de todas maneras decidió cerrar los ojos para evitar verle.
-Mírame -ordenó con severidad.
-No.
Jennie rió inevitablemente al ver que la menor no abría sus ojos y se negaba a hacerlo aunque se lo pidiera, por lo que inhaló profundamente antes de presionar sus labios sobre los contrarios, logrando su objetivo al sentir cómo Lisa reaccionaba inmediatamente y abría sus ojos con sorpresa.
Aquello había encendido todas sus alertas y había conseguido tensarla. Frunció el ceño hacia su maestra y la apartó ligeramente empujando sus hombros.
-¿Qué hace? -preguntó exasperada.
-Besarte, ¿no ves? -respondió la mayor con gracia.
-Lo sé, pero ¿por qué lo hizo?
-Justamente para que me miraras como lo estás haciendo ahora.
Lisa dejó salir un sonido de frustración de su adolorida garganta, rodando los ojos en cuanto vio a la mayor reírse de su reacción.
-No la quiero cerca de mí, por su culpa me duele hasta el alma -musitó con su rostro mirando hacia otro lado.
-¿Segura que no me quieres cerca? -se aproximó hacia su oreja para susurrar suavemente en ella-. Porque tu mano sobre mi pecho dice lo contrario.
La castaña pareció darse cuenta del lugar en el que tenía ubicada su mano, la cual no había apartado desde que había intentado alejar a la mayor y ahora se encontraba puesta más abajo de sus hombros.
Apretó sus ojos con arrepentimiento antes de negar con la cabeza, intentando contenerse de lo que quería hacer en ese momento y bajó su mano para ponerla detrás de su propio cuerpo.
Al abrir los ojos, notó la mirada de la señorita Kim sobre sus labios, además de sentir sus manos puestas sobre sus muslos, provocando que sus intentos por reprimir aquello que sentía se debilitaran fácilmente en cuestión de segundos.
Realmente trataba de mantenerse firme, pero la tensión que se había formado de repente entre las dos era imposible de ignorar y sentía la necesidad de terminar con ella de una vez.
Definitivamente odiaba eso.
La mayor no tenía ninguna intención de volver a acercarse, solo pretendía provocarla hasta que ella misma cediera por su propia mano para comprobar si podía mantener las cosas que estaba diciendo al azar.
Era así como funcionaba con la menor después de todo. Creía solemnemente que solo necesitaba un pequeño empujón para que sus más profundos deseos fueran capaces de escapársele.
Siendo así como Lisa finalmente luego de unos segundos más de lucha interna, soltó un pequeño grito de frustración y tomó el borde del cuello de la chaqueta de Jennie, apretando este con fuerza antes de atraerla hacia sí en busca de sus labios nuevamente.
El beso al que había dado inicio fue uno completamente diferente a todos los demás que pudieron ocurrir antes de ese preciso momento.
Este era una beso agresivo en su totalidad, no había ni un solo ápice de ternura o delicadeza en él, pues se trataba más de un roce desesperado entre sus labios y se sentía casi como si estuviese desquitando toda su frustración en ello.
Lo cual era así, pero no creía estar segura de saber si la frustración que sentía la menor se debía a la molestia que le habían causado sus acciones, o si se trataba de la frustración sexual que tanto guardaba en su interior y pocas veces manifestaba por sí sola.
Probablemente fueran ambas.
Sea como sea, agradecía a lo que sea que la había impulsado a besarla con gran ímpetu, pues sentía no querer separarse nunca de aquellos labios que emanaban tanta lujuria y beligerancia junta. Era simplemente fascinante.
Su cuerpo, además, desprendía una fuerte cantidad de hervor abrasador, logrando ser presa de ello inmediatamente al combinarlo con su propia incandescencia.
Era consciente de que aquello se debía a la alta temperatura corporal que poseía la menor por su malestar, pero eso no evitaba que le resultara completamente lascivo para la situación.
Por su lado, Lisa se encontraba en un choque mental en el que sus acciones no parecían concordar con sus pensamientos... pero sí con sus sentimientos.
Se encontraba devorando con tanta ansia y necesidad los labios de la señorita Kim, pues prácticamente el deseo se le escapaba hasta por los ojos, cuando lo único en lo que podía pensar era en cuánto odiaba aquello.
Odiaba no poder controlarse al tenerla de frente, odiaba estar molesta con la mayor y que aún así su libido incrementara con tan poco y tan fácilmente, pero sobre todo, odiaba tener que ceder ante la tentación que ella representaba, ya que realmente no encontraba otra manera de deshacerse de ello.
Ahora, respecto a sus sentimientos, podría decirse que en el fondo sí deseaba hacerlo, no le era ni siquiera mínimamente difícil estar tirando del labio inferior ajeno con furor por lo molestaba que estaba.
Sin embargo, se negaría a admitir en voz alta que estaba disfrutando de cómo su enojo colisionaba contra el deseo puro de la cercanía impropia, sintiendo cómo su cuerpo entero ardía, tanto de manera literal como figurativa.
Olvidándose del ligero dolor que aún se provocaba en sus brazos al realizar cualquier movimiento, desplazó uno de ellos hasta la parte superior de la mayor, ubicándose directamente sobre su cuello, en donde abrió su mano para adueñarse de él con posesión.
Tomó con una fuerza inofensiva el cuello ajeno y lo mantuvo firme entre su mano, para luego separarse del beso abruptamente.
Sus respiraciones se escucharon agitadas chochando entre sí, a lo que Jennie solo podía observar de manera retadora a la menor por la manera en la que la tenía presa de su agarre.
-Estoy esperando una disculpa, por cierto -dijo Lisa con el aliento aún ligeramente desequilibrado y su voz apenas audible.
-Pues ponte cómoda para seguir esperando, cariño -respondió con socarronería.
Lisa ejerció fuerza sobre su cuello al escuchar aquello, apretando sutilmente sin hacer daño a la mayor, pero de todas maneras sintiendo aquel escozor de amargura al no obtener lo que quería oír.
Al sentirse mínimamente intimidada, Jennie alzó una de sus manos también y la colocó sobre la parte baja de la cabeza de Lisa, enredando sus dedos sobre las hebras de su cabello para tirar de este unos cuantos centímetros hacia atrás.
Vio a la menor quejarse con la expresión en su rostro, a lo que ella contestó con un elevamiento retador de su cabeza, preguntando con la mirada si pasaba algo con lo que estaba haciendo.
Sabía perfectamente que tirar del cabello en aquella zona podía llegar a doler mucho, y si a eso le agregaba que la menor ya cargaba con cierto dolor en su nuca, era el punto perfecto de debilidad.
Si Lisa apretaba más sobre su cuello, entonces ella tiraría más de su cabello también.
-Estoy muy cómoda ahora, podría aprovechar el momento tan idóneo para hacerlo, ¿no cree? -declaró con una sonrisa ladina.
-No, no lo creo.
Jennie sonrió desafiante después de oponerse por segunda vez a la petición de la menor, consiguiendo que esta se encaprichara de nuevo y volviera a ejercer más presión alrededor de su cuello.
Como acto reflejo, ella tiró nuevamente del cabello castaño hacia atrás, negando la posibilidad de someterse ante la chica.
Al ver que ninguna parecía querer desistir en su objetivo, la señorita Kim impulsó la cabeza de Lisa hacia el frente, provocando que sus labios volvieran a juntarse en lo que fue su último impetuoso beso del día.
Con unos cuantos segundos de atracción mutua por el sabor de los belfos contrarios, ambas se mantuvieron en un constante brío que las llevó a gozar completamente del corto tiempo que les quedaba.
La mano que aún sostenía firme el cuello de la maestra se soltó en cuanto Lisa escuchó el cerrojo de la puerta hacer ruido en un intento de girarlo desde fuera, provocando que se apartara precipitadamente de los labios contrarios.
Y a pesar de haberlo oído también, Jennie se negó a alejarse en ese momento, por lo que volvió a tomar a la menor y a tirar de su cabello suavemente para después acercarse a su oreja y susurrar.
-No hemos terminado esto -dijo con severidad.
Justo antes de que la puerta se abriera enteramente, la señorita Kim soltó el agarre sobre la castaña y se colocó a una distancia prudencial de la camilla.
La enfermera entró cargando una caja plástica transparente en sus manos, en la cual podía verse a través distintos tipo de medicamentos.
Jennie se acercó a ella y le ofreció amablemente su ayuda con la caja, tomándola ahora con sus manos y llevándola hacia el escritorio que tenía a un costado de la sala.
-Señorita Kim, no esperaba verla por aquí -comentó con sorpresa.
-Sí, en realidad venía por algo para el dolor de cabeza, pero me encontré con Lisa aquí sola y estuvimos hablando un poco mientras usted regresaba -sonrió descaradamente.
-Cielos, una disculpa, tuve que ir hasta la segunda planta por un nuevo paquete de medicamentos -se excusó mientras abría lo recién mencionado.
Lisa todavía se encontraba sentada en la camilla, tratando de calmar todo en su interior, a la vez que ordenaba el pequeño caos en el que se había convertido su cabello y uniforme.
Sus mejillas rojas llamaron la atención de la enfermera, quien la observó por primera vez desde que había entrado. Se acercó a la chica rápidamente y le brindó un paño húmedo luego de prepararlo debidamente, colocándoselo sobre su frente.
A los segundos, Lisa reemplazó las manos contrarias sobre el paño y lo sostuvo con las suyas.
La expresión preocupada de la mujer le hizo gracia a la señorita Kim, pues al parecer pensaba que la castaña se encontraba roja por la fiebre, cuando la verdadera razón estaba completamente fuera de su imaginación.
-Creo que regresaré luego -dijo en voz alta, empezando a caminar hacia la puerta-. Que te mejores, Manoban.
La enfermera asintió, encontrándose distraída mientras ahora rebuscaba algo en la caja que había traído consigo.
A su vez, Lisa volteó hacia la mayor cuando escuchó su última frase, y con el paño siendo sostenido sobre su frente entrecerró los ojos con incredulidad para después sacarle la lengua a la mujer que estaba a nada de salir de ahí.
Jennie le guiñó un ojo antes de abrir la puerta y finalmente retirarse de la sala, dejando a una castaña irritada ante su poca vergüenza. Negó con su cabeza y volvió a recostarse sobre la camilla.
Claramente seguía molesta, de eso no cabía duda, pero tampoco desestimaba lo recién ocurrido. En el fondo le causaba cierta esperanza que las cosas pudieran ir mejor, aunque de manera diferente, pero mejor.
Poco después se reincorporó nuevamente en la camilla y bebió la tableta que se le había otorgado para su malestar.
-Te daré un pase para que puedas irte temprano hoy. Considero que descansarás mejor en tu casa -dijo la mujer mientras empezaba a llenar un formulario, seguido del permiso para que la chica pudiera retirarse.
Al escucharla, bajó de aquella cama con un saltito y celebró internamente que podría irse de ahí cuanto antes. Esperó a que la enfermera terminara de escribir y le brindara la pequeña hoja blanca después.
Agradeció amablemente cuando estuvo a punto de salir y cerró la puerta detrás de sí, comenzando a caminar por los pasillos que la llevaban hacia la salida, los cuales se encontraban completamente vacíos gracias a que todos seguían en sus salones por la hora.
Hizo una parada rápida en su casillero para guardar algunas cosas de su mochila, ignorando completamente el lejano bullicio que empezó a formarse al final del corredor de repente.
Pocos segundos después, su celular vibró sobre la base plana del metal en su casillero, anunciando una notificación de mensaje. Lo tomó para ver de qué se trataba, pero el sonido del timbre expandiéndose por todo el lugar la sobresaltó, desviando su atención del celular para apresurarse a terminar de guardar sus cosas antes de que los pasillos empezaran a aglomerarse.
Terminó de meter los últimos libros y cerró, asegurándose de haberlo hecho correctamente. Se colocó la mochila al hombro y comenzó a caminar rápidamente hacia la salida con su celular en la mano, el cual volvió a vibrar con otra notificación.
Esta vez, se detuvo cerca de la cafetería para averiguar de una vez quién o qué era lo que intercedía con insistencia su atención.
Todos empezaban a pasar en multitudes extensas a su lado, entrando a la cafetería con precisión, pues era la hora de almuerzo, a lo que Lisa simplemente se aisló unos cuantos metros y encendió su celular.
Cuando lo hizo, pudo notar las dos notificaciones apareciendo emergentes por la pantalla, pero tenían como emisor un número desconocido, lo cual le pareció extraño y decidió acceder a ellas para conocer de qué se trataba.
Al abrir la conversación se encontró con dos archivos de una foto y un video sin descargar, seguido de un último y único mensaje que consiguió helarle la sangre, acompañado de un ligero escalofrío.
Con su mano cubrió la pantalla de los laterales para empezar a descargar la multimedia que se encontraba al inicio.
Tragó con dificultad mientras esperaba, rogando que no fuera lo que estaba pensando, aunque todo parecía indicar que lo era.
La primera imagen terminó de cargarse y Lisa la abrió con temor, encontrándose exactamente con lo que menos quería. Sus manos empezaron a tiritar mientras seguía sosteniendo apenas el celular y pasaba con dificultad hacia el siguiente archivo.
El video empezó a reproducirse y solo bastaron unos cuantos segundos para que no quisiera seguir viendo ni uno más de él.
Apartó el celular de su vista, presionándolo contra su pecho para evitar que alguien más fuese a verlo.
Enteramente consumida por la angustia, sintió su garganta apretarse hasta el punto de asfixiarla por unos segundos. Tomó una fuerte inhalación para recuperarse y sintió sus latidos acelerarse en sobremanera.
Alzó su celular nuevamente y decidió leer por última vez el mensaje que aparecía debajo de aquellas pesadillas, pensando que podía desmayarse en cualquier momento, por lo que se apoyó con su hombro sobre la pared más cercana.
Con sus pupilas dilatadas y el miedo latente atacando su pecho, levantó su mirada hacia el frente por inercia, encontrándose con unos oscuros ojos que la observaban con un inquietante vigor desde la entrada de la cafetería. De brazos cruzados y con la expresión más impertinente que nunca nadie le había mostrado.
Pese a estar entre la multitud de estudiantes que seguían pasando a diferentes direcciones por su lado, Lisa solo consiguió negar con su cabeza discontinuamente, recibiendo una sonrisa cínica de su parte seguido de un asentimiento como respuestas, para después desaparecer de la vista de la castaña al entrar de lleno a la cafetería.
Apretó sus dientes en contención, sintiendo cómo su malestar corporal no hacía más que ir incrementando desde hacía varias horas como para que ahora explotara el detonante de su resistencia.
Se dio la vuelta y empezó a correr hacia la salida en un intento de huir de ahí lo más pronto posible.
Sus manos apretaban con fuerza los tirantes de su mochila a medida que se alejaba de la escuela, sin poder sacarse de la mente la escena de aquel video en el que podía verse a sí misma arrodillarse frente a la que era su maestra y la de muchos estudiantes más.
Aquello se repetía exasperantemente por su cabeza, y por más que intentara convencerse de que estaba imaginando toda esa tragedia, le bastaba solamente recordar aquel mensaje que volvió a provocarle estragos en el estómago.
Ni siquiera se había dado cuenta de que seguía prácticamente corriendo por la acera mientras se perdía en la desgracia de sus pensamientos, hasta que se detuvo cerca de un parque que se encontraba a unas calles de su casa, frenando de golpe al sentir el oxígeno comenzar a hacerle falta.
Apretó sus ojos intentando recobrar el aliento con dificultad, sosteniéndose del árbol que tenía a su derecha. Aquellas palabras, pero en específico aquel término que había utilizado para describirla, no paraba de dar vueltas desenfrenadamente por su cabeza.
De alguna manera lo había escuchado antes y sabía lo que significaba, pero jamás pudo imaginar que alguien fuese a enterarse de todo como para llamarla así.
Con frustración tomó su cabello para apartarlo del frente, dejando únicamente su flequillo ligeramente despeinado a su suerte. Sentía que necesitaba más aire del que estaba entrando por sus fosas en ese momento y aquello estaba sofocándola.
Aquel mensaje había sido lo suficientemente amenazador como para poner sus nervios de punta y lo suficientemente ridículo como para hacerla enojar más al mismo tiempo.
En el texto podía leerse de manera expresamente breve lo siguiente:
"Tienes hasta mañana a esta misma hora para convencer a Jisoo de que vuelva conmigo, si no quieres que toda la escuela se entere de que eres una teacher's pet."
Sí, evidentemente el universo tenía algo en su contra ese día.
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