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fourteen

Antes de salir del salón, ambas tuvieron que idear un plan para que nadie viera a Lisa subirse al auto de la señorita Kim justo frente a la escuela.
Por lo que tomaron la decisión de que Lisa caminaría al menos una cuadra lejos del instituto, y Jennie la recogería en su auto pocos minutos después.

Sin embargo, el plan pareció arruinarse cuando, al llegar al punto que habían acordado, se encontraba Doyeon, distraída, hablando por teléfono con alguien.
La chica mayor se volteó, con el ceño fruncido por la molestia que hacía en sus ojos el sol de la tarde, y pronto pudo divisar a Lisa acercarse, quien supo que ya no tenía oportunidad de echarse a correr para el lado contrario.

-Sí, solo debes cruzar a la derecha y estoy a solo unos cuantos metros... bien, adiós -la pelinegra terminó la llamada y esperó con una sonrisa a que Lisa terminara de acercarse hasta donde estaba ella.

-Hey, hola -saludó nerviosamente la menor-. No pensé que nos encontraríamos tan rápido de nuevo.

Doyeon rió, asintiendo.
-Yo tampoco. ¿A caso me estás persiguiendo? -dijo, fingiendo una expresión de sorpresa.

-Me atrapaste -contestó Lisa riendo.

-Lamento informarte que no me atraen las sasaengs* -cerró sus ojos en una expresión lastimera, igualmente fingida.

-Ow, ¿en serio? -Lisa también fingió tristeza, queriendo reír fuertemente por fuera-. Qué lástima, yo simplemente quería un autógrafo de Doyeon unnie.

Ambas no pudieron más y estallaron en carcajadas que se escucharon por toda la calle.

-Dios, me caes tan bien -mencionó Doyeon cuando pudo parar de reír.

Lisa sonrió tiernamente-. Lo mismo digo -desvió su mirada hacia la calle por la que se aproximaba un auto.

Su corazón se detuvo por un segundo, pero para su suerte, el auto que se acercaba era solo la mamá de Doyeon, quien amablemente se ofreció a llevarla, pero tuvo que rechazarla con la excusa de que también estaba esperando a alguien. Así que, ambas chicas se despidieron y finalmente la mayor se fue.

Lisa sintió su estómago destensarse y luego suspiró, aliviada de que la señorita Kim no haya aparecido de repente mientras estaba con la pelinegra.
Pero lo que no sabía era que ella sí había estado a punto de aparecer por ahí, mas se había detenido a unos cuantos metros al notar la presencia de la otra chica.

Cuando observó la calle libre de personas pertenecientes a la escuela, continuó andando en su auto la corta distancia hacia la menor, quien rápidamente subió al asiento del copiloto y pudo quedarse tranquila al notar que las ventanillas polarizadas del coche estaban cerradas.

-¿Nueva amiga? -preguntó Jennie, continuando por la calle.

-¿Eh? -contestó Lisa con una media sonrisa-. Uhm, sí, algo así. Digo, nos conocimos hace solo unas horas.

La señorita Kim arqueó sus cejas, asintió lentamente y no dijo nada más.

-No pensé que estaría ahí, me asusté mucho -volvió a hablar la castaña, tratando de disipar un poco el silencio incómodo que se creó por un segundo.

-¿Te asustaste de qué? -replicó la mayor, soltando una pequeña risa burlesca.

-Pensé que usted llegaría de repente y yo no sabría cómo explicar la situación después y... eso.

-¿Has notado lo alta que es Doyeon? Era literalmente imposible no verla unos metros antes -la mayor rió y se detuvo en un semáforo-. Por eso me estacioné, no pensaba simplemente llegar.

Lisa asintió, entendiendo todo, preguntándose si en algún momento de la nueva repentina relación que estaba estableciendo con Doyeon podría confiarle algo como eso.
Pero por el momento no tenía pensado hacerlo, ni loca. Tendría que conocerla más y hacer que demostrara que podía fiarse de ella, aunque eso le llevara un poco de tiempo, como debía ser.

No se dio cuenta de que la señorita Kim estaba observándola mientras se encontraba sumida en sus pensamientos, hasta que esta puso la palma de su mano sobre su pierna izquierda.

-¿En qué piensas tanto? -preguntó con un tono de voz suave, apretando mínimamente el roce de su mano para llamar su atención.

Lisa se sobresaltó un poco ante la sorpresa que le provocó tal acción, pero rápidamente le brindó una corta sonrisa a la mayor, negando con su cabeza.

-No es nada -respondió, ubicando su mano sobre la que acariciaba suavemente su muslo.

-¿Segura? -la mayor fijó la vista al frente y se dio cuenta de que el semáforo ya había cambiado a verde, viéndose obligada a apartar su mano y continuar manejando.

La menor asintió con insistencia, asegurando su respuesta con un sonido afirmativo, ya que Jennie no podía verla en ese momento, más que por su reflejo.

Finalmente, luego de unos cuantos minutos, llegaron a su destino, siendo este uno ubicado en una suntuosa locación de Seúl.
Lisa no tenía una idea muy clara del prestigio del lugar, pero si le preguntaba a cualquier otra persona, podía asegurarle que se encontraban cerca de uno de los complejos más caros del país. Y eso tal vez ni siquiera era necesario, si con solo verlo por fuera bastaba.

Apenas se adentraban al lobby cuando Lisa ya tenía una expresión de sorpresa para nada sutil en su rostro, viendo cómo cada rincón de ese lugar parecía costar millones de dólares.
Se preguntaba por qué su maestra vivía en un lugar así si, según tenía entendido, un profesor tendría que ahorrar su vida entera tal vez para pagar tan solo un mes de renta ahí.

De todas maneras, dejó un poco del lado esa gran duda y subió al elevador con ella, aún sin perder su impresionada expresión, de la cual Jennie se reía internamente por lo tierno que esto le parecía.

Quizás debió haberle comentado algunas cosas aquella vez en el café, pero prefirió mil veces escuchar hablar a su alumna, y no se arrepentía de ello en absoluto.

Al llegar a su apartamento, entraron y la expresión de Lisa fue mil veces mejor que la anterior que llevó todo el camino hasta ahí.
Jennie realmente quería sacarle una foto y observarla cuando se sintiera triste o desanimada, porque seguramente le sacaría una buena carcajada.

Lisa caminó con timidez dentro del lugar y esperó a que su maestra le dijera algo sobre quitarse los zapatos, pero no lo hizo. Ella tampoco se los había quitado, así que supuso que, al igual que en su caso, ya no seguían esa costumbre.

-Siéntate -Jennie dejó su bolso y abrigo en la entrada-. ¿Tienes hambre? Puedo pedir algo, ya casi es hora de cenar.

La menor negó con su cabeza, quedándose parada ahí mismo sin querer seguir adentrándose por miedo a romper alguna cosa o algo parecido. Todo su apartamento era como un sueño, era realmente precioso e increíble.

-No, gracias -pudo responder con palabras al fin-, no quisiera molestar.

La señorita Kim apareció frente a ella con un vaso con agua, entregándoselo a la mano y yendo a tomar su celular de su bolso.
Lisa agradeció por el agua y se sentó cuidadosamente sobre uno de los sofás de terciopelo gris que se encontraba en la sala.

-Me pareció escuchar un "sí, por favor, muero de hambre ya" -dijo la mayor al buscar el número de algún restaurante en su celular-. Así que no te preocupes, yo me encargo.

Lisa cerró sus ojos y negó con su cabeza, sonriendo ante la necedad de su maestra ante sus palabras.
Aunque en realidad sí moría de hambre, no había almorzado ese día, pero se rehusaba a decírselo.

De repente, la mujer desapareció de su vista y se encontró totalmente sola en la sala de estar. Solo podía escuchar los murmullos por algún lado de su voz, seguramente pidiendo la comida que amablemente había rechazado por educación, pero que no sirvió para nada.

Ese fue el momento perfecto para observar detenidamente el apartamento, sin sentir tanta timidez por tener a Jennie al frente.

Las paredes eran impecablemente blancas, mientras que otras estaban repasadas con negro, junto a algunas pinturas abstractas sosteniéndose en ellas.
El ventanal transparente de vidrio abarcando su lado derecho y frontal le daba un toque opulento al lugar, pudiendo disfrutar del cielo despejado que había esa tarde y el sol a solo unos cuantos segundos de esconderse por completo. Todo esto, únicamente desde donde estaba sentada.

Por sobre una mesa hecha de cerámica, la pantalla de la televisión se extendía largamente sobre la pared continua a su izquierda, en donde su ubicaba otra mini sala al parecer.

Ahora, su curiosa mirada se corrió hasta la cocina, la cual se encontraba paralela a la sala de estar.
Lo que más llamó su atención de ahí, fue lo hermoso que se veían aquellas copas colgando boca abajo de un soporte de vidrio, con unas cuantas botellas de vino arriba de este.

Lo demás que tenía a la vista en ese momento, eran muchas piezas de cristal en las mesa, y pequeñas instalaciones de lámparas a lo largo de las paredes.

Estaba muy impresionada y fascinada de estar ahí.

De repente recordó que había dejado su mochila dentro del auto de la señorita Kim, pero se tranquilizó al saber que llevaba su celular en el bolsillo de la falda del uniforme al menos.
Iba a sacarlo para ver la hora, pero escuchó unos cuantos pasitos rápidos aproximarse.

Volteó hacia atrás de nuevo y no pudo ver nada que le indicara de dónde provenía ese sonido, así que se giró nuevamente a su posición anterior. Al hacerlo, se encontró frente a ella, en el suelo, una pequeña y adorable bolita de pelos color café mirándole directamente.

Inmediatamente se lanzó de rodillas al piso, asustando un poco a la mascota, para acariciarla y soltar algunos sonidos de ternura ante lo adorable que era.

-¡Kuma! -exclamó hacia el pequeño animal, acariciando su lindo pelaje-. Eres realmente adorable, ¿sabías? Me dan muchas ganas de apapacharte.

Kuma simplemente la observaba con su cabeza ladeada, sin hacer ningún tipo de sonido. Pero pronto cedió a las caricias de la chica desconocida que había entrado a su casa, olfateando sus manos y ropa al mismo tiempo.

-Veo que ya se conocieron -apareció finalmente diciendo la señorita Kim-. Ni siquiera me esperaron para poder presentarlas yo misma.

-Lo siento, acaba de aparecer frente a mí y no pude contenerme ante lo linda que es -Lisa hablaba tan entusiasmada mientras dejaba que la mascota se colocara sobre sus piernas, sin parar de acariciarla.

-Sí, y veo que tú le agradas mucho también -comentó Jennie casi extrañada.

-¿Y eso le sorprende? -preguntó Lisa riendo.

-Kuma es un poco huraña con personas que no conoce, incluso lo es conmigo algunas veces. Por eso digo que le agradaste mucho al parecer -explicó, a la vez que se sentaba en el lugar que estaba Lisa antes-. Normalmente, si ve que hay alguna persona que no conoce, la olfatea, y si no le interesa simplemente regresa a su cuarto o anda por la casa sin prestar atención a nadie.

-Wow, eso es... -la menor se mostró sorprendida ante lo que acababan de decirle-, es casi un halago entonces.

La mayor rió, bajando hacia el suelo para poder estar al lado de Lisa, quien aún tenía a la pequeña perrita sobre sus piernas.

-Debe ser porque eres indudablemente especial y dulce, ¿no crees? -le sonrió ladinamente, su rostro ubicándose muy cerca del contrario.

-Puede ser... -susurró en respuesta, comenzando a bajar su mirada hacia los labios de la señorita Kim.

Sus labios se unieron finalmente en un beso lento que no duró mucho realmente, solo unos cuantos segundos, pero que se sintió tan bien al volver a compactar contra aquellos carnosos labios que la hacían sentir en las nubes con tan solo jugar con ella de esa manera.

Pronto, la mano de la mayor pasó hacia la cintura de Lisa, atrayéndola más y buscando tener mejor acceso a sus labios.
Por su parte, la castaña dejó de acariciar a Kuma, y esta aprovechó para bajar de sus piernas y dirigirse hacia algún otro lado.

Al parecer, la agradable chica que acababa de conocer estaba un poco ocupada con su mami en esos momentos.

Y Jennie rió en medio del beso al escuchar las patitas de Kuma golpear el suelo con rapidez al salir corriendo de ahí.

Ahora que tenía más espacio sin su mascota presente, tomó la cintura de Lisa con ambas manos y fue invitándole a que se levantara del suelo, para luego poder recostarla lentamente sobre el sofá que tenían a sus espaldas. Apoyó uno de sus brazos sobre el respaldo y el otro lo bajó hacia su rostro, apartando el cabello que podría interponerse en él.

Lisa observaba a su maestra desde abajo y únicamente podía esperar a que esta hiciera su próximo movimiento. Quería que por fin aquello pasara más allá de besos y caricias, pero aún no sabía si ese sería el momento correcto para que sucedería.

Su maestra se inclinó sobre ella y volvió a besarla cálidamente, pero esta vez, la mano que no estaba sosteniéndose del respaldo buscó el borde de su falda a ciegas y empezó a palpar suavemente su entrepierna cuando lo encontró. Paseándose de arriba a abajo, disfrutando de la suave piel que poseía esta zona.

La castaña empezaba a sentirse cada vez más ansiosa por que su mano llegara hacia el lugar en el que tanto le había hecho sentir bien la última vez.

Esta vez, para gusto de la menor, Jennie decidió avanzar un poco más y, mientras besaba a la chica, su mano fue adentrándose lentamente entre su falda, sintiendo lo cálido de su piel al acariciar las partes más cercanas a su ropa interior.
Su mano avanzó unos cuantos milímetros y pudo sentir la tela de algodón de la prenda interior de Lisa tocar sus dedos.

Empezó una lenta caricia con tres de sus dedos, bajando y subiendo por la zona, preparándola para que dentro de muy poco empezara a pedir por más y esto pudiera evidenciarse mediante su braga mojada.

Sus besos abandonaron sus labios y empezaron a repartirse sobre su mentón, bajando hacia su cuello lentamente, en donde se detuvo y jugó un poco con la sensibilidad que poseía la menor en esta zona.
Lisa elevó su rostro para darle un mejor acceso y mordió su labio inferior para evitar soltar los vergonzosos sonidos de la última vez.

Jennie, mientras seguía besándole, bajó deliberadamente a hacerlo sobre su pecho, sin dejar de hacer fricción con su mano sobre la ropa interior de la castaña y sintiendo cómo cada vez se iba humedeciendo más.
Sus besos volvieron a subir hasta sus labios, mientras que con su otra mano empezó a desabotonar con cuidado su blusa, sintiendo en su pecho cómo el corazón de la chica bajo ella golpeaba fuerte contra el costado de su mano.

-Tranquila -susurró al separarse de sus labios-. ¿Pasa algo?

Lisa negó con un sonido de su garganta y pidió con su mirada que continuara.
Entonces, la señorita Kim volvió a lo que se encontraba haciendo antes, terminando de desabotonar su blusa mientras la besaba fogosamente en los labios y hacía presión de arriba a abajo sobre su intimidad con sus dedos, esta vez logrando sentir más la humedad del lugar.

La menor cerró sus ojos, dejándose llevar por la satisfacción que le causaba tal caricia sobre su sensible zona y perdiéndose entre los besos que siempre lograban distraerla de todo a su alrededor.
Su cuerpo dio un pequeño respingo al sentir cómo ahora la mano que la acariciaba subía hasta el borde de sus bragas y se introducía de a poco ahí hasta finalmente entrar por completo, teniendo ahora contacto directo con los dedos de su maestra.

No iba a mentir, esa fue una muchísimo mejor sensación que la de antes, y eso se demostró en su expresión facial, de la cual Jennie pudo disfrutar a la vez que escuchaba el pequeño jadeo que soltó contra sus labios.
Esto la impulsó a correr su mano un poco más abajo, acariciando su clitoris al tener contacto inmediato con él.

Lisa gimió esta vez, viéndosele imposible seguir besando a la mayor, quien esbozó una pequeña sonrisa contra ella y empezó a mover sus dedos en círculos, provocando que las manos de la menor se apretaran sobre su propia falda al tratar de contenerse.

Su blusa fue totalmente desabotonada a los pocos segundos y su torso quedó libre, con sus senos observándose cubiertos únicamente por su sostén.
La señorita Kim recorrió su abdomen ligeramente con la yema de sus dedos hasta llegar a su cintura, en donde fue subiendo poco a poco por esta, para finalmente encontrar el borde de su sostén y escabullir sus dedos dentro de él.

Al abrirse paso, alcanzó a acariciar muy poco su seno debido al limitado espacio que poseía su mano, por lo que decidió sacarla y dirigirse hacia su espalda, en donde su sostén se encontraba asegurado. En el momento en que Lisa arqueó su espalda al estar siendo estimulada en su zona baja, Jennie aprovechó para desabrochar rápidamente tal prenda.

La menor se sorprendió un poco ante esto, pero pronto continuó disfrutando la sensación de cosquilleo en su vientre bajo, moviendo sus caderas contra la mano que le acariciaba, ignorando totalmente el hecho de que ahora estaba más al descubierto de lo que nunca había estado en su vida para nadie.

Sus senos quedaron parcialmente liberados de la prenda y prontamente se vieron atendidos por los labios de la mayor, quien empezó a dejar cortos besos entre ellos y rozando suavemente su nariz al inclinarse, lo cual se sentía muy bien.

Su mano apartó un poco el, ahora flojo, sostén, obteniendo al fin una vista completa y totalmente descubierta de los senos de la menor, siendo estos de tamaño muy pequeño, pero que realmente no le importaba, identificándolos a la vez como tiernos y bonitos.

-Eres tan hermosa -le dijo, levantando su mirada hacia su rostro y dándose cuenta de lo rojas que estaba las mejillas de la menor para ese momento.

Lisa respondió con una sonrisa tímida, seguido de un gemido provocado por el continuo movimiento circular de los dedos sobre su clitoris.
Apretó sus labios y cerró sus ojos al sentir la cálida lengua de la mayor posarse sobre su pezón izquierdo, para después aprisionarlo entre sus labios y dejar que su boca lo succionara con delicadeza.

Estar siendo estimulada en dos sensibles lugares de su cuerpo al mismo tiempo estaba convirtiéndose en una sensación demasiado placentera, pero a la vez frustrante, ya que nunca había se había sentido de esa manera antes y no sabía cuánto más podría contener aquella sensación en su vientre.

Jennie volvió a lamer el lugar antes de succionar de nuevo y brindarle una pequeña sonrisa a la menor después, pasándose hacia el otro seno y hacer exactamente lo mismo.
Mientras se entretenía en esta zona, los dedos que seguían haciendo su trabajo sobre su feminidad empezaron a aumentar su velocidad, haciendo que Lisa soltara gemidos cada vez más constantes y su rostro se calentara ante la vergüenza que le provocaba esto.

El sentimiento de cosquilleo entre sus piernas pudo haber terminado en ese preciso momento en que su maestra se encontraba acariciando uno de sus pezones con sus dedos y el otro siendo degustado por sus labios, al mismo tiempo que sus movimientos circularmente rápidos sobre su clitoris se hacían cargo de hacer tensar su cuerpo, de no ser porque el timbre del apartamento sonó e hizo que Jennie se apartara y le sonriera.

-La comida llegó.

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