Eran las dos de la tarde, Minho acomodaba su gorrito de fiesta sobre su cabeza. ¡Era su cumpleaños! Su madre le había organizado una fiesta por aquella tan alegre ocasión, inclusive decoró personalmente todas las invitaciones para entregárselas a sus amigos.

Estaba tan contenta en esos momentos, acomodando la mesa para sus diez amigos y dejando gorritos de colores en cada plato para ellos. Ese día cumplía trece, y aunque sonara tonto y cliché, cumplir trece no era algo de todos los días.

"¡Minho, abre la puerta que llegó tu pastel!" gritó su madre desde la cocina.

El muchacho se acercó corriendo hasta la puerta, abriéndola y recibiendo el tan esperado pastel. Sus pupilas se dilataron al verlo, aquel pan cubierto de crema batida con chocolate y fresas que tanto anhelaba. Dio un par de miradas hacia la cocina y sin que su madre se diera cuenta, metió su dedo en la crema saboreando con alegría.

Ahora solo le quedaba esperar a que sus invitados llegaran. Deberían de estarlo haciendo, habían pasado solo cinco minutos de la hora indicada en la invitación.

Ya se imaginaba la cara de Taeyong cuando llegara, porque según sus cálculos, él sería el primera en llegar, sí, estaba segura de aquello.

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Ya había pasado una hora y aún nadie tocaba el timbre.

Recibió unas cuantas llamadas de sus abuelos y también de sus tías, pero ni una sola señal de sus tan amados amigos.

Pensó que tal vez era por el tráfico, así que lo dejó pasar y encendió la tele para distraerse un rato. Tal vez aprovecharía para usar el videojuego nuevo que su padre le regaló justo en la mañana.

En su mente cruzaba los dedos para que pudieran llegar lo más rápido posible.

Si es que fueran a venir, claro.

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Tres horas más tarde y seguía sin haber señales de vida.

La mente del pequeño chico, en cuestión de edad, daba vueltas y trataba de buscar respuestas para explicar el porqué no llegaba nadie a su puerta. Apagó la consola y fue a buscar a su madre, tratando de ver si ella podría darle una explicación de lo que sucedía.

"Mamá" dijo al verla descansar en su habitación "¿Sabes por qué nadie ha llegado aún?"

La mujer suspiró, no sabía que esos niños podían ser tan crueles con su pequeño hijo.

"Tal vez ya estén por llegar, cariño" habló con voz suave "¿Por qué no esperas en la sala?"

Asintió cabizbajo y caminó desanimado hasta la planta baja de la casa.

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En este momento ya eran las ocho de la noche y Minho estaba llorando mares en el regazo de su madre. Nadie había asistido a su fiesta, y ni siquiera le contestaban las llamadas.

Me hubieran dicho que no querían venir antes de hacer todo este alboroto pensó.

Su nariz estaba roja y moqueando, a la vez sus ojos ya estaban hinchándose por el gran peso de sus lágrimas.

Incluso partió una rebanada de pastel para tratar de calmar su tristeza, ya no sabía igual a como lo hacía hace unas horas.

El timbre sonó.

No esperaba que llegara nadie después de haber quedado decepcionado por sus amigos, aunque ya ni sabía si siquiera lo eran.

Su madre lo incitó a que fuera a abrir la puerta, a lo que después de limpiar su nariz con su mano, la abrió encontrándose con Christopher con una caja de regalo.

"¡Feliz cumpleaños Honnie!" sin esperar alguna respuesta lo abrazó, el menor se quedó helado, todo había sido tan repentino que le parecía bizarra la situación "Perdón por llegar tarde, mi práctica de fútbol se alargó un poco y apenas salí."

Tomó la caja de regalo y la levantó, para este momento apenas lo estaba mirando a los ojos. Sintió su corazón quebrarse al instante. ¿Porqué estaba llorando en su cumpleaños? ¿Porqué no había ruido o voces de los chicos?

"¿Qué sucedió? ¿Por qué lloras?"

"Eres la único que vino a mi fiesta" exclamó con un puchero, pocos segundos después lágrimas gordas brotaban de sus ojos nuevamente.

No pudo resistirse y lo tomó entre sus brazos, dándole el abrazo más cálido que el habría podido dar en su corta vida. Sintió como se derrumbaba en sus brazos.

"No tengo amigos Chris" dijo en un sollozo sobre su hombro.

"Claro que tienes, yo soy tu amigo" palmeó su espalda "Tranquilo, podemos tener una fiesta para dos, los demás se morirán de envidia, ya lo verás."

Se separó del abrazo y lo tomó de la mano, llevándolo a la sala para soplar las velas de su pastel de cumpleaños y tratar de hacerlo sonreír.

Si era necesario, también se quedaría con el en una pijamada para alegrarlo.

Minho supo que Christopher era la persona indicada. Aquel que le daría felicidad y cumpliría sus expectativas.

Tal vez se podía decir que, inconscientemente, desde ese momento cayó enamorado de el.

En unos años más probablemente le declararía su amor.

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otro os fluff y soft para empezar año nuevo bonito, primera sorpresa, gracias por leer ^^