thirty two
-¡Fue terrible! La peor vergüenza que he pasado en mi vida -la pelimorado cubrió su rostro con ambas manos, relatando con frustración.
-¿Acaso no sabes que para algo existen los seguros en las puertas? -preguntó su mejor amiga con obviedad, pero tentada a reírse de la desgracia de la chica.
-Sabes que no acostumbro a usarlo. Además, no planeé nada de lo que pudo pasar entre Rosie y yo, simplemente surgió en el momento, pero al parecer elegí el peor de todos -se lamentó, recostándose en el hombro de Lisa con exageración.
Lisa disimuló su risa para no hacerla sentir peor, y acarició suavemente su cabeza en consolación mientras veía transcurrir el partido de béisbol en la cancha frente a ellas.
De hecho, no era un lugar en el que se encontraran habitualmente un viernes por la tarde, pero con varias peticiones y propuestas materiales de parte de Doyeon, Lisa había aceptado seguir acompañándola a los entrenos restantes esa semana, incluyendo el último partido, que era precisamente ese al que había decidido estar presente con Jisoo para no sentirse demasiado sola entre la demás multitud.
-A todo esto, ¿qué dijo tu mamá? -indagó-. ¿Y Rosé?
-Mamá aún no lo procesa completamente, dijo que hablaremos luego, pero han pasado casi tres semanas y sigue sin tocar el tema. En cuanto a Rosie, ella sugirió hablar con mamá, pero consideré que aún no es momento -suspiró mientras veía, sin prestar real atención, a la cancha-. Sabes, no quiero empeorarlo intentando arreglarlo.
-Tu mamá es muy comprensiva, y seguro solamente necesita tiempo, o quizá no sabe cómo tratar el tema. Dale el tiempo que necesite, pero ya no te martirices pensando lo peor.
Lisa sintió cómo la mayor asentía sobre su hombro, continuando las suaves caricias en su cabeza, hasta que el fuerte ruido de las celebraciones sobresaltó a ambas cuando hubo una anotación de parte del equipo local.
Todos se habían levantado de su lugar para gritar y celebrar aquello, haciendo que las chicas miraran a su alrededor con una media sonrisa de sorpresa. Posteriormente volvieron a sus lugares sobre las gradas, siendo la castaña quien pudo ver a Doyeon correr a abrazar a sus compañeras, ya que su equipo estaba ganando y no faltaba mucho tiempo para acabar el partido.
Aparentemente se quedó bastante tiempo concentrada en lo que estaba sucediendo por allá, pues no había podido notar la nueva presencia a su lado izquierdo hasta que Jisoo golpeó su brazo para después señalar con su cabeza a la persona.
Lisa volteó extrañada, cruzando miradas con el individuo inmediatamente, y siendo esto lo que consiguió hacerla fruncir el ceño y colocarse a la defensiva automáticamente.
No pensaba hacer nada más que tomar de la mano a Jisoo y salir de ahí cuanto antes, pero tampoco pudo contener el impulso de contestar a las cínicas palabras que este tuvo la osadía de pronunciar; así que retrocedió los pocos centímetros que había alcanzado a avanzar y lo encaró, aún sin soltar la mano de su mejor amiga.
-¡Lisa, por favor! Déjame hablar con ustedes. Prometo que no quiero causar más problemas, solo... solo hablar -había juntado sus manos en petición a la castaña.
-Mira, Jaehyun, no nos importa lo que sea que tenga que salir de tu asquerosa boca, así que hazte un favor a ti mismo y aléjate de una vez -declaró con firmeza, sin importarle si las demás personas a su alrededor estaban escuchando aquella tensa conversación.
-Juro que será la última vez que me tendrán cerca, pero permíteme este momento -señaló la zona superior e inferior de las gradas con su dedo índice-. Estamos rodeados de más personas, no pienso hacer nada, hablo en serio.
Lisa giró su rostro para mirar a Jisoo, esperando alguna aprobación o declinación de su parte, pero no hizo falta, ya que fue la misma pelimorado quien se inclinó un poco detrás de su amiga para que Jaehyun pudiera verla.
-Di lo que tengas que decir rápido y vete de aquí -declaró, zafándose del agarre en su mano y sentándose de nuevo junto a Lisa.
Jaehyun suspiró y también se sentó, guardando cierta distancia entre las chicas para no alterarlas más de lo que ya estaban. La castaña se cruzó de brazos y miró con expresión bastante seria al chico frente a ellas.
-Sé que tal vez sea muy tarde, o incluso inútil, hacer esto ahora, pero realmente estoy tan arrepentido por lo que sucedió... lo que hice -tragó saliva fuertemente al ver a Lisa rodar los ojos con incredulidad-. Me desconocí completamente desde el momento en que me enteré de lo de... lo de Jisoo y... ya saben. Pero puedo jurarles que ese no soy yo, no sé qué me pasó.
-Ahórrate la labia. ¿Qué quieres? -preguntó esta vez Jisoo.
-Nada, no quiero nada, únicamente disculparme. Y comprenderé que no quieran aceptarlo, no están en la obligación de hacerlo -se tomó un momento en silencio antes de continuar-. Yo... solo quisiera aclarar que no tengo intenciones de relacionarme de ninguna otra manera con ustedes, y que puedan saber que me arrepiento por todo el daño que causé.
-Pues espero que tu arrepentimiento por el daño haya pagado la reparación del auto de Rosé -espetó Lisa.
-De hecho, es algo que pensaba hacer, pero tenía miedo de acercarme. Si ustedes podrían hablar con ella y...
-Créeme, lo haremos. Pero pobre de ti que intentes algo más, porque ganas no me hacen falta para presentar las pruebas de la cámara de seguridad en donde se te ve destrozando el auto.
Jaehyun negó con su cabeza y alzó sus palmas en redención, asegurando decir la verdad a las chicas, quienes nunca cambiaron su ánimo con el chico, pues aún desconfiaban de él.
-Espero algún día puedan perdonarme, en especial tú, Jisoo. Lamento que haya tenido que acabar así, nunca quise hacerte daño o provocarte miedo -se levantó de su lugar y apretó los puños al lado de su cuerpo con nerviosismo-. Eso era todo, lo siento de nuevo, a ambas.
Jisoo fue la única que mantuvo su mirada puesta en él desde que empezó a caminar lejos de ellas, hasta que desapareció, quedándose pensativa luego de aquella intervención. Y realmente no pudo decir que estaba siendo sincero, pero tampoco pudo decir que no era así.
Sin embargo, apretó sus labios al sentir lo doloroso que era todavía para ella ver a la persona que intentó dañar a quienes más quería. Esa misma persona que juró que la amaba intensamente, estaba ahora jurando que sus disculpas eran sinceras después de armar un caos en sus vidas.
-Es un sin vergüenza, no le creo nada. Pero al menos espero que ahora sí nos deje en paz para siempre -se quejó Lisa, volviendo su mirada hacia el partido.
La pelimorado tomó una bocanada de aire antes de asentir, limpiando las amenazantes lágrimas que querían escapar de sus ojos y centrándose en las jugadoras, al igual que su amiga, a quien abrazó por el costado después para agradecerle silenciosamente la valentía con la que la defendía del chico desde la última vez.
-Oye -llamó a la menor después de un rato, zarandeando un poco su brazo-. ¿Después podemos ir por una hamburguesa?
-Claro, ya falta poco para que acabe el partido -respondió, sonriéndole con ternura.
Vio a la mayor sonreír también y no pudo evitar notar el esfuerzo que estaba haciendo por no dejarse afectar por la aparición de su exnovio, pues sus ojos ligeramente rojizos la habían delatado. Así que decidió pasar su brazo derecho alrededor de sus hombros, atrayéndola hacia su cuerpo en un cariñoso abrazo para hacerle saber que estaba con ella.
Eso la hizo sentir mejor, sumado a que poco tiempo después el partido finalizó, provocando más gritos y celebraciones de todas las personas presentes en su área. Ambas chicas sonrieron ampliamente y saludaron eufóricamente cuando Doyeon les hizo un corazón con sus manos desde la mitad de la cancha, antes de desaparecer de su vista.
-Vamos por las hamburguesas, esperaremos a Doyeon afuera -indicó Lisa.
Se pusieron de pie y se tomaron de las manos para empezar a caminar hacia la salida junto a las demás personas que también comenzaban a abandonar el lugar, esperando así, que llenar sus estómagos ayudara a superar el mal momento que habían pasado hacía unos minutos.
[...]
Se cumplían las seis en punto de la tarde cuando el sol se escondía enteramente por el oeste, mientras que una castaña terminaba de salir de la ducha, con su cabello recogido por la toalla en lo alto de su cabeza, combinado con la bata de baño que usualmente utilizaba.
Se acercó hacia su tocador y tomó de él su celular, leyendo con una sonrisa los mensajes que la señorita Kim le había enviado hace no menos de unos cuantos minutos, y en los cuales le hacía saber que llegaría en una hora aproximadamente.
Había aceptado reunirse en su casa debido a lo propenso que parecía volver a encontrarse al padre de su maestra por el apartamento, así que era la opción más segura que pudieron tomar para evitar cualquier tipo de sorpresas.
Contestó rápidamente a sus mensajes y volvió a dejar el celular sobre su tocador de nuevo. Fue hasta su armario, abriendo ambas puertecitas para buscar algún conjunto de su agrado para esa noche, que si bien no se trataba de ningún evento importante, además de estar en su propia casa, pues al menos querría verse presentable y tal vez arreglarse un poco.
De una de las perchas tomó un cardigan holgado color azul y rojo, así como después de observar por unos segundos sus demás prendas, tomó otra percha con un top marrón de mangas abiertas. Se paró frente al espejo de cuerpo completo que había al lado y se colocó la primera opción encima de la bata, apartándola para después colocarse la segunda opción, hasta convertirlo en una especie de vaivén entre ambas prendas.
Al final se decidió por el cardigan, reposándolo sobre su cama antes de ir en busca de una prenda que cubriera su parte inferior, siendo así como tomó uno de sus jeans celestes y también lo dejó sobre su cama, lanzándolo suavemente hacia esta.
Por último, rebuscó en sus cajones hasta obtener lo que sería su ropa interior, y comenzó a vestirse con todo lo recién seleccionado, terminando en poco tiempo y apreciando el estilo a través del espejo después.
Procedió a sentarse sobre el pequeño taburete que había frente a su tocador, acercándose unos cuantos centímetros más para empezar a aplicar rímel en sus pestañas hasta realzarlas a su gusto. Luego, tomó su tinta para labios y la aplicó suavemente sobre estos con sus dedos, volviendo a colocar más, pero esta vez en sus mejillas para así brindarles un muy ligero rubor natural.
Finalmente secó y peinó su cabello en una alta coleta, dejando como protagonista a su inherente flequillo caer sobre su frente. Se colocó unas delicadas cadenas que adornarían su cuello y terminó de arreglarse al ponerse unos zapatos casuales.
Volvió a tomar su celular entre sus manos y se dispuso a salir de la habitación, bajando directamente hacia la cocina, en donde empezó a buscar por la alacena si tenía alguna copa o algo parecido. La señorita Kim le había dicho en sus mensajes que llevaría una botella de vino, por lo que lo necesitaría para que pudiera beberlo.
Tardó un poco, pero encontró una pequeña copa de vidrio entre los utensilios de cocina que su tía había dejado antes de irse. La aseó en el lavaplatos y la secó después, yendo a ponerla sobre la mesa en cuanto estuvo lista.
Miró la hora en el reloj de la sala de estar y notó que faltaban cinco minutos para las siete de la noche, así que la señorita Kim debía estar por llegar. Decidió poner la televisión mientras esperaba por ella, arreglando un poco el aspecto de los cojines para después sentarse en el sofá más grande.
Minutos más tarde, el timbre sonó en su casa y corrió hacia la puerta principal para recibir a su maestra, siéndole inevitable tener un pequeño déjà vú que la llevó a recordar la primera vez que la mujer se había presentado ahí, con aquella banal excusa de las clases particulares.
Lo nerviosa que se encontraba, la prisa que tenía por ordenar todo a su paso, y también, cómo olvidarse de la manera en que entró en pánico al encontrarse a medio bañar cuando la mujer llegó. Incluso recordó la tensión con la que había transcurrido aquella "clase", y su pulso se aceleró casi igual que la primera vez al recordar todas esas cosas de golpe.
Abrió la puerta con una sonrisa en el rostro, encontrándose con su maestra esperando pacientemente con un par de cosas en sus manos a las cuales no prestó nada de atención, ya que se había lanzado hacia ella al mismo instante en el que había abierto la puerta. Colocó sus brazos alrededor de su cuello y fue directamente a buscar sus labios, uniéndolos con los suyos en un repentino beso que tomó por sorpresa a la mayor.
Jennie apartó las bolsas con las que cargaba para recibir a la menor entre su cuerpo, dejando quietas sus manos debido a que no podía soltar lo que llevaba en ellas, pero realmente hubiese querido corresponderle con un abrazo.
Aún así, continuó el beso con mucho gusto, disfrutando la calidez de estos al rozarse consecuentemente, y sintiendo cómo Lisa acariciaba su nuca con delicadeza a la vez que movía su cabeza. Sin embargo, al cabo de unos segundos, ambas se vieron obligadas a separarse en busca de un poco de oxígeno.
Jennie sonrió, mordiendo su labio inferior con un poco de vergüenza-. Primero que nada, buenas noches.
Lisa rió audiblemente y cubrió su rostro con sus manos por un momento antes de inclinarse para ayudar a la señorita Kim con una de las bolsas. Por la manera en la que pesaba supuso que sería la del vino, así que se mantuvo cuidadosa al entrar con ella al interior de la casa.
-Lo siento, no lo pensé, solo lo hice -admitió, cerrando la puerta cuando su maestra hubo entrado.
De repente sintió una mano aferrarse a su cintura, tirando luego de ella suavemente hasta quedar frente a Jennie, quien se vio tentada a acariciar sus labios de nuevo con los suyos, pero esta vez de manera más rápida que antes, dejando un beso corto en ellos y luego separándose con una sonrisa.
-Me gustó que lo hicieras -alzó su mentón con su dedo índice, para después dejar otro beso sobre la comisura de sus labios y darse la vuelta por último, empezando a caminar.
Aprovechando que la mayor se giró dándole la espalda, Lisa apretó sus ojos y contuvo el pequeño gritito que amenazó con salir de su garganta. Respiró profundo antes de abrir los ojos y empezar a seguir a la mujer que ya se encontraba en la cocina, sacando el contenido de las bolsas sobre la encimera.
-Traje sushi -informó, revelando las cajas en las que se encontraba dicha comida.
Lisa sonrió y aplaudió con emoción al verlo.
-Iré por los platos.
Se dio la vuelta, apresurándose a buscar los platos adecuados y volviendo con ellos a la mesa, en donde los ubicó uno al lado del otro en el respectivo lugar que ocuparían ambas.
Luego apareció la mayor con la botella de vino entre una de sus manos y con dos pares de palillos en la otra, dejándolos también sobre la mesa.
Al asegurarse de que no faltaba nada, se sentó sobre una de las sillas, notando cómo Jennie regresaba rápidamente a la cocina y volvía con una pequeña botella de líquido color rosa en su mano. Al verla, sonrió mientras entrecerraba sus ojos y esperaba a que la mayor se sentara a su lado también.
-Y traje esto para ti -dijo, entregándole la cristalina botella a la menor.
-¿Ramune, en serio? -preguntó alzando sus cejas con suficiencia-. No soy una niña.
-Pero tampoco una adulta, así que no te quejes -apretó su mejilla suavemente con la punta de sus dedos, para después tomar las cajas de sushi y empezar a servirlo en sus platos.
Lisa hizo una mueca al escuchar a su maestra y luego rió, resignándose a aquella bebida que en realidad le gustaba mucho, pero no lo admitiría frente a Jennie en ese momento. Mientras tanto, alcanzó la botella de vino y tomó la copa que había dejado ahí antes, abriéndolo para después comenzar a verter el líquido en ella y entregársela a la mayor al finalizar.
-Entonces... -intervino Lisa primero, separando sus palillos-. ¿Empiezo a preocuparme o realmente no lo amerita?
La señorita Kim carraspeó y se detuvo antes de tomar la primera pieza, a diferencia de Lisa, quien ya había comenzado a comer luego de su pregunta. La miró por unos segundos, quedándose en silencio al no saber cómo iniciar aquello.
Y no es que no quisiera hablarlo, solamente estaba intentando aplazarlo lo más posible, pero era inútil porque el momento había llegado y tenía que hacerlo.
-¿Recuerdas el día en que viste salir a mi padre del apartamento? -inició, recibiendo un asentimiento de parte de la castaña-. Bien, pues ese día te dije que estaba un poco estresada, y fue justamente debido a lo que mi padre me había dicho hacía unos minutos atrás.
-¿Ocurrió algo o le dijo algo malo?
-Mira, es complicado, pero creo que lo entenderás más fácil al tener conocimiento de gran parte de la historia, cosa que tú ya tienes, así que... -suspiró y soltó sus palillos lentamente, dejándolos sobre el borde del plato antes de dar toda su atención a la menor-. Vino a decirme que se irá del país y que aún se encontraba pensando si me llevaría con él.
La comida pasó con dificultad por la garganta de la menor, frunciendo el ceño al encontrar un poco de extrañeza en las palabras del padre de su maestra. Ambas se quedaron en silencio por unos segundos, pero eso acabó cuando Lisa decidió expresar sus dudas.
-¿Cómo se supone que hará eso? Quiero decir, no lo entiendo. ¿Puede hacerlo siquiera?
-Legalmente no, pero siendo realistas, él es quien sostiene gran parte de mi economía. Incluso quiere que trabaje para él en una de sus empresas, pero jamás haría algo así -se encogió de hombros como si un escalofrío hubiese recorrido su cuerpo-. A él realmente no le interesa mi vida, solo quiere que sea una mujer "correcta" para no arruinar su reputación. Entonces, ¿por qué no me interesaría a mí usar su dinero para mantener mi estilo de vida?
Lisa no estaba entendiendo lo que su maestra estaba queriendo decir, pues a pesar de tener bastante contexto de todo lo que sucedía entre ellos, se le estaba complicando leer entre líneas sus palabras, por lo que agradeció que siguiera hablando para tener algo que le diera respuestas.
-Supongo que al finalizar esta próxima semana lo tendré de nuevo en mi apartamento dándome algún tipo de sermón, o al contrario, ordenándome que deje todo lo que tengo aquí para ir con él, como si fuera tan fácil -sacudió su cabeza con una sonrisa sarcástica en sus labios-. De cualquier forma, será inútil para él; no pienso hacer nada de lo que me diga. Pero en caso de que ocurra un milagro y acepte dejarlo por la paz, permitiendo que me quede, haré como si ninguna de mis quejas hubiesen existido y lo tomaré silenciosamente.
-¿Está diciendo que si él se va y usted se queda, todo se quedará como es ahora? -indagó con curiosidad.
-No, cariño, de hecho hay ciertas cosas que pienso cambiar -respondió de manera suspensiva, sin ahondar en el tema por el momento-. A lo que me refiero es a que, si él se va, de igual manera seguiré utilizando las tarjetas, autos y el departamento que él mismo me ha dado sin sentirme culpable por mantener una relación de la que él no está enterado, y por la cual, sé que tampoco estaría de acuerdo. Pero de no ser así, también estoy dispuesta a dejarlo todo y buscar la manera de comenzar de nuevo.
Para Lisa, aquello último sería una decisión demasiado radical, y seguía sin comprender mucho lo que decía; sin embargo, ahora tenía más claro lo que estaba sucediendo.
De lo que Jennie hablaba no era más que un intercambio de intereses entre padre e hija, en el que ella se mantenía con un perfil bajo respecto a su sexualidad para no alterar la reputación de su padre, evitando mencionarlo o que, en el peor de los casos, se enterara por razones externas; mientras que él seguía proporcionándole los ingresos a los que siempre estuvo acostumbrada a base de un ligero ocultamiento de la verdad.
Para Lisa, esto se veía de cierta manera peligroso, ya que, mantener en secreto lo que sea que ambas tuvieran implicaba un gran riesgo, empezando por lo difícil que sería estar rodeada de personas que miraban muy de cerca las acciones de la señorita Kim, además de lo cuidadosa que debía ser para que su padre no le quitara todo de un momento a otro.
Eso era parte del inmediato razonamiento que logró tener de momento, pero en realidad, le hubiese gustado adentrarse un poco más en los pensamientos o sentimientos que esto generaba en su maestra. Podía sentir un vacío en aquella explicación, pero prefería no apuntarlo en ese instante.
-Ahora, lo que es importante y creo que debes ser la primera en saberlo, es respecto a la escuela -continuó diciendo la mayor-. El director habló conmigo la otra vez, y eso fue suficiente para saber que no puedo más con ello...
-¿Sospechó algo? -interrumpió con preocupación.
-No realmente, pero me enteré de que mi padre aplicó más presión sobre él para que me vigilara durante todo este mes. Y es tan molesto, es absurdo, no soy una niña pequeña a la que tienen que cuidar cada paso que da -finalmente se atrevió a tomar la copa que tenía al lado y dar un rápido trago a su contenido-. Me di cuenta por lo terrible que estuvo disimulando todo este tiempo; apareciéndose de repente en cada clase que daba, entrando a los salones como lo hizo el otro día, enviando de nuevo a otros profesores conmigo... pff, es verdaderamente ridículo.
Lisa puso una mueca de disgusto en su rostro, continuando con su sushi pero siempre manteniéndose atenta a la mayor. Podía hacerse la idea de lo terrible que pudo estarla pasando su maestra estas últimas semanas al sentirse tan vigilada y presionada por esto.
Incluso sintió un poco de impotencia al saber que no podía hacer mucho al respecto.
-Me iré de la escuela, voy a renunciar -determinó, acabando con el líquido de su copa y volviendo a llenarla.
La menor supo que al parecer era mejor dejar eso de comer para después, ya que estuvo a nada de ahogarse con ello al recibir la noticia. Y si antes tenía muchas dudas, ahora había conseguido obtener aún más.
-¿Q-Qué, cómo?
-Sí, Lisa, no puedo trabajar más ahí -apretó sus labios, siendo cautelosa al continuar hablando para no causar alguna inesperada reacción-. Además, conseguí una mejor plaza en otro lugar, y no está tan lejos de aquí.
-Pero... ¿dónde? -le acompañaba una expresión con la que no hacía falta palabras para saber que estaba abrumada por la noticia.
-Seguramente la conoces, es la universidad Hanyang. Estoy esperando una respuesta desde el año pasado y ahora quienes esperan una respuesta son ellos, porque al parecer sí conseguí obtenerla.
-¡¿Hanyang?! -preguntó, enfatizando la estupefacción en su rostro y en su voz-. ¡¿La universidad a la que asiste Rosé?!
No sabía cómo interpretar la respuesta de la menor cuando era demasiado difícil si ambas opciones que tenía en mente parecían dos cosas totalmente diferentes para ella.
-Uhm, sí... al aplicar no tenía idea que ella estudiaba ahí, me enteré hace unos cuantos meses -contestó atenta a cada cambio de expresión en la menor.
Lisa exhaló con fuerza, apartando la mirada de la de su maestra, para después inclinarse un poco sobre la mesa y tomar la copa de la misma, bebiendo de ella lo poco que su paladar soportó tan repentinamente. Luego la dejó de nuevo en su lugar y volvió a sentarse con el rostro arrugado.
-¡Oye! -había oído decir a su mayor cuando hizo aquello-. ¿Por qué fue eso?
-Necesitaba beber algo que supiera más amargo que la noticia que acabo de escuchar.
Jennie intentó disimular la corta risa que quiso salir de sus labios, tapándolos con sus dedos para no mostrarse imprudente ante lo que sea que estuviese sucediendo con la menor.
-Lisa, no lo entiendo. ¿Sucede algo con eso?
-No, absolutamente nada -mintió sin siquiera poder mirarla.
-Sé que no estás diciendo la verdad.
-Es solo que... -se quejó antes de verse obligada a admitir qué era lo que estaba pensando-. ¿Eso significa que Rosé volverá a ser su alumna?
La señorita Kim apretó sus labios y los cubrió de nuevo con su mano en un intento por evitar reír. No quería hacer sentir mal a la menor si llegaba a creer que estaba burlándose de ella, cuando realmente solo le causaba ternura la razón de su consternación.
Así que, aproximó su silla a la de ella hasta quedar mucho más cerca que antes, alzando una de sus manos para acariciar su mejilla con suavidad y ternura. Lisa había estado evadiendo su mirada, pero Jennie se encargó de voltear su rostro nuevamente en dirección a ella, tomándola por el mentón y tirando con delicadeza de él.
-¿Eso es lo que te preocupa? -preguntó en voz baja.
-N-No me preocupa, yo solo... -bufó exhausta, sin saber cómo expresar lo que sentía sin sonar absurda-. Tal vez solo estoy pensando cosas que no debería, olvídelo.
-Piensas que, por el hecho de ser mi alumna, de alguna manera yo podría interesarme de nuevo en ella -afirmó-. Es eso, ¿no?
Lisa prensó su rostro al verse descubierta, ya que, ciertamente era eso lo que pasaba por su cabeza. No quería admitirlo en voz alta, así como tampoco hubiese querido que Jennie lo intuyera tan fácilmente, pero fue inevitable gracias a su misma obviedad.
Podía parecer absurdo incluso para sí misma, mas en el fondo, ese pequeño recelo que se formaba inadvertidamente era real, era un sentimiento real que provocaba cierta desconfianza tanto de parte de su maestra, como de Rosé. Y no quería sentirlo de esa manera, mucho menos externarlo, pero apareció tan de golpe que fue difícil pretender lo contrario.
-Tal vez -se encogió de hombros, intentando conservar un poco de neutralidad.
Jennie negó con su cabeza, a la vez que confirmaba las suposiciones que se podía estar haciendo la menor. Nunca pensó que algo así fuese a surgir, por lo que aún seguía sintiéndose un tanto confusa al respecto, pero igualmente dispuesta a responder por ello.
-Sé que esto puede causarte tantas dudas e inseguridades, y entiendo lo que puedas sentir, pero, cariño... es una tontería -exhaló una pequeña risa al final.
-¿Qué es una tontería?
-Que pienses que voy a cambiar tan rápido los sentimientos que tengo por ti -dictó con calma-. Que pienses que alguna vez podría volver a fijarme en la que es casi novia de tu mejor amiga, cuando contigo siento algo que simplemente no me permitiría fijarme en nadie más. ¿Entiendes lo que quiero decir?
La castaña se mantuvo en silencio, mirando a los ojos a su maestra con tanta ilusión por sus palabras, y supo que estas eran sinceras. Comprendiendo también que la señorita Kim no era tan superficial como ella en algún momento cometió el error de pensar que lo era, y por lo que ahora se sentía un poco avergonzada.
Asintió en respuesta a la última pregunta de su mayor, intentando ahuyentar aquella inseguridad que le había causado saber la nueva decisión, ya que si bien ésta aún seguía ahí, el solo pensar que debía alejarse completamente de Jennie en su próximo año escolar (y de hecho, el último), además de tener que adaptarse a un nuevo profesor, hizo que eso pasara a segundo plano más fácilmente, para ahora concentrarse en lo triste que la pondría por un tiempo tener que dejar ir a su mayor.
-No quiero que deje de ser mi maestra -puchereó al quejarse con la mujer.
Jennie le sonrió con ternura y acarició su cabello desde un costado, haciendo que Lisa acomodara su mejilla sobre la parte interna de su brazo, viéndole suplicante.
-Y no tiene por qué ser así, cariño. Tú puedes hablarme de lo que sea que necesites, yo voy a ayudarte si aún sigues teniendo problemas con la asignatura el próximo año, ¿de acuerdo? -contestó cálidamente con comprensión.
-Sí, entendido -asintió con una media sonrisa-. Pero de todas formas la voy a extrañar mucho.
-Y yo a ti, no sabes cuánto. Pero creo que es la mejor decisión que puedo tomar para intentar deshacerme de este constante sentimiento de culpa que me enerva todos los días.
Para Jennie, sentir que estaba haciendo algo malo se había vuelto un proceso difícil de superar, lo cual la llevó a pensar que esto se disiparía si se desligaba como tal de su relación académica con la menor, en un intento por dar un enfoque diferente al vínculo con el que ambas estaban relacionadas.
Ella ya no sería su maestra directamente en la misma institución, y Lisa ya no sería su alumna de la misma manera.
Estaba convencida de que esto no la haría mejor persona, ni tampoco haría que el error que cometió al fijarse nuevamente en una alumna se eliminara de los hechos; sin embargo, quitaría un gran peso de sus hombros al liberarse de aquella pequeña voz en su cabeza que le dice que si no es lo suficientemente cuidadosa, las cosas pueden tener el mismo final pasado o incluso uno peor.
-Si eso la hará sentir mejor, entonces sí lo es -Lisa acarició el dorso de su mano con la suya.
La menor probablemente no comprendía la magnitud de los sentimientos de Jennie, por lo que, hasta el momento, no tenía una clara idea de lo que esta pequeña, pero significante acción implicaba en la vida de la mayor, quien esperaba poder demostrárselo en un futuro.
El ambiente se llenó de un silencio que no resultó nada incómodo, sino necesario para que cada una ordenara los pensamientos que empezaban a llegar de repente, gracias a la conversación previa. Pero al cabo de unos pocos instantes, este fue interrumpido por la voz de la menor llamándole.
-Señorita Kim...
-Dime, linda -contestó, frunciendo el ceño al notar a la menor un poco nerviosa alejarse del contacto en su mejilla.
-Yo... creo que... -tomó aire y se obligó a mantener la mirada sobre la de la mayor aunque le resultara difícil-, creo que la quiero -admitió, entrecerrando sus ojos con un deje de vergüenza al pronunciar esas palabras.
Jennie no pudo evitar sorprenderse ante tal declaración, provocando que sus ojos se expandieran levemente al escucharla, pero decidió ocultarlo tras una pregunta parcialmente de broma.
-¿Solo lo crees?
-No, eso lo siento. Es algo que siento, justo ahora -tragó con nerviosismo al no saber cómo había tomado aquello su maestra.
-Qué coincidencia, porque yo también -rió suavemente y tomó su mano, entrelazando sus dedos con los contrarios-. Yo también te quiero. Y es algo que no me atreví a decirte antes, pero espero que ahora sepas que es así desde hace un tiempo.
Atrajo su mano para dejar un delicado beso sobre sus nudillos y después recibió uno igual como respuesta, pero en su propia mano. Para la menor, se sentía tan bien poder decir y sentir al mismo tiempo, y ya no solo crear suposiciones en su cabeza.
Ambas sonrieron y recordaron la comida que habían dejado prácticamente olvidada sobre la mesa frente a ellas, acordando continuar con ello de inmediato. Volvieron a colocarse en su lugar correctamente y la conversación intentó mantenerse todo lo posiblemente fluida mientras comían.
Jennie continuó bebiendo, mientras que Lisa, al cabo de un rato, se burlaba de sus rojas mejillas a consecuencia de esto cuando el alcohol había empezado a dejar ver sus efectos en la mayor, los cuales no eran muchos y eran mínimamente notables, a excepción de su rostro.
Pero aún con ello, la velada pareció transcurrir increíblemente para ambas, permitiéndose tener más conversaciones de todo tipo, experimentando tiempo de calidad con la otra e incluso algunos besos más en la habitación de Lisa.
Y así, ninguna pudo sentirse más tranquila en ese momento, buscando la reafirmación que tanto necesitaban de que sus afecciones estaban en sintonía cuando sus pieles volvían a encontrarse... pero esta vez, de la manera más sincera que nunca antes había sucedido.
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