━ mafia lee
El sonido de ramas crujiendo y constantes pisadas apresuradas resonaban por los alrededores del casi silencioso lugar. Los árboles tapaban parte importante de la luz proveniente de las farolas y el lodo en sus zapatos comenzaba a endurecerse con el paso del tiempo.
Pasó uno de sus brazos por la extensión de su frente para intentar borrar todo rastro de sudor y marcas de tierra en la piel. Su cabello se removía inquieto por el viento y las hojas que yacían caídas bajo los árboles podrían atribuir que era bastante fuerte.
Sus manos estaban ubicadas a los costados de su cangurera; las armas que portaba estaban perfectamente acomodadas y chocaban constantemente contra su pelvis al momento de acelerar los pasos.
Al visualizar la mansión frente a él, caminó tranquilo hacia los guardias que se encontraban en la entrada vigilando en todo momento. Luego de identificarlo como uno de los trabajadores de ese lugar, bajaron las pistolas de sus manos y se hicieron a un lado para dejarlo pasar.
─El jefe Lee está esperando por ti, los demás ya están en la sala, es mejor que te apresures ─dictó uno de los guardias con la mandíbula apretada y el ceño fruncido.
Christopher entró sin responder ante eso; no era necesario, su jefe muchas veces lo mandaba a realizar trabajos aparte de todos los demás, si Lee lo consideraba su trabajador de confianza, pues él iba a tratar de hacerlo lo mejor posible. No querría saber las consecuencias si fallaba.
Entró a la sala de reuniones tratando de no llamar la atención, y lo logró, a no ser por unos cuantos que lo miraban de forma arrogante.
El señor Lee le indicó con la cabeza que se sentase en el único asiento vacío de la sala para luego retomar su plática junto a unos cuantos planos y armas sobre la mesa.
Su cabeza trataba de entender cada estrategia de Lee, incluso tratando de leer entre líneas todo lo que mencionaba. Hablaba con tanta firmeza, con tanta autoridad, que comprendía perfectamente porqué aquel hombre era temido en muchas partes del país, además de ser buscado en cada rincón del mismo por los policías más capacitados.
Christopher lo entendía. Cuando decidió trabajar para él sabía en lo que se estaba metiendo; todas esas mierdas ilegales como drogas, armas, asesinatos; no eran ningún juego. El dinero era mas que una maravillosa recompensa para todos en ese lugar y él estaba más que a gusto con eso. En los meses que llevaba ahí, no había tenido ningún problema con su jefe o alguno de sus compañeros. Es por eso que cuando se topó con aquel chiquillo dentro de la casa, no sabía que estaría metiéndose en un problema muy grande.
El hijo de Lee era jodidamente astuto, manipulador, arrogante, entre muchas cosas más. Él había cometido el estúpido error de meterse con el niño sin saber que con el que había follado tan malditamente bueno, era el hijo de su jefe.
El revolcón que se dieron esa noche fue suficiente para que Lee Minho estuviese tan encaprichado con tener alguna clase de relación con su persona y él no quería pensar en todo lo que sufriría si el Lee mayor se enterase.
Precisamente fue por el que abarcaba sus pensamientos que toda concentración que tenía en su jefe se vio perdida y ahora tenían alguna clase de batalla de miradas.
Pero ¿Quién podría culpar a Minho si el de cabellos rojizos era tan malditamente caliente, seductor y hermoso? Dios, era imposible no caer por tal chiquillo. Sus labios tinturados de brillante color cereza, húmedos a causa de pasar constantemente su lengua sobre ellos; su piel lechosa resaltaba por las tenues luces del lugar y las curvas en su cuerpo se veían tan etéreas que lo único en lo que podía pensar era en cómo sus dedos se quedarían impresos si apretara con fuerza en ese lugar.
Diablos, ni siquiera debería estar imaginando aquello si no quería que además de tener una erección, volver a caer en sus juegos.
Minho sonrió juguetonamente al ver que el azabache no despegaba la mirada de él. Lo consideraba tan jodidamente sexy que no podía evitar desviar sus pensamientos a las miles de cosas que podría hacer en una cama y con ellos dos solos.
El ambiente se sentía extrañamente acogedor, pero sin duda el aura que rodeaba a Lee Minho y a Christopher Bang no era más que pura tensión sexual. Era como si sus cuerpos tuvieran alguna clase de imán, pues sentían atraerse al otro constantemente.
Minho juraba que si su padre seguía hablando de temas que a él realmente no le interesaban, entonces tendría que salir de aquella sala por un incidente o alguna otra excusa que se le ocurriera.
Y justo cuando creyó tener el pretexto perfecto, todos los hombres en el lugar ya estaban poniéndose de pie y despidiéndose de su padre con una reverencia.
Christopher , siendo uno de estos, se encaminó rápidamente hacia la salida sin querer darle otra mirada al pelirrojo. Consideraba que su presencia era un verdadero peligro para él. Y no se equivocaba.
Luego de lavar adecuadamente su rostro y refrescarse, decidió que ir a dormir era la idea más prudente en ese momento. Se encaminó hacia la habitación en la que residía, pues el señor Lee acostumbraba tener viviendo a sus empleados en la casa que estaba justo al lado, pero siempre estando conectado a la suya para mantener el control.
Toda tranquilidad con la que caminaba se vio afectada cuando unas calurosas manos lo tomaron por la camisa que portaba y lo arrastraron por los solitarios pasillos.
Christopher se tranquilizó cuando escuchó una muy conocida risita ser omitida junto a los pasos cuidadosos que daban. En cada cierto tiempo, el travieso rostro de Minho le miraba con el dedo índice pegado a sus labios, haciéndole señas de silencio mientras se reía bajito.
Se dejó guiar hasta donde originalmente iba, pues sabía que Minho era tan testarudo que decirle que no era adecuado verse a escondidas y de esa manera, sería totalmente en vano.
Una vez que el menor llegó a su habitación, cerró la puerta con llave y tomó el cuello de Christopher entre sus labios, absorbiendo con fuerza la zona hasta dejarla rojiza. Soltó un quejido cuando el otro trató de alejarlo de su piel.
─ Vamos, te he dicho que no hagas eso─ Bang tomó sus muñecas e hizo fuerza para apartarlo del lugar.
Minho se alejó de él, pero la socarrona sonrisa seguía en su lugar. ─No parecías muy disgustado esa noche ─mordió su labio intentando que se viese más rojo. ─si no lo recuerdas, puedo ayudarte con ello ─dijo seductoramente y acercándose a su rostro.
Christopher se sentía casi asfixiado, el dulce aroma a caramelo que se desprendía de la piel del más pequeño lo estaba tentando demasiado. La manera en la que ahora las manos del otro se paseaban por su abdomen, encima de la tela y bajaban hasta la orilla de su pantalón, hacían que sus dedos picasen por querer ayudarlo.
─No debemos ─negó mirando hacia la ventana de su habitación. Únicamente podía apreciar a Minho por la luz de la luna, y joder que eso era un gran beneficio, pues la manera en la que los orbes del de cabellos carmesí se reflejaban, hacían ver a su cara como toda una bella obra de arte.
Minho volvió a reír por la negativa, porque a pesar de que las palabras de Christopher fueran en contra de las suyas, él podía notar cómo su cuerpo temblaba con anticipación al momento de que su mano se paseaba superficialmente sobre su erección.
─¿Vas a negarlo otra vez? ¿Acaso eres un chico bueno ahora, hyung? ─se burló cuando el azabache sostuvo bruscamente su muñeca y la mantenía algo alejada de su miembro.
─Te dije que no podemos hacer esto, tu padre va a matarme. ─cerró los ojos con fuerza al sentir los labios de su acompañante sobre su lóbulo izquierdo y se esforzó por no temblar cuando jaló de ella con sensualidad.
─Al que menos debes temerle ahora es a mi padre, Chris ─susurró con voz calmada. Pudo decir que amó la manera en la que el mencionado se estremeció por el aliento sobre su piel y en lo caliente que se había vuelto el lugar. ─tú sabes mejor que nadie lo peligroso que puedo volverme si no consigo lo que quiero ─le sonrió, pero no había nada de tranquilidad en ese gesto.
Christopher luchaba por resistirse, de verdad que ese niño era todo una tentación, tan peligroso como las consecuencias que traía consigo.
─Me encantas tanto ─murmuró el pelirrojo sosteniendo el rostro opuesto entre sus manos y transportando sus labios al mismo.
El contacto de sus bocas se sintió tan intenso, corrientes eléctricas recorrieron cada rincón de sus cuerpos y la necesidad por más contacto los carcomía en un arriesgado juego de excitación.
Christopher tomó la estrecha cintura en sus brazos e hizo que el estómago del contrario se pegara más al suyo. El combate por el control dio presencia al momento en el que el mayor de ambos decidió poner una mordida entre el abrasador beso.
Minho lo sintió como una competencia, y al momento en el que sus manos se colaron por el cabello negro del contrario, su lengua se abrió paso en los labios entreabiertos del mismo cuando obtuvo el permiso de hacerlo. Se permitió explorar los alrededores con libertad, no importándole que la saliva de ambos estuviese cayendo a los costados de su mandíbula y que parte de ello se hiciera camino por los costados de su garganta.
Minho jadeó cuando el azabache lo tomó en brazos, levantándolo por el culo y transportando la boca a su húmedo cuello.
Mientras Christopher se concentraba en dejar diferentes tipos de mordidas y marcas moradas en su piel, el camino que hizo para llegar a la cama se hizo más corto, por lo que antes de que el azabache depositara el cuerpo del menor ahí, este se removió de sus brazos haciendo que el otro lo bajara.
─Te haré pasarlo tan bien, Chris. Incluso mejor que aquella vez. ─mencionó besando su firme mandíbula con una sonrisa y empujándolo hasta que fue él quien estuvo recostado sobre la cama.
Christopher respiró hondo sintiendo como el blando material se adaptaba a su espalda y su boca se mantenía algo abierta para tratar de recuperar el aire que había perdido en la feroz unión de bocas.
No quería decir algo al respecto, Minho había logrado seducirlo hasta quedar de nuevo en esa situación y no era como si a él le molestara. No cuando ahora lo tenía a horcajadas sobre su regazo y moviendo su cadera de lado a lado encima de su sobresaliente problemita.
─Relájate, cariño. ─se inclinó a besar sus clavículas con ternura y sin detener los movimientos de su pelvis, incluso sólo lograba aumentar más el ritmo.
Christopher gimió de manera repentina cuando el pelirrojo llevó su culo fuertemente hacia atrás para simular una embestida con su propio miembro. Era tan malditamente provocador.
Minho comenzó a desabotonar su camisa con algo de paciencia, como si no tuviese a alguien esperando por él y con una dolorosa erección apretada en sus pantalones. El movimiento de su pelvis contra el suyo se había detenido para más concentración en sus acciones y la espera se estaba volviendo una tortura para el mayor de ambos.
─M-más rápido ─susurró colando los dedos en la cintura del contrario y así hacer que retomara sus movimientos, pero de inmediato sus manos fueron retiradas de ahí.
─No. Tienes que esperar a que termine de sacarte toda la ropa ─dictó continuando con sus acciones y manteniendo su ceño fruncido.
A pesar de que Christopher lo encontró adorable, no pudo evitar retorcerse ligeramente en la cama cuando en un intento de embestir hacia arriba, de nuevo fue parado de toda acción y regañado otra vez por el menor.
Minho se quitó la ropa de la misma manera que el pelinegro, a diferencia de que él se había quedado únicamente con su bóxer. Se apartó un poco del caliente cuerpo para situarse a un costado y así poder terminar con su labor.
Sintió cierta satisfacción al ver a Christopher de esa manera, con él teniendo el control. Eso le encantó.
Cuando quedó completamente desnudo, llevó dos de sus dedos a la boca del mayor, indicándole que los chupara. Una sonrisa se coló en sus labios cuando éste le obedeció y succionó hasta llegar a sus nudillos.
─Bien hecho, hyung ─acarició los sudorosos cabellos del contrario con la mano intacta para luego apoyarse sobre la misma en el pecho debajo de él. Puso su peso en esa mano para lograr levantarse con sus rodillas y llevar los dedos ensalivados a su culo.
Mordió su labio con fuerza cuando comenzó a tocar la línea entre sus nalgas. Suspiró tembloroso cuando uno de sus dedos logró meterse en su agujero de manera pausada y sintiendo cómo la abertura de su entrada se dilataba más cuando procedió a meter el segundo.
Christopher tenía la boca seca ante todo lo que estaba viendo, su mano yacía en su pene masturbándose, mientras sentía que en cualquier momento se iba a correr. No quería hacer más que pasear sus dedos en cada rincón de esa piel que juraba estar hecha de porcelana.
─¿P-puedo tocar? ─preguntó nervioso. No solía ser tan dócil con nadie, pero Minho era un caso completamente diferente.
El pelirrojo asintió rápidamente ante su pedido mientras seguía jugueteando con su ano, preparándolo y gimiendo bajito.
Christopher extendió su mano desocupada hasta llegar a uno de los tentadores y rosados pezones. Recorrió con lentitud el botón y a los alrededores también, haciendo círculos imaginarios y aplastándolos de vez en cuando.
Los sonidos que emitía el menor se hacían cada vez mayores y no pararon a pesar de que el azabache quitó su mano de aquel lugar para dirigirla hasta su cintura y acariciar de ella lentamente.
Luego de pocos minutos haciendo lo mismo, el placer que Minho se estaba dando con los dedos comenzó a bajar y sentía que éstos ya no eran lo suficientemente grandes para lo que él realmente quería.
Joderse tan duro hasta delirar.
Por eso no se quejó cuando el pelinegro lo volvió a colocar sentado sobre su regazo, ni mucho menos cuando tomó su desatendido miembro entre sus dedos.
Sacó los dedos de su orificio con un sonido húmedo, para luego acomodarse mejor sobre Christopher. El pelinegro apretaba su falo con ímpetu y él sentía como su respiración incrementaba al paso de los segundos.
Decidió apoyarse del pecho ajeno nuevamente con una de sus manos para lograr levantar su pelvis y con la otra tomó el miembro que anhelaba, acomodándolo sobre su preparada entrada.
Sintió como la caliente erección de Christopher palpitaba entre sus dedos, las venas se mostraban orgullosamente sobresalientes, la excitación que se colaba en su cuerpo hacía que sus piernas temblaran con anticipación y la imagen del pene debajo de su culo pedía a gritos que se follara con dureza.
Frotó el glande alrededor de su entrada por puro jugueteo y la posicionó correctamente para empezar a insertarlo en el lugar.
El gemido tembloroso que emitió pudo escucharse como eco por toda la habitación. El deseo y bochorno se sentía en cada esquina del lugar. La lucha constante de ambos por querer tomar aire con rapidez y el goce que yacía en sus cuerpos, eran otro más de los motivos por los cuales querían repetir aquella ocasión. Una y otra vez.
Minho apretó con fuerza el lugar donde se sostenía, provocando que medias lunas aparecieran en el pecho del azabache y ocupó ese momento para bajar un poco más en el pene del mismo.
─A-ah ─mordió su lengua con algo de fuerza tratando de opacar todo sonido vergonzoso proveniente de su boca. Consideró dejar caer su cuerpo de golpe sobre el lugar, pero el placer que omitía el introducir el falo de Christopher con lentitud y dejar que él sintiera como iba abriendo sus paredes centímetro a centímetro, era sin duda, más tentador.
El pelirrojo boqueó cuando las bolas del contrario chocaron contra sus nalgas y no sentía más que satisfacción en percibirlo tan grande dentro de su interior.
─Mierda, eres tan sexy ─Christopher le murmuró intentando distraerlo y que así pudiese acostumbrarse más rápido.
Aquellas palabras provocaron una atractiva y dulce sonrisa en los labios color fresa del esperado. El sudor en su frente causaba que varias mechas de su cabello se pegaran en la zona, pero eso no le restaba a verse tan apetecible, sino, todo lo contrario.
─Lo sé ─respondió vanidoso. El brillo de sus ojos podría ser a causa de la poca iluminación en el lugar o por el puro placer. La segunda opción sonaba más razonable.
Sin esperar algún otro tipo de comentario, llevó su cabeza hacia atrás manteniendo los ojos cerrados y comenzó un calmado vaivén con la cintura. Disfrutó sentir como el pene en su interior se coordinaba con los movimientos que dirigía de adelante hacia atrás. Era tan bueno percibir la manera en la que se arrastraba por sus apretadas paredes y la maravillosa fricción quemándole por dentro. Tan íntimo, tan excitante.
Christopher gruñía ante la tranquilidad que emitía el otro, quería que acelerara sus acciones para que él pudiese follarlo con intensidad, queriendo dejarlo adolorido y con ganas de más.
Intentó poner otra vez sus manos sobre la cintura del menor, pero al momento de topar con la ardiente piel, sus manos fueron aprisionadas sobre el colchón, a ambos lados de su cabeza.
─No tienes permitido tocarme por ahora, yo mandaré todos los movimientos, ¿bien? ─le dijo con firmeza.
Otra sonrisa satisfecha surgió en su labios cuando el otro asintió. Se permitió cambiar la dirección de su vaivén a subir y bajar sobre el miembro de Christopher.
Minho gimió fuerte cuando en medio de todas las embestidas que él mismo se estaba dando, la punta del pene llegó a rozar contra su próstata. Lloriqueó cuando se folló con vehemencia en esa misma zona y empezaba a sentirse agotado por estar montando a Christopher tanto rato. Su cuerpo se encontraba tembloroso y su propio miembro pedía de regreso la atención que había perdido por parte de la mano del azabache. Sentía que estaba tan cerca. Ver el sexy y sudoroso cuerpo bajo el suyo aceleraba más su deseo por llegar al límite.
Su pene rebotaba contra ambos estómagos cada que subía y bajaba para encontrarse con la base del falo contrario. Sostenía con fuerza las manos del mismo contra las suyas y sabía que no duraría mucho de esa manera si ya estaba arremetiendo con potencia contra su punto dulce.
Se inclinó para alcanzar los labios del mayor y hacer que sus bocas se comieran entre sí. No tardó mucho en convertirse en una mezcla de choques de dientes y lenguas; los mordiscos eran parte importante del juego y se permitían gemir libremente sobre la boca del otro.
Minho le permitió a Christopher embestir su cuerpo desde esa posición y sin dejar que su pene saliera. Los golpes en su interior aumentaron de tal manera en la que se vio afectado más y en unos cuantos minutos después, el viscoso semen bañó tanto el interior del pelirrojo, como el estómago de ambos. Sus gemidos fueron opacados por la boca del otro y compartieron un último beso antes de separarse.
Luego de que Christopher saliera de él, giró el cuerpo del menor para acostarlo a un lado del suyo y se quedó viendo fascinadamente cómo el mismo respiraba de manera entrecortada.
Ahora, ambos se encontraban temblorosos, sudorosos y complacidos.
─Fue genial, ¿Cierto? ─habló el menor con los ojos cerrados y una bonita sonrisa cansada.
─Ujum ─respondió Christopher sin despegar la mirada del sonrojado rostro frente a él.
Minho aprovechó la distracción momentánea del contrario para recostarse sobre su pecho y pasar su brazo en la cintura del mismo. ─No te pasará nada, ¿Sabes eso, no?
Christopher tragó saliva de manera sigilosa. Llevó una mano al cabello de Minho para acariciarlo y tratar de no verse preocupado por lo que acababa de hacer.
─Soy capaz de manipular a mi padre, sabes que me quiere demasiado ─le tranquilizó con voz baja al notar el silencio que el otro había formado.
─Lo sé, pero no puedo evitar pensar que en cualquier momento nos descubrirá ─confesó con un suspiro.
Minho negó ligeramente y subió su rostro para dejar varios besitos sobre la mandíbula de Christopher.
─Si seguimos teniendo este tipo de encuentros secretos no tiene por qué enterarse ─le sonrió lindamente ─además...
─prosiguió, deslizando sus dedos en el abdomen del azabache ─si lo hiciera, yo me encargaría de que no te tocase ningún solo cabello. Ya sabes, yo soy el que en realidad manda.
ᴓ
Este o.s pertenece a Jjuunggkook, gracias por dejarme adaptarla, espero la hayan disfrutado tanto como a mi adaptarlo nos vemos en otra adaptación ♡!!
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