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thirty four

El período escolar había llegado a su ansiado final, llevándose consigo gran parte de las preocupaciones de los alumnos y dejándolos en completa libertad de responsabilidades ese verano. Muchos salían sonrientes por las puertas, mientras que a otros los embargaba cierta preocupación por los resultados de sus pruebas finales.

Lisa, siendo perteneciente al primer grupo, se encontraba vaciando su casillero con los libros y cuadernos que le fueron útiles durante el año, pero que ya no lo serían más.
El buen humor le acompañaba gracias a la seguridad que tenía en sus futuros resultados, por lo que, en su cabeza surgió lo que podría ser una linda y buena idea.

Terminó de guardar todas sus cosas restantes, cerrando definitivamente el casillero al igual que su mochila, y se dispuso a salir de la escuela sin esperar un minuto más.
Lamentablemente no podría disfrutar ese día junto a Jisoo, siendo la razón por la cual tuvo que partir sin ninguna compañía de regreso a casa.

Rosé había llamado a Lisa unos días antes para asegurarse de que no estaría interrumpiendo algún posible plan entre las mejores amigas, ya que ella tenía toda la intención de llevar a Jisoo a una cita luego de la escuela, y que, por lo que había escuchado decir a la mayor, sería algo de todo el día.

Jamás se negaría o intentaría intervenir, por lo que gustosamente abrió camino para que sus amigas salieran; con la única condición de que debían enviarle fotos lindas de lo que harían o al lugar al que irían, a lo cual Rosé aceptó, prometiéndoselo a la menor.

Llegando a casa, Lisa soltó un suspiro aliviado, subiendo hasta su habitación directamente y tirando su mochila sobre la cama al entrar, para luego ser la siguiente en hacer contacto con el colchón, lanzándose a este como una estrella de mar y cerrando los ojos por un momento.
Sentía mucha tranquilidad, pero al mismo tiempo lo acompañaba un poco de cansancio.

Y casi estuvo a punto de quedarse dormida, de no ser porque su celular vibró dentro de su falda, lo que la hizo abrir sus ojos inmediatamente y reincorporarse sobre la cama. Se trataba de un mensaje de Doyeon en el que la invitaba a ir con ella a tomar un helado, pero de pronto recordó la idea que había tenido antes de salir de la escuela.

En lugar de contestar a la pelinegra, entró a sus contactos y presionó el contacto que tenía marcado como favorito, dejando que la llamada entrara y esperando que fuera atendida en corto, pero extrañamente no fue así. Sin problema decidió marcar una segunda vez, aguardando pacientemente al otro lado mientras balanceaba sus piernas por fuera de la cama; sin embargo, recibió el mismo resultado anterior, no había respuesta de parte de la señorita Kim.

Lo haría por última vez, llamaría de nuevo solamente para probar su suerte. Y al cabo de unos segundos más esperando en la línea, con el insistente sonido repitiéndose sobre su oído, se sintió desilusionada al no tener respuesta en esta oportunidad. Pero más que eso, se vio invadida por cierta preocupación, llevándola a buscar alguna explicación en ello.

Resignada, abrió sus mensajes y fue hacia la conversación con Doyeon, en donde contestó positivamente a su invitación, ya que, al parecer, la señorita Kim no se encontraba por ningún lado. Además de que distraerse un poco le vendría bien, y si la mayor llegaba a contestar sus llamadas en algún momento, siempre podrían verse luego.

Aunque, un tentativo pensamiento llegó a su mente, haciéndola oscilar entre esto último y lo que estaba como posible alternativa para calmar sus dudas. Mordisqueó levemente sus labios mientras consideraba si llegar de sorpresa a su apartamento sería la mejor idea, pues al no contestar sus llamadas estaba abriendo una lista de interrogantes en su interior, y no sabía si quedarse con la preocupante intriga o hacer algo al respecto.

Pero no le tomó mucho entrar en razón y detenerse antes de hacer algo de lo que no estaba completamente segura. Sacudió su cabeza tratando de olvidarlo, para después volver la atención a su celular y ver que Doyeon había contestado que estaría ahí en unos minutos, por lo que se puso de pie, saliendo de la cama.

Empezó a deshacerse de su uniforme, dejándolo sobre la cesta correspondiente, y luego buscó en su closet algo cómodo para ponerse en reemplazo, decidiéndose por un pantalón beige que caía ligeramente suelto por sus piernas, un top blanco que llegaba poco más arriba de su abdomen, y unos mocasines de color similar al de su pantalón.

Cepilló rápidamente su cabello antes de tomar su celular y bajar a la sala de estar, en donde se dedicó a esperar la llegada de la pelinegra, quien apareció en su puerta aproximadamente diez minutos después. Lisa la recibió con las llaves de su auto en mano, entregándoselas a la mayor para que fuese ella quien conduciera, debido a que seguía sin sacar su propia licencia, lo cual era caso contrario a Doyeon.

Se aseguró de traer las llaves de casa consigo antes de cerrar por completo y caminar hacia donde se encontraba su mayor con la puerta del auto abierta por el lado del copiloto, exagerando su ademán cuando vio a la castaña acercarse para indicar dónde debía subir, y cuando lo hubo hecho, cerró la puerta y corrió hacia el lado del piloto para subir de igual manera.

Lisa rió mientras la veía rodear el auto, negando con su cabeza al tenerla a su lado segundos después. Ambas se colocaron el cinturón de seguridad y emprendieron camino enseguida.

-Nunca me acostumbro a las vacaciones, es extraño no poder entrenar durante un tiempo -comentó la pelinegra sin perder la vista del volante-. No puedo simplemente quedarme en casa y no hacer nada, así que tendrás que soportarme este verano porque vendré a buscarte todos los días si es necesario. Avisada estás.

La menor se carcajeó ante las palabras de Doyeon.
-Puedes venir cuantas veces quieras. De cualquier forma, creo que estos próximos días me espera ser monumentalmente abandonada por Jisoo, ya sabes por quién...

-¿Acaso me estás diciendo que soy tu reemplazo, Lalisa? -interrogó, tocando su pecho con falsa indignación.

-Tal vez... -bromeó, apretando sus labios antes de que sintiera un leve empujón sobre su brazo de parte de la mayor-. ¡Auch, está bien, no es cierto! Pero no te distraigas del frente.

-Bien, más te vale -amenazó con su dedo índice, pero sin mirar a Lisa-. Entonces, ¿qué hay de tu sugar mommy? Pensé que estaba en tus planes de estos próximos días.

Lisa volteó para dedicarle una mirada de ojos muy abiertos y una inevitable risa de la que no pudo prescindir ante las ocurrentes formas de su amiga para llamar a la señorita Kim.

-Dios, Doyeon... ¿Sugar mommy? -preguntó entre risas.

-Sí, sí. Tu novia la señora mayor, a la que deberías pedirle que vaya dejando todas sus pertenencias a tu nombre en caso de que algún día nos abandone para ascender al reino de los cielos. "Señorita Kim" me parece que es como muchos le llamamos, pero tú...

-Ni se te ocurra -decidió interrumpir antes de que fuese a decir algo que la avergonzara más, a lo que Doyeon simplemente soltó una audible carcajada y se detuvo-. Tienes mucho valor para decir esas cosas, porque sé que incluso si ella estuviera presente no dudarías en hacerlo también.

-Me conoces bien -volvió a reír mientras se alzaba de hombros-. No lo sé, supongo que siempre la he visto como alguien que intenta ocultar su verdadera personalidad para que todos creamos que es la más terrible, pero, en cuanto a mí respecta, eso no me engaña. Y tal vez nunca me llevé de la mejor manera con ella, pero pienso que sigue siendo gracioso burlarme un poco, sabiendo que eso la pondría de mal humor igual que siempre.

-Admito que sí es un poco gracioso hacerla enojar -confesó hacia la pelinegra, quien sonrió al escuchar que la menor le había dado la razón-. ¡Pero ese no es el punto! No lo hagas, me pondrás en vergüenza. Además de que tendré que hacer todo lo posible para evitar que te estrangule con la mirada si te escucha decir algo así.

-De acuerdo, de acuerdo, voy a controlarme si eso llega a pasar, puedes estar tranquila.

Lisa rodó sus ojos con una media sonrisa en respuesta, volviendo su mirada hacia la carretera. Revisó su celular por tercera vez desde que había subido al auto, pero nada aparecía en sus notificaciones, poniéndola cada vez más ansiosa e intranquila.

-Hablando de ella...

-Oh, no me digas que ya tienen los típicos problemas de pareja. ¿Son celos, sospechas de infidelidad, mala comunicación, la viste con alguien más? Cuéntamelo todo.

-Eres una chismosa -exclamó con gracia-. No, no se trata de nada de eso. Tal vez te parezca tonto, pero hoy no contestó mis llamadas, y por lo visto, tampoco mis mensajes.

-Lisa, no me lo tomes a mal, pero, ¿no crees que estás siendo un poco intensa? Seguro hay una razón por la que no lo hizo, deberías esperar.

-¡Lo sé! Yo solo... presiento que algo no está bien, y eso me preocupa. No tiene que ver exactamente con que no me haya correspondido, sino la razón de ello.

El auto se detuvo frente a un semáforo en rojo, dejando la oportunidad para que Doyeon pudiera voltear a ver a Lisa, quien denotaba en su rostro justamente aquello de lo que hablaba. La preocupación invadía sus expresiones, cosa que no había notado minutos atrás, pero que ahora podía observar claramente.

Doyeon suspiró, sabiendo que se trataba de algo serio, por lo que debía actuar como tal.
-¿Qué se te pasa por la cabeza? Dilo sin miedo.

Un pequeño nudo se formó en su garganta, temiendo decir lo que realmente estaba pensando y de lo que deseaba tanto estar equivocada. Apretó sus manos contra su pantalón para intentar concentrar la tensión en otro lugar, pero bajó su rostro antes de contestar a la mayor.

-¿Y si me está evitando? -preguntó sin esperar una respuesta necesariamente-. Quiero decir, puede ser que lo que en realidad esté pasando es que se haya arrepentido de todo y ahora esté intentando huir de mí.

El semáforo cambió a verde, por lo que Doyeon puso el auto en marcha de nuevo, pero se quedó con lo que la castaña le había dicho, buscando algo que decir para tranquilizarla. Aunque lo cierto era que le resultaba un poco difícil encontrar las palabras correctas al no saber la historia completa detrás de eso.

-Además de eso, la última vez que nos vimos fue el martes. Luego del examen ella me llevó a mi casa, pero después de eso solo me envió un mensaje el miércoles por la tarde, lo que quiere decir que no sé nada de ella desde ese día -continuó relatando la menor.

-¿Y no la viste en la escuela tampoco?

-No, estuve saliendo más temprano.

De nuevo el silencio reinó en el espacio compartido del auto, pero esta vez no fue necesario esperar tanto tiempo a que la pelinegra encontrara algo que decir.

-Pienso que debe haber una explicación. No digo que lo que tú pienses sea imposible, pero yo no me apresuraría a suponer algo así -se encontraban cada vez más cerca del destino, por lo que bajó la velocidad del auto.

-¿Crees que debo esperar más?

-Claro que sí, ya verás que tu sugar mommy te contestará antes de lo que esperas -contestó, retomando la broma anterior para aligerar el ambiente.

-¡Doyeon! -protestó, intentando no volver a reír con ese tonto apodo.

-Shh, mira, ya llegamos -ignorando sus reclamos, la pelinegra comenzó a aparcar el auto frente a la heladería.

Lisa se quedó un tanto más tranquila al haber expresado su temible suposición, viéndola relativamente menos probable ahora. Aunque ciertamente le generaba intranquilidad a sus pensamientos, eso disminuyó considerablemente cuando entró junto a su amiga por la puerta del local.

Para su bienestar temporal, optaría por darle el beneficio de la duda hasta no obtener alguna señal de que la señorita Kim recordaba su existencia. Sin embargo, nada ni nadie podrían quitarle el mal presentimiento que generaba malestar en sus sentidos.

Solo esperaba encontrarse o muy enferma, o muy equivocada.

[...]

Durante mucho tiempo, Jennie Kim se ocultó, su valentía disminuyó, y terminó cediendo a la voluntad de su progenitor, resultando en un sentimiento asfixiante y paranoico por los próximos años.

Como se lo había hecho saber a Lisa anteriormente, la herida que causó el tema de Rosé la obligó a generar radicalmente un cambio en quien era, lo cual explicaba demasiadas cosas y hacían que todo tuviera sentido finalmente. Pero ahora que lo veía de manera más introspectiva, empezaba a detestar el hecho de haber permitido que el temor la manejara a su antojo.

Aquel carácter fuerte e impenetrable que se había esforzado en levantar como un muro, poco a poco fue perdiendo su sentido cuando durante días y noches enteras se encontró cuestionando si esa era la manera en la que quería seguir viviendo. Si a sus veinticuatro años realmente continuaría siendo parte de toda una mentira utilizada para complacer a alguien que no merecía ni el esfuerzo de ello, a cambio de una mínima e inexistente validación.

Resultaba indescriptible la manera en la que su ser fue deformándose, al punto en que ni siquiera ella misma podía comprender cómo había alcanzado a ser alguien que usualmente tampoco soportaría. Pero, por desgracia o fortuna, todos tienen un límite al que pueden comparecer; uno al que es imposible cegarse.

Personalmente, hubiese preferido abrir los ojos mucho antes, pero la bofetada que significó Lisa en su vida entera tan repentinamente tampoco le molestaba. Y es por eso que, tal vez todo lo que había pensado que podría pasar cuando fuera el momento, se había derrumbado en cuestión de minutos cuando su padre se había aparecido en su apartamento con una injustificada actitud condescendiente.

Nada resultó extraño para Jennie, pues el motivo de su presencia no era desconocido en absoluto. Un mes casi exacto había precedido desde su último encuentro, así que, lógicamente no existía sospecha. O al menos eso fue lo que creyó antes de escucharlo hablar seria y concisamente.

-No vengo por una conversación en la que ambos vamos a ignorar lo que está pasando -inició diciendo el hombre mientras se paseaba por la sala de estar-. Y aunque la tuviéramos, mi decisión es clara de cualquier forma.

Jennie, quien se encontraba en la cocina sirviendo un vaso de agua para sí misma, se detuvo un momento al escuchar esas palabras que no pudieron esperar. Salió rápidamente, pero se encontró con que su padre ya estaba viniendo hacia ella, por lo que retrocedió un poco y colocó su vaso sobre la encimera.

-¿De qué hablas?

-Voy a ser muy claro contigo -determinó, poniéndose frente a Jennie para encararla-. Pensé que mi advertencia había sido suficiente para que supieras qué es lo que no debías hacer. Y realmente me pregunto si en algún momento vas a reflexionar o aprender de tus errores pasados.

-No creo que estés siendo muy claro con lo que quieres decir -entrelazó sus manos y las apretó entre sí para prohibirse actuar nerviosamente.

El hombre exhaló con fuerza, acariciando después su barbilla con la curvatura de su palma, y dirigiendo su mirada hacia el piso por unos segundos en los que pareció estar pensativo.

-Jennie, hace tres días te vi dejando a una muchachita en su casa, besándola al despedirte de ella dentro del auto. ¿Sabes de quién hablo o vas a negarme lo que vi?

Todo su empeño en mantener una expresión establemente neutra en su rostro acababa de desmontarse por completo. Su boca se entreabrió unos centímetros, sus ojos reflejaron evidente estupor y su corazón dio un vuelco automáticamente, delatándose así, de la manera menos esperada.

Como primer instinto, su cuerpo se tensó, para después fruncir su entrecejo y cambiar a un estado defensivo en el que no respondió directamente a las alegaciones de su padre.

-¿Me estás diciendo que estuviste vigilándome como un jodido policía las últimas semanas? -cuestionó con tono irritable-. ¡¿Qué clase de obsesión tienes por mi vida privada?!

-No me alces la voz, Jennie -amenazó con su dedo índice-. Justamente demostraste que tengo muchos motivos para hacer lo que hice, y ahora me doy cuenta que nunca debí confiar en que abandonarías ese estilo de vida.

-¿Cuál estilo de vida? Eso no es un estúpido estilo de vida. Tú no tenías ningún derecho para invadir de esa manera mi privacidad, es realmente insultante que actúes como si no tuviera autonomía sobre mi vida.

-Yo solo quiero lo mejor para ti. ¿Por qué no lo puedes entender?

-No me hace falta recordarte que soy una adulta. Sé lo que hago y cómo lo hago, papá.

-No pareces actuar como una adulta, sino como una tonta -esta vez fue el turno del hombre de alterarse-. ¡¿No te bastó saber que pudiste haber ido a la cárcel una vez y tientas a la suerte una segunda?!

La menor guardó silencio al sentir que podría quebrarse ahí mismo frente a su padre, pero no le daría el gusto de mostrarse afectada ante sus palabras, por lo que apretó su mandíbula y pasó saliva con dificultad, acompañado de una intensa mirada molesta en la que sus ojos se enrojecieron e intentaron retener las lágrimas.

-No me pidas que te vea como una adulta si vas a seguir actuando de esta manera tan idiota e irresponsable -continuó reprendiendo-. ¿Estoy en lo cierto o no, al pensar que esta niña también es menor de edad?

-Eso no es de tu incumbencia -soltó de inmediato entre dientes.

-¡Claro que lo es! ¿Sabes a quién vas a meter en problemas si algo ocurre?

-A nadie más que a mí, así que no veo por qué te preocupa tanto.

-Definitivamente, la que irá a prisión eres tú, pero arruinarás mi reputación si los medios me relacionan contigo -se señaló a sí mismo con desesperación.

-¡Joder, eso es lo único que te interesa! -volvió a alzar la voz al colmar su paciencia-. Eres un hipócrita al decir que solo quieres lo mejor para mí cuando sabes que tu principal interés eres tú y tu estúpido trabajo.

Las siguientes palabras enfurecidas del mayor se vieron interrumpidas por el tono de llamada de su hija, quien volteó rápidamente su mirada hacia su celular sobre la encimera en la que se encontraba apoyando uno de sus codos.
El hombre ignoró esto, y en su lugar volvió su atención a la menor.

-Eres una malagradecida, todo esto lo he hecho por ti y así es como piensas de mí -comentó indignado-. ¿Cuándo vas a entender que solo estoy intentando salvarte de una desgracia que podría destruir tu vida?

El aparato seguía sonando, provocando que Jennie no pudiera concentrarse solo en lo que su padre estaba diciendo por la abrumante sensación que le causaba el insistente tono a través de su voz. Incluso cuando esto cesó por unos segundos, no hizo falta esperar demasiado hasta que volviera a iniciar una segunda llamada entrante.

-Escucha, papá, entiendo que no quieras que cometa un error y te arrastre a ti conmigo si algo sucede, pero... -el estúpido sonido del celular estaba perturbando sus nervios, por lo que apretó sus ojos en un vano intento de continuar ignorándolo-, pero créeme cuando te digo que no hay nada de lo que debas preocuparte. Esta discusión es ridícula, al menos deberías interesarte por saber cómo son las cosas verdaderamente.

El tiempo del tono de la segunda llamada acabó, pensando que esta sería finalmente la última, mientras que su padre permanecía en un breve silencio y Jennie aprovechaba para beber un poco del agua que había traído consigo, con la nimia esperanza de apaciguar levemente su alteración.

Una tercera llamada entrante la hizo soltar su vaso con frustración, golpeando el mármol de la encimera con el cristal del vaso. Aún así, nuevamente intentó pretender que no lo escuchaba, esperando alguna respuesta de su padre que ayudara a continuar la conversación y olvidarse de ello.

-Dios, apaga el maldito teléfono o contéstalo de una vez -indicó con molestia el hombre, a lo que Jennie no tardó en alcanzar su celular y tomarlo entre sus manos.

Su corazón empezó a latir más rápido en cuanto vio el nombre de Lisa aparecer por la pantalla, pero sabía que no podría contestar ni estando completamente fuera de sí. Así que, su solución fue colocar rápidamente el celular en modo avión para evitar recibir más llamadas y por fin acabar con aquella frustrante sensación que le estaba causando las ansias de saber quién era.

-Ya está, lo siento -respondió cortante.

-Recoge tus cosas, vas a venir con nosotros -determinó con seriedad, empezando a caminar de regreso a la sala de estar.

Oh no, su padre estaba tan equivocado si creía que Jennie volvería a dar su brazo a torcer como estaba acostumbrado.

La menor le siguió a paso apresurado por detrás, llegando al mismo tiempo que él hasta el centro de la sala. Estando aquí, se adelantó unos cuantos centímetros y se colocó frente a él para ahora ser ella quien lo encarara.

Aún con la evidente diferencia de alturas, Jennie se armó de valor para adoptar una postura desafiante ante su padre, obligándose a mantener el contacto visual con él, el cual era lo suficientemente intenso como para volver a tensar todo su cuerpo y generar un extraño sentimiento en el hombre.

-Adivina qué -sus manos se apretaron a los costados de su cuerpo-. Vas a tener que sacarme a rastras si quieres llevarme, porque, al menos voluntariamente, no estoy dispuesta a poner un pie fuera de aquí.

-Ten cuidado con lo que dices, Jennie. No creas que no puedo ser capaz de cumplirlo.

-¡Hazlo entonces! -retó, abriendo sus brazos alteradamente-. Hazlo y te juro que vas a arrepentirte para siempre de tenerme cerca de ti.

-No te atrevas a amenazarme, yo...

-¿O si no qué? -interrumpió-. Ya no tengo miedo, papá. Puedes decir lo que quieras, pero ten por seguro que nada de ello hará que cambie quien soy por ti de nuevo. Así me lleves al otro lado del mundo, mis gustos seguirán siendo los mismos. ¿Entiendes eso?

El hombre pareció tener una revelación que lo hizo poner los pies en la tierra, alejándolo de golpe de todo ese afán por encontrar una solución inmediata a su propia preocupación, sin tomar en cuenta absolutamente nada más.

Permaneció en silencio un largo rato, intentando ver más allá de lo que se le presentaba. Y ojalá hubiese podido entender mejor a su hija con ello, pero realmente seguía sin hacerlo por completo; sin embargo, una cosa quedó muy clara entre sus pensamientos.

Las decisiones que Jennie estaba tomando eran positivas, mas no justificaban lo erróneo de sus acciones pasadas.

Y al verla ahí parada, con una determinación tan grande e imponente, supo que no tenía otra opción diferente a la de tragarse sus propias imposiciones. Porque a pesar de diferir totalmente con ella, sabía que su voluntad ya no sería considerada ni siquiera como una posibilidad, y que todo lo que estuviese próximo a hacer sería ridículamente en vano.

Sin quitar su mirada de la de Jennie aún, su intensidad se redujo considerablemente y bajó un poco la guardia para poner un alto definitivo a aquella acalorada discusión que estaban teniendo.

-¿Sabes? Tienes razón -Jennie frunció el ceño sin entender por qué de repente le daba la razón-. Sí me interesa lo que hagas con tu vida, porque me preocupo por ti, pero ya no pienso intervenir en ella. Y esto no significa que esté de acuerdo con lo que haces, solo digo que no voy a entrometerme, y es únicamente para no decepcionarme más de ti.

-Me tiene sin cuidado lo decepcionado que estés de mí por algo tan absurdo como esto, solo quiero que dejes de controlarme y tratarme como si no fuera dueña de mis propias acciones.

El hombre asintió con lentitud, carraspeando al contenerse de responder a eso, y así evitar que la discusión aumentara de nuevo, por lo que decidió exponer su última exigencia.

-Aún así, quiero que trabajes para mí -Jennie ya estaba rodando sus ojos con solo escuchar las primeras palabras-. Y con eso prometo olvidarme de todo esto, nunca volveré a tocar el tema otra vez y...

-¿Que acaso no escuchaste cuando dije que no iré a ningún lado contigo? -interrumpió diciendo de manera incrédula.

-No he dicho que eso implica venir conmigo -refutó-. Es un trabajo que puedes hacer desde aquí y no te tomará mucho tiempo a la semana. Esa es mi única condición para no volver a cuestionar tus acciones jamás.

La menor solo pudo pensar en cómo su padre era incapaz de ceder en lo absoluto, en cómo siempre tenía que buscar algún aspecto en el cual imponerse para no dar la guerra por perdida. Sin embargo, lo único que Jennie deseaba era acabar con eso de una vez por todas, aun si necesitaba complacerlo por última ocasión. Valdría totalmente la pena hacer ese pequeño esfuerzo si eso significaba el cumplimiento de su promesa de alejarse y dejarla en paz.

Se lo replanteó por unos segundos, hasta entrar en razón y comprender que no había nada que considerar. Domaría la insistencia de su padre sin necesidad de abandonar sus propias convicciones, y finalmente se convertiría en algo producente al recibir paz y libertad a cambio.

Era la oportunidad perfecta para obtener lo que tanto deseaba.

-Supongo que está bien -aceptó con tono indiferente-. Solo espero que realmente estés diciendo la verdad y dejes de perseguirme.

-Tienes mi palabra -el hombre asintió con seriedad-. El lunes por la mañana te haré llegar la información de lo que quiero que te encargues, pero prácticamente se trata de una simple evaluación periódica, de la cual preferirías que fueses tú quien me informara directamente a mí.

-Claro -no le interesaba en lo absoluto, pero debía pretender que era así para acabar rápido con eso-. ¿Algo más?

El pensamiento de que ya había pasado mucho tiempo desde que Lisa estuvo llamando vino a su mente, empezando a impacientarla por coger su celular y devolver aquellas llamadas. El agotamiento mental por el que estaba cursando de repente fue abrumador, solo le interesaba que su padre se largara de ahí lo antes posible, o de lo contrario iniciaría un ataque de ansiedad que se temía no poder controlar.

-Es todo. Espero que puedas ir a despedirte de tu madre y de mí mañana en el aeropuerto, no quisiera preocuparla más de lo que ya está por ti. A ella tampoco le agrada mucho todo esto.

-Como tú digas, papá -respondió tajante-. Ahí estaré.

El aludido decidió que era momento de retirarse, además de tener algunos pendientes, por lo que no se entretuvo más en el apartamento y empezó a caminar hacia la puerta, seguido por su hija, quien se encargaría de abrir la misma.

Sería difícil de digerir, pero tal vez era momento de aceptar que no podría seguir cuidando las espaldas de su hija de manera obsesiva. Así que salió de ahí con un pequeño sentimiento de culpa, pero al mismo tiempo anhelando no estar equivocado esta vez.

Al fin y al cabo, todo tenía una consecuencia. Fuera buena o mala.

[...]

Doyeon regresaba del baño del establecimiento, secando sus manos sobre su pantalón como si no hubiese notado la existencia de las toallas de papel frente a sus ojos por arriba del lavamanos.

A lo lejos divisó a la castaña hablar por teléfono desde su mesa, y se interesó por ello unos cuantos instantes hasta que su atención se vio arrebatada por la chica que se encontraba tras el mostrador de la heladería.

Notó que la misma le estaba viendo desde antes que ella se enterara, por lo que le sonrió ladinamente sin saber qué más hacer, pero de todas maneras recibió una agradable expresión por su parte como respuesta. Apartó su mirada y siguió caminando mientras se replanteaba si debía acercarse a hablar, o si solo se trataba de una amable coincidencia que pudo estar malinterpretando.

Lisa se encontraba tan inmersa en su celular después de la llamada, que no notó el momento exacto en el que la pelinegra llegó a su lado y se inclinó sobre su hombro para hablar sin previo aviso de su presencia.

-¿Me veré muy tonta si intento hacer conversación con la chica de los helados que nos atendió? Es linda...

-¡Doyeon! No hagas eso, me asustaste -la menor se puso una mano sobre el pecho, siéndole difícil prestar atención a lo que su amiga había dicho.

-Y eso que no me he muerto aún -dijo sarcásticamente-. Pero responde la pregunta que te hice, ¿sí o no?

-¿Qué? -confundida, Lisa intentó entender de qué hablaba la mayor, pero realmente no podía dejar de pensar en otra cosa.

-El mostrador, la chica, me sonrió cuando venía para acá. ¿Voy a hablar con ella o no?

-No, escúchame, tenemos que irnos -se levantó rápidamente del pequeño sillón.

-¿Pero por qué? -se quejó arrastrando las palabras-. Voy a perder mi oportunidad.

Lisa se puso frente a Doyeon, mostrando su celular con una de sus manos, mientras que con la otra tomaba el hombro de la pelinegra y lo sacudía eufóricamente, impidiéndole ver lo que le estaba mostrando.

-¡La señorita Kim acaba de llamarme por fin! Quiere que vaya a su departamento cuanto antes porque necesita hablar conmigo.

-¿Eso es bueno o es malo?

-Aún no lo sé, pero al menos voy a verla y podré salir de la duda -guardó su celular y recogió los desechos de la mesa con rapidez-. Vamos ya.

Doyeon suspiró, subiendo y bajando sus hombros exageradamente ante la mirada de la castaña-. Bien, pero que conste que me debes una por esto.

Lisa rodó sus ojos con una media sonrisa, tomando la mano de la mayor entre la suya, para luego de tirar de esta y empezar a arrastrarla en dirección al mostrador de la heladería. Doyeon expandió sus ojos con pánico cuando intuyó cuáles eran las intenciones de la castaña, intentando soltarse del agarre en su mano, pero siéndole imposible por la gran fuerza que la contraria ejercía.

-No, no, no, Lisa. ¿Qué haces? -murmuró entre dientes y con nerviosismo.

No hubo respuesta, hasta que ambas llegaron al frente del mostrador, y sin soltar las prisioneras manos de la pelinegra, Lisa se plantó delante de la chica de la que Doyeon hablaba hace unos segundos.

-Hola de nuevo -saludó en su intento por parecer más amable y menos apresurada-.'Mira, seré breve, mi amiga se preguntaba si te importaría darle tu número de teléfono. Es que, sucede que debemos irnos, y bueno, ella no se atrevía a hacerlo por su cuenta, así que...

-¡Lisa! -reprendió completamente avergonzada, pero riendo de manera nerviosa para ocultarlo-. Discúlpala, lo-lo que dijo no es cierto.

La chica de tez blanca y cabello rojizo soltó una pequeña risa ante las dos chicas, negando con su cabeza apenada antes de buscar alguna cosa en la que poder anotar su número. Terminó haciéndolo sobre una servilleta, la cual entregó a la pelinegra con una sonrisa y la recibió nerviosamente.

-Me llamo Yoojung -Lisa observaba con ansias la corta interacción entre ambas, esperando el momento en que su amiga quitara su cara de que podría desmayarse en cualquier momento, mientras la otra chica no borraba la sonrisa de su rostro.

-Maravilloso, genial, espléndido -intermedió la castaña de manera energética, y apenas Doyeon tocó el papel con sus dedos, ya estaba siendo jaloneada de regreso por donde llegaron-. Que tengas bonito día, posible cuñada. ¡Adiós!

La pelinegra nunca anheló tanto ser succionada por la tierra como en ese momento. Simplemente se resignó a ser llevada por Lisa hacia la salida del local mientras apretaba sus ojos con exceso de vergüenza y su rostro enrojecido por el mismo motivo. Caso contrario a la menor, quien se encontraba riendo en su camino al auto.

-Ni te atrevas a reclamarme, me debías esa por lo de la señorita Kim -determinó, señalando a la mayor con su dedo índice sin poder contener la risa todavía-. Pero mira, te dio su número. Todos felices y a mano.

-¡Sí! ¿Pero a qué costo? -lloriqueó falsamente mientras se soltaba del agarre de sus manos para cubrir su rostro por unos segundos-. Al menos haré que valga la pena, si no, ya verás.

Lisa rodó sus ojos con gracia y quitó el seguro de las puertas del auto, adentrándose en él junto a Doyeon, pero esta vez fue ella quien ocupó el lugar del piloto, puesto que la mayor no sabía la ubicación exacta del apartamento de la maestra.

Evaluó rápido en su mente dejar a Doyeon en su casa, pero eso tomaría mucho tiempo, y sinceramente, su preocupación le impedía dejar pasar un segundo más. Así que, le pediría que esperara en el lobby, y con suerte no envejecería ahí, ya que todo dependía de la gravedad del asunto con la señorita Kim.

No tenía idea de lo que estaba pasando, incluso había olvidado la situación con su padre en medio del desespero por comprender la reciente actitud de la mayor. Por lo que, no esperaba nada en concreto, y en realidad, era mejor así, por el bien de su paranoia principalmente.

Unos cuantos minutos fueron necesarios para encontrarse estacionando el auto a las afueras del edificio, lugar al que ambas chicas accedieron juntas después. Doyeon, por su parte, solo observaba en silencio con gran admiración cada esquina, tomando el brazo de Lisa para evitar despegarse ni un poco de ella.

-Lo sé, me pasó lo mismo la primera vez -comentó al reparar en la expresión de su amiga.

-Y luego te preguntas por qué digo que es tu sugar mommy -contestó sin dejar de observar.

La castaña solo rió por lo bajo y guió a Doyeon hacia la pequeña sala del lobby, en donde se aseguró de informarle que intentaría no tardar demasiado o que al menos la mantendría informada si algo más surgía.

Tomó rápido el elevador hacia el piso en el que se ubicaba el apartamento de la señorita Kim, llegando en poco tiempo a este y timbrando con un alto nivel de nerviosismo. Aguardó impacientemente mientras hacía tronar sus dedos de cada mano, preguntándose por qué estaba tardando tanto en llegar, mas no se dio cuenta de que ni siquiera había pasado mucho desde que timbró.

Finalmente, la puerta se abrió frente a ella, dejando ver a una desesperada Jennie aproximarse a la castaña sin decir ni una sola palabra antes. Solamente pudo ver su rostro por unos microsegundos, para luego sentir que los brazos de la mayor se cerraban en un fuerte abrazo alrededor de sus hombros.

Lisa correspondió con perplejidad, mirando su entorno por inercia para confirmar que no había nadie cerca. Acarició con lentitud la espalda de la señorita Kim sin entender la razón de ese abrazo y el porqué estaban en silencio durante ya algunos largos segundos.

Quiso preguntar a qué se debía todo eso, pero el sonido de un sutil sollozo acompañado de un ligero temblor en el cuerpo contrario la hizo abstenerse, y en su lugar, frunció el ceño confundida, retrayendo un poco su cabeza para confirmar sus suposiciones.

La señorita Kim estaba llorando sobre su hombro.

Rápidamente deshizo el abrazo, tomando a la mayor por los hombros con cuidado para mirarle a la cara. Así, su estómago creó un vacío inexplicable cuando reparó en los húmedos y enrojecidos fanales de la mayor, seguido de su dolorosa expresión contraída.
Intentaba morder su labio inferior para contener el llanto, mas los inevitables hipidos que nacían en su pecho se lo impedían.

Jennie detestaba con todo su ser mostrarse tan vulnerable como lo estaba haciendo ahora, pero de no ser porque quien estaba delante suyo era Lisa, ni siquiera hubiese tenido el valor de soltar una sola lágrima.

-S-Señorita Kim...

-Vamos adentro -intervino, tomando el antebrazo de la castaña para tirar suavemente de ella al interior.

Cerró la puerta tras sus espaldas, dirigiéndose hacia ese espacio de su sala que se encontraba cercana a la chimenea. Lisa le siguió cautelosamente por detrás, mientras que Jennie avanzaba con sus brazos colocados en cruz a través de su pecho en una especie de abrazo a sí misma.

Se detuvo justo frente a la chimenea, dándose la vuelta para mirar a la menor, y a pesar de sentirse ligeramente avergonzada, no dejó que eso limitara su necesidad de expresar aquello que estaba sintiendo en ese momento. Así que, inhaló profundamente mientras ordenaba sus ideas y se preparaba para hablar.

Lisa permanecía en silencio, observando cada movimiento de su maestra con atención, debatiéndose si debía decir algo relacionado a lo que acababa de pasar o preguntar al respecto. Simplemente no lo sabía, pero a medida que lo pensaba, su oportunidad se fue al escuchar a la mayor.

-Primero que nada, quiero disculparme por eso. Sé que debe ser confuso y no pude contenerme, pero prometo que lo sabrás todo ahora mismo -inició, limpiando sus párpados inferiores de las lágrimas con sus dedos.

-No es necesario, de verdad. Solo quiero saber lo que está pasando, estoy muy preocupada por... por todo, por usted -expresó la menor con cierta angustia en su tono de voz.

Ciertamente le resultaba extraño encontrarse a la señorita Kim en ese estado luego de días en los que todo parecía estar normal, pero eso quedó del lado al verse genuinamente consternada por lo que la mayor expresaba ahora mismo.
Quería saber cómo podía ayudar o si podía hacer algo por ella al menos; aunque también, un pensamiento intrusivo se coló en su cabeza.

-Mi papá acaba de irse -los recuerdos de la menor se aclararon, empezando a temer que las malas noticias se acercaran para ella-. No fue tan agradable, discutimos un poco fuerte porque él... él nos vio cuando te dejé en tu casa el martes.

El mismo vacío que sintió en su estómago minutos atrás se repitió nuevamente, pero esta vez dentro de su pecho al empezar a suponer lo peor, temiendo seguir escuchando lo que la mayor diría. Tragó con dificultad y se limitó a permanecer callada, pues no quería apresurarse demasiado sin antes terminar de saber todo.

-Si te soy sincera, no sé de dónde salió el valor que tuve para enfrentarlo como lo hice. Probablemente fuera el estrés bajo el que estuve durante estas últimas semanas que me hicieron tocar fondo y quedarme sin miedo a lo que pasaría, porque realmente necesitaba decirle lo que sentía, necesitaba hacerle saber que no puedo más con él -Sus ojos se cristalizaron nuevamente, pero lo ignoró para seguir relatando-. No estoy segura si fue lo alterada que me mostré, o si verdaderamente comprendió mi punto, pero cualquiera de esas ayudó a que cediera. Tal vez no de la manera en la que imaginé, pero lo hizo.

-¿Qué significa eso? -preguntó la castaña en un intento por comprender mejor lo que escuchaba.

-Significa que, a partir de hoy, mi padre queda completamente fuera de lo que nunca le debió haber importado. Y estoy tan jodidamente feliz, Lisa -nuevas lágrimas empezaron a bajar por sus mejillas al pronunciar esas últimas palabras.

La castaña no se lo pensó dos veces antes de acercarse a su maestra y envolverla en un abrazo nuevamente, ahora sabiendo lo que eso significaba para ella. La apretó cuidadosamente contra su cuerpo, intentando transmitir todo ese alivio que sentía por su situación y la gratitud por dejarla presenciar sus momentos más endebles.

Se conmovió mucho al escucharla llorar por segunda vez, así que acarició su cabello por detrás para confortarla un poco y demostrar que estaba ahí para ella. Ahora que sabía que esas lágrimas eran de liberación, no tardó en sentirse casi de la misma manera, pues no hicieron falta tantas palabras para comprender que lo que había dicho la mayor era probablemente la mejor noticia que pudieron recibir en mucho tiempo.

-Señorita Kim, lamento no haber sido consciente de cuán presionada debió sentirse estos últimos días. Tengo que admitir que estuve tan concentrada en los exámenes que olvidé por completo toda esta situación con su padre -explicó cerca del oído de la mayor mientras continuaba acariciando su cabello.

-No te disculpes, me sentiría terrible si esto te hubiese distraído de tus estudios. De hecho, la que debe pedir disculpas soy yo -se separó de la abrazo para mirar a la chica a los ojos, limpiando su nariz delicadamente con el dorso de su mano-. No tuve cabeza para nada más que las calificaciones y en cuanto no tuve oportunidad de verte por la escuela, olvidé escribirte en estos días.

Lisa negó con su cabeza, alzando una de sus manos para limpiar cariñosamente las mejillas de Jennie con su pulgar. Después, se inclinó levemente para dejar un tierno beso sobre la comisura de sus labios y otro más en su pómulo derecho, tomando sus manos entre las suyas para entrelazarlas.

-Me preocupé y pensé cosas absurdas, pero ahora que sé esto, estoy más tranquila. Me siento muy bien por usted, realmente merece ser feliz, señorita Kim.

Esta vez quien devolvió los besos fue la mayor, dejando uno directamente sobre los labios contrarios y sonriendo después en agradecimiento.
-Luego me adentraré mejor en los detalles de lo que pasó, pero por ahora, quisiera decir que todo esto no es más que gracias a ti.

-¿A mí? -se intrigó sin poder entender a qué se refería.

-Puede parecer extraño que lo diga, pero si no hubiese sido por toda tu tonta travesura, yo jamás habría llegado a querer tanto a alguien como para enfrentarme de esta manera a mi padre, dispuesta a dejarlo todo por hacer las cosas bien -la mayor mostró una media sonrisa mientras explicaba esto-. Así que, sí. Tal vez la manera en la que sucedió no sea la más adecuada, pero no puedo dudar de que el resultado realmente lo vale.

La menor sonrió también y no supo qué más decir, por lo que simplemente se alzó de hombros, avergonzándose al ser recordada de cómo había iniciado todo.

-De nada, supongo -bromeó, recibiendo un leve empujón en su antebrazo como reprenda.

-Cállate y ven aquí -pidió Jennie entre risas, abriendo sus brazos para que Lisa se ubicara dentro de estos nuevamente.

Y así lo hizo, la mayor acogió a la chica, colocando sus manos alrededor de su cintura y besando su frente cuando la tuvo al medio de su cuerpo. Acarició gentilmente los costados, deslizando sus manos hacia la espalda baja de la menor, en donde siguió acariciando hasta que la atrajo un poco más hacia sí, provocando que sus rostros quedaran a escasos centímetros y sus narices se rozaran.

Ambas conectaron sus miradas al instante, admirando la manera en la que sus ojos resplandecían ante la otra. Y a pesar de que unas cuantas lágrimas seguían brotando por parte de Jennie, Lisa se encargó de reconfortarla con la calidez de su mirada.

-Eres lo mejor que me ha pasado -confesó en voz baja-. Y créeme cuando te digo que jamás había dicho algo así, porque realmente es la primera vez que lo siento.

-¿Habla en serio? -preguntó con ilusión la menor-. Quiero decir, ¿de verdad hice algo bueno dentro de todo lo malo?

-Eso ni lo dudes. Me hiciste recobrar el sentido en muchos aspectos, pude abrir los ojos ante cosas que ya daba por hechas en mi vida. Seguramente no lo hiciste de manera consciente, solo digo que yo pude tomar un impulso a partir de ello, y eso es genial.

La menor asintió, comprendiendo lo que decía, y sorprendida por la manera en la que la señorita Kim había tomado lo que pudo ser una situación fatal, convirtiéndola en algo positivo para ambas. Era verdaderamente impresionante y de reconocérsele.

-Dicho esto, me gustaría disculparme por todas las veces que actué de forma terrible contigo -continuó diciendo-. Eso incluye las situaciones en las que no te traté como debía, especialmente en la escuela, si sabes de lo que hablo. Sé que cometí un error al no manejar las cosas como una persona madura y en su lugar solo te regañé sin dedicarme a hablarte claro antes.

Lisa había preferido olvidar algunas cosas de las que la señorita Kim estaba hablando, principalmente porque detestaba tener resentimiento por algo o alguien, pero agradecía mentalmente que se encontrara disculpándose por ello, ya que, en su momento, fue algo que la hizo pasarla muy mal, incluso llegando a provocarle cierta humillación.

-No pasa nada, señorita Kim. Gracias por decirlo de todas formas, pero dejémoslo atrás, ¿sí? -la mayor asintió serenamente.

-Como tú digas, preciosa -acarició delicadamente su mejilla con el pulgar-. Ahora dime... ¿De casualidad esperabas la llamada de alguien?

Frunció el ceño extrañada, negando con su cabeza después-. Mmm, no. ¿Por qué?

-Porque tu celular está vibrando desde hace un rato, puedo sentirlo desde aquí -Jennie rió mientras decía esto, bajando un poco más sus manos hasta tocar los bolsillos traseros del pantalón de la menor-. ¿Puedo?

Lisa asintió en respuesta, intrigada al haber notado que era verdad, su celular vibraba mientras la señorita Kim lo sacaba de su bolsillo para averiguar de quién se trataba. Estuvo tan consumida por el momento, que ni siquiera fue capaz de sentir dicha notificación.

De igual manera, se abrazó más al cuello de la mayor para poder ver la pantalla juntas, mientras que esta reafirmó su agarre sobre la cintura contraria y alzó el celular para tener una mejor vista.

-Es Doyeon, voy a colgarle -dijo Jennie, rodando sus ojos con fastidio al ver su nombre en la pantalla.

-¡No, no! -la castaña la detuvo rápidamente-. Está ahí abajo esperando, puede ser importante.

Colocando el altavoz, Lisa atendió la llamada en contra de la voluntad de la mayor, quien solamente se resignó y continuó abrazando su cintura posesivamente.

-Unnie, disculpa por tardar. Bajo en un momento -inició diciendo.

-¿Aún estás con ella? -Lisa contestó con un sonido gutural afirmativo-. Uhh, ¿y ya hubo sexo de reconciliación?

La menor se alarmó al escuchar las palabras de su amiga, abriendo mucho sus ojos e intentando tapar las bocinas del celular para que la señorita Kim no escuchara, a pesar de que ya fuera muy tarde para esto.

-¿Sí sabes que estoy escuchándote, cierto? -habló la mayor de todas para hacerse notar ante la pelinegra.

-Doyeon...

-¡Mucho mejor! -contestó, escuchándose emocionada-. ¡Hola, señorita Kim!

-Hola, mocosa -saludó de regreso tediosamente.

Se escuchó una corta risa nasal como respuesta a su apodo, sin esperarse lo que diría a continuación-. Ya que estamos... ¿Para cuándo la pedida de mano, eh? -cuestionó, alzando sus cejas con picardía a pesar de que no podían verla.

Jennie sintió una breve presión en el pecho al escuchar a la chica, tragando fuerte mientras volteaba hacia la menor. Detestó tanto que Doyeon la hiciera quedarse sin palabras, pues sabía que la chica era muy imprudente, pero no debió fiarse de su habilidad para evadir sus ocurrencias, ya que esta vez había fallado.

Sin embargo, tenía razón, nunca habían hablado de etiquetar de cierta manera su relación. Ambas habían ignorado esto de manera inconsciente, puesto que realmente se trataba de un tema un poco complicado.

Pero eso podía solucionarse fácilmente.

-¿Por qué no subes aquí y averiguas cuál fue la respuesta de tu amiga? -respondió mientras sonreía astutamente-. Solo di que vienes conmigo y te dejarán pasar.

Alzó su mano para cortar la llamada, a la vez que Lisa abría sus ojos con sorpresa por la rapidez con la que estaba sucediendo todo. Jennie tomó a la menor por las muñecas, bajando su celular en el acto, y mirándola a los ojos insinuantemente.

Fue empujando a Lisa poco a poco por la cintura hasta hacer que su espalda entrara en contacto contra una de las paredes contiguas a la chimenea, acercándose a su rostro para robar un corto beso de sus labios. Tomó su mentón para obligarla a mirar sus ojos y reafirmó su agarre en la cintura contraria.

-Solo por esta vez, tu amiguita tiene razón -aceptó, sintiendo su corazón golpear fuerte en su pecho-. Aunque... no le digas que dije eso.

-Oh, claro que lo haré -contestó Lisa, riendo nerviosamente.

La señorita Kim rodó sus ojos, resignándose nuevamente, pero sonriendo al embelesarse en la mirada contraria. Acarició delicadamente su cintura, atrayendo sus caderas para pegarla más hacia sí, y sus respiraciones se combinaron al encontrarse tan cerca una de la otra.

Con expresión expectante, Lisa colocó sus manos al medio de ambos cuerpos, palpando con suavidad el abdomen de la mayor, sin dejar de mirarle a los ojos. Y pensó en que probablemente nunca había visto a su maestra debatirse tanto antes de poder hablar, así que se mantuvo arrullándole con la yema de sus dedos para transmitirle calma.

El cosquilleo en su estómago aumentó cuando la vio inclinarse para posar sus labios en su mejilla, rozando estos muy delicadamente en su piel, mientras que con su mano derecha sostenía un costado de su rostro para mantenerlo firme.
Tanta cercanía y calidez provocaron que el simple contacto entre ambas fuera abrasador para Lisa, quien esperaba ansiosa lo siguiente de parte de Jennie.

Esta vez, nada iba a impedir las palabras que saldrían de su boca, siendo con esa ternura con la que Lisa la escuchó hablar cerca de su oído, haciendo que todo su cuerpo se estremeciera en consecuencia.

-Lisa, ¿te gustaría ser mi novia? -se atrevió a decir finalmente, moviéndose un poco para mirarla de nuevo a los ojos a la espera de su respuesta.

Si era sincera, nunca se había obsesionado con la idea de marcar su relación, era realista en cuanto a lo que sucedía entre ambas y solamente pretendía disfrutarlo cuanto le fuera posible. Pero si era aún más sincera, que la señorita Kim se animara a hacer la pregunta y a ver su relación de esa manera le hizo mucha ilusión; más cuando no se esperaba algo así.

Al fin y al cabo, la imprudencia de Doyeon había resultado en algo bueno. Y solo por eso no se las cobraría después.

-Me encantaría -respondió, a la vez que asentía con una amplia sonrisa.

Automáticamente sus labios volvieron a encontrarse, enardecidos y ansiosos por demostrar lo mucho que se deseaban.
Las manos de Jennie se mantuvieron sosteniendo su rostro y cintura, para después envolver a la menor en un tierno abrazo durante el beso.

Oficialmente habían cerrado la etapa de la incertidumbre, el miedo y la mentira.

Lisa, quien estaba absenta de todo lo que pasaba por la cabeza de su mayor, se concentró en cuidar de los labios ajenos, rozándolos fervientemente con los suyos hasta humedecerlos. Se encontraba en su propia burbuja en la que notaba cómo ahora todo estaba bien, y lo amaba.

El solo hecho de pensar en lo que significaba para ella, la hizo querer volver a saborear sus dulces labios que tanto encendían su deseo, enredando una de sus piernas alrededor de las caderas contrarias para sentirla cada vez más cerca.

Un fuerte sentimiento de protección la acogió cuando fue correspondida con una de las manos cerrándose sobre su muslo con fuerza. Y en medio del beso, se tomó un tiempo para sonreír ampliamente complacida, contagiando a la mayor en el proceso.

Nunca dejaría de sorprenderse por lo mucho que habían cambiado las cosas hasta el momento, y lo que hacía falta por venir.
Después de todo, ya no era más su maestra, y eso cambiaba muchas cosas, pero se ocuparía de ello cuando llegara el momento.

Por ahora, su atención estaba situada en perdonarse a sí misma por sus errores cometidos y avanzar, estando dispuesta a mejorar por la otra.

Tenía mucho que contarle a su mejor amiga.
Porque de pronto, Jennie Kim era su novia, y eso la hacía infinitamente feliz, como nunca antes pensó que lo sería al decidir involucrarse con la maestra más temida de la escuela...

La señorita Kim.

[050822]

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